Capítulo 14: Fin de semana en Chicago.

Rachael

La línea de metro está más concurrida de lo que esperaba para ser pasadas las ocho. Personas subiendo y bajando los escalones, algunos apresuradamente, otros hablando por teléfono y un puñado con niños en brazos o sujetos a sus manos, asfixian la zona. Salto para bajar las escaleras mecánicas a pesar de que estas también están abarrotadas de personas nerviosas. Una señora de mediana edad se abre paso entre la multitud apartando a la gente con los codos; tres guardias de seguridad piden que la gente abra paso para que un hombre en silla de ruedas pueda circular y un joven toca la guitarra con un plato frente a él con algunas monedas. Paso por su lado adedre y le doy un billete que tengo en el bolsillo del abrigo

—...Gra...cias— dice el chico de aspecto desaliñado acurrucado en un abrigo.

Le sonrío, compadeciéndome de aquel hombre y vuelvo a entrar en la fila de personas histéricas por no perder el metro. Sherlyn camina más adelantada que yo pero me espera en una esquina cada vez que se da cuenta de mi ausencia. Encontrar un poco de aire entre todo el bullicio es casi imposible, por ende en algún momento siento la fatiga y el pequeño mareo del inicio de un ataque de ansiedad.

Una chica universitaria grita dejando claro que le han robado alguna de sus pertenencias, intentando que alguien le auilie. A partir de ese momento, mantengo la mochila en la que he guardado algunas prendas de ropa para la escapada a Chicago con Sherlyn delante de mí.

Cuando llegamos a las vías de metro uno de ellos frena con un sonido chirriante para posteriormente abrir sus puertas. Algunas personas abandonan el transporte pero la mayoría que esperamos, entran.

—No he visto a la gente tan histérica ni en las rebajas—comenta Sherlyn cuando nos ponemos en marcha y la zona de espera queda prácticamente vacía a excepción de aquel pobre hombre, nosotras y alguna que otra persona.

Nos sentamos en unos bancos para esperar al próximo vehículo que es el que nos llevará a Chicago.

—Lo sé, pero es viernes y la gente deja la ciudad.

Sherlyn introduce las manos en su chaqueta vaquera y resopla apartando un mechón de pelo rubio degradado hasta terminar en rosa que se le ha escapado de la coleta.

—Mañana es el cumpleaños de Asher. Me da pena no poder estar con él.

—¿Tu hij...?

—Sí, no sé, le quiero a pesar de que su madre es una repugnante.

Río negando con la cabeza.

—Porque sea la ex pareja de tu novio no la hace repugnante.

—Me mira con cara de asco, como si yo tuviera la culpa de que Mason rompiera con ella.

—¿Por qué no te has ido para su cumpleaños? Creo recordar que me dijiste que viniste a visitar a tu madre pero podrías irte hoy y llegar a la fiesta de cumpleaños.

—No. Esta semana le toca quedarse con su madre y ella es quien va a organizar el cumpleaños. Mason va a ir, es su padre, pero yo no pienso verla. Sería muy incómodo.

El metro para de nuevo y nos subimos rumbo hacia Chicago.

Sherlyn aprovecha la oportunidad que se le presenta alguna vez cuando hay cobertura para hablar con su novio y con su padre, que ta ha vuelto de du viaje con su mujer, mientras yo me mantengo distraída hacidndo algunos bocetos dn un cuaderno y recibo algunas llamadas por parte de la empresa.

Me hace feliz que Sherlyn haya aceptado viajar conmigo un fin de semana. Verdaderamente necesito este paréntesis en mi vida.

Necesito descansar de Dereck Miller y su familia y es que aunque confíe en la palabra de Harry hay algo que no me cuadra en lo último que me ha contado. Dereck puede ser un chico manipulador, caprichoso y egocéntrico pero no es un asesino, no es el tipo de persona que acabaría con una vida humana, no tendría sentido ni ningún motivo para ello.

<<O sí>> pienso y un escalofrío me confirma que en el fondo puede que no le conozca tan bien como creo.
Tampoco Harry me ha confirmado de quién se trata la persona que Dereck ha asesinado, me relajo intentado no darle más vueltas.

