Capítulos 5:Sobre las mentiras y otras verdades.

Dereck

La tenue luz que entra por la rendija de la persiana invade la estancia. Abro los ojos frotándome la cabeza. Mi vista tarda un poco en acostumbrarse y cuando lo hace, me doy cuenta de que no estoy durmiendo junto a Kat, sino con la camarera de aquel restaurante en el que deduzco que es su piso. Hace bastante calor lo que hace que tenga la piel pegajosa. El ambiente está cargado y huele a concentrado.

Me incorporo de la suave y estrecha cama un poco mareado. Reusco en el suelo mi ropa y me visto lo más rápido que puedo intentando hacer el menor ruido posible. Seguro que Kat no ha podido dormir en toda la noche buscándome o sopesando la idea de dónde pudiera estar.

El anterior día me dejé llevar por la ira.  Mi padre me estuvo presionando con la maldita idea de tener que casarme por lo que en parte, es su culpa que me acostase con la tía que se encuentra roncando suavemente en la cama. La observo durante unos instantes, se encuentra boca abajo, la manta solo le cubre hasta la cintura por lo que su espalda desnuda llena de gotas de sudor, está al aire libre. Su pelo se encuentra empapado y los brazos a ambos lado de la pequeña cama.

Busco rápidamente mi teléfono para irme lo más rápido posible de esa casa sin que la chica se despierte. Lo veo al otro lado de la habitación, descansando sobre un escritorio azul. Me acerco sigilosamente, la chica no hace ningún tipo de ruido lo que me facilita mi llegada al aparato. Cuando lo tengo entre mis manos miro la hora: ya han pasado las siete. Entro en el buzón de llamadas con el corazón latiendo desbocado en el pecho. Echo una mirada rápida a la lista de contactos.

«Joder.» Pienso cuando me percato de cuatro llamadas perdidas de Kat y dos mensajes:

Dereck cariño, ¿dónde estás? La cena ya ha terminado.

Tu padre ya me ha traído a casa, no tardes mucho.

Suspiro mientras apago el móvil, momento en el que se escucha un largo y profundo bostezo proveniente de la cama.

«No me jodas.»

-Buenos días- dice la chica con la voz ronca e incorporándose. Recorro la estancia lo más rápido que puedo ignorando su comentario.

Abro la puerta de su habitación y recorro rápidamente el pasillo escuchando su voz a mis espaldas:

-¡Espera, por favor!

Abro la enorme puerta blanca que deduzco que lleva al vestíbulo. La casa es pequeña, lo que me facilita encontrar la salida.

Cuando por fin salgo del apartamento exhalo un largo y profundo suspiro. Mi cuerpo está sudoroso y noto la ropa pegada a cada parte de mi cuerpo. Al menos, allí se puede respirar algo mejor.

Solo yo puedo acabar metido en este tipo de cosas. No reconozco el pequeño vestíbulo donde me hayo bastante aturdido. Hago todos mis esfuerzos para recordar lo que ocurrió la noche anterior después de que llegásemos al apartamento de la chica y bebiera unas cuantas copas mientras bajo los escalones que me llevan a la planta más baja saltando de dos en dos, pero todos mis esfuerzos son en vano, no consigo acordarme de nada.

Cuando ya estoy en la calle, respiro profundamente el fresco aire que inunda la ciudad. Por estas horas no hay mucha circulación por lo que apenas se aprecia el sonido de los coches circulando.

Busco mi Buggati forzando a mi memoria a recordar el lugar donde lo estacioné la noche anterior pero las calles parecen haber cambiado, ni siquiera el Starbucks de enfrente parece el mismo.

Me cuesta un mundo ubicarme, entre las tiendas que están abriendo, el motel de la esquina creo que anoche estaba plagado de luces multicolores y un cartel llamativo que se han esfumado. Todo parece distinto incluso el paso de peatones de mi izquierda.

Creo visualizar mi coche al final de la calle, por lo que me dirijo hacia allí, espero que aquella chica no se encuentre detrás de mí y menos que me venga a pedir explicaciones acerca de lo ocurrido anoche. Echo por un momento la vista atrás y suspiro aliviado cuando únicamente me encuentro con un par de señoras circulando con un carrito de bebé.

