CAPÍTULO 48: YA NO ERES MI SIRVIENTE

Disfrútenlo muchas gracias!!.

Esa noche, a la llegada de Preston, Priscila ordenó a los cocineros prepararle algo delicioso a su esposo, algo que a su esposo le gustaba, su comida favorita. Durante esa cena, además de contar todo lo ocurrido, Preston de vez en cuando le lanzaba miradas serias al castaño cuando se acercaba a Pacífica, haciendo las cosas incómodas.

Días transcurrieron desde que Preston regresó a la mansión Northwest y tuvo su pequeña charla con nuestro querido Dipper. El hombre millonario le ordenó a Luc vigilar a Dipper constantemente, sobre todo cuando estaba cerca de Pacífica ya que Preston temía en gran medida que Dipper vaya a abrir la boca y todo se vaya al carajo. Pero Dipper jamás haría eso, jamás haría algo que perjudique a su novia, ni algo que ponga en riesgo la estabilidad de su familia.

Jamás...

Pacífica logró convencer a su padre de realizar otra vez compras, diciéndole que sus vestidos y demás prendas ya fueron usadas y que no los quería volver a usar, y que necesitaba otros nuevos —cosa curiosa ya que en realidad sus vestimentas solo las usó como máximo dos veces y las dejó ahí, pero bueno, es millonaria, comprar ropa cara es como comprar un dulce para nosotros, la gente normal— y además zapatos, pulseras, etc. Muy difícilmente Preston le dijo que sí, irse sola con Dipper a realizar compras.

Ahora se podía ver cómo Dipper estaba subiendo las escaleras en dirección a la habitación de Pacífica. Al llegar tocó la puerta un par de veces. Pacífica le dijo que podía entrar, y Dipper ingresó.

—¿Pacífica estás lista? —preguntó Dipper, asomándose y después ingresando en la habitación.

—Sí, solo dame unos momentos —dijo mientras terminaba de alistarse, de mirarse en el espejo y ver qué toda su ropa se vea absolutamente impecable—, ¿El señor Flynn ya está listo?.

—Ya todo está listo Pacífica, el auto, el chófer, yo, solo faltas tú —respondió—. Llevas casi una hora, ¿Por qué las chicas invierten tanto tiempo en arreglarse?, En especial tú, ya te eh dicho que eres linda.

—Y a mí me encanta que me lo digas, y, siempre hay que arreglarse y verse... perfecta —respondió mientras terminaba de maquillarse. Usó ese tono un poco arrogante y de superioridad en aquella respuesta, algo que Dipper no había aceptado del todo.

—Sí, claro, lo que digas —dijo Dipper. Terminó de maquillarse, no tardó tanto como Dipper pensó.

—Dame un segundo, solo me pongo una pulsera que compré y... —dijo Pacífica, pero, mientras buscaba, al abrir uno de los cajones donde guardaba sus cosas encontró una hoja de papel, una hoja que tanto ella como Dipper conocían perfectamente. Ella tomó esa hoja y la dejó a la vista del castaño—. No sabía que había guardado esto aquí, debí guardarlo en otro lugar.

—¿Eso es el contrato que firmé? —preguntó Dipper.

—Ajá, aquí está el contrato que... te mantiene junto a mí —dijo Pacífica mientras observaba a su novio.

—Pues guárdalo, a menos que esa sea una copia no veo motivos como para que lo hayas sacado, recuerda que ese contrato tiene vigencia hasta el último día del verano, ¿No quedamos en eso cuando firmé?.

—En eso quedamos —susurró Pacífica. La jóven rubia observó el contrato y después observó a su novio, volvió a observar el contrato y pensó que ese contrato ya no tenía sentido. Agarró la hoja de papel por ambos lados y comenzó a hacerla pedazos frente a su novio.

Dipper abrió sus ojos como dos platos sorprendido de lo que su novia estaba haciendo.

—No, Pacífica, ¿Qué rayos crees que estás haciendo? —preguntó Dipper.

—Y listo —ese contrato quedó reducido a un montón de pedazos pequeños de papel—, debí haber hecho esto desde hace días.

—¿Pacífica por qué lo hiciste?, ¿Por qué dañaste el contrato? —preguntó Dipper, confundido. Su novia se acercó a él y lo tomó de las manos.

—¿Por qué?, Porque no quiero que algo como una simple hoja de papel te mantenga unido a mí, sino el sentimiento que nos tenemos, ¿No lo crees?, En estos momentos legalmente nada te obliga a permanecer a mí lado, no existen copias, así que literalmente puedes hacer lo que mejor te plazca.

—¿Enserio?.

—Sí —dijo ella.

—¿Eso quiere decir que ya no soy tú sirviente? —siguió preguntando Dipper.

—Ya no, legalmente, nada te mantiene a mí lado, así que puedes escoger entre seguir conmigo, o irte, te doy a escoger.

—¿Y no me vas a demandar? —preguntó.

—No.

—¿Segura?.

—Lo juro con mi vida —respondió ella.

