Capítulo 8. (Especial)


Abro los ojos levemente, unas risas llenan la habitación que comparto con ___. Me doy la vuelta y dentro de mi campo visual entra su piel blanca, toda su figura. Incluyendo su suave pelo castaño, que ahora llevaba más corto.

-¡Papá, mamá!, ¡hay regalos en el comedor!- me percaté de la presencia de aquel dúo y sonreí, mientras pasaba un brazo por debajo de los senos de mi esposa, y la atraía hasta mi persona.

-Eso es genial- pronuncié, con voz ronca, y enterré mi nariz en el cuello de ___.

-Hmmm- de inmediato ella se removió, aquel par le estaba tratando de despertar.

-¡Vamos mamá, arriba!- solté una pequeña risita al ver como ella se sentaba en la cama, con el pelo revuelto.

-Buenos días- murmuró, antes de mirar en mi dirección y abalanzarse sobre mis labios.

-¡Puaj!, ¡qué asco!- oh no, vaya que no era asqueroso.

Recibí gustoso su beso, y pasé mi mano por sus caderas.

-Buenos días amor- saludé, y ella sonrió.

-¡Los regalos!- pesadamente me levanté y fuí detrás de nuestros infantes.

___ se estaba levantando cuando yo me encontraba saliendo de la habitación, no sin antes pedirle que no tardara mucho.

Caminé por la casa hasta llegar a nuestra área, en donde solíamos comer, lugar donde habíamos colocado los regalos la noche anterior.

Fijé mi vista en el cielo, gracias a las puertas corredizas del comedor podíamos apreciarlo gratamente. Estaba más azul de lo normal, y las nubes bastante blancas bailaban con el viento.

-Bueno, ya que nos despertaron a mamá y a mi... ¿Por qué no abrimos los regalos?- cuestioné, antes de que se abriera la puerta, llamando mi atención.

Mi esposa caminaba a paso pesado, con una mano en su abultado vientre y otra tratando de arreglar su pelo con los dedos.

Me acerqué a ella. Aún permanecía en pijama, que consistia en ese momento, en unos pantalones cortos con una camiseta mía.

Solían quedarle enormes, pero para este punto, su vientre acaparaba la mayor parte de la camiseta, por lo que no había problema alguno.

-¿Por qué no esperamos a que vengan las abuelas?- cuestionó ___, mientras pasaba su mano por mi espalda y la acariciaba.

-Bueno...

[...]

Llevé el pan con tocineta a mi boca y le dí un gran bocado. A mi lado, ___ comía un yogurt con frutillas.

-Me pregunto si al bebé le gustarán las frutas- comenté, mientras pasaba mi mano por su barriga.

-Hasta el momento no me ha hecho vomitarlas, por lo que supongo que sí- llevó una cucharada más a su boca y yo sonreí.

-¿Ya podemos ir a por los regalos?- mi esposa soltó una carcajada.

-Dejen a su padre desayunar, que me lo llevan a millón- tras eso, prácticamente me atraganté el desayuno.

Ver la cara de sorpresa en el rostro de aquel par era lo que me llenaba de vida. Y este año me había encargado de dejarle muchos regalos.

-Vamos, vamos - dijeron a un mismo tiempo mi madre y mi suegra. Y de inmediato comenzaron a abrir lo regalos.

Todos recibimos algo, mi madre recibió una nueva vajilla, yo recibí un pijama nuevo, ___ recibió un conjunto para exhibir con su creciente vientre, y nuestros retoños obtuvieron más juguetes para su extensa colección.

-¡Mirad!, ¡hay un sobre!- me apresuré a tomarlo, en letra cursiva se encontraba escrito el nombre de mi maravillosa esposa y el mío.

-¿Quieres abrirlo?- murmuré la pregunta y ella asintió.

Tomó el sobre y lo observó un momento, antes de abrirlo y pasar a cubrir sus labios con la mano que llevaba libre.

-¿Hija, sucede algo?- cuestionó su madre, aparentemente alarmada.

Mi castaña pasó las manos por su rostro, el cual se encontraba levemente húmedo por las lágrimas que comenzaban a salir.

-¿Qué sucede?- esta vez yo era el alarmado, mire el sobre y este simplemente contenía un papel recortado en color rosa.

Me apresuré a tomar su hermoso y delicado rostro entre mis manos.

-¿Qué pasa?- insistí.

Ella miró su vientre con cariño, para luego mirarme a mi. Sus ojos brillaban intensamente, y no por las lágrimas de alegría que les adornaban.

-Es una niña- murmuró.

Desperté de golpe y miré a mi costado. ___ permanecía ahí, pero sin un vientre abultado que llevaba a mi hija dentro. No había más hijos, y mi madre no estaba con vida.

Sentí la garganta seca, y un sentimiento extraño me invadió. En mi sueño estaba mi madre, abriendo lo regalos junto a nosotros. Y ___ estaba mucho más adulta, además...

Era mi esposa.

Sonreí para mis adentros y me acerqué a su persona. Debían de faltar algunas horas para que llegara el amanecer.

Deposité un suave beso en su cuello y me quedé ahí, inhalando su aroma, mientras mantenía los ojo cerrados y disfrutaba de su relajada y pausada respiración.

-Ojalá nuestra vida fuera así- murmuré, con un gran deseo y anhelo en mi tono de voz.

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