Capítulo 1

En esta historia se hacen algunas referencias la ||Guía Omegaverse|| de *Letras del fanworld* y a mi libro Kappa: La sexta jerarquía. Para mayor información pasar a leerlas. La imagen utilizada en la nueva portada pertenece totalmente a su respectivo autor.

Aclaraciones

Las palabras resaltadas son la voz de mando.

Las palabras resaltadas en cursiva son la voz de omega.

Las palabras en "cursiva con comillas" son pensamientos.

Editado por maaeaca

"Sabías que...

Los kappas son extremadamente escasos en el mundo. Los pocos que no han nacido en un laboratorio son un total misterio o descienden indirectamente de otro kappa en gerenaciones anteriores de su familia."




Capítulo 1

-Los debutantes

Hace 18 años en la villa Karma...
Galicia, Reino de Arcadia.


"Vivir en Arcadia es una dicha como ninguna y que no deja duda alguna, es un lugar fresco casi todo el año y nieva una vez durante tres meses. Sus habitantes son amables y su rey es justo y benevolente. En el pueblo de Galicia, capital del reino, se contaba con una leyenda urbana que relata que el niño que nazca en Navidad, Viernes Santo o sea el séptimo u noveno hijo en una línea consecutiva de descendientes varones, está predestinado a convertirse en un Licántropo completo, es decir, que aparte de las habilidades comunes de un alfa, beta u omega, tendría la habilidad de cambiar de forma total y/o parcialmente; o sea, mantener los rasgos de orejas adicionales, colmillos y cola con sus instintos animales activos o transformarse completamente."

Era un día de primavera cuando el capitán de la milicia arcadiana, Álveo Kanda, iba surcando los aires con su pegaso a toda velocidad a vuelo bajo casi tocando tierra y levantando una cortina de polvo a su paso, la razón; su mujer estaba por dar a luz a su séptimo hijo. Si bien el motivo era más que suficiente para llevar toda la prisa del mundo, a esta se le sumaba que cinco de sus seis hijos anteriores habían muerto póstumo al parto, todos ellos varones; sólo alcanzaban a vivir un año cuando mucho, y el único que había sobrevivido era Alma, que tenía ya 3 años.

Razón más que poderosa para tratar de llegar lo más pronto posible al lado de su esposa y acompañarla en tan delicado momento, dada su historia.

Cuando al fin logró llegar a su hogar, una casa lujosa de buen tamaño con vastos jardines florales con árboles frutales en toda su extensión y ventanales de mármol tallado que daban un toque noble a tan pulcra edificación, entró bruscamente azotando la puerta de su residencia y cerrándola de igual manera, subió las escaleras hacia el segundo piso y entró de un portazo a la habitación principal donde le esperaba su esposa con una capa de sudor en su frente y una sonrisa apagada, dejando ver lo agotada que estaba por el parto y cargando entre sus brazos a un pequeño de cabello negro azulado como el suyo, con unos bellos ojos azules cual zafiro como los de su esposa.

Yukiko, amor mío, llego tarde... ―exclamó agitado debido a su carrera.

Está bien Álveo, mira a tu hijo, es otro varón, dale un nombre dijo esbozando una pequeña sonrisa agotada entregándoselo en brazos.

Recibió a su hijo con brazos temblorosos, lo miró y sonrío de lado, observó que el pequeño estaba por dormirse y empleó su voz de mando para poder contemplarlo un poco más aun sabiendo que esto lo asustaría y seguramente lloraría.

No te duermas... ―pero su sorpresa fue grande cuando el pequeño en vez de asustarse, llorar y obedecer, simplemente sonrío levemente y procedió a dormirse de todas formas―. ¡Pero que tenemos aquí! Mi voz no tuvo ni el más mínimo efecto, es un niño valiente y será fuerte. Tu nombre será el equivalente a estas palabras, te llamarás Yu.profirió con orgullo desbordante contemplando a su hijo dormido entre sus brazos.

