Capítulo 8: Algunos tanto y otros tan poco.
Elina
<<Me ha dejado.>>
<<¿Qué he hecho mal?>>
<<¿No se suponía que no volvería a depender emocionalmente de nadie? ¿No había eliminado esos pensamientos de mi inconsciente?>>
<<Scott se ha ido. Me ha dejado. Dice que le agobio.>>
Estoy hecha un desastre:literalmente. Tengo el pelo enmarañado, sucio, la camiseta rota por una manga y los pantalones manchados de mi propio vómito. El rímel se mezcla con mis lágrimas y tengo la comisura de los labios y su contorno manchados de borrones de pintalabios.
Doy otra calada al cigarrillo mientras observo el tatuaje de mi muñeca, un corazón, por lo menos es un corazón roto.
Scott me lo había advertido, me había reiterado que no buscaba una relación seria, que solo quería que nos lo pasásemos bien, pero pensé que, al igual que en esas películas que vemos Rachael y yo los viernes por la noche, cambiaría su forma de pensar por mí. Que se enamoraría y querría estar conmigo para siempre. Porque yo le quiero, éramos sanos, a penas discutíamos y no me controlaba. ¿Eso no es lo que verdaderamente importa? Pero no, las personas no cambian por amor...O igual sí, pero Scott no estaba enamorado de mí. Y no iba a cambiar por mí.
Yo: Elina Miley Hawkins, el desastre personalizado, con la cabeza un tanto descabellada, con problemas con cada respiro y con un listado deprimente de relaciones. No, esas no son las características que tienen las protagonistas dulces, inocentes y buenas de las historias románticas por las que cambian.
Igual el problema soy yo; puede que Cupido se resigne a lanzarme una de esas fechas que se supone que unen a dos personas.
Yo me enamoré de los dos. Quise a Dexter con cada átomo de mi ser, le di mi corazón, mi ilusión, dejé que hiciese todo lo que quisiera conmigo. Era tóxico, controlador y lo peor que me ha pasado en la vida pero yo le quise. Lo hice mal, muy mal, no debí de permitirle manipularme y controlarme pero yo le quise de verdad. No debí de justificarle, pero yo le quise de verdad. No debí de hacer ni aguantar tantas cosas, pero le quise. Y después Scott, fue libertad, alegría, pasión y reconstrucción. Nueva oportunidad, escape, pensé que amor de verdad.
Lo he hecho mal. Fatal. Con los dos pero les quise. Joder, les he querido a cada uno a su manera pero no entiendo por qué soy yo la que peor he salido de las dos relaciones. Bueno y que la segunda ni siquiera mi novio lo consideraba relación.
Me toco la cabeza. Me duele. Me duelen hasta las pestañas. Apago el cigarrillo y lo dejo sobre la mesita de noche.
-¿Qué significa el tatuaje de tu espalda?
No le contesto. No me apetece ponerme a explicar a un extraño por qué me tatué el pájaro en la espalda. Significa muchas cosas y bajo la tinta hay demasiada historia.
- ¿Ahora te preocupas por mí?
Me levanto del suelo de parqué donde llevo sentada toda la noche. Pero es mala idea, me mareo y tengo que agacharme, metiendo la cabeza entre mis piernas. Respiro. Joder. La habitación me da vueltas.
Hay botellas por todas partes, cigarros, ropa, zapatillas y una cantidad intempestiva de cajas. Si no fuera porque hemos dejado la puerta abierta, tendría claustrofobia.
-Dame lo que me pertenece.
Estiro la mano aunque tengo que bajarla para sujetarme a la pared y tratar de volver a orientarme. No debería haberme bebido esas dos botellas yo sola. Llevo toda la noche así: hundida, llorando, bebido, fumando y drogándome. Si es que, no aprendo.
¿Dónde están todas las cosas que le dije a Rachael cuando Dereck prácticamente le abandonó? Porque, ahora mismo, las he olvidado. He pensado en llamarla en un par de ocasiones pero, ¿para qué? Solo le preocuparía.
