CAPÍTULO 14: EL SECUESTRO (PARTE 3)

Disfrútenlo muchas gracias!!.

Aquella piscina que yacía en el patio de la mansión Northwest quedó impecable, reluciente, como si recién la hubieran construido. Dipper hizo un gran trabajo, sin duda alguna su ama al ver lo que hizo no lo trataría de inútil y mucho menos de idiota.

—Uuff, terminé... —dijo el castaño un tanto cansado, sentado a un lado de la piscina, secándose el sudor que corría por su frente gracias al fuerte sol del verano—. Estoy completamente seguro que Pacífica no me tratará de inútil después de que vea esto, le cerraré la boca de una vez por todas.

Dicho y hecho, Dipper la dejó vacía, no la lleno con agua de nuevo hasta que Pacífica la vea y dé su aprobación. Dipper ingresó nuevamente en la mansión Northwest, se dirigió rápidamente a la habitación de su ama; puesto que Sasha le había dicho que Pacífica no salió en toda la mañana, y era más que seguro que aún siguiera ahí.

Subió las escaleras hechas con fina madera de Caoba, seguramente traída de algún otro estado. Caminó por el largo pasillo hasta llegar a la habitación de ella. Antes de tocar la puerta se arregló un poco su cabello y se percató que su traje se vea perfecto; ya que Pacífica era capaz de llamarle la atención por no verse impecable. Tocó la puerta, llamándola...

—¿Señorita Pacífica?.

—¿Quién es? —la voz de aquella jóven rubia se escuchó en su habitación, inmediatamente luego de que el castaño terminó de tocar la puerta.

—Soy yo, Dipper, perdón que la interrumpa en lo que sea que esté haciendo pero, ¿Puedo pasar? —preguntó, cuidando en todo momento de que su tono de voz sea educado y sumiso.

—Adelante, pasa Dipper, no te olvides de cerrar la puerta cuando entres —respondió ella.

Dipper giró la perilla e ingresó en la habitación de su ama. Cerró la puerta tal cual ordenó Pacífica, tal voltear se Dipper se llevó una sorpresa, la habitación de Pacífica ahora estaba decorada de manera diferente a como ella la tenía antes de que él ingrese.

Veo que ha estado algo ocupada también —pensó Dipper, mirando disimuladamente hacia todas partes.

—¿Te gusta? —preguntó Pacífica. Desde que su sirviente ingresó ella notó que Dipper miraba todo el lugar.

—¿Qué cosa? —preguntó Dipper.

—La habitación tontuelo —respondió ella—, ¿Te gusta como luce?, En lo personal creo que también tengo talento para la decoración de interiores, no solo soy una prodigiosa chica tocando el piano, sino que también en cuanto a decorar habitaciones se trata.

—No puedo mentirle, en realidad se ve bien el lugar, ¿Lo hizo usted sola? —preguntó, levantando una ceja, ya que le parecía algo muy extraño que ella haya hecho algo como eso, y peor aún sin ningún tipo de ayuda.

—Por supuesto que sí, ¿Qué tratas de decir con eso, he?, ¿Qué acaso no puedo hacer algo por mí propia cuenta? —otra vez su tono de voz fué un tanto enojado.

—No es eso señorita Pacífica, solo que... pensé que tal vez usted esperaría a que yo termine de limpiar la piscina para venir y ayudarla con esto de la decoración.

—De acuerdo, ¿Y hablando de eso ya terminaste de limpiar la piscina? —preguntó ella.

—Sí, la dejé completamente impecable, reluciente, digna de ser parte del jardín de esta mansión, hogar de una... —tuvo que mentir—, distinguida familia como los son ustedes, los Northwest —aquellas palabras las pronunció con un tono sumamente formal y educado.

—Jeje, así me gusta, veo que ya estás aprendiendo, Dipper. Solo espero que no se te vaya a olvidar mañana o pasado mañana como debes comportarte y como debes hablar cuando estés en mí presencia.

