Un hermano a ser
Damian se encontraba sentado en la cornisa de un edificio, mientras susurraba la letra de una melodía, una que siempre creyó que había sido escrita para describir a su persona.
Dejo sonar el inicio de la canción a trabes de sus cascos blancos mientras dejaba escapar un suspiro, formando con el una pequeña nube de vaho debido al frío de esa noche.
Al correr de las primeras letras, el de ojos jade decidió acompañar el sonar de la música con su propia voz.
- Sé que piensan sin hablar
Que estorbo más que ayudar
Y que soy solo un problema
Y que por mi forma de ser
Solo logro entorpecer
Sus anhelos y sus metas.
Su voz resonó en el silencioso mutismo en el que se encontraba Gotham, era suave y acompasada, calmante, intentando brindar consuelo a su propia alma agitada.
¿Porque, quien más lo haría por él?.
Si, nadie.
Era hora de aceptarlo, solo podía contar consigo mismo y nadie más.
No podía dejarse caer de esta manera, porque una vez en el suelo, nadie se detendría para brindarle ayuda.
Aunque hasta hoy en la mañana, realmente creyó que podía contar con Grayson.
Pero después de hoy, bueno, solo se remarcó un hecho del cual el menor de los Wayne ya era consciente desde muy temprana edad.
En este mundo, estaba completamente solo.
Ya era hora de aceptarlo, era un monstruo, y no había forma alguna de que alguien lo viera de forma diferente.
No importaba cuanto intentara cambiar, la sangre derramada nunca abandonaría sus manos, siempre seria visto como un asesino, un arma, y siempre seria el culpable de todo mal que le rodeara.
- Soy un conflicto, parece ser el veredicto
Y que a complicar las situaciones soy adicto
Una carga que pesa y ese peso hay que sufrir
No me lo dicen pero me lo hacen sentir
La letra de la canción se deslizó una vez más por sus pálidos labios, esta vez un poco más bajo que la primera estrofa, la letra de esa canción contaba más de una verdad, y realmente le dolía admitirlo en voz alta, que a pesar de sus esfuerzos y anhelos, nunca llegaría a ser parte de la familia de su padre.
Pero esta bien, eso es algo que supo desde el principio.
Ya había escuchado historias de la persona que era su padre desde pequeño, y siempre supo que él, su pasado, ese lado suyo que siempre le pertenecerá enteramente a los Al Guls, nunca encajaría en la moral e ideal de mundo de su padre.
Siempre lo supo, por lo tanto, desde el principio ya estaba preparado para su rechazo.
Pero Grayson, Grayson era diferente.
Su predecesor se había ganado, a base de sudor y sangre su total admiración.
Damian comenzó a creer en sus palabras, debido a que las acciones del mayor jamás desmentían alguna de estas.
Damian confiaba su vida en Grayson, pensando que este, nunca, nunca le dejaría caer.
Que equivocado había estado.
- Soy la mosca en su sopa, soy la polilla en su ropa
El viento que nunca les sopla en la popa
Soy la cicatriz que avergüenza y hace esconder sus caras
Soy sus secretos publicados en primera plana
La noche era lúgubre como ya era costumbre en Gotham, la brisa fría de la noche golpea contra su menudo y pequeño cuerpo, agitando su melena azabache, mientras balancea sus pies en el vacío al ritmo de la música.
Ese era su lugar favorito en el mundo, allí, sentado en la barandilla de aquella azotea, la del edificio más alto de la ciudad oscura.
Desde allí, se podía ver por completo todo el horizonte de lo que esta podía ofrecer, y los primeros rayos del amanecer, parecían tragarse por completo a la ciudad maldita, y con ello, engullendo todo el caos que esa, en sus pútridas calles poseía.
Ese era su lugar favorito en el mundo, porque allí, en los tejados de Wayne Entrepice, con la privacidad que ofrecían las alturas, Damian era libre de ser él mismo, de dar rienda suelta a su sentir por tanto tiempo reprimido, y de confesarle a la luna, con las estrellas como su confidente, y la soledad prometiendo para siempre mantener lo allí ocurrido en secreto, dejar a la vista su dolor más profundo, junto a todos aquellos anhelos infantiles que en vida llego a tener.
Damian deslizó su mano a trabes de su ropa, haciendo emerger de uno de los bolsillos internos de su sudadera roja, un librillo infantil que parecía haber visto mejores días.
