Capítulo 20: Nadie quiere un corazón malherido.
Rachael
No me cuesta mucho encontrar la dirección de la nota. No puedo negar que he estado tentada a no venir. Es una locura, lo más probable es que sea una aburrida anciana que busca algo interesante...¿Y yo? Parezco una periodista en busca de nuevas primicias.
No me reconozco, curiosa por algo que no me incumbe. Debería centrarme en mi trabajo, en organizar su boda y dejarme de tonterías. Pero no puedo evitarlo. Cuando anoche tomé la decisión navegué por Internet en busca de la dirección y la curiosidad me recorrió el cuerpo. Es como si algo me empujase a hacerlo. Tal vez por el simple hecho de complacer a mi conciencia.
A mi llegada me topo con un chalet antiguo, adosado de dos pisos con una diminuta piscina. Parece sacada de un catálogo de juguetes: con todas esas flores y el merendero colocado junto a la piscina que, en ese momento, está vacía. Pero cambio de planes, no quiero pensar que se me ha ido la cabeza por completo así que cruzo la calle y me planto frente a una cafetería que acaba de levantar las persianas.
Me giro para observar una última vez la puerta que se abre y se cierra albergando a nuevos clientes. Todavía estoy junto al escaparate donde se aprecian las mesas y a sus comensales. He desayunado en la cafetería situada justo en frente de la casa, en la calle paralela, y no he parado ni un segundo de pensar en lo ridícula que es la idea. Todavía me lo replanteo. Dándole vueltas a la idea de volver.
Desde la cristalera de la cafetería se observaba la casa y no le he quitado el ojo de encima por si su dueña salía a hacer algún recado o algo por el estilo. Pero no ha habido ningún movimiento extraño. Bueno y no extraño tampoco es que me agrade la idea de ser testigo de un poltergeist.
Eli aún no se habrá levantado, es muy temprano así que aún tengo tiempo de volver y no dejarme en evidencia.
Miro la nota que sostengo entre mis manos y compruebo la dirección otra vez. Es la correcta, al igual que las anteriores veinte veces que lo he revisado.
Sin meditarlo más, cruzo la carretera para acercarme a la casa y recorro el jardín. Tan siquiera sé qué hago aquí o qué le voy a decir a la anciana del otro día sin parecer que no estoy en mis cabales. La casa no tiene verja ni muralla por lo que subo directamente los escalones de madera que crujen por mi peso y me sitúo delante de la puerta.
Antes de presionar el pequeño botón situado al lado de ella, echo una rápida vista al estado de la casa. A pesar de no ser demasiado grande y que su antigüedad es visible, se mantiene en un buen estado; con las paredes pintadas de un blanco radiante y el jardín bastante cuidado con macetas llenas flores y enredaderas que suben y recorren la casa. Tiene las ventanas bajeras cubiertas por cortinas así que no puedo asomarme a su interior.
Pasan unos niños corriendo por la acera y no puedo evitar dar un salto, sobresaltada. Me giro pero ya están lejos , corriendo detrás de un balón.
<<No estás cometiendo ningún crimen. Deja de sentirte así.>>
Doy un paso atrás, todavía más indecisa y veo el tejado de pizarra y la pequeña chimenea que lo corona. Desde luego, parece una casa de muñecas.
-Un momento- responde una voz desgastada que reconozco como la mujer. Aguardo su llegada nerviosa e impaciente; llevo tiempo esperando este momento y por fin voy a encontrar una respuesta a mis preguntas- Oh...Hola joven. Pasa por favor, no te esperaba así que disculpa el desorden.
Entro dentro de la vivienda tras agradecerle su amabilidad. Inspecciono rápidamente el interior esperando encontrar una casa descuidada o llena de bebidas alcohólicas. Puede que hasta arriba de trastos. Sin embargo, está en perfecto estado. Cuidada, limpia con una decoración algo anticuada pero no por ello menos elegante y me doy cuenta de que hay toques personales por toda la entrada: en todas las ventanas tiene pequeñas macetas con verdosas plantas que le dan un toque de frescor a la casa e impregnan la vivienda de un suave olor a flores, es como haberse perdido en el campo. Hay tapices que recorren la pared con fotografías que no me paro a analizar.
Sigo a la mujer por un pequeño pasillo, anda ayudada de un bastón. Abre una puerta de cristal dejándome pasar a mí primero. Me siento en una de las sillas que se encuentra junto a una mesa del patio cubierto. Esta repleto de azulejos azules y rosas, desde el suelo hasta las paredes y, por supuesto, hay más plantas.
-¿Quieres unas galletas? Justo las estaba cocinando cuando has llegado.
Rechazo su oferta. Me sonríe produciendo que las arrugas que presenta en el rostro con apariencia de cicatrices, se le pronuncien de manera casi exagerada.
Tiene un cierto aire a mi abuela. Ella también nos ofrecía galletas a mi hermano y a mí cuando la visitábamos y adoraba la jardinería.