Su pequeño Yu.

Actualidad...
Palacio del Sol, Galicia, Reino de Arcadia.


En una habitación finamente decorada desde las cortinas hasta los almohadones en los sillones que acompañan el espacio de estar dentro de la misma, se halla una enorme cama llena de almohadas y edredones de la mejor calidad, de la cual sobresalen unos finos mechones blancos confundiéndose con el blanco de la cama misma. Una joven vestida de uniforme negro con detalles rojos y dorados, corto cabello verde y ojos violetas, se aproximó a las enormes ventanas y abrió las gruesas cortinas iluminando toda la habitación.

―Príncipe Allen... Es hora de levantarse...

―Mgh... 5 minutos más Lenalee... ―respondió una voz perezosamente sin moverse de su lugar en la cama.

―Tendré que pedirle al príncipe Nea que me ayude... ―dijo soltando un suspiro de resignación, esbozando una minúscula sonrisa sin dejar de contemplar la cama donde el príncipe dormía.

El príncipe se sentó de golpe en medio de su cama con el sueño espantado ante la idea de su asistente personal antes de responderle en voz alta y presurosa.

― ¡Ya estoy despierto! ―anunció agitado, parpadeó un par de veces antes de soltar un prolongado bostezo, se restregó los ojos para terminar de espantar el sueño y luego frunció el ceño―. ¿Y cuantas veces te he pedido que no uses ese honorífico conmigo?

―Lo lamento, debo usarlo al menos en el castillo, su alteza. ―se inclinó un poco haciendo una reverencia con una mano en su pecho, incomodando más al joven de cabellos blanquecinos sobre la cama.

―Me niego, yo te autorizo a hablarme con más confianza, nos conocemos desde los 5 años, exageras mi cargo Lena. ―dijo con aire molesto y ligeramente irritado ante el respeto y formalidad que muchas veces le había pedido a Lenalee que no tuviese con él. Eran amigos, cielo santo, podía llamarlo Allen perfectamente.

―Sus deseos son órdenes, príncipe Allen. ―dijo mientras se enderezaba regalando su mejor sonrisa a su príncipe y amigo.

―Lenalee... ―suspiró con cansancio llevando una mano a su sien, ahí estaba otra vez con las formalidades.

― ¡L-lo siento! Allen... ―se puso nerviosa por cometer de nuevo el mismo error; desde hace unos seis meses había iniciado su cargo como asistente del segundo príncipe del reino y desde entonces le hablaba con más respeto del que el albino deseara.

―Eso está mejor ―le regalo una sonrisa―. Bien, es hora de empezar el día, ¿qué tengo pendiente para hoy? ―preguntó levantándose de la cama y dirigiéndose con pasos torpes debido al sueño que aún no abandonaba su cuerpo por completo, caminó hasta su armario para ver que vestiría el día de hoy.

―Lecciones de piano después del desayuno y práctica con las armas después del almuerzo, el resto del día está libre como de costumbre ―sonrió cálidamente la de cabellos verdes.

―Gracias, tomaré un baño y enseguida bajo.

―Sí. Con permiso.

Minutos más tarde, Allen se encontraba bañado y vestido con las ropas adecuadas para su posición como príncipe de Arcadia, bajó las escaleras con paciencia, caminó por el largo y amplio pasillo hasta llegar a la puerta del que es el comedor, entró a la lujosa y enorme sala del comedor mirando las sillas de madera con decoraciones de color dorado y las telas de los asientos de un tono rojo sangre antes de tomar asiento al lado de su madre, quien ocupaba el asiento a la derecha del rey mientras su hermano mayor ocupaba el de la izquierda.

― Buenos días Madre ¿cómo se encuentra el día de hoy? ―Allen preguntó con una sonrisa tranquila, podía hablar con demasiada confianza con sus subordinados, pero al estar solo con su familia mantenía ese donaire de respeto muy característico de él.

