Capítulo Cuarenta y nueve: El amargo sabor de la realidad

≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

Nadia

Era de madrugada, no había ni un solo ruido al interior de la casa, fuera de ella, se escuchaba a la ciudad que no duerme y eso teníamos en común. Desde la noche anterior no había podido dormir, mis párpados estaban hinchados, sentía una presión en mi pecho que me provocaba llorar una y otra vez, y el corazón me dolía.

Repasaba una y otra vez lo que había sucedido y que por una simple foto me di cuenta de una mentira que, a pesar de que llegue a pensarlo, jamás creí que fuera posible.

Agradecía que fuera fin de semana para poder quedarme en casa y evitar a cualquier persona, especialmente a Sarah, que era muy insistente y terca. Llamaba a mi celular una y otra vez, enviaba mensajes de texto y mensajes en la aplicación de chats, y aunque no le respondiera, ella no se rendía. Hasta que, por error, contesté una de sus llamadas.

—¡Al fin! —la escuché suspirar—. Llevó marcando a tu celular desde que te fuiste de la escuela el viernes. ¿Dónde estabas?

No respondí, incluso aguantaba la respiración para que no me escuchara.

—¡Nadia! —hizo una pausa—. Si no respondes, juro que iré a tu casa y te sacare de la cueva a la que llamas cuarto.

—No debes venir —apenas podía hablar. Sentía que mi garganta se había cerrado, pero había sido por el llanto de la noche anterior en la que gritaba contra la almohada para evitar que me escucharan.

—Te escuchas mal. ¿Estás enferma? —el tono de su voz cambio y estaba más tranquila.

—No, yo… —comenzó a formarse un nudo en mi garganta y sin poder controlarlo, empecé a sollozar.

—¿Qué tienes Nadia? ¿Por qué lloras? —intentaba contestarle, pero no podía por los sollozos hasta que me permití llorar—. No te muevas, voy enseguida.

Sarah cortó la llamada, permitiéndome llorar sola y en silencio. Podría haber hecho ruido y quejarme en voz alta, pero lo único que realmente deseaba era estar sola, sin que nadie me preguntara el porqué de mi llanto.

Quizás pasó una hora, o tal vez un poco más, cuando mi mamá entró a mi cuarto para avisarme que Sarah había llegado. Yo estaba dormida y no recordaba en qué momento me había quedado así.

Mi mamá dejó entrar a Sarah y cerró la puerta, dejándonos solas mientras ella bajaba a preparar algo para nosotras.

Me senté en la cama y miré fijamente a Sarah.

—Te ves… fatal —dijo, frunciendo el ceño con preocupación.

Me quejé y dejé caer mi cabeza sobre la cama.

—Ya lo sé —dije, acurrucándome y cubriéndome con las sábanas.

Sarah se sentó a mi lado, esperando pacientemente a que hablara. Tomé una respiración profunda, tratando de encontrar las palabras.

—¿Qué ocurre? La última vez que te vi fue cuando me avisaste que te irías con Leonardo —comentó—. ¿No estuviste con él?

—Si…

—¿Pero?

Comencé a llorar de nuevo sintiendo esa sensación extraña en el pecho, esa sensación que dejá a uno sin aire.

Sarah sobaba mi espalda mientras yo continuaba llorando, quería hablar, pero no fue hasta que me calme un poco y logré hablar.

—Si estuve con él y… fue una tarde increíble —tenía la mirada fija en uno de los muebles de mi cuarto para evitar mirarla y no volver a llorar en el intento—. Estuvimos en Central Park y estuvimos patinado hasta que unos niños se cruzaron en mi camino y me hicieron caer. Me torcí el tobillo y Leonardo me llevó a su departamento, pero antes de eso, él recibio una llamada y se le veía molesto. No quiso hablar durante todo el camino hasta que estuvimos en la sala de estar.

—¿Te dijo algo malo? —preguntó inclinándose para lograr mirarme a la cara.

—No…

—¿Entonces?

—Reviso mi tobillo, se disculpo por estar molesto y… terminamos haciendo el amor —de nuevo sentía un cosquilleo sobre mi piel. Recordaba cada beso y caricia que había recibido por parte de él ese día.

—Eso es muy romántico, Nadia —sonrió—. Pero no entiendo porque lloras.

