Capítulo 12: El destino tenía otros planes.
Rachael
Durante el resto de la maña no consigo avanzar demasiado. Estoy como anonada y me frustra no encontrar ideas que puedan causar impresión para el desfile, así que me tomo un descanso, busco a Connor y pedimos un pizza que nos comemos sentados en un parque bajo la sombra de un abeto.
Por la tarde abrimos un casting para voluntarios que quieran participar. Idea de Claire que debo de reconocerle que es muy útil. En menos de una hora hay una enorme fila de chicas y chicos que se acumulan para entrar en la oficina.
Mi despacho se convierte en una especie de tribunal de moda y mi mesa se acumula de currículums. Por supuesto, Claire hace de jurado y me dice qué personas podrían adecuarse más al perfil que busco. Admito que me lo he pasado mejor de lo que imaginaba, para qué mentir.
Al día siguiente, tengo una cita para ir a casa de los Miller con la única idea para su boda la de no ser algo clásico y común, sin embargo, por lo que me dio a entender la señorita Hamilton, tampoco podía ser demasiado original ni diferente. No obstante, ese era su único requisito, que fuese original y que a sus invitados no se olvidasen de aquella boda en mucho tiempo.
Teniendo en cuenta esto, se podría decir que las personas suelen recordar bodas o que sean muy caras, por lo que todo es tan perfecto que parece sacado de un sueño o, algo extravagante y vergonzoso.
Así que aquí viene mi problema: apostaría a que sus invitados han visto de todo, acostumbrados a ir eventos elegantes y originales. Pero no voy a dejar que los Miller se humillen delante de sus familias aunque se lo tengan bien merecido. Al fin y al cabo ese es mi trabajo.
Una vez que llego a casa, me encuentro a Eli viendo una película en el salón con, como es habitual en ella, su pijama de rallas.
—¿Ya has llegado?—Apaga el televisor —.Menos mal, me moría de aburrimiento.
—Traigo buenas noticias- le digo entusiasmada dirigiéndome dentro del salón.
—Sorpréndeme— resopla, a lo que hago caso omiso, ya que le conozco y sé que se entusiasmará una vez se lo cuente—.Vamos a poder pagarte la deuda de la universidad.
—¿De verdad? ¿Tan rápido?— se levanta y me mira con una evidente sorpresa brillando en sus ojos-. Y, ¿cómo?
—Tengo que organizar la boda de los Miller.
—¿Los Miller?
—Sí, ¿les conoces?—Me río ante su todavía atónito rostro.
—He escuchado hablar de ellos—Eli sonríe sentándose de nuevo en el sofá con un bote de helado de menta medio vacio—.No voy a preguntar por qué quieres organizar su boda.
—¿Es mi trabajo?
—Y, ¿vas a conocer a Dereck Miller Auttenberg?— Pregunta Eli, observándome desde el respaldo del sofá.
—Ehm...Sí,¿por qué?— Me siento junto a ella, mientras Eli se termina el helado que estaba saboreando antes de que llegase a casa.
Señala la tarrina de helado y yo la rechazo con un movimiento de cabeza.
—Tía, ¿no sabes quién es Dereck?— Fija sus azulados ojos en los míos. No sale de su estupefacción.
—No,¿debería saberlo? A ver, no tiene nada especial. Es uno de los muchos ricos de la ciudad que tiene el ego por las nubes— comienzo a alterarme ligeramente por el comportamiento de mi amiga, ¿qué tiene de especial ese chico aparte de su físico?
—Rachael, por favor, ¿cómo no puedes conocerle? Es el tío más bueno del mundo—ruedo los ojos mientras mi amiga se levanta del sofá y desaparece por el pasillo.
La imito entrando en la cocina. Abro la nevera en busca de algo sabroso para cenar. Nunca he sido muy aficionada a la cocina, por lo que la mayoría de la nevera está ocupada por comida precocinada y congelada.
—Mira—Eli cierra el frigorífico antes de que pueda decidir lo que voy a cenar y sostiene delante de mí un póster de aquel chico de ojos azules que ya he visto antes. En esta ocasión posa junto a un Ferri, con una chaqueta marrón echada sobre su hombro. Tiene un aspecto diferente al de la revista. Lleva unos caros pantalones de vestir y un polo rojo, con el pelo repeinado y una expresión algo más relajada. Es la perfecta definición de pijo.
