18- Auto negro o gris
Ryan:
—¡Buen día! —me despedí de Lea, mientras ella, mamá y papá salían de casa.
Ya era de nuevo el lunes y ellos tenían que ir a la escuela y a trabajar. Amber había salido antes de que despertáramos para ir a hacer las compras, por lo que me quedé solo en la casa con James, el cual estaba sentado en la mesa de la cocina, con los ojos cerrados.
—Ya estamos solos —le informé— ¿Sabes lo que eso significa?
James suspiró con nerviosismo antes de abrir los ojos y ponerse de pie.
—No estoy listo para sufrir —susurró, peinándose el pelo hacia atrás.
—Podemos dejarlo para otro día entonces —lo tranquilicé—. Lo haremos cuando te sientas más tranquilo.
—No —negó James—. Veremos las grabaciones hoy. Llevamos empujando este momento desde hace un par de días.
Abrí la boca para contestar, pero escuché cómo alguien tocaba la puerta. Me giré y, ayudándome con mis bastones, empecé a acercarme a la puerta antes de abrirla.
Como me esperaba, ahí estaba ella.
—¿Ya se fueron? —susurró Sam, sacándose la capucha y mirando dentro de la casa.
Asentí, antes de correrme al lado para dejarla entrar. Sam se adentró en el salón y se sentó en el primer sofá antes de mirar alrededor.
—¡Oh, ahí está el fantasmita! —lo notó, moviendo su mano saludándolo.
—Hola, angelito —la saludó James, sonriendo con calma— ¿Veremos las grabaciones ahora?
—¿No tenías que ir tú a la escuela hoy? —le pregunté, frunciendo el entrecejo.
—Les diré que me enfermé y es todo —me explicó, encogiéndose de hombros.
—¿Y si tus padres se enteran? —le pregunté, antes de arrepentirme al instante al ver la expresión en la cara de Sam.
La chica había palidecido y su mirada se volvió de golpe fría. Sam se puso de pie y empezó a acercarse a mí, por lo que giré la cabeza y cerré los ojos con temor.
—Lo siento, yo...
—Tengo hambre —me cortó Sam, pasando cerca de mí y entrando a la cocina.
Suspiré con alivio antes de seguirla también. Sam se sentó en la silla al lado de James y tomó una manzana antes de empezar a comerla. Abrí el refrigerador y saqué de él la leche para verterlo en el vaso mientras James posaba un poco de pastel en un plato y se lo daba.
—Olvidé preguntar —se acordó Sam, posando su mirada en mi estómago— ¿Te sigue doliendo?
—Un poco —admití—. Sólo cuando hago mucho esfuerzo. Pero si estoy tranquilo no siento nada.
—Eso es bueno —sonrió Sam, tomando un bocado de su pastel—. Eso significa que estás mejorando.
Me senté yo también a su lado antes de dejar caer mis bastones y apoyar mis brazos sobre la mesa y dejar caer mi cabeza sobre ellos. No había podido dormir bien en la noche y me dolía un poco la cabeza, además de tener sueño.
—¿Quieres? —preguntó Sam después de un largo silencio.
Levanté la cabeza, y sonriendo en modo de disculpa, antes de negar. Sam terminó su último bocado, se tomó su leche y entró al baño para lavarse las manos.
Suspiré, aún preguntándome por qué Sam se volvía fría conmigo de vez en cuando. Y recién me di cuenta de que no sabía nada sobre ella. Sólo sabía que se llamaba Sam Brown, que tenía diecinueve años y que era una chica ruda y valiente.
—Vamos —nos llamó Sam, sentándose en el sofá de vuelta.
Me puse de pie antes de sonreír e invitar a James a seguirnos. James se mordió el labio inferior con nerviosismo, suspiró y se puso de pie.
—He tenido mucho tiempo en casa así que pude guardar los videos en mi laptop —les expliqué—. No los abrí, pero así es más fácil de utilizar.
Sam asintió, al mismo tiempo que me sentaba a su lado, terminando en el medio, entre ella y James. Agarré mi laptop y la dejé sobre mis rodillas antes de abrirla y poner la contraseña.
—James trajo tres videos —le expliqué a la chica, mientras señalaba los tres videos que estaban en la pantalla.
—Fue casi al mismo tiempo, pero tomado en lugares diferentes, pero muy cercanos —explicó James—. Así podemos tener más oportunidades de reconocer al asesino.