—Por supuesto, y señorita Pacífica aprovecho este momento para pedirle disculpas por haberle levantado la voz esta mañana, créame que mi intención no fué... ofenderla en lo más mínimo, como dice usted, carezco de modales, y si algo como eso hubiera ocurrido en algún lugar público mancharía la reputación de esta familia.

—Hum, ¿Sabes qué?, Ya olvídalo —comentó ella.

—¿Perdón?.

—Olvida lo de esta mañana, creo que exageré en ciertas cosas, no debí decirte inútil, yo solo quería que el piano se vea perfecto, entendí que no tuviste la culpa, así que olvida lo que dije, ¿De acuerdo?.

¿Pacífica se está disculpando y aceptando su error?, Jamás creí que viviría lo suficiente como para ver eso, creo que el raromagedón está o estará a punto de ocurrir nuevamente —pensó Dipper, incrédulo de que Pacífica Northwest se esté disculpando o al parecer que eso esté haciendo—. ¿He?, D-De acuerdo, señorita Pacífica, como usted diga, lo que ocurrió esta mañana nunca pasó.

—Bueno... es lo mejor Dipper.

Flashback horas atrás...

Podemos ver cómo Pacífica se encontraba en el interior de su habitación, enojada por el comportamiento que su sirviente tuvo para con su persona. Pacífica pensó en mil formas distintas de hacerla la vida imposible al castaño y darle un castigo por casi haberla insultado, cuando de repente escuchó como alguien tocaba su puerta.

—Señorita Pacífica, me disculpo por interrumpir la, ¿Puedo pasar? —preguntó una voz femenina, era Sasha.

—Sí adelante, pasa Sasha.

La jóven sirvienta de los Northwest entró en la habitación. Cerró la puerta y observó como su ama estaba sentada en su cama, con una mirada muy enojada y seria.

—¿Sigue enojada señorita Pacífica? —preguntó muy educadamente la jóven sirvienta.

—Así es Sasha, sigo enojada con el idiota de Dipper, ¿Cómo se le ocurrió levantarme la voz y casi insultarme?, Esta no se la voy a perdonar, estoy pensando en algún castigo adecuado, tal vez lo obligue a limpiar el sótano exhaustivamente una hora antes de marcharse, en la noche, o... mejor lo obligaré a que organice alfabéticamente los libros que están en la librería de mi madre, y si se llegar a equivocar aunque sea en un solo libro lo obligaré a que empiece de nuevo, ¿Tú qué piensas Sasha?, ¿Cuál crees que sea mejor?.

—¿Qué pienso yo?, Personalmente creo que usted debería disculparse con Dipper, señorita Pacífica —respondió Sasha.

—¿Perdón qué? ¿Disculparme yo?, ¿Acaso te volviste loca? —preguntó Pacífica, manteniendo ese tono de voz enojado.

—No señorita Pacífica,no crea que trato de ofenderla porque jamás haría algo como eso o haría algo que usted no quiera, solo es mi humilde opinión, y si me permite, quisiera decirle porque debería disculparse.

—Ok, te escucho —ella se cruzó se brazos, arrimándose a la cabecera de la cama.

—Es verdad que Dipper no debió levantarle la voz, por más que lo hayan tratado mal o, por más que lo insulten no debió nunca perder la ética, personalmente él falló en eso como sirviente y yo concuerdo con usted, pero... primeramente usted no debió tratarlo en la forma en como lo trató, sea lo que sea que haya pasado o lo que le haya dicho, no debió tratarlo así. Dipper llegó tarde porque, bueno... no sé, pero no olvide que él sigue siendo un humano, no debió tratarlo así, póngase en el lugar de él, ¿A usted le gustaría que la humillen?.