-Puede resultar un poco raro que me presente en su casa así de la nada, pero últimamente le he estado dando vueltas a la advertencia que me dio de los Miller. He de decir que estoy muy impaciente por saber el motivo de su suposición. Ya sabe, no pudimos hablar mucho la anterior vez.
-No son suposiciones, querida, yo viví toda la historia en mis propias carnes.
Eso me pilla bastante de sorpresa, ¿qué tendría que ver una humilde señora con los ricos y arrogantes Miller?
-No pongas esa cara, pareces que acabas de ver al espíritu santo.
Me río y miro más detenidamente a la señora. Tiene los ojos marrones que me miran con interés y picardía y el pelo cano recogido en un moño bajo. Tiene un rostro muy dulce y una sonrisa que irradia amabilidad.
-¿Cómo viviste la historia de los Miller?
-Nunca me ha gustado acusar a esa familia de nada, son gente honorable y respetable; aunque también sean mentirosos, rastreros y egoístas cuando se lo proponen.-Niega con la cabeza y apoya el bastón en un rincón- Pero, de verdad, lo que tienes que saber, que es lo más importante, es que tienes que intentar mantenerte lo más alejada posible de ellos. Sobre todo de Dereck.
-¿Por qué?
-Supongo que ya te habrás visto atraída por él, y no te culpo. Es un hombre fuerte, guapo, influyente y rico- me revuelvo incómoda en el sitio cuando insinúa que puedo estar enamorada de Dereck. Ella por lo contrario, parece estar cómoda-, pero también tienes que saber que su familia hará todo lo posible para hacerte la vida imposible. Incluso echarte del país si así lo creen oportuno. Si Dereck se enamora de ti o lo que es peor si rompéis o le arruinas el compromiso con la jovencita esa, ¿cómo se llama?
-Katherine...Katherine Hamilton.
Escucho atentamente a la anciana un poco sorprendida por todo lo que sabe de ellos y, lo que me sorprende más, con la familiaridad con la que me cuenta aquello.
-Exacto, ¿a qué nivel te has visto involucrada?
-No mucho, solo soy la organizadora de la boda.
-Menos mal. Supongo que tendrás preguntas- me alegra que aquella anciana me confíe ese secreto aún siendo yo una repleta desconocida. Es extraño que alguien invite a otra persona a su casa para tan solo contar una experiencia vivida. No obstante, no voy la voy a culpar por querer mantenerme a salvo o al menos advertirme. Yo habría hecho lo mismo en su lugar.
Asiento, recordándome que parezco una auténtica desquiciada con todo este tema. Pero necesito concentrarme en el trabajo y, por supuesto, dormir así que esta es la mejor manera que he tenido de salir de lo que sea que le pase a mi cabeza. Los psicologos están sobrevalorados cuando puedes escuchar la historia de una viejita que puede que este peor que yo.
Sí señor, voy cada día mejor.
Sin saber muy bien qué preguntarle, ahondo en mi mente en busca de algo que me pueda interesar.
-¿Antes de juntarse con los Hamilton, eran ricos?
-No. Vivía como otra persona corriente pero eso es lo de menos. Adler trabajaba como juez, uno de los más importantes del país. Supongo que sabrás que quería más dinero de lo que su trabajo le ofrecía y comenzó a meterse en un mundo...En un mundo horrible.
-¿En qué mundo?- Lo más probable es que no esté preparada para escuchar aquello. Si creía que los Miller solo eran un par de niños mimados con ideas radicales, resulta que también son gente que juega sucio.
-En el mercado negro, drogas, venta ilegal...En fin, se le fue completamente la cabeza guiado por la codicia y las ansias de dinero y poder.
La anciana habla con un tono tranquilo y timbre de voz bajo. Una gota de lluvia cae encima del cristal que cubre nuestras cabezas. Miro al cielo ya casi oscurecido por un conjunto de grisáceas nubes que amenazan con comenzar una tormenta. La señora, sin embargo, está muy sumida en la historia y en sus recuerdos no se da cuenta de ello.
-¿Qué le ocurrió a Agna tras el divorcio?- Susurro saltándome una parte de la historia una que prefiero no saber aunque Harry me contó una buena parte de ella.
-Cuando se divorciaron, Adler no quería que Agna volviera a Alemania y mucho menos que se juntase con otros hombres. Así que contactó con unos amigos.
-Los Hamilton.
La anciana asiente.
-Empezaron a hacerle la vida imposible a la pobre pero al final acabó volviendo a su país de origen aún con las amenazas de los Hamilton y de los Miller acerca de quitarle a su hija pequeña.
-¿Y qué tiene que ver su hijo con la terrible historia de sus padres?
-Veo que aún no has captado la moraleja del asunto: Cuando los Miller y los Hamilton se juntan podrían hacer contigo lo que les plazca hasta conseguir lo que quieren y en este caso además, tienen intereses comunes.
-La boda de sus hijos- mi mente procesa toda la información que recibe-. ¿Cómo de mal lo pasó Agna para abandonar el país, a su hijo?