Cuando llegamos a nuestro destino ya es de noche y un Citroën blanco nos espera en el parking del metro.

—Os presento. Rachael este es Ralph un primo de Mason, Ralph ella es Rachael una amiga.

Estrecho la mano del primo de Mason quien nos va a prestar uno de sus pisos— trabaja en una agencia innoviliaria—para pasar el fin de semana.

El piso de Ralph se encuentra en la avenida de Míchigan por lo que en su trayecto hemos podido contemplar el parque del Milenio iluminado. El piso es muy acogedor, con tan solo una planta: dispone de dos habitaciones situadas una junto a la otra, una diminuta cocina, un espacio para comer con un televisor y un baño.

—Vivo dos calles más al sur así que si necesitáis cualquier cosa podéis llamarme y llegaré en seguida.

Tras agradecerle y distribuir las habitaciones, Sherlyn se lleva un cigarro a los labios y se tumba en la cama de mi habitación observándome con detenimiento.

—¿Qué ocurre?

—Te veo un poco...—Da una calada y expulsa el humo lentamente—.... Estresada.

Dejo de ordenar las fotos del album que he escogido exclusivamente para el desfile de verano, las cuales, he sacado y he vuelto a meter decenas de veces en menos de un minuto sin atender en realidad si lo he hecho bien.

—No. Solo cansada.

Levanta una ceja y apaga la colilla en un cenicero.

—A mí no me engañas, te recuerdo que soy madre.

Me enderezo en el colchón apoyando la carpeta en mis muslos.

—Mi vida es una mierda.

—La mía también, pero hay que tomarse las cosas negativas de otra forma, estoy segura de que puedes aprender algo de lo que te está pasando por la cabeza constantemente.

—Lo dudo.

—Cuando conocí a Mason no me hizo gracia saber que tenía un hijo, osea, mis padres están divorciados y sé lo que es ver a tu padre con otra mujer. No quería quitarle el hueco a nadie ni que el crío se sintiese mal por mí. Pero cuando le conocí, pude tener la oportunidad de experimentar la maternidad sin pasar por un embarazo ni un parto. Mis padres se separaron y me mandaron a otro Estado diferente a vivir y a estudiar cuando en Texas ya tenía mi vida hecha, pero eso me ha enseñado a adaptarme a situaciones nuevas.

—No puedo sacar nada positivo de que el chico al que amo se haya acostado y casado con otra mujer dejándome tirada y que me proponga ser su amante, de que se acueste con un montón de chicas y salga en los periódicos, hasta le ha pagado a mi mejor amiga para que le diga dónde estoy. Me ha vendido mi propia amiga. Es humillante.—susurro.

—Sí. Puedes aprender a no enamorarte de capullos.

Enciende otro cigarrillo y se lo lleva de nuevo a los labios.

—Tienes razón, pero ahora, ¿cómo voy a mirar a Eli a la cara? Voy a perder más de lo que crees.

—¿Eli es tu mejor amiga?

—Eso creo.

—No dejes que un chico arruine vuestra amistad, llámala y solucionarlo.

—Sé que tienes razón pero...

—La tengo y ahora te voy a preparar una cena para chuparte los dedos y te vas a olvidar de ese gilipollas.

Cuando Sherlyn abandona la habitación marco el número de Eli. Salta el contestador así que le dejo un mensaje pidiéndole que me llame.

Sherlyn no exageraba, la cena que ha preparado está deliciosa y tras recoger los platos ella decide ver una película policíaca y yo darme una ducha. Antes de introducirme en ella, vuelvo a llamar a Eli, pero sigue saltando el buzón de voz.

Para mi sorpresa, por la noche consigo conciliar el sueño sin ser interrumpido, imaginando a un joven de pelo negro y ojos azules  casándose con Katherine, grito que le amo, pero él no me escucha, solo se muestra feliz con su nueva esposa.

