Capítulo Diecinueve: Sonrisas Falsas o Reales. Parte Uno
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Nadia
Parecía estar volando, no sentía el golpe de mis pies contra el suelo al caminar, escuchaba el silbido del aire y el frío que comenzaba a hacer solo me traía los recuerdos de una reciente realidad.
Gargi me llevaba tomada del brazo, temía que mi reciente estado de hipnotizada me provocara un accidente, aún que, eso sería lo preferible para que Leonardo estuviera cerca.
«Qué tonta», pensé e inmediatamente me di una bofetada en la mente para reaccionar.
Llegamos a la parada de autobuses, y este iba más lleno de lo que acostumbrabamos, decidimos esperar al siguiente, pero había tardado más de lo normal. Nos dio el tiempo suficiente a Gargi y a mí para ponernos al tanto de lo que ha pasado en el último mes.
—Entonces... ¿ya eres novia de Aaron?
—Eso desearía... —suspiro y bajó la mirada.
—¿Pero? —insistí.
—Solo hemos hablado, me regalo este collar y a penas si nos hemos visto en persona —volvió a suspirar.
—Bueno, tiene sentido, ¿no? —ladeé la cabeza—. Apenas se están conociendo y para llevar un mes, creo que es buen avance.
—Supongo que si... —una vez más bajo la mirada y continuamos nuestro camino hacia el autobús.
Por un lado, me sentía aliviada de que Gargi no me bombardeara con preguntas sobre el beso que recibí del doctor, no sabría como iniciar o explicarle cómo comenzó todo, aún qué, ni yo misma se si algo ha iniciado. Por otro lado, siento un poco de lástima ver a Gargi tan desanimada por el inicio de su relación con Aaron; realmente llevan muy poco tiempo de conocerse y tal vez, faltan cosas que los haga acercarse más y poder estar más unidos.
Estaba confundida, mi mente me estaba haciendo pasar un mal rato. Tal vez, nada de lo que había sucedido en los dos días seguidos significará algo, pero podría ser una clase de señal y... ¿cómo saberlo? Esa era una pregunta que no sabría como responder.
Al día siguiente, la mañana era fresca pero tolerable; no llevé la bufanda y me arrepentí en el momento que estaba en el autobús camino a la facultad. Hoy había clase con el doctor y me habría gustado que viera que sigo usándola, para otras personas sería algo tonto y solo un simple regalo, pero para mí, era una muestra de cariño tan grande.
No podía comparado el detalle de Leonardo con ningún otro; claro, están los de la familia en cumpleaños o navidades, pero ninguno como el de alguien que te causa mariposas en el estómago.
Marco regresaba a mi mente con un recuerdo triste y un tanto doloroso para mí. Ahora me doy cuenta de que jamás le había importado en verdad.
Era diciembre y estábamos cerca de la víspera de navidad, estaba feliz por la primera que pasaría a lado de Marco. Era la primera debido a qué, antes mi familia no estaba preparada para dejarlo pasar ni estaba acostumbrada a que las parejas de “novios” pasaran juntos la navidad.
Aquel día mi mamá y yo estábamos comprando los alimentos que serían cocinados para la cena de navidad y a su vez, aprovechábamos para comprar los últimos regalos de navidad. Le había comprado una chamarra de piel a Marco, llevaba meses hablándome de que quería comprase una y de cuanto la deseaba; tomé ese deseo y lo hice realidad al encontrar una como él la había descrito, el único problema fue que era algo cara y gran parte de mis ahorros se fue en ella, pero no me importó mucho, quería verlo ser feliz.
Una noche antes del 24 de Diciembre, mi mamá y yo estábamos terminando de preparar la cena, para que así, al día siguiente tuvieramos tiempo para vestirnos y maquillarnos. Estaba nerviosa y muy feliz.
—¿A qué hora llegará Marco? —preguntó mi mamá mientras cortaba papas para uno de los platillos.
—Me dijo que llegaba en la tarde, más o menos a las cinco. —respondí.
—Entonces... tienes tiempo para arreglarte y recibirlo. —juntó todas las papas y las puso en una olla grande donde les añadió aceite y comenzaron a freírse.
—Si. También voy a envolver los regalos.
—Pensé que ya lo habías hecho. —me miró apenas por su hombro.
—Me dio un poco de pereza y lo dejé a último momento. —tomé unas cuantas manzanas y comencé a descorazonarlas y así poder pelar su cascara.
—Entonces apurate a hacer la ensalada de manzana y te vas a envolver tus regalos.
—Si, mamá. —le sonreí.
El restó del día continuamos cocinando, cortado, friendo y licuar. La cocina era un ir y venir con todos los que venían a ayudarnos; para cuando llegó la noche, teníamos todo listo.
Subí a mi cuarto y tomé el papel para envolver que había comprado una semana antes de que todo se agotara, tenían los colores rojo, verde, blanco y dorado; los patrones dependían del color en el que estaban, algunos solo tenían bastones de caramelo, estrellas, dibujos de árboles de navidad o cajas de regalo.
