Capítulo 28
Narra Trevor
Regresé a mi apartamento sintiendo un peso en el pecho. La conversación con mis padres había sido difícil; ellos se habían inmiscuido en mi vida de maneras que nunca imaginé. Aun así, había algo más que necesitaba enfrentar: el hecho de que Brenda estaba dolida y necesitaba tiempo. No podía apurar las cosas, así que decidí darle ese espacio que ambos necesitábamos.
Me senté en el sofá, mirando la nada, cuando el timbre sonó. Miré el reloj: no era una hora común para recibir visitas. Abrí la puerta y allí estaba Fernanda, con su expresión habitual de autosuficiencia, como si no se hubiera enterado del caos que había generado.
—Trevor —dijo, sin preámbulos—. Necesitamos hablar.
Me crucé de brazos, sintiendo que una mezcla de frustración y desdén se agolpaba en mi interior.
—No hay nada que hablar, Fernanda. Te lo dejé claro en el bar. No quiero saber de ti.
Ella frunció el ceño, pero no se rindió.
—Es sobre Brenda —dijo, su voz ahora más grave—. Sé que está dolida, y tienes que entender que ella no está sola en esto. Me enteré de que tiene información. Ella estaba enterada por Dafne de todo esto y ahora se esta haciendo la victima para que no la dejes.
—¿Qué? —respondí, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear en mi interior—. ¿Cómo te atreves a venir aquí a hablarme de eso? No te creo. No creo nada de lo que digas.
Fernanda dio un paso hacia adelante, buscando mi mirada, intentando transmitir seriedad.
—Trevor, escúchame. Brenda está enojada porque Dafne es su amiga y ella le ha contado todo. Ella sabía de la empresa de casamenteros.
—Eso no tiene sentido. —Me reí, aunque el sonido era más un gesto de incredulidad que de humor—. Si fuera verdad, ¿por qué no me lo dijo? ¿Por qué no me ha mencionado nada?
Fernanda se detuvo, y pude ver que su autocontrol comenzaba a desgastarse.
—Porque no está en sus manos. Ella también se siente traicionada. Y tú tienes que comprender que todos están lidiando con esto a su manera.
—Eso no justifica lo que hiciste, y sabes que no quiero saber de ti. —Le hice un gesto hacia la puerta—. Vete.
—No puedo dejar que esto acabe así —dijo, su tono volviéndose más insistente—. Si realmente te importa Brenda, necesitas saber la verdad.
—No, Fernanda. La única verdad que quiero es que tú dejes de entrometerte en nuestras vidas. Entiende que no me interesas.
Me di la vuelta, incapaz de seguir escuchando. No quería más de sus explicaciones ni de sus manipulaciones. Necesitaba proteger a Brenda, y eso significaba mantener a Fernanda lejos de ella.
—Olvídate de mí y de Brenda —dije, cerrando la puerta con firmeza. Me apoyé contra ella un momento, sintiendo que el caos comenzaba a desbordarse.
Dentro de mí, sabía que debía ser fuerte por Brenda. Que le daría el tiempo que necesitara, pero también sabía que iba a estar allí para ella, sin importar las sombras que nos rodearan.
Narra Brenda
Esa noche concerté una cita urgente con mi terapeuta. En la mañana a primera hora quedamos, esa cita con mi terapeuta se sentía como un salvavidas en medio del caos. Estaba ansiosa, el corazón latiendo rápido mientras esperaba en la sala. Necesitaba hablar, desahogarme sobre todo lo que estaba ocurriendo en mi vida. Cuando la terapeuta me llamó y me condujo a su oficina, sentí un pequeño alivio.
Una vez sentada, comencé a hablar, dejando que las palabras fluyeran como un río desbordado.
—No sé por dónde empezar —dije, sintiéndome vulnerable y expuesta—. Mis padres se han inmiscuido en mi vida, y lo último que quería era que interfieran. Todo lo que han hecho ha puesto en peligro lo que tengo con Trevor.
Mi terapeuta me escuchaba con atención, anotando en su cuaderno. Continué, sintiendo que cada palabra me liberaba un poco más del peso que llevaba.
—Me duele pensar que lo que hemos tenido, Trevor y yo, puede haber sido una ilusión, una creación de otros. Siento que no puedo confiar en lo que siento porque todo ha sido manipulado.