Cuando llego al final de la estrecha calle, observo la matrícula del vehículo al que no le he quitado el ojo de encima y compruebo que ese coche es un Volkswagen y por tanto, no es el coche que estoy buscando. La idea de poder haber perdido mi coche no es la única que ronda por mi cabeza y estremece todos mis sentidos, sino que también, la de que alguien le hubiera puesto una mano encima, rayado, estropeado, pinturrujeado... Me incomodo y el horror y el enfado corre por mis gruesas venas.

Me froto las sienes en un intento de contener la ira y poder pensar con una mayor tranquilidad.

Tras varias vueltas a la manzana, rodeo la calle y allí encuentro a mi preciado coche. Algunas de las personas que circulan por allí se quedan observándolo.

«Y yo ahora, ¿qué le voy a decir a Kat?»

Me subo en el asiento del conductor y apoyo la cabeza en el volante. Fijo la mirada en los cordones de los zapatos los cuales están desatados.

Pongo en marcha el aire acondicionado con el corazón latiendo desbocado. Me seco el sudor del pelo con la camisa .

Mis sentidos se ponen en alerta cuando, tras volver a abrir los párpados y mirar por un escaso segundo por el retrovisor veo a la chica con la que me he acostado, acercándose a mi coche a un paso rápido. Está descalza y me mira con frustración e incluso podría decir que en su mirada brilla el odio y la confusión.

Arranco el coche, alarmado, impaciente y un poco culpable.

Giro el volante suavemente e intento que el vehículo no choque con el mini que se encuentra detrás del mío, piso el acelerador, salgo a gran velocidad del estacionamiento y me incorporo a la carretera.

Esquivo a los escasos coches con los que me encuentro por el camino y tomo un atajo, desviándome de la carretera para entrar en una estrecha calle que me llevará antes a casa. Reconozco el lugar donde me encuentro, paso muy a menudo por allí cuando me dirijo a casa de James.

No es que me entusiasme en exceso la idea de dejar a la chica sola, enfurecida para que con ello consiga que abra el pico y llegue a oídos de Kat lo ocurrido entre los dos anoche. Tras dos años, no puedo arruinar así mi compromiso; solo tengo que aguantar un poco más y después podré hacer lo que me venga en gana.

Sonrío ante la imagen que se instala en mi mente, montones de billetes a mi alrededor y todos los lujos que desee, sin hacer el más mínimo esfuerzo ni fingir sentimientos hacia nadie.

El problema es aguantar hasta entonces. Kat está demasiado insistente con hacer una boda extravagante y perfecta. Cree que si te vas a casar con un Miller tendrá que ser algo recordado por todo el Estado. Yo preferiría algo más rápido e informal, los dos solos en las Vegas estaría bien.

Y luego está la luna de miel. Aquello tampoco me hace ni puta gracia. Soy consciente que me encuentro apretando demasiado fuerte la mandíbula cuando la misma comienza a dolerme.

Si estuviera en Alemania, no tendría que aguantar las infinitas charlas de Kat, pero estando en Nueva York, no me queda escapatoria.

A lo largo de estos últimos cinco meses, he escuchado todos los destinos posibles para irnos de viajez: Bali, El Caribe, Sydney... La cuestión es tener que estar más de dos días escuchando a Kat hablar y no callarse ni un minuto.

Me sorprende la agilidad con la que conduzco el coche entre las estrechas callejuelas. Podría considerarme un buen conductor. Me saqué el carnet de conducir para motos a los dieciséis años y el de conducir a los veintiuno, los dos, en el primer intento.

«Joder Dereck, eres el rey de cagarla... espera un momento. No, yo no pertenezco a nadie así que no tengo motivo para estar nervioso.» Pienso lo que es verdad, no tengo motivo para estar de los nervios, no soy propiedad de Kat ni de nadie así que, sí, le he sido infiel y no me tengo que arrepentir.

Intento convencerme con aquel pensamiento que tenía su parte cierta, sin embargo, en lo más profundo de mí, sé que no pertenezco a Kat, sino a mi estúpido padre. El que siempre tiene que estar metiendo las narices donde no le llaman y siempre parece dispuesto a decirme algo ofensivo.

Aparco en mi garaje y suspiro cuando veo todos los coches en su sitio, incluidos los de Kat. Recorro deprisa el jardín que bordea la casa, mientras tanto, comienzo a poner en marcha en mi cabeza alguna excusa que inventarme para convencer a Kat de que todo está bien entre nosotros.

