Capítulo 2

Cuando terminó la ceremonia y Lupin y Snape quedaron oficialmente casados, los invitados abandonaron la carpa y salieron al exterior. Pocos metros más allá habían organizado un banquete al aire libre.

-Malditos ratas –masculló Bellatrix-, ni en un restaurante se han gastado... Cómo se nota que son unos muertos de hambre.

-Los que vamos a morir de hambre seremos nosotros como no cojamos sitio –vaticinó Sirius hambriento.

Reapareció entonces Shacklebolt charlando con el matrimonio Weasley y Sirius se unió a ellos. Bellatrix –todavía agarrada al brazo de su nueva amiga- se rezagó. No le emocionaba nada la idea de comer con la plebe. Valía más uno de sus guantes de seda que toda aquella ceremonia. Pasaron junto a la mesa donde los invitados habían dejado los regalos para los recién casados y se detuvo a contemplarlos. La mayoría habían optado por sobres con dinero. Con un disimulado gesto de su varita, uno de ellos voló a su mano. Era de Marlene McKinnon, la mejor amiga de Remus, y les había obsequiado con mil galeones. Cuando Voldemort asesinó a su familia, heredó una suma considerable que Bellatrix decidió que no sabía gestionar. Así que se lo metió al bolso.

-No creo que esté bien hacer eso... -adujó Nellie.

-Esa idiota salió con mi primo hace unos meses y le dejó sin avisar. Mi pobre Siri estuvo cuatro horas triste, no me gusta que nadie que no sea yo le haga estar triste. Así que es mi deber vengar su honor.

-Vaya, es cruel dejar a alguien sin motivo... -coincidió la muggle.

-Bueno, puede que tuviera algo que ver con que Siri tenía dos amantes más, pero es un Black, no se nos puede pedir fidelidad... -comentó Bellatrix despreocupada- Bueno tú sí, Nell-Nell, con ese escote y esos ojazos puedes pedirme lo que quieras.

-¿Per... perdón? –replicó la castaña que cada vez entendía menos a esa mujer.

-¿Qué te parece si nos largamos? A Sevy le bastará con que haya estado en la ceremonia y haya logrado no vomitar –comentó la exmortífaga que enseguida se aburría de cualquier tema-. Conozco un sitio cerca en el que se come mejor que en casa de Cissy. Mi hermana es la mejor anfitriona de Inglaterra, ya la conocerás, esperemos que como cuñada sea más cariñosa que como hermana...

-¿Cómo? ¿Qué? –preguntó la muggle ya desconcertada del todo- Yo no puedo irme, los aurores me ordenaron quedarme todo el rato con ellos. Es el señor Black quien debe...

-Bah, le escribo una nota a Siri y solucionado –atajó la bruja.

Sustrajo un poema que algún invitado había escrito para los novios y con un hechizo dejó el pergamino en blanco. Con rapidez garabateó: "Siri, me llevo a Nell-Nell a comer a algún sitio decente. Luego te la devuelvo. Me quieres, Bella". En cuanto terminó, convirtió el pergamino en un cuervo que empezó a sobrevolar sus cabezas pero sin alejarse.

-Tardará unos minutos en entregar el mensaje para que a Siri no le dé tiempo a chafarme el plan. Le quiero, pero es un poco plasta. Venga, vámonos. ¿Te ha aparecido alguien alguna vez?

-Solo esta mañana, cuando el señor Black me ha traído aquí. Me he mareao bastante.

-Conmigo no te pasará. Agárrate fuerte a mi brazo... -empezó a indicarle- No, mejor no. Abrázame fuerte y así seguro que no te mareas.

Con cierta duda pero también respeto hacia esa desequilibrada mujer, la muggle obedeció.

-Muy bien, así. Voy a contar hasta tres y... Nah, mejor voy a contar hasta veinte porque estamos muy a gusto y luego nos apareceré.

