Capítulo 21: Feliz cumpleaños.
Rachael
La mañana del uno de abril me despierto y me doy una cálida ducha. A veces me asusta el paso del tiempo, como parece que hace menos de un año estaba por esta casa, soñando, imaginando, recortando piezas de revistas para hacer un collage con las marcas que no faltarían a mi primer desfile. Y ahí estoy, con el pelo mojado apelmazado, con las mechas rubias y el flequillo que han cambiado algo de mi físico desde la que ne pareció última vez que me vi en este mismo espejo.
Decido vestirme con un mono de pantalón largo de estampados azulados y me maquillo con una buena capa de rímel, colorete y pintalabios rosa.
Mi madre entra en mi dormitorio con una bandeja de cristal entre sus manos en la cual se puede observar un delicioso y esponjoso bizcocho de chocolate y una taza en cuyo interior, a juzgar por su olor, se encuentra café de vainilla.
—¡Felicidades!— Grita junto a Kristoffer, Allyson y mi padre quienes entran en la estancia.
—Gracias, ¿te has acordado del desayuno que me hacías en todos mis cumpleaños?
—Así es, aunque Kris me ha ayudado.
Le agradezco y mi padre me envuelve entre sus brazos mientras me felicita por segunda vez mi cumpleaños.
—Aquí tienes nuestro regalo—me informa Allyson ofreciéndome un envoltorio plateado junto a un enorme lazo negro.
—Gracias, pero no os teníais que haber preocupado.
—Ábrelo.
Me siento en la cama y rompo el envoltorio con todas mis fuerzas para encontrarme con un cojín blanco en el que está grabado en rojo mi nombre. Al lado , hay una diminuta caja, qur envuelve con sutileza una gargantilla de plata con mi nombre.
—Gracias.
Mi madre me ayuda a abrochar el colgante al rededor de mi cuello. Me siento feliz, hace demasiados cumpleaños que no estaba con mi familia. Casi he olvidado el sabor del bizcocho de Samay y los abrazos de oso de mi padre.
—Te estamos cocinando una tarta para chuparte los dedos.
—Gracias Allyson.
—De nada, disfruta de tus veinticuatro.
—Te dejamos disfrutar del desayuno.
Me río y me introduzco en la boca un trozo de bizcocho, su sabor es tal como lo recordaba. Mi móvil vibra en la mesita de noche así que descuelgo la llamada con una radiante sonrisa.
—Feliz cumpleaños señorita Turner.
—Muchas gracias Connor, no pensé que te ibas a acordar.
Bebo un trago de café y muerdo otro trozo de bizcocho.
—Me he acordado cuando he entrado en la oficina porque en el ordenador tengo un post-it a modo de recordatorio.
—¿Tú en la oficina? No me has contado que ahora trabajas y todo.
—Ya ves he tenido que llevar el desayuno a la señora Smith, un trabajo agotador.
—Creo que esa mujer está perdidamente enamorada de ti.
—No me extraña,con esta cara de ángel, ¿quién no?
Continuamos hablando un rato más pero al final se me acaba la batería del móvil así que tras enchufarlo me voy a dar una vuelta por el pueblo, desde que he llegado no he dado ningún paseo y tengo bastantes ganas.
La mañana está cubierta de nubes y llueve ligeramente, pero no me doy por satisfecha y abro un paraguas. Camino por la estrecha calle hasta llegar al antiguo puente romano, de pequeña adoraba correr con Kristoffer por él y después contemplar desde la hierba como él y sus amigos se tiraban desde su bordillo al río que circula con abundante agua situado a dos metros. Me asomo y compruebo que un par de truchas nadan libremente esquivando algunas piedras que se cruzan en su camino.
Doy una vuelta por el pueblo reviviendo los recuerdos que están escondidos en mi memoria y que tras tanto tiempo vuelven a salir a la luz. Paso por delante de mi colegio y de la panadería donde a los niños les encantaba ir a comprarse el almuerzo pero que ahora tiene el cierre echado. La lluvia aumenta de intensidad pero yo recorro las casas que me vieron crecer, un bar en el que, una vez, me lanzaron piedras los que se suponían que eran mis compañeros. Ahora se ha reducido a ruinas. Giro sobre mí misma rota de dolor por la plaza, entre bancos, fuentes y árboles, un poco más allá se extiende un bulevar.
La puerta del ayuntamiento está cerrada pero me quedo contemplando la fachada, con el sonido del rebotar de la lluvia contra mi paraguas como única compañía. Nunca me ha gustado el término de odiar, parece como si ese algo hubiera hecho lo peor que se le puede hacer a una perosna y que si desapareciese, lo festejarias.
Toda mi vida he odiado este pueblo, a su gente que nunca me aceptó, esa niña que solo buscaba un hueco en el mundo que nadie le dio. Odié cada piedra de las aceras, cada rancho donde celebraban cumpleaños, este ayuntamiento que se alza majestuoso frente a mí por nunca ayudar a mis padres. Odié cada átomo de este lugar pero ahora veo que no puedo odiar una parte de mí. Me ha enseñado tanto, auqnue esa Rachael de seis años nunca lo viera, aunque esa yo de dieciséis años contase los minutos para no volver a cruzarse con todas esas personas que le prometieron que no valía nada.