La reina rió disimuladamente con una mano cubriendo sutilmente sus labios con gracia digna de su posición. ―No tan alegre como tú mi pequeño copo de nieve.

―Oye hermanito, ¿tienes planes para mañana? ―su hermano le indaga para sacar conversación entre ambos, el mayor de los príncipes adora al otro como si fuera su centro, al fin y al cabo, es un alfa muy sobreprotector.

― ¿Eh? ¿mañana? no lo sé ―con el rabillo de sus orbes violetas observa a su ayudante Lenalee quien niega con la cabeza confirmando que está disponible―, me parece que no, ¿por qué?

― ¿Serás idiota hermanito? es tu cumpleaños ¿recuerdas?

― ¡Oh eso! y también es navidad...―pauso un segundo al darse cuenta de las palabras de su hermano, y exclamó indignado― ¡un momento! ¡No me llames idiota, tonto Nea!

―Hijo mío ―habló su padre está vez llamando su atención y haciendo caso omiso a las palabras de su hijo mayor que no eran muy corteses como las de Allen―, para nosotros tu cumpleaños es más importante que la navidad.

―Aunque a mí me gusta mucho más la navidad porque también me regalan ―dijo Nea con tono de burla sacando la lengua a su hermano, encontrando como respuesta una cara malhumorada de este acompañada de un gracioso mohín.

― ¡Nea! No me importa, yo recibo el doble de regalos ―espeta imitando la actitud infantil del mayor y sacando la lengua en respuesta mientras todos ríen y continúan su desayuno para dirigirse a sus labores al terminar. Era normal ver a Nea sacar de su ambiente cortés a su hermano durante las comidas donde solo se encontraba la familia real.

Campo de entrenamiento de la villa Karma.
Galicia, Reino de Arcadia.


En el hogar de la familia Kanda, en los vastos terrenos entre los cuales está situado un modesto campo de entrenamientos se encuentra un joven alfa de cabellos azules y ojos zafiros entrenando con una espada liviana y precisa de bello pero temido filo conocida como una katana, bajo el nombre de Mugen; era parte de su rutina si aspiraba a ser de la milicia cuando menos, siendo hijo de un respetable y reconocido General de la Milicia Arcadiana, título adquirido en los últimos 20 años y llevado con creces. Yu debía estar preparado para entrar en cualquier momento a formar parte de la milicia o sino, al menos, de la Guardia Real. De todos modos, era su destino más seguro siendo un raro Alfa de rango S, el orgullo del General Álveo.

―Si sigues así te vas a poner más grande que un minotauro y vas a asustar a las chicas ―se dirigió a él un beta un poco mayor que él, de cabello azul igual al suyo pero de ojos marrones como los de su padre.

―Alma, no me fastidies... ¿o quieres que te corte en trozos? ―el rostro antes serio se volvió frío y tenebroso acompañado de una sonrisa que daba más miedo que la misma muerte.

― ¡Espera! ¡Que malo eres Yu! yo sólo digo que deberías pasar más tiempo conmigo. ―formó un puchero con los labios, tratando de ablandar a su hermanito. En respuesta recibió un ceño fruncido y un bufido por lo bajo.

­―Toma tu arma entonces. Tengamos un duelo. ―se acomodó frente a su hermano, adoptando la típica pose antes de un duelo con espadas.

― ¿Para qué me ganes otra vez? sabes muy bien que, aunque sea de rango 4 ¡no puedo contigo! La diferencia entre nosotros es mucha ―su tono había pasado a ser algo llorón e infantil, provocando que Yu suspirase y cediese un poco... solo un poco.

―Seré suave contigo si te dejas de lloriqueos.

―Mmm... sólo si me llamas hermano, ¡por favor! ―juntó ambas manos en pose de súplica y se hincó a sus pies abrumando a Yu, que notaba como la mirada de los pocos empleados de la hacienda se posaba en la tierna escena. Que a ojos de Yu era de todo menos tierna y hacia que sintiese vergüenza ajena por el desplante empleado por su hermano.