Tras dar un tranquilo paseo por la ciudad americana, Sherlyn compra un billete para viajar en el L System, un tren elevado que recorre todo Chicago y que desde el cual se puede observar algunos de los sitios más populares de la ciudad entre ellos el Riverwalk. Pasamos toda la mañana juntas, pero a la caída de la tarde, mi acompañante decide volver al apartamento para hablar con Asher y Mason y yo me dispongo a visitar el museo de arte contemporáneo de la cuidad.

Cuando regreso a casa tras un día de tranquilidad y de búsqueda de nuevos conocimientos sobre esta ciudad, Sherlyn me espera con dos billetes para un concierto de jazz que por lo que leo, se va a celebrar esta noche cerca de nuestro apartamento.

—Venga Rachael, las he comprado exclusivamente de jazz porque sé que te gusta este género musical así que no puedes rechazarlo.

—Estoy agotada, aunque agradezco que hayas pensado en mí.

Me quito las sandalias y saco el pijama con la intención de pasar una noche viendo una película o serie.

—Hemos venido a Chicago a divertirnos no a ver películas, además es un concierto, no una fiesta.

En el fondo tengo ganas de ir a escuchar en directo jazz, ese género me apasiona junto al country.

—¿A qué hora termina?

—A las once, nos sobra tiempo para ver una película a la vuelta.

—De acuerdo. Deja que me cambie primero.

—No me hagas esperar mucho.

Maldigo no haber echado en la mochila algún conjunto o vestido de fiesta, solo ropa casual y un pijama. Decido vestirme unos vaqueros sencillos y una camiseta blanca con estampado floral, cojo prestado de Sherlyn algo de maquillaje y me recojo el pelo en un moño bajo y cepillo mi flequillo con un secador y un peine.

A pesar de que me he apresurado todo lo que he podido, Sherlyn me regaña y nos vemos obligadas a correr para no perder el autobús que nos transporta a un descampado algo apartado del centro de la ciudad preo desde el cual se puede ver nuestro apartamento y, cuando llegamos, el concierto ya ha comenzado. Agradezco la tranquilidad que transmite este tipo música. Un hombre subido al escenario toca el saxofón, otro un violín, una chica sujeta una trompeta acompañada de otro al piano y al mismo tiempo nos deleita  voz de barítono.

Las personas presentes en el concierto se mantienen serenas aunque soy testigo de varios grupos de jóvenes que comienzan una pelea o que se insultan con otra persona. Cierro los ojos para que la música me transporte a una dimensión en la que los problemas no existen y en la que la familia Miller y los Hamilton tampoco.

Mi vida habría sido más fácil de no haber aceptado organizar la boda de Dereck y Katherine o de no haberme dejado llevar por mis sentimientos. La señora Smith siempre fue muy clara a la hora de explicarnos a todo el equipo que la vida personal y laboral tienen que estar separadas y nunca deben mezclarse y no solo ella, si no Harry también me advirtió cómo son estas dos familias, así que, en el fondo, es mi culpa estar pasando por este momento de sufrimiento. Si solo hubiese hecho caso a una de esas personas ahora no tendría que estar cargando con tanto dolor.

El pequeño grupo subido en el escenario toca las canciones de su nuevo álbum según dicen, no las conozco pero tres o cuatro antiguas las que canto a pleno pulmón al haberlas escuchado en la radio. Sherlyn permanece en silencio fumando y riéndose de lo mal que suena mi voz cuando recito las canciones.

Recibo algunas llamadas de mis padres y de Kristoffer pero acabo apagando el móvil para que deje de sonar y poder así escuchar la música.

Las horas que dura el concierto se me hacen escasas pero al mismo tiempo me hacen olvidar a Dereck y lo agradezco, aunque solo sea por una noche.

—Gracias Sherlyn por haber comprado las entradas, lo necesitaba.

—Debes hacerme caso.

Asiento y reviso si Eli ha leído el mensaje empezándome a preocupar cuando no es así, decido no darle importancia y volver a apagar el dispositivo. Esta noche va a ser entera para mí.

El descampado en el que se ha celebrado el concierto se vacía rápidamente y Sherlyn y yo caminamos por la tierra húmeda, alejándonos del escenario.

—¿Esos son los camarotes del grupo?—Pregunta señalando hacia un lado del descampado. Unas caravanas están estacionadas cerca del parking y las fotografías y nombres de los integrantes del grupo se encuentran en su puerta.