Solo me paro frente a la diminuta iglesia que está en el inicio del pueblo, junto al cartel de bienvenida, y tras unos segundos observando las piedras del exterior decido entrar. Es más espaciosa dentro de lo que desde fuera aparenta y está sumida en una profunda oscuridad con solo un rayo de luz que se cuela a través del diminuto rosetón iluminando el altar. Varias columnas sostienen el tejado y me quedo ensimismada por las figuras que tienen talladas en sus capiteles.
—Cuánto tiempo sin verla Rachael Turner.
Me giro hacia el propietario de la voz, un hombre con la espalda encorvada de barba poblada y pelo pelirrojo al que distingo muy bien.
—Buenos días padre Jeremaiah.
Jeremaiah es el pastor de nuestra iglesia desde hace tres décadas y es un hombre fiel y bondadoso.
—¿Qué tal se encuentran tus padres?
—Muy bien, ¿y sus hijos? Seguro que Helena ya es muy mayor.
—Sí, los niños crecen muy rápido, Helena ya va a cumplir los treinta y Nate los veinticinco. Por suerte mi querida hija que me ha otorgado una nieta.
—¡Felicidades padre Jeremaiah!
—Gracias, qué bien que has vuelto con tu familia, tu madre hacía ya varios meses que no acudía a la iglesia y sabes tú bien que Samay adora ir a misa, tu madre ha estado muy enferma de salud mental.
—Ya...
—Pero no te entristezcas lo importante es que has vuelto, ¿qué tal por New York?
—Bien, he cumplido mi gran sueño y trabajo en lo que quiero.
—Enhorabuena, ¿te vas a quedar mucho tiempo?
—Ojalá pudiera padre, pero en breve tengo una entrevista en la radio.
—¡Me alegro por ti! La escucharé, te lo prometo.
Me río y salgo al exterior donde la lluvia ya ha menguado así que decido seguir mi recorrido tras despedirme del pastor del pueblo.
—¡Rachael!—Se escucha un par de veces cuando estoy a la altura de la parada de autobús, me giro y encuentro a Sherlyn que viene corriendo hacia mí con un niño pequeño entre sus brazos.
—Hola Sherlyn—me acerco a su altura y ella me felicita tras darme dos besos. El niño tiene unos dos años y el pelo marrón echado hacia atrás en un sencillo flequillo, su mirada es tímida y se esconde tras Sherlyn cuando ella le deposita en el suelo y cubre su cara en la falda mi amiga—. ¿Tú eres Asher?—Mi voz se agudiza y se llena de ternura cuando formulo la pregunta, el niño asiente soltando despacio la falda de su madrastra.
—Sí, dile a Rachael cuántos años tienes.
Sherlyn se agacha para ponerse a la altura del pequeño.
—Dos.
—¡Qué mayor!
El niño sonríe, baja la mirada y se muerde el labio inferior.
—Asher, hoy es el cumpleaños de Rachael, ¿qué se les dice a las personas que cumplen años?
—Felicidades, ¿cuántos años cumples?
Mi corazón se llena de ternura por su aguda e inocente voz, ser madre nunca ha sido una prioridad para mí pero cada vez que veo a un niño me entran ganas de tener el mío propio. Asher parece un amor de niño aunque bastante tímido.
—Gracias, cumplo veinticuatro.
—Es muy tímido, ¿quieres venirte a comer a casa? Está Mason por si le quieres conocer.
—Voy a tener que rechazar la invitación aunque te lo agradezco, ¿te vienes a tomar la tarta después de comer?
—¡Claro! Me encanta la tarta.
—A mí también.
—Pues tú también puedes venir y si quieres trae a tu papá.
El niño asiente y vuelve a bajar la mirada a sus zapatos.
El día transcurre más rápido de lo que me gustaría pero paso una buena tarde con mi familia, Sherlyn, Mason y Asher y al rededor de las siete de la tarde la casa se vacía dejándome fregando los vasos y los platos.
Solo se escucha el sonido del agua al encontrarse con los platos para limpiar el jabón y la suave melodía que recitan mis labios. Decido salir a ver anochecer en la colina de atrás del pueblo, no se tarda mucho en llegar y así aprovecho para hacer un poco de ejercicio, hace ya mucho tiempo que no nado. Antes de salir me visto con ropa algo más cómoda y cojo el teléfono y las llaves. El paseo se me hace más largo de lo que creía, pero el precioso paisaje que me deleita una vez he llegado a la cima es digno de contemplar.
Me siento en el único banco que hay con la respiración un poco agitada y los músculos doloridos mientras el sol se esconde entre las casas del pueblo y un color anaranjado se degrada lentamente hasta que el cielo se cubre con un color violeta para al final ser un completo azul oscuro junto al brillo de las estrellas y de la Luna partida a la mitad. Miro la pantalla del teléfono móvil que se encuentra en el bolsillo de mi chaqueta para comprobar si Elina ha leído los múltiples mensajes de voz que le he dejado. Su respuesta es una foto de su cara sacándome la lengua y tantas felicitaciones que me río de verdad.
Qué buen día.
