Capítulo 6: Escándalo en Belgravia | -Un caso de relevancia nacional- |

Sherlock estaba apuntando al chaleco de las bombas que estaba en el suelo, a pocos centímetros de Moriarty, los lasers rojos de los francotiradores apuntando a los tres amigos, mientras que la pelirroja trataba de mantenerse consciente con cierto esfuerzo. La situación era demasiado tensa para Cora, quien observaba impotente cómo Holmes seguía apuntando al chaleco sin que le temblara el pulso. Moriarty esbozó una sonrisa por unos breves instantes, su mirada no dejando de observar a Sherlock, como si quisiera provocarlo para hacerlo apretar el gatillo. Tras unos minutos sin pronunciar ni una sola palabra, en la piscina se pudo escuchar el tono de llamada de un teléfono, con la canción "Staying Alive" de los Bee Gees. Al escuchar esa música, Sherlock comenzó a observar los alrededores de la piscina, en busca de cualquier altavoz. John también buscaba a su alrededor, sin embargo, su mirada se centró únicamente en Moriarty. Holmes miró a John y a la pelirroja, en busca de alguna señal que confirmara la procedencia del sonido, pero tras darse cuenta de que el sonido no provenía de ellos, el Detective Asesor volvió su vista hacia Moriarty, quien acababa de poner una expresión de fastidio.

-¿Te importa si lo cojo? -preguntó Jim, con un tono algo agudo y meloso, pero que evidenciaba su molestia ante semejante interrupción tan poco acertada.

-Faltaría más... Tienes el resto de tu vida. -respondió Sherlock, negando deforma leve con la cabeza.

Jim metió la mano en el bolsillo de su pantalón y cogió su teléfono móvil. Tras unos segundos, pasó su dedo por la pantalla táctil y descolgó la llamada.

-¿Diga? -preguntó, esperando la respuesta de su interlocutor, la cual no se hizo esperar -. Si por supuesto, ¿qué quieres? -contestó, para después girarse hacia Sherlock y gesticular un "lo siento", al que Sherlock respondió, gesticulando un "no importa". Cora se recostaba en la pared del lugar, aún tratando de enfocar su vista en Sherlock y Moriarty, pero eso le estaba costando horrores, puesto que, a pesar de haber estado bajo el agua y de que ésta hubiera evitado su desangramiento, ahora volvía a sangrar de forma considerable, y debía concentrarse en presionar la herida con su chaqueta, la cual estaba mojada. Moriarty se había girado hacia la pared de la piscina (de espaldas a Sherlock), mientras su interlocutor lo informaba acerca de lo que deseaba.

-¡Repite eso! -exclamó, girándose de improviso, haciendo que Sherlock frunza el ceño y que John lo mire de forma desagradable -. Repite eso. -exigió -. Y si me mientes, te encontraré y te desollaré...

Sherlock dejó de prestar atención a Moriarty por unos segundos para fijar su vista verdosa en Cora, quien estaba más pálida a cada momento. El sociópata se la quedó mirando durante unos instantes, observando como sus pálidas y temblorosas manos presionaban la tela de su chaqueta contra la herida del abdomen.

-(Si no actuamos deprisa sufrirá una hipotermia severa, además de una perdida de conocimiento instantánea por la perdida de sangre.)-pensó Holmes, tras deducir el estado lamentable en el que la joven se encontraba. Tras unos segundos, volvió su vista a Jim.

-Espera. -dijo Moriarty, para después poner en espera la llamada y apartar el teléfono de su oreja. Tras unos segundos alzó su vista hacia Sherlock y por un momento sus ojos se posaron en la pelirroja. Avanzó unos pasos hacia el chaleco de bombas, lo que hizo a Sherlock volviera cargar su arma para disparar -. Lo siento. Hoy no vas a morir... -dijo Jim, haciendo una leve prolongación de la palabra "morir".

-Oh, ¿te han hecho una oferta mejor? -preguntó Sherlock, con una voz serena y llena de calma.

-Tendrás noticias mías Sherlock... -amenazó Moriarty, para después dar la espalda a los tres amigos y comenzar a caminar hacia el lugar por el que había entrado la primera vez -. Si tienes lo que dices tener, te haré rica. Si no... me haré unos zapatos contigo. -comentó, tras re-colocar el teléfono en su oreja, con la intención de continuar la conversación que había dejado en espera. Antes de salir por la puerta, Moriarty chasqueó los dedos, los lasers de los francotiradores desapareciendo, esta vez, de verdad.

Al sentir que ya no había lasers apuntándolos, Sherlock comenzó a voltearse hacia todos los sitios, para comprobar que era cierto, y que ya no estaban en peligro.

-¿Qué ha pasado? -preguntó John, soltando el aire que había estado conteniendo.

-Han cambiado de opinión. -respondió Sherlock, acercándose hacia Cora y arrodillándose junto a ella, examinando su herida -. La pregunta es: ¿quien? -comentó, para después coger a la joven en brazos y apretarla contra su pecho.

-Vamos, debemos darnos prisa. El estado de... -dijo John, levantándose del suelo y acercándose a Holmes y a la pelirroja que estaba ahora en sus brazos.

-¡Ya lo sé, John! -exclamó Holmes, interrumpiendo a John y corriendo hasta una de las avenidas principales con premura: debían llegar aun hospital cuanto antes.


Mientras tanto, en otro lugar, una mujer acababa de terminar una llamada de teléfono y se dirigía a una habitación.

-A ver... ¿ha sido mala, Alteza? -preguntó la joven, su tono dominante y al mismo tiempo seductor, mientras hacía sonar su látigo. La joven continuó su camino hasta la habitación contigua.

-Sí, señorita Adler... -respondió otra voz, siendo ésta más madura y anciana. Tras esas palabras, la joven cerró la puerta tras de sí.



Ya habían pasado unos cuantos días desde el incidente de la piscina, y la vida había vuelto a una "habitual" calma en el 221-B de Baker Street. John se encontraba en la mesita del salón, escribiendo en su blog, mientras que Sherlock tomaba un café y revisaba el estado de sus correos, en busca de un caso lo bastante entretenido.

-¿Qué escribes? -preguntó Sherlock con una casi inmutable calma.

-Un blog. -respondió Watson con franqueza.

-¿Sobre?

-Nosotros. -respondió John, mientras seguía escribiendo las palabras en su portátil.

-Dirás, sobre mí.

-¿Por qué?

Sherlock carraspeó antes de responder a la pregunta de su compañero de piso:

-Porque escribes mucho...

-Esto está demasiado tranquilo... ¿no crees? -comentó John, tras pausar por unos instantes el traqueteo de sus dedos en las teclas del ordenador.

-No sé a qué te refieres. -respondió Sherlock de forma rápida sin siquiera mirar el rostro de su compañero.