Damian observo la desgastada cubierta con infinito cariño, y deslizándola hacía atrás, comenzó a pasar con suavidad sus pequeños y finos dedos por las viejas páginas, plagadas de letras ya borrosas y sin forma.
Pero esta bien, Damian ya se sabia de memoria lo que se ponía allí escrito.
Damian amaba ese libro, porque aunque no sabia quien era aquel de quien lo había recibido, se sabia alguien especial para aquella persona, quien arriesgo su vida para colarse hace ya tanto tiempo, en sus aposentos de la Liga, y dejar allí, aquel librillo desgastado, el cual era el único regalo que el pequeño azabache había recibido, a lo largo de sus once años de vida.
Y aunque estaba viejo y maltratado por el paso de los años, Damian lo amaba tanto como el primer día que lo recibió.
Porque le recordaba, que allí fuera, en alguna parte de este mundo, aún había alguien a quien le importaba.
Okey, si, Damian era consciente de que probablemente solo se estuviera engañando a si mismo, y la llegada de ese libro a sus pequeñas mano, solo fue un accidente.
Porque en el fondo, Damian lo sabia, era consciente del hecho de que una promesa escrita en un viejo pedazo de papel, a estas alturas y después de tantos años, era imposible que realmente aquella persona siguiera allí afuera, tratando de cumplirla.
Pero al menos en su lugar seguro, en aquel que se había convertido en el refugio de su corazón maltrecho, le gustaba fingir que no era así, y que el mensaje allí escrito, estaba dedicado para él y solo para él.
Eran los anhelos de un niño, lo sabia, pero.
¿A que más podría aferrarse?.
Ya había perdido la esperanza en todo lo demás, lo único que le quedaba, eran aquellas viejas palabras desgastadas de un promesa vacía, escrita en un viejo pedazo de papel, que probablemente, ni siquiera eran para él.
Con un suspiro, se permite a si mismo deja caer unas cuantas lágrimas, las cuales hacen su recorrido por sus heladas mejillas, y se pierden en el oleaje arrugado de su sudadera roja, provocando que sus jades ojos brillen, luciendo como dos luceros en medio de las penumbras de la noche.
- Y el día que tenga que irme lejos
Y pase a estar solamente en sueños
Podrá servir o no de consuelo
Que al menos seré un problema menos
Un problema menos, un problema menos
Lágrimas derramadas al recordar el motivo de encontrarse en ese lugar, igual que tantas veces lo hizo antes, desahogando toda tristeza, ira y frustración, al verse una vez más siendo el blanco de desconfianza de su padre.
No le dolería tanto si fuera lo de siempre, si solo estuviera siendo culpado por algo que no hizo.
Pero esta vez no es igual, ya que, en esta ocasión, incluso la única persona que siempre confió en él, lo miro con esa mirada, que Bruce siempre usa para verle a él.
Porque hoy incluso Grayson, le vio como si fuera un asesino.
- Soy el obstáculo a salvar
La excusa que suelen usar
Para ocultar sus decepciones
Soy lo que intentan esconder
El espejo en que no quieren ver
Todas sus frustraciones
Puedo olfatearles el miedo ante mis desacatos
Hace rato sé que soy la piedra en sus zapatos
Y me alegato parece algo extraño
Nos hace daño quien nos quiere y no quien quiere hacernos daño
La letra de la canción siguió resbalando de sus labios, esta vez entremezclada con algunos sollozos, su voz comenzaba a ponerse ronca, su cantar se entrecortaba.
- Ven mis defectos con microscopio
Ven el pelo en ojo ajeno y no el ladrillo en el propio
Y si les molesta aguantar mi presencia
Entonces si no brillo yo, brillará mi ausencia
¿Es que acaso eso es todo lo que se necesitaba?.
¿Solo un mal escenario y su parecencia, para que automáticamente él tuviera la culpa?.
A veces se pregunta.
¿Que más debe hacer, para demostrar que ha cambiado?.
Para empezar, no es como si él hubiese deseado alguna vez convertirse en un asesino, él no tiene la culpa de haber nacido donde lo hizo, y aun así, naces en sangre, mueres en sangre, una vez asesino, morirás siendo un asesino.
