Capítulo 31
Narra Brenda
La tensión en el aire era palpable y se sentía como una sombra que me seguía a donde fuera. Había pasado tanto tiempo desde que me sentí así, tan vulnerable y asustada. La llamada de Trevor me había dejado con el corazón en la garganta. Me había informado que Lucas y Nathaniel estaban detrás de todo esto, que habían contratado a alguien para asustarme. La revelación me hizo sentir un escalofrío recorrer mi espalda, y no pude evitar que las lágrimas se acumularan en mis ojos.
Después de colgar, la realidad de la situación me golpeó como una ola. Me sentía atrapada en un laberinto del que no podía salir. La ansiedad se apoderó de mí, y todo lo que quería era esconderme bajo las sábanas y no volver a salir. Me dirigí a mi habitación y me acosté, tratando de encontrar algo de consuelo en la oscuridad.
Los días pasaron, y la presión no cedió. Tres días sin pistas, y con cada minuto que pasaba, la incertidumbre se volvía más insoportable. Trevor no me había dejado sola ni un instante, pero, aunque su presencia era reconfortante, la ansiedad seguía ahí, latente. Cuando tenía que trabajar, me dejaba en la cafetería de mis padres, donde se aseguraba de que un agente policial estuviera patrullando cerca. Sabía que se preocupaba por mí, pero incluso eso no era suficiente para calmar el tumulto en mi mente.
Una tarde, mientras intentaba concentrarme en un libro que apenas podía leer, el teléfono sonó. Al ver un número desconocido en la pantalla, el terror me invadió. Al tomar la llamada supe que era Lucas. Recordé todos los momentos oscuros que había vivido con él, los gritos, las humillaciones, la sensación de impotencia que me había hecho sentir tan pequeña. Un ataque de pánico se apoderó de mí. El aire se volvió denso, y me costó respirar.
Intenté detener la llamada, pero mi pulso acelerado parecía resonar en mis oídos. Con manos temblorosas, dejé el teléfono caer sobre la mesa, incapaz de soportar más. De repente, el mundo se volvió borroso. Me sentía como si estuviera en un túnel oscuro, y la luz se desvanecía a mi alrededor. Antes de darme cuenta, estaba desplomada en el suelo.
Cuando recobré un poco la conciencia, estaba en un lugar frío y blanco. Las luces brillantes me deslumbraban, y el ruido de los monitores y las voces a mi alrededor se mezclaba en mi mente. Sentí manos que me sostenían, voces familiares que trataban de calmarme. Eran mis padres.
—¡Bren, querida, estamos aquí! —dijo mi madre, su voz temblorosa y llena de preocupación.
Pero fue la voz de Trevor lo que realmente me alcanzó. Sentí una oleada de alivio y miedo al mismo tiempo.
—Estoy aquí, mi amor. Todo estará bien. Te prometo que estaré contigo —dijo, y pude sentir su mano entrelazada con la mía, un ancla en medio de mi tormenta.
Mis padres le habían llamado, y aunque mi mente estaba nublada, su presencia me dio un atisbo de seguridad en medio de la confusión. Sin embargo, el terror de lo que había sucedido aún persistía en mi interior. La batalla contra mis demonios no había terminado, y estaba más que lista para enfrentar lo que fuera necesario para recuperar mi vida y mi libertad.
Narra Trevor
Recibí la llamada justo cuando estaba en la oficina, revisando los avances de la investigación. Mi teléfono vibró, y cuando vi el nombre de la madre de Brenda en la pantalla, algo en mi interior se contrajo. Respondí de inmediato, y su voz, cargada de angustia, me confirmó lo que temía.
—Trevor, Brenda... ha sufrido un ataque de pánico. Estamos en la clínica. Ven rápido.
Mi corazón se detuvo por un segundo. Me puse de pie de inmediato, olvidando todo lo que tenía entre manos. El miedo de no estar con ella cuando me necesitaba más me invadió, y mi única prioridad era llegar a su lado lo más rápido posible.
El trayecto hasta la clínica fue un borrón. Sentía un nudo en el estómago y mi mente iba a mil por hora. Lucas. Nathaniel. Todo esto estaba afectando a Brenda mucho más de lo que ella quería admitir, y yo no había sido capaz de protegerla lo suficiente. Mi instinto me gritaba que corriera, que rompiera todas las reglas si hacía falta para llegar antes.
