Capítulo 29: El felices para siempre no es para nosotros
Dereck
— Mein Kind!*
* ¡Mi niño!
Mi madre me abraza tan fuerte que creo que me va a afixiar, pero no me importa. Me tengo que agachar bastante para poder llegar a su altura. Mi madre llora de felicidad y me acuna la cabeza contra ella como cuando era pequeño.
Siempre me hace ilusión ver la reacción de alegría que explota cuando me presento por sorpresa. Lo he hablado con Volker, para que se asegurara que Agna estuviera en casa.
Por un segundo, entre sus brazos, soy capaz de olvidar le motivo por el que he viajado hasta allí, olvido que llevo demasiados meses sin verles y que durante ese tiempo todo ha cambiado mucho, muchísimo.
La casa de Berlín se encuentra a las afueras de la ciudad, en una zona residencial, tranquila, agradable, llena de parques y de árboles para que los niños salgan y juegen al aire libre. Hay muchas fuentes, bancos y rincones muy agradables. Mi madre vive en una urbanización grande, llena de casas bajitas, todas del mismo estilo pero de una gama muy variada de colores. Volker y ella viven en una casa de tres plantas, no muy grande, pintada de azul claro con enredaderas subiendo por toda la fachada y con un pequeño jardín delantero en el que solo hay un pequeño tobogán y una casa de madera que mi padrastro les construyó a los niños.
Volver a verlos es como volver a la calma, a la felicidad, a la comodidad, como si volviera a ser un niño y que con un abrazo de mi madre todo puede desaparecer.
—Überraschung. Ich hoffe, es hat euch gefallen*
*Sorpresa. Espero que te haya gustado.
Mi madre me mira de pies a cabeza sonriendo y colocándome las mangas del jersey. Ella lleva el pelo rojo recogido en un alto moño y viste el uniforme del hospital.
Volker aparece en ese momento al lado de Agna y me tiende una mano dándome la bienvenida.
—Wussten Sie?*—Pregunta mi madre a su marido señalándome, incrédula.
*¿Lo sabías?
Volker se limita a asentir y a dar un suave beso a mi madre. No me incomoda, ni mucho menos, este hombre se merce todo lo bueno del mundo y tiene ganado mi respeto sin que nunca me lo haya pedido. Se ha portado de una forma ejemplar con Hedwig y con mi madre, ha tenido una paciencia infinita y estoy convencido que si me hubiera tenido que acoger a mí también en su casa no lo hubiera dudado ni un instante.
Mi madre me invita a pasar y comienza a hablar sin parar de su trabajo. Entro en la casa con un suspiro. Todo sigue tal y como estaba la última vez que vine. El interior de la casa parece sacada de la imaginación de un cuento de niños. El papel que forra las paredes del ancho pasillo son flores rosas y magenta. Hay tantos marcos que casi no dejan ver el dibujo de las flores pero ahí están.
Me paro, porque siempre lo hago y hoy no va a ser la excepción, a ver las fotografías que tienen expuestas. Hay decenas, de la segunda boda de mi madre, de ella en el hospital con un paciente, de Krestin en el colegio, de mis dos hermanos en la playa, una del pequeño Timor, del embarazo de mi madre y...Una de mis favoritas. Si no prestas atención es una de las que menos destaca entre esa masa de cuadros de diferentes tamaños y formas, pero ahí está Krestin, con la melena castaña llena de tirabuzones ondenado al viento y sonriendo con tanta vida que te enternece el corazón.
Puedo contar los lunares de su piel, puedo verme reflejado en el marrón de sus ojos, puedo ver las arrugas al rededor de sus ojos. Justo al lado estamos los dos, con un grupo de amigos del club de natación, dándonos un abrazo. Hay otra foto de mi madre y de Adler en el hospital con dos vultitos entre los brazos de mi madre.
Ni Agna ni Volker interrumpen mi momento de ver las fotos porque saben que me encanta pasar largos minutos sintiéndome parte de esa pared.
Me obligo a separarme y a entrar en la única sala que hay en la planta de abajo que es una cocina americana, diáfana, que conecta con el salón y con la mesa de madera blanca que usan como comedor. Mi madre abre la nevera y empieza a ofrecerme cosas para tomar pero rechazo el ofrecimiento.
