10- Quédate conmigo
Ryan:
—Me estacionaré aquí —susurré, apretando los puños sobre el volante.
Cerré los ojos, respirando hondo, antes de volver a abrirlos y sonreír con determinación.
Metí el auto en el lugar de estacionamiento que se encontraba a casi cuatro minutos caminando del centro donde se encontraban las grabaciones.
Me giré hacia atrás, antes de alargar la mano. Una pequeña bolsita empezó a flotar en el aire, antes de posarse en mi mano. Saqué el espejo de la bolsa y lo puse sobre el volante, antes de mirarme en él.
Mi cara estaba extrañamente muy pálida. Mis ojos azules me devolvieron la mirada mientras me mordía el labio inferior con nerviosismo. Apreté los puños con fuerza, antes de pegar al volante con fuerza.
—¡Maldito cobarde, deja de temblar! —me regañé, antes de sacar la segunda cosa de la bolsa.
Lo abrí, antes de tomar una larga respiración, y acercarme más al espejo. Abrí los ojos más de lo normal, antes de ponerme la lentilla en el ojo. Parpadeé con incomodidad, antes de volver a mirarme en el espejo.
Ahora me veía con un ojo azul, y el otro marrón oscuro. Fruncí el entrecejo, antes de repetir lo mismo con el otro ojo. Al cabo de un minuto, mis dos ojos estaban de color marrón.
—Seguirán reconociéndome —susurré, antes de sacar un peine de la bolsa.
Volví a fijar mi vista en el espejo, antes de empezar a peinar mi pelo despeinado hacia el frente, haciendo que se me cayera encima de la frente. Después de pocos segundos más, lo quité de mis ojos, antes de sonreír con nerviosismo al mirarme en el espejo de nuevo.
—Soy irreconocible —me alegré—. Mis ojos ya no son azules, sino que marrones, y mi pelo me tapa algo de la cara, además este es un peinado que nunca me hice, así que es un noventa y nueve por ciento seguro que nadie sabrá que soy Ryan.
Sonreí con emoción, antes de apretar los puños y guardar la bolsita de lentillas en el bolsillo de mi pantalón. Después de eso abrí la puerta, antes de salir y tomar una larga respiración.
—¿Sigues recordando el plan? —le pregunté a James, quien seguramente estaba parado al lado mío.
Sentí dos golpecitos en mi hombro, por lo que sonreí con nerviosismo, antes de empezar a caminar lejos del auto después de bloquearlo.
—El cinco de diciembre, en 124-456 —le repetí—. Cuando acabes dame una señal.
James volvió a tocarme dos veces en el hombro, por lo que empecé a avanzar con aun más rapidez. Miré mi reloj, antes de ver que ya eran las veintitrés con quince minutos. Y por alguna rara razón, la calle estaba llena con muchas personas alrededor.
—Quizás sea porque aquí es un lugar muy concurrido... —susurré, agarrándome la barbilla de manera pensativa.
Parpadeé con confusión, antes de sentir cómo algo se me caía frente a los ojos. Parpadeé muchas veces con confusión, antes de tropezar y empezar a caer. En el último segundo, algo me agarró, haciendo que no me rompiera la cara.
—Odio este pelo, no puedo ver bien —gruñe, sacándolo de mis ojos—. Quizás deba cortarlo.
James me tocó una vez el hombro, por lo que fruncí el entrecejo, sorprendido.
—¿No? —cuestioné— ¿No quieres que me lo corté? ¿Acaso te gusta cómo me veo así?
James volvió a tocar dos veces mi hombro, antes de escuchar una voz dulce reírse a mi lado. Abrí los ojos con sorpresa al escuchar de nuevo su voz, pero no dije nada.
Se sentía bien escucharlo reírse. No sólo porque su voz sonaba bien, sino que me hacía darme cuenta de que hacía un buen trabajo ayudando y que James estaba feliz.
—Es aquí —le informé, parándome de golpe después de otros minutos caminando.
Nos encontrábamos frente a un edificio. Debía tener unos tres pisos, por lo que miré en dirección a James con nerviosismo, pero este puso una mano sobre mi hombro y la apretó, clara señal de que él tenía todo planeado y que no tenía por qué preocuparme.
—Aquí vamos... —susurré, acercándome al lugar, antes de abrir la puerta.
