Capítulo Treinta: Cuando el deseo habla

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Leonardo

Había notado a Nadia algo distante y distraída, me preocupaba que ese comportamiento hubiese sido por aquella cita en la feria. Tal vez fue demasiado o fue muy tonto de mi parte haberla llevado a ese lugar, pero su sonrisa y el brillo en sus ojos durante esa noche me decían todo lo contrario.

La abrazaba con fuerza, quería tenerla conmigo y asegurarme de que estuviera bien. Yo ya había tenido una relación fallida, una que escaló al matrimonio lleno de errores y mentiras, no quería que eso sucediera con Nadia.

Nos separamos y la miré fijamente.

—Confía en mí —acaricié sus mejillas con la yema de mis dedos, ella bajó la mirada en silencio, después asintió lentamente con la cabeza y volvió a mirarme de nuevo con una sonrisa.

—Yo… Lo intentaré.

—Con eso me basta —volví a darle un beso en la frente.

Antes de separarnos, le di un beso tierno a sus labios y Nadia salió del salón dejándome solo en él.

Recién había iniciado el día y creí que sería pesado si no llegaba a tener noticias sobre Nadia, al menos pude saber que estaba bien aún si no me contaba lo que le sucedía.

En las siguientes clases, todo iba desacuerdo a lo planeado, prácticas que llevar a cabo, ejercicios para ayudarles a memorizar o relacionar lo más importante de la clase, hasta incluso llegábamos a tener secciones de “realidad o mito por las dudas que habían tenido con el paso de los años antes de que entraran a la carrera de medicina. Fue un día prácticamente animado, por lo regular los viernes eran los días más rápidos en pasar, pues, era cuando la gran mayoría de las personas aprovechaban para salir a divertirse; mi forma de divertirme era llegar a mi casa, cocinar algo rápido y quedarme toda la noche revisando mis apuntes para las siguientes clases, a veces aprovechaba para ver la en la televisión o simplemente me iba directo a dormir, pero teniendo a Nadia, tenía esa necesidad de pasar un viernes junto a ella y arreglar el fiasco de aquella fiesta donde ese sujeto apareció. Recordar esa noche, aún me generaba enojo por la forma en la que él se había acercado a Nadia.

Ese mismo día en mi hora de salida, caminaba hacia mi auto con todos los trabajos de los grupos más avanzados a quiénes les impartía clases. Al llegar al auto y abrir la puerta y así dejar los papeles sobre el asiento del copiloto, vi a Nadia pasar con un chico, ambos reían. Los seguí con la mirada y el chico de pronto paso sus brazos por los hombros de ella, sentí un calor en el pecho, cerré los ojos y suspire; volví a abrir los ojos y ellos ya no estaban solos, la amiga de Nadia, Sarah, se acercó a ellos y empezaron a hablar.

No sabía si alegrarme o sentirme mal por la sensación que había tenido segundos antes, pero tampoco podía evitar preguntarme si ese chico estaría interesado en ella cómo el baterista que nos interrumpió en la cafetería aquel día.

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El tiempo avanzaba y el vínculo entre Nadia y yo se hacía más fuerte. Poco a poco la iba conociendo mejor y con paciencia, ella me iba contando sus miedos y alguna que otra mala experiencia que me habría gustado evitar; contaba con lágrimas en sus ojos y nudos en su garganta, pero su confianza en mí aumentaba.

Un fin se semana fue un plus a nuestra convivencia, pues, eso ayudó a que nos uniéramos un poco más y no ser sólo una pareja romántica, sino, una de amigos; me agradaba que nuestra relación evolucionara día con día.

Octubre ya había llegado a su final, las decoraciones estaban en su mejor punto y las fiestas de disfraces estaban en su apogeo. Era 31 de Octubre y tanto en los pasillo como en los salones, se escuchaban la organización de como irían disfrazados o de las direcciones en donde se llevarían acabo esas fiestas.

En el celular tenía mensajes sin leer de Nadia y en uno de mis descansos aproveche para contestarle.

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Nadia:
Saldré temprano.
Cancelaron mi última clase.

Leonardo:
¿El de Bioquímica les canceló?

Nadia:
Si. Ya sabes… él es un tanto
joven y dijo que nos divirtiéramos.

Leonardo:
¿

Irás a una fiesta?

Nadia:
No estoy segura. Fuimos invitados
a una, pero no me agrada mucho
la idea.