Con todas las chicas con las que he salido a lo largo de mi vida nunca me había importado en absoluto lo que pensasen si les ponía los cuernos ya que era un proceso fácil, se enfadaban y no me volvían a hablar ni volvía a saber nada de ellas. No obstante, Kat es mi prometida, por lo que estamos hablando de términos mayores, al menos hasta la boda. Es más, seguramente la deje yo mismo una vez que todo aquel horror acabe.

Subo las escaleras de mármol que llevan a la puerta principal con el corazón latiendo demasiado rápido en mi pecho. Extraigo las llaves del bolsillo del pantalón y abro despacio la puerta respirando profundamente e intentando hacer el menor ruido posible. Si mi entrada puede pasar desapercibida, todavía mejor.

La mano con la que giro las llaves tiembla y siento un nudo en el estómago. Termino de girarla y al entrar a la casa cierro igual de sigilosamente.

Me giro,al fin, aliviado y para mi desgracia, detrás de mí, me encuentro a Kat. Viste con un vestido casual naranja claro con lunares blancos. Está rellenando unos pasteles en la mesa de la cocina, algo que deja de hacer para mirarme fijamente. Acto seguido y sin dirigirme la palabra, cierra la puerta del horno, aún sin quitarme el ojo de encima. Paso los dedos por mi mojado pelo intentando que su mirada no me intimide.

- ¿Dónde has estado?

Se acerca a un paso tan rápido que incluso el suelo retumba, su mirada refleja la furia y la decepción que debe sentir.

-No sabía que ahora te gustase cocinar-susurro en un intento ridículo de desviar el rumbo de la conversación.

-No me vaciles- Levanta la mano, le tiembla debido a la ira y, por un instante, parece poseerla una cólera y duda en su propio movimiento.

Vuelve a la isla de la cocina tras dar un grito. Me acerco sigilosamente hasta donde se encuentra. Le abrazo por la cintura y deposito un rápido beso en su suave y delicado cuello.

-No te vacilo- le susurro en el oído. Esta se gira de golpe con una sonrisa tensa dibujada en los labios.

-Claro que lo haces-dice de manera seductora, cambia la expresión de sus ojos a la vez que suelta una risita-. Constantemente.

-Venga Kat...

- ¿Dónde estuviste anoche? - Me pregunta en un susurro tan seductor, que en otra ocasión me hubiera encantado. Se despega lentamente de mis labios y clava su mirada en la mía, de una manera tan penetrante que me hubiese asustado si no fuese la suya-. Te fuiste de repente y sin ningún motivo, durante toda la noche.

- ¿Esto es una especie de interrogatorio o algo parecido?

-Dereck.

-Me encontré a un antiguo amigo.

- ¿Qué amigo?

-Me invitó a su casa y entre copas y copas se nos fue la hora. Lo siento muchísimo, en serio Kat. He intentado llamarte pero el móvil se me quedó sin batería-ignoro su pregunta acerca del propietario de la casa, no quiero meter a mis amigos en esto.

Kat me mira bastante indecisa recorriendo mi cuerpo de arriba abajo con la mirada.

-No me voy a enfadar si me cuentas la verdad-intenta mantener la calma, pero le delata el hecho de que cruza los brazos al mismo tiempo que frunce sus finos labios.

«Kat querida, parece que no me conoces.» Le sonrío de manera autoritaria en un intento de rebajar su aire de superioridad y recordarle con quién está hablando.

-Te la acabo de contar, cariño, ¿estás desconfiando de mí? Si nos vamos a casar creo que la confianza debería ser nuestro punto de partida. Deberíamos confiar en lo que nos dice el otro.- Le susurro en el pelo y acto seguido le beso la mejilla.

-Dereck, sabes que confío plenamente en ti, pero te conozco demasiado bien-baja la guardia en el momento en el que cierra los ojos y busca mis labios.

Me giro y me sirvo una copa de agua. Kat suspira a mis espaldas mientras termino de beberme la copa.

- ¿Algún problema?

-Me acaban de mandar un mensaje del trabajo, tengo que irme.

Su voz tiembla débilmente cuando pronuncia esas palabras; sus ojos me miran con pesadez demostrándome que no ha podido pegar ojo en toda la noche. Me acerco sutilmente y la envuelvo en mis brazos.

- ¿Estás seguro que no...?

-Cariño ese es mi yo del pasado, te lo juro, ayer solo me encontré a un amigo-interrumpo su frase con tono tranquilo aunque en verdad se me esté comenzando a agotar la paciencia.

Me mira sonriendo y su mirada se relaja después de que hubiese pronunciado aquellas palabras.