Volker se sienta en el sofá y coje el ordenador que había dejado apoyado en el suelo y que mantiene cargando para seguir haciendo lo que sea que estuviese haciendo antes de mi llegada sorpresa. Me asomo al patio trasero que se ve desde el salón y ahí están los dos niños: jugando con unas muñecas y cochecitos. Hedwig le está echando la bronca por algo que ha echo mal a Timor.
Me encantaría que Rachael me hubiera acompañado, querría que conociera a la mujer de la que tanto le he hablado y a mi hermana pequeña. Le hubiera encantado la estética de la casa, estoy seguro, porque ella es un poco extravagante y tan fuera de lo común como Agna Auttenberg.
Abro la puerta que me separa de ese pequeño jardín, que apenas es un trozo de césped bordeado de piedras y digo en voz alta y firme.
—Prinzessin.
Mi hermana, que está con el ceño fruncido, levanta la vista hacia mí. Al principio no reacciona, solo se queda mirandome con esos ojos azules iguales que lo míos. Mi corazón da una voltereta dentro de mí y es que, es una parte de mí, no verla cada día es un castigo, una condena que no sé en qué momento decidí aceptar.
Su hermano se gira hacia mí al ver a Hedwig abriendo los ojos como platos, con su boquita rosa.
—¡Dereck!—Grita tirando al suelo la muñeca que estaba peinando y viene corriendo hacia mí.
La elevo de suelo y la abrazo con cariño. La niña se aferra a mi jersey de punto fino como si le fuera la vida en ello.
—¿Estás...Aquí?—La estrecho como si quisiese deshacer el nudo que tengo desde que me tuve que despedirme de ella en París—¿Venir para mí?
Levanto su cabecita que había apoyado en mi hombro y le doy con el dedo en la nariz.
—No entiendo qué dices, enana.
Frunce el ceño y me da un manotazo suave mientras se encoje de hombros.
—Es spielt keine Rolle. Sind Sie hier.*
*No importa. Estás aquí.
Vuelve a meter la cara en el hueco de mi hombro. Le doy un beso en la coronilla y aprovecho su momento de distracción para quitarle la horquilla que sujeta la mitad de su pelo. Es un lazo que conjunta con el uniforme de su colegio.
—No. Dereck. Mío.
—¿Esto?
La niña se toca la cabeza desconcertada y trata de quitarme su accesorio. Los dos nos reímos cuando me lo pongo en la espalda. Trata de reptar por mi espalda para alcanzarlo pero yo me lo pongo en la cabeza.
—No se viste así.
Me río con ganas y se lo doy para que me lo coloque ella. Empieza a dar aplausos al aire y a reírse diciendo que me queda muy bien. Miro al pequeño de la familia que nos observa con cautela, se ha puesto en pie y se retuerce sus manitas sin atreverse a mirarnos.
—Mira Timor. ¿Te gusta?
Krestin me da unos golpecitos en la cabeza, todavía entre mis brazos. El pequeño asiente, bajando la mirada a sus pies.
Alzo a la pequeña pelirroja por encima de mi cabeza y juego en soltarla para volver a cogerla y después giro con su risa infantil inundando mis oídos.
—¿Te ha gustado la sorpresa de Dereck?
Mi madre aparece por detrás mientras dejo a Hedwig de nuevo en el suelo.
—Sí. ¿Te vas a quedar?
Me mira esperanzada y me parte el corazón y el alma tener que agacharme y coger entre mis manos las suyas.
—No, cariño, me voy en breve. Tenía que decirle una cosa a mamá pero después tengo que volver.
—¿Con la bruja?
Se cruza de brazos y se da la vuelta. No me gusta hacerle daño pero sé que sus ganas de verme son inmensas y que le voy a arrebatar este momento demasiado pronto. Timor se acerca a mi madre y le toca el bajo del pantalón.
—Hed. Dereck tiene que trabajar pero va a venir por vacaciones, ¿vale?
La pequeña no se gira sino que continúa con el gesto altivo. Mi madre me toca el hombro pidiéndome compresión mientras coge en brazos al pequeño.
—Me quedo a dormir, ¿vale?
Se gira rápidamente y empeiza a gritar de euforia.
—Es que no sé por qué vives con bruja y no conmigo.
—Ay prinzessin.
Miro de nuevo a mi madre que me sonríe un poco tensa. Sabe todo el lío de bebé que al final no es mío, el engaño de Kat y de mi separación. En cuanto vuelva de Miami, voy a firmar el divorcio.
—Mamá te ha explicado que Dereck ya no está con Katherine.