—Por favor, no existe nadie en este mundo que pueda humillar a Pacífica Northwest —respondió Pacífica. Acto seguido, y tras unos segundos de pensarlo bien, soltó un suspiro y reflexionó sobre su comportamiento—. Tienes razón, tal vez... y solo tal vez, sobre actúe de manera errónea, después de todo si Dipper llegó tarde fué porque ayer viajamos a Portland como te mencioné, y llegamos tarde en la noche.

—¿Ya vió?, Creo que disculparse no sería algo malo, pero bueno... lo que le dije solo fué mi humilde y sincera opinión, usted es la que decide que hacer al final —ella se acercó a dónde su ama y le entregó lo que parecía ser un pequeño chaleco de color azul—. Aquí tiene lo que me pidió lavar, lo lavé con muchísimo cuidado señorita Pacífica tal y como lo ordenó.

—Gracias, se lo regresaré cuando lo vea luego —dijo Pacífica, acercó ese chaleco a su nariz y pudo percibir un aroma agradable—. Me gusta su aroma, lo lavaste bien.

—Bien señorita Pacífica, me retiro a seguir haciendo mis tareas, con su permiso —Sasha se despidió de su ama inclinando su rostro y dándose la media vuelta para acto seguido, salir de la habitación y marcharse.

Pacífica dejó el chaleco a un lado y suspiró. Sasha era la única que podía hacerla reflexionar y calmarla, por eso la quería y era su mejor sirvienta, casi como si fuera una mano derecha en situaciones difíciles.

—Será mejor que haga algo para distraer mi mente.

Fin del flashback...

—Por cierto Dipper, quería entregarte esto —Pacífica le entregó a Dipper el chaleco que él le había prestado hace años atrás cuando una fuerte lluvia cayó sobre Gravity falls.

Dipper inmediatamente reconoció que ese chaleco era suyo...

—Mi chaleco —comentó—, ¿Pero cómo?, Pensé que lo había desechado, porque nunca me lo devolvió, y yo también me olvidé de pedírselo.

Flashback años atrás...

El frío cada vez crecía más y más a conforme pasaban los minutos en este particular pueblo de Oregon. En el pueblo de Gravity falls, no era muy común la lluvia en verano; pero esa lluvia que estaba cayendo esa tarde, esa lluvia que cubrió de nubes grises al parecer todo el cielo de Oregon, esa lluvia que empezaba a hacerse más y más grande, era única, y de seguro, no se iba a repetir nuevamente en mucho tiempo.

Las calles de este pequeño pueblo se empezaron a vaciar rápidamente, las personas corrían por aquí y por allá cubriéndose como mejor podían, ya sea con sus brazos, con alguna prenda de ropa, o con su propia barba atada a la cabeza en forma de listón, como lo hacía el viejo Mcgucket mientras corría por enmedio de la calle. Sin duda, era un genio el anciano.

Todos huían de la lluvia, nadie quería estar bajo la misma, preferían mejor estar dentro de sus hogares junto a sus familias, casi todos ellos iban a hacer lo mismo; porque esa lluvia no iba a terminar al parecer hasta el día siguiente.

Casi todos estaban escapando de la lluvia, bien se dijo, casi todos.

Cerca del campo de mini golf, y resguardándose debajo de las ramas medianamente secas de un árbol, se encontraba una jóven de cabellos rubios, de apariencia elegante y de etiqueta; pero, y gracias a las gotas de lluvia que chocaban en el suelo y salpicaban, ensuciaban y empapaban la fina ropa de ella.

Pacífica Northwest, la chica más rica y popular de ese pueblo, estaba resguardada de la lluvia bajo un árbol, y desgraciadamente para ella, tenía que quedarse ahí y esperar a que el chófer de la familia llegue y la recoja.

—Horrible lluvia, horrible pueblo, horrible país, estúpido chófer que no viene a recogerme —pensó Pacífica, estaba muy enojada—. Cuando llegue a casa le diré a mis padres que lo despidan por ser un inepto.

