Capítulo 24:Apuesta peligrosa.

Rachael

De vuelta a mi apartamento, Dereck no para de contarme cosas sobre Krestin, su hermana melliza. Por la información que se me queda retenida en el cerebro puedo deducir que era una niña alegre, inteligente y creativa y que Dereck la sigue queriendo con toda su alma. No comprendo cómo alguien pudo haberle hecho algo así a una familia, a una niña de once años. Agradezco que no entre en detalles, no soportaría escucharlo y lo más probable es que él tampoco pudiese contarlo.

Dereck me cuenta algunos recuerdos que aún tiene guardados sobre Krestin, una niña de pelo rizado y castaño con ojos marrones-azulados. Como yo.

Una vez sola no sé cómo me siento respecto a muchas cosas. No sé qué me pasa con ese chico, no sé por qué el corazón se me derrite con una mirada suya, por qué tengo el extraño impulso de tocarle, de saber todo de él. Tengo un hormigueo en los labios que es casi insoportable.

No sé qué me pasa, no sé si debería sentirme mal por lo que sea que esté sintiendo.

El resto de la semana es bastante tranquila sin ningún acontecimiento que la haga especial. Lo que, en cierta parte, agradezco. Pero no vuelvo a ver a Dereck. Haberle contado toda mi historia me deja vulnerable y al mismo tiempo, siento que nos ha unido de una manera especial.

Por algún motivo la historia de su hermana me ha marcado, puede que incluso cambiado. Hay momentos en los que me cuestiono cómo pude contarle la violación que tuvo lugar aquel día en Brooksville. Nunca lo he compartido con nadie, tan siquiera a Eli. Preferí guardarlo en el fondo de mi cerebro y convencerme de que todo estaba bien, que yo seguía siendo Rachael y no una chica víctima de tal atrocidad. Pero él ha conseguido sacarlo de dentro y ahora ya no es mi secreto.

Por un tiempo pensé que esa era la mejor opción, que así podría acabar con el dolor, pero no fue así.

Cuando el sábado Eli y yo terminamos de hacer limpieza y ordenar el piso, me preparo para la fiesta que se va a celebrar en casa de Scott. Ella también va a acudir por lo que me obliga a maquillarme. Saco un vestido plastificado del armario que me compré hace dos semanas y que aún no he estrenado: Es corto hasta la rodilla, con la parte superior de encaje negro y la falda olgada color rosa pastel.

Salgo de la habitación colocándome los tacones negros, no muy altos pero lo suficiente para dar un toque más juvenil a mi vestimenta. Me asomo a la habitación situada en frente de la mía.

—¿Aún no estás lista?—Le cuestiono a Eli entrando en la habitación y encontrándola aún enfundada en su bata rosa.

—No encuentro nada que me guste del todo—contesta sacando otra percha del armario. Se gira para enseñármela y abre los ojos como platos.

—Pero tía, estás impresionante.

Me sonrojo y muerdo las uñas para canalizar la timidez.

—¿No crees que es excesivo?

—¿Excesivo? Qué va, te queda de maravilla aunque tal vez es demasiado cerrado. Creo que sería mucho más bonito si dejaras la espalda al aire.

Niego con la cabeza y comienzo a recoger el desorden de las prendas sin perchas desperdigadas por la cama.

—Tú eres la experta en el mundo de la moda. Ayúdame.

—Yo organizo bodas, eventos y desfiles, al igual que confecciono ropa para modelos. No visto a chicas indecisas para una fiesta con un armario abarrotado de ropa sin estrenar.

—No seas mala, ¿cuál te gusta más?

Me enseña dos perchas colocándoselas sobre su cuerpo, alternativamente.

—El rojo es bonito, pero los tacones azules te quedarían mejor con esta blusa.

Eli retira de la percha el vestido rojo. A la vez que se lo pone me dice:

—¿No tienes nada que contarme?

—No.

—Venga Rach, somos amigas desde hace más de tres años. Deberías confiar en mí.

—No tengo nada que contarte, en serio.

—De verdad. Que una se tenga que enterar de estas cosas por otros medios— abre un cajón con la cremallera del vestido sin subir y me enseña una revista. La abro dubitativa y me quedo petrificada en el sitio por lo que veo y otra vez la pesadilla se repite:

¡Exclusiva! Ya sabemos quien se esconde detrás de la imagen de esa chica que robó más que un suspiro a muchas adolescentes: Rachael Turner.

La organizadora del desfile de verano y el hijo del juez Miller, ¿en una aventura amorosa? Ya vimos al joven Dereck acaparar los medios hace un mes con una extraña chica que abrió titulares y sorprendió a sus fans. Al parecer el compromiso con la actriz y joven integrante de la familia Hamilton,  Katherine, sigue en marcha y por lo que nos han informado fuentes cercanas a la pareja, están felizmente enamorados.