-Sufría maltrato tanto físicamente como psicológico y no aguantaba más. Esa mujer, te lo aseguro, es la persona más fuerte, inteligente y amable que he conocido jamás. Es buena madre, no la juzges, sigue teniendo contacto con Dereck pero supongo que, tras haber soportado ese trato y todo lo que vino después, no pudo más. Todos los humanos tenemos derecho a empezar de cero, a ser felices. Dereck era mayorcito para elegir y prefirió quedarse con su padre.
-¿Por qué?
La mujer se encoge de hombros lo que hace que el chal se le resbale por los hombros.
-Supongo que la sangre de su padre corre por sus venas...A los Miller no hay quien les entienda. Pero, si él prefiere el dinero que el amor, es su decisión. Ya tiene veinticinco años...Es consciente de lo que hace.
-Usted...¿Cómo sabe todo esto?
-Llámame Julissa...Julissa Miller.
Y esa es toda la respuesta que necesito para encajar algo de esa locura. No puedo evitar abrir los ojos como platos. En ningún momento podría haber creído que Julissa fuera la madre de Adler. A pesar de ser su hijo, habla de él como si le guardase auténtico rencor. Lo más probable porque sabe todas las cosas que hizo pasar a Agna, su antigua mujer y no las aprueba...Pero, pensándolo mejor, ¿quién aceptaría algo así?
-¿Hace mucho que no hablas con Adler?
La mujer me mira con tristeza. Me compadezco de ella siendo conocedora de cómo debe sentirse. Yo también vivo con esa sensación de culpabilidad.
-Puedes pensar que no tengo corazón por dejar de hablar a mi hijo, pero no me siento orgullosa de las cosas que ha hecho.
-La entiendo perfectamente Julissa, yo también dejé de lado a unas personas importantes...
-Llámame Juli, ¿cómo te llamas?
-Rachael, aunque a su nieto le divierte llamarme por mi segundo nombre, Nora.
-Tan típico de Dereck- no puedo evitar reírme- .¿A quién dejaste de hablar? Por tu tono de voz parece que fue muy reciente.
-A mis padres y a mi hermano mayor, Kristoffer.
-Eres una chica increíble, se te nota. Te mereces lo mejor y estoy segura de que tus padres te perdonarán algún día.
Me agarra la mano por encima de la mesa. Me sorprendo a mí misma cuando dejo que lo haga. Me reconforta esa muestra de cariño, al igual que me sorprende un poco.
-Fue algo bastante egocéntrico de mi parte, les dejé para cumplir mi sueño.
-Estoy segura que tus padres abrirán los ojos y se darán cuenta de la maravillosa hija que tienen.
Sonrío a Julissa, nunca me imaginé que un miembro de la familia Miller pudiese mostrar un poco de compasión y de cariño hacia mí. Pero no me conoce, no sabe el daño que he causado y lo irremediable del asunto. Aun así, se lo agradezco.
-Gracias Juli, ¿y el padre de Adler?
-Falleció hace dos años de un ictus.
-Lo siento mucho, de verdad.
La mujer se levanta y saca una caja que se encuentra debajo de la mesa. Extrae un álbum, lo más probable es que sea uno familiar.
-Este fue el día en el que nació, era un niño sano y fuerte.
Miro la fotografía que se encuentra incrustada en la hoja. Una foto en blanco y negro de una mujer con un bebé entre sus brazos queda expuesta ante mi vista.
-Es precioso, ¿era el primero? Parece muy joven.
-No, primero tuve a su hermano mayor, Dave, aquí están jugando los dos.
La mujer me enseña algunas fotografías de Adler y sus hermanos.
-Siento mucho que Adler les hiciera pasarlo tan mal.
-No te puedes llegar a hacer una idea de las noches en las que rezaba a un Dios que nunca me escuchó. No entendíamos qué habíamos hecho mal. Mi marido y yo sólo quisimos lo mejor para él pero supongo que no fue suficiente. Hizo daño a mucha gente, a muchas chicas. No tienes ni idea de las cosas que han pasado en esa mansión. Solo conoces la punta del iceberg, pero creo que es suficiente para saber que no tienes que inmiscuirte en sus asuntos. Yo misma viajé a Berlín para disculparme con Agna por todo lo que le hizo pasar mi hijo. Imagínate. Traicioné a mi familia para disculparme con su ex mujer.
Julissa pasa unas cuantas páginas más del álbum y me muestra la imagen de un Adler de unos veintipocos años y una mujer con el vientre visiblemente abultado.
-Se casaron con apenas veintiun años. Yo les advertí que eran muy jovenes, que tenían toda la vida por delante. Pero no me escucharon. No sé qué tenéis los jóvenes pero creo que, si no se hubieran casado nada hubiera pasado.En seguida tuvieron a Dereck y a su hermana.
-¿Hermana?
Juslissa asiente y me muestra la imagen de dos niños: uno con unos enormes ojos azules y una niña llena de rizos.
-Krestin
No hago ningún comentario más. Solo hay que mirar a esa débil anciana para darse cuenta que es un tema que no piensa tocar y que aún le duele. Sus ojos se llenan de lágrimas pero se impide dejarlas salir. Tal vez tenga que ver con "lo que vino después" que ha mencionado antes.