Hice una pausa, permitiendo que la frustración se apoderara de mí.
—A veces, creo que esta relación es falsa, una broma cruel del destino. Y aunque él no tiene la culpa, me siento perdida y no sé cómo seguir. No quiero hablar con mis padres ni con nadie. Quiero que se alejen de mí y de Trevor.
Mi terapeuta asintió, su mirada comprensiva y calmada.
—Brenda, entiendo que sientas esto como una traición. Pero ¿y si te dijera que tanto tú como Trevor son víctimas de la situación?
La frase me sorprendió.
—¿Víctimas? No sé si eso es lo que somos.
—Sí —respondió ella, con serenidad—. Has enfrentado situaciones complicadas y dolorosas, y Trevor también. Su relación, aunque surgió en un contexto complicado, no es menos válida por eso. Ambos merecen sentarse y abrirse el uno al otro. Hablar de lo que sienten, de sus miedos y sus inseguridades.
Comencé a procesar sus palabras. Quizás, aunque el mundo alrededor de nosotros estuviera lleno de intrigas y manipulaciones, lo que había entre Trevor y yo podía ser auténtico.
—Pero... ¿y si él no quiere hablar conmigo? —pregunté, la duda pesando en mi pecho.
—Eso no lo sabrás hasta que lo intentes. Dale una oportunidad a esa conversación, Brenda. Ambos merecen tener el espacio para expresar lo que sienten sin miedo a ser juzgados.
Asentí lentamente, sintiendo que la esperanza comenzaba a brotar en medio de mi confusión. Quizás, después de todo, había una luz en este túnel oscuro. Una posibilidad de encontrar claridad.
—Gracias —le dije, sintiendo que había dado un paso hacia adelante. La idea de abrirme a Trevor se sentía aterradora, pero también liberadora. Y en ese momento, decidí que valía la pena intentarlo.
Continué hablando con mi terapeuta, la conversación fluyendo hacia mis padres. La mezcla de resentimiento y amor que sentía hacia ellos era confusa, y no sabía cómo manejarla.
—Siento que todo lo que hicieron fue una traición. No entendieron lo que necesitaba ni cómo me sentía. ¿Cómo puedo perdonarlos? —pregunté, mi voz temblando al expresar esos sentimientos reprimidos.
La terapeuta me miró con comprensión, sus ojos llenos de sabiduría.
—Brenda, es natural que sientas dolor y enojo. Pero a veces, el perdón no se trata de excusar las acciones de los demás. Se trata de liberar a uno mismo de ese peso. Tómate el tiempo que necesites, pero recuerda que tus padres, aunque errados, actuaron desde lo que creían que era lo mejor para ti.
Fruncí el ceño, mi mente luchando con la idea.
—Pero no podían simplemente dejarme vivir mi vida. No entendieron que tengo la capacidad de tomar mis propias decisiones.
—Lo sé —respondió con calma—. Sin embargo, ellos venían de un lugar de amor. Puede que su enfoque haya sido equivocado, pero lo hicieron porque querían lo mejor para ti. Te invitaron a reflexionar sobre cómo sus acciones te han afectado, y eso es una señal de su amor.
Respiré hondo, asimilando sus palabras. La idea de perdonar parecía tan distante en ese momento, pero había algo en su perspectiva que resonaba en mí.
—¿Y si nunca pueden entender cómo me siento? —pregunté, sintiendo la angustia asomarse de nuevo.
—Es posible que nunca lo hagan completamente. Pero el perdón no es sobre ellos; es sobre ti. Dejar ir el resentimiento puede liberarte de cadenas que no elegiste.
Cerré los ojos por un momento, dejándome llevar por sus palabras. Era un proceso que podría tomar tiempo, pero en el fondo, sabía que no quería vivir atada al dolor que sus acciones habían causado.
—Así que, ¿debo intentar perdonarlos?
—Sí, cuando estés lista. No hay un calendario para el perdón. Es un viaje personal, y puedes avanzar a tu propio ritmo. Recuerda que es un regalo que te haces a ti misma.
Asentí lentamente, sintiendo que la carga comenzaba a aligerarse, aunque fuera un poco.
—Haré lo que pueda. No prometo que sea fácil, pero quiero intentarlo —dije, sintiendo una chispa de determinación.
La terapeuta sonrió, un brillo de orgullo en su mirada.