-Voy a ir al altar contigo-le tranquilizo y recuerdo más a mí que a ella mientras la misma envuelve su pálido rostro en mi camiseta.

-Hablando de altar, ¿tendremos que comenzar a preparar la boda?- Su expresión vuelve a cambiar y sus ojos centellan de ilusión-. Por cierto, podrías lavar esa camisa.

Arruga la nariz y se separa al instante inhalando el aire de la habitación al mismo tiempo que se recompone.

Sonrío para mis adentros sabiendo que esta vez he vuelto a ganar, pero no voy a cantar victoria demasiado rápido, aún me queda un cabo suelto en este asunto: la camarera.

-No tengo nada pensado-le digo-, todavía.

-Tengo que irme a trabajar, ya hablamos de eso cuando vuelva- dice-. Echa un ojo a los pasteles.

Se coloca un abrigo blanco y tiende sobre su hombro derecho un pequeño bolso.

- ¿Y mi beso?-Le pregunto poniendo una débil sonrisa.

Se acerca, se pone de puntillas depositándome un rápido, pero intenso beso en los labios.

-Adiós.

Me despido cerrando la puerta cuando Katherine se marcha de la casa.

«De la que me he librado.»

Dejo caer el cuerpo en el sofá momento en el que la tristeza comienza a recorrerme todo el cuerpo.

«Venga Dereck, creo que lo mejor sería que fueras a hablar con la camarera esa y dejarle las cosas claras.»

Me dirijo a la cocina y lleno de nuevo el vaso, esta vez con vino .El líquido es maravilloso para mi paladar, consigue relajar los tensos músculos de mi garganta y hacerme olvidar por unos escasos segundos.

«Si una cosa está clara es que Kat no se puede enterar, así que como sabes que vendrá a buscarte, la encontrarás tú primero.»

Termino de convencerme depositando la fina copa en el lavabo.

Me quito la corbata y la tiro en el sofá al tiempo que me dirijo a la salida.

-Lava el vaso del fregadero- le ordeno a Abby sin mirarla siquiera cuando paso por su lado-. Y saca esos pasteles del horno.

-Claro, señor Miller-es lo último que escucho antes de cerrar la puerta que me conduce a la salida.

El Bugatti ruge como siempre y, como ocurrió el día anterior, la escasez de vehículos me permite sobrepasar el límite de velocidad.

Giro hacia la calle donde se halla el conjunto de apartamentos de la camarera, intentando acordarme de la puerta exacta.

Bajo la ventanilla y disfruto de la gratificante sensación que produce la del aire azotando mi rostro. Me encanta esa adrenalina que me recorre el cuerpo.

Todos los allí presentes me observan fijamente y sin ningún disimulo, tanto a mí como a mi preciosidad de vehículo.

Llamo al telefonillo y comienzo a impacientarse cuando nadie responde.

El móvil me vibra en el bolsillo.

- ¿Diga?

-Dereck cariño, soy yo, Kat- hostia-.  Te llamo porque le voy a pedir a Abbey que haga la compra, ya sabes por si quieres algo especial.

-No, que compre lo que quiera- ni siquiera presto atención a sus palabras. Me hierve la sangre y eso se nota por el golpeteo de la misma en mi cabeza.

-Hoy voy a salir antes del trabajo para que podamos comer juntos y así podemos hablar acerca de la boda e ir fijando cosas.

-Vale cariño, llámame.

No le dejo tiempo para que me conteste ya que lo apago y guardo en el bolsillo trasero de los pantalones.

Intento llamar otra vez al telefonillo y para mi fortuna, esta vez sí que recibo respuesta.

- ¿Diga?

-Hola oye, soy yo,Dereck. El de ayer.

- ¿Qué Dereck?-Esa voz no se parece, ni por asomo, al de la chica teñida-.Espera, a lo mejor estás buscando a mi hermana, Margot.

«Joder, y yo que sé.»

-Sí, a tu hermana es a la que estoy buscando.

-Espera-se escucha un sonido entrecortado. Mientras obedezco, doy pequeños toques a la negriza piedra de la pared hasta que la aguda voz vuelve a hablar-. Ahora baja.

Mientras espero a la chica para dejar de una vez por todas las cosas claras decido encender un cigarrillo. Siempre digo y siempre diré que con un cigarrillo todo pasa mejor. Comienzo a arrepentirme de verdad de estar aquí y sopeso la opción de largarme.