Leonardo:
Deberías ir y divertirte.

Nadia:
Tal vez…

Leonardo:
¿No quieres hacerlo?

Nadia:
¿Vendrías si te lo pido?
La fiesta es con Matt y los chicos
de la banda. Dudo que haya gente
de la facultad.

Leonardo:
No soy tan fan de esas fiestas.

Nadia:
Oh…

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No supe que más responder y no había mentido, las fiestas de Halloween no eran mis preferidas, y mi humor cambio en cuanto ese baterista fue mencionado. Tal vez no me gustaban esas fiestas, pero tampoco le iba a dar la ventaja a ese chico de intentar conquistar a la persona a quien tanto me costó acercarme.

No habría problema si iba, Nadia me lo había pedido, el único problema sería que disfraz usaría y por obvias razones, no usaría ninguno; ya me las arreglaría.

Parecía que a la gran mayoría de los grupos les habían cancelado las clases, pues, fuera del edificio de loa salones ya habian muchos alumnos rumbo a sus autos o a loa autobuses. Risas por un lado y gritos de emoción por el otro, parecía que sería un Halloween inolvidable y yo esperaba lo mismo, pero con Nadia.

Saqué mi celular antes de siquiera moverme y le dejé un mensaje a Nadia pidiéndole la dirección del lugar dónde sería la fiesta, no tardo nada en absoluto cuando ya tenía la dirección y una foto de referencia. Estaba listo, sólo iría a prepararme a mi casa y buscar que ponerme como “disfraz”.

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Al llegar al edificio donde vivía, salí corriendo del ascensor para llegar lo más rápido posible a mi departamento y darme una ducha rápida, y tener tiempo para romperme la cabeza eligiendo algún conjunto que pudiera usar como disfraz, iba a ser la peor parte.

Una vez listo y fuera del baño con una toalla enredada en mi cadera, sacaba camisas, pantalones y zapatos entre los cuales elegir; terminé recurriendo al Internet para tener una idea de que usar y nada me gustaba, era un caos mi cabeza al ver un sin fin de imágenes con disfraces caseros, hasta que encontré la combinación perfecta. Camisa blanca, pantalón y zapatos negro con el toque especial y sencillo, pequeñas manchas de piel corriendo del cuello dejando un camino de sangre del mismo hasta terminar el pecho, perfecto.

Tomé mi celular y fui directo a buscar el chat de Nadia para dejarle un mensaje: “Te veo en unos minutos.”

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Me encontraba frente al lugar de la dirección que Nadia me había mandado, esperando dentro de mi auto hasta que llegará ella con sus amigos. Era bastante la gente que iba llegando y entraba a la edificación, era como una clase de bar; todos llegaban con diferentes disfraces y algunos muy originales.

Mi celular vibró, era un mensaje de Nadia diciendo que ya había llegado, levanté la vista para poder localizarla y di directo al rostro del chico rubio que estaba en casa de Sarah, venían en un auto pero la oscuridad del interior no me permitió ver más.

Bajé del auto cerrando la puerta tras de mí, giré en dirección a donde se había dirigido el auto donde estaban los amigos de Nadia emocionado por verla.

Bajó primero la chica de piel cálida a la par Sarah iba saliendo, una con un traje muy parecido a la Mujer Maravilla y un Ángel con.. ¿alas de demonio? (respectivamente). Poco después, parte de un vestido negro de satín salió del asiento trasero hasta que salió por completo la mujer que lo llevaba puesto; el vestido era ajustado y se le veía espectacular junto con la clase de resplandor que llevaba como tiara, vi como me buscaba entre la gente que se encontraba fuera del lugar hasta que nuestras miradas se encontraron, sus ojos se iluminaron de aquella forma tan hermosa siendo acompañados por la gran sonrisa en sus labios. Comenzó a caminar hacia mí y fue en ese momento que me dije mejor en los detalles de su vestido, no solo era ajustado de la cintura para arriba, la zona inferior era un tanto holgada y cada que caminaba se podía ver el largo camino de su pierna derecha que la abertura del vestido dejaba a la vista.


Debía admitirlo, pues, ese vestido no solo me hacia admirarla cual Diosa, sino, que despertó en ese deseo carnal que sentí por primera vez la noche que llevaba un bustier negro de encaje.

Se encontraba ya frente a mí, volvió a sonreir y sus mejillas se pintaron de un hermoso color rosa.

—Hola —pronunció con un tono suave y dulce.