Sin dejar de abrazarla, Nellie la miró a los ojos a ver si bromeaba. No, parecía ir en serio. Cuando bien le apeteció, Bellatrix las apareció. No supo si fue casualidad o realmente la bruja había sido sincera, pero en esa ocasión la castaña no experimentó ningún mareo. Estaban en una parte de la ciudad que no conocía, debía ser la zona mágica. A los muggles les estaba permitido visitarla, pero no solían hacerlo: no era agradable sentir a los magos mirándolos con superioridad o ver toda clase de productos que nunca podrían usar. Bellatrix le dio la mano y caminaron hasta un imponente rascacielos. Tomaron un ascensor transparente hasta el último piso.

-Ah, ¡Madame Black, qué placer verla de nuevo! –exclamó el mâitre en cuanto las vio- Acompáñenme, por favor.

Las guió hasta el mejor reservado del local, con un ventanal panorámico que ofrecía unas impresionantes vistas de la ciudad. Lo que también cortó la respiración de la muggle fue ver los precios de la carta. Aunque estuvieran en divisa mágica, entendía que eran cifras exorbitadas. Bellatrix se dio cuenta y sacó el sobre de dinero que había sustraído.

-No te preocupes, invita McKinnon, pide todo lo que quieras.

A la castaña le pareció bien, no hubo reparo moral y se centró en estudiar la carta. Ambas pidieron una cantidad de comida que era evidente que no se iban a comer, pero no les importó lo más mínimo. Mientras esperaban, la bruja degustó su copa de vino y contempló a su invitada. La muggle estaba nerviosa, no se atrevía a mirarla, mantenía la vista fija en su regazo. Bellatrix no creía que fuese una persona tímida, parecía extrovertida, enérgica y decidida. Seguramente el cambio se debía a la inquietud por lo extraño de la situación, por formar parte de una investigación policial o por estar con una bruja tan singular.

Siendo consciente de los ojos oscuros clavados en su rostro, la muggle dio también un sorbo al vino y murmuró intentando sonreír: "Es el mejor que he probao nunca". Su compañera asintió pero no respondió. A Bellatrix no le incomodaba el silencio, lo disfrutaba enormemente. Sobre todo por su capacidad para alterar a quienes no eran capaces de mantenerlo. Eleanor pertenecía a ese grupo y por eso intentó reducir la tensión con un comentario al azar:

-Nunca había visitao la zona mágica... Ni hablao con ninguna bruja, solo las que vienen a mi pastelería, pero son muy pocas. Supongo que aquí tendréis vuestras propias pastelerías y serán mejores.

-No están mal –respondió Bellatrix -. ¿Y qué tal, he satisfecho tus expectativas?

Eleanor la miró por fin a los ojos. No lograba discernir si esa mujer bromeaba o no, si sufría cambios de humor o simplemente estaba un poco desequilibrada.

-Sí... Sí, claro que sí –respondió en cuanto comprendió la pregunta-. Tu primo me ha contao que eres una de las brujas más poderosas del país.

-La más poderosa –corrigió Bellatrix-. ¿Siri te ha hablado de mí?

-Bueno... -respondió ruborizada- No mucho... Solo me dijo que estarías en la ceremonia y...

-¿Y? –insistió la morena alentándola a seguir.

-Y me advirtió que tuviera cuidao contigo.

-¡¿Conmigo?! –exclamó la exmortífaga fingiéndose ofendida- ¿¡Por qué!? ¡Si soy completamente inofensiva!

-Me dijo que... te gusta jugar con tu comida antes de comértela.

Bellatrix soltó una carcajada.

-¿Interpreto que la comida eres tú? ¿Que mi ocurrente primo pensó que cuando te conociera desearía jugar contigo para después... comerte? –preguntó la morena de forma retórica- Ya no puedo llamarle idiota, es más listo de lo que parece...

La pastelera la contempló frunciendo el ceño sin entender –o fingiendo no entender- a qué se refería. La bruja sacudió la cabeza sin dejar de sonreír. Le aseguró que podía estar tranquila, era una dama y la habían criado para ser educada y comedida, así que estaba a salvo. Eleanor asintió no muy convencida pero en absoluto molesta. Mientras les servían los primeros platos, la bruja comentó:

-Bueno, ¿y tú qué, Nell-Nell? Cuéntame cosas de ti.