—Es una preciosa vista— Me giro alarmada por aquella voz inesperada tras dar un brinco en el asiento lo que produce que el móvil se caiga al suelo—. No pensé que el pueblo tuviera unas vistas semejantes.
No distingo en la oscuridad de la noche la figura que se acerca con paso relajado pero su voz me es familiar, muy conocida, es Dereck.
—¿Qué haces aquí?
La figura negra se sienta junto a mí y encorva su espalda para atrapar el teléfono que descansa en el suelo rocoso.
—He venido a ver cómo estás.
Mi cuerpo se tensa ante su presencia, y más aún cuando recuerdo el beso que nos dimos en Chicago. Mi mente no había recordado ese episodio hasta ahora que imágenes borrosas y confusas vienen a mí como un lejano recuerdo. Intento relajarme, pero mi cuerpo no me obedece y mi estómago comienza a dolorme de los nervios tan repentinos que invaden mi cuerpo. Desde que me han quitado la medicación para la ansiedad cualquier mínimo estado de emoción me produce angustia y desesperación.
—Bien.
Mis manos tiemblan sobre mis muslos y noto como mi torrente sanguíneo aumenta. Dereck me ofrece el dispositivo que ha recogido del suelo pero mis manos no pueden levantarse de donde están así que se queda en esa posición unos segundos hasta que mi vista se acostumbra lentamente a la oscuridad. Ahora puedo ver su rostro produciendo que una lágrima se escape de mis ojos, no me molesto en limpiarla pero Dereck parece percibirla y se levanta para ponerse frente a mí.
—Rachael, soy yo, Dereck —entrelaza nuestras manos agachandose para ello—. No tienes que ponerte nerviosa, soy yo.
Rompo a llorar en un intento desesperado de que mis emociones paren de atormentar a mi cerebro. Dereck me envuelve en un abrazo y rompo a llorar como si fuera una adolescente que le ha dejado su novio. Su hombro me sirve de consuelo mientras él acaricia cariñosamente mi cabeza. Su olor se cuela en mis fosas nasales, ese aroma tan peculiar de una fragancia cara y escucho latir su corazón debajo del polo de Tommy Hilfiger, el latido monótono, grave, junto al subir y bajar de su pecho.
—Perdóname Rachael, por favor, soy un monstruo.
Noto como su respiración se agita y como me estrecha con más fuerza, él también comienza a llorar y nos mantenemos así, llorando uno abrazado al otro durante unos minutos.
—Soy un egoísta, debería dejarte ir, que seas feliz, pero no puedo, no puedo soportar la idea de que otras manos te acaricien y que otros ojos te hagan sentir lo que yo puedo hacerte sentir.
Me separo lentamente de él mientras Dereck se cae de rodillas al suelo con sus brazos relajados a su lado.
—Dereck... Ya hemos hablado de esto.
—Pero no entiendo , ¿cómo encontrar a unas chicas perdidas por el mundo va a hacer que cambies tu forma de verme? Voy a ser el mismo Rachael, nada va a cambiar.
—Me demostrarás que puedes ser mejor persona de lo que creo que eres o al menos que te preocupas por los demás.
—Solo quiero que me perdones y... No sé emprender una vida contigo.
—¿Emprender una vida conmigo? Te recuerdo que ya tienes una vida, una vida que no me incluye.
—Pues claro que te incluye, tú eres mi vida.
—Por supuesto ahora eres el bueno—digo con sarcasmo—. Lo siento si he malinterpretado que estás casado con Katherine, que vivís juntos y que además vas a tener un hijo con ella.
—¿Qué crees? ¿Qué lo he elegido?
—¡Sí! Pues claro que lo has elegido: Has elegido casarte con ella y nadie te ha puesto un cuchillo en el cuello.
La conversación comienza a subir de tono y me siento como si viviera un déjà vú, nuestras últimas conversaciones son igual, parecen seguir el mismo patrón: Lloramos, discutimos y al final nos vamos peleados.
—Joder, solo seguí mi lado egoísta y no pensé que te echaría tanto de menos. Lo siento Rachael, siento no ser tan perfecto como tú.
—No pienso que soy perfecta pero tampoco jamás te habría hecho...
—¡Vale! No sé ni para qué me molesto en hacer las paces contigo si siempre me vas a guardar reconcor.
—Eso no es cierto, pero dime, ¿cómo voy a confiar en ti si cada vez que te doy una oportunidad me apuñalas por la espalda?
—No volverá a suceder, te lo juro.
—¿En serio? Y mientras piensas cómo vas a engatusarme de nuevo te acuestas con unas francesas.
Dereck me mira perplejo como si no creyera lo que le estoy diciendo.
—¿Cómo...? ¿Cómo sabes eso?
— Tus amigas vendieron unas fotos a la prensa.
—Dios...Joder... Estaba molesto conmigo mismo, por haberte dejado ir y... Katherine me estaba volviendo loco.
—Y para desestresarte probaste bocado francés, ¿no?
—No, no lo probé, ya me he acostado con más francesas.
—Eres un cerdo egoísta y creído.
Me levanto del banco y me alejo a toda prisa del lugar, ¿se está riendo de mí a caso?
—¡Rachael!
Noto como Dereck comienza a pisarme los talones cuando aprieta el paso y echo a correr en un intento de no romper a llorar de nuevo delante de él. No sé cómo he podido mostrarme tan vulnerable antes.
