CAPÍTULO 38: LA CONFESIÓN

Disfrútenlo muchas gracias!!.

Luc había interrumpido el bello momento que Dipper y Pacífica tuvieron en la sala, luego de que ella le demostrara las melodías de piano que había aprendido desde que comenzó con sus clases.

Ambos sirvientes iban caminando por el pasillo, en dirección del garaje de la mansión, dónde Preston guardaba su colección de autos —que aunque no los usaba casi nunca, le gustaba tenerlos coleccionados— pero, había algo que no estaba bien, y eso era el hecho de que Luc (mayordomo personal de Preston) miraba raro al castaño mientras avanzaban, era como que si supiera que Dipper encontró y leyó algo que no debía leer, algo que no era de su incumbencia.

—Dipper... —dijo muy serio Luc, llamando la atención del muchacho. Dicha seriedad puso algo incómodo a Dipper, haberse perdido en los ojos de su ama y en esos labios en los que casi se hunde por completo le hizo olvidarse del hallazgo que hizo hace poco, sobre la infidelidad de Preston.

—¿Si? —con cierto tono nervioso respondió el castaño, en tanto que una fría gota de sudor bajaba lentamente por un costado de su frente.

—Quiero preguntarte algo —dijo Luc. Prontamente se detuvo, se dió la media vuelta y le miró directo a los ojos—. ¿Estás completa y absolutamente seguro que no has encontrado nada raro en el buzón?, ¿O en algún otro lugar?.

—Señor Luc, ya le respondí eso, no eh encontrado nada fuera de lo normal en esta casa, ¿Por qué la insistencia? —intentó hacerse el valiente y querer indagar más en algo que no era de su incumbencia—. ¿Acaso hay algo que no debo saber o encontrar?.

—Dipper... solo voy a decirte que es mejor no saber ciertas cosas, ¿Me entendiste?, Los que saben menos viven mejor —preguntó Luc. Dipper solo asintió con la cabeza—. Si dices que no has encontrado nada... de acuerdo, te creo, solo espero que estés diciendo la verdad muchacho, y si te llamé es porque necesito que me ayudes con la limpieza de los autos del señor Preston, dentro de unos días regresará y me encantaría que viera sus autos relucientes.

—Claro, con gusto lo ayudaré —dijo Dipper. Luc volvió a darse la media vuelta y seguir caminando, pero sin quitarle la mirada encima al castaño.

Dicho y hecho, ambos sirvientes de pusieron manos al jabón ¿Entendieron?, Al jabón, porque fueron a lavar los autos de Preston —el chiste es tan obvio que no necesitaba explicación pero igual la coloco para rellenar el capítulo con palabras innecesarias, no me juzguen joder—. Dipper tuvo que retirarse el traje de sirviente que cargaba puesto para evitar mancharlo y arruinar esa elegancia que su traje poseía y que a Pacífica le encantaba ver cada vez que Dipper estaba ante ella.

Mientras Dipper lavaba los autos más clásicos que Preston tenía, no pudo evitar darse cuenta que Luc lo estaba observando, atento a cualquier movimiento suyo, era tanta la insistencia del mayordomo que el momento pasó de ser incómodo a uno muy molesto. Dipper se sentía como si fuera el peor criminal del mundo ante la corte más estricta y desalmada posible. Sin la más mínima piedad.

Tuvo que apresurarse a terminar de lavar esos autos que le había tocado para salir de ahí, y se aseguró de dejarlos relucientes, como recién salidos del concesionario; todo con la intención de que Luc no sea capaz de encontrar hasta la más mínima mancha de suciedad o polvo y obligarlo a que se quede por más tiempo. Dipper no iba a soportar estar ni un minuto más ahí adentro, soportando esas miradas. El castaño terminó lo suyo, colgó el trapo y pronto se apresuró a salir del garaje.

Ahora podemos ver cómo Dipper se encontraba en el interior del baño de la servidumbre, en el segundo piso de la mansión, el castaño se estaba limpiando las manchas de suciedad que había en su rostro, mientras se miraba al espejo y recordaba todo lo que ocurrió en el garaje.

