Capítulo 12.
Deslizo mi mano con suavidad por las caderas de mi novia, mientras ella permanece con su cabeza escondida en mi cuello.
Después de tanto martirio con la compra del anillo, me encontraba completamente nervioso, ¿en qué momento me arrodillo y le muestro el anillo?.
Sentí su nariz recorrer mi cuello y sonreí. Si había algo que a ella le gustaba y me había comentado, era embriagarse con mi aroma.
—Hueles de maravilla... Es como tan varoníl, y al mismo tiempo acogedor— no se de verdad a qué se estaría refiriendo, porque yo simplemente utilizo agua del río y jabón.
En ese momento estabamos en el bosque, específicamente en una cueva, hacía poco que habíamos tomado una ducha, y ahora estabamos de vuelta en el montón de rocas, frente a la fogata que me había encargado de preparar, para mantenerla caliente.
—Oye Sasuke...— la miré retirar su cara de mi cuello, y enarqué una ceja.
—¿Si...?— subí mi mano hasta su codo y lo acaricié. —¿Necesitas algo?— ella pareció dudar durante un momento, antes de mirarme directamente a los ojos.
—Me gustaría estar piel con piel... Sin tener que, bueno, ya sabes— los colores tiñeron sus mejillas.
Ese había sido un nuevo descubrimiento mío. Siempre que terminabamos de nuestra leve estancia en el paraíso, ella buscaba aferrarse a mi cuerpo desnudo lo más posible.
Le gustaba mucho que estuvieramos aferrados, y que me mantuviera, al menos, con el torso descubierto.
—Hmph— me aparté por un momento de ella, y me retiré la camisa y la capa, no sin que ella me ayudara a terminar el trabajo.
Luego fue su turno, mordí mi labio inferior, mientras miraba descaradamente sus senos, cubiertos por un corpiño negro.
Lo admito, puedo volverme un completo pervertido cuando se trata de verla en ropa interior, o desnuda.
No el vano fuí estudiante de Kakashi, ¿no?.
—Si gustas no te quites el sostén— caminé hasta una de las paredes de la cueva y me deslicé, quedando sentado. Extendí mi única mano en su dirección, invitándola a que se acercara sin pena alguna.
La cajita en mi bolsillo comenzó a pesar, en cuanto nos fundimos en un abrazo y mis labios recorrieron sus mejillas, con besos suaves pero abundantes.
Mi mano subío hasta llegar al broche de su ropa interior, y mis dedos jugaron con el hasta, accidentalmente, quitarlo.
Ella se lo retiró sin problema alguno, y sus pechos se hicieron uno con mi abdomen.
Ahí fue cuando pensé, que si ese momento tan íntimo, no era el indicado para pedirle matrimonio, entonces no lo sería nunca... O al menos yo nunca sabría cual otro momento sería.
—Preciosa...— murmuré con lentitud en su oido, y mordí con suavidad.
—¿Si, amor?— coloqué mi mano en su mejilla, y la hice mirarme a los ojos.
—No soy bueno con las palabras, pero haré mi mayor esfuerzo para que entiendas que— una pequeña sonrisa se formó en su rostro, antes besarme los labios de manera corta.
—Yo también te quiero— solté una pequeña risita y la atraje más hacía mí, si es que eso era posible.
—Yo no te quiero... Te amo— su rostro de inmediato me mostró lo sorprendida que estaba— me siento el hombre más afortunado, por tener a ese pedazo de mujer... Que diga, a este ángel a mi lado. Has estado en mis momentos felices y en los tristes. Cuando río, y cuando grito de desesperación... Cuando no veo rumbo, el solo mirarte me llena de luz, el pensarte es mi guía, y el observarte es el mejor regalo de la vida. Yo... — justo hasta ese momento, no me había percatado de lo difícil que estaba siendo toda esa declaración para mi.
Sus manos atraparon mis mejillas.
—Eso es hermoso... Pero no quiero obligarte a nada— negué y me acuné en sus manos, depositando un beso en cada una.
—Yo... No quiero que te rías de mi... Pero debo seguir— sus labios buscaron los míos, y yo gustoso se los cedí.
—Nunca me reiría de ti— susurró sobre mis labios, y yo gemí por lo bajo, deseando que me besara una vez más.
—Me vuelves loco— solté por fin, completamente embelesado con sus ojos.
Su sonrisa era hermosa, acompañada con ese ligero sonrojo, que la hacía ver fresca, tierna e inocente.
—Yo estoy loca por ti...— la suavidad con la que pronunció esas palabras me dejó anonadado.
Por poco y se me sale el corazón por la boca, de la emoción.
—No se que es lo que tienes que me atrae tanto, pero es una necesidad muy fuerte. No quiero separarme nunca de ti, necesito estar a tu lado a cada momento... Siento que si no es así, despertaré de un sueño placentero... Y si esto de verdad es un sueño— acerqué mi rostro al suyo, y la ví remojar sus labios, preparandose para recibir los míos. —entonces no me hagas despertar jamás.
Me recosté aún más de la pared rocosa, y con mi mano la empujé a mi cuerpo. Su intimidad encajó perfectamente con la mía, y evité suspirar, al tan solo imaginarme lo que podría ocurrir.
—No te voy a despertar jamás, de eso estate segura— sus manos permanecían en mi pecho desnudo, la yema de sus dedos estaban heladas. Las removí de mi pecho hasta mi cuello, y permití qje dejara caer completamente con su peso sobre mí.
