Capítulo 4

Todo indicaba que la gripe que Anne adquirió, había sido a través del contacto con esa maldita mujer. Porque le comunicaron al barón que lastimosamente Catalina murió en el calabozo porque no se trató a tiempo. Con eso su matrimonio quedó automáticamente anulado. No solo por su repentina muerte sino también porque pudieron demostrar las delincuencias cometidas por esa mujer. Mientras seguían cuidando de su hija, procuró también no abandonar la administración de Torleigh. Y así pasaron casi quince días.

Una noche, cuando Joanne fue a buscar algo en la cocina, él la siguió porque ya no podía ocultar lo que sentía por esa mujer. Tenía que decírselo y saber si a ella le pasaba igual. Miró a Anne una vez más, cerciorándose de que estaba mejor. Mucho mejor que hace días atrás. Y antes salir la arropó mejor.

Al llegar a la cocina vio que Joanne se disponía a cargar agua en un recipiente y se acercó a ella con cautela. Posó su mano sobre el brazo de la mujer, obteniendo su atención. La giró en su dirección y luego llevó sus manos al rostro de ella.

— No puedo seguir callando esto, Joanne. He sido el hombre más estúpido por no haberme dado cuenta tiempo. Y permitir que te alejaras de mi.

— No comprendo, ¿que quieres decir con — colocó un dedo sobre los labios de la mujer y le pidió seguir.

— Por favor permíteme, estoy enamorado. Enamorado de ti, Joanne.

La besó sin poder contenerse más, deseaba hacerlo desde que se dio cuenta de sus reales sentimientos hacia ella. Joanne quedó impactada ante el beso y sentía que su corazón saldría volando en cualquier momento. Trató de seguir el compás del beso cuando recobró conciencia y sintió cosquillas en sus manos y no pudo evitar llevárselas alrededor del cuello del barón. Él, terminó el beso y reposó su frente sobre la de ella. No habían abierto sus ojos aún, sus respiraciones aceleradas y sintiendo que no existía el mundo. Joanne rompió el silencio porque ahora era su turno de exponer su verdad.

— Yo también he sido una tonta. Porque he estado enamorada de ti, desde hace mucho tiempo. Y creía que nunca te fijarías en mi, por eso nunca dije lo que sentía. También fue por respeto a Amelie.

— Estoy seguro que ella, desde allá arriba, tuvo mucho que ver con que por fin podamos darnos esta oportunidad. Porque es lo que más deseo, Joanne. Que podamos darnos una oportunidad ¿qué dices? ¿Aceptas ser mi esposa?

Ella iba a responderle pero el barón la calló con un pequeño beso y luego siguió hablando.

— No me respondas ahora. Hazlo cuando Mary Anne ya esté completamente sana. Y podamos saber si estará de acuerdo con lo nuestro.

— De acuerdo.

Esa noche, después de administrarle la última dosis de antibiótico a Anne, juntos se pasaron hablando en la sala de la casa y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común. Pudieron expresarse con mayor soltura sus sentimientos y permanecieron como si fueran una pareja de casados desde hace muchos años.

Una semana después ...

— No sabes cuánto me alegra poder verte así, mi niña.

Joanne ingresaba a la recámara de Anne con una bandeja de desayuno en manos. Ya se encontraban en la mansión Adams y ella había mejorado bastante. Seguía en reposo por indicaciones médicas pero estaba completamente recuperada. Ella le sonrió alegremente a la señora que veía como a una segunda madre.

— Gracias, Joanne. La verdad no sé ni cómo pude enfermar así. No había tenido ningún síntoma y cuando comencé a tener algunos dolores de cabeza, sentir frío creía que era por cansancio. No recuerdo ni qué pasó.

— Joel me dijo que cuando iban junto a tu maestra, se encontraron con el Vizconde de Westshire.

— ¡Dios! La maestra Pharrell, no pude cumplir con ella.

Anne llevó sus manos al rostro procurando recordar el día en el que pudo muy mal.

— Descuida, cariño. Ella está enterada de que has estado enferma y ha enviado sus saludos.

— ¿Y que pasó después? No recuerdo absolutamente nada.

— Te desvaneciste frente al vizconde y fue él quién te sostuvo a tiempo, para que no cayeras al suelo. Con ayuda de Joel pudieron llevarte a casa y desde allí pudimos atenderte. Tu padre se quedó con nosotras todo el tiempo. Y... bueno, lo demás ya lo sabes. Recién ahora tuvimos el permiso del médico para que puedas regresar aquí. Ha dicho que la medicación ya no es necesaria pero no debes de agotarte. Aún tienes que hacer reposo.

— Lo siento tanto. No quise preocuparlos, de verdad que no sé cómo pude enfermar así.