Grita mi nombre en múltiples ocasiones mientras corre hacia mí, para mi desgracia, es mucho más rápido que yo y me alcanza en seguida bloqueandome el paso.
—Lo siento, era una broma.
—Pues no me ha hecho gracia, ni pizca.
—Si tanta ilusión te hace buscaré a mis exnovias y les pediré disculpas.
—Espero que lo hagas.
Cruzo los brazos sobre el pecho como un gesto instintivo para proteger a mi corazón. No puedo volver a abrirme a él, ni a él ni a nadie. Mi corazón ya ha soportado demasiado dolor y lo único que quiero es dejar que este ardor insoportable que se ha instalado entre mis costillas deje de dolerme. Noto que esta vez es diferente a todas las demás en la que hemos hablado, ahora no confío en él, no siento ni un atisbo de esperanza en nosotros. Esos ojos azules tienen demasiado poder sobre mí, tan sólo le abrí mi corazón durante un segundo y ha sabido agarrarlo y jugar con él a su antojo y no puede volver a pasar. No puedo volver a confiar en alguien que ha sabido como destrozarme sin cuidado, no lentamente o con cautela o tacto, sino de una vez, arrancó lo poco que quedaba de mi corazón y lo trató como si fuera algo insignificante.
Dereck, a diferencia de mí, se mantiene con el semblante serio mientras yo parezco una mezcla de emociones que cambian con cada segundo.
—Feliz cumpleaños.
Niego con la cabeza y me cubro los oídos con las manos.
— ¡Para de una vez! Solo te pido que me dejes tranquila, no quiero más, solo un poco de paz por una vez en mi vida.
— Rachael, ya te he explicado que he sido un capullo, me arrepiento, me arrepiento de todo, me arrepiento de haberte dejado sola en Barcelona, me arrepiento de haber elegido a Kat, me arrepiento de no haberme dado cuenta antes de lo importante que eras para mí. Si pudiera viajar en el tiempo habría dejado plantada a Kat en el altar y nunca te habría soltado.
Con cada palabra se acerca un poco hacía mí y no puedo dejar de ver cómo se mueven las comisuras de sus labios. Son gruesos, rosados, perfectos... Cuando está a penas a un metro de distancia doy un paso largo hacía atrás y Dereck encoge el rostro como si eso le hubiera dolido de verdad y ojalá fuera así, ojalá le hubiera hecho algo de daño para que pudiera sentir como me siento.
Pero él no es así, dudo acaso si tiene sentimientos y me repito que solo está fingiendo esa expresión para que me comparezca de él. Maldigo por lo que esa mirada triste mezclada con frustración y dolor hace en mí. Estoy alterada, cansada, rota y necesito tiempo. No esto. No así.
— Véte Dereck, te lo suplico.
Me giro y froto mi pecho con fuerza para acallar a mi corazón que grita para que me dé la vuelta y le perdone, pero por suerte, mis pies no le obedecen.
— Eres lo único bueno que me ha pasado en esta vida.
Noto su aliento en la nuca y después en las mejillas cuando se agacha para susurrarme al oído. Lo vuelve hacer, vuelve a hacerme sentir viva como si el anochecer se hubiera esfumado y ahora el sol brillara con todo su esplendor sobre el cielo. Cierro los ojos para evitar cometer un error y me muerdo con fuerza el labio inferior. Noto su pecho en la espalda, el cual se mueve para acompañar a su respiración cálida. Una mano recorre mi brazo. Noto el calor de su piel y mi vello se eriza.
Una vez leí un artículo que estudiaba la reacción de nuestro cuerpo ante determinadas situaciones. La piel tiene memoria, reconoce el tacto, la textura de una piel conocida. Mi cuerpo se activó para él. Me siento bien, anonada, triste y es como si algo me empujase a él o puede que lejos.
Cuando llega a mi hombro aparta el pelo que descansa sobre él y besa el lóbulo de mi oreja tirando de la piel despacio.
— Schnuckelchen, no tengo ni la menor idea de si lo que siento por ti es amor o simplemente aprecio pero...— Su voz se vuelve más ronca y baja sus manos para rodearlas al rededor de mi cintura atrayendome hacía él con fuerza. Contengo el aliento por notarle tan cerca. — De lo que estoy seguro es que no quiero perderte. Quiero conocerte hasta saber tu vida mejor que la mía. Quiero despertarme y que seas tú quien esté ahí mirándome con esos ojos marrones, grandes y esa sonrisa preciosa...
Lloro en silencio por lo que acaba de decir y es que yo deseo lo mismo pero no me atrevo a decirlo en alto.
— Quiero a Kat, lo sabes, he vivido muchas cosas con ella pero, no puedo seguir mirándola y deseando que seas tú y que su acento sea de Texas y que trabaje en la industria de la moda y que imagine lo que habrías contestado tú a la pregunta que le acababa de hacer. No puedo Rachael, no puedo seguir echándote tanto de menos y te juro por lo que quieras que quiero intentarlo de nuevo.
— No lo hagas más díficil, por favor.
Me da la vuelta con un movimiento brusco y pega su cuerpo al mío sin apartar los ojos de los míos.
