14- Vida normal

Ryan:

—Disculpa, ¿qué? —cuestioné, en shock.

—Pff, dije que no lo iba a repetir, pero haré una excepción porque estás herido —se quejó Tyler—. Te dije que te rindieras con tu plan de encontrar el asesino del fantasma.

—¿¡Por qué!? —pregunté, sorprendido.

—La llegada de un fantasma a la vida de alguien nunca es buena señal —me explicó—. Y mucho más si ese fantasma se comunica contigo primero.

—Espera, ¿por qué puedes ver tú los fantasmas? —cuestionó James, confuso.

—He vivido más experiencias cercanas a la muerte que las veces que ustedes han respirado —Tyler se quedó callado durante unos segundos, antes de hacer una mueca—. Bueno, estoy exagerando, pero entienden a qué me refiero.

—Muchas experiencias cercanas a la muerte... —susurré, sorprendido.

—He sido apuñalado en tres ocasiones diferentes, una vez me dispararon con una pistola, he tenido dos accidentes de auto siguiendo a algún que otro culpable, eso sin contar las heridas no muy graves.

—¡Wow! —susurré, sorprendido, antes de quedarme congelado— ¿Eso significa que mamá y papá también pueden ver a James?

—Jason y Amy... —Tyler se agarró la barbilla de manera pensativa, antes de negar— No, las únicas dos personas que ven fantasmas en todo el lugar de trabajo somos Mike y yo.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —cuestionó James— ¿Y si están fingiendo no verlos?

—Es imposible —negó Tyler—. Los fantasmas, en muchas ocasiones por aburrimiento, se nos quedan mirando, nos siguen o empiezan a hacer gestos raros frente a nosotros para llamar nuestra atención. Y en ninguna de esas ocasiones Jason o Amy se inmutaron ni pareció que les llamaba la atención.

—Supongo que eso es mejor —susurró James, desviando la mirada—. No le quiero arruinar la vida a más personas.

—Tu fantasma tiene razón, deberías ignorarlo desde hoy.

—¡Pero...!

—Podrías volver a terminar herido y esta vez no prometo que sobrevivirás.

James abrió los ojos de par en par, en shock, mientras que Tyler me miraba con una mirada fría, la misma que había visto muchas veces de parte de Tess. Me tensé, antes de bajar la cabeza.

—Si ni los profesionales pudieron encontrar al asesino, ¿cómo puedes pensar que un joven y un fantasma lo lograrían? —cuestionó Tyler, mirándome con desaprobación— Pensaba que eras más inteligente que eso, Ryan.

Bajé la mirada de manera culpable antes de mirar a James a modo de disculpa.

—James... creo que tiene razón —susurré, al mismo tiempo que veía como la expresión del chico cambiaba a una sorprendida—. Sí papá, mamá y otro montón de adultos profesionales no lo lograron, ¿cómo puedes pensar que un chico como yo podría hacerlo?

James bajó la cabeza antes de sonreír con tristeza.

—Eso mismo te iba a pedir —me informó con voz rota—. Ya no quiero verte sufrir por mi culpa, así que, por favor, déjame permanecer a tu lado como fantasma y ya.

Tyler sonrió con tristeza antes de ponerse de pie.

—Tomaron la decisión correcta —nos informó—. Disfruten de su último año juntos.

—¿Último añ...? —no pude terminar mi frase ya que Tyler salió del cuarto con paso decidido.

Me giré en dirección a James, pero no pude añadir nada ya que al instante Lea y Axel entraron al cuarto, con una bolsa en la mano del chico.

—¡Ya volvimos! —se emocionó Alex— ¿Nos extrañaste?

Rodé los ojos, al mismo tiempo que Lea se acercaba a mí y me abrazaba.

—Una enfermera nos dijo que te tuvieron que cambiar el vendaje —me informó Lea al separarse de mí— ¿Te sientes mejor?

—Sí —asentí, intentando no recordar el puñetazo que me había dado Tyler.