Pacífica estaba temblando por el viento helado que recorría de un extremo a otro, sus labios se tornaba lentamente de un color morado, realmente le estaba afectando la lluvia; pero, y aunque no quiera, tenía que seguir ahí esperando y esperando.

¿Algo podía ser peor que eso?, sí, por supuesto que sí. Un auto pasó cerca y terminó por bañar a la rubia con el agua sucia que empezaba a formar charcos en el suelo.

—¡Oiga fíjese por dónde conduce idiota! —le gritó Pacífica al tipo del auto; mas sin embargo, el tipo del auto no pudo escucharla.

Estaba realmente enojada, al parecer tener dinero no te hacía más que las demás personas, un día estás arriba y al siguiente día estás abajo, uí Pacífica lo estaba viviendo en esos momentos duros para ella.

—Rayos, hace mucho frío —susurró Pacífica abrazándose a si misma—. Creo que me voy a enfermar si sigo aquí, pero no pudo ir a mi casa yo sola, y menos así.

Muy cerca de ahí, con paraguas transparente en mano, pasó un chico de pelo castaño, el cuál, y de manera rápida, caminaba hacia dónde se encontraba la cabaña de su tío abuelo, y dónde también se encontraba su hermana gemela. La cabaña del misterio, lugar donde las historias de terror cobraban vida, o eran simples estafas del señor Pines.

Este chico, Dipper Pines, había salido a las profundidades del bosque a seguir investigando los misterios del pueblo, con su diario en mano, investigó lo más que pudo pero el sonido de las hojas de los árboles le indicaron que una lluvia se estaba aproximando.

—Vaya aún me cuesta trabajo creer que Mabel haya tenido razón cuando me dijo que era importante llevar un paraguas al bosque para la lluvia —pensó Dipper, caminando con cuidado por la cerca mojada—. Quién diría que ella a veces tiene buenas ideas, aunque no sea muy brillante.

Mirando sus pies y teniendo cuidado de no resbalar, Dipper continuaba su camino hacia la cabaña del misterio cuando, y gracias a que su paraguas era de plástico transparente, se percató de una chica rubia resguardada bajo un árbol.

Entre cerrando un poco sus ojos, se percató de quién era, Pacífica Northwest.

—¿Un minuto esa es Pacífica? —se preguntó Dipper a sí mismo, observando a la rubia bajo ese árbol—. ¿Qué hace ella ahí?.

La curiosidad le ganó a Dipper por lo que, caminando hacia la rubia, se estaba preguntando cómo era posible que una chica de familia millonaria esté en un lugar lúgubre y húmedo como ese.

Caminando con cuidado por los charcos de la calle, Dipper llegó hasta donde estaba Pacífica, y al verla, con la cabeza agachada y la mirada en el suelo le preguntó.

—¿Pacífica que haces aquí? —preguntó Dipper—. ¿Y por qué estás empapada?.

Ella alzó su rostro hacia la voz del jóven, y al verlo, se sorprendió; porque nunca pensó encontrárselo ahí.

—¿Dipper? —preguntó, con sus brazos rodeando su cuerpo—. Pensé que era mi chófer pero veo que me equivoqué.

—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar Dipper—. ¿Acaso no sabes que estar así bajo la lluvia te puede enfermar?

—Eso es algo que a tí no te interesa Dipper, —respondió Pacífica, desviando su rostro—. Si estoy aquí o no, eso no te incumbe pueblerino.

—¿Pueblerino? —Dipper se sintió algo ofendido por el tono en que lo había dicho Pacífica—. Oye no debes tratar mal a las personas ¿lo sabías?, solo quería saber porque estabas aquí sola.

—Yo trato a las personas como yo quiera —respondió Pacífica, actuando aún con inmadurez—. Y respondiendo a tu tonta pregunta, estoy esperando a mi chófer, el muy inútil se retrasó y no ha venido a recogerme, y estoy empapada por la culpa de un estúpido con su auto, así que no necesito la ayuda de nadie.