— No puedo vivir sin ti Rachael, simple y llanamente no puedo. Te juro que deseo con todas mis fuerzas poder pasar página y ser feliz con Kat pero me siento como...No tengo palabras para explicar el vacío de mi corazón.
Atrapa un de mis manos con las suyas. Están suaves, como siempre, y su gruesa mano bien cuidada encaja a la perfección con la mía. La apoya en su pecho y ejerce presión. Noto su corazón , bombeando sangre a todo su cuerpo de manera constante y regular y noto cómo se le acelera un poco cuando habla sobre mi nuca.
— Late solo por ti.
—¿En qué película has oído eso? Porque de verdad que es muy cliché.
No sé lo que me sorprende más si lo relajada que de repente me encuentro o el hecho de que su risa inunde mis oídos incluso cuando sus labios vuelven a pegarse.
Niego con la cabeza y bajo la mano por su polo hasta que muy a mi pesar la despego y cierro los ojos. Noto un cosquilleo en la palma de la mano, justo donde ha estado apoyada sobre la tela de Dereck.
— Mírame, por favor, porque si al final me mandas a la mierda, quiero que tus ojos se queden grabados en mi memoria para siempre.
Le obedezco y abro los ojos en la oscura noche. Miro sus ojos azules claro que me observan con cautela, como si esperara a mi posible mala reacción pero me sorprendo relajado mis hombros y poniéndome de puntillas. Mi cuerpo se mueve solo, al igual que mi mente, la tensión que hay entre ambos desaparece y pego mis labios a los suyos con brusquedad y rabia contenida mientras envuelvo mis dedos en su suave pelo bien peinado con laca. De repente me creo sus palabras, creo que va a encontrar a esas chicas, creo que ha sufrido por mí, creo que sus impulsos de rabia y dolor le llevan a hacer cosas que no quiere y sobre todo creo que me quiere y que se arrepiente, ha cruzado medio país para encontrarme y se ha sincerdao conmigo, no puedo odiarlo tras eso.
Dereck agarra mis caderas con suavidad pero no separa nuestros labios sino que, tras unos segundos de perplejidad, me eleva del suelo y envuelve mis piernas a su cadera. Abro la boca para permitirle entrar y explorar y eso hace. Noto que me falta el aire pero Dereck se resiste a soltarme y acabo haciendo un extraño ruido cuando intento coger aire por la nariz. Me agarro a su pelo para no caerme mientras mi lengua se enrolla a la suya y nuestros gemidos se acompasan. Dereck sujeta mi cuerpo para que no me caiga y yo muevo frenéticamnete mis manos por su firme torso, cuello y pelo despeinandole.
—Quiero demostrar que no soy otra víctima de Adler.—Suspira en mi frente tras darme un beso—Ya ha jodido bastante. No voy a permitir que me quite a ti también.
—No vuelvas a darme una razón para enfadarme contigo.
Miro con seriedad y ternura esos preciosos ojos y sus labios rosados e hinchados que se humedece cuando se da cuenta que los miro.
—Te lo juro mi Schnuckelchen que jamás volverás a llorar por mí— Me río cuando pronuncia el apodo cariñoso que tanto añoraba escuchar—. Aunque no te he contado una cosa.
Mi repentina ola de felicidad se desvanece tan pronto como ha aparecido y me alarmo preparada para escuchar algo que me rompa el corazón.
—He encontrado a una de las chicas, Alice.
—Qué bien, me habías asustado.
—¿Aún quieres que encuentre a las otras?
—Las encontraremos.—Dereck asiente y me besa suavemente—¿Qué pasó con ella?
Me bajo de sus brazos y pongo cierta distancia entre los dos. No se puede volver a como me sentía antes de un minuto a otro porque me ha hecho daño y cuando le miro todavía me estruja el corazón. No sé qué estamos haciendo, no sé si esto es lo que quiero pero tengo la sensación que quiero ayudarle a encontrar a esas chicas. Llámalo empatía, venganza y odio por un hombre que intentó matarme.
Es como si triunfase en esto fuera igual que hacerlo con mis violadores.
—Está bien, mi padre le dió mucho dinero al parecer, sobornandola para que se fuera de New York. Ahora vive en Canadá y es profesora.
Asiento, algo más calmada.
—No fue tan malo ¿no?
—Si te refieres a que podría haber sido peor pues sí, no fue tan malo.
Dereck no trata de acercarse a mí lo que por un lado me tranquiliza. En el lenguaje no verbal de la gente se puede traducir tantas cosas que me alegra que capte que necesito un poco de espacio.
—Hay más—Añade, mirandome con seguridad.—Alice conoció a otra chica, Leslie, al parecer el capullo de Adler la vendió durante un par de años a un puticlub y entre las dos van a abrir una causa judicial contra él.
—¿Pueden hacerlo?
Fantaseo con la idea de hacer justicia de una vez por todas, de mirar a ese monstruo a la cara y escupirle como hice en la galería de Dallas, pero esta vez sin que pueda ir persiguiendome después.
—Ya le denunció hace unos años pero el juez denegó la acusacion. Pero ahora tienen prurbas contra él de todo el dinero ilegal, armas que vende en el mercado negro bajo un pseudonimo. Y yo voy a ayudarlas.
