CAPÍTULO 8: TUVO UN DÍA DIFÍCIL

Disfrútenlo muchas gracias!!.

Para Dipper Pines atender a Pacífica, a sus arrogantes padres y a sus invitados fué lo más tedioso que haya hecho en toda su vida, claro, sin contar tener que soportar las estupideces de su hermana que bueno, eso es otro tema.

Pacífica de vez en cuando lo molestaba solo para divertirse, pero era muy obvio que a él no le causaba ni la más pequeña pizca de gracia las bromas o los comentarios muy sarcásticos que ella hacía. Una vez que terminó la visita del socio de Preston, y que todo quedara limpio y pulcro para el día siguiente, llegó la hora dónde Dipper tenía que regresar a la cabaña. El castaño estaba cansado y fastidiado por todo lo que tuvo que soportar de la jóven rubia, y de sus padres.

Un coche clásico pero de los más caros se estacionó en medio de la noche frente a la cabaña del misterio. Al menos Pacífica fué un poco "humanitaria" al ordenarle al chófer de su familia en llevar a Dipper hasta su destino; y que llegue sano y salvo. Más que mostrarse amable, Pacífica no quería que algo malo le pase a Dipper, no porque sienta algo por él (aún no) sino que, si algo le llegaba a pasar, se quedaría sin su sirviente.

—Muy bien jóven Dipper, llegamos —dijo el chófer, un hombre de entre 40 y 50 años de edad, con canas visiblemente notables, pero que siempre se mostraba amable y con una sonrisa—, ¿Qué tal el viaje?, Fué corto, pero fueron órdenes de la señorita Pacífica, ordenó que lo trajera sano y salvo.

—Sí, muchas gracias por traerme señor Flynn fué muy amable —comentó el castaño, cansado.

—¿Qué tal su primer día? ¿Fácil o difícil? —preguntó el viejo chófer Flynn.

—Creo que la palabra difícil le queda corto, estoy muy cansado y eso que apenas estoy empezando, que martirio —dijo Dipper, con una mirada cansada, y sin muchos ánimos de hacer las cosas. Abrió la puerta del auto y salió al mismo, luego procedió a cerrarla—, de nuevo, gracias por traerme, nos vamos mañana señor Flynn.

—Hasta mañana jóven Dipper, que descanse —con una amigable sonrisa se despidió el chófer. Ese auto clásico emprendió su viaje de regreso a la mansión Northwest, cumplió su deber y era hora de descansar.

Dipper, con la cabeza agachada y la mirada cansada caminó hasta la puerta de la cabaña, la abrió, e ingresó. Una vez que ingresó, caminó pesadamente hasta la sala, lugar de dónde provenía una tenue luz, probablemente la del televisor. Dipper hizo su aparición en la sala y sí, la televisión estaba encendida, era su tío Stan quién estaba mirando un programa educativo el cual enseñaba que los golpes en las articulaciones y el cuerpo en general, era muy malo...

—¡Lucha lucha lucha lucha! —decía Stan, azotando sus brazos contra el mueble, mirando como unos boxeadores se golpeaban uno contra el otro. Tras un gran derechazo, uno de los boxeador noqueó a su oponente, a lo que Stan, contento, decía mientras se le salían las lágrimas—, Televisión, mi adorada televisión cuánto te amo.

—Hola —saludó Dipper, prácticamente sin ganas hasta para hablar.

Stan dirigió su mirada hacia dónde estaba Dipper, y cuando lo vió, reaccionó de una manera extraña...

—¡¿Un Stripper?! ¡Yo no contraté un stripper contraté UNA stripper! —gritó Stan, asustado, estaba a punto de coger el teléfono y llamar a la compañía para reclamar.

—Jaja... muy gracioso anciano, como si aún pudieras hacer esas cosas —comentó el castaño. Su tío escuchó mejor su voz y, sorprendido, levantó una ceja.

—¿Dipper? —preguntó extrañado el anciano.

—No, el vecino —dijo sarcásticamente—, obvio soy yo tío Stan, que bueno es volver a verte, siento que no te he visto en años.