Estoy acostumbrada a estas cosas, a ser la chica feliz y positiva de buenos consejos que aparenta que la vida le da igual. Pero no es verdad, llevo una mochila muy pesada a mis espaldas, como todos, con la diferencia de que yo me la guardo para mí. Yo siempre soy el hombro en el que lloran pero yo nunca tengo un hombro en el que desahogarme. Pero no lo necesito. Puede que cuando era adolescente sí. Pero ya no. Cuando lo necesité mis padres no hacían más que reprocharme que me hacía la víctima o que las cosas que me pasaban me lo merecía, por las decisiones y las compañías con las que iba y tomaba.
-Mira a tu hermana. Daphne no tiene problemas así porque ella ha elegido bien. Ha tenido dos dedos de frente y se ha levantado sin quejarse cuando ha habido dificultades. Tienes mucho que aprender de ella.-Me dijo una vez mi padre.
Creo que nunca quisieron tenerme. Que con Daphne estaban felices y completos pero que llegué yo para amargarlos. Creo firmemente que el preservativo se rompió o algo así pero que decidieron seguir con el embarazo porque los Hawkins son una familia muy tradicional. Jamás podrían llevar sobre su conciencia haber interrumpido un embarazo. Nunca me lo han dicho, pero también es verdad, que nunca nos han tratado igual a mi hermana y a mí. Yo siempre he tenido que tratar de superarla, bueno, de igualarla, porque es imposible superar la perfección.
Daphne ha tenido la suerte de encontrar a un buen tío que la quiere y la aprecia. Y yo lo respeto e incluso me alegro por ella pero no todos corremos esa suerte. Le ha gustado la veterinaria y le han ido de perlas las cosas en la vida pero, ¿qué me hace a mí peor? Vale, es verdad que Dexter fue una mierda de novio y de persona, que no he podido establecer un vínculo romántico con nadie más (que ellos sepan) y estudio algo menos convencional pero nada es mejor ni peor.
Lo único que nos diferencia es que yo no tuve el cariño, el apoyo, la ayuda y la aceptación de mi familia. Ella sí, cuando ella ganó el concurso de talentos lo fueron vitoreando por todo el vecindario, incluso fuimos a celebrarlo con una comida en el restaurante que eligió Daphne. Cuando el concurso llegó a mi año yo quedé en segundo puesto y me disgusté porque yo quiería que, al igual que a mi hermana, mis padres estuviesen orgullosos de mí, pero no fue así. A pesar de verme llorar, no me consolaron, solo me dijeron que llorando no iba a cambiar nada, que me esforzase más. Y, aunque resulte una tontería, me hizo daño, porque una niña de diez años habría necesitado que sus padres le apoyasen y dijesen que lo importante es el esfuerzo. Sin embargo, siempre bromeaban diciendo que les habían bendecido con Daphne y que después llegué yo para recordarles que la vida no es perfecta. Yo misma estaba delante cuando me habían infravalorado. Por todo. Es difícil dejarse amar cuando te han demostrado tantas veces que no vales para eso.
El chico de piel oscura me mira desde la cama, con un cigarro sin encender sujeto con su boca y completamente desnudo. Yo me quito la camiseta rota y me pongo su sudadera unas cuantas tallas más grandes que me cubre hasta las rodillas y me apresuro para buscar mis bragas y mis zapatos.
-¿Por qué tanta prisa?
Me subo la cremallera de los vaqueros y rebusco en el bolso para tomarme dos aspirinas de golpe. Tengo una jaqueca horrible.
-Dame la maldita coca.
Le miro con cara de pocos amigos y el chico se ríe mientras levanta las manos.
-Pero que sepas que me debes dinero.
-No te debo una mierda.
-¿No tienes pasta?
Me coloco la mochila y me cruzo de brazos. No estoy de humor para aguantar a nadie.
-Déja de hacerte el imbecil. Sabes que no, por eso te he estado chupando...
-Sí, sí. Lo que tú digas.-Rebusca en un cajón que hay en la mesita de noche de la que saca una caja fuerte-Esto que has hecho te convierte en una prostituta.
-Dame la coca.
El chico mete un código y abre la caja de la que saca dos bolsitas pequeñas blancas.
Me acerco y trato de alcanzarlas pero las pone sobre su cabeza impidiendo mi cometido y me señala con un dedo.
-Esto es muy caro. Tendrás que volver esta noche.
-Ni de coña
Trato de quitarle las bolsas de las manos pero es mucho más rápido que yo y solo consigo caerme sobre el colchón mientras él se levanta con un ágil movimiento.
-Pues entonces te llevas la mitad.
