Capítulo 4

Alan corrió hacia la habitación, detuvo la puerta antes que la cerraran. Su rostro denotaba mucha molestia cuando agarró a la joven del brazo. El otro chico estuvo por protestar, pero Sara se le adelantó.

— ¡Qué rayos te pasa! —Se soltó de su agarre y Bastian ya estaba por sujetarlo del cuello.

—Tienes que venir conmigo. —No pensó demasiado, solo debía impedir por todos los medios que ellos dos se encontraran solos en la habitación.

— ¿Para qué?

—Tu hermano me mandó a buscarte, se murió tu tía.

— ¿Cuál tía? —Bajó los hombros influyendo tristeza, enterneciendo su rostro y mostrándose más hermosa que nunca ante él.

—Ah... no lo sé, no conozco a tu familia. —Intentó mantenerse firme en su papel, esquivando sus ojos—. Vamos —volvió a tomarla del brazo, esta vez con más delicadeza.

Caminaban apresurados por el pasillo, dejando al jugador de futbol atrás. Sara tomó su celular y llamó a su hermano. Alan puso una mueca de horror, pero siguió caminando, al menos la había alejado de su enemigo.

—Nico, ¿qué pasó?, ¿cómo fue?, ¿cuándo murió? —Lo interrogó desesperada, buscando respuestas.

— ¿De qué hablas? —preguntó Nicolás, Sara le realizaba extrañas llamadas a veces, pero aquella estaba fuera de esquema.

— ¿Cómo que de qué? Alan me dijo que murió nuestra tía.

—Sara, no tenemos ninguna tía, dile que no invente estupideces —le cortó y la muchacha se detuvo de golpe.

— ¡Te pasaste de los límites! —le gritó—. Creí que algún pariente mío había muerto.

—Debió ser un mal entendido. —Intentó salir del paso y sin mirarla continuó su camino.

Sara corrió tras él y lo detuvo con torpeza, casi haciéndolo caer al piso.

—Lo de las plumas ya fue mucho y esto todavía más, no te atrevas a hacerme algo de nuevo. —Lo amenazó poniéndose realmente enojada.

— ¡Pues tú no vuelvas a salir con ese tipo y asunto solucionado! —le gritó de vuelta, arrepintiéndose por su impulsivo comentario.

— ¿Tienes algún problema con que él y yo salgamos? —Cruzó los brazos esperando una respuesta.

Los nervios consumieron al muchacho. Intentando apaciguar la adrenalina del momento respondió:

— De hecho sí, él te hizo peores cosas que yo y le hablas como si nada, mientras que a mí me haces la vida imposible.

—Eso es porque a diferencia tuya él sí se disculpó. Y no estamos saliendo, simplemente me acompañaba, somos amigos, es todo —explicó razonablemente, intentando darse a entender. Sabía que aun si salía de verdad con el chico rubio al otro no debía importarle, sin embargo, no quería dar una idea equivocada.

—No puedes ser su amigo —dijo tajante—. Es enemigo de tu hermano, lo estás traicionando.

Sara abrió la boca impresionada un momento. Luego la consumió la culpabilidad. No era tonta ni ingenua, sin embargo podía ser muy inocente en ocasiones y Alan ya aprendía a usar eso en su favor.

El joven tragó saliva, un silencio se hizo presente. Los ojos cristalinos de ella, su suave cabello cayendo sobre su rostro y su pequeña boca realizando una graciosa mueca que sólo había visto en ella, comenzaban a tortúralo. Sin hacer nada más que manifestar su tristeza y culpabilidad, podía logar que Alan se sintiera nervioso, la adrenalina le fluyera y sintiera un intenso calor subir por su pecho. No pudo despegar sus ojos de ella, ya era demasiado, Sara lo volvía loco. El fuego que consumía su interior se intensificaba, la presencia de la joven era el combustible. No aguantó más, explotó.

Intempestivamente la rodeó con un brazo y con el otro levantó su rostro, lo suficientemente alto para dar alcance a su labios.

Ella se tensionó un momento, no podía soltarse, él sujetaba su angosta espalda con firmeza. Entonces cedió, tampoco podía aguantarlo. Relajó sus músculos y lo rodeó con sus brazos, poniéndose de puntas para acoplarse mejor.

Siguieron el juego largo rato, Sara parecía distinta cuando besaba: serena y apasionada. El aroma de su perfume lo intoxicaba más y sus labios igual de dulces deleitaban su boca. Lentamente, con esfuerzo, se fueron separando, abriendo los ojos pausadamente. Cruzaron miradas, callados, sin realizar movimientos en aquel vacío pasillo.

Ninguno podía explicar lo que pasó, o tal vez sí, habían hecho lo que deseaban desde hacía tiempo, pero ninguno daría su brazo a torcer, el orgullo de ambos impedía que aceptaran lo que acababa de ocurrir. Igual que cuando se conocieron, se contemplaron fijamente, esperando quien se rendía primero y daba las explicaciones. Ya se desesperaban, ninguno se rendiría, lo que no sabían era que ambos ya habían perdido ante sus sentimientos.