- Y el día que tenga que irme lejos
Y pase a estar solamente en sueños
Podrá servir o no de consuelo
Que al menos seré un problema menos
Un problema menos, un problema menos
Y el día que tenga que irme lejos
Y pase a estar solamente en sueños
Podrá servir o no de consuelo
Que al menos seré un problema menos
Un problema menos, un problema menos
Damian limpio sus lágrimas con el dorso de su mano y mientras susurraba la última estrofa de la canción, salto del edificio.
Era hora de volver a la mansión, sino, quien sabe de que cosas lo acusarían esta vez debido a su ausencia.
.
.
.
Y quizás, si Damian no hubiese estado tan perdido en su dolor, si no se hubiese encontrado en el que consideraba su lugar más seguro en el mundo, y sus cascos con tal volumen, hubiese notado el humo de cigarrillos que emanaba desde las sombras, o el silencioso par de ojos esmeraldas que habían estado velando por su seguridad durante horas esa noche.
Tal vez, si Damian hubiese volteado a ver, solo un segundo hacia atrás, podría haber visto como el Red Hood, apagaba su cigarrillo en la barandilla que el mismo se encontraba ocupando minutos atrás, se volvía a colocar su casco rojo, y emprendía su marcha, alzándose en vuelo en la fría noche de la ciudad maldita, para vigilar que su camino a casa fuera seguro.
Porque a pesar de lo que el menor pensara, Dick Grayson no era su único hermano mayor, ni tampoco el primero.
Porque Jason Tood venia velando por su seguridad desde sus días como discípulo de Talia.
Porque desde el comienzo, el hijo de Batman se había ganado un lugar especial, en un corazón, que el resurrecto había dado por perdido hace mucho en manos de la muerte.
Porque aquel pequeño de cuatro años y mirada apagada, que vagaba como alma en pena los muros de aquella fortaleza perdida en las montañas, despertaba en Jason un deseo de protección que no esperaba volver a sentir en esta vida.
Porque el adolescente que alguna vez fue se podía ver a si mismo hace tanto tiempo atrás, reflejado en esos ojos jades de mirar desolado, apagados de felicidad, pero con el brillo de la esperanza en su máximo apogeo.
Podía verse reflejado, en las acciones de aquel chico en busca de aceptación, podía notar en su actuar el anhelo escondido de un hogar.
Y sin darse cuenta, a través de las murallas de aquel viejo complejo que era la Liga de las Sombras, Jason comenzó a seguir al pequeño Al Gul a través de su día a día, notando así, el infierno de vida al cual estaba condenado aquel niño.
Con solo cuatro años, no tenia ni tiempo para respirar, con una vida ya planeada por otros y un destino pisándole los talones.
Pero a pesar de todo, aquel niño estaba luchando con fiereza contra este, buscando cada milagroso segundo que Talia le dejase respirar para encontrar una manera de hallar una salida de aquel infierno.
Jason comenzó a verle más y más cada día, lo que le permitía notar aspectos del niño que nadie más parecía conocer, y con cada nuevo hallazgo, más se convencía Jason de que la Liga de las Sombras, no era el lugar para aquel chiquillo.
A pesar de lo inculcado por su tutora, Damian poseía un alma pura y cálida, gastando sus preciados momentos de libertad en ayudar a las pobres almas desdichadas, que tenían la mala suerte de toparse con aquel lugar, cuidando de animales que de alguna forma terminaron perdidos en el complejo, devolviéndoles su libertad, o curándoles cuando estos estaban heridos, cediendo su comida a aquellos más débiles, que no lograron ganársela ese día, y realizando toda aquella pequeña acción que su limitada libertad le permitiera llevar a cabo.
Damian era un niño tan bueno, no se merecía tal castigo de vida,
y fue en el preciso momento que Jason vio por primer vez a Damian Sonreír, una mueca que distaba mucho de una verdadera sonrisa, pero de nuevo, no es como si el chico tuviera demasiadas razones para tal gesto, que se dio cuenta, que había perdido la batalla, en una guerra de la que no se sabia partícipe.
Porque el pequeño Al Gul, se había metido sin siquiera saberlo, en lo más profundo del corazón del ex Robin.
Y desde ese día, el resurrecto se auto designó, la misión más importante de su vida.
Salvar la de ese niño.
Y de esa forma todo comenzó, Jason empezó a velar por la seguridad del pequeño heredero, bajo el desconocimiento de quien no se sabia observado, y comenzó a buscar la forma de aminorar su día, de hacerlo un poco más llevadero.
