Capítulo 16: Recaída.

Dereck

No reacciono. Parece un mal sueño, uno sin embargo muy real y tangible.

Y allí está ella, tumbada en el suelo con personas uniformadas a su alrededor. El sonido repetitivo de la sirena parece lejano, como si de un recuerdo se tratase.

Giro sobre los talones y compruebo, tembloroso, la definida mancha de sangre tintada en mis dedos, escurriéndose entre ellos, dejando una marca de su presencia a su paso.

-Ponla de lado-me indica la chica de mechas; no le escucho en vez de eso entro en pánico, comenzando a llamar a la chica de mirada perdida como si aquello pudiera solucionar algo. Estudio su cuerpo tendido para percatarme de la sangre que lo conforma, se está desangrando.

-Disculpe-alguien me empuja sutílmente hacia atrás, mi cuerpo se aparta de ella pero no mi mirada.

Entre dos hombres me quitan a Rachael de los brazos y la depositan sobre una camilla.

-¡¿Qué le ocurre?!-Grito cuando uno de ellos dice algo por su walkie talkie y el otro empuja la camilla para introducirla en la ambulancia.

-Cálmese señor.

-¡¿Dónde se la llevan?!

Corro hacia la ambulancia pero el hombre me detiene.

-Nos la vamos a llevar al hospital, ¿quiere acompañarnos?

No le respondo, me introduzco en la parte trasera de la ambulancia donde un médico le coloca oxígeno a Rachael y ella cierra los ojos con unas gotas de sudor recorriendo su frente.

-Si no se tranquiliza me veré obligado a echarle.

Me pongo de rodillas frente a la persona a la que más quiero en el mundo y le agarro su fría y pálida mano.

-¿Tiene alguna enfermedad que tengamos que tener en cuenta?

-Sí, padece de... Hemofilia... Hemofilia B.

El hombre asiente e introduce una aguja en la piel de Rachael para colocarle una vía.

-Está perdiendo mucha sangre. Tendremos que operarle para cerrar la hemorragia y después proceder a introducirle sangre.

-Más les vale salvarle la vida o sino se enterarán de quienes somos los Miller.

El médico me echa una mirada de indiferencia y procede a tomar la temperatura a Rachael.

-¿Qué le ocurre?-Me tiembla la voz, siento que el mundo se me escapa de las manos.

-Tiene una hemorragia interna, y al parecer con la Hemofilia B se pueden complicar las cosas, queda poco para llegar al hospital pero no puedo prometerle nada, ¿sabe cuál es su grupo sanguíneo?

-¡¿Cómo quiere que sepa eso?!

-Como vuelva a elevar la voz le expulso de la ambulancia.

El hombre introduce otra aguja en la vena de Rachael y comienza a teñirse de un color rojizo.

-Pero, ¿qué cojones hace? Si se está desangrando, ¿para qué le saca más sangre?

Rachael se incorpora y vomita una sustancia rojiza: sangre lo que hace que la pequeña discusión entre el médico y yo se vea interrumpida para centrar nuestra atención en ella.

-Lo...si...ento-se disculpa limpiándose los labios del líquido que aún brota por ellos-. ¿Qué... hago...a...quí?-fuerza a decir aquellos casi inteligible.

-No se preocupe. Voy a inyectarle una medicación.

Me tiro del pelo en un intento de canalizar los nervios, esto no puede estar pasando, a Rachael no.

La ambulancia circula a toda velocidad entre los coches que se mueven por la carretera. El vehículo se salta los semáforos y desprende unas luces junto a un estridente sonido. Miro el reloj, son las cinco de la mañana y todo apunta a que será una noche larga.

El médico resopla y se aleja dejándome algo atónito.

-Dereck.

Miro en su dirección con todo el cariño que mi mirada presa del pánico me permite.

-Dime.

Me agacho de nuevo a su altura y enlazo nuestras manos.

-Voy a salir de esta, ¿verdad?

-Claro que sí.

Asiente.

Va a salir de esta, es fuerte, no es una enfermedad mortal, ¿no? Joder, ojalá hubiera atendido más a las clases de biología en el instituto.

No es hasta que beso nuestras manos enlazadas que no me doy cuenta que ambos temblamos. Una lágrima brota por mi mejilla al verla cerrar los ojos de nuevo.

Su brillante rostro y cuerpo parecen frágiles, como si en cualquier momento pudiera romperse y hacerse añicos. Ojalá hubiera rechazado todo el maldito dinero, y es que en el fondo... ¿Para qué sirve? Solo para alejarte de las personas a las que de verdad le importas.