Le miro y veo por primera vez sinceridad en sus ojos y al mismo tiempo terror. Quiero creerle, quiero demostrar a Harry y al mundo que él no es como su padre y esto ya me parece una prueba de que Dereck está tratando de hacer las cosas bien. Al menos es un comienzo, pero un comienzo es mucho más de lo que tenía esta mañana.
—Estoy orgullosa de ti.
Me sonríe. Una enorme sonrisa que le cubre el rostro pero sé que en fondo le cuesta hacerlo, tiene que demostrarse a sí mismo que puede y que su padre no va transformarse en un ser con garras que le lleve con él. No. Tiene que hacerlo para saber que no es como Adler. Pero no es fácil acusar y arruinar y joder la vida a alguien de tu familia por más que se lo merezca.
—Puedo entrar en su despacho en días sueltos, convencer a Katherine de que vayamos a su casa y así aprovechar oportunidades para recabar información, puede que grabar el disco duro de su ordenador, guardarme contactos, hojas, apuntes...No sé. Cualquier cosa que nos sirva de prueba.
—Tú como testigo contra él creo que ya va a ser algo muy fuerte. Eres su hijo.
—Pueden demandarme a mí también. Al fin y al cabo, le he encubierto.
Niego con la cabeza.
—Vas a denunciarle, no le encubres.
—¿Cómo demuestro que yo no tuve nada que ver en eso? Soy su hijo, es casi imposible que no estuviera al tanto y supongo que Adler me llevará con él al calabozo.
Se pasa las manos por el pelo, nervioso. Está aterrado y es normal, nadie se entusiasma ante la posibilidad de pasar el resto de su vida en la cárcel.
—No lo permitiremos. Vamos a demostrar tu inocencia. No soy abogada pero tenemos dinero suficiente para pagar a uno bueno, y seguro que en la biblioteca tienen manuales de leyes y cosas de la justicia.
Dereck pone otra sonrisa triste y tras tirarse de la punta del pelo se mete las manos en el bolsillo.
—Con que me dejes de ver cómo un monstruo ya es más que suficiente que para enfrentarme a unos años en prisión.
Se me cae el alma a los pies. La noche ya se ha ceñido sobre nuestras cabezas pero nosotros seguimos con esa distancia de seguridad, mirándonos como si cualquier palabra que fuera a decir el otro fuera a penetrar el muro invisible de tregua que hemos impuesto.
—Nunca te he visto como a un monstruo. Me hiciste daño y lo sabes pero no eres eso. Quiero creer que no. Y vas a hacer esto, vas a plantarte frente a ese hombre que te lleva intimidado años, que arruinó a tu familia, que por su culpa te arrebató a tu hermana...Dereck vas a enfrentar a tu mayor temor, con miedo pero vas a demostrar por una vez, que no tienes nada que ver con Adler. Sabes todas las atrocidades que ha hecho pero te callabas por miedo, ¿quién puede reprochartelo después de haber visto como pegaba a tu madre, como se llevaban a Krestin? Vas a denunciarle a pesar de que quepa la posibilidad de que acabes como él—Se mira los pies y traga saliva sonoramemte —. No eres un mostruo Dereck, sigues siendo ese niño al que le quitaron a su madre y a su hermana.
—¿Puedo abrazarte?
Pero antes de responder salto entre sus brazos. Abrazando a ese niño que me imagino que mira la tumba de su hermana sin saber qué es lo que pasa a su alrededor, si esa va a ser su vida.
—Lo siento Rachael. Joder, ojalá pudiera cambiar el pasado.
Niego con la cabeza.
—Me has traicionado. Me hiciste sentir tan...Tan poca cosa.
Dereck aprieta el abrazo y se separa ligeramente para besar mi frente.
—No eres poca cosa, eres increíble. Voy a cambiar, te lo prometo, no puedo seguir jodiendo todo lo que toco.
Nos separamos tras lo que se me hacen unos pocos segundos pero estoy segura que son minutos.
—¿Sabes cuál es el problema? No tienes que cambiar por mí...Tienes que hacerlo por ti, porque no quieras seguir mostrando esa parte de ti que no te gusta, que hace daño y a ti el primero. Me has demostrado mucho viniendo hasta aquí y contándome tus intenciones. Has cambiado, poco, pero lo has hecho. No sé si necesitas ayuda pero tienes que comprender que si sigues haciendo las cosas por los demás nunca vas a sentirte bien contigo mismo.
Dereck me mira como si estuviese absorviendo toda la información y al mismo tiempo como si no entendiera nada.
—Yo quiero estar contigo y sí tengo que reconciliarme con mi niño interior pero no sé ni por dónde empezar.
—¿Y si buscas ayuda?
Me mira como si me acabasen de salir otra cabeza y ahí tengo la prueba de que Dereck no es como yo siempre pienso que es, como él admite que va a cambiar. No, tan solo sigue un guión, sigue teniendo esas ideas que le bloquean.
—No estoy loco Rachael.
—La gente loca no va al psicólogo, osea sí, pero no todos los que van al psicólogo están locos. Yo debería haber tomado ayuda hace mucho tiempo y también estoy pensando en pagar a alguien, un psicólogo en quien me pueda deshaogar y trabajar en mis heridas emocionales. No puedo seguir así, no puedo depender emocionalmente de la aprobación de los demás y seguir autodestruyendo.