Al instante una mujer anciana salió del lugar, haciendo que tuviera que correrme hacia el lado para que no le bloqueara el paso. Tomé una larga respiración, antes de arreglarme el pelo sobre la frente y entrar con una sonrisa determinada en la cara.
El lugar estaba vacío. Sólo se encontraba un joven, sentado en una silla frente a un escritorio, mirando algo en su teléfono. Parecía una sala de espera normal, con sillas y paredes blancas.
Me aclaré la garganta, por lo que el chico se giró con sorpresa, antes de mirarme con una sonrisa amigable. Avancé hacia él, antes de pararme frente a su escritorio.
—¡Hola! —lo saludé, intentando hablar con normalidad— Soy John Liam, y quería saber si me podría ayudar en algo importante por favor.
—¡Claro! —asintió el joven, poniéndose de pie y alargando su mano para saludarme— Soy Alex, mucho gusto.
—¡Wow, muy positivo y amistoso! —exclamó mi voz interna— ¿Seguro que deberíamos mentirle?
Estreché su mano, antes de desviar la mirada, recordando la mentira que tenía en mente.
Volví a fijar mi mirada en él, antes de empezar a hablar.
—Resulta que hace un par de semanas, se me perdió el celular —le expliqué, mintiendo—. Me había rendido y me había comprado un nuevo teléfono, pero hace unos días mi amigo me dijo que podía saber quién me lo tomó si venía a hablar con ustedes.
—No es la primera vez que vienen aquí por un celular robado —me informó el joven, agarrándose la barbilla de manera pensativa— ¿Podrías decirme cuándo exactamente se te perdió y dónde?
Me mordí los labios con nerviosismo, esperando a que James se diera prisa, porque si le decía al hombre dónde estaba, seguramente subiría y podría parar nuestro plan.
—Fue el veintitrés de marzo —le expliqué—. Creo que fue a eso del mediodía, delante del restaurante WacDonnold.
—Entiendo —susurró el hombre, empezando a escribir la información en una hoja.
Me quedé plantado delante de él varios segundos, antes de que el hombre se pusiera de pie y me sonrió con amabilidad.
—No te preocupes, amigo, iré a buscar la grabación y veremos juntos si encontramos algo —me aseguró, poniendo una mano sobre la manilla de la puerta.
—¡No, no! —grité en mi interior— ¡Si sale por la puerta James no podrá buscar las grabaciones!
Abrí la boca para pararlo, aun sabiendo que eso iba a extrañar la atención del hombre. Pero no pude hacerlo, ya que algo más ocurrió...
El teléfono empezó a sonar.
Nunca me había sentido tan aliviado de escuchar un teléfono sonar. Solté todo el aire que tenía en mis pulmones, antes de sonreír con alivio.
Alex frunció el entrecejo, antes de volver a su escritorio y contestar. Desvié la mirada y concentré mi atención alrededor.
James me había escrito diciéndome que me iba a mandar una señal cuando acabara, pero no sabía qué señal iba a ser, por lo que estaba atento alrededor mío.
—¡Claro, estoy abierto ahora mismo! —asintió el hombre, llamando mi atención— Me encuentro ayudando a un joven, pero seguro acabamos en menos de media hora. Así que puede venir y esperar un poquito si quiere.
Alex asintió unas dos veces más, antes de despedirse y colgar. Volví a sentir el miedo crecer en mi pecho, pero intenté actuar con normalidad.
—Lo siento, ha sido una persona preguntando si podía venir ahora mismo —se disculpó Alex—. Ahora sí, iré a ayudarte.
Esta vez sí estaba listo para pararlo, pero tres cosas pasaron al mismo tiempo, llamando la atención de ambos.
El celular de Alex volvió a sonar.
Mi celular sonó.
Algo en el segundo piso cayó, rompiéndose y haciendo mucho ruido.
Alex se quedó congelado, sin saber si subir primero o contestar el celular. Yo saqué mi celular, antes de ver que era una llamada de mi amigo Max. Contesté sin dudarlo.
—¡Amigo! —me saludó Max, emocionado— Adivina donde estoy.
—¡Hey amigo! —lo saludé, lanzándole una mirada a Alex y viendo que se encontraba confuso, mirando el celular con incredulidad—¿Qué pasa?
—Adivina donde estoy —me pidió Max, seguramente saltando de emoción.
—¡No me digas! —me emocioné—¿Lo encontraste?
—¿Ryan? —preguntó Max, visiblemente confuso— ¿Encontrar qué?