-No me jodas. Me dijiste dos bolsas.
-Te dije. Pasado. Cuando pensaba que follabas mejor.
Le miro con la peor expresión que puedo alcanzar y suspiro. Necesito meterme algo en el organismo que me ayude a tranquilizarme, a volver a la normalidad. Solo será una vez, solo una para que me empuje a volver a sentirme yo misma y después dejaré este mundo. Esta vez de verdad.
-Los pactos hay que cumplirlos. He estado toda la noche aquí.
-Me gusta tu boca para otras cosas, no para hablar.
Esta vez soy yo la que le señalo con un dedo acusatorio.
-No pienso permitir que me trates como a un objeto, ¿estamos? Yo seré lo que quieras pero tú eres un depravado que no puede tener una novia a la que tirarse y recurre a chicas desesperadas para saciar su sequedad.-El chico, lejos de ofenderse se ríe y abre el sobre-¿Qué coño haces?
-Ahora lo recogerás del suelo.
Echa los polvos a la tarima sin ningún reparo y comienza a orinar encima de la droga. Me quedo estupefacta. Esto es lo último que me esperaba y, de verdad, ya me siento lo suficientemente sucia y asquerosa como para ahora tener que lidiar con esto.
-No hagas esto. Déjate de tonterías y dame la otra bolsa.
Río sin gracia. Incluso histérica cuando el chico de piel oscura se viste tranquilamente y guarda la caja fuerte. Le cojo del brazo y trato de hacerle razonar, aunque me ignora deliberadamente.
-Si quieres la bolsa, ven esta noche.
-¿Y cómo sé que no vas a volver a hacer lo mismo?
Me tapo la nariz, mareada y frustrada mientras el olor a orina comienza a impregnar la habitación.
-Pues no me ofendas.
-Venga, tío, no me jodas. Sé razonable.
-No ha sido un polvo tan bueno.
Trata de irse del dormitorio pero esta vez soy yo la que me adelanto y le corto el paso.
-Dame la cocaína.-Él me señala el suelo donde la droga se mezcla con el pis-Dame-la-coca.
-Me dijiste que no estabas enganchada.
-Y no lo estoy. Solo es un mal día. Por favor-Él me esquiva sin problemas y sale del cuarto. Yo le sigo-.No tienes derecho a hacer esto.
-Oh, claro que sí. Te he dado mi parte del trato.
-¡Una mierda!
-La cuestión es que he perdido una bolsa, ¿no? Pues la deuda está saldada.
En ese momento suena una alarma en mi teléfono y, frustrada, hurgo en todos los bolsillos de mi cazadora y de mis vaqueros en busca del aparato.
<<Mierda.>> Pienso cuando veo le recordatorio de que hoy es la entrevista de la oferta del trabajo que vi por Internet. La del tal Connor Grant y, honestamente, no estoy presentable para ir a una entrevista.
-Esto no va a quedar así.
El chico se apoya sobre el respaldo del sofá y se cruza de brazos.
-¿Y qué vas a hacer al respecto?
-El Karma te lo pagará. No te preocupes.
-Uh, qué miedo.
Le hago una peineta. Frustrada y humillada me marcho para volver al apartamento a cambiarme y, esperando, que el señor Grant me contrate porque si no habré perdido algo más que la cocaína. Y me estoy quedando sin dinero.
Bajo de nuevo la mano, temblorosa y sudorosa. No sé cuanto tiempo llevo haciendo ese movimiento: el de levantar la mano, apoyarla sobre el timbre y volver a bajarla. Estoy muy nerviosa. Aterrada. Diría que jamás he estado tan agobiada como en este momento. Incluso estoy más que cuando me mandaron la carta de solicitud de la universidad. Y es porque esto es vital, si no me cogen, no sé qué voy a hacer.
Suspiro y me miro en el espejo que recorre el pasillo, situado en frente de la secuencia de puertas marrones ocre que se pierden hasta el infinito. No parezco yo. Le he cogido uno de esos vestidos formales y apretados que usa Rachael para su trabajo y me queda un poco ancho y holgado (ya le escribiré luego para decirle que se lo he cogido o igual no, porque ella no sabe en todo el lío en el que estoy metida). Pero no es eso por lo que me siento tan...rara. Es porque jamás me había vestido con una falda de tuvo negra, al puro estilo secretaria, y es como si no fuera yo, como si esa chica rubia, con hondas artificiales, con un kilo de maquillaje para tratar de cubrir sus ojeras no fuera Elina, sino la versión que mis padres siempre han querido que sea y la mera idea me produce un escalofrío.