Julissa se muestra muy amable y cercana en todo momento, pero al cabo de una hora me despido de ella y le agradezco su hospitalidad. No puedo quedarme para siempre en esa casa llena de plantas y de un aura que me aterroriza un poco. Afuera chispea débilmente.
Bajo los escalones de madera rápidamente deteniéndome a mitad del camino cuando veo un Buggati negro estacionado en la acera y a un chico alto, de pelo carbón y ojos azules bajarse de él.
<<¿Qué hace él aquí?>>
-Buenos días Nora.
-¿Me estás siguiendo?-Le pregunto sin vacilaciones cuando se sitúa en frente de mí. Su enorme silueta me observa con una mota de duda brillando en sus ojos. Va repeinado con una buena dosis de laca y una blusa de lana color naranja, pantalones de marca y unas deportivas color burdeo.
-¿No puedo venir a ver a mi abuela?
Tiene todo el sentido del mundo. Nuestros papeles se intercambian y parece que soy yo la que está husmeando detrás de él, lo que a decir verdad es cierto.
-Es una mujer encantadora, no sé cómo puede tener una familia tan...peculiar.
-¿Peculiar? Dios Nori me estás haciendo sonrojar.
Ruedo los ojos un poco avergonzada por el apodo con el que me llama. Me río por la expresión exagerada que pone.
-Disculpa mi mala educación, ya me voy.
-¿Qué hacías visitando a mi abuela?
Sopeso mi respuesta ante su tono serio. El corazón vuelve a traicionarme como todas las anteriores veces que he hablado con él y comienza a latir tan fuerte que me duele el pecho. Pero, entonces, recuerdo las horribles y duras palabras que me dedicó el otro día en la visita a la cubertería.
Desde luego, no iba a amedentrarme delante de él. Ni de nadie. Pero mi actitud era sospechosa. Mucho.
-Ehm...Es por un tema de trabajo.
Dereck me mira de pies a cabeza con una expresión de superioridad notable. Me he dado cuenta que tiene la mala costumbre de mirarme y observarme cada vez que hablo. Me maldigo por la ropa que me he puesto, siendo esta unos sencillos vaqueros, un abrigo azul gastado y unas converse, con una perleada diadema cubriéndome la cabeza.
-No sabía que mi abuela se fuera a casar-hace una pausa y añade-¿No me estarás espiando?
-¿Qué? No, claro que no...No te creas el centro del universo.
-No me creo el centro del universo mi querida Nora. Lo que creo es que soy el sol de tu planeta, ¿me equivoco?
Trago la bilis que me asciende por la garganta. Parece ser que Dereck tiene la receta para ponerme nerviosa y en este estado de emoción interna en el que mis hormonas me están haciendo pasar un mal momento.
<<Si supieras lo obsesionada que estoy contigo me tomarías por loca.>>
-Tengo que irme en serio, ha sido un honor volver a verle, señor Miller-doy la vuelta con las emociones a flor de piel. Este hombre es capaz de encender mi cuerpo de una manera inquietante. Antes de que pueda moverme Dereck me coge del brazo para impedir que me vaya. Su contacto hace que mi piel se erice bajo el abrigo y que el latido de mi corazón vuelva a dispararse. Maldigo el hecho de llevar puesta la prenda, me encantaría poder sentir el contacto de su suave piel sobre la mía, aunque ese mínimo roce es suficiente para enrojecer mi rostro.
-Dereck, ¿te acuerdas?
-Ah, perdón es que pensaba que teníamos que olvidar lo que pasó en la cena. Ya sabes, seguimos siendo empleada y cliente.
-¿Y qué pasó, Nora?-Vuelve a fijar su mirada congelada en la mía. Me suelta el brazo lo que hace que me sienta ligeramente decepcionada-Yo nunca he dicho que haya que olvidarlo.
-Pués actúas como si te hubiera olvidado.
-Es que no sé qué hay que olvidar.
Asiento y comienzo a caminar por la acera hacia cualquier lugar.
-¡Nora!
De reojo veo que Dereck comienza a trotar hacia mí. Cuando llega a mi altura me paro y me coloco el bolso.
-Déjame tranquila. No sé qué pretendes con tu actitud.
-¿Qué actitud?
<<Aléjate de él.>>Me susurra una voz en mi inconsciente. Debería hacer caso a las advertencias de Julissa.
-Mira, es que mi paciencia se está comenzando a agotar-levanta la comisura de sus labios en una sonrisa-. Y encima te hace gracia.
-Y tú eres muy seria. Aún no me has respondido, ¿qué haces aquí?
-Yo a ti no te debo ninguna explicación .
-Se pone furiosa.
Suspiro. ¿Cómo puede ser tan cretino? No debería estar hablando con él o, ¿ya he olvidado la conversación con su abuela?
-No entiendo tu actitud. Puedo comprender que empezasemos con mal pie y que quieras invitarme a una cena para solucionarlo. Pero, ¿y tu actitud en la visita a la cubertería? ¿y ahora, abordándome por la calle?