Entonces, ¿su relación es poliamorosa? Porque no se puede negar la chispa que está prendida entre ellos.

Rachael es la joven diseñadora y organizadora de eventos que está triunfando en todo el país de mano de Chiara Berlusconi. No se conocen muchos datos sobre su vida personal pero esto es un bombazo.

Y lo mejor, ¡es la organizadora de la boda!

Hagan sus apuestas.

Esta letras aparecen escritas sobre tres fotos. Una en la que me encuentro subida en el puente y Dereck extendiéndome los brazos y otra que nos debió de sacar otro fotógrafo en la fiesta de Halloween en la que se nos ve saliendo por la puerta trasera dados de la mano. Recuerdo entonces el cuerpo de alguien corriendo dentro del bosque lo que da pie a la fotografía de los dos en el cementerio.

<<No me fastidies.>>

—Repito, ¿tienes algo que contarme?

<<Si supuestamente Dereck ha pagado para erradicar esta situación. Me voy a meter en un lío. De nuevo.>>

Parece ser que el cotilleo produce más dinero que el que ha ofrecido Dereck. Miro a mi amiga aterrorizada y después vuelvo la vista a la foto.

—Madre mía Eli, ¿qué voy a hacer?

—Vamos a ver Rach. El tío más bueno del país está ligando contigo y tú, ¿me preguntas qué tienes que hacer? Pues te lo diré. Acostarte con él o—Eli fija sus ojos azules recién pintados sobre mí—, ¿ya habéis...?

—No— le interrumpo— además no estaba ligando conmigo.

—Pues la mano en tu cintura dice lo contrario.

Paseo de un lado a otro de la estancia produciendo un fuerte ruido cuando los tacones impactan con el suelo. Ya tengo el dinero para la deuda y la boda es asunto de Dereck, aunque la advertencia de Julissa hace que se me erice la piel.

Como se enteren los Miller o los Hamilton no solo voy a perder mi trabajo.

—Sinceramente no sé qué ha visto en ti—me indica levantando las cejas—, sin ofender.

—Eli, esto es muy serio. Voy a perder mi trabajo.

—Que te contrate Dereck o te pague. Puedes vivir como su amante.

—¿Cómo su amante? Pero, ¿te estás escuchando?

Cuando me planteo seriamente encerrarme en el piso y no volver a salir jamás el timbre suena.

—Buenas noches, mademoiselle*

Saludo a Harry y le invito a pasar. Tengo un nudo en en estómago y la firme creencia que me voy a meter en un buena lío. Otra vez.

Estoy un poco despistada así que tardo en reaccionar y ver que Harry me ofrece una diminuta caja que no dudo en abrir. Un llavero con la bandera de Texas se encuentra en su interior.

—No tendrías que haberte molestado.

—¿No te gusta?

—Me encanta.

Saco las llaves y cambio el llavero por el que me ha regalado Harry. Él me observa con una sonrisa brillante aflorando en su rostro. Nunca me llegaré a acostumbrar a tener un nuevo amigo.

—Hola Harry. Espera un minuto, casi estoy lista—asoma Eli la cabeza cuando Harry entra y se sienta en el sofá.

—¿Quieres algo para tomar mientras tanto?

Él niega con la cabeza. Saca su teléfono y comienza a escribir a alguien. Curiosa, le observo. A mi mente llegan recuerdos y sobre todo uno me tortura porque no encuentro respuesta. El recuerdo de la frase que comentó Harry semanas atrás: Por un momento creí que eras como esas chicas que se mueren por Dereck Miller. 

¿También me estoy convirtiendo en una chica enamorada de Dereck? No puedo dar una respuesta. Le conozco desde hace muy poco tiempo y casi no he hablado con él, pero esos momentos íntimos que hemos compartido han hecho que me sienta como si llevásemos toda una vida juntos. Me ha inspirado mucha confianza tanto, que me he abierto a él como nunca lo he hecho con nadie. He visto el dolor reflejado en sus preciosos ojos azules y me ha demostrado las cosas maravillosas que se pueden sentir con un mero tacto. Algo tan simple como el roce de su piel hace que pierda el equilibrio y el sentido. Hay algo entre los dos que es inexplicable. Siento que él también está confuso a pesar de lo seguro que se muestra con el mundo y que se siente un poco como yo: perdido en un mundo que sigue su curso sin esperar a estas dos personas que todavía buscan su lugar.

Pero, no tengo que olvidar, el problema que me va a causar esto. Y no sé si vale la pena.

