Capítulo Diez: Nuevo Semestre y... ¿profesor?
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Nadia
El nuevo semestre estaba iniciando, había nuevos grupos que elegir, materias que atender y nuevos profesores que conocer.
Después de la salida a la playa, no hice realmente nada. Todo el día me la pasaba en casa y sin salir, solo ayudaba a mi mamá con la casa. Uno que otro día estuve saliendo con Sarah y nuestra amistad se hizo mucho más fuerte, pero había días en los que prefería no salir y estar en mi casa y ella lo respeto parcialmente hasta dos días antes de regresar a clases.
—Me abandonaron completamente —Sarah tenía una mano sobre su frente fingiendo indignación—. Me abandonaron durante mucho tiempo.
—No exageres, Sarah —Miguel le habló y levantó los hombros—. Ya me tienes aquí.
Miguel se acercó a ella para abrazarla y Sarah inmediatamente puso sus manos sobres sus hombros para alejarlo.
—¡Ay! —Sarah se quejó—. ¡Ya quisieras!
—Me lastimas el pobre corazón. —Miguel se llevó las manos al pecho e hizo un puchero.
—Ay, por favor. ¡Ya dejen de coquetear! —Aaron los interrumpió y se puso en medio de Sarah y Miguel.
—¡No estoy coqueteando! —protestó Sarah.
—Te conozco demasiado bien, hermanita. —le dio unas pequeñas palmaditas en la cabeza.
—Da igual... ¿Por qué nadie me aviso que no iban a llegar hasta mucho después de los días que habían dicho? —Sarah cruzó los brazos sobre su pecho y daba pequeños golpes con la punta del pie.
—Mi familia alargo el viaje. —respondió Gargi con un poco de culpa en el tono de su voz.
—¿Y tú? —miró a Miguel de forma inquisitiva.
—Pues... —rascó su nuca—. Tal vez... quise descansar un poco más.
—Nadia. —la interrumpí abruptamente.
—A mí ni me veas —Enarque una ceja
—Cómo ya lo dije antes... ¡Me abandonaron! —cruzo sus brazos sobre su pecho e hizo una mueca de un puchero.
Todos comenzamos a reír por su reacción y ese día la pasamos en un parque para decidir que haríamos en el nuevo semestre.
Ahora estaba sentada junto a Sarah, ambas hablábamos sobre si habíamos logrado coincidir en más clases, ya que, algunas materias se llenaban antes de completar un grupo completo; era una competencia por ver quién alcanzaba un lugar antes que el otro.
Mi mirada se desvío hacia la entrada del salón en cuanto vi entrar a Leonardo, se veía tan guapo y elegante; llevaba puesto una camisa azul cielo, pantalón beige y la típica bata blanca. Mi corazón latió tan rápido cuando paso su mirada por todos nosotros, yo estaba lista para levantar mi mano y mostrarle el asiento a mi lado, pero mi rostro cambio en cuanto lo vi poner su portafolio sobre el escritorio.
Sentía que la sangre me subía y bajaba de la cabeza a los pies, podía sentir el calor no solo en mis mejillas, si no, en todo mi cuerpo y los -no tan vagos- recuerdos de nuestros encuentros accidentales, venían a mi cabeza.
Me hice chiquita en mi lugar, buscaba la forma de esconderme y que él no me ubicará, pero su voz tan bella y gruesa me sobresalto en el momento en que pronunció una palabra.
—Buenos días, chicos. ¿Cómo están? —comenzó a quitarse la bata, dejando notar lo ajustado de la camisa en sus brazos y hombros.
«¡Controlate, Nadia!», me repetía a mí misma.
—¡Bien! —respondieron casi todos en el salón, aún que en la gran parte de los lugares se podían escuchar murmullos y risas nerviosas llenas de emoción.
Sabía que la emoción no era por aprender un nuevo tema, si no, que era por el hombre frente a nosotros.
—Me alegro. Bienvenidos de regreso y ahora a su segundo semestre. —se puso frente al escritorio y se recargo contra él—. Me presentó; soy Leonardo Lane y seré su profesor de Anatomía Dos.
Nuevamente las risitas nerviosas no se hicieron esperar y la confusión de algunos podía ser evidente, yo solo quería que la tierra me tragara.
—Por sus expresiones, creo que tienen la misma duda —posó sus manos a la orilla del escritorio—. Sí, es obvio que no tengo la edad que la mayoría de mis colegas en la facultad, pero que mi apariencia no los engañe. Puede que en este momento me amen, pero en un par de semanas... pueden odiarme.
Un silencio se apodero del salón y apenas una tos se escuchó.
—Solo bromeó. De verdad, espero aprendan mucho y... —hizo una pausa.
No quería hacerme notar, pero entre más me escondía, parecia que más intentaba llamar la atención. La pausa que había hecho era porque sus ojos se encontraron con los míos, en mi vergüenza y manera de esconderme, solo logré tirar mi carpeta al frente golpeando a un chico en la cabeza.