—Un chico,¿qué pasa?— Vuelvo a abrir la nevera y extraigo unos naggets congelados.
—¿Cómo que un chico? ¿Has visto esos ojazos que tiene?¿Y los músculos?¿Y esa mirada penetrante e increíblemente sexi?- Me río y niego con la cabeza.
—Lo he visto Eli, pero,¿no te das cuenta que es puro maquillaje y Photoshop?
Abro el paquete donde se encuentra mi cena y pongo uno a uno los nugget en una bandeja que acabará en el horno, esperando a que diga algo de lo que no me convencerá.
—Ha sido Mr Nueva York el año pasado.
—Bien,¿y eso quiere decir...?
Abro el aparato y lo regulo para que mi cena quede perfecta mientras Eli y yo seguimos teniendo esta discusión absurda.
—Y eso quiere decir que es el chico más guapo de todo Nueva York.
—No, eso quiere decir que es el chico más guapo de todos los que se presentaron ese año.
Abro de nuevo la nevera y extraigo dos cervezas y el bote de Ketchup.
Eli y yo siempre hemos tenido valores muy diferentes en cuanto a hombres y el amor se refiere y en esta conversación, no parece que va a ser diferente.
—Rach, eres bastante ignorante,¿no?
Comienzo a poner en la mesa todo lo necesario para la cena. Eli continua, en vano, intentando hacerme cambiar de opinión.
—Te vas a quedar sola como sigas teniendo esos principios, amiga.
Me río ante tal comentario. Eli únicamente valora en una persona que tenga una cara bonita y un cuerpo de vértigo, pero para mí eso no es suficiente. Hay mucho más en una persona.
—Eli, no vamos a discutir,¿vale?Llevo un día muy duro y lo último que quiero es acabar peleadas por un chico al que tan siquiera conocemos.
—Bueno, tú le vas a conocer mañana y estás como si nada. Si yo estuviera en tu posición me moriría de ganas...Por cierto, ¿qué vas a ponerte?
Niego con la cabeza, observando la manera en la que abre la nevera para preparar su cena. Se mueve deprisa por el lugar, frunciendo los labios.
Es vegetariana, por lo que no puede comer los deliciosos nugget que se están cocinando dentro de nuestro horno.
—Dile que me lo firme, porfa—me acerca el póster del tal Dereck tras dejar en la mesa una bolsa congelada.
—Vale—le respondo para terminar el asunto agarrando el enorme trozo de papel con el rostro del chico-.¿Qué vas a cenar?
—Raviolis rellenos de verdura.
En ese instante el móvil vibra en la encimera. Sujeto el pequeño aparato y observo el propietario de nuestra interrupción, Harry.
Desde que el otro día fuimos a cenar no hemos hablado en exceso. Nada, en realidad.
Hola Rach, ¿qué tal? Te he estado llamando, pero no me has respondido. Espero hablar contigo pronto.
Maldigo hacia mis adentros. Harry es un chico muy agradable y me cayó realmente bien pero no quiero ir tan rápido como él pretende que vallamos. Soy plenamente consciente que es una simple relación de amigos, sin embargo, me gusta tomarme mi tiempo para decidir con qué tipo de personas deseo relacionarme. Puede que ese sea otro motivo por el que esté sola...La gente no se toma tiempo de conocer a los demás, de evaluar si va a portar algo a su vida. Únicamente se rige por el número de amigos que tenga, para aumentar sus seguidores en Instagram o a veces tan siquiera eso.
—¿No vas a responder?—Pregunta una voz a mis espaldas, me giro y me encuentro a Eli.
—Es una cosa de trabajo, ya lo resolveré mañana.
Eli se lame los dedos en cuanto termina de cocinar las verduras junto a su cena. Comienza a hablarme acerca de que la semana que viene se irá con Scott y los demás a Seattle, pero casi no presto atención a sus palabras; mi mente se encuentra divagando sobre las advertencias de Harry con respecto a los Miller.
