Capítulo Cincuenta y uno: Renacimiento entre amigos

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Nadia

Me encontraba en el sanitario, intentando ocultar el feo moretón en mi mejilla izquierda. Marco había insistido tanto en que tuviera relaciones con él, pero la idea me resultaba tan desagradable que me negué rotundamente. Perdió los estribos y me dio una bofetada que me hizo perder el equilibrio y caer al suelo. Al principio, la mejilla me ardía, pero poco a poco el dolor se fue disipando, dejando una roncha roja que evolucionó a un morado oscuro.

Revisaba una vez más que el maquillaje estuviera bien colocado sobre la marca para evitar llamar la atención. Cuando logré cubrirla, salí del baño para ir directo a casa. Sin embargo, mientras caminaba, sentí algo sobre mi piel y me restregué la manga de la bata, olvidando que en esa zona había maquillaje para ocultar el golpe.

Concentrada en el celular, ignoré a quienes estaban a mi alrededor (grave error), pero nunca imaginé que me cruzaría con Leonardo. Al verme, su expresión pasó de tristeza a enojo, hasta tener una mueca tan llena de ira que su rostro se tornó rojo de rabia. Intenté escapar de él, pero fue inútil; me tomó de ambos brazos para obligarme a mirarlo y era imposible no hacerlo, pues deseaba abrazarlo y contarle todo lo que estaba ocurriendo: las amenazas, los golpes, el chantaje y la manipulación de Marco. En vez de eso, le supliqué que me dejara en paz. Cuando finalmente lo logré, salí huyendo de aquel lugar, deseando no tenerlo siguiéndome por los pasillos.

En el estacionamiento, miré a todos lados, implorando que Marco no estuviera cerca. Me alivió no verlo y sentí una mayor felicidad cuando recibí un mensaje suyo en mi celular, diciéndome que hoy no me llevaría a casa y que me tocaría sufrir yendo en transporte público. Realmente estaba mal de la cabeza si creía que eso me haría sufrir. Al contrario, deseaba que estuviera enojado por tanto tiempo que deseara no verme y hacerme sufrir durante más de un milenio, incluso a través de varias vidas si fuera posible.

El problema eran las miradas de las personas en el autobús; algunos me observaban fijamente o miraban el moretón en mi pómulo. Otros incluso murmuraban de la peor forma: “Seguro que ella lo provocó”, “ella lo provocó”. Si tan solo dejaran de lado sus prejuicios machistas, podrían ayudarme a denunciar o motivarme a hacerlo, pero ni siquiera yo me atrevía a ir por mi propia cuenta.

Estaba tan inmersa en una ilusión de un mundo solidario que ignoré la presencia de alguien conocido, hasta que posó una mano en mi hombro, haciendo que saltara en mi asiento.

—Nadia —era mi salvador, Matt.

—Matt… —mi voz se quebró y este miró a todos lados, sin pensarlo, hizo la parada al autobús y me tomó de la mano para bajar con él.

—¿Qué sucedió? —me tomó del rostro con ambas manos y con tanta delicadeza, qué mi corazón se ablando y ahí mismo me solté a llorar—. Llora, llora todo lo que tengas que llorar.

Matt me abrazó con fuerza, protegiéndome hasta de la más mínima brisa, de la hoja más verde de un árbol y hasta del insecto más pequeño del mundo.

Se quedó en completo silencio, permitiéndome llorar hasta sobrepasar el límite de lágrimas del día.

Cuando me sentí más calmada, me llevó a un lugar más privado donde pudiéramos hablar sin las miradas curiosas de los transeúntes. Entramos en un pequeño restaurante y me condujo a la mesa más apartada, dejándome sentar en el asiento que me permitía darle la espalda a cualquiera que nos observara.

Una mesera de mediana edad se acercó a nosotros y Matt ordenó por ambos, haciendo énfasis en traer un vaso con agua. La chica no dudó en seguir con nosotros y se dirigió a la barra para entregar la orden que había anotado en la comanda.