—H-Hol… —me fue imposible pronunciar una palabra gracias a la emoción del momento. Aclaré mi garganta volver a tener control de mi voz y poder hablar—. Hola, Nadia.

—Te ves… muy bien —sus ojos me recorriendo de los pies a la cabeza.

—Y tú te ves… —me perdí de nuevo en la línea tan hermosa que se le hacia de la cintura a la cadera—. Perdón. Luces increíble.

—Gracias… —su mano paso un pequeño mechón de cabello detrás de su oreja.

—¿Entramos? —moví mi cabeza señalando el bar. Ella asintió y le ofrecí mi brazo para entrar juntos.

Fue imposible no sentir las miradas de algunos curiosidad, incluso, parecía que nos daban el paso para que Nadia y yo pudieramos avanzar sin problema, pero el encanto se vino abajo en cuanto se escuchó la voz de aquel chico pelirrojo.

—¡Nadia! —una gran sonrisa decoraba su rostro, dejando ver la hilera superior de sus dientes—. ¡Luces como toda una Diosa del olimpo! Atrayendo la mirada de todos los presentes.

—Gracias, Matt —asintió con la cabeza y sin soltarme del brazo cuando el chico le ofreció una mano para que la tomara.

—¡Pero si es nuestro pelirrojo favorito! —se escuchó la voz de un chico tras de mí y paso por mi costado para abrazar al pelirrojo.

—¡Aaron!, mi hermano —se dieron un abrazo dando palmadas sobre sus espaldas—. Me alegra que todos hayan venido. Vengan, tengo un lugar especial para nosotros.

Los amigos de Nadia se posicionaron frente a nosotros a excepción se una, Sarah.

—Doctor, perdón… Leonardo —sonrió—. Qué bien luce hoy, hasta podría decirse que se puso de acuerdo con Nadia para venir vestidos iguales. ¡Es perfecto!

—Supongo que fue intuición —respondí.

—Pues que intuición tan buena. Nadia lo habría logrado como ustedes dos, de eso estoy segura —miró a Nadia y esta desvío la mirada—. Vamos, vamos, no hay que hacerlos esperar.

Volvimos a retomar el paso y llegamos hasta una esquina dividida del resto por dos postes unidos por una cinta, permitiéndonos pasar a todos. El chico pelirrojo, Matt, comenzó a pedir tragos para todos, inmediatamente Aaron y yo los rechazamos.

—Vaya, son conductores responsables —rio y entonces pidio dos vasos de agua—. Espero que el agua si la puedan aceptar.

—No hay nada como un vaso con agua y hielos para refrescar —respondí.

—Tienes toda la razón, hermano —asintió con la cabeza y luego miro a Nadia—. Hermosa Diosa, tú no me rechazaras un trago ¿o si?

—Está vez tendré que negarme —levantó los hombros.

—¿Por qué? —el pelirrojo abrió tanto los ojos como si le hubieran dicho una mala noticia.

—Tengo algo importante que hacer y no podré quedarme mucho tiempo —volvió a levantar los hombros y luego volteó a verme, desconcertandome.

—¿De verdad no puedes faltar? —hablo Sarah está vez.

—Es una tradición muy importante para mí, no puedo faltar —le sonrió apenada.

Los amigos de Nadia terminaron por entenderlo y le desearon suerte para su tradición, el problema fue que yo seguía sin entender a que se estaba referiendo, o al menos, no recordaba si me lo había comentado y yo lo habia olvidado.

Todo el mundo tomaba y bailaba al ritmo de la música, Nadia bailaba con sus amigas y podía ver lo mucho que se estaba divirtiendo cuando me regalaba miradas fugaces, la música era variada y animaba el ambiente. De pronto, el ambiente cambió y se hizo más movido en cuanto pusieron música latina.

Nadia me miraba fijamente, como si intentara decirme algo desde donde se encontraba; en eso, me percate de Matt, iba con todas las intenciones hacia ella. Una carga de adrenalina me hizo despertar y moverme tan rápido para quedar frente a Nadia, importándome poco el no saber bailar.

Había logrado mi cometido, no darle ningún paso a aquel chico y poder estar más cerca de Nadia. Ella me mostraba como bailar; al inicio fue un fracaso, los pies se me enredaban y daba pasos incorrectos, pero al menos fue motivo para hacerla reír por mi torpeza bailar.