Dipper observó los pedazos del contrato hecho pedazos y tirados en el suelo, luego de eso miró a su novia a los ojos. Sonrió sutilmente, lo que antes había soñado, ser libre, y ya no ser más el sirviente de Pacífica finalmente se cumplió.

Soltó de las manos a su novia, se dió la media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la puerta. Al estar frente a la misma, agarró la perilla y la giró, abriéndola, todo mientras Pacífica seguía mirándolo. Abrió totalmente la puerta y se asomó sutilmente al pasillo.

—Gracias... —le dijo, así sin más, sin recriminarle algo, sin decirle algún insulto, sin gritarle ni ofenderlo de alguna manera, fué un excelente sirviente con ella, toleró hasta más no poder sus tonterías, su egocentrismo y exageraciones, y dió lo mejor de sí para complacerla en lo que más podía. Esa Pacífica, que alguna vez amenazó con hacer de su vida un infierno, y también la de su familia, la que alguna vez lo humilló y se creyó superior a él, quedó atrás.

El castaño se asomó al pasillo y después salió de la habitación cerrando la puerta. Pacífica vió como la puerta se cerró después y su novio salió. No hizo ni un solo movimiento; no obstante, pocos segundos después la puerta se abrio y Dipper entró, se dió la media vuelta y le puso seguro a la puerta.

Pacífica sonrió sutilmente y se acercó a su novio, y lo abrazó por la espalda.

—... Por quedarte conmigo, mi amor —le susurró mientras lo abrazaba con fuerza. Dipper le tomó las manos y las apretó fuertemente.

—No me agradezcas nada, nunca antes había estado tan seguro de una decisión, solo salí para asegurarme que nadie estaba cerca. ¿Pensaste que me iba a ir?.

—Si te soy sincera, por un momento lo pensé, y aunque si hubiera sido así, te dejé escoger, y si escogías irte yo respetaría tú decisión, como te dije, nada legal te mantiene a mí lado.

—Y yo escojo quedarme contigo, cariño —comentó Dipper mientras se daba la media vuelta, tomaba a su novia de las mejillas y le daba un beso en los labios.

Estos dos poco a poco comenzaron a besarse con más y más pasión, a tal punto que se podía percibir, se podía sentir el fuerte sentimiento que ambos se tenían el uno al otro.

¿Quién hubiera imaginado?, Si ese contrato se hubiera roto en los primeros días del castaño en la mansión Northwest, seguramente no habría esperado ni dos segundos en marcharse de ese lugar y disfrutar de su verano, lejos, lo más alejado posible de Pacífica.

A paso lento la hizo retroceder hasta chocar contra la pared, en dónde aquellos besos para nada inocentes o tiernos aumentaron su intensidad a otro nivel, él la tomaba de la cintura en tanto que ella le revolvía los cabellos a su chico, a su novio.

El seguro estaba puesto, nadie podía entrar, ¿Pero eso importaba ahora?, Lo único seguro era que los dos querían dejarse llevar del momento, al menos no del todo, pero si lo suficiente como para disfrutarlo.

El bendito oxigeno se les acabó, pero solo bastaba inhalar un poco y podían continuar con aquella danza que los transportaba a un mundo lleno de maravillosas sensaciones. Ella, de alguna forma, logró hacer que su novio se siente en el pequeño mueble que yacía a un lado de su cama, y ahí, juguetearon un poco, ignorando el resto completamente. No hubo intimidad.

Diez minutos después...

Se podía ver ahora como ambos estaban bajando las escaleras de la mansión, mientras Pacífica se arreglaba el cabello y su ropa, otra vez, y Dipper también se arreglaba su cabello,, ya que su novia se lo había dejando todo revuelto producto del momento.

—Nos tardamos más de lo debido —comentó Dipper.

—No me salgas con eso porque se nota que lo disfrutaste —lo miró de reojo. El castaño se sonrojó.

—Tú también, no mientas —y efectivamente, sería estúpido mentir sobre algo que tanto ella, como él, disfrutaron.

—Y no voy a mentir —dijo, mientras sonreía, se notaba su felicidad.

—Ni yo tampoco, que se repita.

—No, al menos por hoy no —le dijo, con cierto tono burlón.

Cuando salieron de la Mansión, el vehículo ya estaba listo y también el chófer de la familia. Dipper le abrió el auto a su novia y esta, gustosa del gesto, ingresó. Mientras todo eso ocurría, Dipper logró observar como el mayordomo de Preston lo observaba desde el jardín.

El señor Luc entrecerró sus ojos, mirándolo serio. Dipper también entrecerró sutilmente sus ojos, pero al final decidió ignorarlo, tuvo un momento incomparable a lado de su novia, y alguien como el mayordomo de Preston, o tal vez el mismo Preston no iba a arruinar su felicidad.

Ingresó en el auto, se sentó a lado de su novia, y el auto comenzó a marcharse, rumbo a la ciudad de Portland, en dónde nuevamente nuestra querida Pacífica iba a disfrutar su día, en compañía no de su sirviente, sino el de su novio.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top