Dipper suspiró, sabía perfectamente que Pacífica era una chica con un ego demasiado alto, le gustaba humillar a las personas y siempre presumía que tenía mucho dinero, o como ella siempre decía: "Yo soy perfecta".

—En fin, solo quería saber cómo te encontrabas, pero en vista de que no necesitas la ayuda... de nadie, me iré —dijo Dipper mientras la observaba a los ojos, un bonitos ojos claros—. Y... suerte esperando a tú chófer, si es que viene a recogerte porque con esta lluvia, dudo mucho que alguien salga a la calle.

—Él vendrá a recogerme, solo tengo que esperar aquí —dijo Pacífica.

—Sí claro... cómo no —susurró Dipper—. En fin, como no necesitas la ayuda de nadie, me iré de aquí —se dió la media vuelta—. Solo espero que no te enfermes aunque claro, tú eres perfecta y nada malo te puede pasar.

Dipper empezó a caminar con la intención de cruzar la calle y alejarse de Pacífica, mientras ella lo observaba, su ego no le permitió aceptar una ayuda y aprovechar que Dipper tenía un paraguas, tal vez hubiera podido llevarla hasta su casa. Pacífica suspiró, y volvió a agachar su mirada.

Dipper seguía caminando hasta que se detuvo en media calle, y girando lentamente su rostro, la observó de nuevo, observó a Pacífica temblando por el frío. No podía dejarla sola, algo de la amabilidad de su hermana Mabel se le había quedado impregnada en él.

—¿Por qué a mí? —pensó Dipper, tenía que hacer lo correcto, lo cual era ayudarla.

Giró de nuevo su cuerpo y se regresó dónde estaba Pacífica, y aunque ella lo trate mal de nuevo, él tenía que hacer lo correcto.

—Pacífica...

Ella de nuevo escuchó su voz y alzó su mirada para observarlo.

—¿Qué quieres?.

—Oye,  yo sé que no necesitas la ayuda de un... "pueblerino" como yo y que tú eres perfecta tal y como eres y no sé qué más tonterías —dijo Dipper, con un tono de voz algo serio—. Pero enserio, si te quedas aquí sola, te vas a enfermar severamente, necesitas irte a tú casa.

—¿No me digas? —le preguntó en forma de burla—. Ya te lo dije Dipper, mi chófer vendrá a recogerme en unos minutos.

—Vamos Pacífica acéptalo, tú chófer no vendrá y tendrás que quedarte aquí a esperar en vano —dijo Dipper mientras se colocaba a lado de ella—. ¿Dime en verdad te quieres enfermar?.

—Yo...

—Mira te puedo llevar a tú casa, tengo un paraguas y puedo compartirlo contigo —le interrumpió Dipper.

—¿Compartir? —preguntó Pacífica—. ¿En dónde he escuchado esa palabra antes? —pensó.

—Sí compartir mi paraguas contigo —dijo Dipper—. ¿Dime quieres quedarte aquí y soportar el frío y la lluvia? ¿o quieres aceptar la ayuda de un humilde chico como yo que por algún motivo extraño quiere llevarte a tú casa y evitar que te enfermes?.

—¿Por qué me quieres ayudar? —preguntó ella, aún no entendía porque él la quería ayudar.

—Créeme, ni siquiera yo lo sé —respondió Dipper—. ¿Entonces que dices aceptas mi ayuda?.

Pacífica lo miró a los ojos unos segundos, en verdad no quería seguir sufriendo y soportando el frío que ya le estaba afectando por lo que, mirando a todas partes, terminó por aceptar la ayuda de Dipper.

—De acuerdo, acepto tu ayuda Dipper, pero que te quede claro que solo la acepto porque no tengo nada más.

—Si claro, como no —dijo Dipper observando como Pacífica se colocaba debajo de su paraguas.