-Vamos Sherlock, sabes tan bien como yo que llevas sin dormir... casi una semana desde aquel día. -dijo John, mirando a su amigo -. No me negarás que estás preocupado por...

En ese momento, el timbre de la vivienda 221-B sonó, haciendo que Sherlock casi haga un pequeño salto, puesto que ese timbrazo lo había librado de mantener una conversación con John acerca de una joven que no estaba en el piso.

-Bueno, veamos qué toca hoy... -dijo Sherlock, dirigiéndose a la puerta.

A lo largo del día, comenzaron a llegar varios clientes, cada cual con un caso más extraño.

-Mi mujer... creo que pasa demasiado tiempo en la oficina. -dijo un hombre.

-Me aburro. -sentenció Sherlock, para después pasar de él y de su caso, no interesado en absoluto.

-Creo que mi marido podría tener una amante. -comentó una mujer con algo de sobrepeso.

-Si... -comentó Sherlock, evidenciando, que esa era obviamente la respuesta.

-No es mi tía, ¡la han cambiado! -comentó un hombre, mientras sujetaba en sus manos una urna funeraria -. Lo sé con seguridad: diferencio las cenizas humanas.

-Largo. -comandó Sherlock con una voz autoritaria y seria, a la vez que hacía un gesto imperioso hacia la puerta de la sala de estar.

Al día siguiente todo fue exactamente igual, muchos clientes, y todos ellos con casos muy extravagantes.

-Estamos dispuestos a ofrecer la suma de dinero que nos pida por recuperar esos expedientes. -dijo uno de los hombres trajeados.

-Me aburro. -dijo Sherlock con un tono exasperado.

-Tenemos una web que explica el verdadero significado de los tebeos, porque la gente se pierde cosas. -explicó un joven acompañado por sus amigos. Sherlock paseaba por la estancia y estaba a punto de pedirles que se fueran, cuando éstos hablaron de nuevo -. Pero entonces, los tebeos empezaron a hacerse realidad.

-Oh... interesante. -comentó Sherlock, de alguna forma interesado en el caso.

Al cabo de unos días, John ya estaba escribiendo en su blog el título de la siguiente entrada del blog:

-"El intérprete de Frikadas", ¿qué es? -preguntó Holmes tras apoyarse en el sillón de Watson y leer lo que éste estaba escribiendo.

-Es el título. -contestó Watson de forma sencilla.

-Oh, ¡por Dios! -comentó Sherlock, de nuevo exasperado por los "absurdos" títulos de las entradas de John. Tras unos pocos minutos, ambos hombres estaban en la morgue de Barts, examinando un cadáver.

-¿De verdad que la gente lee tu blog? -preguntó Sherlock algo extrañado y a la vez curioso por la respuesta.

-¿De dónde crees que salen nuestros clientes? -preguntó John, mirándolo.

-De mi pagina web. -sentenció el Detective Asesor.

-En la que enumeras 240 clases de ceniza de tabaco. -respondió Watson con algo de ironía -. Nadie lee tu web. -añadió con un tono sencillo y sereno, haciendo que por un breve instante el rostro de su compañero se ponga serio -. Vamos a ver: pelo rubio teñido, no hay causa evidente de la muerte, excepto estas manchitas, sean lo que sean. -comentó John, analizando de forma leve el cadáver.

Tras unos segundos, John alzó su mirada y se percató de que Sherlock salía de la habitación. A las pocas horas, Watson volvía a escribir en su blog el nuevo caso que tenían entre manos.

-¡Pero bueno, por Dios! -exclamó Sherlock al pasar a su lado y fijar su vista en el ordenador.

-¿Qué?

-¿"La Rubia con Manchas"? -exclamó Sherlock con un aire algo hostil, cosa que John notó al instante, haciéndole frente rápidamente por este echo.

-Sherlock, ¿por qué estás tan asqueado? -preguntó, aunque ya se había hecho una ligera idea del por qué de su compañero.

-¿Yo? ¿Asqueado? -preguntó Sherlock de forma retórica, usando un tono algo irónico -. No estoy asqueado por nada, John. Tus dichosos títulos me ponen de mal humor, eso es todo.

-Ya... -comentó John -. ¿No será que estás preocupado por nuestra amiga?

Esa pregunta hizo que Sherlock se quedara inmóvil durante un instante, para después girarse hacia Watson, y preguntar con un tono más suave:

-¿Sabes algo sobre su estado? ¿Te han dicho algo los médicos?

-No... Aun no me han comunicado nada. -respondió John con un tono sereno pero preocupado -. Oye Sherlock, si tan preocupado estas... ¿por qué no vas a informarte sobre su estado de primera mano?

Holmes no comentó nada acerca de la sugerencia de su compañero, pero comenzó a caminar hacia su cuarto para poder vestirse. Tras haberse preparado, Holmes salió de forma silenciosa del 221-B de Baker Street, cogiendo un taxi, e indicándole que se dirigiera al Hospital de Barts. A los pocos minutos de haber llegado, se dirigió a la recepcionista.

-Hola, vengo a ver a una amiga. Se llama Cora Izumi. -le dijo a la joven que estaba en la recepción.

-¿Es usted un pariente cercano?

-No, es mi amiga y...

-Entonces me temo que no puedo dejarlo pasar. -sentenció la joven con un tono firme -. Solo los más allegados a la joven pueden verla.

-Escúcheme bien señorita Adran Dauder. -dijo Sherlock con un tono amenazante y grave, a la vez que sus ojos se volvían más gélidos que de costumbre -. Puede que este sea su primer día de trabajo, que su novio la haya dejado por una modelo que vive en California (con una carrera prominente y cuya suma de dinero es excelente), que su padre esté ingresado por cáncer en este mismo hospital y que se sienta una completa imbécil y una desgraciada, cosa que, sin ninguna duda es, pero como no me deje pasar a ver a mi compañera... Podría ocurrir un desliz con el tratamiento que le administran a su padre, o que el director de éste hospital (con quien se acuesta hace relativamente poco tiempo y a espaldas de su mujer), se entere por casualidad de que usted se acuesta con su mejor amigo, además de su implicación en cierta organización relacionada con el tráfico de drogas. ¿Quiere que siga? ¿No? Pues entonces, ¡déjeme ver a mi amiga!

La señorita Dauder palideció de forma repentina tras escuchar toda esa deducción por parte de Holmes, y con una velocidad realmente considerable comenzó a teclear en su ordenador.

-Segundo piso, habitación 32. -comentó ella, con su tono de voz vibrando ligeramente debido al pavor que el hombre frente a ella le inspiraba, pues estaba segura de que si no lo ayudaba, sería capaz de llevar acabo sus amenazas.

-Muchas gracias. -dijo Sherlock con una voz más serena -. Que tenga un buen día. -añadió, encaminándose al ascensor del lugar.