  Eli estaciona su coche con un fuerte suspiro y me apremia para que le arregle el maquillaje. Tras dos capas de máscara de pestañas y un poco de pintalabios poso los tacones en el suelo y salgo al exterior.

Me sorprendo por el lugar donde nos encontramos. Se supone que deberíamos estar en una casa con música, luces y gente bailando pero en vez de eso, me encuentro con un descampado de arena frente a un parque de skates. Varias personas se encuentran sobre sus monopatines descendiendo por la rampa y haciendo piruetas, mortales y firguras sobre ellos para después volver a caer al suelo. 

El lugar se encuentra lleno de grafitis, jóvenes charlando y practicando skateboarding. Como siempre, no falta la bebida y las apuestas. Un chico de unos doce años se pasea con una caja mientras grita : Apuestas, apuestas, hagan sus apuestas.

Me giro hacia mis dos acompañantes que no parecen sorprendidos por el lugar en el que nos hallamos.

—¿Qué hacemos aquí?

—Se me olvidó comentarte—Eli hace un gesto demasiado exagerado para ser natural—, al final la fiesta se canceló y quedamos aquí, ¿no es genial?

Mi amiga se emociona y Harry desaparece para saludar a unos amigos. 

—Tía, tía—Eli me coge de las manos y comienza a dar saltitos—. Él está aquí.

—¿Scott?

—Dereck. Tonta.

Me quedo de piedra. No sé si este es el mejor lugar para volver a vernos con tanta gente merodeando. Ni si debería haber sentido ese vuelco en el estómago que me está volviendo loca.

—Ah. ¿Quieres saludarle?

—Me muero por hacerlo, teniendo en cuenta que no te firmó mi póster. Pero no voy a hacerlo. Ve a ver a tu amorcito.

—No es mi "amorcito".

Hago comillas con mis dedos y Eli me responde con un beso en el moflete. Lleva todo el rostro cubierto de purpurina y me da un empujón mientras se marcha con Harry. En seguida comienzo a buscarlo dejando de lado mis temores. El lugar está abarrotado de gente.

Entonces le veo, su pelo negro y esos ojos azules y mi corazón casi frena su latido cuando le veo subido a un skate esperando en la fila. Me acerco a él y con cada paso, mi pulso se dispara y las manos comienzan a sudarme.

—Eh... Hola— saludo lo más natural que puedo tras ensayarlo en mi cabeza—. ¿Qué tal estás?

Se baja de skate, lo mete debajo de su brazo y me mira con una sonrisa en los labios.

—Hola Nora, ¿te gusta el skate?

—Sí, me encanta— sonrío intentando quitar el ambiente tenso entre los dos. Nunca antes he estado en un lugar como este, pero de pequeña jugaba con un pequeño monopatín que me regaló mi abuela, por lo que tampoco debe de ser tan distinto a un skate. Es igual salvo sin un lugar donde apoyar las manos—. ¿Y a ti?

—No, pero un colega me ha invitado— nos quedamos mirándonos el uno al otro con un ambiente demasiado tenso como para hacer aquella conversación natural.

Cuando voy a abrir la boca para soltarle cualquier otra tontería que se me ocurra. Un niño que distingo como el mismo de antes que gritaba para apostar se acerca con una sonrisa dibujada en el rostro.

—Señor, ¿va a participar?

—Sí. Me llamo Madox Brown— el niño lo apunta en un cuaderno que lleva en la caja que presenta atada en el cuello y se vuelve hacia mí.

—¿Y tú?

—Yo, eh...

—También participa. Se llama Sabrina Dickens.

—No tiene skate.

—Se lo prestaré yo— le sonríe al niño y le habla de manera tan tierna que se me encoge el corazón. Creo que de tanto movimiento mi corazón va a acabar parándose. Cuando al fin le pierdo de vista, levanto una ceja.

—¿Sabrina Dickens? ¿Madox Brown?

—Querida, recuerda que somos el último cotilleo.

—No te imaginaba en un lugar como este. No te pega— digo para cambiar el rumbo de la conversación.

—A veces un cambio de aires puede venir muy bien, Sabrina— sonríe de manera burlona y vuelve a dejar el skate en el suelo—. Mi turno.

—Apostaré por ti.

—Entonces perderé cien valiosos dólares. Porque yo voy a apostar por ti— antes de decirle que no lo haga, una pequeña brisa acompaña al sonido de las ruedas al moverse por el asfalto.

Espero mi turno con el cuerpo quieto siendo un manojo de nervios. Para no gustarle el skateboard hace unos movimientos ágiles y perfectos encima de la tabla. El cabello se le mece cuando salta en él y con un movimiento de pies da la vuelta y vuelve hacia donde estoy. Miro a las gradas, deseando que no estén demasiado llenas. Suspiro de alivio cuando así es, apenas un puñado de personas se encuentran observando y riendo, sin prestar demasiada atención. Harry y Eli hablan animadamente en la segunda fila ocupada únicamente por ellos. Ambos me saludan con la mano, ella con mayor ímpetu.

