Capítulo 27


Narra Brenda

La mañana había comenzado como una de esas que no querías que se acabaran nunca. Trevor y yo nos habíamos quedado en la cama, acurrucados, disfrutando del simple hecho de estar juntos. Sabía que él tenía el día libre, lo que hacía todo más especial, y aunque yo tenía un par de cosas que atender, decidí dejarme llevar por la tranquilidad del momento.

—Me encanta esto —dije, con la cabeza apoyada en su pecho, escuchando el ritmo lento de su respiración.

—Yo también —respondió él, acariciando mi cabello. Sus manos siempre sabían exactamente cómo hacerme sentir en paz.

Pero no podía quedarme en la cama todo el día, por más que quisiera. Ya era tarde y tenía una reunión importante. Me incorporé lentamente, aun sintiendo sus brazos alrededor de mí.

—Voy a ver a Fernanda a las once en la oficina de la cafetería de mi papá —le informé, estirándome un poco—. Es hora de cerrar ese capítulo de una vez. No puedo seguir con ella como mi agente.

Trevor me miró con esa mezcla de apoyo y tranquilidad que siempre me ofrecía.

—Te va a ir bien. Eres fuerte y ya es hora de que esa mujer te deje en paz. Nos vemos después del mediodía, ¿sí?

Asentí, dándole un beso rápido antes de levantarme finalmente de la cama. Sabía que hoy sería un día decisivo, y aunque estaba nerviosa, también me sentía preparada.

Llegué a la cafetería de mis padres un poco antes de las once. El ambiente era familiar y acogedor, pero mi mente estaba en otra parte. Al entrar, mis ojos buscaron a Fernanda, y ahí estaba, sentada en una mesa, esperándome. Su rostro, como siempre, frío e impenetrable. Me acerqué con paso firme y, sin siquiera saludarla, le señalé la oficina en la parte trasera.

—Vamos a hablar ahí —le dije, intentando mantener la calma.

Cuando entramos, mi abogado ya estaba esperándome. Fernanda se sentó frente a nosotros, claramente molesta, pero fingiendo una sonrisa sarcástica que me ponía los nervios de punta. Sabía que esta conversación no sería fácil, pero también sabía que era necesaria.

—Fernanda, como ya hemos hablado antes, he decidido no renovar nuestro contrato —comencé, tratando de mantener mi voz firme—. He traído a mi abogado para asegurarnos de que todo esté en orden.

Su sonrisa desapareció por completo. Por un segundo, pude ver la furia en sus ojos antes de que intentara disimularlo. Se recostó en la silla, cruzando los brazos.

—Bueno, querida —dijo con ese tono condescendiente que tanto odiaba—, no es tan sencillo. Aún me debes una suma considerable. Yo te lancé, te hice quién eres.

Intentaba engañarme, lo sabía. Había hecho mis cálculos, y con la ayuda de mi abogado, sabíamos que no le debía ni la mitad de lo que decía. Mi abogado, un hombre joven pero implacable, se encargó de aclarar la situación.

—Fernanda, según el contrato, y después de revisar los números, la suma que Brenda le debe es mucho menor a la que usted está pidiendo. Estamos dispuestos a pagar lo que se debe, pero nada más.

Fernanda apretó los dientes. Estaba furiosa, lo podía ver en su expresión. Sabía que había perdido esta batalla, pero no iba a rendirse tan fácilmente.

—Necesito hablar a solas con Brenda —dijo de repente, dirigiendo su mirada hacia mí.

Mi abogado me miró, y después de una breve pausa, accedí. No tenía nada que esconder. Cuando él salió de la oficina, cerré la puerta y me crucé de brazos, esperando a que ella hablara.

—¿Sabes algo, Brenda? —empezó, inclinándose hacia adelante—. Hay cosas que me he enterado últimamente. Cosas que no creo que a Trevor le gustaría saber.

Su tono era amenazante, y me tensé inmediatamente.

—¿Qué estás tratando de decir, Fernanda? —pregunté, manteniendo la calma, aunque por dentro empezaba a hervir.

—Oh, no te hagas la inocente —dijo con una sonrisa amarga—. Sé que tus padres, junto con los de Trevor, contrataron una empresa de casamenteros para que los juntaran. Una farsa, Brenda. Toda tu relación con él comenzó por una intervención. Con razón eres tan amiga de Dafne, mi prima. Si no quieres que Trevor se entere, te sugiero que reconsideres todo esto. Quizás todavía podamos trabajar juntas... por un buen precio, claro.