Matt golpeaba ligeramente la superficie de la mesa con la yema de sus dedos hasta que rompió el silencio.

—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó en voz baja—. ¿Fue ese tal… Leonardo?

Negué con la cabeza.

—No vayas a decirme que te golpeaste con un objeto, porque no te voy a creer nada —suspiró—. Vamos, dime qué fue lo que sucedió.

—Fue… ¿recuerdas al sujeto del que me defendieron el día que nos conocimos en la playa?

—¡¿De nuevo él?! —el bullicio que nos rodeaba paró de golpe y Matt sonrió disculpándose con todos. Después, volvió a mirarme y pude ver una pizca de decepción en su mirada—. No regresaste con él, ¿cierto?

Me quede en completo silencio bajando la cabeza por la vergüenza que estaba sintiendo. Era obvia la razón de su decepción y no era el único, incluso estaba tan avergonzada que me alejé de mis amigos para evitar cualquier discusión llena de puras verdades.

—¿Por qué? —su voz tenía ese tono molesto y de desaprobación.

—Yo lo… —me interrumpió.

—No me digas que es porque lo amas, porque seguiré sin creerte —me señaló con el dedo índice—. Se sincera y dime la verdad. Estoy seguro que podré ayudarte.

Claro que quería decirle la verdad, pero ¿cómo iba a decirle que Marco me chantajeaba con unas fotos comprometedoras donde estamos mi profesor y yo?

“Marco me está chantajeando con una fotos dónde salgo besándome con mi profesor”.

No sonaba lógico ni razonable. Tenía miedo de ser juzgada y aún así, tras un largo silencio, meditando las palabras que iba a usar, tomé valor.

—Me… está chantajeando —Matt me miró confundido y después pareció entender, pero permaneció en silencio—. Marco tiene unas fotos que me comprometen y quiere darlas a conocer por internet hasta que lleguen a mi facultad.

—¡Maldito hijo de…! —levanté ambas manos para intentar cubrir su boca, pero inmediatamente captó la indirecta y guardo silencio—. ¿Por qué no haz ido con la policía a denunciarlo?

—No puedo —respondí rápidamente.

—¿Por qué?

—Porque me está vigilando —suspiré.

—Entonces yo iré por ti y… —lo interrumpí negando con la cabeza—. ¿Vas a decirme que no hay ninguna opción?

—Por ahora… quedarme callada.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No puedo decírtelo —Matt suspiro exasperado y se dejó caer contra el respaldo del asiento.

—Entonces… ¿cómo voy a ayudarte? —cruzó los brazos.

—Así como lo haces ahorita. Escuchándome —le sonreí y él negó con la cabeza, soltó un suspiro resignado y se inclinó a la mesa.

—Está bien, pero prometeme algo —asentí con la cabeza para que él continuara—. Qué si ese idiota intenta hacerte algo, me llamaras inmediatamente para ir a ayudarte y poner al imbécil en su lugar.

—Pero yo…

—Prométemelo —me miró con una seriedad que jamás creí verle alguna vez.

Cerré los ojos, suspiré y asentí.

—Lo prometo —abrí los ojos y le sonreí. Matt estiró su mano y tomó la mía. Fue en ese momento que sentí una sensación extraña, como un déjà vu, uno que me recordó el cuanto añoraba sentir la mano de Leonardo sobre la mía.

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Los días iban pasando y los moretones que tenía en varias zonas de mi cuerpo iban desapareciendo, al igual que Marco, quien no volvió a acercarse a la facultad ni a mi casa desde el golpe en mi mejilla. Estaba profundamente agradecida por ello.

Por otro lado, Matt se había ofrecido a ir por mí todos los días a la facultad y dejarme sana y salva en casa. Su compañía me hacía bien; me sentía feliz de nuevo y segura. Cada día traía consigo un nuevo chiste, ya fueran buenos o malos; helados para compartir o pequeños detalles como dulces que me daba en la facultad o en la puerta de casa, todos y cada uno acompañados de una sonrisa y un fuerte abrazo de su parte.