Dereck se ríe y podría jurar que es el sonido más bonito que he escuchado nunca. El corazón se me para para retomar de nuevo un ritmo acelerado. Recuerdo el tenedor sobre mis labios y un hormigueo me recorre la zona. Miro el suelo para tratar de manejar estos sentimientos que no sé de dónde nacen.
No debería sentirme así. No soy así, no me obsesiono con un desconocido por una historia que me ha contado, en realidad, otro desconocido. No me recorro medio Estado tras haberme levantado a las cinco de la mañana para hablar con la abuela de un desconocido y no pongo en juego mi trabajo haciendo...Lo que sea que haga con Dereck. No debería sentirme así, tan...Tan maravillosamente bien cuando él me mira.
Ahora veo que no debería haber aceptado la cena con él...Aunque, en realidad, fuese idea de su prometida. Y no debería haberme decepcionado tras haber enterado de eso.
Al contrario, debería ir con pies de plomo con esa familia. Han pasado cosas muy graves y no debo olvidarlo. Y ser profesional, se va a casar y yo tengo que organizar la ceremonia y centrarme en el desfile de verano que he dejado de lado por esta absurda visita.
-Nori...Puedo notar tu respiración acelerada hasta aquí.
-No...No digas...No...No es verdad.
Me giro y cruzo la calle sin mirar. Siento unas inmensas ganas de llorar. ¿Por qué llevo las últimas dos semanas soñando con este chico, viéndolo en cada rincón donde voy?¿por qué me excita la simple idea de ver sus ojos?
-Me debes una cita para disculparte.-Grita de nuevo. Le observo. Yo estoy junto a la cafetería y él ha vuelto junto a su coche.
-¿Disculparme? ¿De qué?
Dereck cruza la calle mientras yo le miro sin entender qué es lo que pretende. Debería moveme, irme de allí lo más rápido que me permitan mis cortas piernas. Pero no puedo, otra vez esa fuerza invisible me nubla el juicio y me ancla en donde estoy.
Cuando llega a mi altura me tira del brazo para acercarme más a él y pega mi cuerpo al suyo. Me mantengo quieta sin saber qué va a hacer o decir. Su cuerpo es fuerte y firme. Mi pecho se pega a su torso pudiendo notar así la forma de sus músculos bien trabajados tras el suave jersey. Inhalo su perfume, huele de maravilla.
-Te pongo en situación:Una tarde, una chica cruza sin mirar y casi la atropeyo. La chica se cae al suelo y se forma un verdadero escándalo, ¿te suena Nora?
Aquellas palabras me las dice al oído, puedo sentir su cálido aliento rozando mi oreja con la voz tosca y grave haciendo que casi me derrita. Su aroma se mezcla con el tabaco.
Le miro bastante sorprendida, ¿así que fue él fue mal educado que no se bajó de su caro coche para ver si me encontraba bien? El destino debe de estar riéndose de mí.
-¿Una cita?
-Sí, ahora.
La idea suena tentadora. La simple idea de seguir hablando con él y conocerle más me parece una idea que no dudo en aceptar. Pero otra vez la vocecilla interior y la advertencia de la anciana se imponen sobre mis pensamientos imfundiéndome algo de cordura.
Justo cuando voy a abrir la boca para contestar suena mi teléfono.
-¿Diga?
-¿Dónde se encuentra señorita Turner? Una familia está preguntando por usted y le recuerdo que en media hora tiene una reunión.
La voz que suena a la otra línea del dispositivo hace que vuelva a la realidad y me separo de Dereck de golpe.
-Señora Smith, estoy en una tienda para comprar...tela escocesa. En un momento estoy allí.
-Más le vale. Porque, ¿quiere el empleo, verdad?
-Por supuesto que sí.
Cuelgo mientras el nerviosismo vuelve a invadir mi cuerpo.
-Tengo que irme. Es mi jefa.
Y es una salida fácil, la mejor, la correcta. No puedo arriesgar todo lo que he construido, todo lo que he perdido por una absurdez. Jamás me he sentido tan abrumada por ningún chico. Me han gustado muchos, he sentido esas mariposas revolotear en mi estómago cuando me sonreía o me dirigía la palabra. Yo también he admirado a famosos que me volvían un poco loca. Pero nada como la descarga que me sacude el cuerpo cuando inhalo su perfume o me pierdo en esos ojos casi blancos.
Dereck me mira con una media sonrisa burlona que hace que me replantee llamar a la señora Smith y decirle que estoy ocupada. Esa sonrisa podría parar guerras. Y otra vez vuelvo a ser imprudente e insensata. Como aquella noche, como todo lo que me ha ocurrido en la vida ha sido causa de estos impulsos que debería de controlar. Pero es que, siento que si no lo hago no voy a volver a verle nunca...Y es ridículo porque nos quedan meses por delante pero, en ocasiones como esta, nuestro cerebro busca la más mera absuedez para justificar nuestra conducta.