—¡Te trajimos un regalo! —me avisó Alex, emocionado— Me lo regalaron hace un par de años, pero ahora me es algo ajustado así que te lo doy.

—¿Qué es? —pregunté, frunciendo el entrecejo.

Alex abrió la bolsa y sacó de ella algo raro. No fue hasta segundos después que me di cuenta de que era.

—¿Un chaleco antibalas? —pregunté, sorprendido— ¿Me lo vas a regalar así sin más? ¡Pero si es muy caro!

—No tengo a quien más dárselo, así que tómalo —me pidió, devolviéndole a la bolsa y dejándolo en el suelo—. La próxima vez intenta de nuevo no morir.

—¿Me empezarán a hacer ahora bullying sobre esto? —cuestioné, confuso.

Lea y Alex intercambiaron una mirada cómplice antes de sonreír con diversión.

—¡Claro que sí, bebé Black! —asintió Lea, antes de reírse.

—¡Uff, estoy exhausto! —exclamó una voz, al mismo tiempo que la puerta del cuarto se abría.

Mamá, papá y Amber entraron al cuarto, visiblemente cansados. Cuando la mirada de papá se posó en Alex, este caminó en su dirección, antes de saludarlo con un abrazo.

—¡Muchas gracias por cuidar de mis niños, Alex! —le agradeció papá.

—No hay de qué, Jason —lo tranquilizó el chico—. Ha sido un honor, ellos son muy amables y divertidos.

—¡Mi bebé hermoso! —exclamó mamá, volviendo a abrazarme— ¿Cómo te sientes, hijo?

—Estoy bien, mamá —la tranquilicé.

—Tyler me llamó y me dijo que vino a visitarte —nos informó papá, al mismo tiempo que señalaba el ramo de flores que el policía había traído—. Espero que no te haya molestado.

—No, está bien —lo tranquilicé, intentando no recordar la discusión que había tenido con él.

—Hablamos con el doctor —me informó Amber—. Le preguntamos si podías pasar una semana en el hospital y el otro tiempo que debes estar descansando que te quedes en casa. Así no te cansas o aburres mucho.

—Muchas gracias —les agradecí— Aunque la verdad es que no estoy tan aburrido aquí. La pasé bien con Alex y Lea.

Ambos sonrieron, antes de que Alex mirara su reloj con el ceño fruncido.

—¡Wow, ya son la siete veintiuno! —nos informó— Debo darme prisa y salir a mi trabajo para cambiar de turno con mi compañero.

Papá sonrió antes de volver a darle las gracias. Alex saludó a papá, mamá y Lea, antes de darle un besito en la frente a Amber. Después de eso se acercó a mí y me guiñó un ojo, al mismo tiempo que sonreía.

—Descansa, y espero volver a vernos pronto —se despidió—. Prometo venir a visitarte en casa antes de que puedas volver a salir.

Alex se giró y sonrió.

—Adiós, Jason, Amy, Amber y Lea —exclamó, agarrando a Miaw-Miaw en sus brazos, antes de sonreír con diversión—. Y hasta luego, bebé Black.

Rodé los ojos, pero no dije nada. Alex salió, por lo que Amber volvió a sentarse en el sofá, visiblemente cansada. Papá volvió a sacar su libro y empezó a volver a leer, mientras sus ojos empezaban a cerrarse lentamente.

—Descansen, chicos —les pedí—. Ya cuidaron mucho de mí. Ustedes deben cuidarse también para no sentirse cansados.

—Está bien, no estamos cansados —me tranquilizó mamá, antes de sonrojarse al escuchar como papá empezaba a roncar—. Bueno, sólo un poquito.

—Yo también dormiré así que no se preocupen —les informé, arreglándome en la cama y cerrando los ojos.

Sam

—¡No lo puedo creer! —susurró una chica sentada a mi lado, sorprendida— ¿Así que no fue sólo un rumor?

—No —la apoyó su compañera—- Parece que de verdad eso pasó.