—Vaya que incómodo fué todo eso, pensé que el señor Luc era alguien genial, pero no es más que un solapador de Preston, al parecer ese viejo mayordomo sabe perfectamente lo que Preston hizo —se dijo a sí mismo Dipper, mientras recordaba como Luc no le quitaba la mirada de encima, observando cada acción que hacía, tratando de deducir y de descubrir la verdad—. No sé lo que haya hecho Preston en realidad, pero, sea lo que sea debió ser algo muy grave, como si ser infiel no sea suficiente, ¿Me pregunto cuántas veces habrá engañado a Priscila?, ¡Hum!, Debieron ser muchas conociendo la clase de rata que puede ser ese tipo.

Dipper abrió la llave del lavamanos y se echó un poco de agua en la cara, acto seguido agarró una pequeña toalla que estaba cerca y se secó el rostro. Luego de eso se volvió a colocar el traje de sirviente, acomodó las mangas, la corbata y los botones.
La escena vuelve a cambiar y ahora se podía ver cómo Dipper se encontraba caminando rumbo a la sala principal de la mansión Northwest con el fin de encontrarse con su ama y ver si necesitaba algo; sin embargo, antes de bajar las escaleras alcanzó a ver cómo Pacífica estaba en uno de los balcones, observando el paisaje, puesto que dentro de poco iba a atardecer, dando una vista magnífica, y todo alrededor se veía estupendo. Él se acercó, y mientras se acercaba empezaba a sonreír, por alguna extraña razón lo hacía, era algo... inexplicable, mágico.

—Señorita Pacífica... —con cierto tono dulce llamó a su ama. Pacífica al escuchar la voz de Dipper se volteó y ni bien se miraron a los ojos, ambos se sonrieron.

—Hola Dipper —dijo ella.

—¿Puedo saber que hace aquí tan sola? —preguntó Dipper en tanto que se ponía a su lado, mirando el paisaje también.

—Mirando los alrededores —respondió—, y pensando en... ciertas cosas que ocurrieron hace poco. ¿Puedo saber para qué te llamó Luc?.

—Fué para que... ahm, lo ayude con la limpieza de los autos del señor Preston, me dijo que unos días llegará de su viaje de negocios y sería bueno que encuentre sus autos relucientes —respondió Dipper, mientras le miraba a los ojos y después volvía a ver el paisaje, no era como que le iba a decir que lo estuvo observando y anterior a eso le hizo un pequeño pero incómodo interrogatorio tal cual un policía le haría a un criminal.

—Es un poco raro —dijo Pacífica.

—¿Raro?.

—Por lo general Luc siempre hace la limpieza de los autos él solo, papá se lo encargó, me parece un poco raro que te haya pedido ayuda en ese... momento —no pudo evitar sonrojarse al recordar que casi se dieron un beso.

—Sí jeje, a mí también me extrañó un poco, pero en fin, lo autos ya están limpios —respondió Dipper. Una pequeña brisa chocó contra el balcón de la mansión, lo que provocó que el cabello de ambos jóvenes se moviera al compás del viento.

—Y... Dipper... —ella no podía borrar ese sonrojo en sus mejillas.

—¿Si? —preguntó el castaño.

—Sobre lo que ocurrió hace poco, en la sala.

—Es verdad, usted estaba tocando el piano, esas melodías de verdad me encantaron, aunque es una lastima que nos hayan interrumpido —dijo Dipper.

—Sí, nos interrumpieron, y tú y yo casi nos... Ahmm —desvió su mirada hacia otra parte, casi estaba roja como una tomate.

—Nos... besamos —dijo Dipper. Sentía que su corazón se empezaba a acelerar, con cada segundo que pasaba latía más y más fuerte, también empezó a sonrojarse.

—Así es —dijo ella. Se aclaró la voz tragando algo de saliva, y es que los nervios podían traicionar la en cualquier momento.

Un silencio de unos pocos segundos se hizo presente, el cual fué roto por el sonido del viento volviendo a chocar contra el balcón de la mansión.