—Eso es un gran comienzo, Brenda. Con el tiempo y el espacio, es posible que encuentres la paz. Y recuerda, esto no significa que lo que hicieron esté bien, pero liberarte de ese peso te permitirá seguir adelante, tanto en tu relación con Trevor como en tu propia vida.
Salí de la sesión sintiéndome un poco más ligera, como si hubiera dado un paso hacia la sanación. Sabía que el camino no sería sencillo, pero al menos ahora tenía una dirección, y eso era suficiente para darme esperanza en medio de la tormenta.
Al llegar a mi apartamento, la falta de inspiración me golpeó con fuerza. La sesión con la terapeuta había sido reveladora, pero no había logrado encender la chispa creativa que necesitaba para seguir escribiendo. Así que, en lugar de forzarme a escribir, decidí darme un descanso. Pasé el día viendo películas, dejando que las historias ajenas llenaran el vacío que sentía dentro de mí.
Las horas se deslizaban sin que me diera cuenta, y cuando finalmente miré el reloj, me di cuenta de que Trevor ya debería estar en su apartamento. Sentí un cosquilleo en el estómago, una mezcla de nervios y esperanza. Había tanto que quería decirle, tantas cosas que necesitábamos abordar.
Tomé una respiración profunda y salí de casa, mis pasos resonando en el pasillo mientras me dirigía hacia su puerta. Toqué suavemente, y poco después escuché su voz familiar invitándome a entrar. Cuando lo vi, sentí que el aire se llenaba de electricidad. Su mirada se iluminó al verme, pero había un atisbo de preocupación en sus ojos.
Nos sentamos en el sofá, un silencio pesado entre nosotros. Ambos sabíamos que había mucho por discutir, y aunque el miedo a lo que pudiera pasar nos envolvía, había una necesidad urgente de ser sinceros.
—Hola —dije, tratando de romper la tensión.
—Hola —respondió Trevor, su voz suave pero firme—. ¿Cómo te fue con la terapeuta?
—Bien, creo. Hablamos de muchas cosas, incluida nuestra situación. —Mi corazón latía rápidamente mientras continuaba—. Me hizo darme cuenta de que no estoy sola en esto. Ambos hemos sido arrastrados a algo que nos supera.
Él asintió, sus ojos fijos en los míos.
—Es complicado. Siento que, de alguna manera, nuestras vidas han sido manipuladas por todo este drama. Pero lo que tengo claro es que... —Se detuvo un momento, buscando las palabras adecuadas—. Quiero que estés en mi vida, Brenda.
Mis latidos se aceleraron. La sinceridad en su voz me llenó de calidez, pero también de temor.
—Yo también quiero que estés en mi vida. Pero quizás, por ahora, deberíamos darnos un poco de espacio. —Lo dije con un leve temblor en la voz, y vi su expresión cambiar, pero no en la dirección que temía.
—Entiendo. Tal vez eso sea lo mejor. Necesitamos tiempo para pensar en todo esto, en cómo proceder sin que nuestros padres interfieran más. —Su tono era comprensivo, y me tranquilizó saber que estábamos en la misma página, aunque por motivos diferentes.
—Sí, pero no quiero que esto signifique que estamos terminando. —Lo dije con firmeza, y vi que él asintió de nuevo, la tensión en su rostro disminuyendo.
—Nunca ha sido eso para mí. Solo... necesitamos ser cautelosos. No podemos permitir que nuestros padres se interpongan en lo que tenemos, ni que el mundo exterior lo haga.
Mi corazón se llenó de esperanza. Sabía que, aunque decidíamos tomar un paso atrás, había un entendimiento implícito de que queríamos seguir adelante juntos, aunque de forma discreta.
—Exactamente. Podemos seguir siendo nosotros, solo que quizás no de una forma tan evidente para los demás. —Dije, sonriendo levemente, sintiendo que la conexión entre nosotros no se había debilitado, sino que se había transformado.
Con eso, nosacomodamos en el sofá, sintiendo el peso de nuestras preocupaciones disminuir.Aunque el futuro era incierto, había una promesa de que nos encontraríamos enese camino, incluso si teníamos que hacerlo a escondidas. A medida que lashoras pasaban, el miedo se desvanecía, y lo que importaba era que, sin importarlo que pasara, aún teníamos la oportunidad de ser felices juntos.
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