Todo comenzó con ese viejo libro, que Jason sabe muy bien, que Damian conserva y atesora hasta el día de hoy, "El Príncipito", esa cosa vieja que Jason logro colar entre las pocas pertenencias que Talia le permitió conservar de su antigua vida.
Ni siquiera recuerda de donde lo obtuvo, solo sabe que le gustaba un monto, y cuando niño, había sido una de las pocas cosas, fuera de lo utilizado en el día a día, que se le permitió poseer, estaba viejo y desgastado, ya de por si no había llegado en las mejores condiciones a las manos de Jason, y ahora, después de tantos años y tanto releerse, el pobre había perdido toda su gloria original, pero Jason sabia que el niño lo iba a adorar, el adolescente ya había notado a través de su vigilia, el gusto por la lectura del menor, pero el problema radicaba en la inexistencia de alguno para el gusto de un niño.
Todo comenzó con un Jason Todd colándose en la habitación del pequeño Damian, y dejando sobre su cama el maltrecho libro como un obsequio.
Todo comenzó cuando el pequeño niño ingreso a su recamara, encontrando de inmediato tal objeto, uno que disociaba mucho con los grises y blancos de su monocroma y vacía habitación.
Todo comenzó con la sonrisa que el menor le dedico a su espectador desconocido, cuando descubrió el contenido allí escrito.
Y así, su historia dio comienzo, con aquella pequeña mueca de un niño roto, ese viejo libro maltratado, y la promesa en tinta de Jason.
Y luego Jason se encontró así mismo anhelando esa sonrisa, que hacía que su alma se sintiera cálida, en paz, ese gesto que le hacía sentir, por primera vez, desde que regreso, que al fin volvía a casa.
Asiendo lo posible para que aquel niño pudiera sentir lo mismo, una cosa le siguió a la otra, y luego otra, y otra, y otra más.
Y fue así, como Jason se auto asigno la misión de hacer sonreír a aquel chico.
Comenzando a pasar interminables horas recorriendo los infinitos pasillos de la enorme biblioteca de aquel viejo lugar, solo para poder encontrar aquellos libro de lectura un poco más apropiada para la edad del más pequeño, cabe destacar, que estos eran escasos, por no decir inexistentes.
Sin embargo Jason lo intentaba de todos modos, y los pocos que encontraba, aunque no fueran lo que deseaba para la lectura del pequeño niño, eran entretenidos, y una distracción bienvenida por el menor.
Los libros que Jason deseara hacer llegar al menor, eran dejados a la vista y alcance del más joven, donde siempre eran encontrados por su destinatario, pero ocultos de la vista de aquellos que pudieran negarle al niño, dicha distracción.
Otras veces, cuando Jason podía notar al menor agobiado e intranquilo, el resurrecto le guiaría con pequeños sonidos sospechosos y señales que solo el menor pudiera percibir, lo haría seguirlo hasta algún lugar recóndito del basto complejo y allí le dejaría, oculto de todo aquello que Talia le quisiese obligar a hacer, aunque sea por unas horas le permitiría al pequeño niño Al Gul serenar su mente y juntar fuerzas para lo que le esperara a continuación, mientras Jason vigilaba que nadie perturbara dicho momento de paz.
Metiéndose con sigilo en la arcaica cocina del complejo, y pasando horas confeccionando comidas de lugares lejanos, para poder darle a conocer a su chico, algo mejor que la comida enlatada, las barras de proteínas, o la carne disecada, para que su niño pudiera probar la dulzura de aquello que se le negaba en aquel lugar, para darle a Damian una probada de infancia.
Los platillos eran dejados con sumo cuidado y discreción en el escritorio del niño, junto con todo aquello, que Jason desease hacerle llegar al más pequeño.
Pero luego Jason se fue dando cuenta, de que no podía satisfacer las necesidades de un niño, solo con lo que la Liga tenia para ofrecerle, por lo que poco tiempo después de haber iniciado con su pequeña travesía, Jason comenzó a desviarse de su camino durante las misiones en el exterior de los muros de la fortaleza, para poder conseguirle a su pequeño príncipe, cosas que, solo por ser un niño, Damian merecía por derecho.