—¿Seguro?
Asiento y le doy un abrazo.
—¿Ahora Rachael? Chica de la foto—a veces desearía que esta niña fuera menos inteligente. Pero creo que eso la hace más especial.
Alder es un auténtico gilipollas y esta dulce niña de mirada pilla sólo lo termina de confirmar. Renegar de su paternidad, no querer verla crecer, caerse, reír, verla hacerse una mujer...Debería darle vergüenza verse en el espejo.
Y ahora tiene un hijo con Beatrice. En fin. Tengo que recordarme que mi padre es hipócrita, roza ser psicópata. No actúa de forma normal.
Me llega un mensaje de Rachael en ese momento pero no lo leo, solo me levanto llevándome a Hedwig al interior de la casa.
Volker se está arremangando para empezar a preparar la cena.
Ayudo a mi madre a bañar a los niños, y es el momento que más necesitaba para recargar las pilas. Hedwig me habla de la función de fin de curso, de la extraescolar que va escoger para el próximo curso y de las funciones de ballet de nuestro hermanastro.
—¿Vas a actuar?
Ella asiente con el pelo lleno de jabón. Regulo el agua y comienzo a aclararselo. Ella ya se baña sola pero le encanta que yo la mime en este sentido así que le doy el placer de tratarla como a mi bebé.
Mi madre está vistiendo a Timor y secandole el pelo mientras insiste a su hija a hablar en inglés.
—¡Sí! Quiero ser...Ac...Actriz.
—Seguro que vas a ser una actriz maravillosa.
Me encanta esa facilidad de los niños para cambiar de profesión a cada minuto. Hace poco quería se rprofesora o enfermera, ya ni me acuerdo, y ahora actriz.
—Sí. Quiero interpretar a Mérida de Brave.
—Kat es actriz. Igual puede ayudarte.
—Pero ella es mala. Ella es bruja de película, yo quiero ser buena, valiente y guerrera. No bruja.
Niego con la cabeza y no puedo evitar echar una carcajada.
—Hed. Vamos, sal ya de la ducha. Papá está terminando de preparar la cena.
Timor se esconde detrás de mi madre, colocando la cabeza entre sus piernas y asomándose ligeramente. Saco a la pequeña de la ducha y la enfundo en su albornoz.
La cena es muy agradable, nada que ver con la familia que se ha obstinado a creat mi padre. Aquí solo hay risas ligeras, comentarios inteligentes, amor, respeto y cariño.
Tengo que acostarme en la cama de Hedwig para convencerla de irse a dormir y, cuando me aseguro que ya está bien dormida, me escurro escaleras abajo.
Mi madre está en el salón con su marido y se levanta cuando me ve aparecer. Están viendo un programa de concursos.
—¿Ya se ha dormido?—Asiento y ella me vuelve a abrazar—Siento mucho todo lo de Kat. Mejor darte cuenta ahora que cuando fuera tarde.
—Lo sé. Estuve con la abuela Julissa.
Mi madre asiente y me sonríe con cariño. Esa mujer fue la única Miller que la apoyó y la ayudó a sacar adelante a Hedwig hasta que volvió con su familia a Dresde.
También fue la única Miller, aparte de mí, que se presentó en su boda con Volker. Sé que mi madre la quiere.
—¿Cómo se encuentra?
—Cariño, me voy a la cama.—Volker aparece por detrás de mi madre y le da un beso en el pelo— Os dejo hablar tranquilamente. Dereck, sabes que esta es tu casa.
Asiento y le doy un apretón en le hombro a modo de agradecimiento. Mi madre se sienta en el lugar de antes en el sofá y yo lo hago en donde estaba Volker.
—Está muy bien. Mayor, pero llena de vitalidad con sus plantas.
Mi madre asiente y se abrocha la bata con fuerza.
—¿Y tú?
Suspiro y me acerco a sus brazos. Esa es una muy buena pregunta, la verdad.
—Creo que un poco desconcertado todavía. No sé con qué tipo de persona he estado todos estos años, con quién me he casado—guardo un momento de silencio antes de seguir—. No es fácil aceptar que me haya hecho eso. Yo también le he sido infiel y le he echo daño, no voy a victimizarme—mi madre me aprieta contra ella para darme el apoyo incondicional que solo una madre puede ofrecer—. Pero ella siempre me ha hecho sentir fatal, me ha hecho sentir un mostruo por engañarle, por irme con otra aunque fuera solo un lío de una noche. Sabes todo lo que ha hecho Adler con mis ligues, todo lo que movió para que Kat y yo pudiéramos estar juntos. Cuando se presentó en Barcelona interpretando un papel. No me merezco todo eso.