Mientras me rompía la cabeza averiguando como envolver la chamarra que le había comprado a Marco, imaginaba el posible regalo que él me había comprado; una chamarra, un libro de medicina o tal vez algo que yo he deseado tanto como para olvidar que lo deseaba. Fuese lo que fuese, estaba feliz de que él pasaría la navidad conmigo.
El día de Noche Buena había llegado, el frío estaba en su máximo pico, pero la nieve hacía que las calles lucieran brillantes y maravillosas. Mi mamá les daba el último toque a la comida y yo junto con mi hermano, arreglábamos la mesa y colocabamos una mesa y sillas extra para los invitados. Mi papá había ido a recoger a la familia que nos visitaría esa noche y cuando por fin todo estaba listo, comenzamos a alistarnos. Me bañé, cepille mi cabello y me coloque mi pijama en lo que elegía mi ropa y me maquillaba; estaba parada frente a mi cama viendo mis opciones, todos compartían el mismo color vino para la parte de arriba la diferencia era si era una blusa, una camisa o un sueter encima de una blusa térmica. La parte de abajo estaba aún dudando de si usar un pantalón o una falda con medias negras, pero después de pensarlo un buen rato, descarté la falda y medias y así evitar un escándalo frente a mi familia por los celos de Marco. Una vez vestida, comencé a maquillarme, use tonos cafés y un poco de rosado para dar brillo a mi maquillaje, no era tan cargada la base, pero era lu suficiente para sentirme arreglada y tampoco podía maquillarme mucho, a Marco tampoco le agradaba que usará tanto maquillaje, decía que si usana demasiado en su presencia, era para llamar la atención de otros hombres.
Ya estaba lista y esperaba en la sala, mi papá había llegado con la familia y toda la casa estaba ambientada con risas y conversaciones de todos a mi alrededor, pero yo seguía en el sofá esperando a que Marco llegara. Ya eran más de las ocho de la noche y él no llegaba, mi mirada estaba fija sobre la pila de regalos bajo el árbol de navidad, unos cuantos familiares me habían hecho la plática, pero no podía mantenerme tan interesada en el tema de conversación sin que pensara en Marco una y otra vez.
A las nueve de la noche, sonó el timbre de la casa y mi tristeza se desvaneció en el momento en que escuché su voz.
—¡Que hay, hermano! —dijo Marco mientras saludaba a Bruno, mi hermano.
—Nadia dijo que llegarías a las cinco. —chocó su puño con Marco, después cerró la puerta y caminó a la cocina.
—Si... bueno. Hubo un contratiempo, pero ya estoy aquí. —observé que su mirada buscaba a alguien hasta que me encontró.
Me levanté del sillón y le sonreí, estiré mis brazos hacia él y este se acercó a mí solo para darme un beso rápido y sin sentimientos.
—Llegas tarde. —reclamé.
—¿Y? —me miró.
—Pues quedé en vergüenza cuando todos preguntaron por ti y tú no llegabas a la hora que habías acordado. —crucé los brazos sobre mi pecho.
—De nuevo... ¿Y? —ahora él cruzaba sus brazos—. Me tiene sin cuidado, debiste callarte y decir que no sabías la hora. No seas idiota.
—Pero... —me tomó del brazo y me plantó un beso a la fuerza. Quise abrazarlo, pero me tenía tomada muy fuerte de los brazos que me obligó a querer separarme por el dolor, provocando que Marco gruñera y mordiera con fuerza mi labio inferior—¡Me lástimas!
Marco me soltó y me empujó levemente, después camino hacía el árbol y me hizo señas de que me fuera del lugar. Caminé al comedor sobando mis brazos y lamiendo mi labio, este me ardía un poco y si había quedado marca, debía ir a retocar el maquillaje, pero por fortuna no se notaba.
Mi mamá llamó todas a cenar, nuevamente había risas como producto de los chistes y anécdotas de la juventud de los tíos y tías, recuerdos que mis padres también contaban y algunos momentos vergonzosos que los padres contaban de sus hijos, los más jóvenes de la casa. Marco se mantenía en silencio sentado a mi lado, solo comía y comía sin decir una sola palabra, yo intenté hablar con él pero fue imposible, bajo la mesa y cubierto por el mantel, una de sus manos sobaba y apretaba uno de mis muslos. Por un instante sentí la excitación y la adrenalina de ser descubiertos, pero esta fue reemplazada por el miedo y el fastidio de que no paraba y cada vez parecía o intentaba ser más descarado; tuve que poner un alto antes de que intentará hacer algo más.
—Muy bien, es hora de entregar los regalos. —aplaudió mi mamá y todos se levantaron de la mesa, todos excepto Marco y yo.
Nos habíamos quedado solos en el comedor, un frío recorrió mis hombros acompañado de un leve dolor causado por el miedo. Marco se acerco a mí, su aliento tenía el toque de la cerveza con un tono dulce por el pastel de chocolate con flan que mi mamá y yo habíamos hecho juntas.
