Capítulo Cuatro: No quiero saber más del amor

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El fin de semana acabo y una nueva semana trascurría normal o era normal para mí. Ya estábamos en la segunda semana y debíamos empezar a ponernos a trabajar para nuestros proyectos y tareas. Entre cada clase, Marco llamaba a mi celular o mandaba mensajes insistentes sin esperar a que respondiera, Sarah se percató de ellos y trato de hablar conmigo, pero me enojé y le pedí que no se metiera en asuntos que no eran de su incumbencia; ella termino por ceder y se quedo conmigo tratando de darme apoyo.

El tiempo iba avanzando y el comportamiento de Marco era cada vez peor; sus celos aumentaban, su maltrato también, su insistencia por acostarnos y porque me saliera a mitad de las clases.
Sin darme cuenta, el primer parcial ya había terminado y mis calificaciones no eran las mejores. Pedí revisiones en mis examenes y trabajos, todos eran buenos, pero no excelentes y lo que más me había afectado eran las constantes faltas. Muchos de los profesores me habían llamado la atención, mencionando que era una buena alumna, pero que mis constantes inasistencias podría mejorar; no podía decirles que era por mi novio que se molestaba porque estuviera cumpliendo mi sueño.

El segundo parcial acababa de iniciar y me había prometido a no fallar y evitar las faltas, el problema... era Marco.

Me encontraba en la última clase y el celular no dejaba de sonar, lo puse en modo "silencio" para que dejará de ponerme nerviosa, pero no sirvió de mucho, la pantalla se encendía cada que llegaban los mensajes o entraban las llamadas. La ansiedad era demasiada en ese momento y sentía que iba a perder la cabeza, pero una mano posada sobre la mía me hizo regresar a la realidad, era la mano de Sarah.

—Tranquila. Yo voy a salir contigo y él no te hará daño. —dijo susurrando.

—Gracias, Sarah. —le regalé una pequeña sonrisa.

La clase terminó y la ansiedad volvió a invadirme, sabía que no era bueno estar así, sufriendo por algo que tal vez... ya no me hacía feliz.

Sarah y yo ibamos saliendo del salón cuando por segunda ocasión, choqué con alguien. Al levantar la cabeza, volví a verlo, era él. Mi corazón latía muy rápido, pero no estaba segura del porqué.

—Por lo visto, así nos vamos a encontrar siempre. —su voz grave era grave, pero no al grado de molestar o resonar en el lugar.

—Si...—le sonreí nerviosa, pero mi sonrisa desapareció cuando vi a Marco entrar por la puerta frente a mí.

Volteé a ver a Sarah, quién me hizo señas con la cabeza para que entrará de nuevo al salón y eso terminé haciendo. Mi corazón seguía latiendo con fuerza y un dolor en el abdomen comenzó a martirizarme. «Mierda. Debí salir de inmediato», me decía una y otra vez.

Fuera del salón escuche la voz de Marco preguntando por mí, pero parecía como si fuera otra persona quien preguntará. Siempre fingiendo para que nadie le llamará la atención. En ese momento escuche al de voz grave despedirse, me alivió el que no hiciera referencia a mí o sería mi perdición. Después de unos segundos, salí y Marco me miraba con rabia.

—Te dije que salieras rápido. —me tomó con fuerza del brazo.

—¡Oye, suéltala! —Sarah posó una mano sobre el hombro de Marco para separarlo de mí, pero este la empujó haciéndola chocar con la puerta que por fortuna, estaba cerrada.

—Tú no te metas —la señaló con el dedo y después volteó a verme—, y tú, más vale que cumplas con tu promesa.

Volteé a ver a Sarah suplicándole con la mirada, pero sabía que ella no podía hacer nada y menos si queríamos evitar que la situación empeorará.
Marco me llevó casi arrastrándome del brazo, por más que le decía que me estaba lastimando, él hacía caso omiso y me apretaba más.

Llegamos frente a su moto y me aventó el casco con fuerza.

—Date prisa —dijo subiéndose a la moto—, es hora de que vayamos a desquitarnos.

Un frío recorrió mi espalda, solo pensar en que debía estar con él de esa manera me mortificaba e incluso me causaba repulsión.

—No. —dije sin titubeos.

—¿Qué dijiste? —paró en seco cuando iba a ponerse el casco.

—Qué no voy a ir —repetí esta vez más firme—, estoy cansada.

—Siempre estás cansada. —bajó de la moto y dejó su casco sobre el asiento.

—Me siento mal —di un paso atrás cuando Marco volteó a verme con tanta irá— y... quiero descansar.

Suplicaba en mi mente, pedía que me dejará y simplemente entendiera que era un "No" y ya.

—Bueno, entonces vete como puedas a tu casa. —me arrebató el casco de las manos. Me sentí mal por un momento, pero al segundo instante me sentí completamente aliviada.

