Capítulo Veintiséis: Fuegos artificiales

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Nadia

Era temprano y aún no había desayunado, pero estaba tan satisfecha que había olvidado que se podía comer y así estuve hasta que Sarah me preguntó si había desayunado algo antes de salir de mi casa, le respondí que no y fuimos a la cafetería a comprar algo.

-¿Y bien? -Sarah volteó a verme-. ¿Cómo te fue?

-¿Eh? -estaba saliendo de mi trance.

-¿Qué si te fue bien con él? -repitió.

-No paso nada -dije nada más que la verdad.

Ella bufo.

-Sabía que el castigo no iba a valer la pena. ¿Cuándo le dirás lo que sientes? -recogió sus cosas en el mostrador en cuanto nos las entregaron, caminamos buscando una mesa vacía para poder hablar a gusto-. Ya un año desde que se conocen y solo intercambian saludos o choques en los pasillos. Al rato ya ni un "hola".

-Me dijo que me hubiera quedado con la ropa -dije de sopetón. Sarah por poco escupe el pedazo de papaya que se había llevado a la boca, lo terminó tragando con fuerza y dio una fuerte exhalación.

-¡¿Qué?! -golpeó la mesa con ambas manos.

-Pues eso -le di un pequeño trago a mi jugo de naranja.

-Si, tonta. Pero... ¿cómo te lo dijo y por qué apenas me lo estás contando? -levantó una ceja, parecía indignada.

-Andaba un poco perdida y solo han estado haciendo eco esas palabras en mi mente -reí emocionada.

-¿Tú qué le dijiste? -se inclinó hacia a mí con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.

-Nada -suspire.

-¿Qué? -su ceño se frunció-. ¿Cómo que "nada"?

-Nos interrumpieron y tuvimos que fingir que me estaba respondiendo una duda, después, salí del salón y no di marcha atrás -le expliqué. Estaba harta de que alguien o algo siempre nos estuviera interrumpiendo, pero habría algún día en que no sucediera eso y sería el día más feliz de mi vida.

-Deberé cerrar la universidad para que ustedes hablen tranquilos. ¡Por Dios! -tomó el tenedor y lo enterro en un pedazo de melón que habia en su plato-. Y hablo enserio.

Nos empezamos a reír y continuamos desayunando mientras hablábamos sobre el regaño que le dieron a sus padres y de cómo a Aaron le llamaron la atención por no cuidar de ella. Ambos se llevan tres años, pero aún así lo regañan por no cuidar de su hermana, pero Sarah me contó que ambos terminaron riéndose de su desgracia y de cómo harían para poner contentos a sus padres y que los volvieran a dejar salir.

Minutos más tarde, Gargi y Miguel aparecieron en el comedor y ambos corrieron a sentarse con nosotras.

-¿Pero quiénes tenemos aquí? ¡Ah si!, a las fugitivas -dijo Miguel con sarcasmo.

-¿Pero a quién tenemos aquí? ¡Ah si!, al tonto que se acuesta con la primera que se le cruza en el camino -dijo Sarah imitándolo.

-¿Celosa? -movió sus cejas mientras se inclinaba sobre la mesa.

-¡Jamás! -Sarah empujó la cabeza de Miguel para regresarlo a su asiento.

-¿De verdad te acostaste con ella? -pregunté curiosa.

Miguel hinchó su pecho y después se dejo caer contra la mesa.

-No -dijo decepcionado soltando un quejido.

-¿Cómo? -preguntó Gargi está vez.

-La besé y me fui con ella a un hotel cerca de la bodega, pero nos terminamos arrepintiendo y pasamos toda la noche hablando -volvió a suspirar-. Nuevamente fui yo quién se quedo sin acción y ustedes disfrutaron la noche.

-¿Qué? -preguntamos las tres al unísono.

-Qué ustedes si disfrutaron de la noche. Gargi con Aaron, Sarah con cualquier tipo que le pareció guapo y Nadia con... -hizo una pausa mientras me miraba fijamente-. Bueno, el chiste es que ustedes lo hicieron y yo me quedé soñando.

Las tres nos empezamos a reír por su explicación y después le contamos que nada había sucedido. Ni siquiera nos atrevimos a contarle que Sarah y yo dormimos en el apartamento de Leonardo, pero Gargi si le contó que ella durmió en el asiento trasero mientras Aaron se quedo dormido en el asiento del conductor.
Los cuatro volvimos a bromear y a debatir sobre el concierto de ese día y lo mal que nos sentíamos por no habernos despedido de Matt. Ni siquiera recordaba que tenía su número y de que pude mandarle un mensaje para disculparme, pero estaba tan metida en lo que sucedió que ni lo recordé.

