Capítulo 16.
Me enamoré una vez más de aquella mujer.
Me enamoré de sus facetas, sus gestos, sus cambios de humor, sus mañanas pesadas, pero sobre todo, de lo acogedora que se había vuelto.
Hacía 2 años que conocía al amor de mi vida, y es que no encuentro, ni encontraré nunca palabras para expresar mi amor y gratitud hacia ella.
Las palabras correctas aún no han sido inventadas. Ya tendré un nuevo pasatiempo, en los meses de espera que me quedan por delante.
Era una de mis metas el renacer del clan Uchiha, y me imaginé muchas veces a mi castaña, ostentando mi apellido y llevando la ropa con el símbolo de mi clan, alzandose como la nueva señora Uchiha.
Quería que brillara en todo su esplendor, que viviera una vida completamente egoísta en la que ella era el centro de atención, y yo un segundo plano.
Pero ella no permitiría que eso fuera así. Su idea de ser pareja, y la mía para con ella eran distintas.
Mientras yo quería que fuera egoísta, ella buscaba crecer juntos como personas, deseaba estar junto a mi en mi vulnerabilidad y en mi fortaleza.
Y es que, por favor dígame alguien, explíquenme, haganme entender, ¿cómo le hago para seguir enamorandome de ella?, ¿qué clase de genjutsu es el que me tiene impuesto?.
Mi sed de su amor es insasiable, todos los días quiero beber del manantial que representan sus labios, y acariciar cada rincón de su cuerpo, incluídos aquellos que no ven el sol muy seguido.
Y ahora llevaba en su vientre a mi primogenito, o primogenita.
Se me hacía irresistible esta mujer.
La futura ___ de Uchiha, me volvía extremadamente loco.
—Ya quiero verte cambiando pañales— soltó una risita contenida, mientras yo descansaba mi cabeza en su vientre, un tanto plano todavía.
—Lo que quieras, lo haré.
—¿Aun si el pañal está lleno del número 2?— cuestionó, con cierta diversión en su tono de voz.
—Aun si me vomita encima... Quiero a este bebé tanto como te amo a ti— levanté el rostro, para poder apreciarla a ella.
En unos meses su vientre será abultado, seguro que lucirá tan hermosa como lo es ahora.
Oh amor... Si tan solo tuvieras una idea de cuánto me muero por ti.
—No te molestará que te pida antojos a altas horas de la madrugada... ¿Verdad?— preguntó, y pude detectar cierta vergüenza en su voz.
—Pídeme lo que quieras y te lo daré, jamás dudes en pedirme algo, porque siempre, siempre te lo voy a dar. Menos mi corazón, te encargaste tu sola de robarmelo... Y el pequeño trozo que he logrado recuperar, se lo entregaré a nuestro bebé— con la yema de mis dedos acaricié su vientre bajo, haciendo leves círculos en zonas donde tenía pequeños lunares.
—Me haces cosquillas Sasuke— anunció, con una sonrisa.
—Cosquillas o no, estoy tocando a nuestro bebé en tu vientre. Dejame disfrutar este momento— reproché.
—Lo llevas tocando desde que llegamos.
Y era cierto. No había parado de tocarle desde que llegamos nuevamente a la posada, tras la visita con la médico.
No sé, quizá sean emociones de padre.
Ya me veía corriendo tras ese pequeño, entrenando junto a él, jugando...
Dando sus primeros pasos, ya le escuchaba llamarme "papá" por primera vez, y "mamá" a mi amada ___.
Ese bebé será lo más preciado que tenga, después de mi futura esposa.
Mi bebé... Que ilusión.
Enterré mi nariz en el cuello de mi castaña e inhale su aroma. Definitivamente era una especie de droga muy potente en mí.
Subí mi mano hasta sus labios, y con el pulgar separé el inferior del superior.
Me aparté de su cuello, para delinear su labio superior con mi lengua.
No es excusa, pero ella sabe como excitarme sin hacer el más mímimo esfuerzo.
La sola idea de tenerla junto a mi, en la cama, sin hacer nada, me tienta descaradamente.
Debo admitirlo, cuando se trata de ella, y yo ella, soy un hombre cachondo.
Su lengua acarició la mía a medio camino, su mano derecha se posicionó en mi nuca, atrayéndome más a ella. El tacto sobre mi miembro me sobresaltó un poco.
¿Yo?, ¿el pervertido?, miremos donde está su mano en estos momentos.
—Si seguimos así, haremos otro bebé— murmuré sobre sus labios.
Su mano se adentró en mi pantalón, y apretó. Gemí.
—No tengo problema en tener varios hijos— solté una carcajada ronca.
—Ni yo, pero debemos cuidarnos— realizó un pequeño puchero, se veía adorable.
Su mano continuaba acariciándome, me recosté nuevamente a su lado y ella se apoyó en su brazo libre.
—___, debes parar— sentencié, en cuanto la ví extraer cierta parte de mi cuerpo, fuera de mis pantalones.
—Calla y disfruta.
Si así la íbamos a pasar los próximos meses, entonces me declaro abiertamente perdido.
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