Marco se había puesto el casco, sabía que iba a intentar convencerme de ir con él a "satisfacernos", pero yo no lo iba a hacer, no iría a ningún lado con él.
Tomé con fuerza los tirantes de mi mochila y giré a mi izquierda para ir a la parada del autobus; para mi mala suerte, un dolor en mi brazo se hizo presente y un tirón me hace casi perder el equilibrio.

—No me sorprende que quieras ir en el autobús —dijo entre dientes—. Es lo menos que se puede esperar de una... prostituta. Solo buscarás con quien coger.

—No vuelvas a llamarme así. —me solté de su agarré sin quitarle la mirada.

Una vez más, Marco me aventó el casco, reaccioné muy tarde y mis reflejos no respondieron correctamente causando que el caso cayera al suelo.

—¡¿Eres idiota o qué?! —me tomó de los hombros y me zarandeo con fuerza—. Si ese casco se rompe, no pienso comprarte otro y no me va a importar si andas en la moto sin casco. Ese será tu problema.

Me soltó con un empujón, me volvió a gritar para que me subiera a la moto y con muchas dudas, terminé por obedecer.

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Temía que me llevará a la fuerza a un hotel y tener que volver a tolerar su forma de actuar conmigo. Por fortuna, su enojó era tal que me llevó a mi casa.

Una vez frente a la fachada de mi hogar, bajé rápidamente de la moto y dejándole el caso en las manos. Caminé hacía la puerta y justo antes de poder abrir, Marco me acorraló contra ella.

—¿No piensas en despedirte de mí? —pego su cuerpo a mi espalda. Sentía un escalofrío horrible recorrer mi cuerpo.

—Estás molesto, mejor... —me voy interrumpida cuando una de sus manos llego a uno de mis senos y comenzó a masajearlo.

—Tal vez, no hay nadie en tu casa —dijo para después dar un beso cerca de mi oído—, hay que aprovechar.

La mano que le quedaba libre comenzó a recorrer mi cadera hasta bajar y acercarse lentamente a mí entrepierna.
Me sentía tan humillada, hacía unos momentos me llamaba "prostituta" y ahora, estaba tocándome descaradamente y frente a la calle. Sentía mi rostro rojo y caliente por la vergüenza, todo se detuvo cuando se escuchó la voz de mi hermano al otro lado de la puerta. Marco rápidamente saco sus manos de mi cuerpo y se fue corriendo a su moto, mi hermano abrió la puerta y me dejó pasar sin hacerle ninguna pregunta o alguna broma.

Subí corriendo a mi cuarto, dejé mis cosas en el suelo para después, tomar mi toalla y encerrarme en el baño.
Me desvestí y abrí la llave de agua caliente y de agua fría para regular la temperatura. Me adentré y dejé que cayera el agua y me empapara. Comencé a tallar mi cabello y mi cuerpo, tenía que quitarme la sensación de sus manos que parecían haberse quedado pegadas a mí. Parecía que lo único que empapaba mi rostro era el agua, pero las lágrimas que caían por mis mejillas se habían mezclado con el agua y era difícil saber cual era cual.

Cerré las llaves, sequé mi cuerpo y salí del baño para encerrarme de nuevo en mi cuarto.
Aún miraba hacia la puerta y al girar, mi vista quedó en el espejo frente a mí. Mis ojos se estaban dando cuenta de mi mal estado, ojeras pronunciadas, un ceño fruncido y lleno de miedo, las comisuras de mis labios apuntaban hacía abajo y el brillo de mis ojos había desaparecido. Ya no podía estar así, me estaba muriendo en vida y cada vez era peor.
Recordé los años en esta relación con Marco, al inició era amable, cariñoso y amoroso, pero con el pasar del tiempo cambió para mal; se hizo celoso, posesivo y agresivo. Tantos años con él y hasta mucho después fue que me estaba asfixiando.

Mi mamá tenía razón, lo peor estaba por venir y la consecuencia era arrepentirme de mis decisiones.

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El tiempo estaba pasando rápido y mi segunda evaluación había salido. No eran altas como había imaginado, no eran muy buenas y los doctores me llamaban la atención por las inasistencias que habían provocado mis calificaciones bajas. Mis faltas a clases no eran por enfermedad o pereza, era porque Marco me pedía irme con él y yo acababa mal. Seguía creyendo que él cambiaría en algún momento y que entendería porque la carrera era tan importante para mí, pero él seguía igual.

Una mano se posó en mi hombro sobresáltandome.

—Nadia, ¿estás bien? —Sarah me veía preocupada— La profesora te está hablando.

Regresé a la realidad recordando en donde estaba parada. Nos encontrábamos en el salón, frente a la doctora para poder hablar sobre el avance del proyecto de su materia.

—Lo siento —bajé la mirada avergonzada—. No quise...

—¿Está todo bien? —la profesora me hablaba con un tono suave. Al levantar de nuevo la mira hacia ella, note su preocupación—. Tal vez no reconozco aún a todos mis estudiantes, pero se reconocer cuando se encuentran mal.