Vuelvo a levantar la mano pero, para mi sorpresa, la puerta con el número veintidós se abre de golpe dejando ver a una alta figura. Doy un traspiés con los tacones de punta fina que me hacen caer al suelo y darme un golpe contra la cristalera.
-Dios mío, ¿se encuentra bien?
Creo que el hombre ha tenido unas vistas privilegiadas a mis bragas y trato de arreglar la situación sujetándome a la barra que hay junto a la cristalera y levantándome.
<<Parezco Rachael. Pero es que no me esperaba que fuese a salir así.>>
Toso y me coloco el pelo como puedo mientras trato de erguir la espalda, como en las películas hacen antes de entrar en una reunión pero casi me tengo que agarrar de nuevo a la barandilla cuando veo el rostro del dueño del piso: es aquel amigo de Rachael...Bueno, amigo tal vez es decir demasiado, más bien compañero de trabajo. La cuestión es que le conozco y eso, no sé por qué me hace ponerme más nerviosa.
-¿Se...señorita Hawkins? -Él también se sorprende al verme allí casi tanto como yo y nos quedamos unos segundos más mirándonos anonados. No me lo puedo creer. -¿Qué hace aquí ?
-Yo...Tenía una entrevista para el trabajo pero creo que ya va siendo hora de irme. Lo siento, he hecho el ridículo al pleno estilo de Rachael y supongo que la sudodicha ya te habrá hablado bastante mal de mí, de mis deudas con la universidad y mis demás movidas así que, supongo que esto es un adiós.
-¡Espera!-Me frena su pronunciado acento inglés cuando me giro dispuesta a irme-Yo aún necesito a una persona que cuide a mi perro y a la casa. Y, prefiero que sea alguien conocido, de hecho, mucho mejor. Así sé que no me vas a robar.
-Y, ¿crees que soy de fiar?
-Bueno, eres amiga y compañera de piso de la señorita Turner así que...Sí creo que me fío de ella y por ende de tí.
Me quedo un poco estupefacta, no lo puedo negar, me han dicho muchas cosas en la vida pero que soy de fiar no entra en la lista. No conozco mucho a Connor, de hecho solo de las pocas veces que me lo he cruzado llendo con Rachael a algún sitio y cuando se ha colado entre nuestras conversaciones. Pero ni siquiera recuerdo que me dijese su nombre...o quizá sí, pero no lo haya retenido, por eso no había sospechado nada. Solo sé que tenía un compañero carismático y amable e inglés que no la miraba como un bicho raro y ya por eso se había ganado mis respetos.
-Qué mal educado soy. Entre por favor, ¿un vino?-Asentí y agradecí su ofrecimiento mientra daba un paso al frente-Perdona el desorden y las cajas, es que estoy de mudanza. Acabo de instalarme.
-Ah. Guay. Es decir, qué...interesante.
Connor se ríe mientras aparta unas cajas y una maleta para dejarme entrar al salón. Por lo menos tenía unos sofases con forma de codo bastante modernos que estaban orientados hacia la ventana con vistas a unos edificios. El piso era pequeño, pero apenas se podía distinguir nada con todos los objetos que estaban por el suelo y demás envoltorios y cajas. Pero esa estancia era la que estaba casi terminanda de amueblar. Era un salón amplio que conectaba a través de una barra con una cocina bastante vintage a diferencia del estilo modernista y minimalista del salón. Después tenía una puerta a la derecha que supongo que conectará con su dormitorio y después una sala totalmente vacía que tiene la puerta abierta. El salón es un espacio diáfano con estanterías a medio montar moderno y práctico.
Connor se sienta a mi lado tendiendome la copa.
Me la llevo a los labios, aún un poco nerviosa.
-¿Te he pedido disculpas por...El numerito?
Señalo la entrada mientras Connor coloca una pierna en su rodilla en un gesto informal. Va vestido bastante elegante, con un traje blanco y pajarita. Supongo que acaba de llegar de trabajar.