―Tch... Está bien, hermano. ―bufó con fastidio desviando la vista a un punto indefinido.

Alma podía ser, a veces, una verdadera molestia para el terco y serio Yu.

Mercado de Bilmar.
Galicia, Reino de Arcadia.


― ¡Allen! ¡Espéranos por favor! ―Gritaba una voz en extremo preocupada en dirección al intrépido príncipe que volaba unos metros por delante.

― ¡Son muy lentos Lenalee, Lavi! ¡Alcáncenme si pueden! ―rio jovial, mirando de reojo a sus amigos que lo seguían por detrás, tratando de alcanzarlo.

―Príncipe Allen ¡por favor! si mi abuelo se entera estaré en problemas... ―dijo un pelirrojo de ojos esmeraldas que acompañaba a la asistente y al príncipe en sus desventuras.

― ¡Lavi, eres mi consejero, pero eso no significa que necesariamente te haré caso! ―dijo sacando la lengua a ambos chicos y apresurando el vuelo en su pegaso cornamentado.

El majestuoso animal fue su último regalo de cumpleaños el año anterior de parte de su padre, un extraño espécimen de orbes, crines y cuerno dorados acompañando su pelaje del blanco más puro que se haya visto, siendo el resultado del poco dado cruce de un pegaso blanco y un unicornio del mismo color, siendo ese detalle el origen de su sangre pura; lo llamó Timcanpy, Tim de cariño.

―Entonces prepárese para tragar polvo "Su Alteza" ―aseguró con claro deje de sarcasmo el omega dos años mayor que servía de consejero real del príncipe en su camino a convertirse en gobernante alterno de su nación―. ¡Vamos Milo! ―el pegaso marrón con plumas en tonos tornasolados y verdes bajo sus alas que acompañaba al joven Bookman tenía ya tres años de ser su fiel compañero, pero no podía con la velocidad del corcel de blancas plumas.

― ¡A eso me refería yo! ―respondió animado, sin perder la velocidad con la que su pegaso se desplazaba.

― Ah no, ¡eso sí que no! ¡acelera Liban! ― Lenalee por su parte tenía el mismo tiempo que Allen de tener a su preciosa pegaso marrón con plumas internas de colores violetas, y no estaba dispuesta a quedar de última en esa casi involuntaria carrera a la que los arrastraba el joven príncipe esa tarde.

Recorrían los cielos saliendo del área del mercado en el poblado de Bilmar ―una zona comercial de Galicia cercana al palacio―, mientras se acercaban a una villa próxima, entrando a la zona urbana, donde sobrevuelan con algo de imprudencia los verdes pastizales pertenecientes al hermoso y calmado lugar con exagerada velocidad la cual, por cierto, sólo debería usarse en caso de emergencias. Al hacer esto llamaron la atención de cierto azabache que iba regresando a casa antes de que se asomase el anochecer.

― ¿Pero qué demonios? ¿Quiénes se creen para volar a esa velocidad sobre la casa de un General? ya verán esos tres ―murmuró con molestia y corrió en la dirección que llevaban los inesperados "viajeros"―. ¡Goliat! ―llamó a su pegaso, un corcel negro de ojos azules como los propios se hizo presente.

Montó al animal con gracia y estilo en pleno vuelo sin que este se detuviera y surco el cielo hasta alcanzar al trío que reía sin notar su presencia hasta que este les llamó la atención.

―Ustedes tres... ―olfateo el aire con sutileza― no pueden volar a esas velocidades y tan bajo sobre las casas, mucho menos sobre la villa del General. ―reprendió con rostro serio y voz severa observando a los tres chicos que lo miraban con sorpresa ante su repentina aparición.

― ¡Oye, no puedes darle órdenes ni hablarle así a nuestro mgh...! ―Allen rápidamente se acercó con Tim y le tapó la boca a su asistente al que luego le susurró al oído.

