Capítulo 29:Todo es un desastre.
Rachael
Katherine se acerca con paso decidido hacia nuestra mesa con la mirada clavada en mí. Lleva los puños cerrados y una mirada furiosa.
<<¿Qué hace ella aquí?>>
Miro a Dereck quien parece igual de sorprendido que yo.
Todos los comensales guardan silencio contemplándonos curiosos. La orquesta no para de tocar, aunque sus integrantes parecen entusiasmados por saber qué va a ocurrir.
Esto no puede estar pasando. Esta chica tiene un problema serio con Dereck, ¿tan complicado es aceptar que no la ha elegido a ella? Busco la mano de Dereck pero él no me devuelve el agarre, está aterrado, confuso y cansado. Y creo que yo también.
Miro hacia los Hamilton que parecen mucho más alegres que unos minutos atrás.
—¿Me vas a dar una explicación de qué te ocurre?—Cuestiona Katherine cuando llega a nuestra mesa con los puños sobre su desarrollada cintura. El estómago se me revuelve y la impotencia se apodera de mi.
—Kat, no hagas un numerito ya te dejé las cosas claras por teléfono.
—Mi hija tiene todo el derecho del mundo a luchar por lo que es suyo—interviene Wyatt.
—Yo no soy suyo.
—Dereck, piénsalo un momento. Con todo lo que hemos vivido juntos, ¿vas a estropearlo por una pobre que no tiene nada que ofrecer?—Me quedo sin habla al no comprender a qué viene de repente esta escena. Hundo el cuerpo ligeramente hacia abajo para mantenerme al margen de todo aquello.
—Los problemas de Rachael y los míos no te importan, así que vete.
El ambiente es tenso y los integrantes de la banda han dejado de tocar y solo se escuchan los gritos de estas dos familias y el agua cayendo por la fuente. Mantengo la mirada fija en el plato mientras revuelvo con el tenedor su contenido. Ojalá pudiera desaparecer.
—¡No puedes hacerme esto!—Grita Katherine tirando del mantel hasta el suelo. La cubertería cae también a él haciéndose añicos.
Ahogo un grito mientras Dereck se levanta.
—Kat, relájate—le ordena Dereck clavando la vista en la rubia.
—Te quiero Dereck y vamos a formar una familia, ¿es qué no te acuerdas?
—Kat. Vete por favor.
Antes de que ella vuelva a abrir los labios una voz diferente se une a la conversación.
—Dereck, te vas a casar con ella.
Todos los allí presentes nos giramos hacia la grave voz y allí está Adler con sus semblante pasivo y orgulloso y entonces comprendo que estoy acabada. Nuestra relación va a llegar a su fin a no ser que Dereck me escoja a mí antes que a la herencia. Y eso lo veo imposible.
—¿Qué haces aquí?—Replica mirando a su padre.
—Si deseas mi dinero te casarás con la hija de los Hamilton.
—La única condición era que contrayese matrimonio, no dijiste con quién.
Adler permanece en la puerta mirando hacia nosotros con tono decidido y seguro al contrario que Dereck que es desesperado.
De un momento a otro las cosas se han torcido. Y mucho .
—Ahora he cambiado opinión. Te casarás con Katherine.
—No puedes hacer eso.
—Es mi dinero, yo mando y hago con él lo que quiera.
Dereck me mira a mí, luego a su padre y después a los Hamilton barajando mentalmente sus posibilidades. Quiero decir algo, cualquier cosa para que Dereck se dé cuenta que el dinero no te da la felicidad. Que cenar todos los días platos de doscientos dólares no es lo que hay que disfrutar de la vida; deseo levantarme cogerle de la mano y abandonar la estancia para darle un abrazo y susurrarle que todo va a ir bien, que no necesitamos la herencia de su padre para poder vivir, pero no lo hago, permanezco sentada en mi silla mirándole impaciente a la espera de que diga algo.
—Me caso con Katherine y me das la herencia.
—El mismo día de la ceremonia.
—¿Has venido aquí solo para esto?— Su padre comienza a caminar hacia nuestra mesa con una sonrisa tranquila.
