9- Mal presentimiento

Ryan:

—Ya volvimos —susurró una voz femenina, al mismo tiempo que escuchaba cómo alguien entraba a la cocina.

Levanté la cabeza, aún con sueño, antes de ver como mamá y papá caminaban con cansancio. Mamá agarró su desayuno y se sentó en la silla a mi lado, mientras que papá se sentaba en la silla al lado de Lea y dejaba caer su cabeza sobre la mesa, antes de quedarse quieto.

—No me digas que se durmió —susurró Lea, enarcando una ceja, antes de empezar a mover a papá— ¿Papá? Será mejor que vayas a tu cuarto a descansar.

Desvié la mirada hacia mamá, quien miraba su taza de café con una mirada perdida.

Alargué una mano y empecé a agitarla frente a su cara, por lo que mamá abrió los ojos de par en par, antes de mirarme con confusión, como preguntándose desde cuándo me encontraba a su lado.

—¿Mamá, cuánto tiempo llevan sin dormir? —le exigí, mirándola con preocupación.

—Quizá un día —susurró—. Pero estoy perfectamente bien.

—Lleva cuatro días sin dormir bien —corrigió Amber, lavando los platos—. Si ella o Jason volvían para descansar, sólo duraba máximo dos horas, porque después volvía a surgir una emergencia.

—Me sorprende que sigan vivos —bromeó Lea, por lo que me controlé para no buscar con la mirada a James, aun sabiendo que no podía verlo.

—¡Estamos bien, hija! —le aseguró mamá.

Al instante, el teléfono de papá empezó a sonar, por lo que papá se sobresaltó, pegándose la cabeza contra la mesa sin querer, antes de sacar su teléfono y contestar.

Me quedé callado durante varios segundos, esperando a que no fuera una emergencia.

Papá y mamá se habían estado esforzando mucho, y desde el sábado, el día que Lea fue a casa de Jade, no habían vuelto a casa ni por unos minutos. Y ya estamos lunes.

—¿Cómo que emergencia ahora mismo, Mike? —preguntó papá, poniéndose de pie de golpe, perdiendo el equilibrio y volviendo a caer en su silla.

Mamá levantó la mirada, mirando a papá con cansancio, antes de suspirar. Y no fue hasta ese momento que noté el estado en el que estaban.

Mamá tenía puesto una camisa y un pantalón negro, ropa normal que siempre utilizaban para infiltrarse en lugares sin llamar la atención. Su pelo, recogido en una coleta, estaba totalmente desordenado, mientras que sus ojos estaban entrecerrados, con ojeras muy marcadas.

Papá estaba igual. Su ropa "casual" estaba manchada de barro y una que otra gota de sangre. Él tenía ojeras más marcadas que la de mamá, y su pelo estaba sucio y despeinado.

—¡Idiota! —gruñó papá, frunciendo el entrecejo— ¿Cómo que quédense en casa y descansen? Si hay una emergencia cerca de aquí, iré a resolverla.

Mamá asintió, poniéndose de pie. Amber rodó los ojos y le sacó el celular a papá, antes de ponerlo en altavoz.

—¡Pero si te digo que ya tenemos tres coches de policía en camino! —se ofendió Mike —Están a pocos minutos del lugar del crimen, así que quédate en casa y descansa. ¿Debería recordarte que te sigue doliendo el dedo? ¿Cómo quieres conducir así?

—Gracias por la preocupación, cariño, me aseguraré de que ambos descansen y no salgan de casa hasta mañana —le agradeció Amber, fulminando con la mirada a mis padres.

—¿Tía Amber? —se emocionó Mike— ¡Tanto tiempo sin verte! ¿Podría pasar por la casa para verlos a todos?

—Sólo quiere comer la comida rica de Amber —susurró mamá, rodando los ojos.

—¡Te escuché! —se ofendió Mike, al mismo tiempo que se escuchaba otra voz al otro lado del teléfono— ¿Ya llegaron? ¡Dispérsense, busquen al culpable! —gritó— Y que se apresuren en meter a la víctima en la ambulancia. ¡Su vida está en peligro!

Al instante Mike colgó, dejándonos a todos confusos. Volví a mirar mi desayuno con cansancio, antes de levantar la cabeza, acordándome de lo que había dicho Mike.

—¿Qué le pasa a tu dedo? —pregunté, mirando a papá, quien intentaba guardar su celular en el bolsillo.

—Nada grave, hijo —contestó, sonriendo con nerviosismo.

—Papá —lo regañó Lea—. O me muestras o te obligo.

—¡Ay! —susurró papá, limpiándose una lágrima falsa— ¡Estoy tan orgulloso de ustedes, crecen tan rápido!