―Recuerda que estoy de incógnito Lavi... ­―subió su tono de voz a uno normal para dirigirse al muchacho que los había interceptado en el precioso pegaso negro como el ónix―. Eh, lo que mi amigo quiere decir es que nos disculpes, no sabíamos ese... ―sus palabras dejaron de salir abruptamente al fijar la mirada en los orbes zafiros de forma rasgada que le veían con suma seriedad, causando un cosquilleo en su estómago que no supo de donde vino ni por qué se presentaba.

―Ustedes son de palacio ¿no? ―aseveró él fácilmente notando los uniformes negros con bordes rojos y botones dorados que portaban los tres, mientras se concentraba en ignorar el apenas perceptible aroma dulce que emanaba del joven indefinido de cabello blanco y que le causaba un vuelco desconocido en su pecho.

― ¡Ah! Sí, así es, sólo estábamos recorriendo el pueblo antes del anochecer. Ya nos vamos. ―habló la asistente real con una sonrisa bastante nerviosa, no era buena mintiendo y menos improvisando.

―Disculpa, ¿acaso eres un soldado? ―dijo el albino sin poder ocultar la curiosidad que lo embargaba, el aroma fuerte del alfa en realidad no lo intimidaba, pero si le causaba intriga y deseos de conocerlo mejor para descubrir a que se debía ese sentimiento que le causaba su fría mirada.

― ¿Quién quiere saberlo? ―preguntó con tono molesto, aunque en verdad prefería saber quién era el que preguntaba, al menos saber su nombre.

―Esto... No quería incomodar... Lo siento mucho.

―Te disculpas demasiado indefinido. Es claro que estoy aplicando a la milicia ―respondió seco―. Ahora si no tienen inconveniente en salir de estos terrenos, largo.

― ¡Espera! una cosa más antes de que nos vayamos... ¿cómo sabes que soy indefinido? ―volvió a preguntar Allen, ya ni siquiera disimulaba su interés en el joven alfa a quien veía por primera vez.

― ¿Que no es obvio "brote de habas"? Los huelo a kilómetros y tu olor apenas es perceptible pero se nota que no eres un beta. ―dijo dando un giro aéreo antes de marcharse.

― ¿Brote de habas? ¿Por qué me...? ¡Oye, espera! ―para cuando pudo reaccionar ya se había marchado, dejándolo completamente desconcertado y con el recuerdo de sus ojos azules rondando en su cabeza.

―Esto... mejor nos vamos su alteza. ―habló Lavi, sacándolo de su desconcierto; sacudió su cabeza. Bah, seguramente no volvería a ver otra vez a ese serio y malhumorado chico que le causaba cosas extrañas a su cuerpo.

"Aunque..."

―Está bien Lavi, Lenalee, volvamos, ¡Y el último será huevo de dragón podrido!... "Ojalá no sea la última vez que te vea, soldado..." ―pensó el albino, contradiciendo completamente sus pensamientos anteriores, mientras dejaba atrás a sus subordinados recobrando su afanosa carrera ahora de regreso al Palacio del Sol.

Ni el mismo lograba comprenderse, ni a sus confusos pensamientos que se contradecían luego de intercambiar unas simples y escasas palabras con ese misterioso miliciano de cabellos negros azulados y mirada penetrantes.

A la mañana siguiente se despertó algo agitado, abrió las cortinas para darse cuenta que horas debían de ser, claramente estaba el sol bien puesto y ya había pasado su hora de levantarse, no es que no le gustará dormir, pero era raro que Lenalee no le despertara, ni que Nea viniera a buscarlo para hacerle una de sus bromas. Se arregló y salió rumbo al gran comedor con las mejillas algo acaloradas por la vergüenza, madera de príncipe estaba hecho, quedándose dormido; al entrar a la estancia encontró el comedor vacío.

― ¿Príncipe? ¿desea desayunar? ― dijo una mucama que pasaba por el comedor notando la presencia del príncipe algo desorientado, aunque no era nada anormal en él.