—¿Conoces donde vivo cierto? —preguntó Pacífica, mientras le observaba de cerca, no había notado el color de los ojos de Dipper, tan castaños como su cabello.

—Si, si conozco tu casa Pacífica, no creas que te voy a secuestrar —dijo Dipper, mientras la observaba de cerca también.

Ambos jóvenes empezaron a caminar con dirección a la casa o mejor dicho, a la mansión de la familia Noroeste, dónde vivía Pacífica. Durante el camino hacia la mansión Noroeste, ambos estaban muy callados, no se decían nada, absolutamente nada.

Dipper de vez en cuando la observaba de reojo, aunque ella tenía su forma tan particular de ser, y su ego que dañaba su personalidad, Pacífica en realidad era una chica atractiva, tenía que admitirlo.

Ella se dió cuenta que Dipper la estaba observando, y le preguntó.

—¿Qué tanto me miras? —preguntó Pacífica.

—Nada, no es nada —contestó Dipper desviando su rostro hacia otra dirección

Los zapatos de Pacífica sonaban al pisar los charcos de agua que la calle poseía gracias a la lluvia, y los dientes de ella sonaban al chocar entre sí por el frío que ella aún sentía. Dipper, se dió cuenta como Pacífica se abrazaba a sí misma por lo que tuvo que hacer algo.

—¿Pacífica podrías sostener el paraguas un momento? —preguntó Dipper.

—¿Para qué? —preguntó Pacífica, mientras seguía temblando por el frío.

Dipper le dió el paraguas a Pacífica y esta lo sostuvo en sus manos, mientras que él se sacaba su chaleco azul y se lo colocaba a ella.

—¿Qué haces? —preguntó Pacífica, observando como él le colocaba su chaleco azul.

— Asegurándome de que no te congeles, Pacífica —respondió Dipper mientras le colocaba el chaleco azul.

—¿Enserio por qué... haces esto? —preguntó ella, se sentía confundida por la amabilidad de Dipper—. Tu te vas a congelar por el frío que hace, Dipper.

—Bueno, un caballero tiene que asegurarse de cuidar a una dama ¿o eso no es lo que hace un caballero? —preguntó Dipper mientras tomaba el paraguas de nuevo.

—Bueno... si pero...

—Pero nada, eres una chica y aunque no me agrada tu forma de ser, hay que cuidarte, sigues siendo una humana después de todo —respondió Dipper, con una sutil sonrisa.

Pacífica lo miró detenidamente, se sentía confundida, nunca antes había visto tanta amabilidad hacia ella, por lo general todas las personas la dejarían a su suerte pero, Dipper no lo hizo, él la ayudó después de todo.

Siguieron con su camino, ahora era Dipper quién empezaba a sentir el frío porque estaba temblando un poco. Pacífica se dió cuenta de eso, y, sintió que tenía que hacer algo. Observó el brazo de Dipper y acercándose a él lo abrazó, para darle algo de calor.

—¿Qué haces?.

—Leí en una revista que el calor humano es bueno para combatir el frío —respondió Pacífica, sin mirarlo.

—¿Pero por qué?.

—Porque... creo que es una forma de pagarte por haberme dado tú chaleco, Dipper —dijo Pacífica—. No es mucho calor como un abrazo completo, pero al menos trato de ayudarte.

—Bueno, es buen punto —dijo Dipper—. Así que... gracias, supongo.

Pacífica desvío su mirada, algo le decía que tenía que acercarse más a Dipper hasta estar lo más cerca posible, así que pasó su brazo por detrás de la espalda de él para abrazarlo mejor. Dipper se dió cuenta de eso, y la observó.

—No pienses mal —dijo Pacífica—. Solo trato de ayudarte, eso es todo.

Dipper estuvo a punto de decir algo, cuando ambos escucharon como un auto estaba por pasar cerca de ahí y al verlo aproximarse, Pacífica no quería volver a empaparse por lo que abrazó a Dipper para cubrirse con él.

