Capitulo 4.

—Necesito ir al mercado a comprar algunas cosas, volveré en un rato— levanté la mirada del pergamino que leía, y la observe adornar su cuello con una delicada bufanda blanca.

El invierno había llegado, y el frío también. Descubrí que me gustaba mucho aquella casa, y que, sin duda alguna, me hacía sentir que estaba en mi hogar, como cuando era un niño pequeño.

—¿Gustas que te traiga algo?, ya sabes, ropa, armas...?— negué y atraje hasta mi persona la cesta donde ella solía colocar los tomates para que yo los comiera. Se la mostré sin interés alguno. —Ah, entiendo. Trataré de traer los más que pueda. Hasta luego Sasuke— y cerró la puerta de la casa tras de sí.

Dejé el pergamino en la mesa y me encamine cual autómata a la ventana. La observé desaparecer entre los árboles del bosque, hasta que no quedó ni un centímetro de su cabellera castaña.

Luego de eso, me dí la vuelta para inspeccionar un poco la casa. Nuestras cosas se encontraban perfectamente organizadas.

Nuestras...

Ahora cada espacio tenía aunque fuera solamente un Kunai mío. Claro, me había convertido en una especie de lobo alfa, y toda ella era mi loba alfa.

Y nuestra manada consistía en el equipo.

No importaba por cuánto tiempo yo me alejara de la manada, siempre volvía a ella y me sentía nuevamente en casa.

Miré nuestros zapatos, fielmente organizados y dispuestos para cuando los necesitaramos.

Me regresé a donde me encontraba y luego fui a nuestra habitación.

Aunque no compartieramos futón, si dormíamos con ellos pegados.

Era sencilla, un mueble para la ropa interior, y un armario para todo lo demás.

Sobre el mueble manteníamos cosas de valor o importancia para nosotros. Y las acompañaba una fotografía enmarcada de ___ cuando estaba más pequeña.

La tomé entre mis manos y sonreí un poco, le faltaba un diente, pero igual sonreía como siempre.

—Vaya, vaya— sentí en ese momento que mi mundo cayó a mis pies, en cuanto escuche esa voz.

Apreté con furia el marco de la fotografía, hasta casi quebrarlo.

—¿Qué buscas aquí?, Itachi— para cuando me dí la vuelta y le enfrenté cara a cara, el mantenía su Sharingan activado.

Y yo el mío.

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