Me quedé en silencio, tratando de procesar lo que acababa de decir. No tenía idea de lo que estaba hablando, pero el simple hecho de que intentara usarlo en mi contra me hizo hervir de rabia. ¿Casamenteros? ¿Una empresa? ¿Qué tenía que ver Dafne en todo esto? Era la primera vez que escuchaba algo así, pero Fernanda no había entendido bien una cosa: yo no iba a dejar que me manipularan otra vez.

—Haz lo que quieras, Fernanda —le dije, levantando la barbilla—. No sé de qué estás hablando, pero si piensas que puedes amenazarme para quedarte en mi vida, estás muy equivocada. Si Trevor debe saber algo, se lo diré yo. No tengo miedo de la verdad, y mucho menos de ti.

Fernanda pareció sorprendida por mi respuesta, pero solo por un instante. Luego, su rostro se endureció, y se levantó de la silla con brusquedad.

—Lo lamentarás —escupió, antes de salir de la oficina, cerrando la puerta de un golpe.

Me quedé ahí, respirando profundamente, intentando calmarme. No sabía si lo que había dicho era cierto o simplemente un intento desesperado por manipularme, pero lo que sí sabía era que no iba a dejar que me controlara más. Era libre, finalmente, y nadie, ni siquiera Fernanda, iba a quitarme eso.

Salí de la oficina de la cafetería de mis padres aún con el corazón latiendo a mil por hora. Fernanda había soltado una bomba, y aunque no estaba segura de sí todo lo que había dicho era verdad, necesitaba aclararlo de inmediato. No podía vivir con la incertidumbre, no después de todo lo que había logrado avanzar en mi vida. Me dirigí a casa de mis padres con pasos rápidos, sintiendo que la rabia y la frustración se mezclaban en mi pecho.

Cuando llegué, mis padres estaban en la sala, conversando tranquilamente. No los saludé, no había espacio para formalidades ahora.

—Necesito hablar con ustedes —dije, sin preámbulos. Mi madre me miró con sorpresa, y mi padre dejó el periódico que estaba leyendo—. ¿Es verdad lo que dijo Fernanda? ¿Ustedes contrataron una empresa para que Trevor y yo estuviéramos juntos?

Mi madre palideció, y mi padre frunció el ceño, claramente incómodo. No necesitaba escuchar más. El silencio que se formó en esa habitación ya era suficiente respuesta.

—Brenda... —empezó mi madre, su voz suave, como si intentara calmarme—. Fue algo que hicimos con buenas intenciones. Pensamos que...

—¡No! —los interrumpí, mi voz más alta de lo que había planeado—. Les dije mil veces que no se metieran en mi vida, que no intentaran controlar mis decisiones. ¡No soy un peón en su juego, mamá! ¡Papá! —Sentí que la ira me ardía en las venas—. No pueden decidir quién debe estar en mi vida, y mucho menos trazar mi camino sin mi permiso.

Mi padre se levantó, intentando poner calma—. Brenda, no lo hicimos con mala intención. Tú estabas mal, y queríamos ayudarte...

—¿Ayudarme? —repetí con incredulidad, dando un paso atrás—. ¿Así creen que se ayuda a alguien? No necesito que jueguen a ser dioses con mi vida. Estoy harta de que me subestimen, de que piensen que no puedo tomar mis propias decisiones.

Mis padres intercambiaron una mirada, visiblemente arrepentidos, pero ya no había vuelta atrás. La furia que sentía era tan fuerte que no podía quedarme ahí un segundo más. Necesitaba salir de esa casa, respirar, escapar de la sensación de traición que se había asentado en mi pecho.

—No puedo con esto ahora —les dije, dirigiéndome hacia la puerta—. Me voy. No quiero verlos por un tiempo.

Mi madre intentó seguirme, pero levanté una mano, deteniéndola. No había nada más que decir. Salí de la casa sin mirar atrás, sintiendo cómo mi respiración se aceleraba más con cada paso que daba.

El camino hacia mi departamento fue un borrón de emociones. No sabía qué haría, cómo se lo diría a Trevor, si es que le diría algo. Pero al llegar, justo antes de entrar al edificio, vi una figura que reconocí de inmediato. Dafne o debo decir, Hera. Ella estaba ahí, esperándome, y en ese momento todo encajó. El enojo me invadió de nuevo.

