Capítulo 24

Triste, me levanté con cuidado de la mesa y dispuesta a irme a la que era mí tienda de vestidos, los que yo misma confeccionaba, mi madre me miró en seco.

— ¿Piensas seguir con esa tontería de los vestidos? — Fruncí el ceño.

—Sí, mamá. Es mi trabajo y por sí se te había olvidado, me encanta.

—Pues deberías dejar toda esa basura, al igual que lo de ese libro. Constanza, no tienes lo que se necesita para todo ese tipo de cosas — apreté los puños.

—Tú siempre me has mirado en menos pero ¿Sabes? Tus ridículos reproches ya no me afectan. Ya no más — ella me miró descolocada y luego frunció el ceño.

—...

—Es mejor que ya me vaya a la tienda...

Molesta, me levanté de la silla.

Era cierto, gracias a unos vestidos, que vendí, los que yo misma fabriqué, pude arrendar una pequeña tienda, con ese dinero, la que quedaba en esa ciudad. Ahí diseñaba y fabricaba mis tan queridos vestidos a mi estilo, los que se vendían muy bien.

Pero no era lo único que hacía, seguía escribiendo aquella historia. Nuestra historia, la que ahora era más triste por todo lo que había pasado.

Llegué a la tienda y me puse de cabeza a terminar de cocer el corcel de un vestido, el que tenía mucho tour.

<< Será un precioso vestido. >>

Eso pensé y volví a verlo con detenimiento. Miré su tela brillosa, de color celeste oscuro y recordé aquella tela tornasol, que compré ese día. Ese último día en que vi a mi Joey y que esas ruines personas me alejaron de él y me llevaron a la fuerza con ellos, para no saber nunca más de él por la cruel mentira que ellos le dijeron.

Por dolor y miedo, preferí no regresar a mi antigua ciudad, ya que Joey no quería saber nada de mí y eso me entristecía más día tras día.

Acaba de cumplir los seis meses de embarazo y su recuerdo era más latente cada día. Lo amaba y extrañaba con todo mi corazón.

El que apresaran a Cristián me alivió el alma, porque así jamás podría hacerle daño a Joey, pero sentía un rencor muy grande hacia él y a los que decían ser mis padres, ya que por su culpa, Joey y yo no volveríamos a estar juntos nunca más y él no sabría nunca de este hijo suyo que yo pronto tendría.

Jamás se los perdonaría...

Me dolía y afectaba que ellos se avergonzaran del bebe que yo esperaba de Joey. Solo les preocupaba lo que dirían sus amistades y el resto del condominio si se enteraban que yo estaba embarazada de un rockero famoso y mayor que yo.

Fue la razón porque me trajeron a la fuerza a vivir a aquella casa, alejada de mi antigua ciudad y de todos, en especial de Joey.

Eran tantos los reproches y criticas por lo de mi embarazo, que yo ya estaba cansada y deprimida. No tenía fuerzas de nada, solo quería estar tranquila para mi querido bebe. Su anhelado hijo.

Un poco triste, vi la hora y cerré la tienda, ya que esa tarde tenía hora con la ginecóloga. Sabría el sexo de mi bebe.

Deprimido y agobiado, conducía en su auto, cuando pasó frente a una librería y vio mi libro en la vitrina.

Se detuvo y lo miró con detenimiento; miró el título y mi nombre en él y se sintió ahogar.

—Amor mío. Mi amada Constanza. Fui un imbécil...

Nunca les perdonaré a esos sujetos lo que nos hicieron. Me las van a pagar...

Apretó los puños de ira y más ansió el encontrarme a toda costa.

Su celular sonó. Era el detective privado, que había contratado para mi búsqueda, y ansioso, el tipo lo citó en media hora más en la ciudad de junto y Joey aceleró en su auto.

Llegó a aquella ciudad, la que era muy fácil y rápido de llegar en auto, y él impaciente, solo quería conversar con el detective para iniciar con mi búsqueda.

Pasando por el centro, vio de pronto un peculiar vestido rosa en la vitrina de una pequeña tienda y lo miró fijamente. Abrió los ojos de impresión y se le aceleró el corazón.

<< ¡Ese vestido es idéntico al de Constanza! >>

<< ¡No puede ser! >>

Miró el nombre de la tienda y sus ojos detonaron amor y destellos.

"CONFECCIONES CONSTANZA"

Se bajó más que rápido del auto y corrió a la tienda; miró el vestido y vio que la tienda estaba cerrada.

— ¡Rayos!

Se asomó a la vitrina y vio otros vestidos, que tenían el mismo el estilo que yo solía usar, y sonrío con certeza y alegría.