—Tu turno— dice una voz entrecortada  por un jadeo al lado de mí. Dereck me pasa su skate y se queda en una esquina, quieto con los brazos en jarras—. Me voy a quedar aquí para ver cómo gano esa apuesta— explica.

Miro hacia abajo, visualizando el lugar donde voy a tener que hacer movimientos con aquella tabla. Los colores del atardecer bañan la fría tarde y una fina capa de azul oscuro asoma desde lejos. Me quito quito tacones y se los tiendo a Dereck que se ríe. Apoyo la tabla en el suelo y, tras subirme en ella, un pequeño movimiento me desestabiliza un instante para luego volver a quedarme recta. Me observo los pies con el fin de estabilizarlos. Miro al frente haciendo que la vista se me distorsione durante un pequeño momento. 

<<Desde luego que las alturas no son mi fuerte. >> Pienso irónicamente, intentando quitar hierro al asunto. 

El silencio del lugar es aterrador. Me obligo a no levantar la mirada. Saco un pie y me impulso para rodar por el lugar. La tabla tiembla en un par de ocasiones, pero me mantengo demasiado obsesionada repitiéndome que no levante la vista como para darme cuenta siquiera de ello. Una vez que llego al otro lado, giro la tabla y vuelvo a hacer el mismo movimiento para llegar hasta allí. 

Me bajo entonces de la tabla, con una pequeña adrenalina corriendo por mis venas.

—Lo has hecho realmente bien. Sabrina— emito un pequeño gruñido debido a la interrupción de mi pequeño momento de gloria—. Si no fuera porque no has hecho nada.¿Quieres ir a por algo de beber?

Asiento devolviéndole el skate y bajando los pequeños escalones cubiertos por una masa de grafitis para llegar de nuevo al suelo. Dereck me tiende los zapatos.

Doy un par de palmadas buscando las bebidas. Dereck me sigue de cerca aunque no llegamos a estar a la misma altura. Cuando llego al pequeño puesto de bebidas me topo con Eli y Harry.

—Tía, eso ha debido de molar.

—Pues sí.

—Tomar chicas. Una bebida para cada una— le agradezco a Harry su amabilidad y me bebo el batido de una sentada. La verdad es que esa exhibición me ha dejado aterrorizada y me prometo no volver a hacer algo así nunca—. Hola señor Miller.

En ese instante se le borra la sonrisa del rostro y se queda completamente rígido en el suelo. 

—Hola Harry— le responde este animadamente pasándole un brazo alrededor de los hombros. Hay algo en el tono que utiliza que resulta inquietante—. Tomándote un descansito, ¿no?

—Sí señor Miller— Dereck le ofrece una mirada inquisidora. A mi lado, Eli da un pequeño grito.

—¿Eres Dereck Miller Auttenberg? Oh Dios mío— se da un par de palmadas en uno de los lados del rostro—. ¡Estoy que no me lo creo!

Dereck se aleja de Harry y le hace un pequeño gesto con la cabeza a Eli. Ella, como respuesta le estrecha entre sus brazos. Hace que sienta un poco de envidia por ella pero decido mantenerme callada.

—Es más guapo en persona—susurra apretando aún más los brazos.

—Por favor, te agradecería de veras que no me ahogases.

—Lo siento, lo siento— dice separándose y oliendo sus manos—. Hueles de maravilla.

Contemplo la situación muerta de la risa cuando alguien me agarra del brazo y tira de él hasta un rincón, justo debajo de la pista.

—¿Qué parte de no te acerques a Dereck no entendiste? Creo que te lo dejé muy claro— Harry muestra una expresión  nerviosa en la cara y agita las manos encima de su cabeza—.Por favor Rachael, ¿en qué cabeza cabe?

—Yo... No sé qué decir— me encojo de hombros un poco nerviosa por su actitud.

—Dime que las fotos de la prensa son puro copia y pega.

—No—digo ya que, a estas alturas, ya no tengo ganas ni para mentirle—. Harry, relájate. No es el fin  del mundo; solo es una foto de amigos.

Para mí aquella foto significa mucho más que eso pero Harry ya está bastante enfadado. A todo esto, a él no le incumbe. Entiendo que quiera protegerme pero no tiene derecho a mandarme ni a enfadarse.

—Harry, te recuerdo que no eres mi pa...— interrumpo la frase, frustrada por esa palabra—, mi...jefe o algo así.

—Haz lo que quieras, luego no digas que no te he avisado.