Eleanor la miró ladeando la cabeza pensando que era otra broma. Nadie se interesaba nunca por ella, jamás le habían pedido saber cosas de ella ni mucho menos le habían puesto un mote afectivo. De hecho, lo que solía hacer todo el mundo era mandarla callar porque parloteaba demasiado. Pero sin embargo en los ojos de la bruja vio una sincera fascinación y ganas de conocerla. Quizá ella también era la primera muggle que conocía...

-Oh, bueno, no hay mucho que contar. Nací en el barrio del Temple, ¿lo conoces? Está bastante céntrico y es una zona muy comercial. He vivido ahí toda mi vida y...

A Nellie le tranquilizaba hablar y más de un tema que dominaba. Y a Bellatrix le gustaba escucharla, le resultaba sexy su acento de barrio y su tono alegre pero a la vez algo inquietante. Así que la muggle le contó su vida con todo detalle mientras devoraban los excelentes platos. De vez en cuando la bruja le preguntaba por algún asunto técnico que no comprendía, pero salvo eso no la interrumpió. Se dio cuenta de que su verborrea era casi infinita. Sin embargo, cuando el relato alcanzó sus últimos años, su tono varió. Empezó a hablar con más lentitud, eligiendo con cuidado las palabras y dejando frases inacabadas.

Ante eso, Bellatrix tampoco comentó nada, pero le costó un gran esfuerzo de autocontención no penetrar en su mente. Era un mal hábito desde que Voldemort le enseñó. Debía ocultarlo pues se trataba de artes oscuras muy avanzadas, por eso los aurores no lo estudiaban. Pero aún así, alguna vez su primo le pedía que tanteara la mente de algún sospechoso y ella lo hacía encantada. No obstante deseaba respetar la privacidad de la muggle, así que logró aguantar las ganas.

-Y bueno, eso es todo... -concluyó Nellie mientras se terminaba el postre- Cuando ayer llegó la policía y to eso para detener a Mr. Todd, decidí que era el momento de denunciarle. Pero me da miedo que se invente algo sobre mí para vengarse o... algo de eso... Nunca me tuvo el más mínimo cariño pese a que yo le cuidé lo mejor que supe.

Bellatrix estaba degustando varios chupitos de licores sin dejar de contemplarla. Asintió con lentitud y le preguntó como si nada:

-¿Cuántos años llevas enamorada de él?

-¿¡Qué!? ¿Perdón? ¡Yo no...!

-Eleanor, por favor –la cortó Bellatrix-, no me gusta que me mientan, no lo tolero.

Hubo unos segundos en los que el nerviosismo de la muggle se multiplicó. Calibró bien que responder, y finalmente, confesó:

-Desde que era joven. Se mudo a mi barrio y era muy guapo... Pero él nunca tuvo interés en mí. Cuando se quedó viudo pensé que quizá era por fin nuestro momento, pero no fue así. Ha pasao los últimos meses amenazándome y colocando navajas en mi cuello y el otro día intentó empujarme al horno donde hago las empanadas. Pude escapar y salir corriendo, armé bastante jaleo, por eso debieron avisar a la policía... Así que te aseguro que ya no estoy enamorada de él.

Bellatrix no respondió, su expresión era indescifrable.

-¿Cómo lo has sabido? –preguntó Eleanor.

-Conozco el perfil: chica solitaria a la que nadie quiere ni valora se enamora de un hombre atractivo que no le hace ni puñetero caso y que encima se malogra con los años, pero aún así ella se vuelve una criminal por él.

-Así fue... -reconoció la castaña- Pero yo no me volví una criminal, no he hecho nada malo –añadió con rapidez.

-Eso espero –respondió Bellatrix-. Te repito que no me gusta que me mientan y que quiero mucho a mi primo: tampoco me gusta que le tomen el pelo a él.

Eleanor asintió casi temblando con la vista fija en el mantel y retorciendo las manos en su regazo. Sin duda ese no era un tema agradable para ella. 

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