Y ya está, pasaré el resto de mi vida así, solo, rodeado de montones de personas sí, pero ninguna a la que le importe y me interese estar. Eso es lo único que he conseguido con el dinero, huir de los sentimientos para que don nadie me haga todas las tareas. Esa no es la vida que quiero llevar, ¿o sí? He luchado tanto por ello, tantos años fingiendo tener una vida falsa, soñando e ideando crear una. Pero, ¿a quién quiero engañar? Nunca he pensado en tener un futuro, ahora soy consciente de que mi única verdadera preocupación era tener dinero, nada más que eso.

Pero, ¿por qué narices estoy pensando en esto? Rachael se va a curar y entonces ya veremos cómo se desarrollan los acontecimientos.

No me preocupa quedarme allí, agazapado mirando cuan preciosa es Rachael. No es una chica de rasgos perfectos, ni siquiera guapa, pero hay algo en ella, que hace que en cada momento que la mire me sienta un cachorro frente a su presa, indefenso y asustado.

Quiero a Kat, pero siempre supe que no la veía como a una pareja, ni siquiera como amiga, si no que hace tantos años que nos conocemos, que hay algo especial entre los dos, no amor, si no algo tan íntimo que no podré compartir nunca con nadie pero que aún así no basta para decir que es amor y Dios, vamos a tener algo en común. Desearía que las cosas hubieran sido distintas, ojalá por la mañana nunca hubiera conocido a Rachael, o en aquella cena de hace ya meses, la codicia no hubiera sido mi careta.

La ambulancia aparca en la puerta del hospital y empujan la camilla en la que está tumbada Rachael a su interior. Nuestras manos se separan y ando tras los médicos con la cabeza embotada y el corazón en un puño. Entran en una sala.

-No puede pasar-me indica una chica alzando su mano.

-¿Se pondrá bien?- la voz me sale ronca.

Toso, pero ni siquiera intento mantener la compostura.

-Haremos todo lo que esté en nuestra mano.

Cierra la puerta y desde ese momento no se escucha nada en el oscuro pasillo.

La sala de espera está vacía, solo un par de pacientes acuden a ella pero en seguida la abandonan. No puedo mantenerme sentado por los nervios que corren por todo mi cuerpo, ando de un lado a otro de la habitación con las manos en los bolsillos y el tiempo se me pasa eterno. Decido tomarme un café para evitar dormirme y compro un sándwich en la máquina expendedora para llenar el estómago, pero lo acabo tirando ya que el apetito no es mi prioridad.

Consigo no darle demasiadas vueltas a cómo estará o qué le estarán haciendo, pero aún así la mente no se me queda en blanco y divago en una vida en la que no la hubiera conocido y por egoísta que suene, por un momento me aferro a ese sentimiento, deseando que algún día se pueda cumplir.

Me siento en una de las incómodas sillas de plástico azul y doy pequeñas cabezadas, hasta que al final me rindo y levanto de nuevo.

Me acerco a una mujer situada detrás de un cristal y le pregunto por Rachael.

-No puedo ofrecerle esa información.

Contengo las ganas de decirle algo fuera de lugar y vuelvo a la sala de espera.

<<Quiero decirte me perdones, que me ofrezcas la oportunidad de crear un futuro juntos. He cometido un error y me siento muy arrepentido>>

Le doy vueltas a cómo puedo explicarle que lamento toda la situación pero ni siquiera yo soy capaz de saber por qué lo hice.

-¿Dónde está?-Una mujer regordeta entra en la estancia presa del pánico, al principio no le presto atención pero al darme cuenta que se dirige hacia mí recuerdo quién es: La madre de Rachael.

-Aún sigue en esa sala.

-Ya sabía yo que mi hija no debía juntarse con los pijos de ciudad-interviene el padre de Rachael.

-Cállate Frederick, ¿qué le ha pasado? Nos hemos enterado por Sherlyn está ingresada, ¿ha tenido otra recaída?

-¿Otra?-Palidezco ante la más remota posibilidad.

-¿Qué tal está?-Me encojo de hombros.

No sé qué sentir, cómo gestionar todas las emociones que empiezo a experimentar y la familia Turner no son de mucha ayuda con sus tejemanejes.

-Mucha cabeza para tan poco cerebro-el padre de Rachael, Frederick creo que ha dicho la mujer, comienza a sacarme de mis casillas.

-¿Familiares de Rachael Nora Turner? Pueden entrar a verla.

Los padres de Rachael se apresuran para entrar en la habitación en la que, según el médico, va a tener que estar ingresada unos días para ver su evolución.

Me adelanto a ellos y entro en la diminuta estancia.