Trato para evitar desmoronarme. No se lo merece, no es necesario volver a llorar por alguien que ni existe.
—Y ella leva diez años enaormada de otro hombre, viéndole y follando.
—Dereck—me riñe mi madre.
—Perdón. Pero es verdad, ella ha hecho exactamente lo mismo que yo pero la diferencia es que nunca sentí nada por ninguna de esas chicas y ella estaba enamorada. Quería casarse a toda costa conmigo para mantener esa imagen de hija perfecta frente al mundo y frente a los Hamilton. Hasta se puso mi apellido, para que veas el nivel hipocresía. Si es que todos son igual de serpientes veneosas.
Mi madre traga saliva antes de hablar.
—Nunca me dio buena espina y ahora sé que no es solo por su condescendencia hacia mí. Hay gente que es mala, rastrera y que para conseguir su objetivo es capaz de hacer cosas descabelladas. Sin importar quién se vea perjudicado en el camino—hace una pausa y veo que hay firmeza en su voz. Un poco de dolor, pero sé que por mí y no por ella. Y me alegra—. Pero no ha sido tu culpa, tienes derecho a sentirte traicionado, dolido y nadie puede reprochartelo pero, mi vida, ella se lo pierde. Eres oro.
—Y todo el jaleo que me ha montado con Rachael. Me podía haber dejado ser feliz.
—Ella nunca ha sido feliz por eso no sabe lo que es ser querida y respetada. Te lo he dicho, no tiene escrúpulos, no sé qué quería de ti, puede que tu dinero, tu reputación, tu apellido...Pero lo más importante es que ella es la que va a ser una desgraciada el resto de su vida. Tú no. Tú estás haciendo el esfuerzo de ser feliz.
—Soy feliz, mamá.—Y es cierto. Mi vida no es perfecta, pero estoy más que agradecido por haberme dado a mi madre, a Krestin y a Hedwig, incluso a Volker que me demuestra que se puede encontrar el amor y cuidar a una persona con tu vida. Es el padre que me gustaría tener y agradezco que mi hermana tenga el privilegio de tener como refernte— Y después lo del embarazo.
—¿Cómo has sabido que no es tuyo?
Me pongo de pié y camino con calma alrededor de la sala. Puede que eso sea lo que más me ha dolido, me ha hecho abrir los ojos. Me causa ansiedad, es muy reciente y todavía todo mi ser bulle por eso. Pero quiero decírselo a mi madre, es la perosna que más me va a apoyar y necesito saber lo que ella tiene para decirme.
—Al parecer me robó esperma al no quedarse embarazada y lo llevó a no sé qué laboratorio importante—freno frente a la puerta del jardín y observo unos segundos mi reflejo en el cristal—. Parece ser que tengo ogiosperma o no sé qué cosa.
—Oligospermia—me corrije y yo asiento sin importarme mucho el nombre en sí. Me giro pero mi madre me conoce muy bien como para saber lo que necesito y que ahora la distancia es mi principal apoyo. Sigue en el sillón, mirandome con una expresión seria—. No es imposible tener un hijo si lo padeces.
La miro interesando, ya no por el tema de quién es el padre sino por mi futuro.
—Con la fecundación in vitro, hay un procedimiento que se llama inyección citoplasmática de los espermatozides.
—Entiendo.
Mi madre sigue sentada y parece perdida en sus pensamientos.
—¿Has ido al médico? Puede que se lo haya inventado—se encoje de hombros y me mira con ojos cansados—, ya me espero lo que sea de esa mujer.
—No he ido. Pero tampoco es primordial eso ahora. La cuestión es que ella está embarazada, de otro hombre por supuesto, y al parecer es ese profesor suyo de la universidad que ahora es su director en el teatro.
Agna niega con la cabeza con incredulidad y se cruza de brazos. Yo me apoyo en la pared, imitando su gesto.
—Mi vida...Pobrecito mío. Lo siento tanto.
—No tienes la culpa de nada, mamá.
—No lo sé es que...No quiero que te hagan daño y me duele mas todavía que venga de ellos. Después de tanto, no se cansan de seguir haciéndome sufrir.
—Mama*.