—He venido porque Katherine me lo ha pedido.
—¡Señor Miller, dígale a su hijo que está equivocado al salir con ella!— Me señala con un dedo acusatorio. Durante un instante todas las miradas se fijan en mí para luego volverlas a poner en las dos familias protagonistas.
No puedo creer que Dereck esté pesando en la posibilidad de casarse con ella. Después de haberle dado algo tan mío, de haberle dado otra oportunidad, de haberme dicho que me quería y de haberle dicho yo que lo amo. Katherine que me mira con cara de repulsa y si ella pudiera estoy segura de que me arrastraría por los pelos hasta devolverme a Nueva York o mejor, a Tailandia.
—Piénsalo bien Dereck. Todo el dinero de tu padre, cada centavo será tuyo—le anima Wyatt.
—¿Vas a echar por la borda todos los años que has esperado en conseguir mi dinero? Si te vas con Rachael al principio puede que sea muy bonito, pero no tendrás lujos ni coches. Nada, ¿de qué vas a vivir? ¿de una chica que solo puede mantenerse a ella en un piso cutre con una niña loca? Tendrás que trabajar. Y,¿qué vas a hacer cuando rompáis? Si la elijes a ella no vas a volver a tener esta vida.
Dereck tarda más de lo que me gustaría en pensar, pero no parece convencido del todo. Casi le ahogo con la corbata por llamar a Eli niña loca. Quién se ha creído que es.
—Yo...No sé qué hacer.
—¿Arriesgarías a perder todo tu dinero, coches, lujos, comodidades por esa chica que casi ni conoces? Solo es un capricho. Yo soy más guapa, más lista, más sexi y nos conocemos desde siempre. Además tengo dinero de sobra sin necesitar el tuyo. Somos casi familia. Con Rachael nunca va a ser así, ¿y si después te aburres de ella o no es como esperabas? Te recuerdo que nuestra casa es enorme, con todos los lujos imaginables y más. Pero, ¿la de ella? Comparte piso con otra chica—insiste Katherine envolviendo su mano a la suya y apartándose el flequillo de los ojos.
Yo sigo sin intervenir sintiendo cada una de sus mentiras como veneno que me paraliza. No le voy a presionar a que me elija a mí ni voy a negar lo que creo que él tiene que dar por hecho.
—Tienen razón, — intervengo por primera vez. Kat me mira desquiciada, llorando y roja de la furia. Los Hamilton con aire altivo, como si lo que yo tuviera que añadir no fuera importante. Dereck ni me mira y Adler parece más que tranquilo entre todo este caos. Siento vergüenza ajena por todas las miradas que nos estudian curiosos— tu vida con ellos es una vida de ensueño conmigo solo te espera una sencilla vida aunque también un amor incondicional. Sé que yo no tengo que ofrecer ni la mitad de lo que ella te puede dar pero te conozco como a nadie y tú a mi también. Me has contado cosas que no creo que ella conozca y sabes que sin riesgos la vida no sería lo que es. Y eso es el amor, arriesgarse a fracasar pero también permitirse ser feliz.
Todo se calma por primera vez desde que han llegado Adler y Kat. No me creo que esto sea verdad. Estas familias están locas. Locas de verdad.
—Me casaré contigo Kat.
Los comensales se levantan para aplaudir, Katherine salta a los brazos de su recién prometido y le besa apasionadamente. Los Hamilton unen sus manos satisfechos del resultado. Se desata una oleada de alegría, felicitaciones y barullo.
Y yo me quedo pasmada. Literalmente.
Me cuesta un poco procesar la última frase emitida por Dereck sentenciando que se va a casar con ella. Su voz se repite en mi cabeza como un eco y dejo de escuchar los comentarios de alegría y aplausos que están teniendo lugar. Por unos segundos mi mente abandona la realidad, no escucho nada más allá que el eco de mi cabeza mientras mi mirada se pierde en la nada.
La ha escogido a ella. Ha preferido el dinero antes que a mí y lo peor de todo es que no ha pasado ni un día, ni un día desde que pensé que podríamos ser felices.
