Capítulo 33
Observé con detenimiento la mano de ___, la cual se encontraba estirada hasta mi posición. Desconocía que ya había despertado, mientras ella mantenía un pequeño momento único con Sarada, hablándole y acariciando su propio vientre con cariño, utilizando su mano disponible.
El anillo había vuelto a su dedo, y lo adornaba de la misma forma que antes.
Sin embargo, por mucha paz que tuviéramos en esos últimos días que habían estado pasando, yo me encontraba inquieto. Había resultado extremadamente fácil asesinar a esos dos desgraciados. Sentía a veces que fue una muerte obligada, como si algún superior le diera la orden de dejarse asesinar, o simplemente no eran tan fuertes como yo pensaba.
Y eso no podía ser. Aquel clan era demasiado temido, y ya me había enfrentado antes a una de sus integrantes, y resultó ser endemoniadamente difícil vencerla, como para que estos dos vengan a deshonrar a su compañera de esa forma. Nadie puede decirme que no eran fuertes, porque fueron capaces de hacerme caer en cuestión de segundos, secuestrar a ___ y tratar de romper ambos sellos que ella ostenta llevar en su cuerpo.
Además, uno de ellos fue capaz de luchar contra Kakashi, Naruto y yo al mismo tiempo, siendo herido muy pocas veces en el proceso. Su herida más grande, antes de que mi esposa y yo lo asesinaramos, fue el desgarre en uno de sus brazos, que yo mismo provoqué, cuando se encontraba en un pequeño momento de vulnerabilidad. Todo eso me resultaba simplemente extraño.
─Buenos días─ distraído en mis pensamientos escuché ese pequeño saludo, para luego sentir unas suaves caricias en mi muslo izquierdo, puesto que me encontraba acostado de lado.
─Hmph─ levanté la mirada para toparme con sus ojos, y su radiante sonrisa, la cual siempre se encargaba de disipar mis miedos, dudas y hasta problemas. ─Buenos días.
─Sarada está despierta, ven hablale un poco. Seguro le gustará escuchar tu sexy voz ronca de padre recién despierto─ negué un poco mientras sonreía levemente.
___ saltaba con algo nuevo cada día, definitivamente.
─Querrás decir, voz ronca de padre y marido recién despierto, porque de sexy no tiene nada, linda─ coloqué mi cabeza en su muslo y levanté aún más la bata que ella estaba usando, para estar en pleno contacto con la pequeña en sus entrañas. ─Buenos días, Sarada.
Aunque no se movió, muy dentro de mí sentía que ella me escuchaba atenta.
─Hoy tu madre está usando una bata rosada, que le compré hace poco, ya que estás creciendo tanto últimamente, que poca ropa tiene la pobre para ponerse─ mi esposa soltó una risita. Y no mentía con lo que estaba diciendo. El 8vo mes ya se estaba haciendo presente y la piel de la castaña había extendido bastante. Su vientre estaba enorme, para ser un primer embarazo y una sola bebé.
─Oye no le reproches eso a la pequeña, que luego se enoja. Sarada, no hagas caso a tu padre, no importa que yo me quede sin ropas, con tal de que tu estés creciendo sana y fuerte, mi amor─ levanté mi cabeza de su pierna, para depositar un beso en su barriga. ─Por cierto mi niña, hoy saldremos de compras para ti. Ya debes estar por llegar y aún nos hacen falta muchas cosas para tu cuidado. Me encargaré de describirte todo lo que te compremos chiquitina.
Había olvidado casi al completo que todavía estábamos en proceso de los últimos preparativos para la llegada al mundo de esta nueva Uchiha. Aunque lo recomendable era que ___ permaneciera en cama y reposara, se había empeñado a diestra y siniestra en que me iba a acompañar a comprar las pertenencias de Sarada.
─No es que no confíe en ti amor, lo hago, lo que sucede es que no pienso perderme el ir a comprar sus pequeñas ropitas, zapatitos y... Bueno, en fin, todo lo que ella necesite, en general─ y yo no podía negarme, porque deseaba concederle todos esos pequeños placeres.
Me coloqué de pie y caminé aún somnoliento hasta la cocina, como todos los días desde que los pies de mi esposa doblaron su tamaño, yo me encargaba de preparar el desayuno para los tres. Siempre trataba de que fuera algo saludable, para que tanto ___ como Sarada llevaran una buena alimentación. Aunque, de cuando en cuando, permitía que mi esposa disfrutara de algún postre extremadamente empalagoso, para saciar sus antojos de embarazada.
Me lavé las manos y procedí a tostar algo de pan, revoltear unos huevos y cortar fruta. Era algo un poco soso y monótono, pero sé que ellas lo disfrutarían.
Tras unos minutos, llevé todo a nuestra habitación y desayunamos entre risas y besos. Sarada al parecer solo se había despertado para darnos los buenos días, debido a que permaneció tranquila durante el desayuno, cosa poco habitual en ella, puesto que, cuando su madre ingiere algo que a ella le gusta, se encarga de moverse al punto de llegar a lastimar levemente a ___.
Aquel desayuno fue único para nosotros, y lo disfrutamos a nuestra forma.
Desde que volvímos a la casa en el bosque, todo estaba por buen camino.
─Oh por Kaguya, ¿creció?─ miré con cierto desconcierto a mi mujer, y luego seguí la dirección de su mirada, hasta cierta parte importante de mi cuerpo que se encontraba entre mis muslos.
Ella no tiene límites al momento de hacerme un revoltijo de emociones.
─Hmph... ¿Te gusta lo que aprecias?─ coloqué una mano en mi cintura, mientras mejoraba mi postura, para que ella admirara mejor mi miembro.
Rió.
─Creo que he tocado una fibra muy sensible de tu ego, Uchiha.
─¿Eso crees?, estamos hablando de cierto regalo para ti que tengo entre los muslos y que, hasta donde yo se, tiene el poder de hacerte tocar el cielo─ inmediatamente un sonrojo adornó todo su rostro y me causó cierta gracia, la había avergonzado.
Después de burlarme un rato de su rostro y tomar una ducha, salimos de la casa en el bosque para ir al poblado que nos quedaba cerca. Allí nos íbamos a reunir con una señora que se había encargado de cuidar a la madre de mi bebé, cuando era apenas una niña y apareció en aquel poblado.
Habían muchos baches en la historia de la vida de mi castaña. sin embargo ella no parecía darle mucha importancia, no ahora que debía de ver por un futuro mejor para nosotros, su familia.
Mientras caminábamos, no pude evitar observarla atento, llevaba un vestido blanco con flores de distintos colores. No sabía que se diseñaba ese tipo de ropa, pero a ella le quedaba de maravilla, para ser honesto.
─¡___!, ¡Sasuke!─ aquella mujer alzaba la mano, mientras nos veía llegar hasta el frente de la tienda.
—Hmph— ___ permanecía caminando a paso lento, no es como que pudiera avanzar tan rápido, no con los pies hinchados.
—Pero miren a Sarada, ¡está enorme!— colocó las manos sobre el vestido de mi esposa y acaricio.
—Sí, está creciendo mucho últimamente— confirmó ___, mientras sonreía.
Me acerqué un poco a ella.
—Mientras más rápido hagamos esto, más tiempo puedes descansar—murmuré.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top