—Harry— le llamo y le sigo. Abre una pequeña verja y entra a un garaje exterior lleno de gente bebiendo alrededor de un altavoz—. Harry— le agarro del brazo para que me escuche.

—Rachael, no tienes nada que explicarme. Es tu elección y la respeto de veras, pero no quiero ver cómo una amiga es una nueva víctima de los Miller. Así que, creo que lo mejor es que dejemos de hablarnos.

—¿A qué te refieres? Harry, hay en algunos momentos que de verdad no entiendo lo que dices.

—Sí Rachael, lo que oyes. Al principio todo es muy bonito, con todos los lujos que deseas pero, ¿sabes qué? Después vienen las consecuencias.

—No te entiendo. Harry, me estás asustando.

—¿Te pensabas que eras la única que ha conquistado el corazón de Dereck?—Se ríe. No sé si estoy preparada para escuchar aquello, solo el pleno hecho de imaginarme a Dereck con otra chica hace que tiemble, cosa que no debería suceder considerando que está prometido. Sin embargo tampoco quiero estar enamorada de un desconocido—. Una chica hace poco... sí, se llamaba Alice. Era preciosa. Pelirroja con ojos verdes. También era una chica de rango normal en la sociedad. Sus padres son periodistas y con el dinero que les dá la vida de eso viven. Pues bien, esta chica tuvo un lío con Dereck, nada serio pero creo que eso es lo que él quería aparentar. Que no fuese nada serio. Se notaba cuánto la amaba, incluso vivieron juntos durante un tiempo. Claro, hasta que comenzaron a haber rumores y a los Miller aquello ya no les interesaba. 

—¿Por qué hablas de ella en pasado?—intento controlar los nervios y no hacer suposiciones antes de tiempo. 

—¡Porque tres días después desapareció! No se ha vuelto a saber nada de ella desde entonces—trago de golpe y cierro los ojos para evitar tener un ataque de pánico—. Y no solo es ella, no, sino una tras otra. Y, nadie nunca saca el tema a relucir. Ni los periódicos si quiera.

Me siento en un pequeño escalón que hay en una parte del descampado y me froto las sienes para evitar hacer algo de lo que después pueda arrepentirme.

—Y Rachael dime, ¿ves a Dereck sufrir lo más mínimo?—dice al tiempo que se acerca hasta mí y se agacha, apoyando el peso en una de las rodillas—. Porque yo le veo muy feliz buscando otro ligue.

—Wow— es lo único que consigo articular—. Pensaba que...

—¿Qué? ¿Que Dereck tiene sentimientos o que está enamorado de ti?—pregunta—. No lo sé. Quizás, quién sabe. A lo mejor después de tantos intentos al fin ha encontrado a su media naranja. Y también puede que detrás de esa cara más seria que una estaca haya un chico reconcomiéndose por lo que ha hecho su familia. Pero no es lo que yo apostaría. Me pregunto a cuál de todas echará más de menos... A Alice, Idaly, Lindasay, Samantha, Valerie...

—Cállate—digo con lágrimas en los ojos deseando que sea una pesadilla—. No—la confusión me nubla la vista. Siento una opresión en el pecho, una punzada de dolor—. Dereck no es así.

Harry suelta una enorme carcajada a una distancia casi inexistente entre los dos.

—Créeme. No me hace ninguna gracia, pero Rachael no sé si ese chico te ha lavado el cerebro o qué— se queda pensativo—. Tienes razón, Dereck no es así. Tampoco deberías alejarte de él si no quieres, de él no, sino de su familia y parece ser que va a hacer todo lo posible para conseguir su herencia. Yo mismo le he escuchado hablar de ello, así que van en un pack.

Me levanto y me dispongo a irme de allí; encerrarme en mi habitación y pensar en todo aquello con más calma me parece el plan más apetecible.

—Harry, lo que has dicho es...Es horrible, no puedes inventarte algo así. ¿Sabes de lo que le estás acusando?

—Por favor Rachael. No le conoces. Yo sí.

—Ya, y también me conoces a mí, ¿no?

—Mira, yo te lo estoy diciendo por tu bien. Haz lo que te dé la gana, si te enamoras de él y después apareces en un país con una nueva vida a mí no me vengas a llorar.

Se da la vuelta y comienza a marcharse.

—¡Harry!

Un sonido agudo hace que los dos nos giremos de golpe. 

—La policía— dice alguien de entre la multitud que se encuentra en círculo encima de un coche. Hago oídos sordos aún abrumada por aquella situación.

—¡Correr!—grita otro.