«¿Y si tiene razón y tengo que mantenerme alejada? Tal vez sería mejor mañana no asistir e inventarme cualquier excusa.»
El sonido del horno avisándome de que mi cena ya está lista me saca de mi ensimismamiento.
—Mañana voy a ir a una discográfica para hacer las prácticas de la uni.
—Me alegro mucho, Eli—respondo vertiendo la bandeja de naggets en mi plato como puedo para intentar que no acaben en el suelo.
—Vamos a programar los altavoces y todas esas cosas.
Me río cuando Eli comienza a contarme todas las, según ella, aburridas cosas que tiene que hacer mañana en la discográfica. No soy muy experta en el campo en el que estudia Eli, ingeniería de sonido, sin embargo me agrada escucharla hablar sobre ello.
Me siento en una silla y ella me imita, cada una con su cena comenzamos a devorar nuestros platos.
—¿Qué tal tu noviazgo con Harry?
Pongo los ojos en blanco mientras vierto sobre mi trozo de carne un buen chorro de Ketchup.
—No somos nada Eli, solo amigos.
—¿Amigos con derechos?
—No me he acostado con él y no empieces con eso—Me sonrojo ante tal posibilidad.
—Ya claro,entonces,¿por qué se te pone una sonrisa en los labios cuando pronuncio su nombre?
Hasta ese momento no me doy cuenta de que lo que dice mi amiga es verdad, me toco el labio y una pequeña sonrisa cubre mi rostro.
—¿No puedo reírme porque sí?
Eli ignora mi pregunta y enciende la pequeña televisión que tenemos en la cocina.
—¿Y tú con Scott?— Le devuelvo la jugada. Se ahoga con la cerveza que estaba bebiendo.
—Scott y yo solo somos amigos, como tú y Harry.
—¿Amigos con derechos?
Me lanza la servilleta con los mofletes rosados debido a la vergüenza, no puedo evitar reírme.
— El del mensaje era Harry, ¿verdad?
—Sí, no para todo el día de llamarme, necesito tiempo.
—Venga Rach, pobre chico- esta vez intercambiamos los papeles, siendo ella la que se ríe-. Pareces una vieja.
—Me gusta seleccionar bien a la hora de elegir con qué tipo de personas me voy a juntar.
—Tonterías, deberías desmelenarte un poco, tampoco es como si te fueras a casar con él y a formar una familia por responderle un mensaje.
—Está bien— digo—. Me rindo.
Vuelvo a coger el teléfono, dudando entre lo que debo decirle y lo que no.
Hola Harry, he estado ocupada con el trabajo. También espero que hablemos dentro de poco.
Apago el pequeño aparato que emite una vibración. <<Qué rápido.>>
¿Te gustaría venir conmigo y mis amigos el sábado? Hay una fiesta.
—¿Y bien?
—Me ha invitado a ir con sus amigos el sábado a una fiesta- Eli continúa cenando, sin dejar de mirarme—. No estoy muy segura de si debo ir. Con todo lo que ocurrió en la anterior, preferiría quedarme en casa o tirarme por un puente.
—Rach, despreocuparte del trabajo, ¿recuerdas?—Bufo. Lleva razón y lo sabe—.Dios mío, Harry no te podía llevar a otro lugar, no sé, más íntimo...
—Eli—interrumpo—. Solo somos, amigos, ¿recuerdas?
—Ya— intensifico la mirada—. ¿Qué? Te he dado la razón.
—Al menos estarás conmigo, por si Harry prefiere emborracharse y comportarse como un idiota.
—No, no iré a la fiesta.
—¿Por qué?—Pregunto.
—He quedado con Scott— exploto en una carcajada,Eli se sonroja; no me creí que me haya estado ocultamdo a ese chico pelirrojo. Daba por sentado que algo así no dudaría en compartirlo conmigo—. No te rías, yo, a diferencia de ti tengo mi argumento- sonríe triunfante.
—Sorpréndeme.
—Tengo que entregar un proyecto para la uni.
Algo en su tono hace que no llegue a creer del todo sus razones, aunque tampoco quiero agobiarla.
—Volviendo al tema de Dereck...
—Pensaba que lo habíamos zanjado.