Cuando me dispongo a dejar a aquella chica por segunda vez plantadal el sonido de la puerta al abrirse hace que vuelva a la realidad.

-Hola-dice un poco dudosa pero se acerca a mi altura-. Si me vienes hablar acerca de lo ocurrido ayer tranqui todo está olvidado.

- ¿Sí?--No sé si de verdad puedo o no creerla. Uno de sus esqueléticos brazos se abre hacia delante dejando ver su palma al completo.

- ¿Me das uno?

-Claro.

Le ofrezco un cigarrillo y ya, decidido a pirarme de allí, me acuerdo del motivo por el que en realidad he ido.

-Oye, no quiero que le digas a nadie nada de lo que ocurrió ayer- Esta se queda con el cigarrillo en los labios un momento, congelada-. ¿Lo entiendes?

- O si no, ¿qué?-Sonríe victoriosa, dejando escapar el humo por su boca-. ¿Se lo dirás a la chica que estaba allí? ¿Era tu novia, verdad?

-Mira, no te tengo por qué dar explicaciones de mi vida, sólo te digo que mantengas el pico cerrado y punto.

-Y yo, ¿qué gano a cambio?

Esa conversación me está empezando a sacar de mis casillas. ¿Es tan difícil no hablar sobre el tema?

Cierro los ojos durante un momento para que no se me vayan los nervios y acabe haciendo alguna tontería, estoy cabreado y frustrado a la vez.

- ¿Qué quieres a cambio?- Estudio mis opciones sin tan siquiera mantener contacto visual con ella-. ¿Dinero?

La chica cuyo nombre parece ser Margot se está tomando su tiempo para decidir lo que quiere.

-Sí, dinero estaría bien-la miro por fin cómodo.

- ¿Cuánto quieres?

-Mil dólares estaría bien.

-Ni de coña.

-Vale, la verdad es que la chica esa viene muy a menudo al restaurante...

-Quinientos.

-Trato hecho- me mira sonriente, hecho que no comprendo porque desde luego a mí esta situación me hace todo menos gracia-. Te lo traerá una persona hoy a las doce de la noche.

- ¿Por qué tan tarde?

- ¡Te acabo de decir que no me da la real gana contarte mi vida así que si me quieres hacer el favor cállate ya!-Le grito a la chica. Ella rueda los ojos y da una larga calada al cigarrillo mientras me mira con una media sonrisa dibujada en sus, como en la anterior noche, excesivamente pintados labios.

-Joder qué humos tenéis los ricos- dice soltando una bocanada de aire para después dar otra calada. Mientras tanto le miro fijamente, pero con una mirada de pocos amigos-.De acuerdo, no más preguntas ni comentarios. Pero ayer no ponías tantas quejas.

Comienza a pasarse de la raya y mi paciencia se va a agotar en unos segundos.

- Yo no existo, ¿me entiendes? Lo de ayer nunca pasó y tú y yo nunca hemos hablado aparte de para tomarme la carta y por supuesto, ¡no hicimos nada!-Le grito al mismo tiempo que arrojo el cigarrillo al suelo y lo piso.

-Vale, pero que sea antes de la una, a esa hora comienza hoy mi turno en el restaurante.

Asiento y ella vuelve a entrar en el apartamento. Me dirijo al Buggati con la cabeza dándome vueltas.

«Decidido, en enero me caso con Katherine.»

Me subo por tercera vez desde que ha comenzado el día en mi coche y lo pongo en marcha. Pulso un interruptor situado justo encima de mí durante unos segundos hasta que se oye una voz diciendo: Marque el número con el que desea contactar.

- ¿Sí?

-Harry, necesito que lleves quinientos dólares de mi cuenta bancaria a la dirección donde me encuentro.

Tras unos segundos de silencio me contesta:

-Claro, pero ahora no puedo.

La ira comienza a apoderarse de mí, parece que el mundo se ha puesto de acuerdo para hacerme el día imposible.

-No sabía que estabas de vacaciones- le espeto con tono serio.

-No lo estoy, señor Miller.

-Entonces, ¿te pago para que me cuentes excusas?

Su silencio me confirma que no sabe qué contestarme así que continúo con mis recados:

-A parte quiero que hoy a las doce vengas a limpiar mis coches para que estén impolutos para mañana.

- ¿A las doce? ¿Hoy?

-Exactamente, ¿estás sordo o qué?

-Es muy pronto señor Miller, ¿no cree? Y es sábado...