—Fue por lo que paso después —mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más y se deslizaban a uno de los costados de mi rostro.

—¿Qué sucedió? —me empujo levemente del hombro para la mirará a la cara, pero inmediatamente oculte mi rostro evitando cubrir mi boca y así pudiera continuar contándole todo.

—Yo… —me senté en la cama, sentía que me iba a morir de solo recordar ese momento—. Encontré una foto de la cena navideña a la que fue Leonardo, era de sus padres.

—¿Y estabas llorando por eso? —frunció el ceño confundida.

Negué con la cabeza y ella agito las manos para que yo continuará.

—En la foto había una nota…

—¿Qué decía?

—Decía familia Lane-Preston. A la izquierda estaban los padres de Leonardo y a la derecha una mujer y una pareja mayor. Esa mujer es su esposa —solté a llorar más fuerte

—¿Qué? —su voz se cortó, seguramente por la confusión de lo que había escuchado.

—Leonardo... él está casado —mis sollozos elevaron su tono.

Sarah me miró boquiabierta, sin saber qué decir al principio.

—No puedo creerlo —dijo finalmente, con la voz llena de indignación—. ¿Él que te dijo?

—Al inició quiso negarlo, pero después lo aceptó —mi voz temblorosa se corto de golpe cuando otro nudo se formó en mi garganta.

—¡Infeliz! —fue lo último que dijo antes de abrazarme con fuerza, tratando de consolarme

—Me siento mal. Él me uso todo este tiempo, Sarah. Fui su amante.

—No es tu culpa, Nadia. Él te engañó. No podías saberlo. Lo importante ahora es que tú estés bien.

Asentí, agradecida por su apoyo, mientras me dejaba consolar por su abrazo. Sentí que, a pesar de todo, no estaba sola.

—La vida se lo cobrara.

—¿Ahora cómo iré a clases si me lo voy a estar encontrando en los pasillos? —la miré. Había olvidado ese detalle por completo y todo se me complica aún más al recordar que su padre es uno de mis profesores.

—No te preocupes por eso, nosotros te ayudaremos — me sonrió y volví a acurrucarme en su hombro.

El resto del día, Sarah buscó temas para entretenerme y hacerme olvidar la mala experiencia. Se quedó a comer, y mi mamá y yo notamos que a Bruno le gustaba Sarah. Fue una linda tarde en la que pude estar feliz sin tener que acordarme de Leonardo y lo mal que me seguía sintiendo.

Cuando llegó la noche, Sarah me abrazó muy fuerte antes de irse. Se despidió de mi familia y Aaron me saludó desde el coche. En ese momento, la tristeza regresó, pero en menor medida comparado con antes de que llegara Sarah.

≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

Al siguiente día, más calmada, pero no fresca; llegué a la facultad en el autobus. Dado que Leonardo y yo habíamos terminado, debía volver a mi viejo y cotidiano recorrido de ir en autobús, y no me molestaba en absoluto, pero ya me había acostumbrado a ser llevabada por Leonardo.

Cuando iba cruzando el estacionamiento, lo vi bajar de su auto. Noté unas ojeras pronunciadas y las comisuras de sus labios apuntaban al suelo. No quería ideas erróneas, posiblemente su apariencia era la consecuencia de que su esposa estuviese enterada de su aventura.

Continúe caminando y rápido para evitar que Leonardo me viero, pero fue inútil, pues, me estaba llamando por mi nombre.

—¡Nadia! —escuché sus pisadas, pero estás golpeaban muy rápido el suelo; entendí que estaba corriendo.

Giré y lo miré. Su respiración estaba agitada y le costaba recuperarse.

—Yo…

—Buenos tardes, doctor —intenté sonar lo menos nerviosa posible, pero aún si estaba lastimada, él seguía haciendo latir mi corazón.

—Nadia… por favor —dio un paso al frente y yo retrocedí—. Necesito explicarte.

—¿Qué cosa? —lo miré a la cara y sus ojos conectaron con los míos.

—Lo que sucedió el viernes —volvió acercarse a mí. Posiblemente él estaba tentado a romper cualquier regla frente a quiénes pasaban a nuestros costados, ignorantes de la conversación que estabamos teniendo.

—No…

—¡Nadia! —escuché la voz de Sarah. Había sido salvada de milagro—. Doctor, Lane. Se nos hace tarde y no queremos llegar a la clase.