― ¿Eh? Bueno sí, pero ¿has visto a mi madre o a mi hermano?

―Príncipe, sus majestades y el príncipe Nea desayunaron temprano y han salido a montar. ―respondió con voz suave y diligentemente.

―Oh... gracias, ¿y de casualidad no habrás visto a Lavi y Lenalee? ―sus ojos vagaron por el lugar, tratando de divisar a sus amigos, aunque sea de lejos.

―El señorito Lavi está con el consejero real del Rey en la gran biblioteca estudiando. Y la señorita Lee salió temprano por un encargo del príncipe Nea.

―Hmm, ya veo, gracias Miranda. ―sonrió amable.

―Ya le traigo el desayuno su majestad. ―Miranda hizo una reverencia y se encaminó a las cocinas, mientras él tomaba asiento en la larga mesa al centro del comedor y soltaba un suspiro resignado.

Genial, se queda dormido y ni su familia ni sus amigos se encontraban disponibles como para pasar el rato con ellos. Y siendo su cumpleaños, para variar.

Ni siquiera Miranda parece recordarlo a pesar de haber sido su nana por años.

Después de tomar a solas su desayuno avanzó hacia los establos para mirar los unicornios del castillo y llamó a Timcanpy quien ya esperaba su visita. ― ¡Tim! ―El pegaso se hizo presente con una rosa blanca con unas pocas espinas sostenida con cuidado en su hocico―. ¿Es para mí? Gracias Tim. Parece ser que sólo tú te acordaste de mi cumpleaños a pesar de que solo ayer me preguntaron si tendría planes. ―pronunció algo melancólico con una sonrisa triste al tiempo que acariciaba a su corcel y este le devolvía el gesto restregando su hocico en el rostro del príncipe.

En otra parte cercana al castillo dos pegasos negros venían por tierra siendo sujetados por sus jinetes mientras estos conversaban, el mayor siendo un hombre de ojos marrones y cabellera negra corta oculta bajo un quepi haciéndolo lucir apuesto y muy fornido acompañando su uniforme de general de la milicia arcadiana y su acompañante, que de igual manera portaba uno, lucía un diseño diferente al ser el que debía vestir todo arcano en aras de debutar a soldado.

―Recuérdame porque tengo que ir contigo a palacio. ―quejó desganado, torciendo sus gestos hacia el paisaje demasiado tranquilo para su gusto.

―Hijo, hoy es el cumpleaños del príncipe. ―respondió condescendiente el mayor, adquiriendo un aspecto lúdico.

―Padre, es navidad también, ¿No podríamos quedarnos en casa para variar? ―la realidad que lo oponía a ir al palacio no era otra que el miedo a encontrarse con aquel albino que causaba esas extrañas sensaciones en su pecho, a sabiendas de que trabaja en el palacio, pero eso jamás saldría de sus labios―. Además ¿por qué Alma no tiene que venir?

―Yu, estás aspirando a la milicia y debes aprovechar esta oportunidad para darte a conocer ante los altos mandos y ante el rey. Y Alma no es el que debutó como un alfa rango S hace seis años ... además tiene una cita ―dijo esto último con una sonrisa llena de picardía imaginando a su hijo con la bella chica rubia que le había presentado hace un mes.

―Tch... "el tonto está en una cita y yo aquí 'trabajando' en Navidad" ―pensó con molestia el joven acompañante―, mejor vayamos volando.

―No es necesario, hay tiempo de sobra para llegar. ―contestó su padre, sin quitar su sonrisa pícara. A Yu le fastidiaba verle con dicha sonrisa, no quería ni imaginarse la que pondría si en algún momento de su vida decidía presentarle a una posible pareja suya. De seguro se largaría a llorar y no pararía de decir lo orgulloso que se siente porque su hijo se estaba haciendo hombre y pronto le daría nietos, si es que Alma no lo hacía primero.

Que molestia.