Acelero lo más rápido que puedo, no hay cosa que más me saque de mis casillas que comiencen a ponerme pegas y excusas.

-Mira, si no te parece bien tengo una cola de personas que se matarían por tu puesto ósea que, ¿vas a hacer lo que te pido o te largas?- El silencio que obtengo por su parte me confirma que va a cumplir con mis órdenes-. De paso revisa mi cuenta bancaria y mira en mi agenda qué días estoy disponible en enero.

-De acuerdo señor, ya salgo de casa.

Cuelgo y entro en la urbanización donde me reciben una hilera de mansiones y veo la mía al final de la avenida.

Necesito tomar algo de alcohol ya que mi sangre hierve y mi corazón golpea fuerte debajo de la camisa. Ya he tenido bastantes emociones por hoy, además, tengo una comida con Kat para hablar acerca de la boda, lo que significa que aún me espera un día largo.

Aparco el Buggati en su sitio y me percato de que aún Kat no ha llegado. Una vez dentro suspiro aliviado y me froto la cabeza para colocar todas las ideas que parecen dispersas en mi mente y, entonces, un ruido proveniente de la cocina capta toda mi atención.

«Kat aún sigue trabajando y los empleados llegan por la tarde. Abbey estaba en la compra. Es imposible que haya alguien a no ser que sea un ladrón.»

Cojo la pequeña navaja que siempre llevo conmigo, me da seguridad por si en alguna situación violenta la cosa se pone demasiado fea.

Me acerco cuidadosamente al lugar donde provienen los ruidos con el corazón latiendo demasiado rápido, tanto que creo que es el único sonido apreciable en la estancia.

-Hola Dereck-dice una voz a mis espaldas. Me giro empuñando el arma para encontrarme con mi padre paseando tranquilamente y bebiendo un vaso.

« ¿Qué hace este aquí?»

- ¿Se puede saber qué narices haces en mi casa?-Le miro incrédulo, no sé el motivo de su presencia aquí pero ya está largándose si no quiere verme explotar.

-Dereck, relájate solo he venido a visitar a mi preciado hijo-Me ofrece la más falsas de sus sonrisas, odio la forma en la que intenta quedar por encima de mí y la manera en la que quiere controlar mi vida.

-No me llames así, no soy tu hijo.

Paso a su lado empujándole con el brazo tras mi paso. La tensión que hay entre los dos se puede cortar con un cuchillo.

-Pues, ya que no eres mi hijo, no te importará que no te dé mi herencia-me espeta, haciendo girar la pequeña copa de cristal con una de sus manos-. En fin, iré a buscar a tu no madrastra para irnos a comer con tu no prometida.

Me muerdo la lengua y aprieto la mandíbula en un intento de contener los nervios.

Le ofrezco la más falsa de mis sonrisas, bajo los escasos escalones y, una vez que le tengo delante, le arranco sin piedad la copa.

-Adiós- seguimos mirándonos mutuamente. El odio entre ambos es más que evidente, sin embargo, no voy a permitirme darme por vencido; pero lo que sin duda no voy a permitir, es que se crea que es mejor que yo. No me importa las indirectas que me lance o lo bien que se lleve con mi prometida. No voy a permitirle quedar superior a mí-. Papá.

Suelto aquellas palabras casi como si se las estuviese escupiendo, dejo la copa en una de las mesillas, me giro de vuelta hacia donde pretendía ir en un momento y termino de subir las escaleras.

Dos horas más tarde me dirijo hacia el restaurante desde donde Kat me ha mandado la dirección. A estas horas hay mucha gente por la ciudad caminando de vuelta a sus casas después de una dura jornada. Turistas se encuentran mirando asombrados los rascacielos y la carretera atestada de coches. En este instante nos encontramos parados, circulando muy despacio, una voz monótona sale de la radio del vehículo informándome sobre las últimas noticias. Bajo la ventanilla del coche y saco el brazo desde el que sujeto un cigarrillo entre mis dedos, del cual, sale una fina capa de humo.

-Hoy tenemos con nosotros nada más y nada menos que a la señora Berlusconi, la jefa de diseño de la sección de vestidos de novia de la marca que triunfa en todo el mundo. Cuéntenos señora Berlusconi, ¿cómo va a ser el desfile de verano de este año?

-Buenas tardes Matthew, el honor es mío. Este año aún no hemos elegido la temática pero no dude que le sorprenderá igual que la del año pasado, no pensamos bajar el nivel.