Tras subir al segundo piso, Sherlock buscó con la mirada la habitación 32, la cual no tardó en encontrar. Tras tocar la puerta por educación, la abrió para dar paso a la claridad del lugar. Allí, tumbada en la cama, se encontraba Cora con sus cabellos desparramados por la almohada en suaves ondas, su respiración serena, pero sus ojos estaban cerrados. Hacía ya varios días desde la confrontación con Moriarty, y desde aquel fatídico día, la pelirroja no había abierto sus ojos. No había despertado desde que los médicos intervinieron la herida de su abdomen... Había caído en un coma profundo, y el doctor que la supervisaba, no podía decir cuando se despertaría de su letargo. Sherlock se acercó a la cama de su compañera y se sentó en la silla que estaba al lado de ésta.

-Veo que aún sigues sin despertar... -comentó Sherlock con una voz leve y serena mientras observaba el rostro de su compañera, para después soltar un suspiro -. Últimamente solo hemos logrado resolver dos casos... La gente es tan estúpida. ¿Por qué no vendrán con casos más interesantes? -dijo en voz alta mientras su mirada se posaba en la ventana del cuarto.

-Tu siempre quejándote de los clientes... -comentó la pelirroja con una sonrisa en el rostro, abriendo sus ojos carmesí -. Me alegro de verte Sherlock.

-Ya era hora de que despertaras. -dijo Sherlock, observando a su compañera con cierta alegría. Su tono estaba sereno, pero ella notaba que de alguna manera estaba preocupado por su condición -. Todo está más aburrido por el 221-B de Baker Street al no tener a nadie con quien mantener una conversación o tocar música. -añadió con una leve sonrisa, ayudándola a incorporarse de la cama.

-¿Y John? Podrías mantener una conversación con él... -comentó la pelirroja mientras se incorporaba con la ayuda de Holmes -. Tch. -hizo una mueca leve de molestia al sentarse, cosa que no pasó desapercibida para los sagaces ojos del Detective Asesor.

-¿Aún te duele?

-Solo un poco. Por lo demás me encuentro bien. -le respondió ella con una voz suave -. ¿Cuanto tiempo llevo dormida?

-Dos semanas. -respondió Sherlock de forma rápida, mientras cogía la ropa de la joven del armario de la habitación -. Llamaré a las enfermeras para que te ayuden a cambiarte.

-Gracias. -dijo ella con una sonrisa, su corazón palpitando de alegría al estar con él de nuevo. Holmes le sonrió a ella y salió del cuarto para esperar a que se cambiara de ropa. Tras unos pocos minutos, la joven ya estaba lista y salió de la habitación 32 con su ropa habitual.

-Vamos. Es hora de volver a casa... -dijo Holmes, tendiéndole la mano a la joven. Cora se sonrojó lentamente, a medida que la temperatura de su cuerpo se elevaba, debido a la proximidad con el sociópata. Sherlock la acercó a él, inhalando por un instante el dulce olor que la joven desprendía: una mezcla de cerezas y melocotón. Tras unos minutos, ambos habían llegado a Baker Street. Cuando Cora traspasó la puerta de entrada, la señora Hudson ya estaba allí para darle la bienvenida.

-¡Oh, querida...! -exclamó con una alegría evidente -. Bienvenida de nuevo a casa. Espero que te hayas puesto bien, y que no tengamos que ingresarte en el hospital de nuevo por un tiempo...

-Yo también me alegro de verla señora Hudson. -dijo la pelirroja, abrazando a la anciana mujer con una sonrisa en los labios. Para Cora, la señora Hudson se había convertido en su nueva madre, siempre pendiente de ella y los otros dos inquilinos del 221-B, siempre tratándola como a una hija, y eso la llenaba de alegría. Para la señora Hudson el sentimiento era mutuo: aunque hacía poco desde que conocía a la pelirroja, para ella había resultado ser la hija que nunca tuvo, siempre amable, cariñosa... y que por suerte, no pegaba tiros a la pared. Ella la adoraba. Además de haberse encariñado con la pelirroja, la anciana, apreciaba y agradecía el cambio que había experimentado el carácter de Sherlock desde que ésta joven tan peculiar había aparecido en sus vidas.

-Subamos arriba, antes de que empiece con su incansable verborrea... -comentó Sherlock con un ligero tono de ironía, mientras la ayudaba a subirlas escaleras, en un esfuerzo para que no se hiciera daño. Cora sonrió de nuevo, y tras asentir, comenzó a subir las escaleras. Tras hacerlo, la pelirroja entró en el salón y se encontró a John, con la boca abierta de par en par al notar su presencia.

-¡Cora! -exclamó John en cuanto se hubo repuesto de la impresión por verla allí -. ¡Dio mío! ¡Me alegro de verte! -añadió, avanzando unos pasos hacia ella para después abrazarla de forma cariñosa -. ¿Cómo te sientes?

-Ya estoy bien. En dos días ya estaré recuperada por completo. -le respondió la pelirroja, devolviendo el amable gesto de Watson -. ¿Aún seguís buscando casos que resolver?

-Si, y no veas que extraños son... -respondió John, enseñándole a la pelirroja las últimas entradas de su blog.

-"El intérprete de Frikadas" y "La Rubia con Manchas"... -leyó la pelirroja, una vez se hubo sentado en su sillón, bajo la atenta mirada de Holmes -. Que títulos tan... interesantes.

-No te molestes en halagar esos títulos, Cora. Son horribles. -sentenció Sherlock con un ligero tono molesto.

La joven soltó una carcajada, que pronto contagió a los dos hombres de la estancia. Ambos estaban felices de nuevo: todo volvía a la normalidad ahora que ella había regresado al pequeño piso.

Esa misma una noche, los tres amigos siguieron recibiendo a los excéntricos clientes que venían al 221-B de Baker Street a pedir consejo a Holmes.

-No nos dejaron ver al abuelo cuando se murió. -dijo una niña de unos 5 años que iba acompañada por su hermana, de 8 años -. ¿Es porque se había ido al cielo?

-La gente no va al cielo cuando muere. Los llevan a una sala especial y los incineran. -respondió Sherlock con un tono simple, aburrido y algo desganado. Ante esa respuesta por parte del Detective Asesor, las dos niñas intercambiaron miradas de asombro y preocupación.

-Sherlock... -comentó la pelirroja con un ligero tono de reproche por sus palabras. Holmes posó su mirada en ella y notó que estaba algo molesta con él.


A los pocos días, Sherlock estaba siguiendo al Inspector Lestrade junto con John y Cora.

-Ayer hubo un accidente de avión en Dusseldorf. Murieron todos. -explicó Lestrade mientras caminaban hacia el lugar de interés.

-Posible ataque terrorista. -sentenció Sherlock con un tono algo aburrido -. Vemos las noticias.