— Al parecer la señora Catalina fue quien te contagió. Le han informado a tu padre que ella murió por no poder tratarse a tiempo. Y por las personas con quienes frecuentaba, fue la principal causante de que enfermaras así.

— Pobre mujer. Era mala pero tal vez no merecía morir de esa forma.

— Tal vez tengas razón. Tienes un corazón muy noble, mi niña. Mejor cambiemos de tema ¿quieres que te cuente un secreto? Hay alguien que estuvo muy pendiente de ti y de saber cómo ibas mejorando.

Mientras Joanne ayudaba a terminar el desayuno a Anne, se sentó a su lado y con complicidad le regaló una sonrisa al recordar cómo el joven George preguntaba por ella casi todos los días.

— ¿Alguien preguntó por mi?

— Y todos los días.

— ¿Quién?

— El joven George. Ha estado muy al pendiente de tu recuperación. Y no ha dejado de pedirle a Joel que lo mantenga informado.

— Oh, quizás deba de escribirle una carta y agradecerle que me haya ayudado. Sobre todo agradecerle que haya estado al pendiente.

— Pues eso me parece bien, creo que una carta de agradecimiento estaría muy bien.

Joanne retiró la bandeja al ver que ya había comido todo, luego acercó un par de hojas y una pluma para ayudar a Anne a hacer la carta. Luego de terminarla, la dejó descansar nuevamente y al bajar le pidió a Joel que entregase esa carta al joven George. Para cuándo llegó la tarde Anne ya no podía seguir en cama y sin que la vieran salir, llegó hasta el recibidor de la casa. Un poco cansada pero feliz de poder estar de nuevo en su hogar. Escuchó algunos murmullos en dirección al despacho de su padre y fue a pasos lentos hasta allí.

— Creo que aún debemos de esperar un poco más.

— No estoy segura, ¿y si termina odiándome?

— Mi hija jamás te odiaría, Joanne.

Escuchó su nombre y frunció el ceño ante la conversación que tenían su padre y Joanne. Ingresó al despacho y los vio tomados de la mano, uno muy cerca del otro. Hubiera gritado de emoción de no ser porque se sentía un poco confundida al escuchar decir a Joanne que ella podría odiarla.

— ¿Por qué te odiaría, Joanne?

Tanto su padre como Joanne se sorprendieron enormemente de verla allí, parada frente a ellos. Su padre se acercó a ella inmediatamente y la llevó a tomar asiento.

— No debiste de levantarte, hija. El médico dijo que debías de reposar.

— Lo se, pero me sentía mejor. Y quería verlos. Pero no desvíen el tema y díganme ¿que está ocurriendo?

Joanne se acercó a ella y tomó asiento a su lado. Intentando encontrar las palabras adecuadas pero su niña, ahora toda una mujer, siempre había sido muy lista. Y no hizo falta que dijeran nada porque lo dedujo por la reacción de ambos.

— ¿Ustedes dos están enamorados?

Ambos se miraron asombrados y su padre dejó escapar una risa porque primero los nervios lo estaban matando y segundo, su hija siempre sería tan directa como una bala en el pecho. Joanne no supo que responder, quedó completamente muda.

— Así es, hija. Estoy enamorado de Joanne y le he pedido que sea mi esposa. Pero estábamos esperando a que te recuperaras por completo para poder hablar contigo de eso. Queríamos saber tu opinión al respecto y saber si estarías de acuerdo. Como siempre, te has adelantado a nosotros.

— ¡Ay! ¡No lo puedo creer! ¡Es lo que siempre había soñado! — la joven junto sus palmas dando pequeños aplausos como si celebrara la noticia.

— ¿No estás molesta conmigo porque...

Joanne no pudo concluir su pregunta porque Anne se abalanzó sobre ella abrazándola.

— ¿Por qué lo estaría? ¡Es la mejor noticia que me han dado!

— ¿Entonces estás de acuerdo con que yo le ofrecía matrimonio a Joanne?

— ¡Por supuesto que si padre! Me hacen muy feliz, al saber que se quieren. Ustedes son lo más importante que tengo en la vida y deseo verles tan feliz como yo anhelo ser.

— Y así será, mi niña.

***

Habían pasado alrededor de tres meses luego de que Anne se recuperara. El barón Marcus y Joanne de casaron en una ceremonia privada, en el hermoso jardín de la mansión. Solo estuvieron presentes los más allegados y familiares cercanos. El vizconde también, estuvo presente. Él y Anne se habían hecho buenos amigos. Pero para la joven Adams, era eso nada más, un amigo. Y para el joven George, también era una amiga. Al menos, por ahora.

Una tarde cuando Anne iba junto a su maestra para ayudarla en una clase, se encontró con muy grata sorpresa. Su mejor amiga Agnes había coincidido y esta muy feliz de verla nuevamente. Ya que habían dejado de verse luego de que los padres de Agnes fallecieran y sobre todo, no había podido escribirle una carta más, después de que enfermó gravemente.