—Ya puedes irte—comenta una voz devolviéndome a la realidad. Levanto la vista para encontrarme con la esposa de Wyatt que me mira con recelo.
Asiento apartando la vista, me coloco el bolso y ando en dirección a la salida con la mente aún en blanco.
Todo a mi alrededor es negro, oscuridad como si acabase de caer en un pozo sin salida. He vuelto a cometer el mismo error, le he brindado otra oportunidad pensando que me amaba y he vuelto al mismo lugar que al principio. Si es que podrían darme el Óscar a la más patética.
El corazón se me empequeñece en la caja torácica al tiempo que corro e intento convencerme de que Dereck me sigue; que va a cogerme de la mano y vamos a huir del mundo como hizo con los paparazzis esta mañana. No lo hace, camino sola, destrozada, avergonzada y humillada. Nunca me he sentido tan mal. Siento los trozos de mi alma escrurriéndose entre mis dedos y solo puedo mirar impotente como todo se ha acabado. Ya no me queda energía ni fuerzas. Solo quiero huir. Huir del mundo, de mi misma, del aturdimiento que embota mi cabeza y de los Miller, Hamilton y del dinero.
Me paro para echar una última miada a la persona que durante unas semanas había robado mi corazón para luego destrozarlo. Él también mira en mi dirección aunque se encuentra pasivo, con el dolor reflejado en sus ojos. Katherine habla con ímpetu con una familia y Wyatt le pasa a Dereck un brazo por la espalda mientras le repite que ha hecho una buena elección.
Coloco la mano en el manillar que me llevará al exterior, a la oscura noche, aunque no va a ser muy diferente a la oscuridad de mi corazón. Vacilo unos instantes deseando echar a correr a los brazos de Dereck o sentirlo detrás de mí susurrándome que lo que acaba de hacer es una estupidez y que vamos a estar otra vez como antes, pero nada de las dos cosas ocurren.
Tan siquiera siento el frescor de la noche invernal en Barcelona mientras camino de vuelta al hotel. El conductor de la limusina de los Hamilton me pregunta si quiero que me lleve, desconocedor de lo que ha pasado. No le contesto solo sigo caminando sin sentir ninguna emoción en particular, únicamente vacío y oscuridad.
La calle está iluminada por las farolas pero no me llega la luz que emiten. En su lugar mis pasos lentos y continuos son alumbrados por las imágenes de mi mente. No me desvío por la calle que conecta con el hotel, solo camino por la acera cuyo destino desconozco.
Una mujer me pregunta si necesito algo o si me encuentro bien, pero no contesto, solo camino y dejo la mente en blanco.
Decido pararme a descansar en un banco cuando noto cómo los tacones me rozan los tobillos abriendo heridas que me dificultan seguir con mi intención; caminar.
Saco el dispositivo móvil del bolso y lo enciendo presentándose ante mi vista la pantalla de bloqueo una fotografía de dos jóvenes; ambos felices. Sonríen a la cámara con sus caras a escasos centímetros. Dereck se encuentra agachado para llegar mejor a mi altura y detrás de nosotros una casa de Gaudí que me fascinó por su extraño diseño. La miro durante unos cuantos minutos sin sentir ninguna emoción. Solo vacío. Y eso había sucedido exactamente hace 3 horas. Voy a ser patética toda mi vida.
—Hola tía, ¿qué tal todo por Barcelona?—Pregunta una voz a la otra línea del teléfono cuando marco el número de Eli.
—Se va a casar con ella—respondo. Mi tono es tranquilo, sin vida, roto, sin esperanzas.
—¿Qué dices Rachael?
—Se va a casar con ella—repito.
—¿Dereck se va casar con Katherine? Pero si me habías dicho que ibais a empezar a salir.
—Se va a casar con ella—esta vez rompo a llorar desconsoladamente expulsando todas las emociones que están guardadas en mi pecho.
—Tía, no pasa nada, tranquilízate. Respiras y me lo cuentas.