-Te aburrirías y apagaste la tele. -comentó divertida la pelirroja, haciendo que Sherlock la mire con una ceja levantada. Ella simplemente se limitó a seguir sonriendo.

-Según los registros del vuelo, este hombre subió al avión. -comentó Lestrade, una vez se hubieron acercado a un coche, aparentemente abandonado, mientras observaba el maletero, del cual salía un brazo humano, indicando que había un cadáver en su interior -. En su abrigo tiene el resguardo de la tarjeta de embarque. Servilletas del avión,... hasta una galleta del catering. -añadió Lestrade -. Aquí está su pasaporte, sellado en el aeropuerto de Berlín. Este hombre tendría que haber muerto en un accidente aéreo en Alemania ayer... Sin embargo, está en el maletero de un coche en Southwark.

-Se libró, ¡qué suerte! -dijo Sherlock con ironía, mientras examinaba minuciosamente el cuerpo.

-¿Alguna idea? -preguntó Greg, observando al detective.

-Ocho, hasta ahora. -respondió Sherlock sin apartar su vista del cadáver. Tras observar por unos minutos más el cadáver del coche, Sherlock levantó su vista -. Vale, que sean cuatro ideas. Tras unos segundos de silencio, en los que el Detective Asesor analizó y observó con cuidado el resguardo del embarque y el pasaporte del hombre, Holmes concluyó: -Puede que dos.

Tras unos días, John volvía a escribir en su blog el reciente caso del que habían sido testigos. Cora estaba leyendo un libro en su sillón, pero levantó el rostro al escuchar a su compañero de piso:

-No menciones los no resueltos. -dijo Sherlock con un leve tono de fastidio, mientras observaba el título de la entrada del blog: "Sherlock Holmes Desconcertado".

-La gente quiere saber que eres humano. -sentenció John con un tono suave.

-¿Por qué?

-Porque les interesa. -replicó John, antes de ser interrumpido por Sherlock.

-Si hombre... ¿por qué?

John sonrió y fijó su vista en el marcador de entradas del blog.

-Fíjate: 1895.

-¿Perdona? -dijo Sherlock, algo confuso.

-Anoche puse el contador a cero. Este blog ha tenido casi 2000 visitas en solo unos días. Vives de ésto, Sherlock. -replicó John -. No de los 240 tipos de cenizas.

-243. -replicó Sherlock con un tono de fastidio, para después proceder a encender el soplete y encaminarse a la cocina para seguir con sus experimentos. Cora y John se miraron para después sonreír. A los pocos días volvían a tener un caso entre manos. Estaban saliendo dela escena del crimen, cuando Holmes no pudo evitar hacer un comentario sarcástico.

-¿Y éste cual es? ¿"Los crímenes de Barriguitas"? -preguntó Sherlock con un tono de sarcasmo y mofa en su voz. Cora sonrió: Sherlock volvía a estar molesto por las entradas de John en su blog, cosa habitual.

-¿Te refieres al ombligo? -preguntó John de forma retórica y con una ligera ironía. Sherlock simplemente bufó en respuesta a su amigo.

-Hay mucha prensa fuera, chicos. -les comentó Lestrade con una sonrisa, mientras los conducía a la salida.

-Pero nosotros no les interesamos. -dijo la pelirroja con cierto tono de nerviosismo. Sherlock notó eso último y la observó de reojo: no le parecía agradar la idea de ser el centro de atención.

-Ya, eso era antes de que fuerais un fenómeno en la red. -comentó Lestrade -. Hay un par de periodistas que quieren fotos. -añadió Lestrade, para después concretar -. De vosotros.

Sherlock hizo una expresión de fastidio y miró a la joven pelirroja, quien tampoco parecía estar contenta con la idea.

-¡Por Dios bendito! -exclamó Holmes con rabia. En ese momento, pasaron por una sección de vestuario, ya que el lugar en el que estaban era un teatro -. John, Cora. -los llamó, mientras se apropiaba de unos gorros.

-¿Hm? -preguntaron ambos.

-Taparos la cara y caminad rápido. -ordenó Sherlock con una voz seria. Cora se puso el gorro y subió su bufanda para tapar su rostro, dejando únicamente visible sus ojos y parte de su pelo cobrizo. Sherlock la cogió de la mano y la aproximó a él, con la firme intención de aislarla de los paparazzi.

-Es bueno para la opinión pública. ¡Un caso importante como este! -comentó Lestrade, llegando a la salida trasera del teatro.

-Soy detective privado, no me conviene ser de dominio público. -comentó Sherlock con calma, mientras se ponía una gorra y caminaba hacia la salida, en donde los esperaban los reporteros, armados con sus cámaras. Éstos empezaron a hacer fotos en cuanto vieron a Sherlock salir del complejo junto a sus amigos.


Al día siguiente, una joven estaba observando la noticia que hablaba de Sherlock en los periódicos, acariciándola con su mano derecha, para después dejar su fusta encima del recorte de prensa. Cogió su teléfono y realizó una llamada.

-Hola. Yo creo que es el momento... ¿y tu?


Ese mismo día, en el 221-B de Baker Street, la señora Hudson estaba limpiando la cocina de los tres inquilinos cuando abrió la nevera, su rostro pasando de una expresión serena a una de asco.

-¡Oh, Dios...! ¿Son dedos? -exclamó algo asqueada, guardándolos rápidamente en la nevera, dónde los había encontrado. En cuanto lo hubo hecho, se giró, y casi pego un grito, pues no se esperaba ver aun hombre desconocido a su espalda.

-La puerta estaba... La puerta estaba... -musitó el hombre, antes de caer desmayado al suelo.

-¡Chicos! ¡Creo que tenéis otro caso! -exclamó la señora Hudson con una voz algo alarmada.

Los tres compañeros salieron de sus respectivos cuartos, y tras unos minutos ya estaban sentados en la sala, esperando a escuchar el relato del cliente.

-Cuéntenos todo desde el principio, y por favor, no me aburra. -sentenció Sherlock con una voz leve y seria.

-Verán,hace unas 14 horas yo estaba en mi coche, cerca de un descampado, cuando el vehículo se me averió, no lograba hacerlo arrancar. Salí del coche y comencé a inspeccionar el capó, en busca de algo que mal-funcionara y con la firme intención de arreglarlo. Observé mis alrededores, en busca de alguien que pudiera echarme una mano. Vi que a pocos metros de mi había un hombre vestido con una sudadera roja, pero no intenté llamar su atención, pues sabía que no podría ayudarme. Volví a meterme en el coche e intenté arrancarlo una vez más, obviamente, sin éxito, puesto que un ruidoso estruendo fue lo único que emitió ese maldito cacharro. Cuando desvié mi vista de mi coche, vi que el mismo hombre de antes estaba ahora tendido en el césped, inmóvil. Traté de llamar su atención, pero como descubriría instantes después, el hombre estaba muerto.