*Mamá
Me acerco a ella y me siento a su lado de nuevo. Veo unas lágrimas caer por su rostro y yo me muero un poco por dentro. No quiero que sufra, no por mí, no se lo mercee. Ha derramado ya suficientes lágrimas para el resto de su vida. La quiero ver bien, feliz y viviendo esta vida que ha construido, en este tranquilo barrio de Berlín, con sus hijos.
—Ich liebe dich mehr als mein Leben, Dereck*
*Te quiero más que a mi vida, Dereck.
La estrecho con fuerza entre mis brazos.
—Lo sé, yo también.
Me da un beso en las mejillas antes de apresurarse a secarse las lágrimas.
—Vergib mir alles, dass ich nicht die Mutter war, die du brauchtest*
*Perdóname por todo, por no haber sido la madre que necesitabas.
—Das hast du großartig gemacht. Ich könnte mir keine bessere Mutter wünschen*
*Lo hiciste genial. No podría desear una madre mejor.
Ella me sonríe, sin terminarse de creer mis palabras.
—¿Cómo te sientes?—Pregunta, cambiando un poco de tema.
—Mal. Estoy triste, cansado y un poco culpable.
—¿Culpable?
Se levanta para alcanzar un paquete de pañuelos que se apresura a abrir.
—Porque sentí un poco de alivio al enterarme que el bebé no era mío. Es cruel.
Mi madre se suena la nariz y se limpia las lágrimas de los ojos. No quiero ni pensar la noche tan larga que nos espera. Quiero que todo sea lo menos doloroso posible y parece que ya ha gastado sus fuerzas. Y ni hemos empezado.
Por un momento me replanteo volver a casa sin haber hablado de Krestin porque tampoco voy a solucionar nada y no quiero verla llorar otra vez. No sé gestionar estas situaciones y cuando alguien a quien amo tanto como a ella ya es otro nivel. Pero la voz de mi conciencia, de Rachael, sigue ahí, recordándome que se merce saber la verdad. No puede vivir en una mentira.
—Yo tambien lo sentí.—se encoje de hombros como si fuese lo más lógico del mundo—Cruel fue ella que quería echarte la partenidad del niño encima sin que fuera tuyo, y ella sabiéndolo. Cruel es irte a embarazar de otro hombre sin hablarlo ni siquiera con tu marido y robarle semen para comprobar su fertilidad. Esa mujer está loca, hijo, menos mal que no es tuyo.
Me miro las manos antes de continuar. Llega el momento.
—Mamá, no solo he venido para hablar de eso—el corazón comienza a latirme muy rápido, tanto que por unos instantes me hace daño en el pecho—. Quiero hablar de Krestin.
—Te escucho—se acomoda en el sofá con el paquete de pañuelos, casi intuyendo lo que se viene. Aunque no tenga ni la menor idea.
—Verás...No sé ni por dónde empezar —ella espera mientras el nudo de mi garganta no para de hacerse más y más grande y las manos me gotean de sudor. Llevo ya un rato sudando un poco pero ahora la reacción se incrementa—. Esto te va a hacer mucho daño, mamá, muchísimo y quiero que sepas que lo último que pretendo con esto es hacerte sufrir y que si no te lo he contado hasta ahora es porque no me atrevía a arrebatarte la libertad de seguir con tu vida.
Mi madre asiente, dándome ánimos para empezar pero las ideas se superponen y tan solo tengo claro que quiero marcharme. Nunca me voy a perdonar volver a romperle el corazón.
—Cariño, dímelo.
A pesar que trata de mostrar confianza, su voz tiembla y casi se iguala a mi pánico.
—Nunca...Nunca te lo conté pero—vuelve le silencio y unas lágrimas me rompen la voz. Me obligo a seguir, cuanto antes lo hagamos, antes podremos seguir—Krestin no murió de cáncer, mamá.
La mirada de la mujer se rompe, claro que lo hace, es como si el azul de sus ojos perdiese tanta intensidad que casi parecen marrones. Y en un segundo, en una frase, toda ella parece envejecer diez años.
—Nunca lo creí—Me limpio las lágrimas a pesar de que muchas más se obstinan en acompalañarlas—. No sé si estoy lista para saberlo pero dímelo. Llevo esperando este momento mucho tiempo.
Alargo la mano para sostener la suya. Los dos temblamos. Nadie está preparado para esta conversación. Nadie. Y después de todo por lo que hemos pasado, casi puedo decir que somos inmunes al dolor.