—Sara, te estaba buscando, vamos a llegar tarde. —Sin que ninguno de los dos se diese cuenta, Dafne apareció junto a ellos. Llevó a Sara con ella mientras Alan permanecía de pie, en el mismo lugar, mirando como la chica que le quitaba el sueño volteaba hacia él.

***

Suspiró lánguidamente recostándose en su cama. Su amigo ya estaba dentro, cambiándose a un atuendo semi elegante poco habitual en él. Ni siquiera se dio cuenta, no prestaba atención a nada externo a sus pensamientos. Más que nunca le era imposible sacar a la muchacha de ojos azules de su cabeza. Había sido muy impulsivo al besarla y hubiera esperado recibir un golpe o una amenaza de muerte como respuesta, sin embargo, eso no pasó; Sara le correspondió. ¿Qué significaba aquello?, le hubiera gustado pensar que a ella también le gustaba, que le despertaba los mismos peculiares sentimientos.

— ¿Qué sucedió? —Nicolás se acercó a su compañero, tenía curiosidad por lo ocurrido después de verlo en la cancha.

—Nada —soltó indiferente, salió de su trance y lo observó bien por primera vez desde que entró a la habitación—. ¿A dónde vas?

—A una fiesta, Dafne aparecerá en una campaña de cosméticos, hoy es la presentación y me obligó a ir. —Habló con desgana, realmente molesto por tener que asistir.

Alan saltó de pronto, olvidando lo anterior y abriendo los oídos.

— ¿Una fiesta? ¿Con modelos? ¿Me llevas? —Suplicó poniendo cara de cachorro hambriento.

—No, es con invitación, si pudiera te mandaría en mi lugar, pero Dafne me hará un berrinche.

—Entonces tráeme el número de algunas. —Volvió a tumbarse decepcionado y unos suaves golpes se escucharon en la puerta.

Sara y Dafne ingresaron, Alan sólo pudo ver a la primera. Miró su rostro sutilmente maquillado, resaltando sus largas pestañas y luego bajó al resto de su cuerpo, llevaba un vestido rojo ceñido y zapatos de taco alto. Posó sus ojos en ella, tan hermosa y atractiva.

Extrañamente no hablaba, mantenía la boca cerrada manteniendo la vista fija en su hermano, intentando ignorar al otro chico por completo. Por un pequeño instante lo miró de soslayo, luego regreso la vista al frente. Mientras Dafne lidiaba con su novio, los otros dos trataban de ignorarse, encontrándose en una incómoda situación de la cual sólo ellos eran conscientes.

Nicolás se despidió de su compañero y Sara los siguió en el mismo silencio que antes.

Alan soltó el aire retenido, era sábado por la noche y la última aparición de Sara le había quitado las ganas de todo. No podía sacársela de la cabeza, más que nunca atormentaba sus pensamientos. Permaneció horas en la misma posición, meditando lo ocurrido en el día, finalmente lo venció el sueño y despertó a la mañana siguiente con el ruido de su compañero ingresando.

— ¿Cómo te fue? —Se movió perezoso, sin abrir los ojos.

—Horrible, fue una de las cosas más aburridas a las que he asistido, me hizo recuerdo a las reuniones a las que mi padre me llevaba.

—Era una fiesta atiborrada de mujeres hermosas ¿cómo puedes aburrirte?

—Con una novia psicótica que te pellizca cada vez que otra mujer se atraviesa frente a ti, créeme que puede ser aburrido. Además Sara la pasó igual, se sentó en una mesa toda la noche, creo que dormía con los ojos abiertos.

— ¿En verdad? —Se levantó interesado, tal vez ella también había sido presa de una noche de desvelo ocasionada por el incidente del día anterior.

Nicolás levantó una ceja por el repentino interés de su compañero. Alan se dio cuenta e intentó cambiar el tema.

— ¿Me conseguiste algún número? Supongo que después de todo pudiste conversar aunque sea con una modelo.

— ¡Oh! De hecho sí...— dijo con ironía—. Un par de modelos se acercó a mí y me dieron su número.

— ¿Cuáles son? ¿Aún los tienes?

— ¡Claro que no! —Exclamó indignado.

— ¿Por qué?

—Porque sus nombres eran Mario, Luis Ángel y Estefano, —Tuvo un pequeño estremecimiento y Alan de inmediato frenó su interés—. Los únicos a quienes Dafne no amenazó para alejarse de mí. Esa mujer está loca. No le importa que ande con otras mientras viaja, pero si está, es una celosa compulsiva.

Después de unos minutos volvió a encontrarse solo en la habitación. Miraba el techo despreocupado, permaneciendo en la misma posición por horas. Se había enclaustrado en la habitación desde el día anterior y no tenía ánimos de salir. Cerró los ojos un momento y escucho el chirrido de la puerta, pensando que se trataba de su amigo no le prestó atención, sin embargo, quien la había abierto no entró. Abrió los ojos y se incorporó, Sara miraba de afuera tímidamente.

