Capítulo 11.


No podía ser posible que en todas las aldeas por la que cruzamos, no pude encontrar un anillo perfecto para prometerme a mi amada.

Me sentía frustrado. No quería prolongar por mucho más tiempo el pedirle matrimonio, deseaba hacerlo de inmediato, al igual que la boda.

No era que el dinero me sobrara pero... Simplemente ya quería estar casado con ella.

La agonía me carcomía, mientras pensaba qué diablos iba a hacer con el asunto de ese maldito anillo. No debía ser algo del otro mundo, debía de ser algo cómodo para ella llevar.

Pero yo soy Sasuke Uchiha y ella mi señora, la futura ___ de Uchiha debe tener un anillo hermoso, al cual presumir a las demás mujeres.

Un anillo que su futuro esposo, locamente enamorado de ella, le había obsequiado como prueba de que, por ella, sería capaz de arrancarse el corazón, colocarlo en una caja de madera y entregarselo, mientras permanece de rodillas, sumiso ante ella.

Vale, quizás esté tornandome un tanto exagerado con esos ejemplos tan espantosos y sádicos, pero es necesario que se entienda que la amo.

___ está lejos de ser el tipo de persona dominante, su dulce personalidad no se lo permitía. Si ni bien me veía buscando con desesperación su contacto, para rogarle por tal o cual cosa, y ya se encontraba terriblemente nerviosa.

Itachi, se que lo que sucedió entre nosotros fue algo horrible, y que el asesinarte no tiene perdón de nadie... Pero cuánto me gustaría que mamá, papá y tú estuvieran aquí. Poder levantar el pulgar en vuestra dirección y gritar: ¡¿Lo vieron?!, ¡si he podido lograrlo!.

No tenía a nadie de mi familia a mi lado. Pero estaba preparando el camino todo lo posible, para presentarle a este ángel que iluminó mi camino, y del cual no me quiero separar.

Claro, si podía encontrar el anillo perfecto para pedirle que uniera su vida a la mía, de una buena vez por todas.

—Ayudenme— murmuré una noche, en la que acababa de hacer el amor con ___, y ella dormitaba en mi pecho. —Guíenme para que todo salga bien... — cerré los ojos y me permití caer en brazos de morfeo, con mi amada sobre mí.

Pasaron dos días después de eso, e inevitablemente llegamos a una pequeña aldea en la cual nos detuvimos a recoger municiones. Comida, en general, puesto que ya nos hacía falta.

—Oh... Wao— dirigí con desinterés mi vista a ___, la cual había murmurado con aparente admiración.

—¿Viste algo que te guste?— cuestioné, mientras me colocaba a su lado, para ver.

—Uhm, oh... No es nada— sus ojos se despegaron con cierta culpa de la mesa que servía de soporte para una exhibición de anillos que había.

Anillos...

Me fijé justo en el que ella estaba admirando hasta hace unos segundos.

No tuve mi que mirarla dos veces para saber que aquel anillo la había maravillado.

Sus manos se movían un poco inquietas, mientras miraba la mesa.

—Pue... ¿Puedo medirmelo?— me cuestionó, sonrojada. Aparentemente se sentía avergonzada.

—Claro— una mujer de aspecto bastante mayor se acercó y le ofreció la cajita donde se encontraba.

___ se colocó el anillo y jadeó al verlo en su dedo anular izquierdo. Vaya que era toda una pillina, medirselo precisamente en ese dedo... ¿Estaba tratando de enviarme una indirecta?

—Es hermoso— susurró, antes de retirarselo y volverlo a colocar en la caja.

—Debería pedirle a su novio que se lo compre, señorita— mi castaña evitó mirarme, mientras sus mejillas se teñían de un color rojo carmesí intenso.

Vaya señora, me había leído la mente.

—No tenemos suficiente dinero para un anillo, que es más como un capricho. Es mejor que lo guardemos para otras cosas... Comida, por ejemplo— hizo una leve reverencia. —Muchas gracias por dejarme probarmelo— se dió media vuelta y comenzó a alejarse.

Dí dos pasos antes de mirar a la señora.

—Vendré en la noche, esperme justo aquí— anuncié, antes de marcharme junto a ___.

¿Quién le habia metido en la cabeza que no había dinero suficiente para que ella pudiera comprarse lo que quisiera?, prácticamente me sentí ofendido, aunque se que esa no era su intención en absoluto.

Pero quería que ella estuviera consciente de que, fuera lo que fuera, ella podía pedirme algo, y yo siempre, siempre se lo iba a otorgar.

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