Capítulo Sesenta y siete: Reviviendo el Miedo

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

Leonardo

Esperaba sentado en el sofá, pero a veces, la ansiedad me obligaba a levantarme y dar vueltas por todo el departamento, esperando alguna noticia sobre el caso. Sentía que en cualquier momento perdería la razón si no encontraban a Nadia, y ya no podía esperar más.

Entré a mi cuarto y caminé directo a la cómoda, buscando ropa deportiva negra y gris. Necesitaba algo que me ayudara a pasar desapercibido mientras seguía a Riley. Había aparecido de nuevo, pero siempre lograba esconderse como un animal escurridizo. Sin embargo, una luz de esperanza llegó: Alice había visto a Riley cerca de un centro de beneficencia en Queens. Ella iba como voluntaria y, con mucho cuidado, lo siguió hasta verlo entrar en un edificio deteriorado. Sin pensarlo dos veces, me avisó, esperando que la policía se encargara, pero yo no podía arriesgarme a que Riley o Siena se dieran cuenta de que los estaban siguiendo.

Me vestí, guardé mi celular y salí del cuarto buscando las llaves del auto. Estaba listo para ir a la dirección que Alice me había dado, pero antes de siquiera acercarme, alguien tocó el timbre.

Curioso, me acerqué a la puerta y observé por la mirilla. Al otro lado se encontraba un chico de cabello brillante, moviéndose nerviosamente de un lado a otro.

Confundido y lleno de dudas, miré una segunda vez por la mirilla para asegurarme de que el chico siguiera ahí, y así fue. Me tomé unos segundos antes de abrir la puerta. El chico inmediatamente giró en mi dirección y se llevó una mano a la nuca.

—H-Hola —dijo nervioso.

—Hola —respondí—. ¿Puedo ayudarte con algo?

—No, sí... o más bien... —hizo una pausa para inhalar y exhalar, intentando tranquilizarse—. Quiero ayudarte a buscar a Nadia.

—¿Qué? —fruncí el ceño—. ¿Cómo sabes que la buscaré? ¿Quién te lo dijo?

El chico tragó saliva y dio un paso adelante, decidido a hablar.

—Sarah me contó. A ella se lo contó una chica, no recuerdo el nombre, pero temían que hicieras una locura. Sarah… ella sabe lo que Nadia significa para mí, y yo... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Yo quiero ayudarte. No importa si ella no está conmigo, pero no la quiero perder de esa forma.

Mi desconfianza inicial se suavizó un poco al ver la sinceridad en sus ojos. Estaba claro que el chico estaba nervioso, pero también determinado.

—¿Por qué quieres ayudarme? —pregunté, tratando de entender su motivación.

—Creo que la respuesta es obvia. Así como ella es importante para ti, lo es para mí. No puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que puedo hacer algo para ayudar —respondió con firmeza.

Consideré sus palabras por un momento. No tenía mucho tiempo, y cualquier ayuda sería útil.

—Está bien, pero necesitas seguir mis instrucciones. Esto es peligroso, y no quiero que nadie más salga herido —dije, abriendo la puerta por completo.

El chico asintió rápidamente, mostrando su disposición.

—Lo entiendo. Haré lo que sea necesario.

Cerré la puerta tras él y lo conduje a la sala de estar. Le expliqué el plan rápidamente: seguiríamos a Riley desde una distancia segura, asegurándonos de que no nos detectara. La información de Alice era nuestra mejor pista, y no podíamos permitirnos perderla.

Nos dirigimos al auto y nos pusimos en marcha hacia la dirección que Alice me había dado. El viaje estuvo cargado de una tensión palpable, pero también de una determinación compartida. Ambos sabíamos que el tiempo estaba en nuestra contra y que cada segundo contaba.

Aún no me creía que mi rival me estaba ayudando a salvar a Nadia.

Llegamos al centro de beneficencia en Queens y estacionamos el auto a una distancia prudente. Observamos el edificio deteriorado que Alice había descrito. Parecía el tipo de lugar donde alguien como Riley podría esconderse.