Sarah tenía un tono frío, hablaba con sarcasmo y repudio hacia Leonardo. Ella me tomó de la mano y me jaló para alejarme del lugar, y juraba que me iba a desvanecer en el momento en que Leonardo me miraba con tanta tristeza y arrepentimiento. Quería correr hacia él, pero no debía hacerlo, no iba a caer en su juego.

Durante el día, ibamos y veníamos por los pasillos para ir a las clases que nos correspondía; a veces, teníamos descansos y aprovechábamos para comer, o al menos, Sarah, Gargi y Miguel aprovechaban para comer algo, yo apenas podía pensar en comida.

Veía a mis amigos reír, bromear y jugar, incluso llegaban a debatir sobre lo visto en las clases y de las tareas y proyectos que debíamos comenzar a trabajar para evitar que todo se acumulara en el último momento. Yo permanecía en silencio, inerte y distante, mi energía estaba al mínimo y quería irme a mi casa.

Para mo fortuna, las clases acaban antes del anochecer, entonces, tendría tiempo para caminar a mi casa sin preocupaciones. Pero ese no era el problema, este apareció justo en el estacionamiento: era Marco.

—Mierda —dije en voz alta.

—Qué grosera me saliste —comentó Miguel más que indignado.

—Carajo —ahora era Sarah quién hablaba, Miguel estaba a punto de regañarla, pero el tiempo no le alcanzó—. ¿Qué hace ese imbécil aquí?

Marco estaba con los brazos cruzados y recargado contra su moto, hizo una señal con la cabeza y yo ya sabía a que se refería.

—Ese idiota no sabe respetar los límites —comentó Miguel—. Iré a dejárselo claro.

—¡No! Es decir, no lo hagas —puse una mano sobre su pecho—. Debo ir con él.

—Debes estar bromeando —replicó, Sarah.

—No lo entenderías.

Bajé los escalones fuera de la facultad para dirigirme hacia donde se encontraba Marco, pero Leonardo apareció en mi camino y me miró. Pasé frente a él fingiendo que no me importaba su presencia, pero me detuvo al tomarme de la muñeca.

—¿Qué sucede? —dijo en voz baja.

—No te incumbe —forcejeé para soltarme de su agarre, pero fue en vano.

—No puedes ir con él —me jaló hacia él y volvimos a forcejear.

—Déjame en paz, Leonardo —dije, mirándolo directamente a los ojos. Él me miró confundido, ya que, era la primera vez que me dirigía a él por su nombre y no por alguno de los apodos o sobrenombres que solía usar.

Leonardo mantuvo su agarre, pero yo seguí forcejeando hasta que finalmente logré liberarme.

—No puedes detenerme, Leonardo —dije, tratando de mantener mi voz firme a pesar de la agitación y los nervios que él aún provocaba en mí.

Él dio un paso hacia mí, con una mezcla de desesperación y confusión en su rostro.

—Nadia, por favor...

—No, Leonardo. Déjame y no me molestes más.

Me alejé rápidamente, ignorando su llamado. Al llegar a donde estaba Marco, él ya estaba sobre su moto, esperándome con una sonrisa despreocupada y algo maliciosa. Me ofreció el casco con un gesto impaciente.

—Por fin haces algo bien, ¿verdad?—dijo con un tono irritado.

Asentí, sin querer entrar en detalles. Me subí a la moto y me aferré a su cintura.

—Llévame lejos de aquí.

Marco soltó una risa sarcástica, arrancando la moto bruscamente.

—¿Otra vez corriendo con el rabo entre las piernas? Qué sorpresa —dijo con desdén, acelerando sin preocuparse por mi comodidad.

Sentí el viento en mi rostro y la adrenalina del escape momentáneo mientras nos alejábamos de Leonardo y de todo lo que me atormentaba en ese momento.

—¿Qué pasó con tu novio perfecto? —preguntó Marco, su voz cargada de burla—. ¿Te dejó tirada como la basura que eres?

—No es asunto tuyo —respondí, tratando de mantener mi voz firme aunque las palabras de Marco me hirieran.

—Todo lo que haces es mi asunto —replicó él con crueldad—. No olvides quién te ayudó a abrir los ojos. Además, ¿qué esperabas de alguien que ya está casado?