Al poco tiempo de escuchar el caso del cliente, la policía ya estaba allí, dispuesta a inspeccionar la zona.

-Señor, tiene una llamada. -dijo uno de los policías vestido con un chaleco reflectante, dirigiéndose a su superior.

-Carter. -dijo el hombre, identificándose a su interlocutor.

-¿Ha oído hablar de Sherlock Holmes? -preguntó Lestrade, al otro lado del teléfono.

-¿Quién?

-Está a punto de conocerlo. Es su caso. Depende totalmente de usted. -respondió Lestrade -. Pero le daré un consejo de amigo: dele a Sherlock cinco minutos en la escena del crimen y escuche todo lo que tenga que decir. Ah, y en la medida de lo posible, intente no partirle la cara. -añadió antes de suprimir una ligera sonrisa.

En la escena del crimen, un coche acababa de llegar al lugar.

-Señor, este caballero dice que tiene algo que decirle. -dijo uno de los policías, acercándose al Inspector Carter.

-Si, lo sé. Sherlock Holmes. -dijo el inspector con algo de ironía.

-John Watson. -dijo John, saliendo del vehículo y estrechándole la mano al Inspector Carter -. ¿Tienen conexión Wi-Fi?

Mientras tanto, en el 221-B de Baker Street...

Sherlock acababa de salir de su cuarto, tapado únicamente con una sábana, haciendo que la pelirroja se sonroje violentamente al verlo entrar en la sala de estar.

-¿Te das cuenta de que esto es un poco humillante? -le preguntó John, vía Skype.

-No pasa nada... Estoy bien. -dijo Sherlock mientras cogía una taza de café con su mano derecha, y el portátil con la otra mano -. Llévame hasta el río.

-No me refería a ti. -replicó John con algo de rabia. Cora observaba a Sherlock sentarse en la silla de la mesa que había en el salón, acercándose ella un poco a él para ver el portátil.

-Mira, esto es un 6. -dijo Sherlock, ignorando por completo el timbre de la puerta principal, que acababa de sonar -. No me molesto en salir de casa por menos de un 7, como acordamos. -añadió con un tono sereno en la voz -. Ahora vuelve, y enséñame la hierba.

-¿Cuando acordamos eso? -preguntó John, completamente estupefacto.

-Lo acordamos ayer. -replicó Holmes -. ¡Para! Acerca...

-Ayer ni siquiera estuve en casa, estaba en Dublín. -replicó John con algo de fastidio, volviendo la cámara del portátil a su rostro.

-¿Qué culpa tengo yo de que no me escuches? -preguntó Sherlock de forma irónica, haciendo que la pelirroja se ria por lo bajo -. ¡Cállate! -exclamó Holmes, en cuanto escuchó el timbre de la puerta principal.

-¿Sigues hablando cuando estoy fuera? -preguntó John algo sorprendido por el grito de Sherlock.

-No sé, ¿con qué frecuencia sales? -le respondió el sociópata con un tono irónico.

-John, enséñanos el coche del cliente, por favor. -pidió la pelirroja, acercándose a la cámara lentamente.

-Está ahí. -dijo John, caminando con el ordenador en sus manos, y la cámara de éste apuntando hacia el vehículo.

-¿Fue el que hizo el ruido, no? -preguntó Cora con una voz suave.

-Si... Si. Si estas pensando en un disparo... -dijo Watson observando a Cora a través de la cámara -. No lo hubo. No le dispararon. Lo mataron de un golpe en la nuca con un objeto contundente, que después, por arte de magia, desapareció junto con el asesino. -añadió John, dándole más información a la pelirroja -. Esto es un 8 por lo menos, Sherlock.

-Tienen dos minutos. Quieren saber más del conductor. -dijo el Inspector Carter, interrumpiendo a John.

-Olvídese de él Inspector. Está claro que es inocente. ¿Por qué si no se creería sospechoso? -dijo la pelirroja con una voz serena.

-Yo creo que es sospechoso. -sentenció el Inspector Carter con un tono brusco, interrumpiendo a Cora, quien se quedó algo cortada por esa salida y no sabía cómo reaccionar.

-Pásame a ese. -pidió Sherlock con voz autoritaria, algo molesto por la forma en la que ese Inspector había tratado a su compañera.

-Vale, pero hay un botón para silenciar, y voy a usarlo. -dijo John, preparándose para el sermón y deducciones presumidas de Sherlock, aunque esta vez no estaba en contra de ellas, puesto que él también estaba algo molesto por la forma en la que el Inspector Carter había interrumpido a su amiga.

-¡Déjaselo un poco! ¡No voy a hablar desde ahí abajo! -exclamó Sherlock algo molesto.

-Vale, vale,... -dijo John, pasándole el ordenador al Inspector -. Tenga.

-Después de haber conducido hasta una zona aislada y perpetrado con éxito un crimen sin testigos, ¿por qué llamar a la policía y consultar a un detective? ¿Juego limpio?

-Intenta hacerse el listo. Pura arrogancia. -respondió el Inspector Carter.

-¿Lo han visto? -preguntó Sherlock, haciéndole un gesto a Cora para que dedujera, pues extrañaba sus deducciones (aunque él jamás lo admitiría).

-Obeso mórbido con la alitosis típica de un hombre solitario. La mano derecha de un adicto al porno en Internet, y el ritmo respiratorio de una afección cardíaca sin tratar. Baja autoestima, cociente intelectual normal y esperanza de vida habitual. -comentó Cora con una sonrisa, haciendo más suaves sus deducciones.

-¿Y creen que es una audaz mente criminal? -preguntó Sherlock con ironía, interrumpiendo a su amiga, para después girarse hacia su cliente, el cual estaba sentado en uno de los sillones de la sala de estar -. Tranquilo, ésto es ridículo...

-¿Qué has dicho... de mi corazón? -preguntó el cliente, observando a la pelirroja con ojos lujuriosos.

Sherlock ignoró al cliente y volvió su vista a la pantalla del portátil deforma rápida, concentrándose únicamente en el caso que los ocupaba.

-Vaya al río. -ordenó Sherlock con una voz serena y no demasiado borde, pero que sin duda poseía un tono autoritario. Tras unos segundos, la joven pudo escuchar el ruido de la puerta principal cerrándose, pero no le dio demasiada importancia, y volvió a observar la pantalla del ordenador.

-¿Qué hay en el río? -preguntó el Inspector Carter.

-Vaya a ver. -dijo la pelirroja con un tono más suave.

-Sherlock... ¡No abrías la puerta...! -exclamó la señora Hudson, entrando a la sala de estar junto con dos hombres trajeados. Mientras tanto, John volvió a coger el portátil de las manos del Inspector Carter y se quedó algo desconcertado por lo que aparecía en la pantalla.