La voz de la tal Berlusconi es muy aguda y tiene un acento italiano muy pronunciado. El año pasado Kat y yo fuimos al desfile de verano y he de decir que la nueva o el nuevo organizador lo va a tener muy difícil para mantener el nivel.

-Y, ¿quién es la afortunada o el afortunado que dirigirá el desfile?

-Es una joven aprendiz, mi ayudante, su nombre es Rachael Turner.

-Oh sí, la señorita Turner. Tuve la suerte de que organizó mi boda el mes pasado, es una chica muy original y estoy seguro que nos dejará boquiabiertos.

-Es una de las mejores organizadora de bodas y eventos. Todos los clientes estás encantados con ella.

Arrojo el cigarrillo fuera del vehículo y centro mi atención en la conversación que está teniendo lugar en la radio.

-Ha sido un honor Berlusconi por tenerla hoy aquí. Desee mucha suerte a la señorita Turner con el desfile.

Apago la radio y comienzo a navegar por Internet en busca de más información acerca de la tal Rachael. Kat quiere que nuestra boda sea perfecta y no veo a nadie mejor que a la organizadora del desfile de verano.

Rachael Nora Turner es una joven nacida en Texas que, con tan solo veintitrés años, va a ser la organizadora del desfile de verano este año. No se conoce mucho acerca de su pasado ni de su vida antes de Nueva York a parte de su origen humilde en un pueblo. Trabaja en la empresa de la diseñadora Scarlett Smith quien tiene una de las mayores empresas de moda de nuestros días. Su línea de moda ha triunfado por todo el mundo, especialmente en Europa y en nuestro país, Estados Unidos. Cuenta con modelos tan prestigiosas que han posado en la revista Vogue y antiguos ángeles de Victoria Secret Es la ayudante de la sección de vestidos de novia y organización de bodas y eventos bajo el mandato de la italiana Chiara Berlusconi. Es una de las mejores organizadoras de boda de New York y si tu boda se celebrará en breve, contacta con la joven a través del siguiente número...

Guardo el número en mi lista mientras visualizo el restaurante. Entro y espero a que terminen de atender a los vehículos que se encuentran antes que yo. Mientras espero, tiro otro cigarrillo por la ventana, acto que hace que un hombre se me quede mirando.

Me bajo del Bugatti para que el portero pueda aparcarlo en el garaje.

-Lo quiero intacto y sin un solo rasguño- le aviso depositando las llaves en sus manos.

-Claro señor, ¿desea algún sitio en específico para que se lo aparque?

-No-le digo al hombre de esmoquín mientras me dirijo hacia la puerta-, intacto. - Le aviso.

El mismo asiente y continúa con el siguiente coche. Abro la puerta y me introduzco en el hostal japonés. A Kat le encanta la cocina asiática, gusto que comparto con ella.

-Tengo una mesa reservada a nombre de Adler Miller.

El chico centra la atención por unos momentos en mí para después tecletear algo en el pequeño portátil a su lado. Mi mirada se pierde dentro del restaurante en busca de mi prometida. No hay mucha gente que encuentran muy dispersas alrededor de las decenas de mesas colocadas en el lugar. A mi derecha hay un enorme escaparate con lámparas de humo que le dan un toque guay al lugar.

-Acompáñeme.

Sigo al chico hacia el final de la estancia mientras algunos comensales susurran cosas y me miran con discreción. Paso al lado de unas niñas que no sobrepasarán los dieciséis años que me devoran con la mirada y cuando les guiño un ojo disimuladamente comienzan a emocionarse entre ellas.

-Pero mira qué guapo-dice una.

-Y que lo digas-susurra la otra entre una pequeña carcajada.

-Hola Dereck, ¿qué tal?-Pregunta Kat cuando me acomodo en la silla situada delante de ella; mantiene su mirada fija en las dos crías con el ceño fruncido.

-Son solo unas niñas Kat- por primera vez me mira y sonríe como si aquello no hubiese pasado.

- ¿Había mucho tráfico? Has tardado bastante.

-No, salvo que los porteros de la entrada son más lentos que una tortuga, ¿qué tal el trabajo?- Respondo con poco interés mientras hecho sobre la copa un líquido sin prestar atención a qué es.

-Estamos trabajando en una nueva obra de teatro. Se llama La tragedia de Hamlet- le miro con incredulidad ya que no tengo mucha idea acerca de teatro-. Cariño, es una obra de William Shakespeare.