Primero fueron mejores ingredientes para sus comidas, ya que Jason se había auto impuesto la tarea de prepararle al niño Al Gul sus desayunos, almuerzos y cenas, ya que no creía que la comida que Talia le proporcionaba a su chico fuera suficiente o adecuada para un niño en crecimiento, y la mayoría de las veces, Talia simplemente le dejaba pasar hambre durante semanas enteras, solo como un castigo, o según ella, como parte de su abominable entrenamiento, y el resurrecto no podía soportar ver a ese pequeño ser mendigar con cada movimiento de su pequeño cuerpo, algo de comer, Jason sabia lo que el hambre podía hacerle a una persona, y definitivamente, no quería que su pequeño tuviera que seguir pasando por eso.
Es por eso que el ex Robin arriesgaba su pellejo todos los días, para conseguirle a su niño lo más cercano que pudiera a una buena comida que la situación le permitiera.
Luego a la lista de cosas a conseguir, se le unió la ropa apropiada para los cambios de climas del desierto, ya que la heredera del demonio, solía decirle a su vástago que debía acostumbrarse a toda clase de clima si quería sobrevivir en un futuro, Jason no estaba de acuerdo con las palabras dichas por la mujer, por lo que en sus misiones en solitario el adolescente comenzó a adquirir ropas más abrigadas o más livianas para el niño, si bien estas no las podría usar fuera de las paredes de su pequeña habitación, al menos allí, en su espacio personal, a Jason le gustaba darle al menor toda la libertad que le fuera posible en su condición.
Y aunque no podía evitarle a su pequeño el uso de esos incómodos uniformes fuera de ese refugio en el que Jason había transformado su habitación, al menos el resurrecto se esforzaría por hacer de dicho lugar el más cómodo y seguro para su pequeño.
Los vendajes, ungüentos y mantas extras pronto también se hicieron una necesidad, cuando Talia comenzó a decidir encerrar a Damian en los calabozos del lugar y torturarlo como castigo por desobedecerla, el pequeño solía frecuentar mucho aquel asqueante lugar, ya que la inocencia del pequeño niño, no le permitía acatar las atrocidades que la mujer esperaba que él fuera capaz de realizar.
En esos malos días, los cuales sinceramente a decir verdad, eran más recurrente que los buenos, Jason se colaría en las mazmorras del lugar, con sumo cuidado atendería las heridas del más pequeño, las desinfectaría y le brindaría los más discretos vendajes que le fueran posible, y luego con las mantas extras acurrucaría al niño en su regazo, el niño inconsciente en sus brazos nunca se hizo consciente de tal hecho, ya que el pequeño la mayoría de las veces se encontraba más cerca de estar muerto que vivo, esto destrozaba el corazón de Jason, quien en esas frías noches siempre le acompañaría, velando su sueño hasta el amanecer, escapando del lugar momentos antes de la llegada de Talia, y llevándose consigo todo rastro de su parecencia durante esa noche.
El adolescente era consciente que la llegada de la mujer solo significaba un nuevo castigo para el niño, y a Jason nunca le gusto dejar en tal lugar a su pequeño, pero era necesario si quería ser capaz de seguir protegiendo al pequeño Al Gul, como hasta ahora se venía esforzando por hacer.
Luego, con el pasar de los meses, el ex Robin pudo notar el hecho de que a Damian le gustaba mucho dibujar, el niño tenia talento, sus pequeñas manos a pesar de tan joven edad, ya eran las de un artista.
Pero Jason también era consciente que para Damian, esos no solo eran simples garabatos, esos finos trazos sobre papel maltratado que encontraba votado por ahí, eran sus palabras mudas, eran de ese niño, su forma de expresar su sentir y anhelo.
Y así, los materiales de arte se volvieron otro ítem en la lista de "compras" del resurrecto.
Estos a diferencia de todo lo demás, siempre eran dejados en lugares desolados y perdidos en alguna parte de esos interminables muros, que mantenían apresado e ignorante del resto del mundo a ese pequeño niño.
A Jason le gustaba mostrarle estos lugares a Damian, brindarle al niño otra clase de refugio seguro, uno donde el niño pudiera respirar aire puro y disfrutar del sol, sin temor a que Talia le reprendiera por ello, un lugar donde pudiera dedicarse a sus dibujos y dejar volar su imaginación, donde se pudiera permitir a si mismo un momento de tranquilidad y sosiego tan anhelado, donde pudiera encontrar escape de Talia, y todo aquello que significaba la presencia de la mujer.