—Tú —la encaré sin dudarlo, mi voz cortante—. ¿Estabas en esto también? ¿Fuiste parte de todo este plan ridículo para manipular mi vida?

Dafne me miró con una mezcla de tristeza y arrepentimiento en los ojos. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad.

—Brenda, por favor, déjame explicarte...

—¡No! No quiero más mentiras —le grité, sintiendo que las lágrimas de rabia comenzaban a acumularse en mis ojos—. Solo dime la verdad, Dafne o debo llamarte Hera. ¿Quién eres realmente?

Ella respiró hondo, como si necesitara un momento para armarse de valor, y finalmente habló.

—Mi nombre es Dafne, soy... una casamentera y en la empresa soy conocida como Hera. Fui contratada por tus padres y los padres de Trevor para asegurarme de que ustedes dos... se encontraran. Mi trabajo es juntar personas que tienen compatibilidad, y desde el principio, supe que ustedes dos eran perfectos el uno para el otro.

Sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies. No solo mis padres, sino también Dafne. La persona que creía que me había conocido de manera genuina, que me había apoyado. Era todo una mentira.

—¿Así que todo fue falso? —pregunté con una amargura que me quemaba la garganta—. ¿Mi relación con Trevor fue solo un experimento para ustedes?

Hera negó con vehemencia, sus ojos llenándose de lágrimas.

—No, Brenda. Al principio, sí, fui contratada para esto. Pero con el tiempo... —su voz se quebró—. Con el tiempo te conocí de verdad. Me importas, y Trevor también. Ambos son personas maravillosas, y lo que tienen es real. Yo solo los ayudé a encontrarse, pero lo que tienen ahora es suyo, no mío.

—No puedo creer que hayas sido parte de esto —murmuré, sin poder mirarla a los ojos—. Me traicionaste, Dafne. ¿Y ahora quieres que te lo perdone?

—Brenda, por favor —imploró, dando un paso hacia mí—. Te pido perdón. Sé que lo que hice estuvo mal, pero te prometo que me importas. Quiero que seas feliz, y de verdad... me gustaría que pudiéramos ser amigas. Yo...

—¡Vete! —la interrumpí, incapaz de contener mi enojo—. No quiero escucharte. No puedo verte ahora. Vete, Hera. Fuera de mi vida.

Hera me miró un segundo más, devastada, antes de girarse lentamente y alejarse. Las lágrimas rodaban por mis mejillas, pero no me importaba. Estaba furiosa, herida, y no quería saber nada más. Mi vida, la vida que creía haber construido por mí misma, ahora se sentía como una mentira.

Narra Trevor

No podía creer lo que estaba escuchando. Me detuve en seco en el pasillo, fuera de mi departamento, cuando escuché su voz alzarse desde afuera. Estaba con Dafne, y aunque no quería ser ese tipo de persona que escucha a escondidas, las palabras que intercambiaban eran imposibles de ignorar. Bree, estaba alterada y le había ordenado a su amiga que se fuera, sin embargo, ella mantenía su postura de querer hablar con Brenda.

—¡No puedo creerlo! —Brenda gritaba, su voz llena de rabia—. ¿Cómo es posible que me hayan manipulado de esa manera? ¿Que todos estuvieran confabulados para decidir por mí?

Dafne intentaba calmarla, pero Brenda no estaba dispuesta a escucharla. Mi estómago se revolvió cuando oí las palabras "manipulación" y "decidir por mí." Sabía que algo andaba mal, pero no tenía idea de que todo esto se había estado gestando en las sombras. Cada vez que Brenda subía la voz, sentía un nudo más apretado en mi pecho.

—Brenda, no fue con mala intención —decía Dafne, claramente incómoda—. No querían hacerte daño, solo intentaban ayudarte...

—¡Ayudarme! —Brenda casi se ríe, pero su tono era amargo, lleno de sarcasmo—. No necesito que nadie juegue con mi vida como si fuera un maldito experimento, Dafne. Creía que podía confiar en todos ustedes, y ahora resulta que todo lo que tengo está manchado con mentiras.

Me quedé ahí, con la espalda contra la pared, sintiendo que algo dentro de mí se rompía. Sabía que Brenda estaba herida, y entendía su enojo porque lo sentía también. Mi propia familia había estado haciendo lo mismo conmigo durante años, siempre organizando encuentros, citas, eventos... todo disfrazado de buenas intenciones. Lo peor era que, al igual que Brenda, pensé que esta vez, con ella, todo había sido diferente.