—¿Te acuerdas de las vacaciones en la casa de los Alpes? Justo el último verano de mi hermana.
Mi madre asiente y me indica con un dedo que pare de hablar.
—Solo un momento...—susurra cerrando los ojos.
Apoyo la otra mano encima de las unidas y le doy un beso en la sien que comienza a temblarle sin descanso.
—Estaba durmiendo la siesta y Krestin había salido al terreno de detrás para correr y montar a caballo. Estaba muy malita.
—Mi pobre ricitos. Nunca olvidaré su risa.
Dejo pasar otro momento antes de seguir.
—Me desperté con una sensación extraña en el cuerpo. No sabría decirte por qué pero estaba nervioso, como en alerta así que bajé las escaleras en su búsqueda—duele demasiado volver a rememorar el momento en el que mi niño interior murió para siempre—. Desde la ventana de la cocina la vi, estaba dando vueltas alrededor del campo de girasoles que había en esa zona. Giraba y giraba con el pañuelo que cubría su cabeza girando con ella.
Uso el hombro para retirar las lágrimas que caen sin descanso. No quiero soltar las manos de mi madre, como si así pudiera sostenerla, ayudarla de algún modo.
—Vi una furgoneta detrás de ella, a unos quince o veinte metros. No pensé que fuera importante. Tal vez el jardinero, un grupo de excursionistas que se habían perdido o fotógrafos. Ya sabes que desde nuestra casa había unas vistas impresionantes a las montañas y a las cascadas.
Mi madre asiente y yo trato de no absorberme mucho en mis recuerdos. Cada palabra es peor que una bofetada, para ser justos, peor que la peor paliza que te puedan dar nunca.
—Así que fui hacia mi habitación de nuevo, me encerré para leer unos cómics y simplemente pensé que igual había tenido un sueño que me había alterado. Pero entonces gritó. Krestin dio un grito de ayuda, gritó mi nombre y yo salí de mi cuarto disparado. Tuve que bajar las dos plantas que separaban la entrada de mi cuarto y cada paso fue un infierno. Sus gritos siguieron, cada vez más lejanos y yo me sentí imponente al no poder hacer nada.
Mi madre llora con fuerza, pero no emite ningún sonido, no dice anda ni hace ademán de frenarme. Tan solo me mira con ojos huecos y las lágrimas empañando su rostro.
—Nunca he podido olvidar sus gritos, a veces pienso que podría haberlo evitado, que si no me hubiera vuelto a mi cuarto...
—No. Sigue, por favor. Pero no digas que fue tu culpa.
Trago saliva en un intento de recuperar la voz.
—Y la vi desde el ventanal que hay antes de la salida, ya lo sabes, vi como unos hombres le tapaban la boca y se la llevaban a rastras, sin compasión y la metieron en la furgoneta a la fuerza. Ella luchó, trató de zafarse pero eran muchos y ella estaba muy delgada.
Mi madre separa nuestras manos y me abraza, mientras su respiración se vuelve irregular. La envuelvo entre mis brazos pero me obligo a seguir, todavía susurrando para no despertar a toda la casa.
—Te avisé y tú saliste por la puerta de la cocina y yo por la principal. Nunca la viste pero yo sí, yo vi cómo trataba de salir y entonces, sin pensarlo, eché a correr hacia el vehículo. Jamás he corrido tanto en toda mi vida. Tú estabas de rodillas en el césped, gritándome que volviera pero yo seguí, corrí hasta quedarme sin aliento y aún así seguí. Jamás podría haberle alcanzado pero no me rendí. Nunca he luchado tanto para no desvanecerme, para no perder la maldita furgoneta de vista.
—Tu padre me metió en la cabeza que fue una ambulancia, lo sé.
Me separo de ella y limpio sus lágrimas con mis dedos. Ahora viene la parte más difícil.
—No sé por lo que pasó, no sé si la maltratados ni cuánto tardó en morir.
Mi madre se levanta de un salto y sale al jardín, al mismo donde Timor y Hedwig jugaban. Se sienta en el césped y sé que lo hace porque desde este lado no se podría escuchar nuestra conversación ni aunque gritemos. Me siento a su lado y ella se dobla en si misma, apoyando la cabeza en el césped mientras grita que no puede ser.
—Sé que te dio el parte de defunción pero mamá, era falso, pagó a un médico millones para falsificarlo. Los hamilton testificaron que estuvieron con ella en el hospital y tú estabas muy dolida para creer otra cosa.