—Ahí es —dije en voz baja, señalando el edificio.

Matt asintió y nos preparamos para movernos. Sabíamos que debíamos ser sigilosos y cuidadosos. Matt sacó un gorro de su sudadera y se cubrió la cabeza. Me reí por dentro; al parecer ambos pensamos lo mismo sobre su cabello.

Bajamos del auto y avanzamos lentamente, manteniéndonos en las sombras y observando cada movimiento a nuestro alrededor.

—¿Ves algo? —susurró Matt, mirando alrededor con cautela.

Negué con la cabeza, manteniendo mis ojos fijos en el edificio. De repente, una figura familiar salió por la puerta de un edificio cerca del centro de beneficencia. Era Riley.

—Ahí está —susurré con urgencia—. Vamos.

Comenzamos a seguirlo a una distancia segura, asegurándonos de no llamar la atención. Riley caminaba con un aire de confianza, como si no tuviera idea de que estaba siendo vigilado. Nos llevó por varias calles, adentrándose cada vez más en un área más oscura y desierta de la ciudad.

Finalmente, se detuvo frente a un edificio aún más deteriorado que el anterior. Miró a su alrededor antes de entrar, y supimos que este era nuestro momento.

—Este es el lugar —dije, mi voz apenas un susurro—. Tenemos que entrar sin hacer ruido.

Matt asintió y seguimos a Riley dentro del edificio. El interior estaba en ruinas, con paredes descascaradas y pisos chirriantes. Nos movimos con cuidado, avanzando por pasillos oscuros y estrechos.

Escuchamos voces provenientes de una habitación al final del pasillo. Nos detuvimos fuera de la puerta, escuchando atentamente. Era Siena y Riley, discutiendo.

—No podemos mantenerla ahí para siempre —decía Riley, su voz baja pero llena de preocupación—. Alguien nos descubrirá.

—¡No importa! —respondió Siena con furia—. Tenemos que asegurarnos de que nunca vuelva a ver la luz del día.

El corazón se me aceleró al escuchar esas palabras. Miré a Matt y asintió, entendiendo que era el momento de actuar.

Con un impulso de adrenalina, estaba listo para abrir la puerta, pero Matt me detuvo.

—Espera… —susurró.

—¿Qué? ¡No! —seguí susurrando a pesar de que quería gritar.

—El sujeto dijo que Nadia no está aquí —mencionó—. Hay que esperar y ver si alguno de los dos nos guía a ella.

Me pasé las manos por la cabeza, la desesperación me estaba consumiendo.

En ese momento, escuchamos pasos acercándose hacia nosotros. Nos movimos rápidamente para escondernos, tratando de no hacer ruido.

Cuando Riley y Siena salieron, noté el vientre abultado de esta última. Estaba impresionado; pareciera que, sin importarle su estado, seguía buscando la forma de hacer daño a los demás.

Nos quedamos en silencio, observando cómo se alejaban por el pasillo. Matt me miró, sus ojos reflejando la misma mezcla de incredulidad y determinación que yo sentía.

—¿Viste eso? —susurré, todavía en shock.

—Sí —respondió Matt, también sorprendido—. Pero ahora tenemos que seguirlos. Esta es nuestra oportunidad de encontrar a Nadia.

Asentí, y juntos comenzamos a seguir a Riley y Siena a una distancia segura. Nos movíamos con cuidado, evitando cualquier ruido que pudiera delatarnos.

Salieron por la puerta por la que habíamos entrado y Riley sacó una llave de su bolsillo; era de la camioneta frente a ellos. Ambos subieron para irse del lugar. Matt y yo corrimos de regreso a mi auto y conduje lo más rápido posible para tratar de alcanzarlos.

—¡Carajo! No los veo —le di un golpe al volante al ver un par de camionetas parecidas.

—Busca la matrícula, termina en 86 —dijo Matt. Ambos comenzamos a leer los números de las placas—. Ahí está.