Mientras tanto, Jason montaría guardia, o mantendría a Talia ocupada en su propio entrenamiento.
Y cuando el resurrecto podía notar que el pequeño Al Gul, ya no podía más con su propio cansancio, que cada fibra de su cuerpo le gritaba que se detuviera, entonces el ex Robin crearía disturbios en alguna otra parte del complejo, y así distraer la atención de la tutora de ambos lejos del niño, y así permitirle a este tener aunque sea un par de horas de un bendito y bien merecido tiempo en los brazos de Morfeo y perderse en el mundo de los sueños.
Jason se encargaba de siempre velar por la seguridad de aquel chico, en cada reto de supervivencia que Talia le imponía al menor, y en cada paso que este daba hacia adelante cada día en aquella fortaleza, Jason seguía en busca de poder ver aquella mueca de los labios del más pequeño, una vez más, aquella que se parecía tanto a una sonrisa, y la cual Jason tanto adoraba, esa que parecía iluminar por completo el rostro de su niño, y parecía levantar aunque sea una pequeña parte de la pesada carga que el niño parecía llevar sobre su pequeño ser, a pesar de tan temprana edad.
Pero a pesar de todos los esfuerzos de Jason, el avanzar de Talia no se detenía, y lentamente estaba convirtiendo a su pequeño en un arma, y Jason no podía hacer nada para evitarlo.
Ese pequeño niño, fue doblegándose ante Talia y su tortura constante, creciendo en habilidad e intelecto, convirtiéndose en lo que Talia deseaba.
Damian a pesar de su pequeño tamaño y su fuerza limitada, hacia de aquella espada, una más de sus extremidades, transformaba el frío metal en una extensión de su cuerpo.
Pequeño, ágil, rápido y fuerte, se movía con total precisión, cada respiración, cada movimiento, producido con un único propósito mortal, haciendo danzar los cuchillos entre sus pequeñas manos de cuatro años, con una letal cercanía de los puntos vitales de su contrincante unas diez veces su tamaño, una bestia comparado con el diminuto niño.
Sus impresionantes ojos jades, brillaban en determinación, y una concentración calculada, feroz, letal, hermosa, cada inhalación, cada suspiro en su lugar, para llevar a cabo este baile de sangre, esta hermosa danza mortal entre asesinos.
La primera vez que Jason vio a Damian, estaba sorprendido de encontrar tanta inocencia en tal infierno de lugar.
Damian era un niño que creería cada palabra profesada por los labios de Talia, que escuchaba las historias contadas por esta del afamado hombre que era su padre, con un brillar de admiración en sus ojos jades, un niño que haría lo que fuera por recibir una sonrisa de parte de su madre.
Damian solo era un niño.
Y sin embargo.
Nada de eso es algo que un niño tuviera que hacer, no es algo a lo que se deba ver obligado a hacer solo para obtener la ilusión de una migaja de afecto.
Jason se dio cuenta muy pronto, que no deseaba que la Liga de las Sombras fuera el lugar al que Damian tuviera que verse obligado a llamar hogar.
Jason siempre quiso salvarle, sacarle de ese infierno, porque no creía que tan dulce mirar, tal sonrisa inocente, perteneciera a tan pútrido lugar, pero tampoco podría llevarlo con Batman, y que este lo convirtiera en otro Robin asesinado, su hermanito se merecía algo mejor que eso, a los ojos de Jason, Damian se merecía el mundo entero.
Porque si, Jason vio a Damian como su hermano desde el principio, después de todo a sus quince años Bruce Wayne era lo más cercano a un padre que había tenido en su vida, y Talia, aunque algo más cruel de lo que se suele decir de tal familiar, era más madre de lo que Caterine nunca seria, por lo que para el resurrecto, Damian era, es, y siempre será, su hermanito menor.
Y como el hermano mayor, Jason se propuso protegerlo de la crueldad del mundo a la que el niño estaba destinado.
Pero con padres como Talia y Bruce, la tarea de proteger al menor se le complicaba bastante en aquellos días pasados, por lo que el chico se propuso ser más fuerte, alguien quien ni la Liga de las Sombras o la de la Justicia pudieran tocar.