Al salir del salón de la maestra, conversaron un montón. Inclusive se pusieron de acuerdo para encontrarse al día siguiente. Porque era temporada de bailes de sociedad, y era una muy buena oportunidad para encontrar buenos partidos. Pues su mejor amiga le había dicho que lamentablemente tenía que dejar a la condesa de Devonhill y comenzar a mirar a futuro.

Esa coincidencia, de volver a verse y conversar de casi todo lo que habían pasado, las unió nuevamente. Cuando iban en el hermoso carruaje con el chofer por tranquilamente por St. James Street, con la capota baja para que todos la vieran, los caballeros saludaban haciendo reverencia y quitándose el sombrero. Luego llegaron a la modista y antes entrar Anne le comentó con picardía a Agnes que llegaba la temporada de bailes.

— Agnes, querida, pronto me llegará rumores de los jóvenes casaderos. Queriendo saber quién era la bella pelirroja que acompañaba a la señorita Adams, en su paseo matutino. Serás un éxito amiga, te lo aseguro.

Anne notó que su amiga se quedó observando un vestido y pensando en lo que ella le decía. Sonrió sutilmente negando con la cabeza y contradijo.

— Tienes demasiada fe mi, Anne.

A lo que le llevó fruncir el ceño y hacerle la siguiente pregunta. Acomodando su sombrilla.

— ¿No crees en el verdadero amor, Agnes? Eso está muy mal, no todos somos unos interesados a la caza de una buena dote.

— Pues creo que lo buscas, es un espécimen en extinción. O tal vez solo sea un mito ¿Qué matrimonio conoces que no haya sido por interés?

La pregunta de Agnes le hice recordar a la mala mujer con quién su padre se había casado. Y daba gracias al cielo que eso quedó atrás. Sin embargo, mintió al responder.

— Muchos.

—Solo te pido que me digas uno, y no lo piense demasiado— la reto su amiga al ver que no conocía a ningún matrimonio  así.

— Mmm...

— Eso es,  no existe. Todo lo que creímos en nuestra adolescencia, era una utopía, idealizamos un amor romántico, que en realidad no existe. Los personajes sobre los que leíamos en aquellas novelas, solo existen en sus páginas.

— Yo creo que encontraré al indicado, — dijo con seguridad Anne porque si creía en el verdadero amor— tengo el presentimiento de que esta cerca.

De pronto su amiga cambio de conversación preguntándole por qué le había dejado de escribirle.

— ¿Por qué dejaste de escribirme?

— Estuve enferma.

Anne agachó la cabeza melancólica, recordando todo lo que había pasado desde que llegó a la mansión. Hasta cuando enfermó. Su amiga volvió a insistir.

— ¿Tan mal estuviste?

— Cuándo llegué a casa, nada fue como esperaba. Me encontré con la noticia de que mi padre se había casado con una mala mujer. Él cambió completamente, y eso me entristeció bastante. Y hace poco, contraje una gripe muy fea. Me tuvo en cama por mucho tiempo.

— Dios, lo siento mucho, Anne. ¿Pero ya estás bien, no?

— Si, completamente curada.

— Eso me alegra, Anne. ¿Y qué pasó con esa mujer que se casó con tu padre?

— Se descubrió que era una vio estafadora y solo quería el dinero de mi padre. La apresaron pero murió en el calabozo. Fue por culpa de ella que contraje esa gripe, ella lo portaba. Lastimosamente no la pudieron tratar y tuvo ese triste final.

— En fin, eso ya es agua pasada. ¿Y ahora cómo está tu relación con tu padre?

— Nos reconciliamos. ¡Y no creerás lo que sucedió después!

— ¿Qué pasó?

— Mi padre se ha vuelto casar pero esta vez, con la mujer indicada. Joanne, quién ha sido como una madre para mi. Ha conquistado su corazón. Y hace un tiempito atrás, contrajeron nupcias y ahora somos una hermosa familia. Tienes que ir a la casa, Agnes. Mi padre y Joanne estarán encantados de volverte a ver.

— Haré todo lo posible para ir a visitarlos. Lo prometo.

La jovencitas siguieron conversando mientras veían más vestidos. Sin embargo, no podían demorar demasiado porque Agnes debía de encontrarse con Lord Devonhill. Recorrieron un montón en tan solo una hora, hasta que llegaron a Hyde Park. Allí ambas observaron a un hombre que Anne se percató, de que las venía siguiendo.

Las muchachas lo miraron con disimulo, pero luego el hombre siguió su camino. Segundos después Agnes, soltó un suspiro observando en otra dirección y Anne se dio cuenta de ello codeándola con una sonrisa en el rostro.

— Ese si te robó el aliento — bromeó a su amiga.