Pensaba que si Matt seguía estando a mi lado, en algún momento me iba a enamorar de él y olvidarme de todo lo malo. Sin embargo, el problema persistía: seguía cruzándome con Leonardo en la facultad y yo continuaba huyendo de él para evitar lanzarme a sus brazos. Pero toda fe e ilusión se desvaneció cuando un día llegó a la facultad con una mujer, y los rumores no tardaron en correr por los pasillos. La cuestión era que yo conocía a esa mujer; era la misma que estaba al lado de Leonardo en esa foto navideña: su esposa. Entonces pensé: “Si él está siguiendo su vida al lado de su esposa, yo puedo seguir la mía”.

—Nadia —la voz de Matt me hizo regresar a la realidad.

—¿Hmmm? —volteé a verlo.

—¿Qué es lo vas a hacer tú también? —ladeó su cabeza entrecerrando un ojo.

—Seguir con mi vida —sonreí y tomé su mano.

Matt miró nuestras manos por un par de segundos y luego volvió a mirarme.

—¿De verdad? —sonrió.

—Si —di un leve apretón a su mano e inmediatamente Matt me tomó entre sus brazos para abrazarme y levantarme del suelo un par de centímetros.

Una garganta siendo aclarada interrumpió el momento de felicidad. La sangre se me heló cuando vi de quién se trataba.

Matt no dudo en bajarme y estaba a punto de saludar a Leonardo hasta que la mujer a su lado lo interrumpió.

—Que bueno que sean tan románticos, pero están invadiendo el paso para que yo pueda subir al auto de mi esposo —me había lanzado una bala al corazón.

—Siena —Leonardo volteó a verla, pero la mujer tenía los ojos fijados en mí—. Debemos irnos.

Matt y yo nos hicimos a un lado para permitirles el paso. Leonardo ayudó a su esposa a subir al auto, y antes de que él abordara, nos miró a ambos. Yo desvié la mirada, y de reojo vi cómo subía al auto, hasta que el arranque del motor me indicó que se iría. Cuando volví la mirada, aún lo atrapé mirándome, pero su esposa también lo hacía, y su mirada tenía un aire victorioso. Me sonrió, dejándome atónita ante su reacción. No entendía por qué lo hacía, pero una sensación de déjà vu se quedó presente en mi mente, sin saber de dónde procedía.

—¿Él no…?

—No, no es nada —respondí molesta y me alejé del cubículo del estacionamiento.

Caminamos por uno de los caminos de la facultad buscando a mis amigos, los extrañaba y Matt después de varios intentos, logró convencerme de buscarlos y pedirles una disculpa.

A lo lejos, se escuchaban unas risas, eran las risas tan características de aquellos que me habían hecho reír en cada malo momento y que me ofrecieron su hombro para poder llorar tranquila sin que me juzgaran.

Al acercarme a ellos, las risas cesaron hasta quedar en completo silencio mientras evitaban mirarme.

—Hola… —pronuncié nerviosa sin obtener una respuesta—. Quería… yo…

Suspiré y di media vuelta para irme del lugar y evitar seguir molestándolos, pero Matt me tomó de los hombros y me obligó a regresar.

—Ella tiene algo que decirles y espero puedan escucharla —Matt les explicó y después se alejó para otorgarnos un poco de privacidad.

Suspiré resignada y luego tomé una bocanada de aire para armarme del valor que siempre carecía.

—Quiero… quiero disculparme.

—¿En serio? —Sarah preguntó incrédula y luego desvío la mirada. Podría estar indignada o enojada, pero le encantaba ser dramática y era imposible no entender que esa era su forma de decirme que me había perdonado.

—Sí, y no saben cuanto me arrepiento por haberme comportado de esa forma —di un paso al frente—. Ustedes estaban cuidándome y no quise hacerles caso.

—Nos lastimaste, Nadia —era Gargi quién había respondido.

—Lo sé y me arrepiento mucho por haberlo hecho —bajé la mirada avergonzada, pero noté a Miguel como se removía en su lugar para ponerse de pie.