Nuestra hora libre terminó y Sarah y yo nos despedimos de nuestros amigos para ir al salón que nos tocaba, ese día nos entregarían las primeras calificaciones, pues tanto Leonardo como el otro doctor mencionaron que las calificaciones nos las entregarían en la semana. Estaba nerviosa y tenía miedo de haber reprobado, pero trataba de no desanimarme tanto, pues, era el primer parcial y podía recuperarme en el siguiente, por fortuna no tuve que desanimarme, la profesora de Sociología nos felicitó por haber pasado el primer parcial con una buena calificación y esperaba que ocurriera lo mismo en los siguientes parciales y así, nos permitió la salida.

-¡Uf! Qué alivio -Sarah se abrazo a mi brazo al salir del salón.

-Al menos llevamos una buena, faltan las demás -suspire un tanto preocupada.

-Tranquila, ya verás que nos fue bien -me sonrió y se abrazo más a mi brazo.

-Eso espero -dije en voz baja.

Salimos juntas del edificio y caminamos hacia el autobús, Sarah dijo que debía hacer un encargo que su mamá le pidió y aprovecharía la ruta del autobús para llegar a donde debía ir, me pidió acompañarla e iba a hacerlo, pero me sentía algo cansada y quería dormir un poco al llegar a mi casa. Nos despedimos cuando llegamos a la parada en la que debía bajar y yo me seguía derecho; saqué los audífonos de mi mochila y pasé el resto del camino escuchando música, era muy variada mi lista de reproducción, pero me gustaba.

Cuando llegué a casa, mamá iba llegando del supermercado y entramos juntas, no falto que preguntara el qie hacia tan temprano en la casa, pero le conté sobre las calificaciones y entendió inmediatamente. Antes de subir a mi habitación, me pidió que le ayudará a hacer de comer después de que me quitara el uniforme y eso hice, dejé mis cosas en mi cama, me cambie y baje rápidamente a la cocina.
A pesar de llevar años en un país extranjero, mi mamá no olvidaba sus tradiciones y la comida tan rica que aprendió de mi abuelita, su sazón era el mejor y mi mamá lo heredo de ella.
Mi mamá puso a hervir el tomate verde en una olla grande y en una más pequeña puso a cocer el pollo, mientras tanto, yo amasaba la masa de maíz para las tortillas, pues, las tortillas que vendían en los supermercados no servían para la comida que mi mamá quería hacer y nos tocaba hacer las tortillas a mano. Me encantaba ayudarle a hacer de comer, así aprendía de ella todo lo que ella a su vez había aprendido de mi abuelita. Cuando las masa estuvo lista, comenzamos a darle forma en un aplanador para tortillas que encontramos en una tienda mexicana, fuimos felices cuando la encontramos; después la masa la pusimos sobre un comal y dejamos que se cocinara la masa con el calor y una vez listas, las cortamos para hacer chilaquiles y comerlos más tarde.

Cuando terminamos de cocinar, subí a mi cuarto y me acomodé en mi cama, tomé mi celular y vi las notificaciones de algunas aplicaciones que tenía incluyendo los mensajes que había recibido todo el rato que estuve ayudando a mi mamá con la comida; no había nada nuevo en los mensajes, solo unos cuantos preguntando por las tareas y otros tantos preguntando si habría clases por la entrega de calificaciones. Sarah también me había mandado varios mensajes avisándome que ya estaba en su casa y que iba a planear como encontentar a sus padres para que la dejaran salir el fin de semana, pues, decía que se sentía como en una jaula cuando pasaba tiempo en su casa; no sería ella si no exageraba su situación.

Los días posteriores fueron realmente cortos de clases, solo había entrega de calificaciones y nos dejaban salir sin ningún problema, la única materia que me preocupaba de verdad era Bioquímica y por fortuna había sacado una calificación aprobatoria, no era tan alta, pero si suficiente para sentirme aliviada durante un tiempo hasta los siguientes exámenes.

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Era viernes y estabamos en la última clase del día, era con Leonardo y nos estaba entregando las calificaciones, solo que nos pedía pasar al escritorio y así poder hablar de una forma más "privada" sobre los temas que nos estaban fallando; gracias a mi apellido, sería de las últimas en recibir mi calificación lo cual me mortificaba, no muchos se levantaba del escritorio y salían con caras felices y eso hacia que me preocupara más.

-Oye, mantente tranquila. Estoy segura de que nos fue bien. Además, recibes tu calificación antes de que la mía -me tomó del hombro y me sacudió lentamente.

-Ya sé, pero aún así no puedo estar tranquilo. Y si... ¿me fue mal? -la miré con preocupación.

-Yo creo que él te ayuda a pasar su materia -dijo moviendo las cejas.

