Capítulo 2.
Al llegar al colegio hago mi mayor esfuerzo para poder escabullirme, y lo logro, increíblemente lo hago. Frente al laboratorio de ciencias se encuentra mi mejor amiga, Ambar.
Una castaña un tanto cascarrabias, pero con su encanto, sabe como atrapar un hombre en sus redes, admirable. Un poco más alta que yo, ojos color miel. Con las mejillas siempre teñidas en un color rosa, haciéndola ver tierna. Labios no tan gruesos, ni tan finos. Perfectos, dijera ella.
—Si es mi rubia favorita.—habla alegre en cuanto llego.
—¿A cuántas rubias conoces?—frunzo el seño.
—¿Naturales? Muy pocas la verdad, por eso eres mi favorita.—ruedo los ojos.
—¿Tú has estado mucho tiempo con mi tío, acaso?—niega.
—Me encantaría pero existe un código moral y no sé que más.—abro los ojos horrorizada.
—Oh por dios, cállate sucia, es mi tío.—bufa.
—Está bien, hablemos de tu primo, ¿como está, Antonio?
—Ambar, mejor no hablemos de mí familia.—suplico para después ingresar a el laboratorio.
Por suerte esta clase le toca conmigo, me aburre ciencias y con ella es un poco más ameno. Tomamos asiento en nuestros respectivos asientos y enseguida llega el profesor.
Así comenzó la clase, una totalmente aburrida, en algunas ocasiones el profesor me pescó bostezando, no es mí culpa que sea tan mal profesor y no logre hacer que sus alumnos conecten con la materia, viejo amargado.
—Volkóv, ¿que opina usted?—un tanto somnolienta lo miro sin entender.
—¿Sobre qué?—risas se oyen.
—Sobre lo que estamos dando, y lo que acabo de preguntar.—alzo los hombros.
—Ah, no lo oí, no sé de qué hablaba.—pasa la mano exasperado por su rostro.
—Ve al despacho del directo y de paso le cuentas que aprendiste en mi clase el día de hoy.—tomo mis cosas para después levantarme.
En cuanto estoy frente a su escritorio le sonrío falsamente.
—Voy a estar muy feliz de decirle todo lo que aprendí hoy.—sigo mi camino hasta salir del laboratorio.
A paso lento me dirijo al dichoso despacho, digamos que se muy bien el camino. En el transcurso me encuentro con algún que otro profesor que al verme niegan, algunos divertidos y otros resignados. Me da igual.
Al llegar al despacho, la secretaria del director niega divertida.
—Ay Havanna, tú no cambias más.—sonrío.—Pasa, está con la inscripción de un alumno pero puedes pasar.
Asiento dándole las gracias y me dirijo a la puerta del despacho, doy dos golpes y una voz desde el interior me invita a pasar. Lo hago, al ingresar cierro la puerta.
En el escritorio se encuentra el director y frente a él, dándome la espalda a mí el dichoso alumno, pobre inocente.
—Volkóv, es el primer día, ¿no podías esperar a mañana?—pregunta hastiado.
—¿Que te puedo decir? Me mandaron sólo porque no presté atención. ¿Que culpa tengo yo de que las clases del Sr. Jackson sean tan aburridas?
—Siéntate, termino con él y enseguida estoy contigo.—suspiro dejando mis cosas sobre el primer sillón que veo.
Luego camino hasta la silla frente a él y justo alado del chico nuevo. Al sentarme y repasar al individuo, siento que cae un balde de agua fría sobre mí.
—Hola, Havanna.—habla con una sonrisa ladina sobre sus labios.
—¿Ya os conocéis? Mejor, me ahorran el trabajo, de paso cumples tu castigo.—iba a protestar pero el alza la mano haciendo que me calle.—Ve, Havanna.
Bufo y me levanto de la silla yendo hacia donde están mis cosas para poder tomarlas, veo que aún no se ha levantado.
—¿Vienes o precisas que te lleve?—este alza una ceja pero se termina por levantar.
Salimos del despacho y nos encontramos nuevamente a la secretaria.
—Bueno, esta vez duro menos la visita.—dice divertida.
—Desgraciadamente.—sigo mi camino con este pisandome los talones.
—Puedes irte, no pretendo que me muestres esta pocilga.—habla cuando estamos en el pasillo.