-Ah y, ¿qué papel haces?

-Soy Ofelia, la hija de Polonio. El personaje tuvo una relación amorosa con Hamlet. Enloqueció y se ahogó en un río cuando le hacen creer que Hamlet asesina a su padre.

No presto mucha atención a sus palabras ya que mi mente no puede sacarse la idea de que Margot, al final, no se contente con el dinero.

- ¿Has pensado ya algo acerca de la boda?

Su voz hace que todos mis sentidos se centren en ella.

-Sí, he encontrado a una de las mejores organizadoras de bodas. Además es la que va a dirigir el desfile de verano de este año.

-Wow, ¿quién es?

Una camarera de unos treinta años nos interrumpe para pedirnos nota. Es pelirroja, con su pelo rizado tapándole la mayoría de su pálido y pecoso rostro. Es bastante guapa, sobre todo sus ojos, son de un tono gris muy claro, tanto que casi no se le diferencia de la retina.

-Para mí quiero Udon por favor- le indica Kat a la camarera entregándole la carta de piel.

-Para mí lo mismo.

Cuando la joven nos vuelve a dejar solos Kat me mira impaciente por la respuesta. Lleva el pelo rubio suelto reposando tranquilamente sobre sus estrechos hombros. Sigue con el mismo vestido de esta mañana solo que ahora tiene más maquillaje y parece algo más viva.

-Se llama Elisabeth Turner o algo así.

Kat me mira con sorpresa.

- ¿Rachael Turner?-Me pregunta alargando mucho las palabras. Cojo un trozo de pan chino situado delante de mí y me lo llevo a la boca.

-Sí, aunque creo que se llama Elisabeth.

-Madre mía, ¿cómo no lo había pensado? Es una de las mejores organizadoras de boda de todo Norte América.

-Ya, creo que te lo he mencionado antes.

-Voy a pasarme por su oficina la semana que viene, ¿te acuerdas de mi amiga Dakota?

Hago todo lo posible para acordarme de la propietaria de ese nombre pero no encuentro respuesta.

-Fuimos a su boda hace tres meses, la temática fue el country todo, cada detalle, parecía sacado de esa época, y la iglesia fue lo mejor, imitaba a esas iglesias de pueblo antiguas, con sacos de patas, bancos de madera y vidrieras que representaban escenas de vaqueros. Al igual que el vestido de la novia.

-Cariño, ¿qué tiene que ver tu amiga en esto?- Le interrumpo mientras la misma camarera nos coloca los platos delante.

-Rachael le organizó la boda- me informa llevándose el tenedor lleno de fideos a la boca-, y fue increíble.

-Y, ¿por qué fue tan increíble?

-Bueno estuviste tú mismo en ella, ¿no te acuerdas?

-La verdad es que no- ni siquiera me paro a pensar en si me suena la boda de esa supuesta amiga de Kat-. Pero me hago una idea.

-La señorita Turner diseñó ella misma el vestido de la boda-se queda pensativa durante un breve instante-. Recuerdo que, aparentemente era como un vestido de novia normal, pero no, el recogido que llevó Dakota se encontraba repleto de horquillas que parecían pajas además del cinturón de cuadros y, ahora que recuerdo, la tela del vestido también era de cuadros, sin embargo la tela era tan fina que lo hacía serio.

-Ah sí, ya lo recuerdo- miento en un intento de que se calle.

-Y el bufet-ignora mi comentario y continúa hablando de lo suyo-. Recuerdo que Dakota dijo que el buffet sería en un rancho, evidentemente me pareció inapropiado , pero, cuando llegué allí me dieron ganas de quedarme a vivir.

-Qué bien-le digo sin interés.

-La tarta, los asientos, parecían sacados de una película del oeste al estilo moderno y más aceptable.

-Más caro.

-Exacto-me confirma-. Y, recuerdo cuando a los invitados nos mandaron envolver los regalos con papel de cuadros e ir con vestidos a juego con la temática.

Asiento, Kat continúa parloteando acerca de la maravillosa boda de su amiga. Mi mirada se pierde entre los rascacielos de Nueva York aunque en realidad, no me fijo demasiado en ellos. El cielo se encuentra teñido de color azul, algo gastado por el efecto de la contaminación, pero totalmente despejado lo que otorga algo de felicidad y luz a la ciudad.

«Tengo ganas de conocer a la tal Rachael.»

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