—Dereck, no me hagas esto. Por favor, dime que ella no sufrió, por favor.
No me mira, sigue en esa extraña postura, sentada con el tronco echado hacia delante y la frente en el suelo. Se abraza a sí misma mientras contiene los gritos que luchan por salir a la luz.
—No lo sé. Pero voy a vengarla. Mamá, sé que no es consuelo, pagué a Jamie, mi guardaespaldas, para que investigase lo ocurrido y solo pudo saber que murió a las pocas horas, de un tiro—Agna echa un grito seco y profundo, gutural y se pone recta, con los ojos más rojos que nunca—. Nada nos la va a devolver, pero voy a abrir un caso judicial contra él.
—Es un mostruo. Siempre se sale con la suya.
Llora desconsolamente así que decido esperar unos minutos hasta que termine de digerir todo lo que le he dicho.
—Esta vez vamos a luchar para que no sea así. Dos chicas, dos de mis exnovias que Adler echó del país, van a denunciarle porque han encontrado pruebas que le imvolucran en el mercado negro. Tienen a un investigador privado para que siga reuniendo pruebas y yo les estoy ayudando.
Pasan varios minutos antes de que mi madre hable. Aunque sigue llorando ya se va calmando por momentos.
—Tengo una infinidad de pruebas que puedes usar. Por si solas no serían suficientes para acabar con él pero si dices que tienen más. Cuenta conmigo.
—Gracias, mamá. El otro día entré en su despacho y grabé algunos archivos de su ordenador. Pedí a Jaime que consiguiese la llave de su despacho y conseguí alguna información. Estoy empezando a buscar algún abogado especializado en estos asuntos y me han dicho que con mi testimonio y el de las dos chicas es muy fuerte la acusacion. Más que nunca. —Vuelvo a envolver sus manos entre las mías—Te juro que voy a hacer todo lo que esté en mi mano, todo lo que pueda y más para encerrar a ese hombre y para arrebatarle todo lo que le importa. He pagado la mitad de mi dinero para demostrar que el certificado de defunción de Krestin es falso y Jamie ha encontrado al médico que va a testificar, ha pedido mucho dinero, pero va a contar la verdad.
Mi madre apoya una mano en mi mejilla y asiente.
—La única paz que puedo encontrar ahora mismo es que tú seas feliz.
—Siento no habértelo dicho antes. Ni haber hecho nada yo...No sabía qué podía hacer, tenía miedo y pensé que así te protegía. Nada nos va a devolver a nuestra pequeña pero pensé que al menos tú sí que podrías seguir adelante.
—Mi niño. Todo este tiempo llevando esa carga tú solo. No tienes nada de qué disculparte.
Nos fundimos en un profundo abrazo lleno de dolor de recuerdos, de sufrimiento y de apoyo para tratar de que nuestros corazones no terminen de desaparecer. Siento un ligero alivio al comprobar que no me odia. Que Rachael tenía razón, mi madre es una guerrera y tiene un corazón enorme.
—He renunciado a la herencia—le digo cuando nos separamos— y voy a empezar un tratamiento con un psicólogo.
—Mi vida, tendrías que haberlo hecho antes. Yo nunca he dejado de ir al psicólogo y al menos me ayuda a seguir adelante día a día. No te cura, no, eso es imposible, ninguna medicina del mundo va a tapar ese dolor pero al menos te va a enseñar a vivir con él.
Miro las estrellas que se extienden sobre nuestras cabezas ya que la noche está totalmente descubierta. Desde este lado de la ciudad se aprecian muy bien al estar ubicada en los alrededores pero aún así la contaminación ensucia gran parte de las vistas.
— Rachael y yo vamos a intentarlo de nuevo. No es una segunda oportunidad ni hemos vuelto a retomar una relación amorosa pero estamos construyendo una relación, a fin de cuentas.
—Te lo mereces, mi amor. Te mereces una mujer que te quiera y te respete pero sobre todo mereces ser feliz.
Se limpia la humedad de sus ojos y se pone una mano en el pecho, como si quisiese calmar así el dolor de su corazón.
— Voy a serlo mamá, te lo prometo.
— Con eso, para mí, es un hilo del que tirar para mañana levantarme—cierra los ojos y yo vuelvo a estrecharle los hombros—. No quiero que me veas mal, no he sido la madre que necesitaste en su momento y no tengo derecho a montar un numerito ahora.