—¡Ouch! —vi como el chico se llevaba la mano a la cabeza.
—D-De verdad... Lo siento mucho. —traté ponerme de pie, pero mi bata se había enganchado con el asiento, haciéndome regresar a mi posición original.
Uno de los chicos sentado al lado de la víctima de mi carpeta, me regreso el pesado material junto con el paquete cerrado de hojas nuevas.
La clase transcurrió de forma ¿normal?. Dios una pequeña lista de materiales, mencionó su forma de evaluar y pidió que eligiéramos un jefe o jefa de grupo; pero sinceramente, no puse nada de atención durante las dos horas de la clase, solo pensaba en la forma tan descortés en la que le hablé cuando chocamos la primera vez, en mis formas de desaparecer cada que me lo encontraba y en el posible encuentro tan vergonzoso en mi estado de ebriedad que, hoy en día seguía sin saber sí era real, una ilusión o un simple sueño.
Cuando término la clase, nos dio de nuevo la bienvenida y se despidió de todos. Iba a darme prisa para salir huyendo justo cuando escucho mi nombre.
—¿Nadia Rodriguez? —pronunció con una suavidad y calidez, o al menos, es lo que yo escuche.
Agité mi cabeza para regresar a la tierra y voltear a verlo con todo el nerviosismo que mi cuerpo podía acumular.
—¿Si? —pregunté estática en mi lugar.
—Al fin nos encontramos de una forma que no impliqué caer al suelo. —bromeó mostrándome una risa de ensueño con dientes a perlados.
—Ja... Ja ja... Si... —desvíe mi mirada.
—¿Sucede algo? —lo escuché acercarse.
—Si, digo... ¡No! —cubrí mi boca con una mano mientras abría mis ojos de par en par. Segundos después quité mi mano e inhale profundamente antes de hablar—. Perdón... No quise levantar la voz.
—No te preocupes. —dijo y soltó una pequeña risa.
—Así que... ¿profesor? —cerré los ojos con fuerza cuando me di cuenta de lo que había preguntado.
—Ehhh... sí. —me miró confundido y parecía aguantarse el reír.
—¡Ay, es tarde! —di media vuelta y caminé hacía la puerta para salir lo más rápido posible de ese salón.
—Espera... —escuché un poco de decepción en su tono de voz.
—¡Me voy! ¡Nos vemos la siguiente clase! —corrí justo después de cruzar el marco de la puerta.
Cuando doble a la izquierda, fui corriendo lo más rápido que pude al baño que estuvo a mi alcance.
Una vez dentro, me pasé las manos por el rostro y maldecía en mi interior.
«¡Y yo hablándole así!», me dijeron a mí misma recordando las veces que le reclamaba cuando chocábamos.
En eso, se me vino a la mente el recuerdo borro en el club y el que mis amigos me habían confirmado aún si parecía un sueño.
«¿Por qué a mí?», pensé mientras me abrazaba a mi misma.
Solo me quedaba fingir estar loca y hacer como si nada hubiese pasado. Después de todo, nada podría suceder... ¿o si?
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El resto del día pasó como si nada, Sarah hacía bromas sobre mi próximo encuentro con el doctor que nunca fue un alumno.
«Tragame tierra», pensaba cada que recordaba.
—Vamos, no es tan malo. —dijo Sarah mientras me tomaba por los hombros.
—Lo dices porque no eres tú quien tiene recuerdos borrosos por culpa del alcohol. —me safe de su agarre.
—Solo te vio ebria, no es como que nunca lo haya hecho. —puso una de sus manos sobre su cintura.
—No es solo eso. —dije llevándome las manos a la cabeza.
—¿Entonces? —cruzo los brazos sobre su pecho y levantó una ceja.
—El recuerdo borroso que tengo es abrazando y contándole a un sujeto que me gustaba un doctor y... —abrí los ojos como plato al recordar la frase que dije esa vez—. ¡Ay no!
—¿Qué? —se inclinó levemente hacía a mí.
—Le dije que era... sexy...
Sarah me miro de una forma extraña para después explotar con una carcajada.
—¿Le dijiste a él mismo que es sexy? —se tomaba del abdomen mientras seguía riendo—. Ahora si que estás perdida.
Mis mejillas se calentaron por la vergüenza, quería morirme en ese momento, que la tierra me tragara y me escupiera en un lugar donde nadie me conozca.
Sarah término de reirse y limpió el partido de lágrimas que salieron que había cerca de sus ojos.
—Bueno... ¿y qué harás? —me tomó de un hombro.
—¿Hacer de qué? —la miré confundida.
—¿Si él te llega a hablar de esa confesión? —me sonrió mientras movía sus cejas.
—Fingiré demencia, solo eso queda. —suspire.
—Ay, Nadia. —ella también suspiró—. Quien sabe, a lo mejor a él también le gustas.