Pero no puedo cumplir con su consejo. Lloro sin poder parar, las lágrimas empañan mis ojos nublándome la vista y caen por mis mejillas y me resbalan por los labios, son saladas y me ahogo con ellas, con los mocos, con la sensación de ausencia de aire. Grito, me rompo más y más hasta que pedazos de mi corazón acaban desapareciendo. Como si nada, como si no importase. No he sido fuerte, he vuelto a tocar hondo y me siento frustrada e impotente. Culpable de ese sufrimiento que me aprisiona el cráneo.
Me cuesta respirar y deseo que el dolor que se ha instalado en el pecho se esfume o al menos disminuya un poco para no sentir como si mi interior estuviera en llamas.
—Rachael, es...un gilipollas. No le des mayor importancia y olvídate de él. Si no te quiere mándale a paseo. El se lo pierde escúchame bien: él-se-lo-pierde. Tú sólo has ganado. Has ganado fuerza, poder y vas a aprender a quererte después de esto.
—Eso lo dices porque eres mi amiga pero sabías que esto iba a acabar así, no soy nada para él Eli.
Me limpio las lágrimas con la manga de la rebeca y mi respiración se agita.
—Es un niñato, olvídate de él. Si estuviera allí te juro que te daría un enorme abrazo y te obligaría a salir a la terraza en bragas a bailar para sentirte mal por algo—me río al imaginarme la escena—. Eso es lo que quiero oír, risas.
—Yo le amo.
—Lo sé Rach. Te entiendo perfectamente, yo también estuve en esa posición cuando rompí con Dexter.
—¿Qué hiciste para apaciguar el ardor de tu corazón?
—Me acosté con un tío. Pero ni se te ocurra hacerlo, ¿me escuchas?
Asiento, consciente de que no puede verme.
—¿Entonces qué hago?
—Hablar conmigo—hace una pausa y añade—. Dexter fue lo peor que me ha pasado en la vida. Todos, absolutamente todas las personas, me decían que me fuera de allí, que él sólo me utilizaba y después me dejaba como si fuera un trapo sucio. Que el amor no tiene que doler Rachael, que si una persona te quiere va a hacer lo imposible para estar contigo, no te presiona para convertirte en algo que no eres, no busca excusas para no estar contigo, no le importa si ese día no te aparece acostarte con él. Y es verdad pero yo no lo veía, no veía que cuando me pegaba no era que hubiese tenido un mal día sino que era un maltratador, que cuando yo le contaba algo que me hacía ilusión y él me menospreciaba y se reía no era porque mi ilusión fuera ridícula sino porque era un cretino de mierda con la moral por los suelos.
—Eli, no tienes que remover el pasado—le interrumpo entendedora de que ese tema es demasiado importante para ella. Nunca me ha hablado con tanta claridad, con tanto dolor, pero superación y aprendizaje y sabiduría de él. Sólo sabía que había tenido una relación tóxica con Dexter pero nada más.
—No me importa recordátelo si te ayudo con ello, pero a lo que quiero llegar es que hay muchísimos tíos por allí esperándote y no tienes que llorar por un estúpido que no te valora. Ha sido un episodio increíble en tu vida como muchos otros ocurrirán. No te discuto que ahora mismo te duela solo pensar en él pero tienes que comprender que Dereck no es el amor de tu vida. Mírame a mí, pensaba que nunca más podría sentir lo mismo por alguien como lo hice por Dexter y ahora estoy muy feliz con Scott. Y si no es con Scott me tengo a mí, te tengo a ti. Tía, ¿quién necesita a un capullo para ser feliz? Porque, yo tengo claro, que me elijo a mí. Elijo ser feliz sin sentirme inferior, sin sentir que, si ese día no me ha quedado bien el maquillaje, se va a ir. Yo elijo vivir sin miedo, sin dudas y sin moratones. Y tú tienes que elegir lo mismo: tienes que ponerte a ti delante de cualquiera, incluso de mí. Guárdate esas lágrimas para alguien que valga la pena.
—Tienes razón. Pero me siento culpable, ¿debería haber hecho algo más para impedir que se hubiera marchado con esa bruja?
