Capítulo 4
Una vez hubo conseguido que aceptara la invitación, Sirius condujo a Bellatrix hasta un inmenso salón acristalado. Desde el ventanal panorámico que recorría la sala de un extremo a otro se veía la ribera del Támesis con todos sus majestuosos edificios. Como ya era de noche, miles de lucecitas brillaban en la urbe y todo resultaba más romántico y misterioso. Se medio tumbaron cada uno en un sofá y contemplaron el panorama.
-Me encanta esta casa –comentó él mientras le servía un vaso rebosante-, es el mejor regalo que me han hecho nunca.
-Eso no es decir mucho, Siri, todos tus amigos son más pobres que el pelo de Voldemort.
El mago sacudió la cabeza pero sonrió. Le contó un par de anécdotas sobre el banquete y posterior baile y después procedió a interrogarla.
-¿Y cómo ha ido, qué has visto?
-Bien, nada interesante. Ya sabes, el restaurante de... -empezó ella como si no supiera a qué se refería.
-No me refiero a eso, te preguntaba qué has visto en su mente, has pasado todo el día con ella. ¿De verdad es inocente? No sé por qué pero me genera desconfianza...
-No me he metido en su mente, prefiero respetar su privacidad.
-¡Ja! –respondió el animago con una sonora carcajada- ¿Lo dices en serio? Con lo que tú eres...
Bellatrix no respondió. Dejó que sus ojos se deslizaran por el skyline londinense mientras apuraba el whisky. Sin dejar de mirarla Sirius respondió:
-Merlín, sí que te ha dado fuerte... Realmente quieres que Nell-Nell sea más que un rollo de una noche, ¿verdad? Te avisaré cuando termine la investigación y así...
-No, tenías razón. Es graciosa pero no es mi tipo –aseguró intentando sonar convincente- ¿A quién pretendo engañar? Sigo siendo una supremacista de sangre, no logro soportar a los muggles. Si alguna vez tengo algo en serio, será con alguien de sangre pura.
-Y si a los cuarenta seguimos solteros, nos casaremos como mandan las leyes endogámicas de los Black.
-Prometido –respondió la morena levantándose-. Me marcho ya, Siri. Mucha suerte con la investigación.
Le dio un beso en la mejilla y su primo la acompañó hasta la chimenea.
Bellatrix apareció en la Mansión Black, ahora rehabilitada y modernizada, donde vivía sola. Miles de metros cuadrados de pisos y jardines y ni una sola alma. Amaba su hogar. Abandonó en el recibidor las bolsas con las compras y seguidamente, con agotamiento, se apareció en Fleet Street.
Tuvo que recorrer un tramo pues no conocía la ubicación exacta, pero pronto la encontró. La pastelería de Mrs. Lovett se hallaba precintada y con conjuros de seguridad para evitar la entrada, pero no era eso lo que le interesaba. Caminó hasta un callejón lateral y encontró la puerta de hierro que bajaba al sótano. Esa carecía de protección alguna. Solo requería una llave, la policía aún no la había incluido como parte de la escena del crimen.
-Y sin embargo es el escenario principal... -murmuró la bruja con sorna- Alohomora.
Al instante la puerta se abrió y bajó hasta el sótano. Se oían golpes, susurros y ruidos de arrastre, sin duda el lugar no estaba vacío. Pero Bellatrix ya contaba con ello.
-¿Qué tal vais?
-Todo en orden –le aseguró Rodolphus dedicándole una sonrisa.
-¡Pero no veas lo que hemos tenido que limpiar! –protestó Rabastan- Había cientos de despojos humanos: manos, huesos, ojos... Los muggles son malas bestias, para que luego digan de nosotros...
-Por no hablar de la sangre –comentó su hermano-, podían haber pintado con ella todos los edificios de esta calle. Voldemort era un aficionado comparado con estos.
-Muchas gracias, chicos –les felicitó la bruja con gratitud-, os ayudo a terminar.
Estuvieron unos minutos más hasta que el sótano quedó impoluto, ni una mancha. Tanto, que resultaba sospechoso.
-¿Esto es una pastelería, verdad? –preguntó Rodolphus- A los investigadores les parecerá raro que esté tan limpio... Y más con magia y no con productos muggles...
-Tienes razón –confirmó la bruja- ¡Kreacher!
El elfo, que había sido un regalo (más bien una liberación) de Sirius a su prima, apareció. Saludó con enorme alegría a su Black favorita y le preguntó en qué podía servirla.
-¿Puedes traer un bidón de aceite, un saco de harina y... cosas así de la cocina?
-Por supuesto, señorita Bella, ahora mismo. Nada hace más feliz a Kreacher que poder ayudarla.
Efectivamente al poco el elfo reapareció con todo lo solicitado. No lo hacía por obligación sino por verdadero afecto hacia la bruja, que le dio las gracias y lo despidió. Rabastan se encargó de desperdigar los ingredientes por el suelo y por el horno de manera que aquello pareciese mucho más vivido y realista.
-¿Y el barbero? –inquirió la bruja.
-Bah, insultantemente fácil –comentó Rodolphus-. Lo tiene la policía muggle en el cuartel del barrio. Solo un hombre lo vigilaba, lo he aturdido. Al barbero lo he desmemorizado para que no recuerde apenas nada de lo relacionado con la pastelera. He pensado en matarlo, pero hubiese sido más sospechoso...
-Sí, así mejor, que lo manden a Azkaban –sentenció la bruja-. Vámonos. Os invito a una copa.
-Oh, nos vas a invitar a bastantes más que una, preciosa. Por nadie más hubiésemos trabajado como elfos de servicio –aseguró Rabastan pasándole un brazo por la espalda.
-A las que queráis –prometió ella apoyando la cabeza en el hombro de Rodolphus.