—¿Dónde lo encontraste? Después de semanas, finalmente encontramos el celular.
—¿Celular? —cuestionó Max— ¿Estás en una situación incómoda y necesitas salir de ahí?
—¡Sí, justamente estoy ahí! —asentí— Como bien me dijiste, vine a ver si podía encontrar algo.
—¡Oh, entiendo! —susurró Max— Ya encontré tu celular, así que puedes volver a casa.
—Entiendo, amigo —asentí—. Gracias de nuevo, eres el mejor.
Colgué, antes de girarme hacia Alex. Este había colgado, y me miraba con confusión.
—El amigo que me pidió pedirle ayuda me dijo que encontró mi celular —le expliqué—. Necesito ir rápidamente a su encuentro.
—¿Oh, ya se resolvió? —preguntó Alex, antes de suspirar con nerviosismo.
—¿Qué ocurre? —pregunté, confuso.
—No es nada, no te preocupes —me aseguró, encogiéndose de hombros.
Me quedé parado, sin moverme. Después de unos segundos, Alex volvió a suspirar, antes de rodar los ojos.
—La llamada de hace un par de segundos fue hecha por el celular fijo que está arriba —me explicó, desviando la mirada—. No sé si llamar a la policía o no.
Abrí los ojos con confusión, antes de tensarme al darme cuenta de que lo más seguro fue James. Sonreí con amabilidad, antes de avanzar hacia él.
—Lo puedo acompañar hacia arriba si desea —le dije, encogiéndome de hombros.
—También se rompió algo arriba —explicó—. Soy el único que está en este edificio, y la llamada fue vacía, nadie habló en ella.
—¡Vamos! —le apresure, dirigiéndome hacia la puerta.
—¡No! —gritó el hombre, nervioso— ¡No me acompañes, sólo eres un niño, no quiero que arriesgues tu vida si es alguien malo!
—No será la primera vez que arriesgue mi vida, y tampoco la última —bromee, dándole la espalda y entrando por la puerta.
Al instante, Alex me alcanzó, tenso. Empecé a subir las escaleras hacia arriba antes de poner la mano en la manilla para luego notar con diversión como Alex estaba más tenso de lo normal.
—Cálmate, seguro no es nada malo —le aseguré, antes de abrir la puerta.
Alex encendió al instante la luz, antes de soltar un grito y salir corriendo dentro del cuarto.
—¡Un gato! —gritó emocionado— ¿Fuiste tú quien me llamó?
El gato lo miró durante largos segundos, antes de soltar un "Miaw".
—¡Te adoptaré! —se emocionó Alex, agarrándolo en sus brazos y dando saltos de emoción.
Entré en el cuarto, antes de ver una taza de café en el suelo, rota en muchos pedazos.
Suspiré con alivio, antes de ver cómo Alex acariciaba con emoción el gatito.
—¿Seguro que eres un adulto? —pregunté con diversión— Pareces un niño pequeño.
—Siempre quise tener un gatito —explicó el hombre, sonriendo con emoción— ¡Lo llamaré "Miaw-Miaw"!
—Es un lindo nombre —observé, suspirando con alivio—. Bueno, ya encontré mi celular, así que gracias por las intenciones.
—No hay de qué —me tranquilizó Alex—. Vuelve cuando necesites ayuda.
Salí con rapidez del cuarto antes de suspirar con alivio. Bajé las escaleras de dos en dos antes de salir del edificio, tomando una larga respiración. Había estado a punto de morirme de nerviosismo dentro, pero ahora ya me sentía más calmado.
Me arrodillé frente al lugar, antes de sacarme las lentillas. Pocos minutos después, me puse de pie y arreglé mi pelo hacia atrás, sintiéndome más libre que antes. Saqué mi celular y volví a llamar a Max.
—¿Ryan? —preguntó Max— ¿Estás bien?
—Sí —lo tranquilicé, sonriendo con alivio—. Lo siento, me encontré con alguien conocido y se quedó hablando conmigo mucho tiempo.
—¿Estás fuera a estas horas? —se sorprendió Max— ¡Yo también!
—¿Quién es? —preguntó una voz femenina muy conocida— ¿Es Ryan?
—Sí —asintió Max, por lo que levanté una ceja con sorpresa.
—¿Qué haces con Tess a las... veintitrés con veinticinco? —le pregunté, sorprendido.