Y se comienzan a escuchar las sirenas de la policía. El manto de luces azules y rojas que bañan el lugar me preocupan aún más que mis problemas amorosos así que pongo las piernas en marcha y salgo corriendo, al menos lo intento porque los tacones de aguja no son muy aptos para correr. Por la sorpresa, me tropiezo en un par de ocasiones. El sonido de unos pasos a mis espaldas hacen que aumente la marcha dejando atrás incluso a Harry. Una estampida de personas gritando y huyendo me envuelven así que decido girar hacia un callejón completamente oscuro. Me introduzco hasta el final de él, donde tan siquiera la luz de las farolas lo alumbran y me dejo caer, a la espera de que el momento pase y pueda salir. Me pongo una mano en el pecho intentando regular mi respiración y apoyo la cabeza en el edificio que tengo detrás.

Me obligo a no pensar en Dereck ni en los avisos de Harry. Comienzo a encontrarme más que sobrepasada  por todo. Retuerzo la mente, convenciéndome de que los Miller y Hamilton no guardan más secretos. No soportaría saber que Dereck me ha estado utilizando para algún fin siniestro o que están metidos en alguna especie de secta.

Algo hace que tiemble y dé un pequeño brinco sin llegar a levantarme:la respiración de alguien. Sopeso entre  huir o no. Si es la policía no tengo escapatoria. La mano de una persona me cubre la boca en el momento en el que intento gritar.

—Joder Nora no grites o nos pillarán—agradezco escuchar ese nombre. Me relajo pero solo un poco ya que sentir su mano en mi boca no termina de convencer a mis terminaciones nerviosas.

—Dereck...¿Eres tú?—susurro. Envuelvo los brazos a mis rodillas, temblorosa e intentando concentrarme en el ritmo de nuestras respiraciones—. Tengo miedo.

—Yo también, no te jode. Si te parece estoy para irme de bares—emito un pequeño sollozo—. No llores, por favor.

Busco sus brazos y me pierdo entre ellos. En ese oscuro lugar la temperatura es muy baja y de vez en cuando, escucho el sonido de unas pequeñas gotas de agua callendo desde la parte superior. Cierro los párpados y adapto la postura de su cuerpo con el fin de entrar en calor. Restriego el rostro sobre la manga de mi vestido para secarme las lágrimas.

—Escuchar llorar a alguien hace que me vengan recuerdos espantosos— susurra. Levanto la vista sin encontrar sus ojos debido a la oscuridad del lugar. Aprieto la mandíbula reprimiendo el llanto. Con el mismo tono continúa hablando—. A veces puede llegar a ser insoportable el sentimiento de impotencia que, en fin, que siento al ver a alguien llorar. Me pone nervioso.

Intento disculparme, sin embargo, me agarra de la mano obligándome a levantarme del suelo.

—¿A dónde vamos?—susurro dejando que sea él el que nos guíe por la oscuridad—. La policía anda por aquí.

—No estábamos haciendo nada ilegal. Solo han venido por una pelea y porque alguien ha debido de decirles que había alcohol y menores bebiendo. 

No le contesto y caminamos así, en completo silencio, gesto que ya se hace habitual entre ambos.

Miro hacia mi vestido, al encaje negro que forma la parte superior junto a las mangas y la falda rosa y compruebo que están en perfectas condiciones. Me hubiera disgustado que se hubiera roto. Nunca me he comprado algo tan...Tan atrevido, a pesar de que voy completamente tapada, me siento increíblemente bien. Llevaba tiempo sin ponerme algo tan ajustado, siempre me ha avergonzado de mi vientre algo abultado que sobresale con este tipo de vestidos y los brazos con la piel tirante.Pero, me prometo, empezar a ponérmelos más a menudo, ¿qué más da que se me noten mis curvas?

Al fin siento que me vuelve el aire a los pulmones. Echo el profundo suspiro que tenía retenido en el interior. Contemplo la tranquila calle iluminada por las farolas presentes a ambos lados de la avenida.

Dereck vuelve, con nuestras manos aún unidas, al mismo lugar en el que habíamos estado por la tarde (en la pista de skateboard) a diferencia de que ahora el lugar está completamente desierto.

—Qué silencio— susurro escuchando el sonido que producen los grillos escondidos entre los matorrales del recinto al aire libre.

—Y qué frío—añade.

Sube los escalones que conectan al lugar  donde está la rampa del skate. Tiene razón, hace tanto el frío que puedo llegar a sentir la temperatura calandome los huesos. Pero no me quejo.

Dudo en preguntarle por esas misteriosas chicas que me ha contado Harry...Pero es ridículo. Dereck no haría algo así. No sé por qué lo sé pero estoy convencida de ello. Es absurdo...¿Por qué querrían hacer desaparecer a esas muchachas?