-¿Qué numerito?-Se hace el tonto mientras sonríe a través de la copa y, aunque ahora mismo me sienta entre humillada y asquerosa por ese tipo con el que me he acostado, no puedo evitar sonreír. Rachael me comentó que desprendía un aura de comodidad y de positividad y, en serio, Connor es lo opuesto a mí...o a ella-Bueno, así que estás en la universidad, ¿no? ¿qué estudias?
-Estoy terminando la carrera: ingeniería de sonido.
-Ah, qué guay.
Vuelvo a reírme mientras doy otro sorbo a la copa.
-Mmm...Este vino está muy bueno.
-Gracias: cortesía de mi madre de su última visita.
-¿No vive aquí?
Connor niega con la cabeza y temo haber metido la pata. Si fuera cualquier otra persona me hubiera importado menos (no es que sea una insensible pero mi desesperación me ha llevado a acostarme con un gilipollas).
-De Londres. Yo nací allí pero me vine a vivir aquí a los doce años. He estado viviendo entre Nueva York y la capital inglesa toda mi vida.
-Ah...¿tema de padres separados?
-Algo así, sí. Bueno pero la entrevista es sobre ti, ¿no? Cuéntame algo de tu vida, tus hobbies...No sé, algo que me ayude a conocerte, ¿has trabajado antes?
-No he trabajado antes, ¿es un problema? -Con su sonrisa ya me da respuesta suficiente-Bueno, podría decirte que soy una chica aburrida, del montón, pero no es verdad. Rachael siempre lo dice:que es muy normal, la chica más corriente y simplona del mundo pero yo no lo creo, estoy convencida de que todos somos únicos.
-Me gusta tu forma de pensar.
<<Si supieras.>>
-Bueno....Pues, a ver, yo tampoco nací aquí. Soy de Jacksonville, Florida.
-¿Qué te trajo aquí?
-Huir. Huir de todo, de mi familia, de mí misma. Un nuevo comienzo.
Connor asiente, pero no me presiona ni muestra intención de querer herirme así que redirige la conversación para que le cuente mis aficciones.
-¿Ir de fiesta y enrollarme con gilipollas sin cerebro cuenta?-la carcajada de Connor reverbera en la sala y yo me tapo la boca.-Oh, Dios mío, lo siento mucho. Soy un desastre, es que nunca he hecho esto y, de verdad, que me está costando ser correcta y esas mierd...Digo cosas.
-No tienes que esconderte. Ni ser correcta, ¿sabes que estás contratada verdad?
-¿Y para qué esta entrevista?
-Quiero ser un jefe enrrollado.
-Ya. Pero juro que no voy a montar una fiesta en tu casa o algo así.
-Espero que si lo haces me invites. -Los dos nos reímos y me doy cuenta en el acto que Rachael debería haber salido con él. Digo, en plan amigos, quedar para ir a ver escaparates de moda o cosas así. Connor es un buen tío y bastante simpático y parece...no sé, humilde-Yo a tu edad también amaba la fiesta, saltarme las clases y emborracharme hasta perder la conciencia.
-Si me pemites decirlo, jefe, no entiendo cómo puedes ser amigo de Rachael.
-¿La señorita Turner? Es buena chica.
-Oh sí, no me malinterpretes, es mi mejor amiga y hemos compartido piso durante un tiempo. La quiero como la hermana que nunca tuve.
-¿Eres hija única? Yo también.
-No pero, digamos, que como si lo fuera. Un papel o lo que digan unos análisis no te convierten en familia.
-He de admitir que tú tampoco encajas en el perfil que yo tendría de la mejor amiga de la señorita Turner. En confianza, es un poco estirada.
Me río. No puedo evitarlo pero después le pido perdón mentalmente a mi amiga.
-Yo intento que se desmelene un poco, pero ya la conoces. Solo está centrada en su trabajo.
-Es muy buena. De verdad, ojalá yo fuera la mitad de buen diseñador y organizador que ella.
-Eso es muy llamativo.
-¿El qué?
-Que un hombre heterosexual le guste la moda y se dedique a ella. Con orgullo y pasión.
-¿Quién te ha dicho que soy heterosexual?
-Ay, lo siento mucho. Soy una insensible por suponer algo así. Aún quedan rastros de esa sociedad retrógrada y machista y homófoba que estamos trabajando en destruir. Pero, aunque me duela, a veces me vienen estos pensamientos. Honestamente, pensé que te habrías tirado a Rachael si no no encuentro otro motivo por el que siguieras hablándole.