—Mi mamá salió a cenar con papá, y como tiene miedo a que termine quemando la cocina, le pidió a Jules, su mejor amiga, que me cuidará.
—¿Jules? —pregunté con confusión.
—La mamá de Tess, pero también es nuestra profe —me explicó—. Por eso ahora estoy afuera con ella, Tess, Dylan y Tyler.
—¿Quién es...?
—Dylan es el hermanito de Tess, tiene diez años —me cortó Max—. Y Tyler es su papá. Y estoy emocionado porque alguien se puso a robar una joyería, y Tyler fue a perseguirlos —explicó.
—No deberías emocionarte por algo así —lo regañó la voz de la profe.
—No tienes suerte, yo pude ver la persecución en vivo y en directo —se burló Max.
—¿Dónde está? —pregunté, sorprendido.
Max dijo algo al otro lado del teléfono, pero no escuché nada, ya que se escucharon dos disparos al otro lado de la calle.
—No me digas, ya sé dónde es —suspiré—. Yo y mi mala suerte, siempre encontrándome en el lugar menos indicado.
Corté la llamada, antes de empezar a caminar lejos con rapidez. El auto se encontraba a unos minutos del lugar, por lo que lograría llegar sin meterme en problemas.
O eso pensé...
Al instante, algo me agarró el cuello, antes de sentir cómo alguien se me pegaba en la espada y algo caliente posarse en mi estómago.
—¡Argh, mátenme! —me quejé, molesto— ¿Por qué todo lo malo me tiene que ocurrir a mí?
—Será un honor matarte —exclamó una voz femenina a mis espaldas—. Pero verás, eres un rehén, y si te mato no podré escapar.
—¡Suéltalo! —gritó una voz masculina a mi lado.
Giré ligeramente la cabeza, antes de ver a un hombre adulto con ropa casual, sujetando una pistola en su mano y dirigiéndola en nuestra dirección. Su cara se me hacía muy familiar, puesto que se parecía mucho a Tess, por lo que deduje que era Tyler.
—¡Suéltalo! —ordenó el señor Tyler— ¡Suéltalo o te arrepentirás! ¡Si muere, Jason nunca me lo perdonaría!
La mujer que me tenía agarrado soltó una risa divertida antes de pegar la pistola aún más en mi estómago.
—Dispárame y dispararé también —le advirtió—. Si quieres que este perdedor viva, déjame las llaves de tu auto y lanza tu arma al suelo.
—No —negué, intentando sonar calmado—. No le dé las llaves, Tyler.
El policía pareció sorprendido de que conociera su nombre, pero frunció el entrecejo antes de apretar con más fuerza la pistola.
—¿Tanto quieres morir, perdedor? —me preguntó la mujer con confusión.
—No le tengo miedo a la muerte —sonreí, moviendo ligeramente la mano hacia el costado—. Después de todo, no moriré hasta conseguir mi objetivo.
Seguí moviendo la mano de manera lenta. Necesitaba ganar tiempo, antes de agarrar la pistola y dirigirla hacia otro lado que no fuera mi estómago.
—¡Ni lo intentes! —gritó la mujer, apretando aún más la pistola en mi estómago— Un solo movimiento y te mando a la tumba. ¡Y tú, dame las llaves de tu auto!
—No tengo —susurró Tyler, molesto.
—¡Claro, y yo soy buena! —se rio a carcajadas la mujer— ¿Crees que no te vi salir corriendo detrás de mí después de hablar con tu familia? Ahora mismo se encuentran en un auto blanco, grande, con matrícula...
—¡Para! —gritó Tyler, girándose hacia el lado— ¡Ni un movimiento más!
Fruncí el entrecejo, notando que no había nadie en el lugar donde miraba Tyler. Un escalofrío pasó por mi espalda antes de sentir como la mujer volvía a presionar la pistola en mi estómago.
—Bye, bye, perdedor... —susurró en mi oreja.
James
—¡Lo hice! —susurré, emocionado— ¡Nadie se dio cuenta de mi presencia!
Me apoyé sobre el auto antes de mirar alrededor, esperando a que Ryan llegará. Había planeado mi escape: traer conmigo un gato, dejarlo en el cuarto mientras buscaba las grabaciones antes de marcar el número, dejar el celular sobre el escritorio y lanzar la taza de café.