—No. Eso es de débiles y...
—Por supuesto que no—Le interrumpo —La gente débil es la que se queda de brazos esperando a saber qué para que sus problemas se arreglen y los valientes son los que toman la iniciativa, admiten que tiene un problema y trabajan para solucionarlo.
—Yo no tengo ningún problema que tenga que hablar con nadie.
—Con tan solo esa frase ya has dejado en evidencia que sí. Entiende que no puedes con todo en esta vida Dereck, a veces hay que relegar en los demás.
Niega con la cabeza y yo suspiro, no estoy para darle clases de moralidad. Ya sabía que no iba a funcionar. No sé en qué estaba pensando.
—No vas a cambiar.
—Lo haremos juntos —Enarco una ceja y se apresura a añadir—, si quieres podemos buscar un psicólogo y empezar un tratamiento, juntos. Es decir, no juntos juntos, si no empezar este proceso de la mano. Tú con tu terapeuta y yo con el mío.
Está aterrado, y es normal. Yo también. Cuesta más de lo que debería abrirnos a los demás y más a alguien desconocido que sientes que te va a juzgar.
—Me parece una idea increíble. Está bien no poder con todo y frenar a veces.
—No me doy cuenta que cargo con el peso del mundo.
Dereck saca el teléfono móvil del bolsillo de su pantalón y teclea algo con los dedos tan temblorosos que pienso que va a romper la pantalla
—¿Sabéis si va a ser niño a niña?—Cuando veo una especie de fiesta, en la que la decoración es tan impresionante que abro los ojos como platos con todo decorado a la perfección, con una tarta de seis pisos, globos, dulces, una piñata...Y una prueba de embarazo enorme proyectada en una pantalla.
Me cuesta pronunciar la pregunta pero deseo hablar del tema con él ahora que parece que hemos echo las paces, al menos de momento.
—No lo sé.
Asiento y le devuelvo el aparato.
—¿Cómo le vais a llamar?
—Si es niño Kat quiere llamarle Adler y si es niña yo la voy a llamar Rachael.
Me río ante su expresión de asco cuando pronuncia el nombre de su padre la cual cambia drásticamente al pronunciar el mío tornandose en una dulce y tierna.
—¿Le vas a a poner a tu hijo el nombre de Adler?
—Evidentemente no quiero que se llame Adler, pero Kat ha insistido.
Asiento mientras él me deposita en el húmedo césped y se coloca a mi lado tumbado boca arriba, su mirada se pierde en las múltiples estrellas que brillan en el cielo incansables.
—¿No te molesta que hablemos del bebé?
Giro la cabeza hacia él quien pronuncia esas palabras sin aparartar la vista del cielo. Parece un verdadero ángel con la luz de la luna iluminando su lozano rostro y su pelo negro enmarcando su rostro.
—No me molesta hablar de ello, al principio me sorprendió pero no me molesta, a ver tampoco me agrada pero es algo que va ir contigo siempre y estoy dispuesta a ser lo que tenga que ser.
¿En qué momento he decidido eso? Aquí y ahora...No sé si lo siento de verdad, si es lo que esperaba para mi vida pero claro, todo esto no es nada de lo que mi yo adolescente anhelaba. Y ser una especie de madre para el hijo de Dereck no me incomoda. Desde que he sabido que iba a se padre es como si el universo se hubiera alineado para ponerme a bebés delante y despertar una especie de instinto que jamás he sentido.
Dereck me mira con sorpresa y gratitud, parece tan fuerte en un principio que podría creerme que nada le duele, que su corazón es de acero inoxidable pero es de gomilona.
—Eres perfecta.
Niego con la cabeza con una sonrisa aflorando mi rostro.
—Soy yo. Sin más.
—Voy a divorciarme de Kat en cuanto regresemos a New York. —y lo suelta como si fuera una losa entre nosotros porque lo es.
Enarco una ceja burlona.
—¿Qué te hace pensar que volveré contigo?
—Porque no pienso dejarte aquí, vas a venir conmigo aunque sea lo último que haga.
Dereck acerca sus labios a los míos, la pelea de hace unos minutos, la del hospital, el sufrimiento de los últimos meses, la boda...Todo parece un mal sueño, una historia que no es real, solo producto de mi imaginación.
Dereck se coloca con un rápido movimiento encima de mí y me desabrocha la chaqueta con lentos movimientos.
—¡Dereck!—aparto su mano de mi cuerpo y le miro con incredulidad—No podemos hacerlo aquí.
—No hay nadie y no tiene pinta de que alguien vaya a venir, ¿prefieres hacerlo en tu casa con tus padres y tu hermano?
—Hablando de mi hermano, le debes una disculpa.
Dereck hace una mueca pero al darse cuenta de mi postura seria se relaja y asiente.
—¿En serio vas a divorciarte?
Dereck respira relajado con sus manos descansando a su lado, medita durante un tiempo su respuesta, demasiado tiempo para mi gusto.
—¿Qué más da lo que diga un estúpido papel? Lo único que sé es que ahora tengo todo lo que quiero, a ti, el dinero...