— ¿Qué necesitas? —Se animó a preguntar.

—Nada, buscaba a mi hermano —fue su suave respuesta, luego se retiró.

— ¡Espera! —El chico se levantó y llamo su atención. —Siéntate —le pidió señalándole el sillón que se encontraba frente a la entrada.

Ambos tomaron asiento, muy lejos del otro, mirando hacia un lado.

— ¿Y bien? ¿Qué querías?

—Emm... nada, bueno hablar un poco. —Se encontraba nervioso, una situación completamente nueva para él, encontrarse con una hermosa joven y no tener idea de qué decir.

— ¿Sobre qué?

— Sobre, lo que pasó ayer. —Soltó en un suspiro sintiéndose como un niño de colegio declarándose a otra niña.

—Pasaron muchas cosas ayer, qué tema en específico te gustaría tratar. —Sara cambió su posición, cruzó las piernas sobre el asiento y lo observó fijamente.

—Tú ya sabes qué —respondió con seriedad, sabía que ella intentaba evadir el tema.

—Ah, si... —Volvió a ponerse nerviosa y el silencio se hizo presente largos segundos—. Alan, ¿yo te gusto? —Preguntó suavemente, con una voz casi infantil.

Él no supo qué decir, ¿qué tal si respondía que sí y luego Sara ponía una maquiavélica sonrisa y lo usaba en su contra? Sería más fácil para ella manipularlo como a su marioneta personal si estaba consciente de sus sentimientos.

—No lo sé, no creo —titubeó, acomodándose contra el respaldar, como si aquello no le importara.

Ella volvió a poner el mismo rostro impasible de antes. Alan esperaba que ella dijera algo, pero permanecía callada. Hasta ese momento creía que no había nada más desesperante que el parloteo incesante de Sara, en ese instante, se dio cuenta que tenerla a ella, a su lado, en completo silencio era peor.

— ¿Por qué te quedas callada? ¡Di algo!

— Creí que querías que me callara. —Cruzó los brazos, desafiante, como si esperara que él contraatacara.

— ¡Pues no! ¿De acuerdo? No me gusta, me gusta cuando hablas, me gusta escucharte, me gusta que estés cerca, me gusta todo de ti, menos que te comportes de esta forma.

— ¿En verdad?—preguntó con algo de emoción aproximando su rostro al de él.

—Sí, de verdad —dijo de mala gana.

— ¡Entonces pensamos igual! —Explotó en un grito haciéndolo brincar y abrazándolo con fuerza.

Alan se quedó estático sintiéndola tan próxima, la suave piel del rostro de la joven contra su cuello, su pecho contra el de él; y por supuesto, no salía del asombro ante tan curiosa acción. Después sintió un beso en su mejilla y aquellos cálidos brazos alejándose de él.

—No —la detuvo antes de que lo soltase por completo. Acarició su mano, luego su rostro y volvió a atacar sus labios.

Comenzaron lentamente y después intensificaron el movimiento de sus labios, recorriendo cada rincón de la cavidad del otro, sintiendo las respiraciones entrecortadas sobre sus mejillas. Alan fue posesionándose sobre ella, acomodándola en el sillón bajo su cuerpo, sintiéndose más presa de la pasión. Desentendió sus labios un momento para besar su cuello, casi saboreando el aroma que este emanaba. Sara sólo se estremecía ante cada pequeño roce. Él se incorporó finalmente, la contempló un momento, ahí, acostada, toda para él. Se quitó la camiseta antes de agacharse nuevamente, pero la joven lo detuvo, empujando su pecho con las manos.

— ¿Qué haces?

—Pues, me quito la ropa —afirmó incrédulo.

—Sí, ya veo eso ¿podría saber para qué? —Sonó molesta.

—Para hacer el amor.

Sara puso una mueca de espanto, luego el aura asesina la rodeó y lo siguiente que Alan sintió fue una fuerte cachetada. Ella no le dio tiempo de decir nada, se levantó, abrió la puerta y salió.

— ¡Eres un aprovechado! ¡Le diré a mi hermano que te sobrepasarte conmigo! —gritó desde afuera antes de cerrar la puerta con brusquedad.

Él el no salía de la incredulidad un momento. Sintiendo su mejilla palpitar por el golpe se preguntó qué había pasado, qué había hecho mal. Pero por supuesto lo sabía, había ido muy rápido con ella, demasiado, y Sara no era como cualquiera de las chicas con quienes acostumbraba salir. Ella de nuevo lo ponía en peligro, ya no solo le preocupaba lo que ella hiciera como venganza, si el celoso y sobre protector de su hermano se enteraba, le haría mucho más que poner un anuncio en el periódico, su integridad física estaba en juego. De un momento a otro sintió que Sara lo torturaba de nuevo.

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Vuelvo a publicar!!! chicos y chiccas les recuerdo que el primer libro de esta saga "Después de clases"será publicado con Nova Casa Editorial. Todavía subiré el ultimo capítulo, así que no se asusten, sabrán en que acaba. Un beso! prontito les subo el siguiente capi


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