—Le sigo en Istagram.
Atrapa el teléfono que había dejado sobre la encimera y comienza a teclear algo.
—¿Felicidades?
—Tía...¡Que tiene verificada su cuenta! Vas a conocer a un famoso.
—¿Yupi?
—No eres consciente de la situación. Vas... a... conocer...al...puto...Dereck...Miller.
—Sí. Creo que ya lo habías mencionado.
Termino de comerme el último nagget mientras Eli me tiende su teléfono con una característica funda azul brillante.
En la pantalla que está iluminada muestra la cuenta del, al parecer, popular Dereck. Tiene varias historias destacadas con el nombre de diferentes ciudades y países que, supongo, ha visitado: Manchester, Florencia, Moscú Madrid, Pekín, Buenos Aires...Su foto de perfil muestra su rostro en blanco y negro y una biografía que no me paro a leer. Cuenta con más de tres millones de seguidores, sigue a ciento treinta y tiene la cuenta verificada.
—Parece...Una cuenta corriente de Instagram—Eli me gira la pantalla con una mirada decidida—. Vale, la cuenta de un famoso, ¿por qué? ¿millonario?, ¿modelo?, o ¿gilipollas?
—No digas tonterías. Mira, mira las fotos y dime que no es guapo.
Me tiende otra vez el móvil y ahora se ve una foto suya, en un yate enorme, de fondo el mar de agua cristalina y, en un lado se ve a su prometida, la señorita Hamilton.
—Nunca te he dicho que no sea guapo. Solo, que no es lo más importante a la hora de conocer a alguien. No me voy a dejar intimidar por un número o por unas facciones bonitas.
—Alucino...¿Por qué tienes que ser tú la que va a conocerle?
Bebe un trago de cerveza mientras dssliza los dedos por la pantalla que no me molesto en mirar. La verdad es que no me importa.
—No te olvides que es mi trabajo y que su dinero te pagará la deuda universitaria.—Hace un gesto con la mano para restarle importancia.
Tras cenar decidimos ver una película que están echando por la televisión. Son pasada las doce cuando nos preparamos para irnos a dormir.
—Ha estado guay la peli—dice Eli entrando en el baño, lugar donde me encuentro lavándome los dientes—.Pero era muy obvio que Cristiane se iba a quedar con Jeremy, típico cliché.
—Pues a mí me ha parecido la elección más sabia—respondo enjuagándome la pasta de dientes.
—Venga ya, Damián era el mejor, con diferencia— ataca ella mientras se cepilla el pelo para acabar haciéndose una coleta alta.
—Damián solo utilizaba a Cristiane para su beneficio, no la veía más que un simple lío de una noche.
—¿Qué? Claro que no Rach, pero tuvo que dejarla marchar porque sabía que Jeremy era el que la podía hacer feliz y no él. Pero amaba a Cristiane con toda su alma.
—¿En serio?Entonces si la quería tanto,¿por qué se enrolló con su mejor amiga?
—Vamos a ver tía, eres muy cerrada de mente. Se enrolló con su mejor amiga para poder sacarse de la cabeza a Cristiane.
—¿Qué? Mentira. En ningún momento en la película se dice eso.
—Lo sé, pero se nota en su lenguaje no verbal. En sus gestos, su sufrimiento. La ama.
—Eli, están actuando.
—Por eso mismo Rachael. Se tiene que reflejar cada sentimiento de los personajes.
Abro la puerta de mi dormitorio mientras Eli se dirije al suyo, el que se encuentra justo enfrente.
—Eres muy rara, Eli.
—Tú más, Rach—da un mayor énfasis a mi nombre, le sonrío y, tras darnos las buenas noches no tardo en caer en la cuenta de que mi corazón late ansioso.
El conductor del taxi me lleva hacia la dirección que le he ofrecido, es decir, hacia la casa de los Miller. Decido pasar el trayecto revisando todos los bocetos que conseguí llegar a dibujar esta mañana. El vehículo avanza con demasiada lentitud, el tráfico aquella mañana es excesivo así que llevamos más de una hora parados.