Sin embargo el auto tomó otro camino y se alejó rápidamente, quedando únicamente una escena de estos dos abrazados o mejor dicho, Pacífica estaba abrazando a Dipper. Dipper solo la observaba sintiendo un sonrojo en sus mejillas, y a la par de esto, Pacífica se dió cuenta que abrazó a Dipper con sus dos brazos por lo que se separó de él.

—E-Esto... yo solo te dí ese abrazo porque no quería que el auto me moje de nuevo —dijo Pacífica, sintiendo un sonrojo también.

—D-Descuida, está bien... t-te comprendo —dijo Dipper, rascándose la mejilla.

—Bien, sigamos, aún tienes que llevarme a mi mansión —dijo Pacífica mientras giraba su rostro a otra parte.

Siguieron caminando por unos cuantos minutos más, no se decían nada, se habían quedado en silencio y solo se notaba el sonrojo de sus mejillas. Pacífica recordó vagamente el cortó momento cuando abrazó a Dipper, ese momento se quedó grabado en su memoria. Ambos jóvenes, finalmente habían llegado a la mansión de la familia Noroeste.

—Bueno, ya estamos aquí —dijo Pacífica, aclarando su voz—. Supongo que... gracias, por haberme ayudado y haberme traído a casa, Dipper.

—No fué nada, fué un placer —dijo Dipper, mientras le sonreía un poco y pasaba su mano por detrás de su cabeza.

Pacífica tomó el chaleco de Dipper y cuando estuvo a punto de entregárselo, "accidentalmente" lo dejó caer al suelo, ensuciandolo.

—Lo siento mucho Dipper, no fué mi intención —dijo Pacífica, recogiendo el chaleco ahora sucio de Dipper.

—Olvídalo, Pacífica.

—¿Cómo que olvídalo? —le preguntó—. Un Noroeste jamás pasa por alto un favor como el que hiciste por mí Dipper —envolvió con cuidado el chaleco—. Le diré a mis empleadas que lo laven con mucho cuidado y mañana te lo llevaré a la cabaña donde vives.

—¿Enserio harías eso, Pacífica? —preguntó Dipper, se sentía sorprendido.

—Claro que sí, no te preocupes deja tú chaleco aquí, lo van a lavar muy bien —dijo Pacífica mientras le sonreía ligeramente.

—Bueno, supongo que gracias jaja —dijo Dipper, mientras le sonreía mutuamente a Pacífica—. Bueno, ya estás aquí, fué un placer ayudarte y... ¿nos vemos mañana?.

—Sí, nos vemos mañana, o tal vez cuando la lluvia pare —contestó Pacífica.

Dipper solo le sonrió de nuevo y terminó por retirarse de ahí con su paraguas en mano, mientras Pacífica ingresaba en su mansión con el chaleco de Dipper entre sus manos.

Fin del flashback...

Ya me había olvidado de eso, en ese tiempo creí que Pacífica iba a cambiar pero no, siguió siendo la misma chica inmadura de siempre, y aún lo sigue siendo —pensó Dipper— Pero... el hecho de que lo haya guardado todo este tiempo... Eso significa que...

—Te lo entrego para que no pienses que nosotros los Northwest somos unos ladrones, sé que han pasado años pero de todas formas te lo regreso.

—Ahm, gracias, s-señorita Pacífica —dijo Dipper—. ¿Puedo guardarlo aquí hasta que me vaya a casa?.

—Como gustes, solo no vayas a olvidarlo —comentó la jóven rubia. Acto seguido, Dipper guardó aquel chaleco en uno de los cajones que Pacífica le prestó.

—Bien señorita Pacífica, ¿Hay algo más que quiera que haga?.

—Veamos... —ella pensó que más podía hacer Dipper, pero no encontró nada que él pudiera hacer—. Mira anda dónde Luc y mira que está haciendo, tal vez necesite ayuda, cuando termines regresas, ya te tendré lista una tarea.

