Capítulo 24.


Las noches eran la mayor tortura para ambos. Eramos casi incapaces de dormir, porque permanecíamos alerta.

Aquel hombre podría volver en cualquier momento, y ninguno de los dos buscaba que lo tomaran desprevenido.

Deslicé mi mano por su brazo y lo acaricié. Estaba tensa. En silencio traté de calmarla.

—Rélajate— murmuré en su oído, mientras bajaba mi mano hasta su vientre.

—¿Cómo me pides eso?, en cualquier momento ese hombre pued- — silencié sus palabras con un beso.

—Estaré a tu lado para defenderte, esposa mía— argumenté sobre sus labios, sin dejar de acariciar a nuestra pequeña hija, a través del vientre de su madre.

—Tus heridas eran de gravedad, y aún no sanan— sus dedos acariciaron mi más reciente cicatriz. —No se cómo le haremos para cuidar de nuestra hija...— murmuró, mientras colocaba su mao sobre la mía.

Ambos miramos con ternura y amor su vientre.

Cada día era uno menos en el calendario para la tan esperada llegada de nuestra bendición.

Ya deseo con todo mi corazón y toda mi alma poder tenerla en mi brazo, aferrar su pequeño cuerpo contra mi pecho y expresarle todo mi amor por ella.

Y luego estaba la fuerte mujer, que me acompañará el resto de mis días. Definitivamente no las merezco a ninguna de las dos, son ángeles con este demonio.

Pero doy las gracias porque estén aquí, a mi lado, dos mujeres fuertes y guerreras.

Luego llegó a mi mente el nombre perfecto para esta niña.

—... Sarada.

—¿Hmmm?, ¿Dijiste algo mi amor?— la miré a los ojos.

—Sarada Uchiha, ese será el nombre de nuestra hija, amor mío— sonreí un poco, antes de mirar su abultada barriga. —¿Te gusta pequeña?, Sarada es un nombre hermoso, para una bebé hermosa— besé la suave piel de mi esposa, deseando besar en realidad la frente de esta bebé.

—Sarada...— ___ permaneció unos segundos en silencio, antes de sonreir. — Mira pequeña, tu padre ya te ha otorgado un nombre, y es hermoso— cerré los ojos mientras depositaba mi cabeza en el vientre de ___.

Aquellos momentos los atesoraba con todo mi ser, estaba completo. Mi esposa y mi hija, los tres juntos en una habitación. Los consideraba tan íntimos como familiares. Después de todo eran mi familia, eran lo único que tenía.

Los dedos de mi amada se enredaron en mi cabello, acariciándome la cabeza, y masajeando mi cuero cabelludo.

Por un momento me olvidé de aquel hombre, de mis problemas y del mundo en general. En aquella oscura habitación solo existían dos personas para mi. Y eso, que la segunda ni siquiera había llegado al mundo todavia.

Sarada se movió, causando que el vientre de su madre se removiera.

—¿Todo bien por ahí dentro, Sarada?— cuestioné, mientras la acariciaba.

Antes me parecía la cosa más estúpida del mundo, observar parejas hablándole al bebé que aún en el vientre se encontraba. Lo consideraba ridículo.

Hasta que me tocó vivir en mi propia carne la situación, y ahora los entiendo. Es emocionante el tan solo sentir sus movimientos. Y la espera es tanta, pero vale la pena.

Porque vendrá a alegrar nuestras vidas. A bendecirlas. Sarada definitivamente será la luz que nos guíe en los próximos años.

Con mi amada esposa ___, habíamos encontrado un nuevo motivo para vivir, a parte de nuestro intenso amor. Y ese, sin lugar a dudas, era la vida que se encontraba creciendo con el paso de los días, en su interior.

Padre, madre, Itachi, es una niña, y hemos tomado la decisión de llamarle Sarada. Prometo ir a sus tumbas a que la conozcan. Como también debo llevar a ___, para que la vean.

Ellas son las luces de mi vida, con mucho orgullo puedo decir que encontré un nuevo motivo para seguir en este podrido mundo, y luchar para que sea un lugar seguro.

Al menos para mi familia.

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