Mamá negó con diversión, al mismo tiempo que papá sacaba su mano derecha. Este tenía vendado el dedo del medio y el índice, pero el vendaje no terminaba ahí, sino que rodeaba su palma y dorso de la mano, lo que hacía que sólo se pudieran ver su dedo pequeño, pulgar y anular.

—Ni siquiera puedo cerrar bien mi mano —se lamentó papá, intentando cerrar su mano, pero sin resultado—. Según el doctor, sólo me lo torcí, así que estoy bien.

—Eres diestro, ¿no? —preguntó Amber.

—¿Qué es diestro? —cuestionó Lea, frunciendo el entrecejo.

—Alguien que escribe con la derecha —explicó Amber—. Yo soy zurda, lo que significa que escribo, y en general, me siento más cómoda haciendo cosas con la mano izquierda.

—Y sí, soy diestro —asintió papá—. Pero puedo hacer cosas aun así. ¡Miren!

Papá agarró su plato con los tres dedos que tenía libres. Fue mala idea, ya que al instante el plato se le cayó de las manos. Me esperaba que el plato hiciera ruido, pero cuando todos bajamos la mirada, el plato estaba en perfecto estado, sin siquiera hacer caer lo que había en él.

—Esto es raro —susurró mamá—. Cómo es que no se rompió.

Quizás sea James —pensé en mi interior— ¡Rápido, haz algo y llama la atención en ti y no en el plato!

—¡Esperen! —grité, antes de controlarme para no pegarme por lo obvio que fui— ¡Tengo una pregunta muy importante!

Todos giraron su cabeza hacia mí, por lo que me sonrojé bajo tanta atención. Tomé una larga respiración, antes de sonreír con normalidad.

—Tenemos un trabajo con clases —empecé, dándome cuenta de que esta era una buena oportunidad para preguntar lo que tanto quería saber—. Y cada uno tenía que hacer una pequeña búsqueda sobre un aparato electrónico.

—Apuesto a que te dieron algo aburrido y complicado de buscar —se burló Lea, sacándome la lengua.

—No tanto, pero hay un último punto que necesito saber urgentemente —les mentí—. El aparato que debo presentar es una cámara de seguridad.

—Una cámara de seguridad... —susurró papá, agarrándose la barbilla de manera pensativa— Si no me equivoco, fueron creadas en mil novecientos cuarenta y dos.

—Sí, ya había encontrado esa respuesta —asentí, intentando no parecer sorprendido por la noticia—. Sólo necesito saber si hay puestos donde guardan los registros de hace mucho tiempo.

—De hace mil novecientos ochenta hacia abajo no creo —argumentó mamá—. Pero creo que para los últimos cuarenta años sí puede haber.

—Entiendo... —susurré, asintiendo con lentitud —Eso es sorprendente.

—Tengo algo que te puede ayudar —añadió papá—. En realidad, todas las grabaciones las tienen en un enorme edificio —me explicó—, y yo conozco el que trabaja, si quieres entrevistarlo.

—No, no creo que sea necesario —negué, sin prestarle atención.

—¿Por qué no? —preguntó papá, con cara de cachorrito— ¿Acaso no confías en mí? Además, está sólo en la calle 231-546, la cual está a unos veinte minutos de aquí. Además, se llama Alex. Es un lindo nombre.

—Espera —susurré, levantando la cabeza con sorpresa— ¿Ese tal Alex trabaja en un edificio de la calle 231-546, donde tienen guardados todas las grabaciones de los últimos años?

—¡No seas tan obvio! —me regañó mi voz interna— Sólo falta que les digas que irás ahí para ver si puedes encontrar la grabación de hace quince años.

—Exacto —asintió papá, sacándome de mis pensamientos— ¿Quieres que le hable para que haga algo de tiempo para ti?

Me quedé callado varios segundos, antes de levantar la cabeza y sonreír a modo de disculpa.

—Lo siento, papá, pero ya tengo todo listo —me disculpé—. Si le hablo sólo me confundiré más.

—Chicos —susurró Amber, llamando nuestra atención—. Ya son las ocho, deberían ir a arreglarse para salir a clases.

—¡Oh, es verdad! —se acordó Lea— ¡Es una suerte que ya haya terminado mi trabajo con Jade!

—¡Yo los llevo! —se ofreció mamá, poniéndose de pie.

—No, cariño —negó Amber, empujándola con cariño para hacer que se vuelva a sentar—. Ryan sabe conducir, así que él llevará a su hermana. Tú y Jason se quedarán en casa y me aseguraré de que duerman mínimo ocho horas.

—¿Estarás vigilándonos desde la puerta del cuarto? —preguntó papá con diversión— Si lo haces me asustaras y no me dejarás dormir.