-Su habitación está atrás, cójele algo de ropa. -dijo uno de los hombres -. Oh, quizás debería vestirse señorita Izumi. -añadió, mientras se acercaba a la pelirroja, quien estaba en pijama y bata.

-¡Quíteme las manos de encima! -exclamó la joven, mientras que uno de los hombres la obligaba a entrar en su cuarto.

-¡Déjenla tranquila! -exclamó Sherlock, evitando que el hombre entre a la habitación junto con la pelirroja -. Cora, cámbiate de ropa por favor. -le pidió a la joven con un tono serio pero amable.

Cora asintió y le cerró la puerta en las narices al hombre trajeado, que se giró sobre sus pasos y se encaminó a la habitación de Sherlock.

-¿Quien diablos son? -preguntó Sherlock, una vez se hubo asegurado de que no interrumpían a la pelirroja.

-Lo siento señor Holmes, se vienen con nosotros. -dijo el otro hombre, que estaba a su lado, antes de cerrar el ordenador que el sociópata tenía sobre la mesa.

Mientras tanto, John acababa de perder la señal del ordenador, y trataba de averiguar qué diantres había sucedido en el piso.

-Lo he perdido... No sé que... -se decía a si mismo, intentando restablecer la conexión.

-Doctor Watson. -dijo uno de los jóvenes policías.

-Dime. -dijo John sin apartar la vista del portátil.

-Es para usted. -respondió el muchacho.

-Vale, gracias. -dijo John, estirando la mano para que le diera el teléfono que tenía en la mano.

-No señor, el helicóptero.

Ante esa respuesta, John giró su rostro hacia la explanada del lugar, encontrándose con que un helicóptero acababa de aterrizar allí.

Mientras, en el 221-B de Baker Street, el hombre que había entrado al cuarto del Detective Asesor, acababa de dejar la ropa que le había cogido encima de la mesa, a lo que Sherlock levantó una ceja, algo molesto. Cora ya había salido de su cuarto, ataviada con una ropa más casual y cómoda, pues su traje habitual estaba en la colada.

-Por favor señor Holmes, en el lugar al que va querrá estar vestido... -dijo el hombre que había cerrado el portátil.

Sherlock se giró hacia el hombre y comenzó a deducir en su mente:

-(Traje: 700£, desarmado, manicura reciente, oficinista, diestro, trabaja en interior, un perro pequeño, dos perros pequeños,... tres perros pequeños). -Sherlock sonrió al acabar de deducir al hombre que estaba frente a él. -Ya sé exactamente a dónde voy.


A los pocos minutos, el helicóptero que había recogido a John aterrizó en un suntuoso y magnifico lugar: el Palacio de Buckingham. Una vez dentro, John caminó por varios pasillos hasta entrar a un recibidor en el que encontró dos sofás y una mesita pequeña. Dentro de la sala se sorprendió al ver a Cora, sentada a la derecha de Sherlock, y a éste en una sábana, sus ropas dobladas encima dela mesita del lugar, dejando claro que no había querido vestirse. John hizo un leve gesto con las manos, dejando claro que no sabía la razón por la cual los habían llevado allí, y Sherlock correspondió el gesto levantando los hombros, indicando que él tampoco lo sabía. Tras unos segundos de duda, John avanzó hacia el centro de la sala y se sentó a la derecha de la pelirroja, quedando ésta entre los dos hombres. Watson miró a Cora, quien estaba evitando a toda costa mirar a Sherlock, su cara roja como un tomate. Éste último gesto de ella, junto con su rojez hizo que John mirara por un instante a Sherlock, para después preguntarle:

-¿Llevas pantalones?

-No. -respondió Sherlock con rapidez y simpleza.

-Vale... -dijo John. Después de haber intercambiado esas leves y breves palabras, los dos hombres se miraron y comenzaron a reírse de forma casi irónica, contagiando a la pelirroja en el proceso.

-El Palacio de Buckingham, si... -comentó la pelirroja entre risas.

-Me está costando resistirme al impulso de robar un cenicero. -comentó John, haciendo que los tres estallen de nuevo en una carcajada -. ¿Qué hacemos aquí? -preguntó John -. Sherlock, en serio, ¿qué?

-Yo qué sé. -respondió el joven sociópata con indiferencia, aún intentando contener su risa.

-¿Venimos a ver a la Reina? -preguntó la pelirroja, mirando el rostro del joven a su izquierda.

-Oh... -dijo Sherlock, desviando su mirada a la entrada izquierda del salón, por dónde acababa de aparecer Mycroft -. Por lo visto sí. -añadió, haciendo reír a John en el proceso. Cora mantenía su rostro estoico, pues si Mycroft estaba allí, el asunto debía de ser muy grave, aunque le estaba costando resistir el impulso de echarse a reír.

-¿Por una vez podéis comportaros como adultos? -preguntó Mycroft, entrando en la estancia.

-Resolvemos delitos. Yo lo escribo en un blog y el no lleva pantalones, no me haría ilusiones. -replicó John, observando a Mycroft.

-Al menos, uno de los presentes en la sala sabe cómo tratar los asuntos importantes... -comentó Mycroft, observando a la pelirroja y extendiéndole la mano -. Agradezco que al menos, tu te comportes como una dama, Cora. -añadió con una sonrisa, habiéndose levantado la pelirroja para estrecharle la mano.

-Oh, es... un placer volver a verte Mycroft. -respondió la joven, estrechándole la mano de forma breve, no queriendo prolongar más ese momento.

-Estábamos en mitad de un caso Mycroft. -comentó Sherlock con un tono algo molesto, observando cómo la joven volvía a sentarse a su lado.

-¿Cual? ¿"El Senderista y el Petardazo"? -preguntó Mycroft de forma irónica -. He ojeado el informe policial. Bastante evidente, ¿no?

-Transparente. -respondió Sherlock con rapidez.

-Era sencillo. -replicó la pelirroja.

Mycroft se quedó algo cortado por la salida de Cora, pero lo dejó pasar, puesto que ya había experimentado lo que la joven era capaz de deducir.

-Pues a otra cosa. -comentó Mycroft con una voz algo más suave hacia la joven. Tras unos segundos y tras carraspear, el mayor de los Holmes cogió la ropa y el calzado de su hermano en sus manos -. Estamos en el Palacio de Buckingham, en el corazón de la nación Británica. -dijo con una voz algo más solemne -. Sherlock Holmes, ponte los pantalones.

-¿Para qué?

-Para tu cliente. -respondió Mycroft con firmeza en su voz.

-¿Y mi cliente es...? -preguntó el Detective Asesor, levantándose del sofá junto a la pelirroja y John.

-Ilustre, en sumo grado. -respondió otro hombre trajeado que acababa de entraren la estancia -. Y a de permanecer, informo, en el anonimato. -añadió el hombre, posando su vista en la pelirroja y observándola de pies a cabeza. Ante este gesto, Sherlock se colocó de forma leve frente a Cora, como si quisiera evitar que la escudriñara como si fuera un apetitoso filete -. Mycroft... -dijo el hombre, posando su vista en el hermano de Sherlock.