—Estoy seguro que esos vestidos los hiciste tú, niña mía. Estás aquí, amor mío...

Un poco cansada, mi ginecóloga lo advirtió y me sonrió.

—Es muy normal que ya a estas alturas sientas más cansancio, Constanza.

—... — solo le sonreí, puesto que no era precisamente cansancio lo que me tenía así. Estaba triste y melancólica.

Ella me señaló que me subiera a la camilla y yo solo pensé en Joey. Soñé con que estuviera ahí acompañándome y tomando mi mano.

—Muy bien, Constanza. Ahora procederemos a ver cómo está tú bebe y que sexo va a ser — aquello hizo alegrarme un poco y sonreí con ilusión.

—Ok...

—Muy bien...

Me echó aquel gel en mi barriga, el que era muy frío y la ginecóloga comenzó a pasarme el aparato en ella.

Un poco intrigada por saber el sexo de mí bebe, la ginecóloga me sonrió.

—Felicidades Constanza. Es una niña.

—Una niña — dije con emoción y se me llenaron los ojos de lágrimas.

—Sí. Vas a tener una linda damita.

—Que emoción — dije más que feliz y ella volvió a sonreírme.

<<Vamos a tener una nenita, amor mío. Una linda nenita de nuestro amor. >>

<< Mi amado Joey. >>

Al volver a casa, me encontré a un sujeto sentado en el sofá, el que jamás había visto. Mis padres un poco nerviosos, me miraron y yo no entendí nada.

—Ya llegaste... — dijo mi mamá tensa y aquel sujeto habló.

—Tú debes ser Constanza.

—Sí, soy yo.

— ¡NO! — dijo mi mamá alterada y yo menos comprendí.

— ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué hace este señor aquí? ¿Y por qué ustedes están así tan nerviosos? — aquel sujeto volvió a hablar.

—Constanza. Llevo mucho tiempo buscándote y al fin te he encontrado. Hija, yo soy tu padre — abrí los ojos de impresión. No lo pude creer y la emoción me abordó.

— ¿Tú eres mi padre?

—Así es y ahora que por fin te tengo frente a mí, estoy tan agradecido y feliz. Mi niña, no sabes cuánto he sufrido por no haberte tenido cuanto tú más lo necesitabas.

— ¡No le creas nada a este sujeto! ¡Solo es un farsante! — recriminó mi madre.

—Usted sabe que no es así, señora. Por algo estoy aquí, además ya les conté como pasaron las cosas cuando Constanza nació. Aquí tengo todos los documentos y pruebas que muestras que lo que digo es cierto — lo miré y él me extendió aquella carpeta blanca, con todo lo que él decía.

Confusa y a la vez feliz, sentía que aquel hombre me decía la verdad y mis padres histéricos, yo los miré y el sujeto empezó a contarme todo, desde los inicios.

—Tu madre era de una situación acomodada y yo solo era un humilde obrero de la construcción. Los dos nos enamoramos y fruto de esa relación llegaste a nuestras vidas. Estábamos tan ilusionados con que nacieras, pero algo muy triste pasó — se me apretó el corazón.

—... ¿Qué ocurrió? — él me miró con pesar.

—Tu madre se agravó en el parto y murió cuando tú naciste.

—... — más se me oprimió el corazón y se me llenaron los ojos de lágrimas. A él le costaba hablar de aquello y yo lo persuadí. Aún amaba a mi madre. A mi verdadera madre.

—... Desolado y contigo en mis brazos; eras tan linda, dulce e indefensa. Llegaron los padres de tu madre y te arrebataron de mis brazos sin piedad.

— ¡No!

—Te llevaron con ellos sin importarles nada más y yo no pude hacer nada para luchar por tu custodia.

—...

—Solo era un pobre obrero que no tenía para pagarle a un buen abogado y te perdí.

—...

—Traté de recuperarte pero fue imposible, al poco tiempo me enteré que tus abuelos te habían dado en adopción, para olvidarse por completo de ti y a mí alejarme de lo único que tenía de tu verdadera madre.

—...

Atónita, se me rompió el corazón, y a punto de llorar, vi a aquel sujeto y sentí algo tan especial, una conexión que jamás había sentido con los que se hacían llamar mis padres.

Él me miró y se le llenaron los ojos de lágrimas.

—... Así el tiempo y los años pasaron. Juré encontrarte como fuera y entré a estudiar en la vespertina. Me titulé y saqué la carrera de abogado. Gracias a eso es que pude hallarte mi niña bella. Mi pequeña Constanza.

Ahora todo tenía sentido para mí, y con emoción, corrí a sus brazos y a mi padre le brillaron los ojos de afección.

