11- Memorias dolorosas
James:
Me limpié las lágrimas que seguían cayendo por mi cara antes de volver a posar mi vista en la foto que tenía en mis manos. No dejaba de temblar y de sollozar, y aunque ya habían pasado tres días desde el accidente, seguía sin poder superar que Ryan...
Me tapé la cara con las manos, dejando la foto encima de mis rodillas. Sentía un dolor abrumador en mi pecho, mientras sentía cómo mis manos empezaban a empaparse con mis lágrimas.
Destapé mi cara y volví a mirar la foto con nostalgia. Era la única foto que había podido conservar después de morir. No era la mejor, y hasta teníamos expresiones extrañas en ella, pero era mi foto favorita.
Me encontraba en el medio, sentado, mientras agarraba en mis brazos a Lea, quien debía tener dos o tres años. En la foto ella estaba llorando y gritando, mientras yo intentaba calmarla.
Por otro lado, Ryan se me había subido a la espalda e intentaba sentarse en mis hombros, riéndose con diversión.
Recordaba exactamente ese día como si fuera ayer. Mamá y papá nos llevaron al parque de diversión, y después de pasear por todos los juegos, nos sentamos en el pasto, en el cual papá nos tomó una foto.
Había sido el mejor día de mi vida, ya que me había divertido mucho con Ryan, Lea, mamá y papá, pero tres meses más tarde...
Todo se acabó.
—Desearía nunca haber nacido, sólo traigo desgracias a todo el mundo —susurré, sintiendo cómo mi corazón me dolía aún más.
Apreté los ojos con fuerza mientras sentía como las lágrimas seguían cayendo por mi cara.
Me encontraba en la escuela, sentado en el pasto mientras veía como varias personas corrían por todos lados, jugaban o comían.
Volví a cerrar los ojos y dejé caer mi cabeza sobre un árbol, el mismo en el cual estaba apoyado cuando Lea y Ryan estaban jugando a la guerra de agua, mientras Jade los miraba.
Suspiré, intentando controlar mis sollozos, antes de dejar caer mi mano en el pasto, rendido.
—¡Ryan, deja de saltar por todos lados! —le pedí, mientras veía como Ryan corría con emoción alrededor nuestro.
—Hijo, te marearás y terminarás vomitando —le explicó mamá—. Siéntate un poco.
Ryan dio dos saltos más de emoción, antes de correr en dirección de papá y saltar en sus brazos, por lo que papá elevó al Ryan de cuatro años y medio al aire.
Al instante, Lea, la cual estaba en los brazos de mamá, empezó a llorar mientras extendía los brazos en dirección de papá. Este sonrió con diversión, antes de mirar a Ryan con fingido gesto de sorpresa.
—¡Ryan, Lea está celosa de que estés en mis brazos! —le informó, antes de dejar a Ryan en el suelo y agarrar a Lea en sus brazos.
—¡Quiero! ¡Quiero! —gritó Ryan, tendiendo los brazos en dirección de Lea.
—¿Quieres agarrar a Lea? —le pregunté, al mismo tiempo que Ryan asentía con rapidez de manera exagerada.
—Siéntate —le pidió mamá, antes de posar a Lea en los brazos del chico.
Ryan abrió los ojos con sorpresa, viendo como Lea movía los brazos con diversión y le pinchaba la nariz.
—¡Ay! —se quejó el chico, antes de reírse— ¡Eres mala, Lia!
—Es Lea —le repetí por milésima vez.
—¡Lia!
—Lea —repetí—. Es con una E, no una I.
—¡Ames! —contraatacó Ryan— ¡Tú... Ames!
Me reí, antes de acariciarle el pelo con ternura mientras papá volvía a agarrar a Lea en sus brazos.
—Bueno, me puedes llamar "Ames" si quieres —asentí—. Pero cuando sepas hablar mejor me llamarás "James", ¿okey?
—¡Oki! —asintió Ryan, volviendo a ponerse de pie y empezando a correr alrededor de nosotros.
—Parece un mono —susurró mamá con diversión—. Tiene mucha energía para ser un niño de cuatro años.