—Es... sólo es el cansancio —suspire—. Gracias por preguntar.

El celular volvió a vibrar, mi cuerpo se tenso y sentí como sí mi sangre se volviera hielo. En miedo volvía a consumirse, pero ya era suficiente, ya no podía estar así.

—Bueno. Cualquier duda, estoy para ayudarlas. —mencionó la profesora y dios media vuelta para ir hacía su escrito después de despedirnos.

Salimos del salón, pero yo iba a pasos muy lentos; sentía que si me quedaba en el interior del edificio, nada me pasaría.

—Nadia, ¿qué sucede? —Sarah insistía. No estaba segura si decirle lo que estaba sucediendo o dejarlo así.

—Ya sabes...

—Esto no puede seguir así —me tomó por los hombros—, debes salir ya de esa relación.

—No lo sé.

—¿Qué es lo que no sabes? —movió su cabeza en dirección a mi mirada—. Eso no es amor, Nadia.

—Sarah, por favor. No te metas. —dije para después esquivarla y salir del edificio, encontrándome a un Marco echando rabia por la boca.

Ese mismo día y ya más tarde, estaba en un parque con Marco. Él estaba usando como excusa el tratarme bonito, llevarme a cenar para que al día siguiente me acostará con él.

—¿Te gusto la comida? —dijo rodeando mi cintura y atrayéndome a él.

—Si, estuvo... rica. —la espalda comenzó a dolerme por la fuerza con la que me estaba pegando a él.

—Mañana todo será... —no lo dejé acabar y me separé como pude de él.

—¡No!

—¿No qué? —vi como su mandíbula se tensó.

—Ya no quiero seguir con esto. —admití con toda la seguridad que podía tener en ese momento.

—¿Qué? ¿Ya te acostaste con alguien? —sonrió con cinismo.

—¿Por qué siempre piensas eso de mí? —sentí como se formaba un nudo en mi garganta, pero no era momento para la debilidad.

—Eso eres, una cualquiera —soltó sin más— ¿Crees que no me doy cuenta que te acuestas con otros?

—¡Yo no me acuesto con nadie, más que contigo! —trataba de controlar las lágrimas que amenazaban con salir sin permiso de mis ojos.

—¡Eso eres! ¡Una pinche cualquiera! —empezó a levantar la voz—. No vales nada, eres una basura y nadie te va a querer. Por eso estás conmigo, porque todos te buscan por tu cuerpo y tirarte como la basura que eres.

—¡Ya basta! —sin siquiera pensarlo, la palma de mi mano se estrelló contra su mejilla.

Marco volteó a verme y sus ojos estaban rojos del coraje y la cólera que emanaba su cuerpo. Me agarró del cabello en mi nuca y zarandear de él con fuerza.

—¡Tú, idiota! —tiró con fuerza de mi cabello para que volteará a verlo— ¡No volverás a tocarme!

La mano que tenía libre me tomo de la cara, estrujando con fuerza de mis mejillas. Tenía demasiado miedo, sentía que lo peor estaba por ocurrir, estaba llorando y el miedo me estaba matando.
Comencé a gritar con fuerza, con tanta fuerza como para que mis cuerdas se dañarán y alguien viniera a ayudarme. Marco me soltó y me soltó una bofetada, sabía que ahí todo se iba a acabar, pues, detrás de mí el ruido de unos pasos corriendo se comenzaron a escuchar a medida de que se acercaban.

Tres sujetos aparecieron y tomaron a Marco de los brazos para alejarlo de mí, uno más me tomó de los hombros y preguntaba si me había hecho más daño, yo negaba con mi cabeza. De un momento a otro, unos quejidos comenzaron a escucharse, aquellos tres sujetos que se habían llevando a Marco, le estaban propiciando una buena paliza. La policía llegó y nos llevo a todos a la comisaria.

Estaba en un cuarto donde solo había dos sillas y una mesa, y a un lado, una gran espejo donde me veía reflejada. Al poco tiempo, una detective entró y comenzó ya interrogarme; cuando terminó de hacerme sus preguntas, intentó convencerme para levantar cargos contra Marco. Me decía que era lo mejor para prevenir que él me hiciera daño y que así yo podría estar más tranquila; quería hacerlo, pero no pude. No se si fue el amor o qué fue lo que me detuvo a hacerlo, pero no podía dejar que lo metieran a la carcel.

La detective suspiro decepcionada cuando dije que no iba a levantar cargos, me.dejo salir y me encontré con los chicos que me habían defendido. Se ofrecieron a acompañarme, que era lo menos que podía hacer después de ese mal rato, los rechace amablemente y ellos no insistieron. Mi padres unos minutos después aparecieron y me llevaron a casa.

Todo estaba en silencio, mis padres no decían nada y supongo que no querían hacerlo, pues, no querían empeorar ese momento.
Por otro lado, sabía que era lo YO deseaba y lo repetía una y otra vez en mi cabeza, «No quiero saber más del amor.»

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