Todo está en buenas condiciones a pesar de que el hospital ya cuenta con varios años encima, está tumbada en la cama con una vía en su vena de la que sobresale un tubo que conecta con una bolsa blanca con medicación. Se ayuda de un respirador para oxigenar su cuerpo y está muy pálida, con el labio morado y ligeramente hinchado y unas redondeadas y pronunciadas ojeras.

-Rachael.

Me quedo petrificado cuando gira su cabeza y fija la vista en mí, me escruta con la mirada como si yo fuera el culpable que de se encuentre en este estado.

-¿Qué tal te encuentras?

Los Turner abrazan a su hija sin parar de acribillarle a preguntas, ella intenta sin demasiado éxito mostrarles una sonrisa.

-Acabas de tener una recaída, ¿cómo no íbamos a venir?

-¿Kris? -susurra.

-Está en casa. Hemos decidido no preocuparle, está tan ilusionado con la boda...Quiere que tú se la organices.

-Samay, hablas demasiado, era una sorpresa.

Me mantengo en una esquina para que Rachael pueda sentirse arropada por los suyos pero tras un momento me hago notar fingiendo tos seca.

-Ah sí, este también ha venido a verte.

Samay agarra el brazo del hombre y le medio obliga a salir de la habitación no sin antes que ambos me repasen con una mirada fusiladora. Me la tengo bien merecida y espero que el tal Kris o como se llame no esté muy herido, aunque algún que otro mueble dañado me haría feliz.

Samay me echa una última mirada de advertencia y se marchan a regañadientes cerrando la puerta detrás de ellos.

Al intentar hablar la voz me sale en apenas un quejido sordo.

El silencio es casi completo, pero la unidad de cuidados no descansa y el sonido de las pisadas y camillas moverse llenan el incómodo ambiente del lugar.

-Rachael, yo...Me tenías muy preocupado...¿Qué tal estás?

Me acerco con paso vacilante sabiendo que mi presencia le incomoda así me aseguro de guardar una distancia entre los dos.

Alguien entra en la habitación, reconozco quién es, aquel enfermero de la ambulancia.

-No deberías de beber alcohol y mucho menos cegarte a él. Hemos encontrado una dosis muy alta en tu organismo- le regaña a Rachael y me mira, como si mi presencia no fuese bienvenida-, se acabó el momento de visitas.

No rechisto y salgo arrastrando los pies medio zombie hacia la sala de espera en la que, no sé cuándo ni cómo, acabo echando una profunda cabezada.

Me despierto sobresaltado al notar una pequeña vibración en el bolsillo.

-¿Sí?-contesto, aún adormilado.

-Hola cariño.

<<No...>>

-¿Qué tal estás?-antes de poder contestar continúa hablando-. ¿Sabes? El grupo del teatro también van a asistir a la presentación en sociedad.

-¿De quién?

-Hemos estado toda la mañana acordando con distintas empresas para arreglar todos los acuerdos financieros de la ceremonia.

-¿Todo esto es necesario?

-¿No te apetece?- su tono energético y entusiasta se apaga casi por completo.

-No. Claro que sí- visualizo que la puerta de la habitación de Rachael se abre y de ella sale aquel enfermero acompañado de otros dos-. Tengo que dejarte Kat, hablamos luego.

Antes de que pueda responderme cuelgo. Ignoro el dolor punzante de espalda y entro de nuevo en la habitación iluminada por la fuerte luminosidad de la mañana de Chicago.

-¿Cómo te encuentras?-me alegra encontrala despierta. Deseo que, ya estando más sereno que anoche, podamos hablar al fin.

-Mejor, me ha dicho una enfermera que has estado aquí toda la noche...No tenías que haberte molestado.-Un largo e incómodo silencio se instala entre los dos-. ¿Qué hacías en la fiesta?

-Te estaba buscando.

-Ya me has encontrado- veo en sus ojos algo así como lo que parece un atisbo de esperanza. Pero me lo he imaginado porque gira la cabeza para no tener que mirarme.

- ¿Podemos hablar de lo ocurrido?- me lanzo sin más.

-Necesito desayunar- musita.

Pero le interrumpo antes de que esta pequeña oportunidad se acabe y quién sabe cuándo podré volver a verla.

-Cinco minutos.

Me parece que no quiere colaborar pero me equivoco cuando al fin habla:

-¿Quieres hablar? ¿Sobre qué Dereck? ¿Que me has estado espiando o que te has casado?

-No te he seguido. Bueno, puede, pero solo para poder aclarar las cosas.

-A mí me las dejaste bien claras- aparta la mirada. Parece dolerle el recuerdo, o quizás sea el hecho de mirarme.

