Capitulo 1.


Siempre me he considerado una persona solitaria. Desde que emprendí mi viaje para conseguir más poder, estuve solo. Únicamente cuando formé mi propio equipo, fue que la soledad se dispersó un poco. Pero no fue hasta que la conocí a ella, que mis anhelos cambiaron drásticamente.

Era de tarde, yo tenía 17 años. Me encontraba sentado en unas escaleras de un pueblo ajeno a mi conocimiento, y tampoco era como que me importara mucho. Solo podía pensar en mi hermano, y en lo mucho que deseaba destruir esa maldita aldea, que me engañó todo el tiempo que estuve en ella.

—Hace un día hermoso, ¿no? — estaba tan inmerso en mis pensamientos, que no me dí cuenta cuando aquella chica se sentó a mi lado.

Era de pelo marrón, y lo llevaba hasta la mitad de la espalda, no era del todo liso, llevaba unas ondas que me parecieron curiosas. Su piel era blanca, y aparentemente suave. Me llamó la atención que llevaba ropa normal, nada que ver con ropajes de entrenamiento, creo que no llevaba ni siquiera un arma consigo. A lo mejor no era una kunoichi.

Debía tener la misma edad que yo, a juzgar por lo joven que se veía.

— ... — mantuve el silencio, y aumenté la distancia entre nosotros, ella ni siquiera me miró, sus ojos permanecían fijos en el cielo, el cual se podía apreciar claramente desde donde nos encontrábamos sentados.

Ella se dedicaba a estar sumida en sus pensamientos, mientras yo no dejaba de mirarla. Recuerdo que en ese momento no estaba seguro de por qué me parecía tan hermosa, pero ahora sí. Su belleza no la había encontrado nunca en ninguna mujer, y no solo porque físicamente me parecía muy hermosa, sino por la seguridad en sí misma que irradiaba. Llevaba un pequeño brillo en sus ojos, algo que me despertaba en mi cierta curiosidad. Parecía sonreír más para sí misma, que para el mundo.

Y luego, sus ojos se posaron en mi.

—No pareces estar teniendo un buen día, se te ve muy cansado — mi corazón dió un vuelco. Aunque Karin siempre fue atenta conmigo, nunca me había dicho que parezco cansado. Era la primera vez en mucho tiempo, que sentía que alguien iba más allá de mi físico.

Y me ha costado años admitirlo, pero sí. Con apenas 17 años me encontraba cansado tanto física como emocionalmente. Toda mi vida corrí en dirección a mis objetivos, nunca paré hasta que los conseguía, y ni siquiera así, siempre llegaba otro objetivo, y yo volvía a la carrera. Vivía cegado completamente por un futuro incierto. Hasta que me estrellé brutalmente contra una pared, y esa pared resultó ser la mujer que cambiaría mi vida por completo, aquella que haría que abriera mis ojos y saliera de la ignorancia. Ella, a quien le tomó menos de 30 segundos adivinar que estaba extremadamente cansado, y qué, aunque no lo supiera en ese momento, necesitaba una distracción urgentemente, pues me sentía perdido... Me estaba perdiendo a mí mismo. Estaba entrando a un camino mucho más oscuro, y no era consciente de ello.

—Hmph... — fue lo único que alcancé a comentar. De pronto sentí el peso de todo lo que había hecho hasta ese momento, más fuerte que nunca. Hasta los párpados me pesaban. Era como si tan solo esas palabras, hubieran causado una especie de hechizo hipnótico sobre mi.

Cuando me quise venir a dar cuenta, ya ella se había ido. Me levanté de golpe, como un autómata, y me giré en dirección a la cima de las escaleras. Su cabello ondeando fue lo que se despidió de mi.

Y lo que se llevó, sin yo saber, fue una parte de mi corazón de la cual ni siquiera tenía idea de su existencia. Pero que se fue con ella inmediatamente la conocí.

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