— ¡Papá! ¡Papá!

Lo abrasé fuerte y él llorando, me abrazó a su pecho y me aferró con protección y cariño.

—Mi niña. Mi niña hermosa. Por fin te tengo en mis brazos.

—Papá...

Solo le dije llorando de emoción y felicidad. Mis padres más se tensaron y fruncieron el ceño, en especial la que decía ser mi madre adoptiva.

Mi padre me miró y yo aún con lágrimas en las mejillas, él las secó y me sonrió con ternura.

—Eres igual a tu madre. Tienes sus mismos ojos y esa dulce manera de vestir. También le encantaba confeccionar vestidos. Era una perfecta costurera.

—Oh, papá — más lo quise y me hizo pensar en mi madre con mucho cariño.

— ¡Basta! ¡Ya es suficiente de tanto drama sentimental y todas esas estupideces! Quiero que este sujeto se largue ahora ya de esta casa.

—No, él no se irá a ninguna parte ¿Le queda claro, señora? — ella me miró con reproche.

—Claro, como ahora sabes quien supuestamente es este tipo, creerás en todas sus tonterías.

—Le creo porque es la verdad. Una verdad que por más que yo les pregunté, ustedes jamás quisieron decírmela y ya estoy harta. Ya no los soporto, a ninguno de los dos, en especial a ti, que solo te has dedicado a reprocharme toda la vida.

—Y lo seguiré haciendo. Ahora comprendo de donde vino toda esa mediocridad tuya — mi padre frunció el ceño y yo la miré con desprecio y no soporté más.

— ¡No voy a tolerar que insultes a mis padres! ¡¿Me oíste?! — Ella se descolocó frente a mi reacción y mi padre me tomó del brazo.

—Calma pequeña. No te alteres, o si no, puede hacerle daño a tu bebe.

—Eso sería lo mejor que ese bastardo, de ese sujeto famoso, jamás naciera. Solo sería la vergüenza para nuestra familia.

— ¡Ya cállate! ¡Eres una serpiente venenosa! — Ella se alteró.

— ¡¿Cómo te atreves a llamarme así?! ¡Que yo fui una madre para ti! ¡Mala agradecida!

—Tú jamás has sido una verdadera madre para mí. Te detesto y jamás te perdonare que me hayan separado de Joey — se me volvieron a caer las lágrimas y Emilia sonrió.

—Eso fue lo mejor. De todos modos, ese hombre jamás te quiso realmente y solo buscó acostarse contigo y ya — aquello me dolió y me puse otra vez a llorar y mi padre me abrazó.

—Basta señora. Esa fue la última ofensa, a mi hija, que le permito. Usted no merece ser madre.

—...

Emilia se quebrantó y su marido la tomó del brazo. Ambos nos miraron.

—Vámonos, hija mía.

—Si, por favor padre. Sácame de esta prisión — ambos sujetos más se alteraron.

— ¡No! ¡Usted no puede llevarse a nuestra hija así como así!

— ¡Yo lo prohíbo!

—Tengo todo el derecho, ya que soy su verdadero padre, y más cuando le muestre a la ley todo el maltrato que le han dado, sobre todo en estos meses donde la han privado de su libertad.

Ambos se pusieron nerviosos y mi madre embrutecida, yo comencé a caminar con mi padre. Por fin me largaría de esa jodida cárcel.

Emilia cegada, me jaló fuerte del brazo y a mí se me escapó un grito.

— ¡NO!

— ¡NO LO PERMITIRÉ! ¡AÚN POR LA LEY SIGUES SIENDO MI PUTA HIJA, Y COMO TAL, PERMANECERAS AQUÍ HASTA QUE DES A LUZ A ESE BASTADO!

— ¡Detente ya!

Llena de rabia, le di una cachetada de la que Emilia no vio venir y me miró atónita. Yo la miré con rencor y odio y su marido impresionado, mi padre corrió a tomarme en sus brazos y los miró a ambos con reproche y dolor.

—Vámonos hija. Ya no hay nada más que aquí.

—Si...

Emilia apretó los puños de ira y me deseó lo peor. Su marido se le acercó y la miró preocupado.

— ¿Crees que Constanza sea capaz de ir a la policía y demandarnos por lo que le hicimos?

—No. Esa mala agradecida es muy ilusa y cobarde. Jamás se atreverá a delatarnos...

Ya en casa de mi padre querido, me sentí muy afortunada y agradecida de por fin haberme encontrado con él, y muy feliz, los dos nos sentamos a platicar y a aprovechar todo el tiempo que no habíamos tenido.

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