-Harry. -dijo Mycroft tras dejar de nuevo la ropa de Sherlock en la mesa y dirigirse al hombre para estrecharle la mano -. Pido disculpas por el estado de mi hermano pequeño...

-Ocupación a tiempo completo, imagino. -comentó Harry, con cierto tono de condescendencia observando a los dos hombres -. Y este debe de ser el Doctor Watson, antes en el quinto regimiento de fusileros de Northumberland. -añadió, mirando a John.

-¡Hola! Si. -contestó John, estrechándole la mano de forma efusiva.

-Mi jefa es una gran fan de su blog. -comentó Harry, haciendo que John abra la boca por la sorpresa, y por lo que esas palabras implicaban.

-¿¡Su jefa...!? -exclamó algo nervioso y emocionado, a la vez que algo incrédulo.

-Disfrutó mucho del de la "Muleta de Aluminio". -comentó Harry con una sonrisa.

-Gracias... -dijo John, para después girarse a Sherlock y carraspear, dejando claro que tenía razón y su blog era muy importante para su negocio de detective privado.

-La joven que ahora siempre acompaña al señor Holmes y al Doctor Watson... -comentó Harry, acercándose a la pelirroja, quien estaba junto a Sherlock -. Me han dicho que sus habilidades deductivas son impresionantes. He oído además que su perfil de estudios es muy completo, abarcando el armamento avanzado, y la psicología entre otras cosas, aunque parece que últimamente ha estado usted mucho en el hospital. -añadió, haciendo que Cora trate de evitar su mirada, pues se siente incómoda ante esa especie de interrogatorio unidireccional -. Lo último que he oído es que ha estado buscando empleo como profesora de Primaria... ¿es eso cierto?

Ante esa pregunta, Sherlock alzó una ceja, incrédulo ante lo que estaba escuchando: ¿¡Cómo podía Cora desperdiciar sus habilidades con mocosos de tres al cuarto!? Iba a tener otra charla con ella más tarde, además de la pendiente que tenían a cuenta de la RCP.

-Eso... es cierto. Somos tres personas en un único piso, y debo contribuir a pagar el alquiler de alguna manera... -respondió la pelirroja algo avergonzada.

-Oh, en ese caso, tome. -dijo Harry, extendiéndole una tarjeta -. Es un colegio en el que van aquellos niños que no pueden acceder a una educación mas asequible por sus ingresos. La paga es buena, puesto que el estado financia esa escuela. Espero que le sirva.

-Oh, muchas gracias señor. -dijo la joven, inclinándose de forma leve, haciendo una reverencia respetuosa al estilo oriental.

-Me temo que aún no sé su nombre...

-Oh, discúlpeme, mi nombre es Cora Izumi. Un placer. -contestó la pelirroja con una leve sonrisa, a pesar de que aún estaba incómoda bajo la mirada de ese hombre. Sherlock hizo una leve mueca de desagrado, pues el interrogatorio de Harry lo estaba poniendo de mal humor, además de que parecía tomarse muchas libertades con la joven.

-Y el más joven de los Holmes... -dijo Harry, su rostro tornándose más serio a medida que avanzaba de forma leve hacia Sherlock -. En las fotos parece más alto...

-Gracias a un buen abrigo, a un amigo menudo y a una compañera excelente. -respondió Sherlock con mala gana, dejando claro que no le gustaba ese hombre, y mucho menos el estar en presencia de su hermano, siendo humillado de esa manera -. Mycroft, no trato con clientes anónimos. Acepto el misterio en uno de los extremos de mis casos, en los dos es demasiado trabajo, buenos días. -añadió el sociópata mientras caminaba hacia la salida derecha del cuarto, determinado a irse de allí. Mycroft inhaló antes de pisar la sábana de Sherlock, que iba arrastrándose por el suelo, haciendo que ésta se caiga, dejando su pecho al descubierto, y que Sherlock tenga que sujetársela a la altura de la cintura. Al ver de esa guisa a Sherlock, Cora se sonrojó al instante, cosa que no pasó desapercibida para Mycroft.

-Es un asunto de relevancia nacional, ¡Madura! -dijo Mycroft, tras dejar de observar a la pelirroja.

-¡Suéltame la sábana! -exclamó Sherlock, furioso y asqueado con su hermano mayor.

-¿O qué?

-Me iré sin ella. -sentenció Sherlock, dejando claro que pensaba hacerlo.

-Te dejaré... -respondió Mycroft con una voz suave, pero cargada de amenazas.

-Chicos, por favor, aquí no... -dijo John, intercediendo entre ambos hermanos.

-¿¡Quien... es... mi... cliente!?

-Hecha un vistazo a tu alrededor y deduce, ¡vas a ser contratado por la persona más distinguida del país! ¡Por Dios! -exclamó Mycroft -. ¡Vístete! -ordenó con voz autoritaria.

Cora se adelantó unos pocos pasos y se colocó junto a Sherlock, tratando de no fijar su mirada en el torso fornido y firme de su compañero de piso. Posó su mano izquierda en el hombro derecho del sociópata, y éste se tensó ligeramente por el contacto físico de la mera piel de la pelirroja en la suya.

-Sherlock, por favor... Quizás deberías escucharlo, al menos por esta vez. -dijo la pelirroja casi en un susurro -. Por favor, vístete. -le imploró con una voz muy suave, sus ojos rojos mirando los suyos.


Sherlock suspiró y se fue a otro lugar para cambiarse de ropa. Cora sonrió y volvió sobre sus pasos para sentarse en el sofá junto a John. Mycroft había observado el pequeño intercambio de miradas entre su hermano y la pelirroja, a lo que suspiró de forma leve.

-Veo... que tienes muy domesticado a mi hermano. -comentó Mycroft con un tono casi indescifrable.

-¿Eh? Yo... No es así en absoluto. -respondió la joven, notando que la mirada del mayor de los Holmes no era muy amigable.

-¿Ah, no? -preguntó Mycroft, incrédulo ante esa respuesta -. No me daba esa impresión, teniendo en cuenta vuestras miradas...

-¿Miradas? No tengo ni idea de lo que hablas Mycroft. -dijo la pelirroja, comenzando a ponerse nerviosa, a la vez que bloqueaba su mente de las deducciones -. Somos compañeros de piso, es normal que nos llevemos bien.

-Tus ojos no dejan de seguir a mi hermano. -dijo Mycroft acercándose a ella de forma amenazante -. ¿Qué tipo de sentimientos albergas por él?