Bellatrix agradeció que aun cuando la realidad se torcía, sus mejores amigos nunca dejaban de apoyarla. Eran su extraña familia oscura. A su otro gran apoyo tardó tres días en volver a verlo. Y lo hubiese postergado más si él no le hubiese pedido prestado un detector de tenebrismo: la bruja adoraba coleccionar objetos oscuros y se los prestaba a Sirius si los necesitaba para el trabajo. Así que cogió el artefacto en cuestión y utilizó su chimenea.
-Buenos días, Bella. Ah, muchas gracias, a veces me arrepiento de haber tirado todos los trastos que guardaban mis padres... Pasa, no te quedes ahí. ¿Has desayunado?
-Sí, ya sabes, té con whisky pero sin té.
Él asintió con solemnidad, era el desayuno favorito de ambos. Aún así insistió en que tomase unos bollos y unas galletas. Bellatrix descuidaba bastante su alimentación (secuelas de su época como mortífaga en la que no había tiempo ni para comer) y sospechaba que Sirius consideraba su misión hacerla ingerir algo más que alcohol. No hacía eso ni por su ahijado, así que a ella le resultaba entrañable y se dejaba cuidar. Compartieron unos deliciosos bollos de canela y chocolate mientras el animago la ponía al día.
-El barbero ya está en Azkaban. Lo confesó todo a cambio de que protejamos a su hija: enloqueció cuando perdió a su mujer a manos del juez del distrito y decidió matar a todos los hombres que acudieran a su barbería hasta que apareciese el juez. ¡Menudo tarado!
-¿Mató al juez?
-Al juez, al aguacil, a una vagabunda que resultó ser su mujer... De verdad, Bella, hacía años que no me topaba con un psicópata semejante ni con un culebrón tan absurdo.
-¿Y qué... qué hizo con los cuerpos? –preguntó la bruja fingiendo desinterés.
-Buah, esa es otra: ¡decía el colega que no se acordaba! Lo típico que matas a un centenar de personas pero no recuerdas qué hiciste con los cadáveres... -ironizó Sirius- La policía descubrió que hay una planta química al final de la calle. Es fácil colarse por la noche y los tanques de ácido destruirían cualquier cuerpo en segundos. Le interrogamos y confirmó que sí, que fue así como se deshizo de ellos.
Bellatrix asintió. Lo de la planta química era un golpe de suerte. El barbero sabía que su destino estaba sellado independientemente de lo que sucediera con los cuerpos, así que le había dado igual aceptar una historia al azar (puesto que no recordaba la original). La policía habría puesto las palabras en su boca y él simplemente habría asentido. Y caso cerrado.
-Bueno... Entonces ya está, ¿no? Ya puedes pasar a otro caso.
-Así es, de lo que queda se encarga la policía muggle –confirmó sonriente su primo-. ¿Y sabes que es lo mejor? Tu Nell-Nell es inocente, el barbero apenas la recordaba, realmente no le hizo ni puñetero caso... Debe quedarse unos días aquí conmigo hasta que la policía termine los trámites, libere la escena del crimen y pueda volver a su casa.
-Me alegro –respondió la bruja forzando una sonrisa.
-Suele despertarse tarde ahora que no tiene que trabajar... Pero espera, la llamo, le encantará verte –aseguró el mago haciendo ademán de levantarse-. Y ahora que está fuera de sospecha tienes vía libre para...
-¡No! –le frenó Bellatrix- Me alegro de que sea inocente, pero no quiero tener nada con ella. Como te dije, es solo una muggle y no me interesa. Y yo a ella tampoco, solo me utilizó para... comer gratis y conseguir ropa nueva.
-No lo creo, Bella. Se ha pasado todos estos días repitiéndome cosas de vuestro día juntas, pidiéndome que le contara anécdotas sobre ti y mirando álbumes de fotos tuyas.
La mortífaga le miró sorprendida. Pero al poco se encogió de hombros y murmuró:
-Ya, suelo causar esa impresión. Pero no me interesa. La otra noche conocí a una rubia de la que de momento aún no me he cansado. Así que estoy bien.
-¿Cómo se llama?
-¿Qué?
-¿Cómo se llama la rubia? –insistió su primo.
-¡Y yo qué sé! No me interesa hablar con ella.
-No te interesa nada con ella. Sin embargo con tu Nell-Nell...
-No, ya te he dicho que no.
-Oye, Trixie, lo siento si fui muy duro contigo. Era importante que la investigación estuviera cerrada, pero me pareció que esa chica te gustaba de verdad y no quiero que por mi culpa...
-De verdad que tú no tienes nada que ver –le interrumpió ella-. Me marchó ya, Siri.
La exmortífaga se levantó ante la mirada de preocupación de su primo que llevaba unos días notándola rara. Aún así asintió (sabía que era mejor no presionarla) y la acompañó hasta la chimenea del salón. Por desgracia para la bruja, por el pasillo apareció su invitada...
-¡Bella! –exclamó Eleanor con inusitada alegría- ¡Te he echao de menos!
Sin perder un segundo la abrazó con fuerza. La mortífaga no supo cómo reaccionar. Antes de que le diera tiempo a poner una excusa para marcharse, Sirius se le adelantó:
-Me tengo que ir a trabajar, te dejo en buenas manos, Eleanor. Esta tarde he quedado con mis amigos para tomar algo, así que volveré sobre las once. Tienes que traérmela de vuelta para esa hora, Trixie. ¡Que tengáis un buen día!
A toda velocidad, entro al salón, cogió un puñado de polvos flu y partió por la chimenea. Bellatrix se quedó con la palabra en la boca y con bastante rabia por la encerrona. La pastelera la miraba entre ilusionada y avergonzada sin saber cómo empezar.
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