Estuvimos una gran parte de la fiesta tratando de bailar hasta que conseguí un pequeño logro, ya podía memorizar los pasos y evitar pisarla durante la canción “Escandalo”.

Nadia sacó su celular y su sonrisa cambió por unas comisuras que señalaban al suelo, era hora de irse y camino hacia sus amigos para poder despedirse. No querían dejarla ir, en especial Matt cuando se abrazo a ella y no la soltaba por nada; iba a intervenir justo cuando Sarah lo tomó del brazo y lo separo de Nadia, le agradecí en silencio y ella asintió con la cabeza discretamente.

Le ofrecí llevar a Nadia a su casa para que sus amigos disfrutaran un poco más de la fiesta, recibí una respuesta positiva por parte de ella y así concluyó la fiesta para nosotros.

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Durante el trayendo de camino a casa de Nadia, hablábamos sobre los disfraces y la gran necesidad de competencia que tenían Sarah y Miguel por competir en los tragos, reíamos por cada ocurrencia que ella me contaba de sus amigos y como se divertían.

—¿Te divertiste aunque sea un poco? —pregunté.

—Si y mucho. Me hubiera gustado quedarme más tiempo, pero no puedo —suspiro un poco decepcionada.

—¿Cuál es esa tradición importante de la que hablaste? —la curiosidad me llamaba.

—Es una tradición de México, el “Dia de Muertos” —la miré sorprendido—. Se festeja hace muchos años, incluso mucho antes de que yo naciera. Se ponen altares y en ellos se colocan frutas, bebida y comida que le gustaba a nuestros familiares junto con una foto de ellos, y bueno, mañana a primera hora viajaremos hacia allá.

—Oh, vaya. No lo sabía —dije sorprendido.

—No sabía como decírtelo. Perdóname, de verdad —me tomó del brazo y dio un pequeño apretón.

—¿Perdón de qué? —ahora la miraba confundido—. No hay nada que perdonar, es una tradición y costumbre tuya, no es como que yo te este prohibiendo llevarla acabo. Además, mw gustaría un día poder verla con mis propios ojos.

—¿De… verdad? —ahora ella parecía sorprendida.

—Me encantaría —le sonreí y ella se acercó a mí regalándome un pequeño beso en la mejilla—. ¿Eso por qué?

—Por todo —volvió a darme otro beso en la mejilla y paso a rodearme el cuello con sus brazos.

—Espera, Nadia. Puede ser peligroso —comencé a desacelerar, pero ahora era mi corazón el que comenzaba a latir con fuerza.

Detuve el auto por completo y Nadia regresó de nuevo a su lugar, la miraba de reojo mientras trataba de tranquilizar respiración y los latidos de mi corazón, pero era imposible, ella estaba generando un fuego en mi pecho que era imposible extinguir.

—Nadia… —pronuncie con dificultad.

—¿Si? —respondió casi en un susurro.

Volteé por completo para mirarla una vez más, para admirarla y poder observar mejor cada detalle que había en ella. Había un ligero rubor rosa sobre sus mejillas y su respiración parecía acelerada, fue uno de los detonantes para mí, pues, su mirada iba de mis boca a mis ojos formando un triángulo invertido.

Sin poder aguantar, la tomé del rostro con ambas manos y comencé a besarla con cuidado, pero el beso fue aumentando de intensidad hasta separarnos para recuperar el aliento y volver a pegar nuestros labios con tanto deseo. Una de mis manos bajo a su nuca para poder pegarla más a mí y con la otra acariciaba el pequeño escote que había en su espalda provocando que se arqueara por la sensación acompañado de un ligero jadeo.

Me acerqué un poco más a ella, la mano que acariciaba lentamente la línea de su espalda la fui bajando lentamente hasta llegar a su cintura y parar en su cadera; espere una respuesta por parte de ella, obteniéndola en una pequeña pausa del beso apasionado. Bajé mi mano hasta su muslo, apretándolo levemente y sintiendo su piel por la abertura del vestido, subiendo lentamente la tela para poder explorar un poco más la línea entre su muslo y cadera.

De pronto, el sonido de un celular recibiendo una llamada, nos obligó a parar y regresar a nuestros lugares. Nadia estaba recibiendo una llamada de su mamá y mientras ella contestaba, yo intentaba recuperar la compostura después de lo había sucedido segundos antes de ser interrumpidos por esa llamada.

Reí ante la situación y no quedo más remedio que continuar el trayecto previo al deseo.

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