Dereck se gira hacia su Buggati y abre la puerta del pasajero con mi mirada atónita siguiéndole.
-A la señora Smith dejámela a mí. Ven, quiero enseñarte una cosa.
-Pero...¿Y tu abuela?
Él no me responde y se sube en el conductor, sopeso mis opciones y decido seguirle.
-En realidad Nora, no era a mi abuela a quién buscaba- sonríe tras explicarse. Me sonrojo sin poder evitarlo y me dirijo hasta él.
-Entonces, ¿me seguías?
-¡Muy bien! Premio a la más inteligente-abre la puerta del pasajero y me mira desde dentro-. Pero no me lo tengas en cuenta.
-No me conoces. No sabes si soy una asesina o si, no sé, si soy mala persona.
-Nora. He conocido a malas personas a lo largo de mi vida y, te aseguro, que tú no tienes pinta de serlo.
Me cruzo de brazos sin saber qué sentir respecto a eso.
-Y qué parezco, ¿una mendiga?-Dereck sigue mirándome desde su asiento detrás del volante. Yo sujeto la puerta del copiloto sin saber a dónde me puede llevar aceptar -Debería sentirme agradecida. Es la primera cosa amable que me dices.
-Ya te pedí disculpas por lo de...haberte tratado tan mal.
-Ya pero hay cosas que no se solucionan con dinero, ¿sabes?
-Nora. No tengo todo el día, ¿vas a subirte? Y no, no pareces una mendiga.
-Pero yo no sé si tú eres mala persona o si tienes un cadáver escondido en el maletero.
Y, según lo que me ha dicho su abuela, tiene más tendencia a ser mala persona que buena. Aún así, no sé qué pretende hacer conmigo, ¿acostarse conmigo y después romperme el corazón?
Dudo que se sienta atraído por mí, básicamente porque él mismo me lo echó en cara el otro día y segundo porque podría tener a cualquier chica del mundo y yo, no tengo nada que ofrecer. Soy como ese trapo estropeado que nadie quiere ni para fregar el suelo porque ensucia todo a su paso.
-No tengo ningún cadáver en el maletero. Súbe, te aseguro que no te arrepentirás.
Y, como si alguien le hubiera estado escuchando, comienza a llover con más fuerza. Me subo deprisa y cierro la puerta. El asiento es comodísimo.
Dentro del coche vuelvo a sentirme cálida por la temperatura. Dereck arranca con un precioso rugido de motor y enciende la radio. Apoyo con suavidad la cabeza en el respaldo y me obligo a destensar los músculos que están agarrotados.
Dereck conduce con una ligereza y habilidad impresionantes. Nos mantenemos en silencio todo el trayecto; él conduciendo y yo mirándole de vez en cuando.
Me encanta la manera en la que agarra fuerte el volante produciendo que las venas de sus manos se le marquen, así como mira fijamente a la carretera, en silencio, con la mandíbula rígida y la respiración regular acompañada de las finas voces de la radio.
Me siento extraña, subida en un coche como aquel que nos lleva velozmente por las calles y manzanas de la ciudad. Y, a pesar de lo que creía, el trayecto se me pasa en un suspiro.
Frena el coche en frente del puente que da la bienvenida a Nueva York y abandona el vehículo.
-No deberíamos estar aquí Dereck. Está prohibido aparcar-en vez de responderme se acerca hacia el vehículo. Todavía me encuentro sentada en el coche, dejando la vista puesta en cada uno de los pasos que da. Abre la puerta del copiloto y nuestros ojos se vuelven a encontrar. Trago saliva de golpe agarrándome en el extremo de la puerta para no caerme-, ¿qué...qué haces?-Susurro y aparto la vista aunque no por eso la suya puesta en mí me incomoda menos.
No lo denominaría incomodidad lo que la mirada de este chico produce sobre mí, sino más bien un pequeño atisbo de alegría y deseo. No me importaría que no la apartase nunca. Un pequeño escalofrío me recorre toda la espalda, un cosquilleo. Me revuelvo en el sitio cuando de repente, el gesto que hace este misterioso chico produce que dé un pequeño grito de sorpresa.
Antes de poder reaccionar ni darme cuenta siquiera de lo que está haciendo, envuelve cuidadosamente sus brazos alrededor de mi cuerpo y me saca de Bugatti. No me deja tiempo para reaccionar ni hacer nada más que agarrarme a su cuello, ocultando el rostro en un lado de su ancho cuello.
Reímos al unísono y todo su cuerpo se sacude por aquel gesto. Sus fuertes brazos me sostienen y, por primera vez noto la suavidad de su piel bajo las llemas de mis dedos. Casi aparto los brazos pero no lo hago. Esa imagen parece surrealista.
Noto su corazón latiendo en algún punto de mi cuerpo así que, supongo, que él también puede notar el mío. Por unos segundos, la ciudad, la circulación y los peatones, desaparecen por completo de mi vista. Tan solo me fijo en Dereck, en sus ojos azules, en sus pupilas dilatadas, en sus espesas pestañas, en su pelo y en la sensación que me envuelve por estar tan cerca de él. El cálido aire que expulsa al respirar me acaricia la nuca.