Cerré los ojos y me puse la capucha sobre la cabeza, intentando ignorarlas. Estaba de nuevo en clases, esperando a que todos llegaran para empezar las clases. Y por mala suerte mía, me había sentado al lado de dos chicas que hablaban mucho.

—Sí que es débil para terminar metido ahí —susurró la segunda—. Hasta me sorprende que siga vivo.

Vi por el rabillo del ojo cómo Tess se tensaba, al mismo tiempo que Max giraba ligeramente la cabeza para mirar en nuestra dirección.

—Espero que se quede mucho tiempo en coma —terminó la primera—. Anda todo el tiempo pegado a Max y me desespera. Intenté muchas veces declararme, pero siempre está pegado a él junto a esa amiga suya rubia, así que nunca pude hacerlo.

Me puse de pie y le pegué con fuerza a mi mesa, haciendo sobresaltar a las dos chicas y viendo cómo Tess justamente se había puesto de pie también. Sonreí con diversión, las dos chicas mirándome con miedo.

—Apostaría lo que sea a que si se encontraban en el lugar de Ryan se habrían muerto de un infarto con sólo tener a esa culpable cerca —me burlé— ¿Tanto les divierte criticar a alguien?

—Yo no... —susurró la chica con voz temblorosa.

—¡Claro! Y ahora dirás que no estabas hablando de Ryan, o quizás hasta digas que no fue tu intención, ¿no? —pregunté con diversión— ¿Tan aburrida es tu vida como para que te divierta hablar sobre los demás a sus espaldas?

—Oye, déjalas —me pidió Max, el cual se había acercado a nosotras sin que me diera cuenta.

Las chicas parecieron aliviadas, pero al instante se tensaron. Cuando me giré a ver al chico noté que sus ojos ámbar las miraban con frialdad.

—Y ni se les ocurra acercarse a mí o intentar establecer una conversación —les advirtió Max—. Se metieron con una de las pocas personas importantes para mí. No crean que les perdonaré así de fácil por hablar mal de mi mejor amigo.

La chica que había hablado sobre acercarse a Max se tensó, y sus ojos empezaron a aguarse. Rodé los ojos antes de recoger mis cosas con rapidez y mirarlas con desprecio.

—Si encuentran vuestra vida tan aburrida como para hablar mal de alguien, métanse conmigo y prometo hacer de vuestra vida un infierno —les advertí—. Odio la gente cobarde, pero la gente hipócrita me horroriza.

Me empecé a alejar de ellas con mis cosas en mano antes de sentarme al otro lado de la clase, justo delante del escritorio de la profe. Odiaba sentarme en frente, pero esperaba a que las chicas hubieran cambiado el lugar el día de después para volver a mi lugar.

—¡Oye! —susurró una voz detrás mío.

Me giré, antes de encontrarme con los ojos azules de Tess, mirándome con seriedad. La chica suspiró, antes de sonreír con alivio.

—¡Gracias! —me agradeció, aún en voz baja.

—No hay de qué —la tranquilicé—. Aunque en realidad no lo hice ni por ti ni por Max, y mucho menos por Ryan. Simplemente odio cuando hablan mal de alguien que de por sí es bueno.

Tess volvió a abrir la boca, al mismo tiempo que Max se sentaba en su lugar, justo a su lado. Pero no pudo decir nada, ya que la profe entró corriendo a clases, apresurada.

—¡Chicos, Ryan despertó! —gritó la profe, por lo que sonreí con alivio— Tyler me lo dijo por teléfono, así que ya no tienen por qué preocuparse.

—Cuando acabemos las clases vayamos a visitarlo —susurró Tess, mirando a Max con emoción.

Sonreí con diversión y me giré para encarar a las chicas habladoras, las cuales miraban a la profe con la boca abierta. Cuando sus miradas se posaron en mí, les saqué el dedo medio, antes de volver a girarme hacia el frente e ignorarlas.

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