—Ni se te ocurra culparte a ti Rach. El único responsable de toda esta mierda es Dereck, nadie más—puedo imaginármela señalandóme con su dedo mientras dice esas palabras. En otra situación me habría reído ante el modo en el que nos hemos intercambiado los papeles—. Ahora vas a marcharte al hotel, buscas el próximo vuelo a Nueva York y te metes a dormir.
—Estoy orgullosa en la mujer en la que te estás convirtiendo, Eli.
Vuelvo al hotel y hago exactamente lo que Elina me dice, pero el dolor que siento por todo mi cuerpo no disminuye. Tan siquiera con la cálida ducha que tardo una hora en darme. La cama se me hace muy pequeña, al igual que la habitación.
Me levanto para acostarme en el sofá ya que en la cama no puedo evitar que muchos recuerdos me atormenten. Recuerdos que pensé que serían motivo de felicidad y que ahora me desgarra. Vuelvo a llorar a pesar de que he hecho todo lo posible para evitarlo.
La cabeza me duele, no tanto como el corazón pero más que el estómago que lucha por expulsar la cena que he ingerido.
Doy vueltas por la habitación para internar calmarme. Me tomo una tila, escucho música y veo un documental sobre la sabana africana, pero nada distrae a mis pensamientos.
<<Me casaré contigo,Kat.>>
Me siento en el suelo sin saber qué más puedo hacer para apaciguar tanto dolor, así que empiezo a mirar las manillas del reloj situado en la pared que marcan las cuatro y media pasadas de la madrugada.
Paro de llorar ya que mis sacos lacrimales se secan y no ingiero agua a pesar de la sed. Todo para evitar que el llanto vuelva a consumirme.
Me levanto del frío suelo y comienzo a deshacer la maleta. Meto la ropa doblada de nuevo en ella y la vuelvo a deshacer para mantenerme entretenida hasta la hora en la que parte el avión. Tan siquiera siento miedo de volver a subirme en un vehículo aéreo.
Levanto la persiana con los primeros rayos de sol y empiezo a limpiar la habitación y hacer la cama de matrimonio.
Me encuentro muy cansada, las ojeras nacen debajo de mis ojos rojos y casi no tengo fuerza para moverme, pero por alguna razón que desconozco no puedo parar de hacer cosas.
Antes de salir de la habitación con la maleta preparada siete veces, me coloco unas gafas de sol y un pañuelo por la cabeza para pasar desapercibida.
Cuando recorro el pasillo en dirección a los ascensores paro en la puerta número veinte. Abro la maleta y saco el libro que me prestó aquella noche que me invitó a cenar. La noche en la que me abrí a él por primera vez.
Inspiro y espiro lentamente dos veces y llamo sin ningún cuidado.
Dereck no tarda en abrir la puerta y me sorprende no encontrar a Katherine pegado a su culo. Me mira con ojos cansados, seguramente tampoco habrá pegado ojo en toda la noche y un brillo de esperanza se le dibuja en su cansado rostro.
Pero esta vez no me voy a dejar conquistar, no voy a rendirme a sus pies y mucho menos le voy a dirigir más de las dos frases que tengo planeado presentarle.
—Tu libro—le lanzo el objeto al pecho para no mantener contacto físico con él. Le pilla por sorpresa pero lo atrapa al vuelo—. Supongo que ya no quieres que organice tu boda, así que quiero el contrato de dimisión.
—Rachael. Por favor, seguro que podemos encontrar la manera de salir de esta— su voz suave como el terciopelo está plagada de súplica y de remordimiento. Pero no me importa.
Le miro impasiva. Aunque él no puede presenciar mi mirada ya que no me quito las gafas de sol, una punzada atraviesa mi corazón cuando escucho esas palabras pero el recuerdo hace que esfume tan rápido como ha venido.
—Sí, podemos. No volviendo a hablarnos lo que nos queda de vida—el corazón al igual que el alma se me caen a los pies y tengo que armarme de demasiado valor para poder hablar con él sin que se me quiebre la voz.
—Rachael, por favor.
Mueve la cabeza hasta apartar su mirada de la que comienza a brotar las lágrimas y no reprime el sonido del llanto. Me suplica, me dice palabras que me suenan vacías y se arrodilla delante de mí.
