Parte 1.
—Discúlpame loco, no te vi—dijo un flaco cargado de paquetes, antes de ingresar en otro local, para seguir comprando.
‹‹¿Por qué carajos la gente espera hasta último momento para hacer las compras navideñas?››
Todo era caos, abarrotamiento y yo en medio de aquella alocada multitud consumista.
Sin embargo, había llegado al Shopping obligado. De haber sabido que celebraría Navidad hubiese comprado los regalos con anticipación, pero se suponía que estaba de luto. Mi vieja había fallecido hacía unos meses y yo no tenía ánimo de "festejo".
Entonces me crucé con Miguel, un viejo amigo del bachiller (de eso habían pasado siete años). Él insistió que pasara las fiestas con él y su familia y el tipo sabía tocar la culpabilidad de la gente.
‹‹Me la debés Alex. Por las veces que me colgaste las salidas por transar con alguna mina›› dijo y yo tuve que aceptar. Además el flaco tenía buenas intenciones y le preocupaba que estuviera depre. A mí igual, porque me había quedado solo.
Así que, de un día al otro, me vi en la necesidad de salir a comprar obsequios para él y "los suyos", porque el tema del morfi estaba cubierto.
Miré mi lista. Tenía los regalos para las nenas, Diana y Jazmín, de cinco y tres años (a la más chica solo la conocía por foto) Por suerte la mina de la tienda de Cheeky se había copado y me había asesorado con los talles de la ropa. Encima pagué con descuento porque ese día tenían varios "ofertones".
A la madre de Migue, "Doña Rosa", le había comprado una cartera en Ampora y lo mismo fue para Mónica, su esposa. Suegra y nuera no tendrían nada que envidiarse.
Para el patriarca de la familia, "Don Pepe", un buen Cabernet Sauvignon de las fincas mendocinas y para su hermana...Ese regalo sí que había estado difícil.
A Bianca no la venía hacia bocha de tiempo y lo que más recordaba de ella era su timidez. Casi siempre que iba a la casa de Migue me saludaba y se encerraba en la Biblioteca.
De ahí inferí que le gustaba leer y me decidí a comprarle un libro.
Entré a "Yenny—El Ateneo" pensando cuál podía ser el titulo adecuado.
‹‹¿Le gustarán las novelas de romance teen o será más de los clásicos?››
"Crepúsculo u Orgullo y Prejuicio" Esa era la cuestión.
Apelé al instinto y me fijé en una obra de Flaubert. Pero, cuando estaba por tomar a "Madame Bovary" del estante, alguien me la arrebató.
—Flaca, no sé si te diste cuenta, pero ese libro es mío—me dirigí a la piba de unos veinte y pelo azul, que ojeaba el ejemplar que me acababa de "robar".
—¿Perdón?—dijo ella arqueando la ceja (piercing incluido)—. No sabía que eras el autor.
‹‹¿Me está tomando el pelo o en serio es ignorante?›› Respiré profundo para bajar la calentura.
—Lo que quise decir es que lo estaba por agarrar yo al libro—reformulé. La tipa apenas se mosqueó y siguió mirando la contraportada del manuscrito—. ¿Serías tan amable de dármelo, por favor? Si querés podés solicitarle al vendedor otro ejemplar.
La verdad era que yo también podía hacer eso, pero me había molestado su actitud.
—Podría, pero no... Esta clase de libros se piden por encargue en general y dadas las fechas me sorprende haber encontrado este en la librería. Dudo que tengan otro.
—Con más razón tendrías que dármelo. Es un regalo de Navidad para alguien especial, una chica amante de la literatura que te agradecería en el alma el buen gesto—apelé a su sensibilidad, pero eso la puso más a la defensiva.
—Sorry man, pero lamentablemente tu "bibliófila empedernida" se va a tener que conformar con otra cosa, porque yo también buscaba el libro para alguien especial. Mi novio. Y ya que lo agarré primero...Me lo llevo.
‹‹¡La reputisima...!››
Se giró y empezó a caminar hacia la caja.
Me había dejado con una bronca. Si fuera un chabón le hubiera partido la cara por gil, pero como era una mina no me quedaba otra que contenerme. Igual por dentro la re putié por forra.
Entonces se me ocurrió una idea más productiva y fui atrás de ella para proponerle un trato, o mejor dicho dos.
El primero fue pagarle a ella el doble del valor del libro si me lo revendía (ese lo rechazó. No quería guita) y el segundo fue una boludez. Le dije que lo echáramos a suerte en el patio de juegos. El mejor se quedaba con el libro.
Contrario a todo pronóstico, ella dijo "sí".