Tomé una bocanada de aire antes de acercarme a ellas. Dafne me vió primero, y aunque parecía querer evitarme, sabía que no podía dejarla ir sin decirle algo.

—Dafne, espera —le dije, agarrando su brazo suavemente. Ella se detuvo, sus ojos bajando al suelo—. ¿Cómo pudiste ser parte de esto?

Ella levantó la mirada, visiblemente apenada, pero sus ojos no tenían excusas. Sabía lo que había hecho y, al parecer, estaba arrepentida, pero eso no hacía que la traición se sintiera menos pesada.

—Lo siento, Trevor —murmuró—. No pensé que esto llegaría a tanto. Al principio, solo era una idea... algo para ayudarlos a ambos. Nunca imaginé que terminaría así.

Asentí, aunque dentro de mí las palabras no calmaban nada. Sabía que Dafne había sido una pieza en este rompecabezas, pero ahora todo me quedaba claro: todos estaban en el plan. No solo con Brenda, sino conmigo también.

—Brenda está muy enojada —dijo antes de apartarse, viéndome por última vez—. Dale tiempo.

Cuando se fue, me percaté que Brenda habia ido hacia su departamento, tal vez queriendo evitar hablar conmigo. Sin embargo, me acerqué a la puerta del departamento de Brenda. Toqué con cuidado, sin querer invadir, pero sabiendo que teníamos que hablar.

—Brenda, soy yo —llamé, esperando alguna señal de que al menos me escuchaba—. Por favor, déjame entrar. Necesitamos hablar.

Pero no obtuve respuesta, solo un silencio frío y denso. Sabía que estaba herida, y entendía por qué. Cuando por fin escuché sus pasos al otro lado, fue solo para oír la cerradura girar. Estaba cerrando la puerta, bloqueándome afuera.

Me quedé ahí unos segundos más, con la frente apoyada en la puerta, intentando procesar todo lo que había sucedido. Sabía que ella necesitaba tiempo, pero también sabía que no podía dejar esto así. Tenía que hacer algo.

Tomé mi chaqueta y me dirigí a la casa de mis padres. Había llegado el momento de enfrentar este desastre. Al llegar, los encontré en la sala, conversando como si todo en el mundo estuviera bien. Algo en mí se rompió al ver la tranquilidad con la que vivían, mientras mi mundo y el de Brenda se desmoronaban por sus mentiras.

—¿Qué es lo que hicieron? —les dije sin preámbulos, mi voz más dura de lo que esperaba.

Mis padres se miraron entre ellos, confundidos al principio, pero cuando vieron mi expresión, su preocupación creció.

—Trevor, ¿de qué estás hablando? —preguntó mi madre, su tono suavemente inquieto.

—Lo sé todo —dije, cruzando los brazos, tratando de mantenerme firme—. Sé que estuvieron manipulando mi relación con Brenda desde el principio. Que ustedes y los padres de Brenda contrataron a una empresa de casamenteros para asegurarse de que nos encontráramos.

Mi madre se cubrió la boca, claramente sorprendida de que lo supiera, mientras mi padre fruncía el ceño.

—Hijo, lo hicimos por tu bien. Sabíamos que necesitabas a alguien como Brenda en tu vida. Solo queríamos ayudarte a encontrar a la persona correcta...

—¿Ayudarme? —repetí, mi voz llena de incredulidad—. Cada vez que ustedes me programaban una cita con alguna chica, lo hacía para hacerlos felices, porque quería que dejaran de presionarme. Pero esto... esto ya es demasiado. Estoy harto de que siempre estén armando planes a mis espaldas, siempre manipulando mi vida. ¡Nunca me dejan decidir por mí mismo!

Mi madre intentó acercarse, como para consolarme, pero levanté una mano para detenerla.

—Trevor, por favor, entiende que lo hicimos porque te amamos. Queríamos verte feliz —su voz era suave, pero no podía calmar el enojo que sentía.

—Eso no les da derecho a meterse en mi vida de esta manera —dije, tomando una profunda respiración para calmarme—. Nunca lo tuvieron. Estoy cansado de que traten de controlarlo todo, de que piensen que saben lo que es mejor para mí. Y lo peor es que ahora Brenda está pagando por algo que ustedes hicieron. Ella no lo merece.