Me reí, antes de ponerme de pie y salir de la cocina. Al instante sentí cómo algo me pegaba en el hombro, por lo que sonreí, antes de subir las escaleras. Entré corriendo a mi cuarto, antes de guardar mi celular en mi bolsillo y ponerme rápidamente los zapatos. Después de eso, me miré en el espejo.

Me veía igual que siempre. Mi pelo despeinado caía ligeramente sobre mi frente. Debajo de mis ojos azules, había diminutas ojeras, resultado de haberme quedado la noche sentado en mi cama, pensando.

Me lavé los dientes con rapidez, antes de agarrar mi mochila y bajar las escaleras de dos en dos. Lea ya se encontraba frente a la puerta, arreglando su pelo suelto.

Eché una mirada hacia la cocina, donde mamá y Amber estaban hablando sobre algún caso, mientras que papá tenía los ojos cerrados y la boca abierta, masticando cada vez que Amber le metía la cuchara con comida en la boca.

Tomé una larga respiración, antes de abrir la puerta y salir. Al instante Lea salió, cerrando la puerta detrás de ella y siguiéndome. Subí en el auto y arranqué, antes de dirigirme hacia la escuela.

El camino fue silencioso. Me encontraba callado, pensando en qué hacer en la noche, mientras que Lea tenía el teléfono en mano, viendo su serie favorita. Finalmente llegamos, por lo que estacioné el auto, antes de bajarme y abrirle la puerta a Lea.

—Gracias —me agradeció, por lo que cerré la puerta detrás de ella.

Lea se despidió de un gesto de la mano, antes de empezar a alejarse. Me quedé plantado en mi lugar, antes de suspirar y sonreír con nerviosismo.

—¡Lea! —llamé su atención, antes de avanzar hacia ella.

Lea se giró, pero no pudo decir nada, ya que al instante envolví mis brazos alrededor de ella, abrazándola con cariño. Lea se quedó congelada durante largos segundos, antes de devolverme el abrazo.

—¿Qué pasa, Ryan? —susurró Lea con voz temblorosa— No quiero asustarme. ¿Todo bien?

—Sí —susurré, sintiendo el miedo crecer en mi interior—. Sólo quiero que sepas que te quiero.

—Yo también te quiero, tonto —se rio Lea, separándose de mí—. Me asustaste por nada.

—Lo siento —susurré, bajando la cabeza—. Sólo tuve ganas de abrazar a alguien y ser abrazado.

—Idiota —se rio Lea—. Podrás abrazarme la próxima vez, pero no lo hagas de esta manera —me regañó—. Parecía que te estabas despidiendo.

—Bueno, sí me estoy despidiendo —me reí—. Tengo que irme ahora mismo a clases.

—Me refería a una despedida real —susurró Lea—. Como si después del abrazo ibas a desaparecer.

—Nunca desaparecería —le prometí—. Al menos no antes de cumplir mi objetivo.

—¿Tu objetivo? —susurró Lea.

—Es una larga historia —tartamudeé, antes de suspirar con alivio al escuchar como la campana sonaba.

Lea sonrió de lado, antes de avanzar y volver a abrazarme. Poco después se separó, antes de dar media vuelta e ir alejándose de sus clases.

—James... —susurré, antes de sentir cómo alguien me tocaba el hombro.

Saqué mi celular y se lo pasé después de asegurarme de que nadie nos miraba. Me quedé durante largos segundos, antes de suspirar y empezar a avanzar.

James me alcanzó enseguida, devolviéndome el celular. En ella había dos preguntas, las cuales leí, antes de sonreír con misterio.

—Sabía que ibas a preguntar eso —sonreí—. "¿Por qué no aceptaste la ayuda de papá? Me refiero a ir a hacerle una entrevista a Alex. Así podríamos conseguir las grabaciones sin problema" —leí.

Me quedé callado, antes de guardar mi celular y sonreír.

—Papá me ayudó mucho sin darse cuenta —le informé—. Si voy, Alex tendrá en mente que lo hace por papá. Pero si descubre que en ese momento alguien robó las grabaciones, culparan a papá.

Me callé de nuevo, dándole tiempo a James para pensar. Después de casi veinte segundos, seguí.

—Al menos sé dónde se encuentra el lugar, y sé que seguramente encontraré la grabación —terminé—. Y para la segunda pregunta... "¿Por qué actuaste tan raro hace unos minutos?"

Suspiré con cansancio, antes de mirar a la nada, al mismo tiempo que me acercaba a la clase.

—Hoy en la noche, a eso de las veintitrés horas, iré al lugar e intentaré sacar las grabaciones —le informé—. Pero... siento que no saldré ileso de ahí. Siento que ocurrirá algo muy malo. Tengo miedo, James.

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