—Creo que sí.

—Por el modo en el que cantabas las canciones diría que te gusta este grupo, ¿verdad?—Asiento—. Venga, vamos a conocer a tus ídolos.

Agarro el brazo de Sherlyn cuando emprende el camino hacia las caravanas.

—No, nos vamos a casa.

—Venga Rachael, tienes que vivir la vida con más intensidad y si se te presenta la oportunidad de conocer a un grupo de música que te gusta no se desaprovecha.

—Pero...No Sherlyn, no me gusta la idea.

—Lo único que nos puede pasar es que nos echen.

—Me prometiste que volveríamos a casa para ver una película— discuto, algo más indecisa.

Sherlyn agarra mi mano haciendo oídos sordos y se acerca con paso apresurado a su destino. El corazón me late con fuerza y siento que he viajado en el tiempo y soy una quinceañera loca y con las hormonas a flor de piel.

A decir verdad el grupo no es famoso y eso se ve por la apenas medidas de seguridad en el área y no nos cuesta llegar y colarnos en uno de los camarotes.

Dentro se respira un aroma peculiar. Una mezcla entre café y menta. Un espejo con una silla, maquillador y ropa es lo que principalmente compone el lugar junto a un sofá y a una puerta de la que sale un joven, le reconozco al instante, es Sam Lawson el violinista del grupo. Es alto, delgado y con el pelo negro recogido en una baja coleta.

—¿Quiénes sois?

—Me llamo Sherlyn y ella es mi amiga Rachael, es una gran admiradora tuya.—Sherlyn apoya su cuerpo en el respaldo del sofá bajo la inquietante miarada de Sam.

—Lo siento por la interrupción, queríamos pedirte un autógrafo— le corrijo dándole un pequeño golpe para que se incorpore. No lo hace y la idea comienza a tornarse peligrosa en mi mente, ¿y si llama a la policía?

—Tu cara me suena, ¿nos hemos visto antes?

Me sonrojo y bajo la mirada cuando el violinista se acerca a mi altura y me examina sin prisa alguna.

—-No, de ser así estoy segura que lo recordaría.— Soy incapaz de mirar a Sherlyn e invitarla para irnos.

—Sé quién eres, la novia de Dereck Miller. Conozco a su padre, creo que te he visto con los Miller en televisión, ¿por qué no lo has dicho antes? Siéntate que te firmo un autógrafo ahora mismo.

No me gusta la manera en la que Sam ha cambiado su comportamiento cuando se ha dado cuenta que tengo algo que ver con los Miller, no quiero que las personas me recuerden como la antigua pareja de Dereck si no por quien soy: Rachael Turner.

—No te preocupes. Gracias por tu tiempo, nos vamos.

Abro la puerta del camarote dispuesta a abandonar la habitación pero Sherlyn me lo impide.

—Deja que el chico te firme el autógrafo.

—O al menos que te invite junto a tu amiga a una fiesta que se está celebrando en la discoteca que encontraréis dos calles más abajo, la familia Miller siempre es bienvenida a mis fiestas.

—Nos apuntamos—interviene Sherlyn antes de que pueda negar la oferta.

—Vale, ya os podéis ir.

Sherlyn agradece su amabilidad y salimos a la oscuridad de la noche una vez me firma en un ticket que llevo en el bolsillo de vete tú a dar cuánto tiempo.

—¿Qué haces? No pienso ir a ninguna fiesta.

—Por favor, me he tenido que tragar dos horas de jazz por ti. Haz un esfuerzo.

—Esto es una locura...No soy de la familia Miller y siento que ahora mismo estamos abusando de su buena fe. Nos vamos a casa, ya bastantes experiencias por hoy. 

—Somos jóvenes y libres en el maldito Chicago.

—Y por eso mismo preguero ahorrarme problemas. Hemls venido aquí ñara desconectar y cargar pilas.

—¿Y qué mejor manera que llendo a probar esa disco? No sabes hace cuángo aud no salgo. A Mason no le gusta la fiesta y mis amigos viven en Texas así que vamos a aprovechar la oportunidad.