Por algún motivo desconocido y común en mí, me encuentro nerviosa, tanto que no he pegado ojo en toda la noche y eso se ve reflejado en las enormes bolsas presentes bajo mis ojos, así como el enorme dolor de cabeza que me lleva dando guerra desde que salí de casa. Y no ha ayudado la actitud de Eli cuando me ha visto por la mañana. Cree que no llevo la ropa adecuada para ir a la mansión de un famoso y me ha recriminado hasta por el tamaño de mis pestañas.
La señorita Hamilton me dio la dirección de su casa en Manhattan, por lo que se encuentra bastante lejos de mi apartamento. Miro por la ventana los rascacielos que se alzan sobre mi cabeza, los que vamos dejamos atrás a medida que el amarillento coche avanza y con los que nos vamos encontrando. Distingo a la perfección el barrio donde el hombre gira, es Soho, uno de los más adinerados de todo Nueva York. He de admitir que nunca terminaré de adaptarme a estas vistas, a la enorme riqueza que se palpa en cada rincón, a tanta gente asombrada por lo que ven, las cámaras que fotografían cada recuerdo. Soy consciente de que nunca llegaré a sentirme en casa en una de las ciudades más populares del mundo.
El taxista disminuye la velocidad cuando entramos en una urbanización. El guardia de seguridad nos deja pasar después de que registra el vehículo y nos pide una identificación. Tanto al conductor como a mí.
No hemos entrado ya que el guardia de seguridad sigue cacheándonos, pero la gran avenida que se extiende frente a mis ojos me deja estupefacta. Una hilera de mansiones a ambos lados del suelo de mármol, grandes, lujosas, coches de última gama aparcados en sus entradas, piscinas de varios metros, jardines que están siendo cuidados por jardineros... Parece que han creado una ciudad ahí dentro. Es increíble y eso que todavía no he visto nada.
Me quedo prácticamente sin respiración cuando las enormes puertas se abren y avanzamos por la calle, encontrándonos con fuentes, estatuas de mármol, árboles de cuyas ramas caen hojas y flores formando una alfombra muoticolor a ambos lado de donde me encuentro.
Pero eso no es lo que más me sorprende, sino las enormes casas que la decoran a ambos costados y los carísimos coches; desde un Lamborghini Huaracán, estacionado al inicio de la calle antes de entrar en la enorme calle, hasta un Maybach Exelero, el que se observa en el interior de uno de los garajes. Me siento algo incómoda por presentarme allí en un taxi. Contemplo su interior. Los asientos oscuros y desgastados por el paso de los años son sin duda, incomparables con los que van apareciendo ante mis ojos desde que entramos a Manhattan.
—Es aquí señorita Turner—me informa el conductor aparcando en la acera situada enfrente de una de las mansiones de aspecto majestuoso.
Desde el cristal se levanta ante mí la que podría ser la casa más grande y cara que he visto hasta el momento. Se encuentra rodeada por una verja negra donde hay colgadas cámaras de vigilancia.
—Gracias—respondo al conductor pasándole el dinero correspondiente y bajándome del coche. Los rayos del sol impactan contra mi piel, hecho que agradezco, ya que el calor que los mismos desprenden hacen que por una pequeña fracción de segundo, relaje todo el cuerpo. Cuando me aseguro de que el taxista se marcha dejándome sola, comienzo a caminar hacia la verja.
Me permito observar lo que hay al otro lado, a través de los barrotes . Un jardín con un liso, y limpio césped es lo primero que veo. Se extiende varios metros, parece más bien un bosque. Distingo desde mi posición algunos árboles y plantas exóticas que lo componen, junto a él, un camino de piedras que bordea la casa. Mi vista se pierde entonces en la fina cascada que desemboca en una piscina irregular cuyo límite parece no existir, y cuya agua cristalina me recuerda a la nieve derretida. El hormigón que lo bordea hace un precioso contraste con hierba que lo decora junto a las tres vacías tumbonas situadas a su alrededor.
La mansión está construida siguiendo un estilo modernista, minimalista, el color blanco predomina en la parte superior donde el material crea formas terminadas en picos. Se superponen una sobre otras en una increíble casa de formas irregulares pero coherentes. Lo que me llama la atención es el gran ventanal que se aprecia desde mi posición que seguramente conecte con el salón. La parte baja de la mansión está constituida por piedras artificiales, rectangulares, siguiendo diferente tonos de marrón.