Esta faceta de mi madre, tan indefensa, tan derrotada y hundida jamás la había visto, no en este extremo.
— No pienses eso. Fuiste un apoyo muy importante, siempre lo eres y siempre lo serás. Ya soy un adulto mamá, voy a cumplir veintiséis años, puedes hablar conmigo de cualquier cosa. Más de Krestin, que no hablo con nadie...Bueno con Rachael pero ella escucha, nadie me habla de ella.
Mi madre me sonríe y levanta la cabeza para depositarme un beso en la mejilla.
—Estoy orgullosa del hombre que eres, pero siempre vas a ser mi bebé. Siempre. —En ese momento pasa un avión que hace mucho ruido e interrumpe nuestra conversación— ¿Qué quieres que hablemos de Krestin?
—De cualquier cosa—me sincero.
—Lo que más recuerdo de ella es su locura. Su manera tan descabellada y bonita de pensar y de idear trastadas. Lo inteligente que era y lo curiosa que siempre miraba el mundo, a veces veo a Hedwig en ella.
Asiento, porque tiene razón. Las dos se parecen mucho, sobretodo en el aspecto de la picardía, de esas ganas de empaparse de conocimiento, de sacar teorías y saber tu opinión acerca de temas absurdos. Ese lado de cotilleo que les encanta, esas ganas de dar una respuesta a todo y si no la hay, inventarsela. Las dos tienen una forma única y especial de ver el mundo.
—Tienes razón. Se parecen mucho.
—En ocasiones creo verla en ella, por algún comentario, algún destello en su mirada, alguna sonrisa o alguna pregunta que ya me había hecho Krestin antes. —Mi madre sonríe y mira el cielo conmigo.
— Yo muchas veces la busco inconscientemente, en cualquier gesto o mirada de desconocidas. Rachael me recordó a ella, un poco, claro. En los rizos y en su manera de plantarme cara. Fue una especie de ilusión no sé...Como si Rachael tuviese algo de ella, es estúpido pero fue lo primero que llamó mi atención cuando la conocí.
Los dos guardamos unos momentos de silencio y creo que me voy a caer rendido de cansancio cuando mi madre vuelve a hablar.
—Háblame de Rachael, ¿por qué no ha venido contigo?
— Tiene que terminar de preparar todo en Miami para el desfile de mañana. Estará muy nerviosa, seguro—cierro los ojos pero los abro en seguida para no dormirme. Estoy agotado.—Es una chica muy simple, sencilla y creo que eso es algo que me enamoró de ella. Vivo rodeado de gente que trata de aparentar tener una vida perfecta, que tiene todo lo que siempre ha deseado y que no hace más que sumar, las desgracias para ellos no existen, pero ella no. Me ha abierto su corazón como nadie y es una luchadora. No es Kat, no tienen nada que ver.
— El brillo de tus ojos me confirma que estás empezando a enamorarte.
— Hasta el fondo de mi corazón. Pero no le tengo miedo, ya no.
Mi madre me mece como si fuera un niño y sé que necesita desviar la atención y mantener la mente ocupada en algo que no sea Krestin.
— El amor es muy bonito, Dereck. Y creo que esa chica puede enseñarte lo que es amar de una forma sana y bonita.
—Lo hace. Me ha dado otra oportunidad después de todo, me ha enseñado que aveces tenemos que dejar nuestro orgullo a un lado y ponernos en la piel del otro. Me calma, me llena y me ayuda muchísimo. Quire que hagamos esto del psicólogo juntos para apoyarnos.
—Qué bonito. ¿Ves cómo la lucha ha mercedio la pena?
Me encojo de hombros pero supongo que tiene razón.
—No debería haberla hecho daño.
—Todo el mundo cometemos errores, de hecho, cada día lo hacemos. Algunos más graves que otros pero mientras le demuestres lo que la quieres, apoyándola, escuchándola, haciéndole ver que estás ahí, que vas a luchar por su amor cada día...Eso es lo que quiere una mujer, que le demuestres que lo que dices es verdad. Te lo digo con sinceridad, no nos importan las palabras bonitas, que hay que decirlas, pero acompañarlas de acciones.
—Y voy a hacerlo, voy a trabajarlo hasta que su comprensión sea más que merecida.
—Tú te mereces el mundo entero, Dereck, el problema es que no quieres creerlo.
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