—No sé...No creo que sea buena idea. No me suelen salir bien las cosas cunado salgo.

Si ella supiera nos encerrariamos las dos en el apartamento.

—Disculpar, no podéis estar aquí.— Dice un hombre con traje acercándose a nuestra altura—. Tenéis que iros.

—Lo sentimos, nos hemos desviado.

Andamos un poco rápido y nos metemos en la primera boca de metro que encontramos. Sherlyn busca en el maps la discoteca que está más cercana y mira el mapa del metro para guiarse.

—Eres igualita que Eli, si os conocierais, os llevariais de perlas.

—¿La amiga traidora?

Aunque no se merece que la defienda no puedo evitar hacerlo. Eli se ha vuelto un imprescindible en mi vida y me ha ayudado tanto que no podría odiarla. A todo esto, no me he parado a pensar en exceso en por qué necesiataba tan desesperadamente el dinero de Dereck...Cuando me devuleva las llamadas se lo preguntaré. Tenemos que solucionarlo.

—Ha hecho cosas mal en la vida pero no quiero odiarla.

Sherlyn me mira con un poco de compasión pero sigue sumida en la búsqueda de la mejor ruta y me tira hacia el metro que acaba de frenar.

—Está solo a una parada.

Una vez que encontramos en la discoteca tras dar varias vueltas para encontrarla, se nos presenta dificultades para entrar ya que el portero nos impide pasar la cuerda roja. Intento convencer a Sherlyn para irnos a casa o a otra discoteca; lo último que quiero es que nos lleven arrestadas por comenzar una pelea. Al final el portero decide hacer una llamada a Sam y confirmar nuestra asistencia así que, tras colgar, nos permite pasar.

La fiesta está en su pleno auge, múltiples luces de colores iluminan la pista de baile y al dj quien ha escogido música moderna para ambientar la fiesta. Unos dispositivos escondidos en el techo expulsan agua y jabón produciendo que los asistentes se mojen y que el ambiente se llene de pompas. Al fondo de la inmensa estancia hay un bar y en la barra puñados de borrachos riéndose, otros bailan o están tirados en los sofás.

—¡Qué guay!—Exclama Sherlyn introduciéndose entre los cuerpos sudorosos que bailan al son de la canción.

Decido que yo también voy a disfrutar y comienzo a bailar con Sherlyn, ya que me voy a ver obligada a estar un rato al menos puedo relajarme. Y encima- aunque me muera de la vergüenza admitirlo- hemos pasado gratis. Es una oportunidad única y, supongo, que bailar un poco no va a matarme.

Se me da peor de lo que pensaba, al contrario que Sherlyn que mueve sus caderas y sus piernas como si  hubiera nacido para ello.

La mayoría de las canciones no creo haberlas escuchados nunca, ella sin embargo las canta junto a decenas de personas quienes alzan sus copas y continúan bailando.

Otro torrente de agua cae desde el techo empapado a los nuevos asistentes y mojando aún más a los que ya llevan un rato en la animada fiesta. Noto cómo la camiseta se pega a mi cuerpo consecuencia de que ha sido mojada y mi pelo se emapa, pero me río junto a la expresión de sorpresa de Sherlyn. No creo que nunca antes me lo haya pasado tan bien en las pocas veces he salido de fiesta y cuando lo he hecho he evitado bailar o cantar.

Sherlyn me ofrece un vaso de plástico con un contenido rosa que me bebo de una sentada a pesar de que este quema mi paladar, garganta y su sabor es amargo.

—Voy a pedir otra— le digo por encima de la música y me dirijo a la barra. La adrenalina corre por mis venas y noto el latido de mi corazón fuerte y rápido entre la costillas. Me topo con una joven que se encuentra inconsciente en el suelo y con un chico que me echa un insulto al que decido no responder. Todo lo de mi al rededor parece haberse tornado de color de rosa y una ola de felicidad recorre mi organismo. Seguramente se deba a que el alcohol está haciendo efecto y la más mera idea me encanta.

—Póngame dos copas...de lo más fuerte... que tenga.