Crear un lugar cálido y seguro donde su hermanito pudiera ser protegido, cuidado y mimado, como debió ser desde un principio, darle la libertad que le negaron desde la cuna, y una vida donde pudiera hacer sus propias elecciones.
Jason creo los Outlaws para Damian, junto a dos de las personas que más le apoyaron cuando más lo necesito, junto a su novio Roy y su mejor amiga Kory, formaron los Outlaws, y con ello, un lugar donde su hermanito encajaría a la perfección, donde no seria juzgado por su pasado, donde tendría su espacio y su libertad de regreso, donde tendría a Kory para mimarle hasta el cansancio, a Roy para enseñarle lo divertido de esta vida, y a Jason para siempre velar por su seguridad.
Jason no solo construyó un lugar seguro para ese niñito que se robo su corazón con una sola de sus inocentes miradas color jade, y el cual, tal como temía Jason, la ambición de sus padres de perseguir su ideal de mundo perfecto, destruyo y dejo roto un corazón que a pesar de nunca haberse sabido amado, era capaz de amar con infinita devoción y lealtad, teniendo como prueba su brillante y cálido mirar, cuando se trataba de hablar de Goldie, a pesar de que este haya dejado bien en claro, en más de una ocasión, que no es merecedor de tal tesoro.
No, Jason no solo construyó para Damian un refugio, sino que a lo largo del camino, de alguna forma, con tantos desvíos tomados junto a sus pelirrojos amigos, su objetivo había mutado en algo más.
Wayne manor no era el lugar al cual pertenecía su hermanito, ahí no había nadie que realmente mereciera la presencia de su amado chico, ni tampoco que le entendiera de verdad, y ya era hora de cambiar tal hecho.
Su Damian se merecía algo mejor que lo que los murciélagos podían ofrecerle.
Jason les dio un año para demostrarle que se equivocaba, y lo único que hicieron fue orillar a tal grado de sufrimiento a su pequeño hermanito.
Se hacía tarde, la noche estaba fría, y ya era hora de que su pequeño Damian se fuera a casa.
Al hogar al que siempre perteneció, es hora de mostrarle a su hermanito que no todo en el mundo tiene que ser blanco o negro, y que a veces el hogar no se encuentra en la sangre, sino en las personas que se preocupan de verdad por ti, y que te aman a pesar de todo.
Ya es muy tarde, Gotham se pone peligrosa durante las noches, es hora de que Damian vuelva a casa, pero esta vez, Jason se encargara de mostrarle el camino correcto para llegar allí.
Y no es precisamente en esa dirección que el chiquillo ha tomado, ese camino solo lo llevara a una cueva fría y desolada en el mejor de los casos, en el peor, a una discusión que terminara en gritos y acusaciones que herirían aún más el corazón moribundo de su hermanito.
Así que es mejor que el Red Hood apure el paso, después de todo, hay pizza y chocolate caliente, una televisión con películas infantiles, un nido de frazadas en su amplio sofá, y dos pelirrojos impacientes esperando por ellos en la dirección contraria.
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Damian ya se encontraba a mita de camino, cuando las lágrimas derramadas nublaron por completo sus jades ojos, y lo obligaron a detener su avanzar y parar su paso en un sucio callejón.
Damian lo sabia muy bien, no tenia caso regresar a la mansión, no había nada allí esperando por él, aparte de más gritos y reclamos, claro esta.
¿Pero, a donde más podría ir aparte de con los murciélagos?
¿Su madre?
¿Su abuelo?
Donde quiera que fuera seria lo mismo.
Estaría solo, y condenado a una vida que no deseaba.
Damian se encontraba perdido en la confusión de sus pensamientos y en el intento vano de detener sus lágrimas, limpiándolas de forma frenética con el dorso de sus manitos.
Fue así como Jason encontró a su hermanito, perdido en un sucio callejón de la ciudad maldita, una vez más, tratando de reprimir y enterar su sentir.
La vista destrozo al ex Robin, de todos, su pequeño hermano era quien menos se merecía sentirse tan marginado.
- ¡Ey niño!, te vez algo perdido, ¿Necesitas un lugar donde quedarte?, No tengo una mansión, pero puedo asegurarte que es mejor que este sucio callejón, Príncipito
Hizo resonar su voz el Red Hood, mientras se quitaba el casco, y se mantenía de pie en aquel lúgubre lugar, asustando al niño que no había notado aún su parecencia que le seguía de cerca.