Dereck se deja caer por la enorme trampa agrafiteada con nuestras manos unidas, llevándome con él. Doy un pequeño grito de sorpresa y, cuando aterrizo en el suelo, no me paro de reír. Cumpliendo con mis expectativas, el suelo tiene la apariencia de ser un cubito de hielo. Me froto las manos, ya separadas de las suyas y rechino los dientes, completamente congelada.

—¿Sigues asustada?—una fina capa de vaho sale de su boca cuando habla. Niego con la cabeza para darle seguridad.

—¿Y tú?—también yo emito una pequeña nube del interior de mi boca.

—Sí. Estoy acojonado— le agarro de la mano. Busco las palabras adecuadas para decirle en aquella situación. La psicología no es lo mío, sin embargo hago un esfuerzo para encontrar algo que pueda calmarle—, por si algo malo te pasa.

El corazón se me para un instante. Le miro, impresionada por sus palabras. Y, así de simple, me olvido de la locura que me ha contado Harry.

—No sé qué decir.

—Nora. A veces vale con el silencio como respuesta. No hay que rellenar esos vacíos—susurra. Un cosquilleo me recorre la espina dorsal.

—Yo también deseo que estés bien—digo demasiado bajo, ya que me mantengo demasiado absorta en su rostro y palabras como para poder pensar en lo que digo. Se tumba con las manos en la nuca a modo de almohada; con cautela hago lo mismo al lado de él y dirijo la vista a ese manto oscuro—. Qué bonitas se ven las estrellas desde aquí. Es una pena que en la ciudad la contaminación las cubra.

—No es que sea muy aficionado a la astronomía, sin embargo, a mí también me encantan. 

Me apoyo sobre una mano para mirarle mejor. Su iris brilla por el reflejo de las estrellas. Gira lentamente la cabeza hasta mirarme. Vuelvo a sentir un pequeño infarto por ver de frente cada una de sus facciones.

—¿Puedo preguntarte algo?—susurra tan bajo que su sonido es camuflado por los de la noche. Asiento, sonriéndole—. ¿Me dejarías besarte?

Esa pregunta me pilla con la guardia baja. No obstante respondo lo que deseo. Enrolla uno de sus largos dedos a mi pelo, devolviéndome la sonrisa. 

—Claro.

Levanta su cuerpo un poco para acercarse aún más a mí. Hago lo mismo hasta que nuestros labios están a escasos centímetros, milímetros quizás. Todo mi cuerpo se encuentra dominado por el deseo y el miedo tan común en mí. 

—Y si...—digo con nuestros labios casi pegados—..., yo nunca he besado a nadie, no sé cómo se hace—me mira, volviendo a sonreir. Trago los nervios que me suben desde el estómago, sintiéndome algo avergonzada por ello—tengo miedo de hacerlo mal.

—Nora, solo es pegar nuestros labios—dice, aún en un mero susurro—. Hazlo tú.

Pienso en quejarme, sin embargo, preferiría morirme antes de estropear ese momento que seguro quedaría grabado en mi memoria para siempre.

Tengo ganas de experimentar lo que es temer su boca junto a la lía. Nunca me ha gustado la idea conceptual de los besos y los he evitado a toda costa pero Dereck...Dereck está poniendo mi mundo patas arriba.

Sin pensarlo más, aunque con la misma cautela de antes, acorto nuestro espacio juntando mis labios a los suyos. Los míos tiemblan ligeramente junto a su boca. No sé cómo continuar ni si lo he hecho bien. Dereck parece percatarse de mi nerviosismo y falta de experiencia, así que es él el que continúa. Gira suavemente el rostro con nuestros labios aún pegados. Intensifica aún más el beso, moviéndose en mi boca a una velocidad increíble. 

Me relajo y trato de disfrutar de la explosión que se desata en mi corazón.

—Lo siento—susurro tras separarme un momento. Él se ríe—. ¿Lo he hecho bien?—Asiente, siendo él esta vez el que junta nuestros labios. Me dejo llevar por el momento también contribuyendo al movimiento de nuestros labios. Me coge las manos que descansan sobre mi regazo y las enrosca en su pelo. Se aferra al mío errollando sus dedos entre mis rizos.

Una mezcla de felicidad, incredulidad, deseo y pasión revolotean en mi interior. Me sujeta y no me aparto.

Todo lo del exterior me parece un sueño. Para mí únicamente estamos ambos. Dereck suelta un ruido, que intuyo es un gemido.

Me tumba ligeramente sobre la superficie, instante en el que tan siquiera siento su frescor. Noto calor en mis mejillas a medida que seguimos basándonos. Se separa y yo emito un gemido involuntario. No me disculpo, ya que me alegra hacerlo. Él se sube encima de mí, aplastando su cuerpo al  mío. Separa nuestros labios y comienza a besarme el cuello, parándose en la zona inferior, donde empieza la clavícula. Chupa esa parte y mientras tanto, yo echo la cabeza atrás para coger aire.