El chico tatuado al otro lado lado de la barra asiente y en menos de un minuto coloca dos jarras a rebosar de un líquido transparente en frente de mí. No dudo en beberme de una sentada una de las jarras y como consecuencia un fuerte dolor de estómago se me instala en el vientre, lo ignoro y me bebo la otra copa, esta vez más despacio.

No me reconozco, yo no soy el tipo de persona al que le gusta beber hasta casi perder el conocimiento y mucho menos a la que le encanta la fiesta.

Me veo obligada a agarrarme a la barra ya que siento que mi cuerpo no se puede estabilizar. La música junto al constante movimiento de las personas parece acentuarse.

—Otras dos.

Pierdo la cuenta de las jarras que me bebo cuando me encuentro tragando la sexta, sentada en el suelo y riéndome porque una chica ha perdido un zapato.

El olor a orina y a vómito es cada vez más usual a medida que pasa la noche y la discoteca aumenta más y más su capacidad. Siento una inmensa felicidad junto a una pérdida del control de mi cuerpo y de mis pensamientos. Mi vista se nubla y por unos minutos pierdo el conocimiento.

Cuando me repongo, me incorporo junto al fuerte dolor de cabeza y de estómago, unas pronunciadas paredes dan vueltas en mi cabeza.

—¿Vienes?—Pregunta un chico abriendo la puerta a la que me dirijo sin saber por qué. Asiento y me río cuando me caigo y una chica me ayuda a incorporarme.

Detrás de la puerta me recibe una estancia que se encuentra en completa oscuridad y alguien al lado de mí me cubre los ojos con una suave tela.

—Este juego es muy sencillo: todos los de la sala os taparéis...los ojos y... besaréis a quien con quien... os... choquéis

<<¿Besar? No recuerdo qué significa ese verbo>>Pienso forzando a mi mente a recordar, en vano.

De repente, noto unas gruesas y suaves manos al rededor de mi rostro—seguramente rosado por el efecto del alcohol—su tacto es cálido y reconfortante igual que el de una manta de poliésrer. La persona que tiene cogida mi cara entre sus manos comienza a estudiar mi rostro movimiento sus pulgares en círculos. Se me hace una eternidad hasta que se detiene y cambia el sentido de sus caricias.

Mi cuerpo reacciona enseguida aumentando su pulso y erizando el vello de mi piel. Oigo la respiración de la persona y el aire que desprende al hacerlo roza la piel desnuda de mi rostro confirmando que esa persona se está acercando. Sus labios se juntan a los míos de manera violenta como si hubiera deseado hacerlo desde algún tiempo o quizá esté tan ebrio o ebria como yo

Enrolla su mano a mi pelo enrroscando sus dedos a mis rizos y la otra no la aparta de mi rostro. Su sabor se queda en la comisura de mis labios y por algún motivo no me repugna sino que me relaja y... encanta, igual que la bebida que he ingerido momentos atrás.

Pasa su lengua por mis labios un gesto tan íntimo que me hace querer ir más allá. Elevo las manos y me encuentro con un firme y alargado torso, sus músculos se tensan bajo mi tacto hecho. Me pongo de puntillas y me guía colocando sus manos en mi cadera para besar sus labios y enrollar nuestras húmedas lenguas. La persona que ha iniciado el beso me eleva del suelo sin ninguna dificultad y enrolla mis muslos a sus caderas. Para evitar caerme, enrrosco mis dedos a su suave pelo sedoso y corto. Lo lleva peinado con una buena cantidad de laca.

Nuestros cuerpos unidos como nuestros labios, se encuentran con la rígida pared de manera violenta produciendo un débil dolor en mi espalda. Me separo interrumpiendo el momento para retorcerme débilmente y coger aire.

—¿Te he hecho daño?—Pregunta una voz masculina y ronca aunque casi no la percibo por el efecto del alcohol, pero algo en ella, puede que sea por la bebida  me hacer sentir como en casa y sin previo aviso comienzo a llorar.

Me quito la máscara de golpe y, todavía entre sus brazos visualizo los rasgos de la persona: alto, pelo oscuro, ojos claros... E incluso bajo mi embregueidad le reconozco: Dereck Miller.

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