—Como usted lo ordene, con su permiso, me retiro —acto seguido, Dipper hizo el mismo gesto que hacen todos los sirvientes de la familia Northwest, inclinó su rostro, se dió la media vuelta y caminó rumbo a la puerta.

El castaño salió de la habitación de Pacífica, rumbo a la segunda planta. Por su lado, Pacífica quiso asomarse por el balcón de su ventana para recibir un poco de aire fresco y despejar su mente, relajarse ya que el problema con su sirviente personal había acabo, cuando algo ocurrió. Una de las lámparas que estaban cerca del armario dónde ella guardaba sus costosas ropas y caros vestidos, cayó al suelo de repente, dándole un buen susto.

—¿Pero qué? —se preguntó Pacífica, esa lámpara era costosa y muy elegante—. ¡Ho vamos! ¡Gasté mucho dinero comprando esa lámpara!.

Ella se acercó dónde aquella lámpara estaba puesta, en teoría estuvo asegurada y no era posible que se cayera de la nada, a menos... qué alguien o algo... la haya hecho caer.

—¿Cómo rayos se cayó al suelo? —observó con detenimiento dónde estaba ubicada y sí, era imposible que se haya caído por su propia cuenta—. Genial, tendré que llamar a Dipper para que recoja est...

—Eso no va a hacer necesario —una voz masculina y tenebrosa interrumpió a Pacífica, dándole el mayor susto de su vida, poniéndose pálida de repente, sintió como su corazón y su alma cayeron al piso y se quedaron ahí por un eternidad. Cuando ella se volteó, inmediatamente logró ver cómo algo completamente negro y pequeño se abalanzó contra ella, contra su rostro, por lo tanto, gritó con todas sus fuerzas, pero fué en vano.

—¡DIPPER AYU...! —aquel grito descarnado fué silenciado, aquella cosa negra logró callarla inmediatamente antes de que alerte a las personas.

Él castaño quién estuvo a punto de llegar a la planta baja, logró... mejor dicho, alcanzó a escuchar un ruido extraño, algo parecido a un grito desesperado, proveniente de la habitación de su ama.

—¡Esa fué Pacífica!.

Sin perder tiempo, corrió tan rápido como pudo subiendo las escaleras, haciendo sonar los escalones con tal desespero como si de algo o de alguien estuviera intentando escapar. Llegó a la planta superior, recorrió todo el pasillo a tal velocidad que fácilmente ganaría una medalla en los juegos olímpicos.

Giró la perilla de la puerta y cuando ingresó, no encontró nada... solo restos de lo que antes fué una lámpara elegante y la ventana abierta por dónde el aire ingresaba haciendo mover las cortinas de finas telas. Dipper se asomó al balcón de la habitación y miró como algo se movió bruscamente entre los arbustos, y desapareciendo entre los árboles del bosque próximo a la cabaña.

—¡SEÑORITA PACÍFICA! —gritó el castaño asomado al balcón.

Dipper volvió a correr hacia la puerta, salió al pasillo, lo recorrió de un extremo a otro a toda prisa, bajó las escaleras manteniendo esa misma velocidad.

Cuando llegó a la planta baja, uno de los sirvientes, el señor Luc pasaba por ahí con unas llaves, las del garaje de la mansión, tal parece que iba a limpiar o cuánto menos a revisar si los autos de Preston estaban en óptimas condiciones, cuando vió a Dipper correr a toda prisa hacia la puerta...

—¿Dipper que ocu...?

—No tengo tiempo... —respondió a duras penas el castaño, pasando de lado sin responder o al menos sin dar una respuesta concisa de lo que ocurría.

Abrió la puerta y prosiguió corriendo, tenía que rescatar a su ama, sea de lo que sea que se la haya llevado de su propia habitación.

CONTINUARÁ....

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