Después de eso, sólo me bastó saltar por la ventana, que ya estaba abierta, antes de volver al auto. Fruncí el entrecejo con confusión al no ver a Ryan llegar. Ya habían pasado muchos minutos desde que esperaba.
—Confió en Ryan, él volverá ahora —susurré.
De repente escuché dos disparos antes saltar de mi lugar y mirar alrededor con sorpresa.
—¿Qué es eso? —susurré.
—¡Corran, están robando una joyería! —gritó una mujer, corriendo en dirección contraria.
Me quedé en shock durante varios minutos, antes de empezar a correr, intentando deducir de dónde venían los disparos.
—Por favor, que Ryan esté bien... —susurré, nervioso.
Giré hacia la derecha y seguí corriendo, antes de pararme en seco, viendo la escena frente a mí.
Una mujer encapuchada, con ropa completamente negra, se encontraba sujetando a Ryan en sus brazos, mientras tenía una pistola en su mano, posicionada sobre el estómago de Ryan. Frente a ellos estaba un hombre normal, con otra pistola en mano, tenso.
—¡No! —grité— ¡No a Ryan!
Salí corriendo en su dirección, al mismo tiempo que veía como el hombre giraba su cabeza y posicionaba sus ojos sobre mí.
—Tyler... —susurré, en shock.
—¡Para! —gritó Tyler, mirándome con seriedad— ¡Ni un movimiento más!
—¡No! —grité— ¡Ryan no puede morir!
Apreté los puños con molestia, sabiendo que, si me lanzaba encima de la mujer, ella dispararía sin querer, y eso sería el final de Ryan. Ninguna persona puede sobrevivir a un ataque así.
—¡Lea! —gritó Ryan, llamando la atención de Lea y avanzando en su dirección.
Lea se giró, pero no pudo decir nada, ya que al instante Ryan envolvió sus brazos alrededor de ella, abrazándola con cariño. Lea se quedó congelada durante largos segundos antes de devolverle el abrazo.
—¡No...! —susurré, nervioso— No se den un abrazo frente a mí o me darán ganas de unirme.
—¿Qué pasa, Ryan? —susurró Lea con voz temblorosa— No quiero asustarme. ¿Todo bien?
—Sí —susurró Ryan—. Sólo quiero que sepas que te quiero.
—Yo también te quiero, tonto —se rio Lea, separándose de él—. Me asustaste por nada.
—Lo siento —se disculpó Ryan, bajando la cabeza—. Sólo tuve ganas de abrazar a alguien y ser abrazado.
—Te entiendo... —susurré, triste— Yo también quiero un abrazo ahora mismo.
—Idiota —se rio Lea—. Podrás abrazarme la próxima vez, pero no lo hagas de esta manera —lo regañó—. Parecía que te estabas despidiendo.
—Bueno, sí me estoy despidiendo —se rio Ryan—. Tengo que irme ahora mismo a clases.
—Me refería a una despedida real —susurró Lea—. Como si después del abrazo ibas a desaparecer.
—Nunca desaparecería —le prometió el chico—. Al menos no antes de cumplir mi objetivo.
La campana sonó, llamando la atención de los tres. Lea sonrió con diversión antes de avanzar y volver a abrazar a Ryan, el cual le devolvió al instante el abrazo.
Me acerqué a ellos y alargué los brazos, deseando abrazar a ambos antes de quedarme congelado. Suspiré con tristeza, antes de retroceder, desviando la mirada.
—No eres de este mundo, James —susurré—. No te des falsas esperanzas. Nunca más podrás ser una persona normal como ellos. Sólo sufrirás más si te encariñas mucho con ellos.
—¡Ryan, no mueras! —grité, sintiendo las lágrimas cayendo por mis mejillas.
Ryan abrió los ojos de par en par antes de girar su cabeza en mi dirección, mirándome en shock.
—¡Se lo prometiste a Lea, idiota! —grité, teniendo la atención de Ryan y de Tyler en mí— ¡No mueras, hermanito!
Ryan abrió la boca, aún en shock. Avancé hacia él, deseando liberarlo de ahí.
Pero de repente, escuché otro disparo, proveniente del lugar donde se encontraba Ryan.
La mujer lo soltó, por lo que, con una expresión de dolor en la cara, Ryan cayó en el suelo, donde empezaba a formarse un charco de sangre alrededor de su pecho.
—Ryan...
—Nunca desaparecería —prometió—. Al menos no antes de cumplir mi objetivo.
Estaba muerto.
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