-No, no me he acostado con Rachael. Y sigo siendo su amigo porque es interesante todas esas facetas suyas.
Aunque lo camufla bebiendo un poco de vino veo que mi comentario le ha ruborizado ligeramente.
<<Es que Elina, de verdad. Mal.>>
-Y aunque apoye a la comunidad y no tuviera ningún problema en ser gay, soy heterosexual. Y, volviendo a tu comentario de antes. A veces es duro trabajar es una empresa de moda porque todos dan por hecho que por ser hombre eso fragiliza tu masculinidad o algún tipo de chorrada por el estilo. Te llueven las críticas y los insultos. A mí siempre me ha atraído este mundo y no pienso dejarlo por nada.
-Qué pena que tengas novia porque te juro que eres el puto hombre perfecto.
Niega con la cabeza mientras los dos dejamos en la mesita de cristal nuestras copas.
-No tengo novia pero me gusta saber que te parezco el hombre perfecto. Para mi madre también y te aseguro que ya me ha presentado a todas las hijas de sus amigas, vecinas, compañeras de trabajo intentando cambiar eso.
-¡Que viva la soltería!
-Ay señorita Hawkins, me encanta ese lado tuyo.
-Ah sí, ¿cuál?
-El de suponer cosas de mí, que hayas creado en tu mente una imagen de mí. Es...excitante.
No sé si es por la copa de vino o porque se me ha ido por completo la cabeza pero algo se activa dentro de mí (y entre mis piernas) cuando Connor susurra esas palabras con ese aire tan seductor. Y encima con ese tono inglés que creo que ha conquistado y roto corazones. Debe ser mi imaginación pero no puedo evitar perderme en esos ojos azules grisáceos que me miran con alegría y suspicacia. Trago saliva, el ambiente se ha cargado y, joder, creo que me voy a ahogar.
Entonces entra en la estancia un perro ladrando, contento y feliz de ver a su dueño. Es un precioso Golden Retriever claro que se acerca sin dudar a Connor que lo acaricia y le da unas palmadas.
-Cooper, te presento a la señorita Hawkins, señorita Hawkins, te presento a Cooper.
-Llámame Elina. O Eli.
Pero antes de poder reaccionar el perro se abalanza sobre mí y comienza a lamerme entera. Yo vuelvo a reírme y le acaricio y trato de hacerle hueco para que se suba entre Connor y yo.
-Es precioso.
-Un poco travieso pero muy social y leal.
Cooper nos mira a los dos antes de pasar su cabeza por mi brazo invitándome a acariciarle. Y con eso, ya se ha ganado un hueco en mi corazón.
-Ojalá yo tuviera tiempo de tener un perro. Me encantan.
-Cooper tiene un año. Lo adopté cuando era un bebé porque no lo querían en el refugio. Decían que tendría que adoptarlo alguien o si no lo sacrificarían porque era mucho gasto. Tiene una enfermedad que le ha hecho ser ciego de un ojo.
-¿Cómo se puede ser tan cruel? Yo te voy a querer, Cooper. Si tú me aceptas claro.
En respuesta Cooper no para de saltar y de lamerme.
-Creo que le has caído bien.
Alzo la mirada hacia Connor y, no sé, me parece mucho más humano que antes. No todo el mundo estaría dispuesto a pagar un tratamiento y tener a un perro enfermo y él lo ha acogido y querido como uno más de allí. Lo sé, aún sin conocerle que Cooper es como un hijo para él.
-Y yo creo que lo que hiciste fue un acto precioso. Ojalá pudiera quedarme pero tengo mucho lío:trabajos y demás cosas de la universidad.
Me levanto del sofá y Connor y Cooper me acompañan hasta la puerta principal. Me agacho y abrazo el cuerpo limpio de Cooper y después le estrecho la mano a Connor.
-Ah, toma, las llaves. Para que puedas entrar cuando quieras. Empiezas mañana, ¿cierto?
-Eso es. -Jugueto con el llavero un poco nerviosa pero al final me despido y salgo al rellano-Adiós Cooper, adiós Connor. Gracias. Por todo.
-Adiós señorita Hawkins.
-Llámame Eli. Es más yo.
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