-Yo... No tiene palabras lo que ha ocurrido, la boda...

-Felicidades.

-Eres tan correcta, que incluso me mientes expresando lo que no sientes.

-Ella no tiene la culpa de nada.

-Ojalá nunca hubiera ocurrido.

-No se puede volver atrás en el tiempo- sus palabras parecen referirse a más de una situación. Veo entoces el momento ideal para intervenir.

-Lo sé. Perdóname.

-No puedo.

-¿Por qué?

Me mira por primera vez, con la mirada rota y sin ninguna expresión en el rostro.

-No quiero que nadie vuelva a hacerme daño otra vez.

-¿Quién te ha hecho daño?- susurro.

-Tú, Harry, mis padres, Eli, la señora Smith, tu padre. A veces me pregunto si solo soy una marioneta a la que podéis hacer lo que se os antoje.

-¿Mi padre? ¿Qué tiene que ver él en esto?

-Nada- parece arrepentida de sus palabras.

-Cuéntamelo.

-No puedo fiarme de ti.

No quiero discutir. Peeo tampoco trato de acortar la distancia que nos separa porque sé que sería invasivo, más tras haberla besado anoche.

-Te entiendo, necesitas pensar.

-No. Tengo las ideas muy claras.

Suena el sonido de una llamada. Rachael saca su teléfono móvil de una mesita de madera y se pega el auricular a la oreja.

-Hola Harry- escucha atenta-. Gracias por preocuparte. Sí, estoy mejor.

<<¿Harry? Ahora me acuerdo que tengo un asunto pendiente con ese.>>

La ira me corroe y creo explotar por dentro. Arranco el dispositivo de la pálida y fría mano de Rachael y corto la estúpida conversación para dejarle en su sitio.

-Eres un capullo y un mentiroso, ¡¿Cómo se te ocurre ir divagando mentiras?!

-¿Señor...Miller?

-Dereck. Devuélveme el teléfono, por favor.

-¿Señor Miller? Sí soy Dereck Miller y te juro que si fuera por mí iba sí que iba a salir en los periódicos por haber asesinado a alguien: a ti.

-Ehm... Creo que esto es una equivocación.

-Pues claro que lo es, ¡dile a Rachael la verdad!

-Lo he hecho por ella, no se merece estar con alguien como tú, te recuerdo que estás casado.

-¿Cómo te atreves? No te metas en mi vida. Recoge tus cosas estás despedido, a partir de mañana no te quiero en mi mansión. Mi padre firmará todos los papeles, al fin y al cabo trabajas para él.

Cuelgo la llamada y me giro hacia ella.

-Siento haber pensado algo de ti que es erróneo, debería haberme dado cuenta.... Harry me dijo que era muy grave acusarte de asesinato y tiempo después me dice que has acabado con una vida... Rachael, de verdad qué tonta eres.

Niego con la cabeza para quitar peso al asunto y, aunque no entiendo muy bien la mitad de la frase le recuerdo que no es tonta, que es increíble, pero, al hacerlo, se pone tensa y el miedo que reflejan sus ojos no dejaría ileso a nadie. Me armo de valor con el corazón latiendo desbocado en el pecho y me pongo de pié para darle la noticia que tantas ganas quiero que sepa para conocer su reacción.

-Kat...Está...Kat está embarazada.

Su mirada compasiva y de terror desparece tan rápido como ha aparecido y se vuelve inexpresiva como si alguien le hubiera clavado una daga por detrás. Esa mirada de traición y furia que tantas veces, por desgracia, he visto en ella.

-Di algo.

-¿Enhorabuena?

Pestañea varias veces con la mirada fija en un punto de la habitación.

-Dios Rachael, lo siento, esto no debería de haber pasado...Esto no puede ser verdad. Te juro que estoy acojonado por el embarazo y que este no debería de haber tenido lugar, no quiero tener un bebé con Kat.

-Me alegro...Por vosotros-las palabras salen con dificultad por sus labios como si de un hierro se tratase.

-No quiero perderte, quiero que estés en la vida de ese niño como su madre...Su segunda madre.

Rachael está pensativa y tarda un buen rato en contestar.

-No voy a ser ni tu pareja ni la madre del niño. Estoy muy cansada de ti, de verdad, quiero gritarte tantas cosas que prefiero estar callada. Ni siquiera tendrías que estar aquí.

Caigo al suelo, derrotado. Creo que los dos estamos hasta las narices de mí.

-Tienes toda la razón Rachael. No debería estar aquí, no...No podía dejarte marchar sin pedirte perdón.

-Mi perdón no va a cambiar nada. Me trataste como no sé, peor que cualquier ser humano merce ser tratado y no quiero verme inmiscuida en tu familia. De verdad, es muy doloroso verte si quiera.