—¿Y si nos tomamos una foto para recordar este día? —preguntó papá, feliz.
Todos asentimos, por lo que papá sacó su celular, antes de dejar a Lea en mis brazos.
Al instante la chica empezó a gritar y llorar. Papá sonrió con nerviosismo, antes de pedirle a Ryan que se diera prisa en meterse en la foto.
—¡Yo también! —se emocionó Ryan, intentando subir a mis hombros—¡Ames, levántame!
—¡Ryan, no! —le pedí con diversión— Te caerás si te subes ahí sin que te sujete.
Lea empezó a llorar con más fuerza, por lo que giré mi mirada hacia ella, mientras escuchaba cómo el teléfono de papá soltaba un "clic" típico cuando se tomaba una foto.
—¡Salió perfecto! —se emocionó papá, antes de girarse y buscar alrededor— ¡Oye, tú, la mujer ahí! ¿Podría tomarnos una foto familiar por favor?
—Por favor, James, deja de llorar... —susurré, aún con los ojos cerrados, limpiándome las lágrimas.
—Sí, por favor, deja de llorar —asintió una voz femenina a mi lado.
Abrí los ojos de par en par, mientras retrocedía hacia atrás y me pegaba la cabeza contra el árbol. Fijé mi vista en la chica, aún en shock, antes de notar que esta tenía una historia sobre sus rodillas, leyendo.
—Uff, me asusté —susurré, aliviado—. Pensé que me estaba hablando a mí.
—Odio cuando las personas lloran —siguió, aún paseando sus ojos en el libro—. No sé si abrazarlos, darles un pañuelo o pegarles un puñetazo para que reaccionen.
La chica giró la cabeza, antes de mirarme directamente en los ojos.
—Ahora cállate, quiero leer, fantasmita.
Me puse de pie de un salto, abriendo los ojos de par en par y mirando a la chica con la boca abierta. Esta tenía el pelo marrón oscuro cayéndole sobre los hombros, mientras que sus ojos azules me miraban con cansancio. Esta levantó una ceja, rodó los ojos y volvió a posar sus ojos en su libro.
—¡Puedes verme...! —susurré, en shock.
—Puedo verte y escucharte —contestó, poniendo el acento sobre el "y"—. Llevo tres minutos intentando leer el mismo párrafo, pero sigues molestando. ¿Qué es lo que quieres exactamente?
Abrí la boca y la volví a cerrar, antes de apretar los puños e intentar decir algo, pero en vano. Estaba completamente en shock.
—¿Cómo es posible...? —susurré, confuso, antes de quedarme callado de golpe— No me digas... que viviste una experiencia cercana a la muerte.
Sam levantó su cabeza de golpe, mirándome con increíble frialdad. Después de eso apretó los labios con fuerza, antes de fijar su mirada en su libro.
—Pff, todos los fantasmas son iguales —gruñó la chica, rodando los ojos—. Sólo aparecen para arruinarte la vida, o mínimo el día.
—¡Yo no soy así! —me ofendí, mirándola con molestia— Yo no soy...
—¿Dónde está tu hermano? —preguntó la chica, frunciendo el entrecejo.
—¿Cómo sabes que tengo un hermano? —susurré, sorprendido.
—¿Acaso aún no puedes darle un nombre a mi cara? —cuestionó la chica con tono ofendido.
—¿Eres un ángel? —pregunté, sorprendido—. Un angelito que vino a ayudarme.
—No soy ningún angelito —gruñó la chica.
—Te ves como uno —argumenté.
—¡Soy Sam! —me cortó la chica— ¡Sam Brown! Compañera de Ryan. Ahora dime dónde está tu hermano.
—Ryan... —bajé la cabeza, cerrando los ojos con culpa— Él está...
—¿En el cementerio? —cuestionó Sam.
—¡No! —grité, sorprendido— ¡Está en el hospital!
Sam levantó una ceja, antes de desviar la mirada y volver a fijarla en su libro. Me quedé callado unos segundos, esperando a que dijera algo más, pero ni me miró.
—¿Por qué dejaste de hablar? —susurré, confuso.