—¿Pero tú?... ¿Y ese traje?, ¿Dónde lo conseguiste?, ¿Es caro?, ¿Cuánto cuesta y en cuanto se lo podría vender? —dijo Stan, con una amplia sonrisa, apreciando de pies a cabeza el traje con el que Dipper estaba vestido, el traje de sirviente, pesando en que podría sacar una fortuna vendiendo dicho traje.

—Antes de que empieces a ofertar en tú mente, déjame decirte que no, este traje no está y no estará a la venta porque es el traje con el que voy a servir a... la tonta de Pacífica —respondió el sobrino del anciano. Si Stan pensó en que sacaría una fortuna vendiendo ese traje a los ingenuos de la cabaña, pues lamentablemente su idea se fué por el caño.

—No por supuesto que no, jamás haría algo como eso, soy un hombre honrado —comentó, guardando una calculadora sin que su sobrino se diera cuenta—. Pero en fin, ese no es el asunto, ¿Dime cómo te fué?, ¿No nos van a demandar?.

—No tío Stan, no nos van a demandar, ya firmé un contrato y ahora tendré que ser el sirviente de ella por todo este verano, así que quédate tranquilo, todo estará bien —dijo Dipper—, y ahora... si me disculpas, iré a tomar un baño y a dormir.

—¿No vas a comer algo?.

—No, no tengo hambre —dijo sin ganas el castaño.

Dipper se dirigió hacia la segunda planta, dejando solo a su tío Stan, quién de nuevo volvió a mirar la televisión, cambió de canal y justamente, estaban transmitiendo un combate de lucha libre.

—¡Lucha lucha lucha lucha lucha! —volvió a vociferar el anciano, seguido de una carcajada.

Con Dipper, él se dirigía a su habitación cuando de pronto, escuchó unas risas provenientes de la habitación, una era la risa de su hermana, era obvio, y ya fué intuyendo cuáles eran las otras dos risas. Abrió la puerta, y efectivamente, era su hermana con sus mejores amigas, Candy y Grenda.

—Hola chicas —saludó el castaño, entrando en la habitación.

—¡Dipper! —mabel en cuanto escuchó la voz de su hermano gemelo, se puso de pie tan rápido como pudo y se acercó para abrazarlo muy fuertemente—. Estuve muy preocupada por tí, ¿Qué te hizo Pacífica? ¿Te obligó a hacer algo que no querías? ¿Te amenazó?, ¿Te humilló?, ¡Dímelo todo!.

—Espera... M-Mabel, no me d-dejas respirar —a duras penas logró a decir Dipper, puesto que el abrazo de su hermana era muy fuerte.

—Ho... —ella lo soltó. Dipper inhaló profundamente para recuperar el oxígeno que le hizo falta—. Perdón por eso, pero no importa ahora ya estás bien, ¿Cómo te fué?, ¿Y ese traje?.

—Fué un día difícil, y... este traje me lo dió Pacífica, debo vestirme así cada vez que esté en su presencia —respondió—, fué una orden directa que debo cumplir, así que debo cuidarlo muy bien y no estropearlo y mucho menos dañarlo.

—Pues déjame decirte hermano que te vez muy bien, casi como un actor de cine, ¿No lo creen así chicas? —preguntó Mabel, volteandose a ver a sus dos mejores amigas.

—Mabel tiene razón, te vez bien Dipper, ¿Tú no piensas lo mismo, Candy? —preguntó Grenda. Ella volvió a preguntarle a su amiga porque no escuchó ninguna respuesta, pero Candy no respondía, ya que tenía su mirada clavada en el castaño, y en lo bien que se veía, se veía tan bien que provocó un sonrojo en la chica de lentes, sonrojo que aumentó más cuando Dipper la miró a los ojos esperando a que dijera algo—. ¿He Candy estás bien?.

—¡¿Ha?! ¡S-Sí!, Si estoy bien, solo... pensaba en algo, y... respondiendo tú pregunta, sí, Dipper se ve bien —respondió ella, tratando de no parecer nerviosa para sus amigas, puesto que ella hacia dicho claramente que NO estaba interesada en el castaño, claro, hace tres años, pero ya lo había dicho.

—En fin, Dipper necesito que me cuentes todo, y no olvides ningún detalle porque los detalles son muy importantes de contar en las historias —dijo Mabel, pero Dipper se negó, estaba cansado como para tener que relatar cómo fué su día.