Sam asintió, al mismo tiempo que cliqueaba sobre el primer video. Al instante, la información del día y de la hora se vieron abajo. Era muy de noche, por lo que se veía oscuro, sólo iluminado por los pocos focos de luz alrededor.
Nos quedamos esperando muchos segundos antes de que intentara adelantar el video para ver si podía ver algo importante. A las cero con catorce minutos, finalmente pasó un auto gris a gran velocidad. Al instante Sam y James se acercaron a la pantalla, mirando con más atención.
—No soy yo —negó el chico.
Nos quedamos de nuevo callados y, al instante, otro auto pasó en la pantalla, mucho más rápido que al anterior. De repente, sentí cómo alguien agarraba con fuerza la parte baja de mi polerón antes de sentir a mi lado cómo James temblaba.
—¿Qué ocurre? —pregunté, confuso— ¿Es él?
Paré el video y me giré hacia él antes de notar cómo James había palidecido, y temblaba aún más. Giré mi cabeza para ver a Sam y noté que ella también estaba pálida, pero miraba a James con una ceja levantada.
—No estoy seguro —susurró James, bajando la mirada con vergüenza.
—Lo volveremos a ver las veces que sea necesarias para saber quién es exactamente —le aseguré—. Pero primero debemos descubrir si es una mujer o un hombre.
Volví a posar mi vista en la pantalla, al mismo tiempo que veía el auto alejarse. Un segundo más tarde, otro auto, uno negro, pasó también a gran rapidez. James se sobresaltó a mi lado y apretó con más fuerza la parte baja de mi polerón.
—¿James? —susurré, posando una mano sobre su espalda— Cálmate, es sólo una grabación.
—No... —susurró el chico, señalando la pantalla pausada, donde ya había desaparecido el auto negro.
—Ese eras tú, ¿no? —preguntó Sam, al mismo tiempo que yo miraba a ambos con confusión.
—¿Cómo que tú? —pregunté, confuso.
—Creo que ese auto era mío —contestó James—. Pero no se ve nada más que el auto.
—No podemos siquiera saber la matrícula del auto —se lamentó Sam, agarrándose la barbilla—. Quizás por esa misma razón los adultos no pudieron saber quién era el asesino.
—Sigamos —le dije a ambos—. Quizás el asesino pase ahora en su auto, siguiendo a James.
—¿Acaso no lo entiendes? —cuestionó Sam, mientras James se tapaba la cara con una mano— El asesino ya pasó.
—¿Eh? —cuestioné, confuso— ¿Cómo que ya pasó?
—Pasó antes que yo —susurró James, mirando a Sam con incredulidad.
—Pero... —me quedé callado, antes de mirar a James— ¿Cómo puede pasar antes si él te estaba siguiendo para matarte?
—Ryan —susurró James, tapándose la cara con ambas manos y quedándose callado durante casi un minuto—. No sé por qué, pero siento que era yo quien estaba siguiendo al asesino y no el contrario.
Me quedé con la boca abierta, volviendo a fijar mi vista en la pantalla. Sam se puso de pie y se quitó el polerón, quedándose en una camiseta antes de volver a sentarse y mirarme con seriedad.
—James dice la verdad —asintió la chica—. El segundo auto, el auto gris, era el del asesino.
—¿¡Cómo pueden estar tan seguros!? —pregunté, en shock.
—Lo estoy recordando —susurró James, aún con la cara tapada—. No sé por qué, pero ese día, aunque sea por unos minutos, estaba siguiendo ese auto.
—¿Y tú? —le pregunté a Sam, quien se estaba subiendo las mangas de la camiseta— Pareces muy segura de ti misma.
Sam dejó de subirse las mangas y me miró mientras se sonrojaba. Al instante desvió la mirada y se sentó mejor en el sofá.
—Simplemente instinto —explicó en tono cortante, que dejaba en claro que no quería escuchar a nadie preguntar algo más.
—Aun así —susurró James, destapándose la cara—, no podemos simplemente creer en nuestros recuerdos borrosos o instintos. Debemos tener buenas pistas.
Asentí, antes de cliquear sobre el segundo video. Era un plano diferente. Seguía siendo la calle, muy cerca de 123-456. Vi la hora y noté que sólo eran un par de minutos después.
—No había cámaras en el medio —explicó James, viendo que nada ocurría—. No hay cámaras por todas partes, hay una cada cien metros o más.