—Ya te lo dije, todos los fantasmas son iguales —contestó Sam en tono cortante—. Todos acuden a ti en busca de ayuda, y cuando ven que ya no puedes hacer nada por ellos, te dejan plantados.
—¡No soy así! —grité, molesto.
Sam abrió los ojos con sorpresa, antes de mirarme con una mirada asesina, apretando los puños sobre el libro.
—¡Si no fueras así ya estarías en el hospital con tu hermano! —gritó, haciendo que retrocediera.
—¡Él está en coma! —me quejé, sintiendo las lágrimas volver a aparecer en mis ojos— ¡No puedo hacer nada, él está en coma!
—¡Claro que puedes! —contraatacó Sam— Mínimo quédate a su lado hasta que despierte. ¡Es lo mínimo que puedes hacer después de arriesgar su vida de esta manera!
—¡Estás loca, nunca entenderás lo que siento ahora! —grité, pegándole al árbol detrás de mí con molestia— ¡Tú nunca sentirás lo que siento ahora!
Sam abrió los ojos con sorpresa y se quedó mirándome durante largos segundos con incredulidad, antes de sonreír con tristeza y volver a fijar su mirada en el libro.
—¡Claro, nunca sentiría lo que sientes ahora! —susurró, asintiendo con lentitud— Y tienes razón. Estoy loca, estoy loca por haberte hablado. Tendría que haber cambiado de lugar y haberte ignorado.
Sam volvió a fijar su mirada en el libro y me ignoró. Empecé a respirar cada vez con más lentitud, antes de gruñir y dejarme caer en el pasto de nuevo. Ni así Sam volvió a mirarme.
Junté mis rodillas en mi pecho y las rodeé con mis brazos antes de dejar caer mi cabeza en ellos y cerrar los ojos. Sólo se escuchaba el ruido que hacían los chicos alrededor, el frío que desordenaba mi pelo y el ruido de las hojas siendo giradas por Sam.
Levanté la cabeza y miré a Sam durante largos segundos, antes de suspirar y cerrar los ojos.
—Lo siento... —susurré, arreglándome el pelo con nerviosismo— No pude controlarme y dije todas esas cosas malas. Lo siento.
Sam levantó la cabeza con sorpresa, antes de mirarme con una expresión en la cara indescifrable. Después de eso suspiró antes de fijar su vista en el patio, donde aún estaban jugando jóvenes al fútbol, a quien corre más rápido o simplemente estaban sentados comiendo.
—No te puedo perdonar... —susurró Sam, aún sin mirarme a la cara— No te perdonaré hasta que arregles tu error.
Fruncí el entrecejo con confusión, antes de desviar la mirada, sin saber qué contestar.
—Este no es tu lugar —siguió, finalmente mirándome—, no sólo no es tu mundo, ya que eres un fantasma... sino que no debes estar aquí ahora mismo. Necesitas irte a otro lugar.
Abrí los ojos con sorpresa, entiendo al fin a lo que se refería.
—¡Ryan...! —susurré.
—No me gustan los cobardes —terminó Sam, cerrando su libro con determinación—. Cuando hayas arreglado tu error, ven a hablarme si deseas. Mientras aún no lo hayas hecho, no te hablaré.
Sam se puso de pie y quitó el polvo de su pantalón, antes de guardar su libro en su mochila y empezar a alejarse. Me puse de pie y de golpe, mirándola con nerviosismo.
—¡Sam, espera! —grité.
La chica se giró, y me miró con una expresión neutra en la cara. Me agarré el polerón con nerviosismo, antes de mirarla y sonreír nervioso.
—Gracias, angelito —le agradecí—. Al fin sé que debo hacer ahora.
Sam levantó una ceja con sorpresa, y se dio vuelta, escondiendo una sonrisa, antes de volver a empezar a alejarse.
—Toma buenas decisiones, fantasmita —susurró, antes de empezar a correr en dirección de la puerta.
Sam
Entré a la clase antes de dirigirme hacia el fondo de la clase. No había muchas personas alrededor, sólo la profesora sentada en su escritorio, y otros dos alumnos.