Cuando entré en la clínica, vi a sus padres de inmediato. Su madre me abrazó con los ojos llenos de lágrimas, y me guió hasta la habitación donde estaba Brenda. Mi corazón latía con fuerza, temiendo lo que vería al abrir la puerta.
Y allí estaba ella, acostada en la cama, pálida, vulnerable... pero viva. Mi alivio fue inmediato, aunque la preocupación no se desvanecía. Me acerqué despacio, sintiendo que mi mundo se centraba solo en ella. Su respiración era lenta, y sus ojos parecían perdidos en algún lugar lejano.
—Estoy aquí, mi amor —le dije en voz baja, mientras tomaba su mano entre las mías. La necesitaba sentir, estar seguro de que estaba realmente conmigo—. Todo estará bien. Te prometo que estaré contigo.
Sus dedos se cerraron débilmente alrededor de los míos, y en ese simple gesto supe que aún estaba luchando, que aún tenía fuerzas para seguir adelante. Era mi ancla, pero también yo quería ser el suyo.
La habitación estaba en silencio salvo por el leve pitido de los monitores. Mis pensamientos eran un caos, pero una cosa era clara: no la iba a dejar sola. No importaba lo que Lucas o Nathaniel intentaran, no importaba cuántas veces nos quisieran romper. Estaba decidido a protegerla, a cuidar de ella, y a ayudarla a superar lo que estaba viviendo.
Me quedé a su lado, sosteniendo su mano, vigilando cada respiración, cada movimiento. No sé cuánto tiempo pasó, pero en algún momento sus ojos se encontraron con los míos, y en ese instante, sentí que estábamos conectados de una manera más profunda que nunca.
Sabía que este no era el final, sino un nuevo desafío. Brenda era fuerte, y juntos íbamos a superar todo esto.
El médico entró en la habitación, con esa mirada seria que automáticamente te pone en alerta. Después de intercambiar unas pocas palabras con la enfermera que estaba revisando a Brenda, se volvió hacia mí.
—¿Familiares de la paciente?
Di un paso adelante sin pensarlo dos veces.
—Soy su pareja —respondí con firmeza. No había ninguna duda en mi mente de que ese era mi lugar. Sentí que el padre de Brenda también se acercaba, su expresión cargada de preocupación, pero decidido a estar presente para lo que fuera que el médico tuviera que decir.
El médico asintió, como si todo estuviera en orden.
—Necesito hablar con usted en privado —añadió, aunque el padre de Brenda no se movió. Asumí que no tenía intención de quedarse fuera de esta conversación, y el médico no objetó su presencia—. Por favor, síganme.
Caminamos hacia un rincón más apartado de la sala, donde el ruido de los monitores y las conversaciones se desvanecieron un poco. Mi mente seguía con una mezcla de miedo y preocupación, intentando adivinar qué tan grave era la situación de Brenda.
El médico nos miró a ambos, con esa pausa que anticipa malas noticias.
—La paciente debe mantenerse en un estado de tranquilidad absoluta. El estrés que está sufriendo puede afectar su salud, pero, sobre todo, puede tener un impacto en los fetos.
Sentí como si todo el aire de la habitación fuera absorbido en ese instante. Mi mente apenas pudo procesar lo que había dicho.
—¿Fetos? —pregunté, la palabra apenas saliendo de mis labios.
El padre de Brenda se quedó igualmente congelado a mi lado, como si no hubiera escuchado bien o no quisiera creerlo.
—Sí, ella está embarazada —dijo el médico con una calma profesional que solo añadió al impacto. Me miró directamente, como si midiera mi reacción—. Alrededor de ocho semanas, por lo que parece. Con las pruebas que hemos hecho, todo indica que está bien, pero el estrés podría generar complicaciones.
Mi cerebro apenas podía seguir el hilo de la conversación. Lo único que repetía en mi cabeza era: Brenda está embarazada. Pero ¿cómo?
—Pero ella... usa parches anticonceptivos —logré decir, tratando de encontrar alguna explicación lógica para lo que estaba pasando.
El médico asintió con comprensión.
—Entiendo, pero ningún método anticonceptivo es infalible. A veces, factores externos como el mal uso o la interferencia con otros medicamentos pueden reducir la efectividad.
No supe qué decir. Miré al padre de Brenda, que también parecía luchar por procesar la noticia. Su rostro estaba pálido, aunque no de furia, sino de una mezcla de sorpresa y preocupación.