Definitivamente esto era la gloria.
Sus senos se aplastaron contra mi persona, mis labios buscaron los suyos, y al encontrarlos, sin evitarlo, mi lengua se unió al juego.
Amaba a esta mujer, de verdad que lo hacía.
Moví mi pelvís contra su intimidad, y ella soltó un gemido, en el que aproveché para volver a adentrar mi lengua, una vez el beso hubo acabado.
—Oh... Sasuke— delicadamente la recosté en el suelo, tratando de evitar que su espalda se hiciera daño con alguna roca indeseable.
Acerqué mi cara a su cuello y dejé un beso húmedo en este. Fuí bajando hasta sus senos descubiertos y dejé un pequeño beso en la base de cada uno.
Manejé mi chakra para completar lo que me faltaba de brazo con el Susanoo, sostuve entre ambas manos sus pechos y escondí mi cara en ellos.
Sus manos subieron hasta mi cabeza, y sus dedos se perdieron en mi cabello. Ligeramente más largo, puesto que me lo estaba dejando crecer para poder cubrir el Rinnegan.
En cuanto levante mi rostro y la ví, deje escapar un suspiro. ¿Cómo podías ser tan hermosa, mi vida?.
Ahí estaba, con sus labios entreabiertos, ligeramente rojos por la fuerza con la que nos besabamos, minutos anteriores a esto. Sus ojos brillaban y su pelo alborotado le daba un toque sexy.
—Cásate conmigo... Por favor— murmuré, lo suficientemente alto para que ella escuchara.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, y de inmediato se levantó, causando que tuviera que separarme de ella por un momento.
—¿Dijiste...?, por favor repitelo— su voz sonaba débil, y por sus ojos se asomaron lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento.
Acaricié su mejilla, mientras sonreía.
—Sasuke, dímelo de nuevo, no quiero pensar que escuché mal— sonreí y besé su mejilla.
Con cuidado tomé su mano izquierda.
—Cásate conmigo— justo en ese momento, su mejilla fue recorrida por una pequeña lágrima.
Ella permanecía en silencio, aparentemente procesando lo que acababa de decir.
—Eres lo único que necesito en la vida, estoy locamente enamorado de ti y no quiero llegar a viejo... Si no es contigo— de sus labios escapó un sollozo, y ella de inmediato los cubrió y cerró los ojos.— Quiero estar en tus despertares, cuando vayas a dormir... Deseo acompañarte en las buenas, y por sobre todo en las malas. Siempre podrás apoyarte en mí, desahogarte conmigo... Quiero estar en tu futuro, deseo ser tu trampolín en cuanto necesites un fuerte impulso, y que mi pecho se convierta en tu almohada... Quiero ser tu hogar, mi vida— me sorprendía la cantidad de cosas que estaba diciendo, y comprendí que todas aquellas palabras las tenía guardadas en el corazón. Solo para ella—Mis demonios se apartan en cuanto ven tu sonrisa, y el corazón se me va a salir seriamente del pecho, en cuanto te veo reir, y yo soy la razón de ello. Prometo que seré el mejor esposo que pueda, quero entregarte la mejor version de mi, esa que me ayudaste a construir— tragué saliva y me arrodillé, casi hincado frente a ella. —___, te lo ruego... Dame el placer de ser tu marido...Y hacerte feliz el resto de mis días— en algún momento de mi discurso, ella había vuelto a abrir los ojos, y me miraba de una manera tan dulce que me derretía. Es como si no se creyera lo que estaba sucediendo en ese preciso momento.
Respiró profundo, y sus manos temblorosas tomaron la mía, y la dirigieron hasta su corazón.
Latía desenfrenado.
—Le mentiría hasta al sabio de los 6 caminos, si te dijera que no deseo casarme contigo... Porque definitivamente, y sin duda alguna, es lo que más deseo— la atraje con fuerza hasta mi persona, y nos fundimos en un beso intenso.
Me sentía como si caminara en las nubes, y ella junto a mi.
Hicimos el amor en cuanto terminamos el beso. Y yo me descubrí enamorandome nuevamente de ella. Todo fue pausado y suave, y me sentí a gusto, al poder ser uno con ella. Cada movimiento era una sensación completamente placentera y nueva. Era como si nunca lo hubiera hecho con ella.
En cuanto todo estuvo calmado, y mi futura esposa dormía a mi lado en nuestro futón improvisado, me dí cuenta de que, por ser tan efusivos y dejarnos llevar por todo lo que sentíamos en el momento, esa explosión de emociones tan fuertes, en medio de todo eso, no había sido capaz de darle el anillo.
Me deslicé hasta mi pantalón y lo tomé, abrí la pequeña caja y le coloqué, con cuidado de no despertarla, el anillo.
Luego me dejé envolver por el sueño, mientras la abrazaba con todas mis fuerzas.
A la mañana siguiente fui el primero en despertar, y después de al menos media hora observándola, me encaminé con pereza a la entrada de la cueva.
El cielo estaba radiante.
Me perdí en mis pensamientos un rato, hasta que unos conocidos brazos me rodearon la espalda.
Sonriente, me dí media vuelta, para ver a mi dama mirarme con amor.
—Eres el mejor, gracias por este anillo— revolví un poco su cabello, antes de tomarle de la mano.
—Tu eres la mejor... Mira— la coloqué frente mío y lae permití observar por varios segundos el hermoso cielo, antes de susurrarle. —Hasta el cielo recibe de buena forma nuestra futura nueva vida, amor mío.
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