―Pues nos vemos allá, me adelantaré con Goliat. ―se movió en dirección a su pegaso y se montó sobre él, dispuesto a terminar con todo lo más rápido posible. Prefería estar entrenando que allí en el palacio, más aún si corría el riesgo de encontrarse con ese brote de habas del que no sabía ni el nombre.

―Está bien. A veces no sé si sentirme orgulloso de tu rango o triste de que por eso no me hagas caso en lo más mínimo... ―suspiró con cansancio dándose por vencido, Yu era difícil de controlar incluso de bebé, no era nada de sorprenderse que hiciera siempre lo que le venga en gana, aunque no hacía nada que fuera incorrecto, perjudicial a la seguridad y salud de los demás o para él mismo. Lo que era un alivio dada su actitud.

Yu sobrevoló velozmente hasta el castillo con su corcel negro hasta que logró divisar el área de los establos y buscó aterrizar ahí para dejar a su fiel acompañante descansar y beber agua. Al bajar sintió un olor dulce a rosas que se le hizo conocido y pudo divisar a poca distancia unos cabellos blancos entre unos arbustos y un pegaso tan o más blanco que esa cabellera revoloteando claramente desesperado.

― ¿Brote de habas? ―dijo extrañado al acercarse y apartar las ramas del arbusto, descubriendo a Allen desmadejado en el suelo.

― ¡Príncipe Allen! ¿¡dónde está príncipe Allen!? ¿Tim? ¡oh santo cielo! ¡¡¡Príncipe!!! ayuda... ―la pobre Miranda entró en histeria al descubrir la misma escena que Yu segundos atrás, llegó al lado de Allen corriendo, entre lágrimas y gritos desesperados al ver al alfa de pie a su lado, imaginándose el peor de los escenarios.

― ¿Qué pasa? "Rayos, este olor me atrae tanto..." ―pensó desviando su atención de la mujer hacia el dulce aroma que se hacía poco a poco más embriagador conforme pasaban los segundos y que hacía a su alfa interno rugir de anticipación.

― ¡Joven soldado! ayúdeme a llevar al Príncipe adentro por favor. ―la voz de la sirvienta sonó suplicante y alarmada― ¡Está comenzado su primer celo y es peligroso dejarlo fuera de su habitación!

Sus palabras hicieron que sacudiera la cabeza, tratando de despejarse e ignorar lo que el aroma, cada vez más fuerte, le hacía a él y a su alfa interno.

Tenía que controlarse.

―Vamos. ―no había tiempo para dudar, si lo que afirmaba la omega que le pedía a gritos su ayuda era cierto, hasta él era un peligro para ese "brote de habas".

Menuda manera de volver a verlo.

Lo alzó en brazos con cuidado y comenzó a avanzar en la dirección que la sirvienta le indicaba entre balbuceos nerviosos.

―Mi-Miranda... quema... todo mi cuerpo quema... ―dijo entre lamentos Allen, que empezaba a reaccionar de su anterior desmayo y que asumió que su sirvienta se encontraba a su lado por el aroma que llegaba a su nariz.

Sus ojos se dirigieron entonces hacia la persona que lo cargaba, y por un breve segundo estos expresaron sorpresa, antes de nublarse nuevamente debido a lo que su cuerpo estaba experimentando debido a su despertar.

―Tú... eres el s-soldado... del otro día... ahh... ―el aroma de sus feromonas se intensificaba y empezaba a sentir la excitación brotar de sus poros buscando impregnarse del aroma del alfa que lo llevaba en brazos, como el susurro de una súplica desesperada que emanaba desde su interior―. Mi-Miranda...

―Hay que darnos prisa. Su Alteza tómese esto.

Miranda responde diligentemente ante el llamado desesperado de su príncipe y le hace tomar entre sus labios un supresor para el fuerte aroma dulce que escapa de él, aroma que comienza a enloquecer al alfa interno del azabache a cada minuto, siendo visible lo que le costaba contenerse por sus colmillos ya asomados por sus labios y que caminaba presuroso detrás de la omega.