Miré en la dirección que señalaba y conduje para acercarme a la camioneta, manteniendo cierta distancia para evitar que se dieran cuenta de que los seguíamos.

Seguimos a Siena y Riley a una distancia considerable para que no se dieran cuenta. Después de un rato siguiéndoles, entraron al bosque y vimos que Siena y Riley se desviaron por un pequeño sendero. Dado que no había autos cerca, Matt y yo decidimos dejar el auto en la entrada a la carretera y seguir a pie. Caminamos al menos unos 20 minutos y llegamos hasta una cabaña. Afuera estaba la camioneta en la que iban Riley y Siena, y además, me percaté de que había una moto negra, la misma moto en la que iban los sujetos que le dispararon a Matt tiempo atrás.

—Mira —le susurré a Matt, señalando la moto. Sus ojos se ensancharon al reconocerla.

—Esa es la moto de los tipos que me atacaron —dijo con voz temblorosa pero determinada.

—Esto confirma que estamos en el lugar correcto. Ahora debemos planear cómo entrar sin alertarlos —dije, observando la cabaña y sus alrededores, buscando cualquier posible punto débil o entrada secundaria.

Estuvimos esperando un par de minutos para ver si alguien salía o llegaba a la cabaña, pero no había ni un solo movimiento. Entonces, Matt posó una mano sobre mi hombro.

——Yo entraré y la buscaré —dijo Matt, poniéndose de pie. Lo agarré del brazo.

—No, escucha primero. Sé que quieres ayudar, pero si mis amigos no querían que yo hiciera una locura, tú tampoco lo harás —suspiré—. Me duele admitirlo, pero Nadia te estima demasiado y si te vuelve a pasar algo, no me lo perdonaría.

—Yo… —aclaró su garganta y levantó los hombros.

—No me hagas repetírtelo —fruncí el ceño, molesto—. Llama a la policía. Yo entraré a buscarla y si alguien intenta huir, los podrás detener. Y ten...

Unos gritos desesperados comenzaron a escucharse. Me levanté corriendo hacia la cabaña y escuché los pasos de Matt que me acompañaban. Golpeé con fuerza la puerta, pero no se abrió. Lo intenté una segunda vez y nada. Matt me gritó que la pateáramos, y así logramos tirarla abajo.

Una nube de polvo se levantó, impidiéndonos ver con claridad. Los gritos se volvieron a escuchar y el terror me congeló por un momento. El polvo se dispersó, dejándome ver los rostros aterrados de Riley y Siena. Reconocí esos gritos; el miedo y el pánico me hicieron imaginar lo peor, y no quería eso para Nadia.

El coraje me llenó de energía y pasé de largo a Siena y Riley.

—Leo, amor —sentí las manos frías de Siena sobre mi mano.

—Aléjate de mí —quité sus manos de forma brusca. La miré con todo el odio acumulado durante años, odio que me llenó de coraje para dar hasta mi vida por Nadia—. Matt, hazlo.

Matt asintió y se quedó plantado frente a la puerta, sabiendo que la policía no tardaría en llegar.

Golpeé la puerta que me separaba de esos gritos desgarradores. La pateé una y otra vez hasta que logré derribarla. Vi al sujeto de espaldas, lo vi patearla una y otra vez. La sangre me hirvió y me abalancé contra él. Lo golpeé sin piedad, quería matarlo, desaparecerlo de la existencia para que nos dejara en paz, pero si hacía eso, significaría estar lejos de Nadia y perder toda oportunidad a su lado. Logré dejar a Marco inconsciente en el suelo y no me alejé hasta que estuve seguro de que así se quedaría.

Volví a buscar a Nadia. Seguía en el suelo y corrí hacia ella. Se quejó una y otra vez cuando intentaba tomarla entre mis brazos, pero me sorprendí de que, a pesar de todo el dolor que su cuerpo posiblemente sentía, logró ponerse de pie. La abracé y lo habría hecho con más fuerza, pero podía lastimarla aún más. Solo la escuché sollozar y decir "gracias". Ese momento lleno de alegría, dolor y esperanza se cayó de golpe cuando Marco nos apuntó con un arma.