—A mí me da igual el estúpido dinero, ¿acaso me estás comparando con unos dólares?
—Millones de dólares.
Resoplo indignada, el dinero parece una dogra, una vez que lo pruebas no puedes parar y a juzgar por la conversación que tuve con Julissa meses atrás, nunca es suficiente.
—No quiero discutir Rachael.
—Yo tampoco.
Me levanto de un salto y estiro los brazos y las piernas para deshacer la tensión que se ha formado en ellos. Dereck me mira confuso y en sus pupilas azules se dibuja la diversión. Mirándonos nadie podría descifrar qué nos hizo enamorarnos uno del otro. Él, con su polo de marca, chaqueta atada al rededor de su cuello, pelo bien engominado y un olor a perfume caro. Yo, con mis vaqueros desgastados manchados de barro, forro polar unas tallas más pequeña que la mía, el pelo ondulado alborotado sin ningún sentido al rededor de mi cara y el maquillaje corrido formando manchas negras al rededor de mis ojos...
— Ven, quiero enseñarte un sitio.
Dereck se apoya sobre sus codos y me mira sin intención de levantarse.
— No llevo los zapatos de pasear.
— ¡No seas pijo!
— Nori, por favor, me estás ofendiendo, ¿algún problema con ser pijo?
Agarro su brazo y tiro de él con todas mis fuerzas pero mis delgados brazos me dificultan bastante la tarea. Esta energía que se instalado entre nosotros es muy agradable y divertido y agradezco que todo vuelva a ser como antes.
— Vale, vale ya me levanto, pero a cambio— se levanta con cuidado de no caerse en un charco de barro que hay junto a nosotros y me veo obligada a soltar su agarre, no me había dado cuenta de que las pulsaciones se me habían acelerado por el roce de su piel— te vendrás conmigo al hotel, no quiero ni imaginarme la cantidad de bichos que habrá en esa...
Le echo una mirada inquisidora pero me veo obligada a reírme por su cara de asco.
— No menosprecies de esa manera la casa de mis padres. Y por supuesto que no, vas a tener que trabajartelo.
Dereck suspira, se acerca hacia mí y envuelve nuestras manos. Me las quedo mirando fijamente. Parece surrealista, tal vez mañana cuando despierte esto solo será un sueño, un producto de mi imaginación, pero lo que tengo claro es que aún quedan unas cuantas horas para el amanecer y pienso disfrutarlo.
El camino está peor conservado de lo que creía. Nos hemos visto obligados a cambiar de sentido en varias ocasiones ya que las zarzas nos impedían el paso. Aún así, el clima es fabuloso para dar un paseo y la linterna del teléfono móvil nos alumbra el camino, los preciosos árboles que se alzan orgullosos a nuestro al rededor y los pequeños animales nocturnos que se cruzaban en nuestro camino solo le dan un toque más especial. Dereck no para de quejarse en todo el camino: bien por una picadura de algún insecto que él denomina un bicho, bien porque huele a excremento de caballo cuando pasamos por una parte en la que los preciosos animales pastan por el día tranquilamente, o bien porque hay algo de barro o porque se le ha manchado el pantalón con tierra, es agotador. Aún así disfruto por la comodidad que ha pasado a instalarse entre nosotros, hablamos de temas divanos aunque le escucho como si me fueran a examinar de ello al día siguiente. Me habla de Hedwig y de su hermanastro, parece un niño con ese brillo inocente en sus ojos cuando me cuenta que Hedwig se comió casi toda la tarta de su cumpleaños la noche antes de que fuera la celebración y que al final el chef tuvo que improvisar un dulce.
Los muslos me duelen por la caminata aunque es soportable. Y por fin, cuando pienso en darme la vuelta porque Dereck se queja de algo mis ojos se encuentran con un enorme lago que refleja la luna. El agua se encuentra tranquila y de entre las rocas se escapa un torrente casi insignificante de agua.
— Si piensas que me voy a meter en esta agua sucia, puedes esperar sentada.
Le apunto con el teléfono para ver mejor cómo pone los ojos en blanco.
— Suena tentador pero no, eso no es lo que quería enseñarte.
Me acerco con pasos rápidos a una pequeña cabaña mal conservada que se encuentra a unos metros del lago. Los escalones de maderaa se hunden con mi peso y sueltan pequeños cruijidos.
— Rachael, ¿qué haces?
Me giro y le hago un ademán con la mano para que se acerque. El techo está descubierto dejando unas vistas privilegiadas al cielo.
—Este es el último sitio que visité antes de marcharme a New York.
Dereck se sienta en el suelo y mira curioso a su alrededor.
—Es muy bonito.
—La semana que viene tengo que volver a New York por una entrevista a la radio por el desfile de verano.
—¿Estás nerviosa?
Asiento y él me señala una estrella fugaz que acaba de pasar.
—Lo conseguiremos. Lucharemos cueste lo que cueste. Porque el hilo rojo no se rompe, no puede hacerlo. Tú eres mi hijo rojo Rachael, aunque yo no sea el tuyo.
Su regalo de cumpleaños me lo dejó en mi cuarto cuando entró a disculparse con mi familia. Amo a esta gente que no dudan en perdonarle.
Su regalo es el ejemplar de El Hobbit.
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