-No puedo pedirte otra oportunidad, ¿verdad?

-Porque no te haya gritado todo lo que merces y más no quiere decir que las cosas entre los dos hayan mejorado. Ni un poco. No me sirve que vengas aquí con perdones baratos.

Nos miramos durante unos segundos. Agotados, exhaustos del mundo y del dolor que parece apegarse a nosotros como una segunda piel.

-Rachael yo...

-No puedo ser tu novia mientras la situación continúe así.

-De acuerdo. Intentaré arreglarlo.

Aparta de nuevo la mirada.

-Ya me lo dijiste una vez y...Y tu arreglo fue en un altar con la señorita Hamilton, ¿o debería de decir Miller?

-Tienes todo el derecho a odiarme.

Suspira con pesadez y se quita una piel de entre las uñas.

-No tengo el derecho a nada Dereck. He estado a punto de morir así que ahora mismo estoy agradecida de estar aquí. Nunca hemos sido nada, puede que hayamos compartido unos te quiero pero son palabras. Palabras que se las lleva el viento. Nunca me has demostrado nada, solo me has dado problemas y ya he tenido suficientes. No quiero más sufrimiento y...

-Te quiero de verdad. Jamás he mentido en eso-No puedo evitar intrrumpirla.

-Y aún así has dejado embarazada Katherine.

Podría sonar a reproche pero no, tan solo a muchas noches sin dormir, a un dolor acumulado por el paso de los años, a demasiados fantasmas. Estaba cansada de mí y lo entendía. Y joder lo que había hecho a su familia no tenía perdón.

-Ojalá hiciese algo bien en la vida de verdad. Solo sé cagarla y me acojona parecerme más a Adler de lo que me gustaría.

Lucho contra unas lágrimas que aparto de un manotazo. Rachael me observa, inexpresiva con las manos cruzadas sobre la sábana del hospital.

-Eres muchas cosas, pero no eres como él.

-Deseo algo de calma y de cordura porque joder, no hacen más que pasar cosas incontrolables y surrealistas. Podríamos aparecer en un reality show.

-Yo participaría pero siendo una Rachael más fuerte, menos manejable, más inteligente y menos dependiente emocional.

Me quedo de piedra.

-No eres ninguna de esas cosas Rachael.

-No me conoces tanto para estar tan seguro.

-Pero lo sé, sin más porque te he querido y te sigo queriendo.

-Lo soy todas pero estoy aprendiendo a manejarlo, a querer a mi pasado y aprender a vivir poniéndome como prioridad.

-Nunca debiste ser una opción.

Veo que mis palabras le afectan pero lo oculta muy bien.

-Ni Katherine.

-Ni Katherine. -Concuerdo.

-Pero el pasado no se puede cambiar, solo me queda vivir en el presente y tratar de mejorar mi futuro.

Quiero gritarle que yo quiero ser parte de ese proyecto de futuro, que no le voy a volver a hacer daño, que la quiero joder, que podemos intentar ser felices de una vez por todas. Pero solo guardo silencio, observándola.

-No sé qué querías conseguir con esta visita pero espero que me puedas dejar ya tranquila.

El dolor que me recorre es peor que un buen puñetazo.

-La verdad que esperaba que me lanzases una silla gritandome que soy un hijo de puta.

Ella encoje un hombro.

-No te voy a echar en cara algo que ya sabes de sobra. Además de verdad que estoy agotada de tener sentimientos negativos en el corazón.

-Te entiendo.

-¿Sabes que Frida Khalo dijo algo así como que nunca comprenderás mi dolor hasta que lo vivas? Pues eso. Que una mierda vas a saber tú.

Tiene una mirada agotada y me cosquillean las manos de las ganas que tengo de abrazarla, de olerla, de sentirla.

-Te daré un plazo y una última condición, mmm... Un mes, nada más.

Un mes. Un puñado de semanas para arreglar el desastre de hace nueve años. Imposible.

Aún con la duda de no poder hacerlo, asiento.

-De acuerdo.

-Quiero que encuentres a todas tus ex novias, tus ligues o como quieras llamarlas. Las vas a pedir perdón y vas a hacer todo lo que esté en tu mano para que su vida mejore, si es que ha empeorado. Ese es un bien comienzo para demostrarme que no eres tan capullo.

En cierto modo llevaba un tiempo queriendo abrir esa caja llena de aquellos inquietantes sucesos. Lo haré, no solo por ella, si no por mí. No obstante, ni siquiera sé por dónde empezar.

-Está bien- asiento-, lo haré.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top