—Debiste usar falda. —Marco volvió a posar su mano sobre mi muslo. Estaba agradecida de llevar puesto un pantalón.
—¿P-Por qué? —el temblar de mi voz no eran por nervios, era por el miedo de lo que él fuera a hacer.
—Hubiera sido más divertido, solo imagina el gemido ahogado que habrías tenido que tragarte para que no nos descubrieran. —me beso sin suavidad. Sus manos recorrían mi cuerpo sin miedo a que nos viera alguien de la familia.
Lo empujé para poder separarme, me puse de pie rápidamente y cuando creía que estaba libre para escapar, Marco me tomó del brazo y levantó la mano que tenía libre; la campana me salvo, mi hermano hablaba desde un extremo del comedor tras un arco en la pared y antes de que él pudiera viernos, Marco volvió a besarme.
—Par de tórtolos, los están esperando para empezar a entregar los regalos. —Marco me soltó por fin y me hizo señas con los ojos para que caminara.
—Y-Ya vamos... —arreglé un mechón tras mi oreja y seguí a mi hermano hasta la sala de estar.
Nuevamente el tono de voz de mi familia era alto, aplaudían reían y hacían chistes con los regalos que eran mostrados frente a todos. Pero el tono alegre desapareció cuando fue el turno de Marco para recibir su relago.
—Llevabas meses hablándome de esto y jamás llegaba el momento de que lo hicieras realidad, así qué... este es mi regalo para ti de navidad. —fingí sonreír de felicidad, aún estaba incomoda por lo que había sucedido en el comedor, pero no quería arruinar el buen ambiente que se sentía.
Mi familia empezó a corear para que Marco abriera su regalo, cuando por fin quedo descubierto, sonrió ampliamente y todos al unisono pronunciaron un "wow". Marco se acercó a mí y me abrazo muy fuerte, no sin antes susurrar algo que no entendí gracias a las risas que mis tías soltaban.
Era el turno de que Marco me entregara mi regalo, aún quedaba una montaña de cajas y envueltos raros y mal colocados bajo el árbol, estaba ansiosa, pero mi sonrisa desapareció cuando Marco me entregó una cajita tan pequeña como para creer que era un libro o alguna prenda de ropa; al abrir la cajita, dentro había un collar com una figurita en forma de llave.
—Es la llave que tienes de mi corazón, ese es mo regalo de navidad. —me beso la mejilla y casi todos aplaudieron, pero era un aplauso desanimado y sin ganas. Yo solo me limitaba a sonreír, pero estaba aguantando mis ganas de llorar por el regalo tan... feo que había recibido por parte de la persona que decía conocerme.
Cuando el intercambio de regalos llegó a su fin, todos bailaban y cantaban unas cuantas canciones famosas que eran muy sonadas en México. Yo quería bailar con alguno de mis tíos, incluso con mi papá o mi hermano, pero siempre me negaba por miedo a que Marco armara una escena de celos.
A altas horas de la madrugada, por fin fuimos a dormir. Logramos acomodar la sala y los cuartos para que todos tuvieran un lugar comodo donde caer rendido, yo compartía mi cuarto con mis primas y algunas de mis tías, mientras que mi hermano hacía lo mismo con mis tíos, primos y con Marco.
Ya estaba acostada y lista para dormir, pero mi celular comenzó a vibrar sin alguna razón; desbloqueé la pantalla y el sueño se me fue. Era Marco pidiendo que saliera de mi cuarto para ir al jardín y hacerlo mientras todos dormían. Quise llorar, pero tuve que aguantarme y fingir que jamás había leído esos mensajes, pero me rompí aún más con uno de los mensajes que me había llegado, decía: “al menos me pudiste eso como regalo en vez de esa chamarra tan horrenda.”
Me oculte bajó mis cobijas para intentar amortiguar los sollozos que ese mensaje había provocado. Quería desaparecer y jamás volver a ver a nadie, estaba destrozada cuando se suponía que ese día debía estar lleno de amor y felicidad, no de dolor y sufrimiento.
Sin darme cuenta, ese día logré quedarme dormida por el cansancio que mis ojos habían conseguido de llorar y apretar los párpados con fuerza, mi corazón estaba roto y ni la navidad pudo repararlo.
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Hola querido lector,
Antes de comenzar, espero que hayan pasado una excelente Noche Buena y una Feliz Navidad.
Ahora que estamos en una época de dar y recibir, quiero decirles que JAMÁS están solos y si sufren de algo parecido, pido que no se queden callados y alcen su voz. Nadie debe pasar ni sufrir por algo así. Me tienen a mí para hablar y con mucho gusto yo los leeré.
Sin más que agregar, no se olviden de votar, me ayudaría mucho a motivarme y a seguir la historia; además de seguirme tanto aquí como en Instagram para que estén al pendiente de cualquier actualización o aviso.
Les deseo un Feliz Año Nuevo 2024, lleno de buenos deseos, metas y sueños por cumplir y que se cumplan. Nos estamos leyendo. ✨🎄
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