—¿Vas a darme el papel?
No siento ni una pizca de pena hacia este hombre que ha arruinado lo poco que quedaba de mi corazón.
Vuelve la mirada, incrédulo, como si estuviera seguro que montando ese espectáculo iba a perdonarle. Se ha chocado de lleno con la realidad, igual que yo el día anterior.
—La señora Smith me ha dicho que la vas a terminar de organizar tú.
Asiento, aunque en verdad no tengo ganas de bodas en este momento y menos la del hombre que me ha dejado plantada por dinero.
Giro mi cuerpo. Con un Dereck aún sumido en la melancolía y la desesperación. Coge mi mano entre las suyas para impedir mi huida. Un escalofrío me recorre la espina dorsal ante ese contacto, me giro y aparto la mano bruscamente.
—Al menos dime...dime que...me quieres. Quiero oírlo por última vez de tus labios.
Me giro y ando con paso bastante apresurada ignorando que me llama y corre detrás de mí. Pero ya es tarde, demasiado.
Me agarra de la cintura y me gira hacia él. Envuelve sus labios a los míos. Se lo permito soltando la maleta para poder agarrarle del pelo. Ejerce una pequeña presión en mis costados continuando con aquel beso. Pero me aparto y me coloco el pañuelo que se me ha caído.
—Adiós Dereck—susurro y emprendo mi huída.
Las ocho horas de vuelo se me hacen como semanas. Me es imposible concentrarme en adelantar algo de trabajo o escribir algún artículo sobre el desfile de verano. El corazón me dado un vuelco desmesurado cuando a mi lado se han sentado una pareja joven, ambos riéndose y charlando.
En múltiples ocasiones he ido al baño del avión para vomitar. Aunque como no he ingerido nada desde ayer por la noche se han quedado en unos pequeños espasmos y algunas arcadas.
Únicamente deseo dormir y despertarme mañana con la esperanza de que sea un día nuevo y que Dereck siga a mi lado cuando lo haga.
Eli me espera en la salida del aeropuerto con los brazos abiertos y una sonrisa en los labios.
—Dios mío Rachael. Das miedo.
Es lo primero que me dice cuando nos separamos del largo abrazo.
—No me has visto sin las gafas, eso sí es dar miedo—la voz me sale ronca y me mantengo seria.
La tarde en Nueva York es soleada a pesar de la época del año en la que nos encontramos y agradezco que no haya un grupo de periodistas esperándome para acribillarme a preguntas.
—¿Has dormido algo?
Niego con la cabeza y ella me mira furiosa.
—Dime que has comido.
—Eli, mañana será un nuevo día.
—Mañana el dolor será más fuerte que hoy y menos que al día siguiente.
—No creo que alguien se pueda sentir peor de como me siento ahora.
—No me fastidies, has entrado en la fase depresiva. ¿Ya has pasado la de negación? Es verdad. Ayer.
Llegamos a su coche y durante el trayecto no hablamos de nada. Finjo que no me molesta cuando me mira de reojo pero tan siquiera tengo fuerzas para discutírselo. La vida en la ciudad sigue su ritmo igual que cuando abandoné el país y me relaja mirar los enormes rascacielos que se alzan sobre nostras.
Eli aparca pero no en nuestro piso sino en la cafetería en la que solía desayunar antes de todo el ajetreo de los Miller.
—No acepto un no como respuesta—me indica mi amiga mostándome un billete de diez dólares.
Miro el local desde la ventanilla con nostalgia. Desearía volver a esa época de mi vida en la que los Miller eran un simple apellido como otro cualquiera, ¿por qué tuve que aceptar el trabajo?
Al comprobar que no abandono el vehículo Elina abre la puerta y me echa una mirada inquisidora.
—Si no me vas a acompañar te traigo yo misma el café y si es necesario te ato al asiento, te abro la boca y te obligo a tragártelo.
Tardo unos segundos en bajar del coche sin apartar la mirada de la diminuta cafetería cuyo producto estrella se huele desde kilómetros.
<<Mañana será un día nuevo, estoy segura.>>
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