Los cabellos de Pacífica se movieron al compás del viento, ella se veía más que hermosa en esa situación, no existe nada perfecto en esta vida, pero ese momento, ¡Dios!, ese momento en dónde el viento chocó contra el balcón de la casa, el sonido de aquella brisa veraniega que era tan relajante, las hojas de los árboles cercanos desprenderse y caer lentamente con la dirección del viento a su favor, el sol que poco a poco empezaba a pintarse de anaranjado, y en los ojos de ella se empezaba a reflejar el atardecer, era lo más cercano a ser perfecto.

¡Dios era el momento ideal para expresar lo que siente el corazón!. Ambos cruzaron miradas, pero el momento de actuar lo tomó ella...

—¿Sabes algo? —ella simplemente se acercó a su sirviente y lo abrazó fuertemente, tomando por sorpresa al castaño, colocó su cabeza en el pecho de su amado, se se sintió segura en esa lugar—. Es tonto seguir actuando de esta manera, ambos sabemos perfectamente lo que estuvo a punto de ocurrir en la sala, y me parece... una estupidez que los dos no lo hayamos aceptado antes.

—S-Señorita Pacífica...

Ella lentamente levantó lo mirada, y con una expresión dulce lo confesó.

—Dipper... me gustas, me gustas mucho —dijo. Su rostro se acercó al rostro del chico, en tanto que sus labios se empezaban a separar cada vez más—, te amo, no sé cuándo, pero me enamoré de tí, perdóname si antes te traté mal, pero es que no me había dado cuenta de la excelente persona que eres, eres atento conmigo, eres dulce, eres amable, y sobre todo... eres el chico ideal para mí.

—Señorita Pacífica, yo —nuevamente se perdió en los ojos de ella.

—Solo dime Pacífica... —ella colocó sus manos en las mejillas de su sirviente. Sus ojos los cerró completamente, y acto seguido, una sensación tan hermosa, tan agradable, tan exquisita recorrió todo su cuerpo, y es que sus labios se juntaron con los de su sirviente. Ambos se habían besado por fin.

Dipper deslizó una de sus manos por la cintura de ella, acercándola más a él. Aquel beso tan dulce y tan cariñoso fué aumentando, no tan rápido ni mucho menos un beso salvaje y lleno de pasión, pero los movimientos de ambos labios aumentaron su velocidad. El aire se les terminó luego de unos segundos, cuando Dipper abrió sus ojos, se encontró con una imágen que siempre guardará en su memoria. Unos ojos preciosos lo estaban observando directamente, con unas pequeñas lágrimas de felicidad formándose lentamente y cayendo en tiras delgadas.

Ella estaba muy felíz, luego de tanto tiempo finalmente se lo dijo. Pacífica volvió a abrazarlo, sonreía a más no poder. Dipper también la abrazó, esa calidez no podía compararse con nada de este mundo. También le dió su respuesta, con un tono tan tierno que solo la enamoró más.

—También me gusta seño... Pacífica, me gustas mucho, estoy enamorado de tí —le dió un beso en la frente, en tanto que la abrazaba más fuerte—, te amo... Pacífica, yo tampoco sé cuándo me enamoré, pero cuando me dí cuenta, mi corazón latía muy fuerte por ti.

—Jeje... —ella no dejaba de abrazar a su sirviente, se sentía muy feliz ahora que le había confesado sus sentimientos, y también fueron correspondidos.

—¿Entonces?, ¿Sigo diciéndote señorita Pacífica o acaso debo utilizar algún apodo lindo como cielo, cariño, caramelito, o algo así? —preguntó Dipper, bromeando un poco con su ama.

—Ay... no digas eso, vamos despacio ¿Sí? —le preguntó mirándole a los ojos—. Por ahora solo quiero volver a besarte.

Ambos se rieron un poco y volvieron a besarse, ahora un beso mucho más largo que el anterior, sin preocuparse de que alguien lo viera, al menos eso era lo que esperaban los dos. No obstante, y dejando a un lado a nuestros protagonistas, el mayordomo personal de Preston se encontraba dirigiéndose a la oficina del mismo. Cuando llegó, se aseguró que nadie lo haya seguido esté cerca, ingresó y cerró la puerta detrás suyo. Acto seguido sacó su celular y marcó un número sin nombre...

—¿Señor Preston?, Tenemos Problemas.

Continuará...

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