— Tonterías, él es el conde Devonhill.

Agnes codeó a Anne, cuchichearon antes de que esté llegara frente a ellas. Y las saludara amablemente, sacándose el sombrero e inclinó la cabeza.

— Señoritas.

— Milord, le presento a la señorita Anne Adams. Hija del barón de Torleigh.

Su amiga se adelantó al saludo presentándola ante el Conde.

— Conozco a su padre, bueno de nombre. También se del condado Devonhill.

— Asi es Milord, es un placer conocerlo. Agnes me ha dicho cosas muy buenas de usted y la condesa.

Anne mintió porque se dio cuenta de que ese par, tenían algo. Solo que aún no se daban cuenta. Sonrieron y luego tuvieron que despedirse acompañado a Anne hasta su carroza. El Conde debía de regresar y por esa razón ya no pudieron seguir conversando. Pero Anne se aseguró de que pudieran confirmar asistencia para la recepción que darían en la mansión. Sería el primer baile de presentación al cual asistiría su amiga y ella estaría más que encantada con ser parte de ello. Antes de que Anne subiera a su carroza, le recordó a Anne lo que harían al día siguiente.

— No olvides Agnes, mañana a la misma hora, en el instituto. Y luego iremos a mi casa para que la modista tome tus medidas.

—Estaré puntual, señorita Adams— le sonrió su amiga. Y Anne se acercó abrazándola y para luego susurrarle al final, algo que su amiga aún no lo admitía.

— Estoy tan feliz de haberte encontrado. Contigo aquí, esta será la mejor temporadas de todas. Él es tu indicado, no lo dejes escapar.

Se separaron y Anne se encontraba satisfecha haberle dicho eso. Porque creía en el amor verdadero y su amiga se merecía uno.

— Hasta mañana.

— Milord, un placer conocerlo. Espero pronto, volvamos a encontrarnos.

— Igual, señorita Adams.

Estaba segura de que esa recepción sería la razón que uniría más ese par. Y haría todo lo posible para que este sea uno de los mejores bailes del condado.

Al pasar con la carroza aún con la capota baja, ya dirigiéndose hacia su casa, pudo ver al vizconde George de lejos. Estaba acompañado de una señorita, y pensó que era todo un Don Juan. Anne no pensó que podría ser hermana menor, directamente lo asoció como si fuera él que la estaba cortejando. Y eso, causó un pinchazo en su interior, no supo el por qué. Pero se sintió un poco molesta.

El joven no la vio, estaba muy concentrado en todo lo que aún le faltaba por hacer. Su madre, la condesa de Westshire, había fallecido recientemente, hace solo unas semanas atrás. Y su padre se encontraba muy mal de salud. Por esa razón, hace poco había hecho negocios con el barón de Torleigh, ahora comenzaría poner en marcha eso y así generar ingresos. Era lo que había estado esperando para salvar a su familia de la miseria. No obstante, pese a que todo estaba encaminado, tenía la preocupación de poder saldar cuanto antes la deuda con el barón. George Griffin, nunca fue un hombre que faltaba a su palabra. Si prometía algo, lo cumplía.

Y ahora más que nunca quería demostrar su honor. Por alguna razón, que él tampoco entendía, quería que la señorita lo viera con admiración.

Al llegar a la mansión, Anne, corrió junto a Joanne para contarle lo que había hecho con su mejor amiga. Y que mañana volverían a encontrarse para seguir con los preparativos del baile. Estaba muy emocionada al saber que ahora no solo contaba con ella sino también con su mejor amiga. Su padre llegó por la tarde y les comunicó que las cosas en la administración de Torleigh, iban un poco mejor. Pues no estaban en muy buenas condiciones. Inclusive comentó a grandes rasgos que el negocio que lleva acabo con el joven George, dará muy buenos frutos para seguir con mejores resultados.

Tomaron la merienda juntos, los tres. La mansión Adams volvía recuperar esa vida alegre que tenía antes. Las doncellas, el mayor domo, todos los trabajadores de esa casa, estaban igual. Contentos de ver que los patrones, tenían mucho amor para dar y recibir. Porque había que aclarar que las personas del lugar y alrededores, también los estimaban mucho y le tenían respeto.

Anne se quedó observando a su padre y a Joanne, vio la complicidad que ambos tenían y como disfrutaban pasar juntos. Anhelo poder encontrar a alguien que la mirara de la misma forma que su padre miraba a Joanne y le entregará el mismo respeto. Sabía que existía el verdadero amor, su amiga estaba equivocaba al creer que eso solo lo encontraban en la páginas del los libros. En las páginas de esas novelas románticas. Estaba segura que lo encontraría alguna vez. Y cómo le había dicho a su mejor amiga, sabía, podía presentirlo, que eso estaba más cerca de lo que imaginaba.

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