Justo a mi izquierda hay una escalera que bordea la vivienda y que está contruida con cristales. Frente a la puerta hay aparcado un Bugatti que reconozco a la perfección y un Mercedes color caqui reluciente, dos porches y un Ferrari que están siendo limpiados por un empleado.
Miro el vestido que me regaló Eli por el día de Acción de Gracias y que, no sé por qué, me he acabado poniendo. Me siento fuera de lugar. Eli me acabó confesando que lo había comprado en un mercadillo barato y se acordó del tiempo que llevaba sin compararme ropa nueva, por lo que decidió regalármelo como un pequeño detalle. Me siento avergonzada por llevarlo en un sitio como aquel, al menos, podría haberme vestido con el atuendo que escogí para mi graduación, un vestido ablusado color miel.
Me armo de valor recordándome e intentando convencerme de que no hace falta ir vestida de marca o tener un coche de lujo para poder hacer mi trabajo bien. Levanto el dedo índice, tembloroso y presiono el botón que me pone en comunicación con la casa.
—¿Quién?—pregunta una voz masculina y firme al otro lado del telefonillo.
—Soy Rachael Turner, la organizadora de la boda— repongo, con un timbre de voz tembloroso, quitándole si había, algo de profesionalidad a mis palabras.
—Espere un momento, señorita Turner.
Una mujer de avanzada edad pasa en ese momento por mi lado. Me regala un escrutinio rápido, de pies a cabeza. El nerviosismo es visible en mi cuerpo; no solo por la mirada de aquella mujer, ni por los segundos eternos que aquel hombre me está haciendo esperar, sino, por el pensamiento que se instala en mi cabeza y no puedo sacarlo de ella: La historia que me contó Harry.
Intento no mirar hacia la dirección donde la anciana se acerca con un viejo andador estudiando cada uno de mis movimientos. Extraigo de nuevo los papeles de la carpeta en un intento de distraer mi mente de aquella mujer y mi mirada se pierde en las pinceladas de lápiz y los garabatos.
—Buenos días joven— dice al fin una desgastada voz junto de mí. Giro y allí se encuentra la anciana, mirándome a través de unos ojos marrones.
—Buenos día a usted también—respondo con una sonrisa un tanto incómoda.
—¿Está esperando a los Miller?
—Sí, asuntos de trabajo— río para que la cabeza no comience a formular múltiples posibilidades por la curiosidad de aquella mujer.
—Entiendo, pero ten mucho cuidado con ellos, sobre todo con el más joven...Dereck. Se rumorean cosas terribles que ocurren en esa casa.
Un escalofrío recorre mi columna y las manos me tiemblan ligeramente.
—Tan solo rumores—digo para intentar convencerme de que aquello es verdad. La gente rumorea muchas cosas pero no son solo más que eso, rumores.
—En esa casa han pasado cosas muy extrañas señorita, la madre del chico, Agna, nunca salió de ella ilesa—la anciana baja la mirada al suelo. Supongo que es debido a algún recuerdo pero se acerca más.
—¿A qué se refiere?—Lo más probable es que esta señora esté mal de la cabeza y me esté intentado infundir sus alucinaciones, pero por algún motivo, oigo verdad en sus palabras.
—No puedo contártelo ahora, ven a mi casa esta tarde y te diré todo acerca de los Miller. Ahora, lo único que te puedo decir es que tengas cuidado y te mantengas lo más lejos posible de ellos-me acerca una tarjeta en la que aparece una dirección escrita—.Venga antes de la cena.
Observo incrédula como aquella mujer, a paso lento, se desvanece por la gran avenida.
Releo varias veces las palabras, intentando asimilar el significado.
«Creo que estoy empezando a montarme películas en la cabeza. Oganizaré la boda, me llevaré el dinero y adiós a los Miller y su historia.»
No obstante, aunque intento mantener la calma no puedo esquivar el sentimiento que me recorre.
—¡Buenos días Rachael!—se escucha una voz aguda. Me giro y allí encuentro a la señorita Hamilton, acercándose por el jardín.
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