Capítulo 5 parte final: Juego, set y partido

Número 𝛘 apenas había logrado registrar en su cerebro aquella acción tan rápida por parte de su hermano, dejándola en shock por unos instantes. Instantes que fueron suficientes para que el tiempo volviera a correr, con sus mejillas ahora adquiriendo un tono rojizo intenso, casi como su cabello. Luther pudo moverse nuevamente, observando cómo Hazel y Cha-Cha caían al suelo por el impulso del camión de helados, el cual se estrelló contra la parte trasera de su coche.

—¿Cinco? —cuestionó el joven de la luna, sorprendiéndose al no encontrarlo allí, antes de posar su mirada en su ruborizada hermana—. Cora, ¿dónde está Cinco? —le preguntó—. ¿Y por qué estás sonrojada?

—Cinco ha... —se interrumpió— Tiene asuntos que atender con La Comisión —replicó ella finalmente, tras unos segundos de silencio para recuperar la compostura—. Pero no te preocupes —le aseguró—: está haciendo lo que debe para salvar al mundo y a nuestra familia —añadió—. La cual, ahora que la menciono, necesita nuestra ayuda inmediatamente —comentó, observando el camión de helados.

—Venid a por el —sentenció Spaceboy entonces, observando a los agentes, contemplando que Cha-Cha corría hacia ellos, antes de lanzar el maletín por los aires con su superfuerza, logrando alejarlo de ellos.

La agente de piel negra corrió entonces en busca de su preciado maletín, mientras que Hazel corría hacia la hierba que rodeaba la carretera, pues había visto ahí su arma. Por su parte, el joven de la Luna y La Inexistente se habían apresurado en reunirse con sus otros hermanos, quienes acababan de salir del interior del camión. Notando que el lanza-cuchillos estaba herido, Luther y Seánce lo tomaron en brazos, comenzando a correr hacia el coche rápidamente, con la pelirroja haciendo uso de su rapidez para ayudarlos.

—¿¡Luther!? ¿¡Cora!? —se sorprendió Diego—. ¿¡Qué estáis haciendo aquí!?

—Calla y corre —lo aleccionó su hermana, corriendo como alma que lleva el Diablo.

El agente de complexión robusta, quien ajora había recuperado su arma, comenzó a apretar el gatillo, dispuesto a disparar a sus enemigos, solo para percatarse, desgraciadamente, de que no tenía balas en el cargador. Los hermanos Hargreeves lograron llegar al coche que habían usado anteriormente para llegar allí, subiéndose a éste. La Chica se subió al lugar del copiloto, mientras que el adicto y su hermano vigilante se subían atrás. Número Uno se sentó al volante, comenzando a conducir, pisando el acelerador con fuerza para alejarse cuanto antes de ellos.

—¡Mierda! —exclamó Hazel, maldiciendo al ver que su preciada objetivo de captura se alejaba, acercándose a su compañera, quien ya tenía el maletín en sus manos, abriéndolo—. Joder —masculló por lo bajo al contemplar que el maletín estaba lleno de cachivaches inútiles.

—¡Joder! —gritó Cha-Cha a pleno pulmón, furiosa por haberse dejado engañar—. Buena jugada, pelirroja, buena jugada —masculló entre dientes, claramente furiosa, pateando el falso maletín.

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Unas horas más tarde, al anochecer, Vanya tocó la puerta de la casa de Leonard, pues quería comunicarle cómo le había ido en la audición para Primer Violín.

—Hola —la saludo él, abriéndole la puerta y dejándola entrar—. ¿Cómo te ha ido?

—¿La verdad?

—Sí —afirmo el ebanista, claramente interesado.

—Ha sido increíble —le aseguró, despojándose del bolso y la bufanda, entrando a la sala de estar—. Nunca había tocado sin haberme tomado la medicación, así que estaba muy nerviosa —confesó—, pero ha sido... Como si me poseyera una fuerza invisible.

—Como una experiencia extracorporal —apostilló su interés romántico.

—Sí —asintió ella de inmediato—. Sí, algo así —reafirmó antes de suspirar—. No sé, como si... —se interrumpió— Lo he sentido todo con mucha más intensidad —se explicó, logrando encontrar las palabras que buscaba para definir su experiencia en la audición—. Y lo he conseguido —soltó de pronto, la alegría irradiando de todos y cada uno de los poros de su piel.

—¿Qué?

—¡Soy Primer Violín! —exclamó, logrando hacer que el ebanista diera un salto de júbilo.

—¿En serio? ¡Madre mía, felicidades! —exclamó, apresurándose por abrazarla suavemente, como si fuera lo más precioso que tenía en aquel mundo—. Me alegro mucho por ti —expresó, sonriente, rompiendo el abrazo—. Después de todo lo que has pasado, te lo mereces.

—Nadie había creído nunca en mi —sentenció la castaña—. Ni siquiera Cora.

—Vanya —dijo su nombre con adoración, como si se tratara de una diosa a la que veneraba desde hacía tiempo—. Vanya —repitió, posando su mano izquierda en la mejilla derecha de ella—. Ha llegado tu momento.

Ambos se sintieron atraídos el uno hacia la otra entonces, comenzando a acercar sus rostros hasta que sus labios se tocaron. Sus labios empezaron a tocarse y desprenderse nuevamente en una sucesión de tórridos y pasionales besos, los cuales condujeron pronto a una noche llena de desenfreno, cariño y amor. De nueva cuenta, las ondas sonoras que Vanya parecía producir inundaron toda la casa, provocando que las luces se encendieran y apagaran una y otra vez. Por otro lado, en el ático, el lugar que Allison anteriormente no había podido visitar en su furtiva visita a la casa, el cuerpo sin vida de Helen se destapó, ya que estaba cubierto únicamente con una sábana. Aquello era una flagrante prueba de la mente retorcida de Leonard, tal y como la actriz había sospechado desde un principio. Por otro lado, sobre una pequeña mesa de café, descansaba el diario rojo de Sir Reginald Hargreeves, el cuyo interior se encontraba toda la información referente a los hermanos Hargreeves, así como las observaciones y anotaciones que su padre hiciera años atrás.

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