Mis pensamientos iban y venían. Brenda estaba embarazada. Iba a ser padre. Pero ¿cómo se lo iba a decir ahora, en medio de todo este caos? ¿Cómo iba a reaccionar ella? Con todo lo que estaba viviendo, el último golpe de la vida era que le dijeran esto.
El médico continuó hablando, explicando los cuidados necesarios y los riesgos, pero apenas lo escuchaba. Todo lo que podía pensar era en cómo Brenda reaccionaría cuando le contáramos. No sabía si estaba lista para algo así.
Y honestamente, tampoco sabía si yo lo estaba.
Después de que el médico nos soltó esa bomba, mencionando la palabra fetos, me llevó unos segundos más procesar la siguiente revelación. Gemelos. Brenda estaba esperando gemelos. El shock fue tan profundo que por un momento no supe si estaba caminando en la realidad o en una especie de sueño extraño.
Me acerqué a la habitación de Brenda, con el peso de la noticia apretándome el pecho. Cuando entré, ella seguía acostada, su respiración tranquila pero sus ojos reflejaban todo el dolor y la confusión que estaba atravesando. Me acerqué, mi mente intentando encontrar las palabras adecuadas para lo que venía.
—Brenda... tenemos que hablar —le dije suavemente, tomando su mano con la misma delicadeza que si estuviera sosteniendo algo frágil. Mientras su madre salía a petición de su esposo, para dejarnos hablar solos.
Ella asintió, sus ojos buscando los míos con esa mezcla de miedo y comprensión que solo compartimos quienes estamos a punto de recibir algo grande.
Me senté al borde de la cama, sin soltar su mano.
—El médico me explicó lo que está pasando. El estrés... y todo lo que te ha sucedido... puso en riesgo a los bebés.
Su mirada se congeló en la mía. Lo noté de inmediato, ese pequeño cambio en su expresión que me hizo entender que ella ya lo sabía, de alguna manera lo sabía.
—Brenda, estás embarazada —le dije, con una voz apenas audible, como si decirlo en voz alta fuera a hacer todo más real de golpe—. Y son gemelos.
Sus ojos se abrieron más, y por un momento pensé que tal vez no lo había entendido. Pero cuando vi cómo sus lágrimas comenzaron a brotar, supe que lo comprendía por completo. Su respiración se hizo más rápida, y antes de que pudiera decir nada, ya estaba llorando. Me incliné hacia ella, abrazándola lo mejor que pude desde mi posición.
—Lo sabía, Trevor... —logró decir entre lágrimas—. Sabía que algo estaba pasando... por eso no fui al médico. No quería enfrentarlo, no quería ver la realidad. Pero ahora... ahora lo entiendo. Mis bebés han estado en peligro todo este tiempo. No hice nada para protegerlos.
Mi corazón se rompió al escucharla. La culpa que llevaba en su voz me atravesó el pecho como un cuchillo.
—Bren, no te culpes. No sabías. Y ahora lo sabemos, y podemos cuidar de ellos. De ti —le dije, apretando su mano con fuerza, tratando de transmitirle toda la seguridad que podía en medio de este torbellino—. No sabíamos que esto iba a pasar. Nadie estaba preparado para esto.
Brenda se secó las lágrimas con el dorso de la mano, asintiendo levemente.
—Pero ahora lo sé... y tengo que hacer todo lo que pueda para protegerlos, Trevor. Son nuestros bebés. No sé si estoy lista para esto... —Su voz temblaba, y vi el miedo en sus ojos.
Me incliné más cerca, manteniéndome a su nivel, mirándola con toda la seriedad que podía reunir.
—Tampoco sé si estoy listo para esto. Pero lo que sí sé es que los amaremos, Brenda. Los amaremos con todo lo que tenemos, porque son nuestros. No importa lo que pase, estaremos juntos en esto. Siempre.
Brenda me miró, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y amor. Y entonces asintió.
—Tienes razón. No sé cómo vamos a hacerlo, pero... voy a protegerlos. Y vamos a hacerlo juntos.
Nos quedamos así, en silencio por un momento, abrazándonos en medio de la incertidumbre, pero con la promesa silenciosa de que íbamos a dar lo mejor de nosotros para esos dos pequeños corazones que latían dentro de ella.
NOTA: FIN DEL MARATÓN. PARA EL FINAL SOLO QUEDAN DOS O TRES CAPÍTULOS, INCLUYENDO EL EPÍLOGO. SI QUIEREN QUE SEA TIPO MARATÓN ME ESCRIBEN EN LOS COMENTARIOS.
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