—Si no es conmigo —su voz estaba llena de ira y sus ojos parecían llenarse de sangre por el coraje—, no será con nadie.

Más de una emoción se acumuló en ese momento, pero dos se peleaban por controlarme: la ira, porque no dejaba en paz a Nadia, y el miedo, por no saber cómo protegerla. Pero estaba dispuesto a recibir esa bala por ella.

—Baja el arma, ahora —extendí una mano hacia Marco, tratando de tranquilizarlo.

—¿Qué si no lo hago? —amenazó—. ¿Usarás fuerza bruta para detenerme? —bufó.

—Sé que me odias, pero si amas a Nadia… dejarás de apuntarnos con esa arma —mencioné, bajando el tono de voz para no alterarlo y evitar que cometiera esa locura.

—No hagas esto, Marco. ¡Es una locura! —Nadia gritó, intentando ponerse frente a mí. Forcejeé con ella para evitar que se moviera, pero no lo logré—. Por favor…

—¡No me importa! —Marco continuó apuntándonos. Su ira se notaba en el tono rojizo de su rostro—. Prefiero pasar mi vida encerrado en una celda con tal de que ese imbécil no te tenga. Y si para lograr eso debo matarlo, ¡entonces lo haré

Sentí el peligro en el aire, y jalé a Nadia para ponerla tras de mí, lo que provocó a Marco. El sonido del disparo inundó las cuatro paredes, la bala pasó rozando mi brazo, provocándome un grito de dolor mientras mi sudadera comenzaba a mancharse de sangre.

De repente, todo comenzó a moverse en cámara lenta. Marco levantó de nuevo el arma para disparar una segunda vez. Estaba listo para recibir esa bala, pero Nadia se acercó a Marco y comenzaron a forcejear.

Se escuchó la detonación del arma, y me congelé en mi lugar. El corazón me latía con fuerza, pero sentía que iba a fallarme en cualquier segundo. Levanté la mirada y vi a Marco abrir los ojos tanto que parecía que se le iban a salir. Movió la boca, pero solo salió un balbuceo. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y se alejó de Nadia, dando pasos hacia atrás.

Corrí para tomar a Nadia entre mis brazos cuando la vi desfallecerse. Murmullos salían de su boca mientras respiraba con dificultad. Un nudo se formó en mi garganta al querer hablar; sentía una presión en mi pecho, reviviendo la desesperación y el miedo que viví en el pasado, pero esta vez era una sensación más fuerte, más dolorosa.

—¡Nadia! —sentí desgarrarse mi garganta cuando por fin pude hablar—. ¡Mi amor, no! ¡No te duermas, no te duermas! Por favor…

Le repetía una y otra vez, gritaba, la tomaba del rostro y pasaba mi mano por su cabello, intentando evitar que se durmiera, pero fue en vano. Me miró una última vez antes de cerrar sus ojos lentamente. Mi desesperación aumentó cuando no la vi respirar. Acerqué mi mano a su cuello para comprobar su pulso: era muy débil. Sentí alivio, pero este fue sustituido por la adrenalina.

Tras de mí, el sonido de varias voces se escucharon. Un grupo armado de policías entró al cuarto donde estábamos y detuvieron a Marco, esposándolo para sacarlo de ahí. A los pocos segundos, entraron unos paramédicos para atender la situación. Inmovilizaron a Nadia en una camilla, le pusieron una mascarilla de oxígeno y cubrieron su herida, haciendo presión para evitar que siguiera desangrándose. Me levanté y los seguí para no dejar a Nadia en ningún momento. Intentaron detenerme para revisar mi herida en el brazo, pero se los impedí. No me importaba cuán lastimado estaba; necesitaba estar con Nadia en todo momento. o la iba a dejar sola, no cuando el hilo que la sostenía a la vida podía reventarse en cualquier momento.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top