-¡Por Dios, Sarah! Yo no quiero eso -me lleve las manos a la cabeza-. Si él hace eso, me sentiré mal y creeré que no se nada de la materia.

-Bueno, tal vez no te ayude a pasar la materia, pero si a que la entiendas. ¡Qué se yo! -levantó los hombros.

Un par de minutos más tarde nombró a los dos chicos que van antes de mí en la lista, yo ya me estaba preparando para pasar cuando saltó mi nombre fue director con los siguientes de la lista, espere a que terminara para acercarme y preguntarle. Creí que Sarah me iba a esperar, pero siempre me dejaba sola con el doctor usando la excusa de que se le hace tarde para llegar a su casa o cualquier otra que se le ocurra en el momento.

-¿Doctor? -me acerqué llena de nervios, pero no sabía si era por mi calificación o por las emociones que él causaba en mí.

-¿Si? -dijo sin levantar la vista de la lista con nombres.

-Saltó mi nombre -le mencioné.

-Lo sé -volteó a verme.

-¿Lo sabe? No entiendo -fruncí el ceño.

-Perdón -pasó una mano por su rostro y después me hizo señas para que tomara asiento en la butaca que había puesto en uno de los costados del escritorio-. Yo... necesitó hablar contigo.

-¿Sobre qué? -mi corazón comenzó a latir con fuerza.

El silencio reino un par de segundos y el negó con la cabeza.

-Olvidalo. No es nada importante -suspiro y me mostro la lista señalando mi nombre-. Necesitas mejorar en la zona del tórax, específicamente en los vasos y arterias que hay en esa zona; confundes ciertas estructuras con otras, pero con que repases más y las relaciones, es suficiente y mejorarás.

-Entiendo... Gracias, doctor -dije un poco decepcionada. Había tenido una buena calificación, pero me dio tan igual por el hecho de que él quería hablarme de algo y simplemente ignoró el tema que haya querido tocar.

Me levanté de la butaca lentamente y caminé a hacia la puerta completamente decepcionada. Supuse muchas cosas y la principal fue que me estaba haciendo creer que yo y mis problemas eramos la causa para que comenzara a alejarse poco a poco, pues, desde el lunes no volvimos a hablar y cuando me lo cruzaba en los pasillos, él directamente me ignoraba y pasaba de largo.

Estaba a unos cuantos pasos de salir del salón cuando él me llamó.

-Nadia, espera -lo escuché levantarse de su lugar, di media vuelta y lo vi acercarse hasta que paró en seco a unos pasos de mí.

-¿Si? -espere ansiosa por lo que fuera a decirme, pero de nuevo negó con la cabeza.

-No, perdón... Lo siento -puso una mano cubriendo sus ojos, yo por mi parte, suspire decepcionada y regrese la mirada a la puerta-. ¡Ya no puedo más!

Sentí como una mano me tomaba del brazo y me halaba de este, mientras que otra mano se poso en mi nuca para hacerme mirar a los ojos al causante de mi aprehensión. Su rostro estaba a pocos milímetros del mío y podía sentir su aliento rozar con mis mejillas; sus ojos mostraban desesperación y su ceño fruncido la preocupación del momento.
Sus ojos viajaron a mis labios y evitando alargar más la tortura, sus labios se posaron sobre los míos, emanando el calor que ambos poseían; sus manos dejaron de tomarme del brazo y por la nuca, para pasar a abrazarme de la cintura, rodeándome por completo y pegándome más a su cuerpo.
Creí que iba a desmayarme por todas las emociones y sensaciones que mi cuerpo estaba sintiendo, mis piernas comenzaron a temblar obligándome a abrazarlo por el cuello con ambos brazos. Nos separamos para poder recuperar el aliento, él respiraba con tanta dificultad, a mí la cabeza me daba vueltas, el corazón me latía con tanta fuerza que podía salirse de mi pecho en cualquier momento y estaba tan confundida y a la vez tan feliz por lo que estaba sucediendo.

-P-Perdón -pronunció con dificultad.

Negué con la cabeza mientras le sonreía.

-No debí... -volvió a tratar de disculparse.

-No, no. Yo... -dejé salir una risa nerviosa, no sabía que decir en ese momento y tampoco quería arruinarlo con cualquier tontería que pudiera salir de mi boca.

Nos reímos por lo bajo, sin separarnos y nuevamente nuestros labios se juntaron, permitiéndome sentir un sin fin de emociones y sensaciones que recorrían mi cuerpo, como una clase de corriente eléctrica o el fuego más ardiente que quemaba muy en mi interior. Eran fuegos artificiales, eran gritos silenciosos y el aleteo de un millón de mariposas que sentía en mi pecho y en el estómago respectivamente.

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