La sangre se me heló y mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—¿Qué dijiste? —grité sobre el ruido del viento y la moto.

—Oh, vamos, no te hagas la tonta —dijo Marco, riendo cruelmente—. Sabías que Leonardo tiene una esposa. La rubia de la foto, Siena, ¿te suena?

—¡Detén la moto! —le grité, sintiendo una mezcla de rabia y desesperación.

Marco aceleró un poco más antes de frenar bruscamente en el arcén. Me bajé de la moto de un salto, casi perdiendo el equilibrio.

—¿Qué demonios estás diciendo, Marco? —le espeté, con la voz temblorosa.

—Solo la verdad, Nadia. —Se bajó de la moto y se acercó a mí, su expresión cínica—. ¿O creías que eras la única en su vida? Qué ingenua.

—¿Tú tuviste algo que ver con esas fotos? —le pregunté, acercándome con furia—. ¿Cómo las conseguiste?

Marco se encogió de hombros, con una sonrisa torcida.

—Digamos que tengo mis contactos. No podía dejar que te hundieras sola —fingió preocupación e intentó poner una mano sobre mi mejilla, pero me alejé.

La rabia me consumió, y antes de darme cuenta, le di una bofetada.

—¡Eres un maldito! —grité, con lágrimas de frustración corriendo por mi rostro.

Marco se llevó una mano a la mejilla, sorprendido pero sin perder su actitud burlona.

—¿Eso es lo mejor que tienes? Vamos, Nadia, puedes hacerlo mejor.

La sensación de impotencia era abrumadora. Quería alejarme, pero sabía que Marco no me dejaría en paz tan fácilmente. La toxicidad de su compañía se hacía evidente con cada palabra y gesto.

—Aléjate de mí, Marco. No quiero volver a verte nunca más.

—Eso no depende de ti —respondió él, su voz llena de amenaza—. Recuerda que tú y yo tenemos un acuerdo.

—¡Tú y yo no tenemos nada! —le grité. Estaba furiosa.

—¡Oh! Claro que lo tenemos, o si no, esas fotos saldrán a la luz —bufo—. No te gustará que las fotos dónde te coges a tu profesor se hagan famosas en tu “prestigiada” universidad, ¿o si?

Comenzó a reír sínico, cómo si estuviera a punto de conseguir su objetivo.

—¿Por qué? —pregunté a punto de llorar por la irá que se estaba acumulando en mí.

—Ya lo sabes bien. Me perteneces —se acerco a mí —. Y siempre estoy cerca, vigilándote. Aún tienes tiempo para decidir, y por tu bien, espero lo hagas bien.

Marco subió a su moto, la encendió e hizo rugir el escape con fuerza, alejándose más y más hasta perderlo de vista.

Las lágrimas brotaron de mis ojos sin permiso, surgiendo de un remolino de pensamientos y emociones. Me sentía atrapada en un laberinto sin salida, tratando de encontrar una solución que no causara más daño a nadie. ¿Cómo podría resolver el problema de las fotos sin dejar a nadie herido? Aunque sabía que Leonardo seguía comprometido con su esposa y que volver con Marco no era ni sería una opción para mí, me sentía perdida y sola en medio de esta tormenta emocional.

Quería gritar justo en donde estaba, en medio de la calle sin importarme que me escucharan.

≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

¡Hola a todos!

Vengo a informar de antemano que estas dos próximas semanas estaré ocupada por los exámenes de la universidad, lo cual conlleva a una posible baja de actualizaciones, pero procuraré tener los capítulos listos para no atrasarme ni preocuparme por no actualizar.

Por otro lado, estos capítulos serán posiblemente los más caóticos para Nadia y Leonardo, no sabemos que les depara el destino ni cómo lo solucionaran.

Sin más que agregar, comenten qué les ha estado pareciendo la historia.

No olviden votar, eso me ayuda mucho y me motiva a seguir con la historia. Además, recuerden seguirme aquí en Wattpad, y también en mis redes sociales.
Les dejó el nombre de cómo puedem encontrarme. De todos modos, si no encuentran mis perfiles, los links los pueden encontrar en la descripción de mi perfil de Wattpad.

¡Nos estamos leyendo!

Tiktok: hadesrenteria
Instagram: hadesrenteria

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top