Mi padre, siempre más callado en estas situaciones, finalmente habló, su tono serio—. Entendemos que estás molesto, Trevor, pero no puedes negar que tú y Brenda tienen algo real. A pesar de todo, la relación que tienen es genuina.

—Claro que lo es —dije, sintiendo un nudo formarse en mi garganta—. Pero no porque ustedes lo decidieron. Lo es a pesar de lo que hicieron.

Mi madre comenzó a llorar en silencio, claramente arrepentida, pero eso no era suficiente para sanar lo que había roto. Di un paso hacia la puerta, ya no podía estar más tiempo ahí.

—Ya es suficiente. De ahora en adelante, mi vida es mía. No más manipulaciones, no más juegos.

Y con eso, me fui. Estaba agotado, furioso, y lo único que quería era ver a Brenda. Pero sabía que eso tomaría tiempo. Tal vez más del que estaba preparado para esperar.

Narrador omnisciente

Los padres de Trevor y Brenda se encontraron en la lujosa oficina de Hazim, la empresa de casamenteros que había tejido su enredo amoroso sin que sus hijos lo supieran. El ambiente era tenso, y el aire estaba cargado de reproches. Artemisa, la presidenta de la empresa, los recibió con una mezcla de seriedad y desdén, conscientes de que la situación se había vuelto insostenible.

—¡Necesitamos respuestas! —exclamó la madre de Trevor, con la voz llena de determinación—. ¿Cómo es posible que se enteraran de todo? Esto se ha vuelto un caos.

Artemisa les hizo un gesto para que se sentaran, pero la incomodidad de los padres era palpable. La mujer, con su postura erguida y su mirada incisiva, se preparó para explicar la situación, aunque no estaba segura de cómo encajar las piezas en su mente.

—Todo esto se debió a un malentendido —comenzó Artemisa—. Hera, una de nuestras casamenteras, tuvo una conversación con Fernanda, la agente de Brenda. Durante ese intercambio, Fernanda mencionó que ella había estado al tanto de la relación y de nuestras intenciones.

La madre de Brenda se cruzó de brazos, su expresión de enfado intensificándose.

—¿Entonces fue Fernanda quien dejó escapar la información? —dijo, buscando confirmación en los ojos de Artemisa.

—Así es —respondió Artemisa, aunque su tono no mostraba arrepentimiento—. Fernanda las escuchó a ustedes hablando conmigo y decidió usarlo para manipular la situación. Eso es lo que causó todo este problema.

Los padres se miraron entre sí, aturdidos por el nuevo giro en los acontecimientos. El peso de la traición de Fernanda se cernía sobre ellos como una sombra oscura. No solo estaban lidiando con sus propios errores, sino también con la injerencia de alguien que decían ser amiga de su hija.

—Esto es inaceptable —dijo el padre de Brenda, su voz temblando de furia—. No solo arruinaron la vida de nuestros hijos, sino que también permitieron que alguien más jugará con sus sentimientos.

Artemisa los observó con una mezcla de comprensión y firmeza.

—Lo que han de entender es que no podemos interferir en la relación de Trevor y Brenda. Las emociones son complejas, y la mejor forma de abordarlas es dejar que sigan su curso natural. Si están enojados ahora, lo mejor que pueden hacer es darles tiempo.

La sala se llenó de un silencio tenso mientras los padres procesaban sus palabras.

—¿Y si eso significa que se separan? —preguntó la madre de Trevor, la preocupación marcando su rostro.

—Entonces se separarán —respondió Artemisa, impasible—. Pero no pueden forzar a nadie a estar en una relación. El amor verdadero encuentra su camino, y a veces eso implica atravesar momentos difíciles.

Los padres se miraron nuevamente, sintiendo el peso de sus acciones y las decisiones que habían tomado a espaldas de sus hijos.

—Esto no se queda así —dijo la madre de Brenda, su voz más suave pero decidida—. No dejaré que Fernanda salga con esto sin consecuencias. Tengo que hablar con ella.

—Y yo tengo que disculparme con Brenda —agregó el padre de Trevor, sintiendo el remordimiento apretar su pecho.

Mientras se levantaban para salir, Artemisa los miró con una mezcla de interés y desdén. Sabía que, aunque el camino podría ser rocoso, era parte del proceso, y que la verdad, eventualmente, saldría a la luz.

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