Etonces, me doy cuenta de lo que estoy haciendo.
-Dereck...
-Shhh-Me levanta la barbilla con la mano con la que me estaba envolviendo la espalda. Pega su índice a mis labios, depositando la vista en ellos, gesto que hago yo con su mano. Deja allí su dedo más tiempo del que debería, recorriendo con él mi labio inferior mientras se muerde el suyo. Estar a escasos centímetros de su rostro me hace sentir un pequeño hormigueo en las extremidades.
-Peso mucho.-Al hablar, mi lengua roza su dedo.
-Puedo soportarlo
Al fin empieza a caminar con mi cuerpo todavía en sus brazos. Hacía tiempo que mis sentidos no estaban tan alerta y todo mi cuerpo encendido como una llama ardiente. Supongo que Dereck puede sentirlo, puede sentir la rigidez de mi cuerpo.
-Esto me va a costar mi trabajo,¿lo sabes verdad?
Se encoge de hombros.
-Entonces sí que te convertirás en una mendiga.-La cara que debo de poner debe de ser demasiado cómica-. Hablaré con la señora Smith, te doy mi palabra.
-No sé si me puedo fiar de tu palabra. No me has dado motivos para que sea así.
-Puede ser.
Con la misma sutileza con la que me había cogido, vuelve a dejarme en el suelo. Intento protestar, sin embargo las palabras se me quedan atascadas en la garganta sin poder llegar a emitir más que un pequeño quejido.
-Nora...-dice seductoramente junto a mi oído. Se coloca detrás de mí. Nuestros cuerpos se encuentran a penas unos centímetros de separación.
Puedo escuchar el latido de mi corazón, con la débil sensación de poder desmayarme en cualquier instante. Si en este momento cayese un meteorito tan siquiera me enteraría. Me obligo a mantener la guardia baja.
-Dime, ¿te gusta volar?- Susurra, aún junto a mí.
Intento, sin éxito, hablar. Niego débilmente con la cabeza. Observo las maravillosas vistas que se extienden ante mis ojos. Nueva York se ve a la perfección, los rascacielos pegados entre sí como si fuesen de juguete, sin embargo demasiado grandes para ser de mentira. Delante de ellos, la verdosa Estatua de la Libertad rodeada por el East River nos separan de los edificios de la ciudad. La mañana está abriendo paso a un nuevo día; todo lo que me rodea se halla teñido de naranja y rosa, a demás una fina capa de densas nubes bajas también adquieren estos colores del amanecer. Ha parado de llover.
-Me...- no puedo evitar tartamudear cuando intento explicar mi pánico a volar-...dan miedo las alturas.
-¿Enserio?- A diferencia de mí, él mantiene la composotura. Volver a sentir su aliento en mi pelo hace que me agarre a la cristalera que impide que me caiga al agua.
-Bueno-dice-, pues tendremos que quitar ese pánico.
No comprendo s aué quiere llegar. Entonces, vuelve a cogerme y esta vez, me sitúa encima de la barrera.
-¿Qué...Qué haces?- Pregunto con la voz temblorosa y cerrando los ojos de golpe. Pero no hago amago de querer bajarme.
-Te voy a ayudar a quitarte el miedo a volar-explica subiéndose también al costado del puente. Abro los párpados cuando este tiembla ligeramente. Momento después, un pequeño mareo hace que me desestavilice. Para mi fortuna Dereck vuelve a agarrarme de la cintura.
-Dereck...por...fa...vor no me sueltes.
-Nunca- si no hubiera sido por el pánico y terror del momento, hubiera pensado que con aquella afirmación, no solo se refería a no deshacer el agarre.
Me miro los pies. Están entrelazados entre sí. Comienzo a sentir naúseas y es que si ahora mismo tropezase...Esto está demasiado alto.
-Tranquila-Me pego a su pecho tanto que creo que voy a tirarnos a los dos hacia atrás. Dereck me sujeta la cadera muy fuerte y me cubre entre sus brazos. Todo me tiembla pero él no titubea-. No voy a soltarte, todo está bien. Solo...Respira.
-Tengo miedo.
-Lo sé, pero no es real.
-Siento que el suelo viene a una velocidad desmedida.
-Cierra los ojos- eso hago. Todo me da mas vueltas, si es posible. Coge ambos brazos que mantengo pegados a mis costados y los extiende como si fueran dos alas.
-Me encanta Titanic-sonrío al sentirle tan cerca. Se borra por completo el pitido que antes sentía en el oido.
-Abre los ojos-le obedezco. La ciudad de Nueva York vuelve a abrirse paso ante mi mente y mis ojos. Algo toma sentido en mi mente: Ver la ciudad desde arriba debe de ser precioso, al menos, algo digno de recordar.
-Nunca me sueltes- le susurro sin previa meditación.
Los transeúntes pasean por allí con sus perros, niños, grupos de adolescentes, corredores y la carretera está atestada de coches, motos y repartidores que deben de pensar que estamos locos.