A veces me sorprende cómo las primeras impresiones sobre las personas resultan equivocas.
La flaca de pelo azul terminó siendo re copada una vez que se soltó.
Jugamos videos de carrera, al Bowling e incluso nos metimos a los autitos chocadores.
¡Ella era muy buena en todo y me iba ganando! Aunque no sé en qué momento perdí noción de la competencia y empecé a disfrutar del momento.
Hablábamos de "todo y nada". Nos reíamos como locos. Hasta nos sacamos un par de fotos con el falso Papá Noel y los renos de utilería que estaban junto al pino gigante del centro del Shopping.
El tiempo se fue pasando y ambos teníamos que irnos, pero estábamos tan cómodos con el otro que se nos hacía difícil y buscábamos excusas tontas para quedarnos.
—Dale, un helado nomás y después te dejo ir a tu casa a prepararte para la cena—insistí haciendo un puchero.
Ella agitó sus pestañas haciendo "ojitos" y me ganó el corazón de nuevo.
—No puedo morocho, aunque me gustaría—Suspiró, tomando mi mano, provocando que la piel se me pusiera de gallina. Algo loco, porque no era de los tipos que sentía una conexión con una mina a la primera. Pero con ella todo había sido especial desde el inicio—. Espero pases una linda Nochebuena. Tal vez en un futuro el destino vuelva a unirnos.
Esa trágica despedida me dolía y cuando soltó mi mano me sentí más solo, por completo a la deriva.
—¡Pará flaca!—La detuve otra vez. Eso ya se me hacía costumbre—Faltó algo...
—¿Qué pasa? ¿Todavía querés el libro?—dijo con una sonrisa traviesa.
—No. Es tuyo, te lo ganaste—reconocí—Solo quería saber tu nombre—Hasta el momento ninguno se había presentado.
—Me llamo...—hizo una pausa—No, mejor sigamos de incógnito hasta la próxima vez que nos veamos—comentó y con un guiño se despidió dejándome más atolondrado.
Había llegado a la casa de Migue con el corazón en la mano—por el retraso y por el encuentro con esa enigmática chica que me había volado el bocho—.
‹‹Dejá de hacerte la cabeza boludo. Acordate que dijo que tenía novio››
Me concentré en saludar a los presentes, quienes me dieron una animada bienvenida. La sensación de estar de nuevo en familia fue reconfortante y cálida.
Migue comenzó a esconder los regalos detrás del pino artificial de navidad, para que las nenas no los vieran. Lo importante era conservar la ilusión todo el tiempo posible.
Tomé asiento en la mesa ya servida. La familia había arrancado temprano, pero quedaba "algo" para picotear antes de que estuviera el asadito.
Fue entonces cuando la vi saliendo de la cocina, con la bandeja de Vitel Tone en la mano.
El pelo azul le caía en ondas sobre el fondo rojo vibrante del vestido y le daba un aire místico que me cautivó al instante. Parpadeé, pero era imposible salirme del hechizo.
—Alexis, ¿te acordás de Bianca?—dijo Migue.
Un millón de pensamientos me asaltaron.
‹‹Es ella, siempre fue ella›› reflexioné, pero en voz alta me hizo el dolobu, al mejor estilo argento, y seguí la corriente.
Lo más seguro era que Bianca quisiera guardar el secreto, sobre todo por el novio. Aunque aparentemente el tipo no estaba presente.
La cena transcurrió amena, entre risas y anécdotas. Bianca y yo apenas compartimos algún que otro monosílabo y furtivas miradas, pero yo estaba complacido solo de respirar el mismo aire que ella.
Al final, cuando se hicieron las doce—con la segunda copa de sidra en mano— me acerqué a hablarle, aprovechando que la familia estaba entretenida. Las mujeres preparando la mesa dulce y sirviendo la infaltable ensalada de frutas y los hombres encendiendo en el patio la pirotecnia, más emocionados que las nenas al abrir los regalos.
—¡Feliz Navidad!—exclamó la peliazul tendiéndome un paquete. Al abrirlo me encontré con el dichoso libro.
—Muchas gracias, pero ¿no era para tu novio?
—Eso depende—sonrió nerviosa—. Esperé años para decirlo, hasta tener edad y reunir el suficiente coraje, pero todavía me tiembla la voz para preguntarte...¿Alex querés salir conmigo...aunque sea una roba libros?
Sin emitir palabra, rodeé con mi brazo su cintura y besé sus labios susurrando un ‹‹Obvio que quiero››
Entonces, siendo las doce y veinte por fin se prendió la noche, cuando ella encendió mi cielo.
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