Damian observo con desconfianza al recién llegado, analizando en su mente las palabras dichas por aquel chico, la verdad era que el menor no sabia mucho de nada sobre su segundo hermano mayor, solo aquella historia que todo el mundo cuenta del trágico acabar del segundo Robin, su familia no solía hablar mucho de este, y su madre, bueno, ella no le decía mucho de nada.
Lo único que sabia sobre esta persona era que no mantenía buenos términos con los murciélagos, y tendía a mantenerse lejos de Batman y la familia en general, y en este momento eso era lo único que Damian realmente necesitaba saber del Red Hood.
Durante toda su vida, mientras era encarcelado por los ideales de sus padres, Damian se ha preguntado.
¿Que es la vida?.
Pero solo hay una forma de saberlo, y es viviéndola.
Damian no conocía a esta persona, pero por la forma en que aquel chico le miraba, Damian podría jurar que no era para la capucha roja solo un extraño, se sentía como si aquella persona le mirase diferente a como lo hacía el resto del mundo, como si pudiera entender el sufrimiento de Damian, como si pudiera ver a través de la máscara de orgullo y prepotencia que el chico solía poner ante el mudo, y ver más allá, al niño que sufría en silencio, oculto detrás de esta.
Porque aquel chico le miraba como si le conociera, como si siempre hubiesen sido familia.
Y aunque herido por la traición de Grayson, Damian no pudo negarse a si mismo la oportunidad de saberse importante para alguien más.
Tal vez una vez más, solo era su deseo infantil de ser amado, jugándole una mala broma.
Tal vez, solo se estaba engañando a si mismo, pero Damian quería creer en lo que veía en la mirada de su supuesto hermano mayor.
No había nada más en el mundo que el menor anhelara más que un lugar al cual llamar hogar, uno donde formara parte de una familia y se supiera querido y amado por sus integrantes.
Y tal vez, no conocía a aquel que decían su segundo hermano mayor, pero Damian quería creer que este lo entendía, que sabia, y que por eso se encontraba hay esa noche, extendiéndole su mano en ayuda, y dispuesto a abrirle las puertas de su hogar e incluirlo en su familia.
Damian no estaba seguro de que le depararía su futuro junto al desertor de los murciélagos, si este le dejaría caer una vez más, como lo había hecho su hermano mayor, o si al fin, le concedería su tan anhelado deseo, pero sin saber aún la respuesta de dicha incógnita, una vez más, Damian entregaría su corazón, esperando ser amado a cambio.
Damian tomo la mano ofrecida de Jason.
Y Jason tomo esa pequeña mano con firmeza entre la suya, sin estar dispuesto a soltarla nunca más por lo que le resta de vida.
Ya era hora de volver a casa, y esta noche, su hermanito regresaba con él.
Es hora de que Damian conozca lo que es un verdadero hogar, y Jason se encargara de enseñárselo con todo detalle.
Porque su hermanito se merece el mundo, y Jason esta dispuesto a dárselo de ser necesario.
Y después de esa fatídica noche hace tantos, tantos años ya, esa que acabo por darle fin a su vida, después de tanto sufrir, después de la condena de vida que Damian ha tenido que soportar, se puede decir, que por fin, hoy, ambos regresan a casa.
Porque en aquel maltrecho libro, Jason le hizo una promesa a aquel pequeño de cuatro años.
"Aquí estoy, solo esperame un poco más, pronto vendré a salvarte de este infierno"
Tardo un poco, pero al fin hoy, se ve cumplida dicha promesa, con la cual, y sin saberlo, aquella fría noche, en aquel sucio callejón, Jason estaba salvando a ese pequeño de once años, de la prematura muerte a la que sus padres le estaban condenando, para en su lugar, abrirle las puertas a un mejor mañana, y a una vida donde Damian pudiera decidir quien quisiera ser, y tomar el camino deseado por el niño, sin ataduras ni máscaras nunca más.
Porque al final del día, Damian solo era un niño, era el pequeño hermano menor de Jason, y ahora que se encontraba a su lado, no habría poder en el mundo capaz de dañar a su hermanito menor.
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Bueno, henos aquí, la verdad no se como sentirme con esta historia, ya que esta no es la versión original, y si la versión reescrita, ya que la primer se me borro, y sin embargo es la versión larga de esta historia, no se si amarla u odiarla la verdad 😕
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