Pero los ignoro, es como si Dereck me hubiera regalado algo que jamás voy a poder agradecerle: me ha devuelto la esperanza de poder volver a encontrarme, de recuperar a la niña que un día fui, a la adolescente que se quedó en Texas, soñando, creando, sientiendo.
Pero la versión que siempre quise ser, sin miedos, ni dudas y dándole importancia a lo que de verdad importa. Ignorando a aquellos que disfrutaron al verme caer, hundida y sin fuerzas.
Dereck me ayuda a bajar de allí. Le sonrío, habiendo quedado más que satisfecha y feliz por el resultado de aquella extraña visita.
Cuando nos subimos de nuevo en el coche, conducimos de vuelta a la ciudad, dejo a mi mente el pequeño capricho de recordar para siempre la sensacion de haber tenido a Dereck tan cerca. No se me olvida ningún detalle, desde las incontables y extrañas emociones, sentir sus manos alrededor de mi cuerpo o la sensación de paz y el deseo de volar y escapar de la ciudad y sus problemas, claro está que aquel deseo es casi imposible de cumplir. De vez en cuando le miro de reojo, con mucho cuidado para que él no me pille.
Tras un rato de completo silencio, Dereck aparca enfrente de mi edificio.
-¿Cómo sabes que vivo aquí?
-Nora, que no se te olvide que soy un Miller.
Estoy apunto de abrir la boca para decirme que me explique eso o que me diga cómo sabía que estaba en casa de su abuela. Pero lo dejo correr. Él me ha dado algo y yo se lo devuelvo con el beneficio de la duda.
-Claro, gracias por traerme y por.. bueno...
-De nada-me interrumpe.
-¿Quieres pasar?-Le ofrezco tras bajarme del coche.
-No gracias. Tu amiga es un poco rara.
-Eli es genial.
-Lo que tú digas -tras unos eternos e incómodos segundos cierro la puerta y observo cómo con la misma ligereza de antes, gira el coche y se desvanece junto a la mañana llena de nubes. Vuelvo a sonreír, sintiéndome llena de vida y con una rebosante felicidad.
Deberías ir a visitar a tu abuela más a menudo. Es una mujer increíble.
Le escribo el mensaje mientras miro el lugar donde estaba aparcado su coche.
Al día siguiente me dirijo a trabajar tras pararme a desayunar en mi cafetería habitual. Algo está cociendose dentro de mí y me aterra y agrada a partes iguales, incluso a Eli le extrañó mi repentino cambio de humor.
Saludo a todos mis compañeros con los que me voy encontrando de camino al despacho. Al llegar, mi pequeño momento de felicidad se esfuma.
Claire, mi compañera desde hace casi tres semanas se encuentra tras la puerta y a sus espaldas, la señora Smith con los brazos cruzados, mirando algo de la pared.
Sigo su mirada hacia la televisión encendida a un volumen lo bastante alto para que las tres nos enteremos de la noticia que se está emitiendo.
Algo en la expresión de su rostro hace que me aterrorice antes si quiera de comprobar que yo y Dereck somos los protagonistas de las noticias. Un pequeño vídeo de ambos se repite en la pantalla y debajo de él una frase: ¿Nueva novia de Dereck Miller Auttenberg? ¿Un triángulo amoroso quizás? La reportera entonces habla:
-Tras la confirmación de la boda que se iba a celebrar inicialmente en el mes de enero entre el guapísimo Dereck Miller y la dulce y talentosa actriz Katherine Hamilton, nos sorprende este vídeo y otras fotos publicadas por la prensa rosa esta mañana, ¿quién será esta joven y qué tendrá que ver con el mundo de Dereck Miller? No cabe duda desde luego que son algo más que amigos. Simplemente basta con mirar su actitud, ¿será su novia?, ¿significa eso que la boda más mediática del año no se va a celebrar?
-Me lo vas a explicar ahora mismo- dice la señora Smith con los labios fruncidos. Me revuelvo incómoda y a la vez atónita, ¿quién podría habernos espiado? Aunque, claro, en una ciudad con más de ocho millones de habitantes es difícil encontrar una respuesta.
-Yo...
-Es que, ¿no podías haber esperado al menos hasta después de la boda?- El tono que emplea me deja sin palabras-. ¿Sabes acaso el dineral que perderíamos si la boda no se celebra? Y ahora vas tú con la intención de arruinarla. Sé que eres torpe y descuidada Turner pero esto es demasiado-miro a Claire en busca de apoyo, sin embargo ella mantiene su mirada en el suelo, podría recriminárselo pero si la señora Smith le estuviera gritando a ella yo también trataría de desaparecer.
La señora Smith pasa al lado de mí pasándome el mando de la televisión.
En su rostro se ve reflejado el intento de mantener la calma, a la vez que un bullicio de ira y de ganas de despellejarme gana a cualquier intenro de mantenerse serena. Se alisa el vestido y aclara la garganta antes de hablar
- No sé cómo lo vas a hacer, pero esta boda se tiene que celebrar.
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