—Pues conmigo no la tienes tan fácil —Miguel se cruzó de brazos haciendo su ademan de un verdadero actor del género dramático—. Mi perdón no se obtiene tan fácilmente.

—Lo sé, Miguel —sonreí—. Yo invitó las enchiladas.

—¿De cuáles? —me fulminó con la mirada.

—Las verdes —respondí.

—¿Con pollo, crema y queso? —levantó tres dedos enumerando los ingredientes que había mencionado.

—Claro que si —solté una risa nerviosa, pero aclaré mi garganta para volver a tomar seriedad.

Miguel soltó una carcajada y caminó directo a mí para cargarme y darme vueltas en el aire.

—¡Dios! ¡Bajáme, Miguel! —le di un par de golpes en los brazos y este cedió.

—No puedes romper esa promesa —volvió a señalarme con el dedo índice.

—Jamás —ambos reímos y volteamos a ver a nuestras amigas que seguían en silencio.

Gargi se puso de pie y sonrió, al segundo siguiente me abrazo y le correspondí.

—Nos tienes a nosotros, no debiste actuar así —se aferró más a mí—. Si algo ocurre, puedes decirnos.

Volvimos a abrazarnos y los tres volteamos a ver a Sarah quién seguía sentada sobre la manta en el pasto. Ella evitaba el contacto con nosotros y tenía los brazos cruzados mostrando estar más indignada que cualquiera.

—Sarah —pronunció Gargi e inmediatamente Sarah giro aún más su cuerpo.

Miguel estaba a punto de hablar pero lo detuve y le hice una seña a Gargi para que me dejará hablar. Me acerqué a Sarah y me arrodille a un costado.

—¿Puedes perdonarme, Sarah? —intenté tomarla del brazo, pero se alejó—. No debí comportarme así, Matt también me regañó.

—¿Y también te dijo tonta por dejarnos? —me miró de reojo y le sonreí.

—Si, también lo hizo.

—¿Y que comprarás un helado doble de mi sabor favorito?

—¡Sarah! —Miguel y Gargi pronunciaron al mismo tiempo.

—¿Qué? —volteó a verlos y levantó los hombros.

—Claro que lo haré —reí.

—¿Ven? Así son los verdaderos amigos.

Miguel y Gargi negaron con la cabeza mientras sonreían. Sarah volteó a verme y me abrazó como si no nos hubiéramos visto en años, aunque en realidad no había pasado tanto tiempo. Sin embargo, fue el período en el que estuvimos más distanciadas.

Poco después, Matt se acercó y los cinco nos acomodamos en la manta sobre el pasto. Hablábamos de todo y de nada, sobre cómo se había sentido cada uno durante mi ausencia y cómo Matt se había acercado más a mí. Pero a escondidas de todos, Sarah movía sus labios para formar palabras sin pronunciar ningún sonido; todas las palabras eran referentes a Matt y a la próxima conversación que tendríamos para explicarle lo que estaba sucediendo.

Me sentía más tranquila y segura, con mis amigos siendo mis amigos de nuevo y con Matt más unido a nosotros, incluso si solo lo veíamos de vez en cuando y su visita a la facultad parecía ser más para verme a mí que a nadie más. Tal vez, si lo pensaba profundamente, podría intentar volver a querer a alguien e intentar olvidar a Leonardo, ahora que él parecía estar más unido a su esposa.

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¡Hola de nuevo!

Al fin soy libre de exámenes, y claro, me tomé un descanso para mí misma y para poder continuar la historia.

A decir verdad, creo que estamos más cerca de la recta final. Además, pronto haré el cambio de portada de esta novela y también cambiaré mi nombre de usuario, así qué, deben estar alertas en no perder de vista la historia.

Por otro lado, no olviden dejar sus votos y sus comentarios que me ayudan demasiado a seguir adelante. También, no olviden seguirme aquí en Wattpad y en mis redes sociales como Instagram y Tiktok; pueden encontrar los links en la descripción de mi perfil.

¡Nos estamos leyendo!

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