-Mycroft, deja de hostigarla de esa manera. -dijo Sherlock, entrando en la estancia, ya vestido. Tras unos segundos de silencio incómodo, Sherlock se sentó de nuevo en el sofá, a la izquierda de la pelirroja. A los pocos minutos, Mycroft empezó a servirles un té, para platicar acerca del caso.

-Parezco la madre... -comentó el mayor de los Holmes.

-He ahí toda una infancia resumida. -comentó Sherlock, aún molesto por la aparente hostilidad hacia su amiga.

-Mi jefa... tiene un problema. -comentó Harry.

-Ha salido a la luz un asunto de naturaleza delicada, y potencialmente delictiva. -les informó Mycroft -. Y en estos momentos de necesidad... Querido hermano, ha surgido tu nombre.

-¿Por qué? Tenéis una fuerza policial aceptable, incluso un Servicio Secreto, ¿por qué acudir a mi? -preguntó Sherlock, expresando su deseo de que se le diera más información.

-La gente acude a usted en busca de ayuda, ¿no, señor Holmes?

-Hasta la fecha nadie que tenga una armada. -replicó Holmes algo molesto.

-Esta es una cuestión de seguridad, y por tanto, confianza. -dijo Mycroft.

-¿No confían en su Servicio Secreto? -preguntó Cora, sin siquiera tomar un sorbo del té, escudriñando a los dos hombres con sus ojos carmesí, sonriendo de forma leve al comprobar que su mirada los atemorizaba.

-Naturalmente que no. -replicó Mycroft mirando a la pelirroja a los ojos -. Espían a la gente por dinero.

Ante esa respuesta, Cora sonrió de nuevo: Mycroft era sin duda, un hombre muy precavido.

-Creo que tenemos una agenda, ¿no? -dijo Harry, posando su mirada en Mycroft.

-Si, por supuesto. -dijo Mycroft, sacando una maleta con fotos dentro -. ¿Qué sabes de ésta mujer? -preguntó, dándole una foto a Sherlock. En ella podía apreciarse a una bella mujer, una mujer joven, con tez sonrosada, cabellos negros como el azabache, ojos verdes como las olivas y labios rojos como el carmín.

-Nada en absoluto. -replicó Sherlock, totalmente perdido.

-Pues deberías prestar más atención. -reprendió Mycroft a su hermano pequeño.

-Ha estado en el centro de dos escándalos políticos en el último año, y recientemente puso fin a su matrimonio con un destacado novelista. -dijo Mycroft, informando a su hermano -. Al serle infiel con ambos protagonistas, por separado.

-Sabes que no me interesan las trivialidades. -replicó Sherlock con un tono cortante -. ¿Quien es?

-Irene Adler. -dijo Cora de forma rápida, ganándose las miradas de los hombres de la sala -. En su ámbito profesional se la conoce como "La Mujer".

-¿Profesional? -preguntó John, algo interesado.

-Hay muchos nombres para lo que ella hace, aunque ella prefiere "Dominatrix". -contestó la pelirroja, adelantándose a Mycroft, quien la miró desconcertado.

-"Dominatrix"... -dijo Sherlock.

-No te alarmes, tiene que ver con el sexo. -le explicó su hermano mayor.

-El sexo no me alarma. -replicó Sherlock.

-Qué sabrás tu... -replicó Mycroft tras sonreír -. Proporciona, digamos, "castigos recreativos" a quienes disfrutan de ese tipo de cosas, y están dispuestos a pagar por ello. -añadió Mycroft, explicando la naturaleza del trabajo de la señorita Adler -. Son todas de su pagina web. -comentó, dándoles más fotos a Sherlock y Cora. Ambos comenzaron a ver las fotografías, y aunque Cora no parecía demasiado contenta con este caso, se limitó a deducir:

-¿La señorita Adler tiene unas fotografías comprometedoras de... cierta joven mujer? -preguntó la pelirroja sin escrúpulos, haciendo que los rostros de Harry y Mycroft palidezcan repentinamente.

-¿Cómo ha...? -preguntó Harry, notablemente impresionado por sus deducciones.

-Era demasiado obvio. Y ella es muy fácil de deducir. -replicó Cora con algo de seriedad, ganándose unas miradas extrañas por parte de los dos Holmes -. (¿Ellos no pueden deducir nada acerca de ella, ni con las fotos? Extraño...) -pensó la pelirroja.

-¿Cuantas fotografías? -preguntó Sherlock, mirando a su hermano.

-Un número considerable, por lo visto. -replicó Mycroft.

-Y supongo que la señorita Adler y esa joven aparecen juntas en las fotos, y en varios escenarios comprometedores... -dijo Sherlock.

-Exacto. De lo más variopinto, nos han asegurado. -replicó Mycroft.

-John, a lo mejor quieres dejar esa taza en el plato... -comentó Sherlock con una voz seria, puesto que Watson llevaba ya unos cuantos minutos con la boca abierta de par en par, y con la taza en la mano.

-¿Puede ayudarnos, señor Holmes? -preguntó Harry.

-¿Cómo? -preguntó el Detective Asesor.

-¿Aceptará el caso? -preguntó Harry.

-¿Qué caso? Paguenle, ya, y lo que pida. -replicó Sherlock con un tono de voz algo molesto -. Como comenta la señorita Adler en su página, ella sabe "cuando estás perdido". -añadió Sherlock, procediendo a levantarse de allí, pero antes de que pudiera hacerlo, Mycroft dijo algo que lo hizo quedarse donde estaba.

-No quiere nada. Se puso en contacto, y nos informó acerca de la existencia de las fotografías. Indicó que no tenía la intención de utilizarlas para chantajearnos por... dinero o favores.

-Oh... ¡demuestra su fuerza! -comentó Sherlock, algo asombrado por esa joven -. ¡Contra la familia más poderosa de Gran Bretaña... eso sí es una Dominatrix! -exclamó, casi con euforia -. Uh... esto se pone divertido, ¿verdad?

-Sherlock... -dijo la pelirroja, suavizando su tono, y llamando su atención.

-¿Dónde está? -preguntó el Detective Asesor.

-En Londres actualmente, se aloja en...

-Mandame los detalles, contactaré contigo al final del día. -dijo Sherlock, levantándose y cogiendo su abrigo para marcharse de allí, a la vez que interrumpía a su hermano.

-¿Cree que ya tendrá novedades? -preguntó Harry con algo de inseguridad y ironía.

-Creo que tendré las fotografías.

-Solo cabe esperar que sea tan bueno como se cree. -replicó Harry con algo de odio -. Hemos logrado mantener a mucha gente al margen de ésto, señor Holmes...

-No soy la Commonwealth. -replicó Sherlock, antes de coger la mano de la pelirroja y marcharse de allí a paso vivo.

-Y eso le molesta mucho. -dijo John -. Encantado. -añadió, antes de seguir a ambos compañeros.

-¡Hasta luego! -dijo Sherlock antes de salir del lugar.



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