Asentí, antes de fijar mi vista en la cámara. Al instante, el auto gris pasó a gran rapidez. Un par de segundos después, el auto negro, el auto de James, pasó por el mismo lugar, pero disminuyendo la velocidad.
Antes de que el auto negro desapareciera completamente de vista, este se paró de golpe, dejando a la vista sólo la puerta. De repente vi cómo un joven salía del auto antes de salir corriendo, desapareciendo de la pantalla.
—¿Qué fue eso? —susurró Sam— ¿Por qué te paraste en medio del camino? ¿Y por qué saliste corriendo?
—¡No lo sé! —se molestó James, agarrándose la cabeza con fuerza— ¡Ojalá tuviera mejor memoria para acordarme de qué pasó exactamente!
—Entonces... —Sam se agarró la barbilla— El auto del asesino pasó primero y el de James lo estaba siguiendo. Y en el segundo video el auto del asesino pasó primero y James se paró en medio del camino antes de salir corriendo en esa dirección.
Asentí, antes de cliquear sobre el segundo video. James seguía a mi lado, la cara pálida y con lágrimas a punto de salir. Sam sólo estaba pálida, pero estaba muy concentrada para intentar tomar cualquier pista.
El tercer video era casi diez minutos o poco más después. Se veía un camino diferente, ya que había más autos que en el primer video. Todo parecía calmado y después de un minuto de vídeo fruncí el entrecejo al sentir cómo Sam agarraba mi brazo con increíble fuerza.
—¡Para, para! —gritó, cerrando con rapidez la pantalla de la laptop y mirándola con los ojos desorbitados.
—¿Sam? —susurré con confusión— ¿Estás bien?
—No puedes hacer esto —negó Sam, mientras veía cómo lágrimas empezaban a juntarse en sus ojos—. No puedes mostrarle a James mucho de una vez.
Me giré en dirección a James y vi cómo el chico tenía la boca abierta y la mirada perdida en la laptop, mientras lágrimas caían por su mejilla.
—Lo siento —susurré—. No sabía que te estaba presionando mucho.
James levantó la mirada y se limpió rápidamente las lágrimas, mientras sonreía en modo disculpa.
—Lo siento, no me pude controlar —se disculpó—. Podemos seguir si quieren.
—¡No! —negó Sam, poniéndose de pie y agarrándose el estómago con la mano temblorosa— Ya presionamos mucho a James, dejémoslo para otro día.
Asentí antes de dejar la laptop y ponerme de pie para recoger mis bastones. Cuando levanté la mirada, me quedé con la boca abierta mirando a Sam, haciendo que la chica me mirara con confusión.
—¿Por qué...? —susurré, confuso— ¿Por qué estás llorando, Sam?
Sam frunció el entrecejo y pasó una mano sobre su mejilla antes de abrir los ojos con sorpresa. Sam se limpió con rapidez las lágrimas y sonrió, al mismo tiempo que nuevas lágrimas caían por su mejilla.
—Me pegué en la pierna al levantarme —susurró con voz rota—. Sólo me duele. Estoy bien.
Me puse de pie y me acerqué Sam inconscientemente, pero la chica retrocedió, mirándome con temor.
—Estoy cansada —susurró la chica, dando media vuelta y alejándose—. Creo que iré a mi casa.
Sam no esperó una respuesta, sino que salió de la casa casi corriendo y cerró la puerta.
Miré a James con confusión antes de notar algo negro a su lado.
—¡Se olvidó de su polerón! —me di cuenta, agarrándolo rápidamente e intentando llegar a la puerta antes de que se haya ido en su coche.
Abrí la puerta y vi cómo la chica seguía parada en la puerta. Sam tenía la mirada perdida y temblaba, mientras aún seguían cayendo lágrimas por su mejilla.
—Sam... —susurré.
Sam se giró y me miró con una sonrisa de disculpa antes de volver a posar su mano encima de su estómago. Al instante, la chica perdió el equilibrio y empezó a caer hacia atrás, empezando a desmayarse.
Solté el polerón y mis bastones antes de lanzarme al frente y agarrarla en mis brazos, perdiendo también el equilibrio y sintiendo un dolor horrible en mi estómago.
—Mamá... —fue lo último que susurró Sam en mis brazos, mientras la puerta de la casa se abría de golpe y aparecía James mirándonos con preocupación.
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