El primero era un chico alto y musculoso, bronceado, con pelo marrón oscuro y ojos ámbar. La otra era una chica con pelo rubio y ojos azules, extremadamente parecida a la profesora.
Ambos estaban parados cerca de la profe, hablando en susurros.
—Me estoy preocupando —susurró el chico, mirando a la chica con el ceño fruncido—. Ya lleva tres días así. ¿Cuándo se despertará?
—Lo único que podemos hacer es seguir visitándolo hasta que lo haga —contestó la chica, también en susurros.
—Y pensar que le hable pocos segundos antes del accidente —se lamentó Max—. Si no lo hubiera llamado, quizás no se habría desconcentrado y se habría movido más rápido.
—Dejen de culparse, ya me duele la cabeza de ver a tantas personas deprimidas —gruñí, por lo que los tres se giraron para mirarme.
—¿Sam Brown? —preguntó la profe— ¿Cuándo llegaste?
—Hace un par de minutos —contesté, encogiéndome de hombros—. Pero creo que fue mala idea. ¿En serio tan preocupados están por Ryan?
Vi como Max apretaba los puños con molestia, pero Tess no se limitó a eso, sino que avanzó hacia mí con pasos determinados, mirándome con furia.
—¿Tienes algo que decir, chica? —me preguntó con voz fría.
Me puse de pie para poder mirarla directamente a la cara, antes de sonreír con diversión.
—¿Realmente confían en Ryan? —les pregunté, fingiendo sorpresa— Porque si sí, deberían dejar de preocuparse. No lo conozco tan bien como ustedes, pero sé que una ridícula herida como esa no hará que se rinda.
—¿Cómo puedes estar tan segura de qué... eso no lo matará? —preguntó la profesora, aún sentada en su escritorio, frunciendo el entrecejo.
—Simplemente lo sé —contesté, encogiéndome de hombros—- Y estoy muy segura de que despertará hoy o mañana. Ya verán.
Tess me agarró por el cuello del polerón antes de acercar su cara a la mía, sus ojos azules mirándome con frialdad.
—Más te vale no estar mintiendo —susurró la chica—. Si no, te arrepentirás por darnos falsas esperanzas.
—¡Claro, déjame añadir tu nombre a la lista de personas que me quieren romper la cara! —asentí con sarcasmo, soltándome de golpe— Después de todo, no eres la primera persona que me odiará.
Tess apretó los puños con fuerza, pero poco después empezó a relajarse, al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Desvié la mirada y volví a sentarme en mi silla, intentando ignorar a las tres personas que me miraban.
Entendía como ellos se sentían, y mucho más a Tess. Después de todo, yo también había vivido lo mismo hacía quince años. Suspiré y volví a sacar mi libro, fingiendo estar leyendo para no quedarme de brazos cruzados en una atmósfera tan incómoda.
Me sentía también un poco culpable por haberle gritado a ese fantasma, pero era la única idea que se me vino a la cabeza. Había sido más ruda y fría de lo normal, pero sabía que, si no lo hubiera hecho, él habría permanecido sentado en el suelo en vez de seguir avanzando.
Terminé cerrando el libro, antes de sacar mi teléfono y mis audífonos y empezar a escuchar música. Tess había vuelto a su lugar y ninguno de los tres volvió a mirarme, pero, aun así, cerré los ojos y empecé a respirar con más rapidez. No sabía si lo que hacía era lo correcto, lo único que sabía era que quería hacerlo.
—¡Sam, nunca más te comuniques con los muertos! —me pidió papá, mirándome con seriedad— Ya no quiero verte sufrir, hija. Esta vez será la última.
Lo siento, papá, pero esta vez sí será la última. Sé que me has obligado a ignorarlos para intentar curar mi trauma, pero... tengo que hacerlo esta vez. No por mí, no por ti, mucho menos por Ryan o por su hermano.
Lo haré por mamá.
Mamá no logró encontrar la paz que quería, y el tiempo para ella se acabó.
Por eso, iba a hacerlo una última vez... por última vez, intentaré ayudarlo a descansar en paz.
Después de todo, al fantasma sólo le falta menos de un año y debemos darnos prisa si queremos lograrlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top