Al acercarse a la entrada del palacio con el príncipe en brazos este se aferró con fuerza al alfa, incitándolo y logrando que le costará ―más de lo que ya lo hacía―, resistirse a sus feromonas. Los soldados alfas más cercanos se hicieron presentes ante el llamado natural del joven Príncipe impidiendo el paso del debutante miliciano con el albino en brazos y la nana que lo guiaba, todo bajo la intención ciega de reclamar al joven de blanquecinos cabellos.

―Estúpidos inútiles ¡APARTAD! ―empleó su voz de mando, espantando a todos los soldados y a la misma Miranda, por ser él de un rango superior a ellos a pesar de ser mucho más joven, sin mencionar que el príncipe ahora temblaba entre sus brazos.

―Tú ―se dirigió casi rugiendo a la temerosa Miranda―. Sigamos antes de que lleguen más.

― ¡Sí! ¡Soldados, avisen al rey sobre esto! ―informó a dos betas que aún estaban cerca por estar bajo el cuidado de esa puerta y que mantenían su distancia por prudencia hacía el enfadado alfa que había estallado segundos atrás.

Al fin lograron llegar a la habitación real, Miranda abrió la puerta y entró presurosa dirigiéndose a la enorme cama en el centro del cuarto donde Yu colocó al Príncipe, que gracias al supresor que había ingerido antes, su olor dulce y tentador estaba mucho más calmado, pero que aun así no podía evitar del todo que Allen se sacudiese entre sus sabanas, abrumado por el calor que envolvía todo su cuerpo y sus sentidos, haciendo que comenzase a recorrer partes de su cuerpo con sus manos tratando de liberar parte de lo que sentía.

―Muchas gracias joven, yo me encargaré del Príncipe ahora, tengo inhibidores aquí para darle. ―le llamó Miranda, sacándolo de su estupor. Se había quedado contemplando al príncipe, con la vista fija en sus pálidas manos que recorrían su cuerpo y que le hacían una clara invitación a unirse y reemplazarlas por las suyas.

―Me quedaré haciendo guardia en la puerta para que nadie entre. ―aspiró profundamente una última vez, no sabiendo realmente porqué lo hacía, el olor dulce característico de la etapa del estro inundó sus sentidos y se dijo que, si no salía en estos momentos de allí, haría algo de lo que después terminaría por arrepentirse. O lo dejarían sin cabeza por atreverse a tocar a un príncipe.

―Nuevamente gracias, eh... ¿tu nombre es?

―Yu Kanda. ―respondió con voz ronca, apartando finalmente la vista del cuerpo tendido en la cama y girando su cuerpo en dirección a la salida de ese cuarto.

―Señorito Kanda, de verdad gracias. ―con las últimas palabras de la sirvienta resonando en su cabeza, terminó por salir de allí y se apostó en la entrada de aquella habitación con su katana a la cintura, soportando la tentación de derribarla el mismo y hacer suyo al chico que sufría los abatimientos de su primer celo a la espera de que los medicamentos hagan su efecto.

"¿Quién diría que no sería la última vez...?" ―se dijo, rememorando el rostro sonrojado, los ojos nublados y el tentador aroma de ese brote de habas que había resultado ser nada más ni nada menos que el segundo príncipe de Arcadia.

Y que, de alguna extraña manera, lo llamaba a estar a su lado.



Saludos queridos lectores, esta es la primera edición del fic con el que incursioné por primera vez en el mundo del omegaverse, espero les parezca interesante y los atraiga a seguir leyendo.

Los capítulos que ya están editados los reconocerán cuando vean al inicio: Editado por maaeaca (o por mi, porque Maca está full de trabajo) ya que mi beta y yo decidimos que debía editar mis primeras historias y mejorar muchas cosas de cuando inicie hace unos 6 meses. Espero les guste nuestro trabajo, puedes esperar las ediciones o leer antes de que editemos, pero preferiblemente lee lo que está editado para que no te confundas, cambie muchos detalles.

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