—¡Sarah! —le di un manotazo en su mano que aún permanecía en mi hombro.
—¡Ay! —me fulminó con la mirada mientras se tomaba de la mano—. Se vale soñar... o fantasear en este caso.
—¡Por Dios, Sarah! —la rodeé para continuar mi camino hacía la parada del autobús.
Ambas subimos y nos sentamos juntas; prácticamente el viaje fue silencioso de nuestra parte, no hablábamos absolutamente nada. Yo estaba avergonzada y Sarah entendía que no debía molestarme por un rato.
El autobus se detuvo en la parada donde siempre bajo, me despedí de Sarah con un beso en la mejilla y baje del autobús despidiéndome con la mano de mi amiga. Cuando el autobús desapareció al doblar a la derecha, miré a ambos lados y cruce la calle.
Los recuerdos de mi borrachera volvían a atormentarme.
«¿Con qué cara lo iba a ver en la siguiente clase?», me preguntaba una y otra vez.
Sacudí mi cabeza para hacer desaparecer esos pensamientos por un momento y entre a mi casa. Mamá me recibió con un beso en la mejilla y salió de la casa, no sin antes decirme que había hecho de comer y que debía de hacer durante su ausencia.
Me había quedado sola en casa, sin un alma y ni un ruido más que del refrigerador. Anteriormente, cuando me quedaba sola en casa siempre recurría a avisarle a Marco y esté aprovechaba para venir y tener sexo; un escalofrío recorría mi espalda de solo recordarlo. Ahora, no sabía en que usar ese tiempo más que estudiar y hacer mis tareas, pero mi mente tan creativa me ponía a crear escenarios ficticios de lo que podía suceder en mi próximo "encuentro" con el doctor.
Imaginaba que volvíamos a chocar y ahora se enojaba conmigo y me castigaba con tareas excesivas; en otro escenario me veía siendo regañada por él por mi estado de embriaguez. Había otro escenario que quería evitar imaginarme sí o sí, pero me era inevitable, y era el estar con él completamente a solas siendo rodeada por sus grandes y fuertes brazos, sintiendo su respiración tan cerca de mí con su rostro tan cerca de mí.
El corazón me latía tan rápido y las mejillas me volvían a arder por la pena y vergüenza de ese escenario, no podía pensar en algo así; para empezar porqie él era mi profesor y es mayor que yo, y en segundo lugar, yo acababa de salir de una relación horrible. No podía darme el lujo de comenzar una nueva relación, si apenas podía sostenerme la mirada en el espejo para decirme que valgo mucho, pero el recuerdo de la voz de Marco comparándome con otras chicas seguía afectándome.
El vibrar de mi celular me regresó a la realidad, desbloqueé pantalla para averiguar de que se trataba y era un nuevo mensaje de Marco.
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Marco:
No debí gritarte de esa forma en la playa, es solo que me invadieron los celos al verte con tantos chicos y tu vestida de esa forma.
Perdóname.
Hay que hablar, si?
Tú dime que di que día.
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Iba a contestarle, un impulso me estaba llegando a las manos para contestarle, pero me detuve. Si le contestaba, él seguiría insistiendo y yo podría tomar la peor de mis decisiones y quería evitarlo a toda costa.
Un nuevo mensaje hizo vibrar mi celular.
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Marco:
Al menos ten la decencia de responder!!
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Suspire con exasperación, salí de la aplicación y bloqueé en celular. Me dio un motivo para no contestarle y ahorrarme el tiempo de hacer corajes a través de una pantalla, la cual que se llevaría un trato malo al ser tecleada con fuerza si yo contestaba con irá y rencor.
Me deje caer en mi cama y dejé el celular a un lado de mí. Miraba fijamente el techo, tratando de poner en blanco mi mente para poder calmarme y así, continuar con mi día antes de que la presencia indirecta de Marco me lo arruinará.
Me sentía cansada, muy agotada y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Había creído que sería fácil poder superar todo lo sucedido, pero era demasiado difícil; el corazón se me estrujaba cuando entraba a mi galería y veía las fotos donde yo era "feliz"; las voces de los fantasmas de esas fotos sonaban en mi cabeza y me lastimaban, pues, muchos de esos recuerdos terminaban en peleas y malos entendidos, y a veces en moretones.
Deseaba con tantas fuerzas que todos esos recuerdos pudieran desaparecer pronto para que yo sea feliz algún día, para poder estar bien conmigo misma y si la vida me lo permitía, poder ser feliz con alguien que realmente me valorará.
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¡Hola!
Espero se encuentren muy bien.
Lamento si tardo en actualizar, los bloqueos me han estado cobrando la factura y me hacen ir más lento de lo que pensé.
Solo les pido ser pacientes y que no se olviden de seguir votando y comentar en los capítulos. Su apoyo me ayuda mucho a seguir adelante y a motivarme para seguir escribiendo.
Sin más que agregar. Nos estamos leyendo. ✨
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