—Por mi, bien.—alzo los hombros y giro sobre mis talones, comenzando a andar.
—Pero aún estás castigada, Havanna, y para tú desgracia o tú suerte, yo soy tú castigo.—freno en seco al oír sus palabras.
—¿Qué quieres, Ashton?—siento sus pasos cada vez más cerca. Hasta que lo siento atrás mío, su respiración chocando con mi nuca.
—Llévame a conocer otros lugares, Havanna.—eso último lo susurra cerca de mi oído.
—Olvídalo, pagate una excursión y que te lleven a conocer España si es lo que quieres, no soy guía turística.—me alejo de él, para poder voltearme y verlo.
—¿Tus padres saben que eres casi una visita diaria en el despacho del director?—en su mirada encuentro burla.
Por supuesto que no lo saben, estaría pupila toda la vida.
—¿La tuya sabe que tiendes a meterte en la vida ajena?—me cruzo de brazos.
Veo nuevamente cómo una sonrisa amenaza con salir de sus labios, pero no lo consigue.
—Voy a dejarte ganar esta vez, Havanna, sólo porque ya está por sonar la campana y no quiero que me vean con la hija de dos súper estrellas.—ruedo los ojos.
—Quizás y con eso logras encontrar con quién divertirte, y así dejar de meterte en dónde no te llaman.—se acerca nuevamente hacia mí.
—Cariño, yo no necesito de tu ayuda para encontrar a quién follarme.—alzo la vista para verlo, ya que está muy cerca.
—Pues que suerte, porque no pretendía ayudarte a hacerlo.—sonrío falsamente para darme la vuelta y caminar en dirección contraria a él.
—Havanna.—oigo que me llama y giro mi rostro en su dirección.—Tú siempre puedes ser una opción muy viable.—sonríe mientras que yo le enseño mi dedo corazón.
Menudo capullo, ten vecinos decían. Pueden llegar a ser mejores amigos, decían. ¿Con este ser humano? Antes muerta.
Cómo bien dijo el pelinegro, la campana sonó indicando el fin de la primer hora, por suerte. ¿Lo malo? Sigue matemáticas, y por herencia, ese hombre me odia.
¿Lo peor aún? Estoy sola, Ambar no está allí, va a ser la peor hora. Bufo para seguir mi camino hasta la clase del dichoso profesor.
Al llegar claramente él ya está en clases, siempre llega minutos antes, ingreso sin prestarle atención, tomo asiento en mi lugar.
—Bien, hoy va a haber un alumno, no va a ser siempre así, pero el director pidió que cada semana se elija un estudiante de 6to para que venga a las clases menores, y hoy le tocó a Ashton Dash, puedes pasar muchacho.
Tiene que ser una maldita broma, ¿acaso hay una clase de fuerza divina conspirando contra mí el día de hoy? El maldito de mi vecino ingresa a la clase con su peor cara, que alegre.
Todas al verlo babearon, por supuesto, por suerte él no se había percatado de mi presencia.
—Bien, ve y toma asiento junto a Havanna.—ahí recién choca la mirada conmigo, se oyen las protestas del resto.—Que es la que..—él lo frena.
—Sí, sé quién es.—el profesor asiente.
Ah, a él no le dice nada, claro. Yo le llego a hablar así y ya estaría de nuevo con el director.
Ashton comienza su camino hacia mi, esto debe ser una tortura.
Dios, discúlpame, te prometo que comienzo a ir a la iglesia, pero por favor.
—Dos veces en el mismo día, ¿será esta una clase de señal?—toma asiento a mi lado.
—Si, quizás y hoy mueres, al parecer la desgracia te persigue.—digo fastidiada y este sonríe divertido.
—¿Sabes que al salir de esta pocilga también vamos a vernos?—esto llama mi atención y lo miro de lleno.
—¿De que hablas? ¿Piensas acosarme fuera también? Creí que era un enamoramiento de momento, no que ibas en serio.—alzo una ceja.
—Tú madre planeó una cena e invitó a mi madre y a mí.—apoyo la cabeza sobre la mesa.
Genial, lleva al asesino a casa madre.
—Havanna, tú vas a ser quién se enamore de mi, no yo.—dice para poner la vista al frente, lo miro unos segundos para después volver a sufrir en silencio.
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