—Luego Mabel, estoy cansado, aparte tengo que estar temprano allá mañana por la que ya quiero acostarme a dormir —dijo Dipper, seguido de un bostezo. Se retiró de la habitación, no sin antes agarrar algo de ropa para cambiarse, Mabel insistió en querer saber cómo le fué, pero Dipper no le hizo caso y se retiró.

Al cambiar la escena, Dipper se encontraba tomando una ducha con agua fría. El tenía el rostro levantado, sintiendo como el agua caía en toda su cara y bajaba por su cuerpo, al mismo tiempo que recordaba —involuntariamente— las burlas y comentarios sarcásticos que Pacífica le hizo a lo largo del día.

—Es una... tonta, y una... malvada —susurró Dipper—, en que problema me he metido—. Sin embargo, a su mente llegaría el momento en dónde vió a su ama en traje de baño, recordó también como ella lo molestó acercándose lo suficientemente cerca como para dejar ver su pecho con mucha claridad. También recordó la voz y la sonrisa de ella, una sonrisa arrogante, una sonrisa inmadura, molesta, odiosa, tediosa, burlesca, malévola, asfixiante, pero sobre todo... una sonrisa bella, como ninguna otra. Una sonrisa de superioridad, de elegancia, pero hermosa a la vez. Aquello despertó al castaño de sus pensamientos, reaccionó a lo que había pensado de último.

—Rayos... vamos Dipper, no pienses tonterías —él cerró la llave y el agua fría dejó de caer. Una vez que culminó su aseo, se vistió con su ropa común y corriente, y salió del baño, su cuerpo se relajó, pero su mente no, el saber que mañana tendría que volver a mansión Northwest lo mortificó. Por un momento pensó en mandar todo al carajo y que si quieren demandar, que demanden, pero vuelta recapacitó y dijo que su hermana, sus tíos, y sus padres no se merecían sufrir el tormento de los Northwest solo por un descuido suyo.

En cuanto a las amigas de Mabel, ellas se habían retirado. Dipper se acostó, estaba tan cansado que su hermana desistió de seguir preguntándole como le fué. Su hermano debía descansar para el día siguiente.

...

Dipper se encontraba rumbo a la mansión Northwest. Era muy temprano, como el contrato decía él tenía que presentarse temprano a trabajar en la mansión Northwest. Cuando llegó al portón, de nuevo escuchó la voz que provenía del intercomunicador que estaba a un lado del portón.

—Identifíquese —dijo el hombre.

—Dipper Pines —respondió.

—Adelante, pase —dijo, seguido de un pitido. El portón empezó a moverse dándole el paso al castaño.

Dipper ingresó en la mansión Northwest, cada vez que veía lo muy bien decorado que estaba el patio le sorprendía el hecho de que los Northwest en esos tres años lograron construir, decorar, y diseñar una mansión tan elegante como esa. No obstante, Dipper se percató que, algo en los arbustos se movió sutilmente.

—¿Qué rayos? —Dipper echó a correr para atrapar sea lo que sea lo que estuviese rondando los arbustos de esa mansión. Buscó desesperadamente lo que se estaba escondiendo, él sabía que algo había visto, algo pequeño, pero no podía decir que era. Revolvió las ramas, buscó por todas partes pero no encontró nada, de nuevo, sea lo que sea que hubiera estado allí, se marchó.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó una voz femenina. Era la sirvienta de la familia Northwest, Sasha.

—Sasha... no te había visto —dijo Dipper, dejando a un lado esos arbustos.

—¿Qué haces? ¿Acaso quieres dañar el trabajo del jardinero? —preguntó la jóven.

—No, no es es eso, es solo que... me pareció que algo se movió entre los arbustos, ayer ví también que algo se movía y quise saber de qué se trataba, eso es todo.

—Seguramente fué alguna ardilla, a veces se meten a los jardines de la mansión y dejan sus "regalitos" que luego el jardinero debe limpiar, no le prestes mucha atención a eso, será mejor que vayas a presentarte con la señorita Pacífica.

Dipper asintió. Junto con Sasha se retiraron del jardín e ingresaron en la mansión Northwest. Pero, sucedería que de nuevo los arbustos se movieron repentinamente, y algo oscuro emergió de enmedio, perdiéndose en la naturaleza que estaba próxima a la mansión.

Continuará...

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