El sonido de una llamada hace que pegue un salto y me espabile.

—No me fastidies—dice Dereck.

Agarro de mala manera el aparato y me lo pego a la oreja.

—¿Qué?

—Alguien está enfadada—nunca antes la voz de Eli me había puesto de tan mal humor—. En fin tía, ¿dónde estás? 

Cuando voy a responderle alguien me separa del dispositivo. Miro a Dereck, quien lo apaga, baja el volumen y se lo guarda en un bolsillo de los vaqueros tan poco usuales en él. 

Vuelve a cogerme el rostro entre las manos, depositando un largo e intenso beso en ellos.

Me separo de golpe, recordando aquel momento de mi vida en el que me destrozaron tanto el alma como mi físico. Pero lo reprimo y comienzo a llorar, ahogando un grito que es ocultado por las lágrimas, pero esta vez de felicidad...Nunca antes había llorado de éxtasis

—Nora, no llores. No pasa nada. ¿Me escuchas?

—A veces llorar no significa algo malo.

Dereck sonríe y pega de nuevo sus labios con un sonido reverberando en la pista. Podría hacer esto siempre.

—Vámonos.

Se levanta y desaparece más rápido de lo que me da tiempo a levantarme. Mientras le sigo, me pregunto mentalmente si se habrá enfadadado conmigo. Llega al aparcamiento principal subiéndose en el piloto. Hago lo mismo en el asiento contíguo sin mediar palabra e intentando no mirarle.

<<Cómo no Rachael, arruinas todo.>> En aquel silencio me siento minúscula y desesperada. Miro por la ventana hacia la noche que se extiende ante mi vista. Doy pequeños golpes al cristal esperando a que diga algo o a que arranque, pero no la hace. Puedo escuchar su agitada respiración y la manera en la que traga saliva de golpe.

—¿Qué te hicieron Rachael?—Me doy la vuelta de golpe, un tanto sorprendida por su pregunta.  Creo que la anterior noche en la que nos vimos dejé muy claro lo que pasó y preferiría no recordar aquel suceso.

—Te dije que...

—Te pegaron—aprieta el volante entre sus manos y entrecierra un poco los ojos—. Te robaron y dejaron tirada.

—¿Dejarme tirada? ¿Eso...Eso crees que fue lo que ocurrió?—El estómago se me revuelve en el momento en el que asiente. Mantengo la calma, al menos, intento hacerlo—. Lo siento.

Me agarra el rostro y lo gira bruscamente hacia él, nuestros ojos se encuentran.

—¿Qué te ocurrió? Quiero escucharlo de tus labios porque no me lo he podido quitar de la cabeza ni un segundo.

—Me...Me...—De nuevo mis recuerdos ceden a los intentos de reprimirlos. Aquellas cinco sombras siguiéndome, acorralándome se presenta ante mis ojos. La manera en la que sentía miedo, demasiado, impotencia y rendición. Cómo me robaron, sin dejar ver su rostro siquiera—. Eso, no tengo un recuerdo muy nítido. Supongo que tras el...el trauma que me dejaron he olvidado la gran mayoría. Eso sí, recuerdo a la perfección cómo me sentía y te aseguro que es lo peor que me ha ocurrido en la vida.

—Yo jamás te haría daño.

—No, ya lo sé— digo, alarmada por haberlo interpretado de esa manera—. Es que, no lo entiendes... Es...bueno... digamos que esos recuerdos vienen a mi mente— el cuerpo me tiembla por lo que me agarro las rodillas para parar.

—¿Quiénes son?—Susurra mirando al frente. Me encojo de hombros soltando un suspiro—. Odio el mundo. Odio que tenga que existir gente que haga daño a personas inocentes, arruinándoles la vida y después la gente mala no sufra ni un poco— con sumo cuidado cojo una de sus manos y envuelvola mía en ella tras depositarle un beso tímido en los nudillos.

Dereck se mueve y me abraza. Le agarro tan fuerte como puedo, descansando la cabeza sobre su hombro. Me coge y sienta encima de él.

Cierro los ojos, cediendo al cansancio.

—Ven conmigo a Barcelona—dice. Suelto un quejido, espabilándome.

—¿Qué?

—Mañana me voy para acompañar a los Hamilton en unos negocios—dice.

—Yo tengo trabajo...

—Piénsalo—comienza—. De tus jefas me encargo yo—asiento sorprendida por su oferta.—Al final ambos perdimos la apuesta.

—Yo apuesto por nosotros— susurro y antes de escuchar su respuesta me introduzco en un plácido y completo sueño.

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*Señorita en francés.

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