Extra + ___.
___ 20, Sasuke 32.
La luz era suave, y me invitaba a mirarla durante largo ratos, sin lastimar mis ojos.
Mi pequeña Sarada ya había nacido, y tuve el placer de tomarla entre mis brazos, de alimentarla con mi cuerpo, y cambiar sus pañales.
Todo antes de la dura separación.
No lo había llevado bien, de hecho, lo había llevado peor de lo que me había imaginado. Mi esposo no estaba para abrazarme en las noches desoladas, y a veces creía escuchar el eco vacío pertenecientes a los llantos de mi hija recién nacida.
Mis brazos vacíos la necesitaban, a veces incluso no soportaba el dolor en mis senos, por la leche que no era extraida.
—Es difícil— su mano acarició mi mejilla, y retiró las lágrimas que salían de mis ojos. —Pero siempre hay luz, al final del camino— le miré, y sonreí un poco al ver que no era mi Sasuke actual. Nuevamente me reecontraba con mi esposo, muchos años mayor.
—La extraño... Y no llevo ni un mes apartada de ella... Ni de ti— me lancé a su brazo, y me aferré a él lo más que pude. Sasuke me estaba haciendo tanta falta...
Acarició con suavidad mi cabello, antes de apartarme un poco el rostro de su pecho, y apoderarse de mis labios.
Recibí los suyos gustosa, y acaricié su nuca, con la yema de mis dedos.
Me sentí incompleta, cuando sus labios abandonaron los míos.
—Debes ser fuerte, por los tres— asentí con lentitud, él sonrió. —Sarada es hermosa... Tiene mucho de ambos, a veces quisiera que tuviera más cosas de tí, lástima que no pudo ser así— su mano pasó de mi cabeza a mi mejilla.
—Se que aunque te pregunte, no me vas a decir nada... — él permaneció unos segundos en silencio.
—Puedo decirte algunas cosas... — la alegría me invadió y me acomodé mejor, atenta a las cosas que iba a decir mi esposo a continuación. —Odia los tomates— solté una carcajada, ese debió de ser un golpe muy bajo para él.
—Lo lamento— murmuré, mientras lo miraba, casi sin parpadear. Era guapo actualmente, pero con su aspecto de adulto maduro se veía... Joder... No había palabras para describirlo.
—Es tan fuerte como tú, y sana...— cerré los ojos durante unos segundos, tratando de imaginarmela.
Mi pequeña... Y pensar que jamás la volvería a ver.
Mis entrañas se retorcieron ante aquella idea, y el nudo volvió a mi garganta. Los extrañaba tanto a los dos...
—No llores— me aferré un poco más a mi esposo. Me sentía enferma.
—¿Y qué mas quieres que haga?... Los necesito... Ustedes son parte de mí. Puede que a ti no te pariera, pero a ella si... — Sasuke me recorrió la espalda con su mano, y tiró con suavidad de mi cabello, obligandome a mirarlo.
Estaba sonriendo de una forma tan...
El cariño le salía hasta por los oídos. Sonrió así cuando me vió con Sarada en brazos. Solo que ahora, era alrededor de 12 veces más sexy y tierno.
Susurró algo sobre mis labios, y no pude escucharlo.
—¿Qué?— traté de cuestionar, pero no me escuché ni a mí misma.
El zarandeo constante en mi hombro me hizo levantarme de golpe. Me tomó varios segundos acostumbrarme a la luz, y darme cuenta de quién me miraba. Sus mechones de pelo negro, sus labios perfectos formando una sonrisa. Él estaba aquí, había vuelto. Los ojos se me inundaron en lágrimas, hasta el punto en el que su figura se tornó borrosa, y yo ya no podía aguantar los sollozos.
Y luego solté un grito, mientras el me tomaba con fuerza y nos fundía en un intenso abrazo, para luego buscar con cierta desesperación mis labios, y otorgarme un beso fugaz.
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